Preludio
KARAN
Observaba mi teléfono todo el tiempo, ansioso por su respuesta. Cada mensaje o notificación que llegaba a mi celular era un pequeño rayo de esperanza que nacía y moría en aquel mismo instante. Quería verla, todo mi interior me impulsaba a ella.
Compartimos una noche significativa, en la que le había revelado una de las partes más importantes acerca de la magia que fluía a través de nuestra conexión, incluyendo la pesadilla que Amelie soñó, ya que también hacía parte de las visiones que nos mostraban fragmentos de nuestras vidas pasadas. No le dije nada al respecto, pero fui testigo de la angustia que le provocó.
Parecía tan difícil creer en leyendas en estos tiempos donde contábamos con avances tecnológicos significativos; donde la ciencia jugaba un papel fundamental en el estudio de fenómenos importantes... El mundo era mucho más grande que todo aquello y aquí estaba yo, fruto de una de las magias más poderosas, puras e insólitas que jamás hubiera conocido. Era parte de una gota de rocío destinada a buscar su otra mitad.
Apreté el puño con fuerza causando que la hoja con el retrato de Amelie acabara completamente arrugada. La frustración y el arrepentimiento implícitos en aquella acción. Sabía muy bien que esa noche por primera vez, había roto una promesa...
¿Cómo podía pretender que viniera A Seúl? cuando no fui capaz de responder a sus preguntas, cuando incluso me alimenté de su fuente, para hacer el golpe de mi partida menos doloroso. Sabía bien que también ella se sentía afligida por tener que separarnos, pero fue tan egoísta de mi parte...
Ahora deseaba con todas mis fuerzas que viniera a ver mi arte, como si mereciera algo de su atención, como si fuera posible que volara al otro lado del mundo simplemente para ver a un desconocido. Un completo incauto que quería volver a sentirse pleno y que sólo con ella podría lograrlo.
Debía detener todos estos sentimientos que me abrumaban, que me llenaban de arrepentimiento y confirmaban mi cobardía. Tenía un evento del que hacerme cargo ahora y necesitaba empezar a enviar las obras y ultimar algunos detalles para que todo se realizara de manera correcta. Ya no podía continuar estancado en Amelie, no podía seguir castigándome de esta forma.
AMELIE
"Sé que esto te puede parecer un poco extraño, pero la exhibición de arte que daré en Seúl es muy importante para mí. Me gustaría que estuvieras aquí..."
Me senté sobre la cama mientras leía aquel mensaje, estaba molesta. Estuve preguntándome durante todo este tiempo qué había hecho mal para que decidiera alejarse, ¿y ahora pretendía que volara a Seúl a verlo? Me dejó como un crucigrama sin solución, con espacios vacíos que sólo él podría llenar, pero había decidido marcharse con cada pieza de información...
Era esta la primera vez que me sentía de este modo con alguien, nunca en mi vida experimenté algo parecido, jamás... Ni siquiera había pensado que algo como esto pudiera ser real, simplemente escapaba de mi lógica.
Lo mejor que podía hacer era romper completamente el vínculo con Karan. Toda mi vida había empeorado -y mejorado- desde que lo conocí, pero estaba cansada... ya no quería seguir preguntándome qué diablos era todo lo que me enseñaba, el significado de mis sueños, mis obras, sus pinturas. Ya no soportaba este dolor en mi pecho y si me alejaba de la fuente que producía todas aquellas sensaciones, entonces ya no las sentiría más.
Mi decisión estaba tomada, no había marcha atrás.
Me dirigí al pequeño refrigerador por una botella de agua, el vino me había dejado sedienta. Aproveche entonces para mensajear a Leah y asegurarme de que estuviera bien.
"Escríbeme apenas puedas"
No hubo réplica durante algunos segundos, hasta que finalmente mi celular notificó su mensaje:
"Amiga, estoy más que bien... muy muy bien. No me esperes esta noche. Mañana te contaré los detalles"
Suspiré con pesadez y froté uno de mis ojos. El cansancio me noquearía en poco tiempo.
"Cuídate mucho. Llámame si necesitas algo. Diviértete. No olvides que el vuelo de regreso es mañana en la tarde."
Caminé de nuevo hacia mi cama, vestí mi ropa para dormir y supe que descansaría plácidamente esa noche.
Transcurrió un mes desde el lanzamiento oficial de mi libro en Argentina. A partir de entonces tuve promociones en Nueva York, entrevistas, algunas transmisiones en vivo e invitaciones a distintos lugares para hablar respecto a mi libro. Llevaba una rutina atareada, pero incluso en mis ratos libres optaba por mantenerme ocupada, evitando así darle a mi mente el espacio para pensar o recordar sucesos que estaban más allá de mi entendimiento.
Por otro lado, me encontraba completamente feliz por cómo iban las ventas y las promociones. Yun estaba dichoso, habíamos roto el récord del libro más vendido en la Editorial. Todo era como un sueño que sentía que en cualquier momento se esfumaría con el viento.
Estaba tan inspirada debido al sentimiento que me producían todos aquellos sucesos, que deseaba escribir; no precisamente por el dinero, la fama o el éxito, sino por el simple hecho de querer expresarme de ese modo. Me gustaba plasmar cada emoción en palabras.
Era mi terapia.
Me levanté un momento de mi cama, para atender la puerta. Sabía que se trataba de Yun debido a que había recibido una llamada de su parte antes de que llegara a mi departamento. Me alegraba mucho tenerlo aquí.
Cuando abrí, me topé con sus pupilas miel tan amables y cálidas como los rayos del sol. Su gentil y dulce sonrisa me dieron la bienvenida y estaba segura de que aquella aura a su alrededor podría hacer aparecer estrellas, porque vaya que Yun sí que tenía magia en su interior. Él era una de esas personas que irradiaba luz, paz y confianza.
—¡Yun! ¡Que gusto, pasa! —Bonnie como de costumbre se había acercado a ver de quien se trataba. Al verlo su colita se agitó frenéticamente.
—Gracias, Amy, ¿Cómo has seguido? —Inquirió él levantando a Bonnie mientras permitía que lo atacara con lengüetazos.
—Mejorando, creo... —Me dirigí hacia a la cocina para ofrecerle a Yun algo de beber—. ¿Quieres tomar algo? Debes estar cansado.
—Amelie, deberías recostarte, puedo prepararme algo, descuida —Caminó hacia la cocina con mi perro entre sus brazos, el pequeño parecía bastante cómodo allí. Siempre había querido a Yun de una manera desorbitante.
—No te preocupes, ya estoy muchísimo mejor —Aseguré, mientras me ponía en puntitas para alcanzar un vaso de la alacena. Fui hasta el refrigerador y vertí el contenido del jugo de manzana en él, sabía que a Yun le encantaba—. ¿Tienes idea de dónde puede estar Leah?
El rubio se encogió de hombros, examinándome con cautela, intentando discernir si en realidad estaba mejor o era otra de mis mentiras.
El día anterior había tenido una punzada en el pecho tan fuerte que me obligó a encogerme sobre el suelo. La intensidad de aquel dolor me impidió respirar correctamente. Raphael y Leah se encontraban conmigo en aquel momento, así que llamaron a un médico de inmediato. El doctor no encontró en mis antecedentes alguna causa que pudiera originar tal molestia, así que sólo pensaron que se debía al estrés que había experimentado. Me recomendaron reposo, y si eso no era suficiente, debíamos realizar un examen más a profundidad. Por esa razón Yun estaba aquí, había salido temprano de la Editorial para monitorearme y saber cómo me encontraba.
No había sentido nada más después de eso, pero me costaba mucho conciliar el sueño.
—Liam está con ella, dijo que no se tardaría mucho y luego vendría a verte —Explicó, tomando el vaso que le ofrecía—, ahora ven, Amelie, te quiero en la cama ahora.
Ambos nos miramos, la frase había sonado insinuante, así que los dos nos echamos a reír.
Yun se quedó conmigo toda la tarde, vimos una película y se aseguró de que comiera apropiadamente. Me preparó la cena y algo de almuerzo para el día siguiente. Su preocupación era real, podía sentir tanta calidez en su mirada que mi corazón se alegró por su presencia. No mentía cuando decía que tenía a los mejores amigos que alguien pudiera desear. Tal vez fueran pocos, pero eran los correctos.
Leah llegó en la noche con varias de sus pertenencias. En algún momento había decidido que se quedaría a dormir en mi departamento y por lo que podía ver, su estadía sería prolongada. Después de que Yun se aseguró de que me encontrara bien y de que mi mejor amiga estuviera a mi lado, depositó un suave beso sobre mi frente.
—Cuídate, dejé todo listo en el refrigerador, si necesitas algo pídeselo a Leah —Indicó con cariño.
Asentí con una sonrisa y lo envolví en un abrazo de agradecimiento.
—Amelie está en las mejores manos, Yuni Yuni, no tienes nada qué temer—La pelinegra le guiñó un ojo y se acercó a él para despedirse—. Nos vemos mañana.
El rubio se despidió nuevamente dejándonos a solas.
—¿Y qué tal estuvo la salida de hoy con Liam? —cuestioné mientras masticaba unas galletas y acercaba mi computadora para escribir. Días atrás había iniciado una nueva novela, aun no tenía muy clara la estructura de la historia, pero estaba disfrutando de dejarme llevar.
—Maravillosamente, necesitaba una muy buena forma de desahogar toda la preocupación que me causaste ayer, amiguita —Se sentó a mi lado mirándome con cariño—. En verdad te quiero ¿eh? Mira que me diste un buen susto.
—No fue nada grave, aunque me alegro que usaras mi nombre para obtener un buen polvo —Bromeé.
—Cualquier excusa viene bien, ya sabes —Se acercó a la pantalla de mi computador—. ¿Estás escribiendo de nuevo?
—Así es, ¿quieres leerlo? No es demasiado lo que llevo, pero... me agrada —Cuando Leah extendió sus manos para que le diera el computador, lo alejé de ella—. No quiero que seas mi correctora de estilo o editora en este momento, sólo... dime qué piensas como amiga.
Ella me dio un empujón.
—Dame eso ahora, tengo curiosidad —Tomó el aparato y mientras leía, pude ver esa peculiar expresión de concentración haciéndose presente en sus facciones—. Amelie, ¿puedo preguntarte algo?
—¿Desde cuándo preguntas con anticipación?
—Desde que te noto tan extraña...
—¿De qué hablas? —Su expresión había cambiado a una seria y sabía que esto ya no se trataba de una broma.
—No creas ni por un momento que no puedo leer tus expresiones, te conozco Amelie y desde que Karan se fue algo en ti se apagó —Ella cerró la laptop y me tomó de la mano—. ¿Puedo saber qué fue lo que ocurrió entre ustedes?
Fruncí el ceño, Karan era uno de los temas que no quería tocar. No me apetecía hablar sobre alguien que no tuviera el coraje de decirme las cosas.
—Leah, no sé qué piensas que pasó entre nosotros, pero puedo asegurarte que no se trató de nada romántico, no tuvimos relaciones, no me enamoré. Simplemente descubrí que era un mentiroso —Solté con resentimiento. No quería mentirle, pero nada de lo que le contara era creíble, no podía decirle sobre las pequeñas estrellas danzantes que aparecieron en la punta de nuestros dedos. No me creería.
—¿Mentiroso? —cuestionó mirándome con cautela—. ¿Por qué?
—Porque prometió que me invitaría a su exhibición. Después de que se fue jamás volvió a contactarme y en verdad quería verla... Hubiera viajado, Leah, porque sus trabajos son maravillosos —Expliqué con tranquilidad. Estaba mintiendo y me sentía muy mal al respecto, no quería sabotear el nombre de Karan, pero era lo único que podía decir que parecía razonable.
—¿No será que a quien querías ver es a él? ¿Qué estás decepcionada porque él no volvió a contactarte? —Leah era sagaz, no era fácil de engañar, pero debía jugar este juego.
—Claro que estaba decepcionada porque no volvió a contactarme, creí que cumpliría con lo que prometió, pero si un hombre no es capaz de mantener sus promesas, incluso con cosas triviales, entonces no vale la pena seguir manteniendo contacto. Además, nuestra relación fue netamente laboral, supongo que ambos buscamos el beneficio en el otro.
Leah se recostó en el sofá, su mirada inquisitiva aún estaba presente, pero pareció creerme.
—Puede ser —Concedió—. Creí que te gustaba estar con él, algo en mi intuición me lo decía.
—No estabas equivocada, yo misma te lo dije... —Me encogí de hombros en señal de resignación—. Me gustaba estar con él, era un chico inteligente, podríamos haber sido grandes amigos.
—Quizás algo más... —Insinuó ella.
—Eso era algo que sólo el tiempo hubiera podido definir...
KARAN
—Te lo dije, amor... —suplicó la voz de mi madre cargada de amargura y preocupación por lo que estaba sucediendo—. Por favor, solo... hazlo.
Estaba ardiendo en fiebre, un tipo de fiebre que no se curaba con tratamiento médico. Necesitaba tomar un avión, sabía que debía hacerlo, pero parte de mi negligente corazón aún se negaba a aceptar su destino.
¿Por qué todas las personas podían elegir a quien amar y yo estaba destinado a estar con la misma persona? Parte de mi alma aún no despertaba, sabía que la había amado, que era a quien había elegido para mí durante tanto tiempo que casi parecía irreal.
Cuando despertara por completo no existiría este conflicto, lo sabía. Mi madre me había enseñado la leyenda desde que era un niño... Recordaba perfectamente el prado cubierto de peonías... aquellas flores que se tornaban rosa eléctrico con el roce de mis dedos. Me había impresionado mucho, creí que era una magia muy especial... Solo que en aquel preciso instante ignoraba el hecho de que podría llegar a matarme... a matarnos.
Mamá sostenía mi mano, sus ojos estaban repletos de aflicción. Ella lo sabía muy bien... porque una vez también su vida pendió de un hilo por culpa de esta leyenda.
—Karan, debes regresar... —Su voz sonaba distante en mi mente, los pensamientos sobre Amelie consumían cada parte de mí. Parecía como si mis neuronas hicieran sinapsis con su nombre, con su rostro, con sus ojos...
Asentí con debilidad, mi cuerpo la necesitaba, cada célula luchaba por encontrarla. Era un náufrago sin ella...
Ir a Nueva York era mi obligación, había estado evitando a las personas que me pagaban clases, excusándome con cualquier pretexto...
—Iré contigo. —La convicción con la que mi madre lo dijo me tomó por sorpresa. Ella se acercó a mí, apartando los mechones de cabello que cubrían mis ojos. Acarició mi rostro con tal ternura que me hizo sonreír.
Tomé su mano entre la mía, manteniéndola justo donde ella la tenía: sobre mi mejilla. Apoyé mi rostro en su extremidad. Amaba a mamá, sabía que no le gustaba salir del país, siempre disfrutó de estar aquí, y hacer esto significaba mucho para mí.
—¿Estás segura? —Lágrimas caían sobre su rostro. No quería verla de ese modo, era mi culpa, yo lo había causado. Mi cobardía había provocado esto.
—Sabes que, si tú madre va, yo también tendré que ir—Papá llegó con una pequeña bolsa de hielos y una toalla.
Tomé el rostro de mi madre y sequé sus lágrimas. No podía verla de ese modo. Ella me sonrió y me obligó a recostarme nuevamente sobre la cama. Papá puso la toalla sobre mi frente y el cambio de temperatura me relajó.
—La única forma de que esto no te afecte es que lo enfrentes, hijo —Lo observé y pude ver la determinación en las pupilas oscuras de mi progenitor—. Sabes de sobra que tu chica para este momento habrá presentando síntomas físicos ya. No te crie para que huyeras de los obstáculos, sabes que este proceso no es sencillo.
No quería que mi padre hablara de ese modo sobre mí y mucho menos quería imaginar que a Amelie le sucediera algo. El vacío que constantemente habitaba dentro de mí pareció crecer de pronto convirtiéndose en una punzada que me atravesó el cuerpo entero, obligándome a encogerme. Estaba en posición fetal en este momento.
—¡Karan! —Papá se acercó a mí, escuché el grito ahogado de mamá y un segundo después ella estaba acariciando mi espalda.
—Tienes... razón... estoy provocándome esto a mí mismo... y a Amelie... —El solo hecho de hablar me costaba una barbaridad.
—Los síntomas no durarán hasta mañana, aún están empezando a presentarse —Oí decir a papá—. Compra tu boleto, mañana en la noche volarás a Nueva York. Tu madre y yo te alcanzaremos al día siguiente.
—Lo haré... —Accedí llevando una de mis manos hacia el lugar donde el dolor se concentraba. La sensación se estaba desvaneciendo poco a poco. Me estiré en la cama, la fiebre aún estaba allí. Observé a mis padres entonces, y la visión de sus rostros preocupados me causó una aflicción muy grande. Debía hacer algo de inmediato, ya no podía seguir huyendo de lo que el destino me deparaba. Si quería estar bien, si deseaba ser feliz, entonces debía despertar a Amelie.
Me senté con lentitud, tomé la computadora que reposaba sobre la mesa y busqué vuelos. Iría, enfrentaría esto y retornaría mucho más fuerte, consciente de mi pasado y mi presente...
Amelie era mi otra mitad y lograría que ella me viera como tal...
Con leyenda, o sin ella.
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