Polvo de estrellas
"Explosiones a nuestro alrededor, cuerpos cayendo desfallecidos lejos de allí producto de la fuerza de los estallidos. Veía sangre, personas huyendo despavoridas de aquel horrible lugar. A lo lejos no se divisaban estructuras donde resguardarse, parecía un desierto, solo que el sol estaba parcialmente cubierto por la enorme cantidad de humo proveniente de las detonaciones.
Sudaba, estaba corriendo, alguien sujetaba mi mano, alejándome, tratando de huir de aquel infierno. Divisé rápidamente a mi alrededor y mi angustia fue mayor al ver que una granada se dirigía hacia nosotros. Con todas mis fuerzas aceleré el paso, cambiando de dirección en un intento por esquivarla, pero fue en vano. El artefacto detonó, logrando que nuestros cuerpos volaran lejos de aquel punto.
Caí estrepitosamente al suelo, tenía el rostro cubierto de arena, de polvo, de sangre... Me levanté mareada pero dispuesta a encontrarlo, tenía que encontrarlo; sin embargo, no veía nada más que humo, personas huyendo y cuerpos caídos. Mis oídos dolían, no sabía si estaba escuchando, me hallaba desorientada.
Caminé tambaleándome, intentando buscarlo, me sentía fatal, no podía respirar, mi visión era borrosa. Aun en ese estado me empeciné en localizarlo, necesitaba dar con su paradero y saber cómo se encontraba. Continué dando pasos lentos, hasta que lo vi, era él. Intenté correr, pero no estaba en condiciones para hacerlo.
Cuando llegué caí de rodillas, las lágrimas empañaban mi visión; ya no sentía nada, no había nada... él ya no estaba ahí, su cuerpo era un cadáver ensangrentado. Lo tomé entre mis brazos, no me importaba nada más, mi mundo había desparecido en aquel instante. Había perdido todo lo que amaba: mi corazón, mi alma, mi otra mitad...
Tomé su cabeza entre mis manos, llorando como cuando lo haces desde lo más profundo de tu ser y entre todo aquel llanto, vi el rostro de Karan completamente pálido, cubierto de suciedad y... sin vida"
Desperté con mis ojos húmedos, cubierta en sudor y un sentimiento de haber perdido una parte muy importante de mí. Noté una electricidad crepitante a mi alrededor y fui consciente entonces de la cercanía de Karan; de como él sostenía mi mano, de cómo se encontraba arrodillado frente a mí, observándome con preocupación.
Quería abrazarlo para estar segura de que él estuviera ahí realmente. Mis sentimientos en ese instante eran demasiado intensos, no podía aún distanciarme de lo que el sueño me produjo. Todo se sentía demasiado real: el miedo, el estallido, la angustia, la muerte...
Contemplé a Karan, no podía dejar de mirarlo, sentía que iba a perderlo una vez más si dejaba de hacerlo. Me aferré a su mano con fuerza, era mi manera de ratificar que él estaba realmente aquí, que todo había sido una pesadilla. Tal vez la intensidad con la que estaba estrechado su extremidad le estuviera resultando incómoda, pero quería tenerlo cerca, tan cerca de mí como fuera posible.
La energía que emanaba del lugar donde nuestras manos se unían, parecía irradiar un aura poderosa; era consciente de aquella ola de calor, de esa tibieza reconfortante, mágica y apaciguadora que se cernía sobre nosotros. Me concentré en la suavidad, en la sensación de bienestar que me brindaba y cerré los ojos, dejándome guiar por el compás de aquel gratificante sentimiento.
—Amelie... —Sus ojos estaban cargados de angustia, como si supiera exactamente cómo me sentía—. Déjame traerte un vaso con agua, la necesitas.
—No, por favor no te alejes —Supliqué —. Por favor no lo hagas... —Lloré, no podía evitarlo, era imposible. Me sentía tan mal que mis pensamientos no eran del todo claros. El temor aún era evidente y no deseaba que se marchara de mi lado ahora, necesitaba tenerlo junto a mí hasta que todo este pánico se desvaneciera.
—No me iré —Aseguró sentándose a mi costado. Acarició el dorso de mi mano en movimientos lentos, dulces y apaciguadores. La energía pareció cambiar, pero el poder que transmitía era más intenso que nunca.
—Lo lamento... —dije entre sollozos.
—¿Qué soñaste? —preguntó con suavidad, usando un tono de voz tranquilo, como si estuviera hablando con un animalito asustado.
Bonnie llegó en aquel momento sentándose sobre mi regazo. Lo acaricié con ternura, él estaba acostumbrado a verme así después de un sueño de esa magnitud.
—Te vi... muerto... —La voz se me quebró y me fue imposible continuar relatando lo que había sucedido en la pesadilla. El nudo en la garganta era muy fuerte y decirlo en voz alta sólo hacía que el terror fuera mucho más real.
Karan limpió mis lágrimas con su dedo pulgar, rozando mi mejilla con infinita delicadeza; lo hizo con tal afecto que tuve que evitar el contacto visual por la intensidad de mis sentimientos, de la energía en sí misma, y de lo íntimo que me pareció el gesto.
Pero lo necesitaba... Necesitaba de su contacto porque parecía curar cada herida de mi corazón. Era como una especie de medicina a mi maltrecha alma, a mi vida en general. Cerré los ojos y con inseguridad me fui acercando a él, permitiendo que mi cabeza reposara en su hombro mientras me permitía llorar. No estaba abrazándolo, simplemente escondí mi rostro en su hombro, sin estar segura de si el contacto iba a resultarle molesto. Karan me acercó a su cuerpo envolviéndome con su brazo libre. La energía pareció volverse poderosa, como una ráfaga de viento formándose a nuestro alrededor.
La intensidad de la energía me aterró de pronto, parecía hacerse más poderosa entre más tiempo permaneciéramos abrazados; rompí el contacto cerciorándome de que mi perro estuviera bien y que mi departamento no se hubiera convertido en un enorme desastre producto de aquel extraño ciclón que pareció surgir de la nada.
La corriente desapareció en cuanto me separé de él. Nuestras manos aún permanecían unidas, por lo que la tibieza continuaba allí. Mi perro saltó del sofá y se recostó en su camita, actuando como si nada hubiera sucedido.
Observé a Karan con extrañeza.
—¿Estás bien? —cuestionó captando mi atención. Limpió el último rastro de lágrimas que empapaban mis mejillas y me contempló con afecto, como si deseara hacer desaparecer todos los sentimientos que me arrebataban la cordura en aquel momento.
—Sí... —Susurré, preguntándome qué demonios había sucedido entre los dos—. Karan, ¿lo sentiste?
Él me observó con desconcierto. Parpadeó un momento, alejándose parcialmente de mí.
—¿A qué te refieres?
—La corriente... la energía —Estaba arriesgándome a que él pensara que todo lo estaba imaginando, o que era producto de la pesadilla que había experimentado. Pero algo dentro de mí sabía que Karan era consciente de esto, que él también podía sentirlo. Recordé la tarde de ayer cuando sostuvo mi mano y cerró sus ojos, como si hubiera percibido el aumento en la electricidad que habitaba entre nosotros.
—¿Hablas de... esto? — Soltó mi mano y extendió la suya a la altura de mi rostro, invitándome a hacer lo mismo. Mi extremidad se abrió también y por un momento pareció como si estuviéramos a punto de medir nuestras manos, pero sólo las mantuvimos de ese modo sin que llegaran a tocarse. La poca distancia que había entre ellas permitía que la energía se concentrara allí, bailando entre las puntas de nuestros dedos. Aquella electricidad que sentíamos pareció mostrarse finalmente, en forma de pequeñas chispas blancas.
Polvo de estrellas, le llamé.
Me quedé asombrada viendo aquel fenómeno, era hermoso, mágico, insólito e inconcebible. Moví mis dedos observando con fascinación los pequeños brillos que parecían responder a mi desplazamiento. Karan sonrió ligeramente, y su dedo índice hizo finalmente contacto con el mío, cuando lo alejó de nuevo las estrellas cambiaron de color volviéndose púrpura.
Repetí la acción y las chispas cambiaron a azul turquesa. Estaba completamente inmersa en todo lo que estaba ocurriendo. Jamás llegué a pensar que esto fuese posible en la vida real... pero lo era, y ahora mis manos parecían crear magia.
—¿Qué es esto? —Alejé mi extremidad de la de él e inmediatamente los pequeños destellos desaparecieron. El miedo al sueño había mermado, siendo reemplazado por asombro. Aún había vestigios del terror que sentí, pero era mucho menos intenso —. No tiene lógica alguna, esto tiene que ser un truco que hiciste para evitar que siguiera llorando, ¿no es así?
Él suspiró.
—Deberías volver a dormir, Amelie, luces cansada —Sugirió, rompiendo todo contacto.
—También tú —Señalé viendo pequeños círculos oscuros bajo sus ojos—. ¿No dormiste? —Me sentí culpable; me quedé dormida sobre el sofá, sin ni siquiera traer mantas, algún colchón inflable para él, o algo donde pudiera descansar... —Lo lamento, no me ocupé de ti, soy una terrible anfi-
—No dormí —Interrumpió mis palabras con una sonrisa afable—. No podía dormir de todas formas, no te preocupes —Observó su reloj, aún estaba oscuro por lo que supuse que no podían ser más de las tres de la mañana.
—Karan... —Lo llamé. Aún no quería que se fuera, egoísta de mi parte tal vez, pero tenía miedo aún —. ¿Me explicarás qué es lo que acabamos de hacer con nuestras manos después de que descanses? — Él me observó cuidadosamente, como estudiándome —Hay un cuarto de invitados —Señalé el pequeño pasillo mientras tomaba de la mesa mi teléfono celular para cerciorarme de la hora —. Quédate allí, intenta dormir. Prometo que en la mañana te compensaré la mala atención.
—Creo que debería regresar a casa, tengo un par de clases en la mañana—Explicó algo apesadumbrado comenzando a levantarse—. Puedo regresar después, si así lo deseas.
—¿Y me lo explicarás? —Insistí.
—Sí.
Apreté los dientes, tenía que asumir que íbamos a separarnos otra vez y esa sensación sumada a la del sueño no era una muy buena combinación en este momento. La energía esta vez se hizo densa, cargada de angustia y dolor. ¿Pero por qué? ¿Por qué tenía que sentir esto cada vez que él se alejaba?
Había compartido dos días con Karan y me agradaba muchísimo pasar tiempo con él, me sentía tranquila a su lado. Era consciente, por supuesto, de que aún no lo conocía, por más de que mi corazón insistiera en que estaba equivocada.
No sabía que daba clases, no sabía su historia, sus valores, o sus costumbres...
Mi parte racional parecía pensar de una manera y mi alma de una forma totalmente diferente. Había dos mundos consumiéndome dentro y no sabía a qué voz debía prestarle atención. Lo único que tenía claro era que aquella conexión que compartíamos era más grande de lo que llegué a imaginar.
Karan confirmó que todo lo que había ocurrido desde su llegada realmente existía, y eso me dejaba realmente tranquila; sin embargo, seguía sintiéndome confundida, incluso mucho más que antes. Ahora que realmente vi y sentí tantas cosas, necesitaba respuestas al respecto, pero Karan no parecía querer sacarme de aquel pozo de incertidumbre... por lo menos no esta noche.
—¿Amelie? —Levanté mi mirada para encontrarme con la suya. Sus ojos oscuros se veían tristes, preocupados, replicando a la perfección el vacío que volvía con fuerza a sacudir mi interior al saber que tendría que partir.
Lo vi acercarse y acto seguido tomó de nuevo asiento junto a mí. Me fijé entonces en lo bellos que eran sus ojos oscuros. Tenía un pequeño lunar bajo uno de ellos, justo en el centro, era precioso.
—¿Qué ocurre? —pregunté queriendo tomar su mano de nuevo, deseaba evitar que me regalara aquella mirada cargada de dolor. No podía resistirlo.
Él cerró sus párpados y suspiró.
—No puedo irme... no así... —Karan levantó su palma abierta una vez más. Fue instantánea la respuesta de mi extremidad a su gesto; un movimiento consciente pero rápido, como dos imanes que se atraen. No nos tocamos, simplemente acercamos nuestras palmas a dos centímetros de distancia, espacio suficiente para que la sensación de tranquilidad nuevamente me envolviera y me sintiera menos triste, menos vacía.
Esta vez no aparecieron chispas, simplemente una energía ondulante, flotando de un lado a otro, como si estuviéramos alimentándonos. No entendía muy bien qué ocurría, cuál era la lógica o el truco detrás de todo lo que estábamos experimentando, pero se lo agradecía, fuera lo que fuese, estaba ayudándome a sentir mejor, y esperaba que a él le estuviera pasando lo mismo.
Cuando el contacto se rompió, lo miré implorándole una explicación. Todo parecía tan irreal, que no entendía cómo podía dejarme así, sin respuesta alguna.
—Esto no tiene el menor sentido... —Contemplé mi extremidad con detenimiento, intentando saber qué sucedía.
—Tal vez no... —Se alejó nuevamente, su mirada se veía mucho más tranquila—. Pero hasta entonces, espero que ambos estemos bien.
Tocó mi mejilla por un segundo con suavidad, antes de tomar sus cosas y marcharse sin mirar atrás.
La semana pasó sin mayores contratiempos. Las primeras copias del libro estaban impresas y se veían absolutamente espectaculares. La portada, la edición, los colores, todo era precioso, me encantaba. La felicidad que esto me producía era tan fuerte, que lograba mermar algunos otros sentimientos que cierta persona había dejado.
Firmé todas y cada una de las copias que fueron enviadas a las personas que adquirieron el libro en pre-orden. Ahora sólo restaba esperar la fecha del primer país al que viajaríamos; ese sería el destino en el que realizaríamos el lanzamiento de la obra.
El fin de semana había estado con Leah en casa, no quería quedarme sola. Las olas de vacío eran mucho más arrolladoras que antes y me esforzaba por mantenerme ocupada para evitar pensar en él. Aún no le comentaba a Leah aquella noche extraña que vivimos con Karan, todos los inusuales hechos, las sensaciones... Era difícil de creer aún para mí.
Estando ahí juntas decidí sincerarme y contarle lo que sucedió, omitiendo, por supuesto, los detalles de las chispas, la energía y todo lo que aún no tuviera explicación. La puse al tanto de lo que ocurrió, de lo bien que la pasamos, de la increíble habilidad de Karan en el piano... obtuvo una versión bastante real de los sucesos, ya que, después de todo, le comenté sobre lo increíblemente bien que me sentía a su lado.
Ella se alegró, parecía genuinamente feliz, me dijo que había algo en Karan que le daba felicidad, pero al mismo tiempo la inquietaba. Me pregunté a qué se refería con eso último, pero simplemente decidimos centrarnos en nuestra sesión de karaoke y olvidarnos de todo lo demás; después de todo queríamos divertirnos.
No había visto a Karan desde entonces, no recibí textos de su parte y honestamente tampoco quería iniciar yo una conversación. Lo extrañaba... no porque él calmara todos los sentimientos de desconsuelo que solían habitar en mi corazón, sino porque en realidad disfrutaba de su compañía.
Después de lo que pasó, no pensé que nuestro contacto cesara. Creí tontamente que luego de esa noche me contactaría para explicarme lo que le pedí, pero simplemente se desvaneció como un grito al viento.
Sabía que tenía una exhibición importante en Seúl en una semana, así que supuse que ya no se encontraba en Nueva York, podía incluso sentirlo. Estaba triste, sí, parte de mi se sentía destrozada... No sabía por qué Karan había tenido tanto impacto en mi vida, lo único que sabía era que el vacío que me quedó en el corazón, no había podido llenarlo con nada más.
Mi gira iniciaría hoy lunes, la primera parada era Buenos Aires, Argentina. Mi equipo y yo estábamos listos para viajar esta misma noche, sería un vuelo largo con una escala. Pero estaba dichosa y maravillada de encontrarme con todos mis lectores.
Leah iría conmigo por suerte, igual que Yun, Raphael y varios otros chicos del equipo de producción. Llamé a mamá, tenía que asegurarme de que Bonnie quedara en buenas manos, y cuando este tipo de cosas ocurrían, siempre era ella a quien recurría para que se quedara en mi departamento junto a papá.
—¿No te quedarás entonces mucho tiempo allí, hija? —La voz de mi madre era alegre y jovial.
—No, mamá... Iré a presentar el libro, tendré una conferencia y firma, pero será bastante rápido —Expliqué dejando a un lado la lista de cosas para llevar al viaje.
—Estoy muy orgullosa de ti, cariño —Sonreí. Hacer sentir de ese modo a mi madre siempre me llenaba de júbilo. Creo que era lo más disfrutaba de todo esto, que ella se sintiera feliz por mí.
—Gracias, mamá —Escribí algunas instrucciones en un papel para que mi madre supiera los horarios en los que solía darle el alimento a mi perrito y sus respectivos paseos —. Estoy dejándote la información de Bonnie en una hoja, la pondré en la cocina. Dile a papá que te lo recuerde.
—No hay problema, estaremos allí en un par de horas, tu padre está viendo que el motor del auto funcione bien.
—Perfecto, gracias, los amo.
—Te amamos, bebé. Nos veremos en un rato.
Al finalizar la llamada, empaqué únicamente las prendas necesarias. Estaríamos en Buenos Aires por tres días, por lo que decidí no llevar muchas cosas. Puse mis objetos de aseo, zapatos de acuerdo a la temporada, mi rizadora de cabello, maquillaje entre otras cosas. Terminé bastante rápido gracias a la lista que previamente había usado para viajar.
Cuando culminé mi tarea me senté sobre la cama... Bonnie caminó hacia mí, lo abracé de inmediato. Solían decir las personas que las mascotas mostraban empatía a los sentimientos de sus dueños, y la teoría era cierta; Bonnie siempre estaba allí cuando lloraba, cuando esa sensación extraña con la que había aprendido a vivir se intensificaba. Mucho más ahora después de la ausencia de Karan.
Mis padres llegaron unas horas después, me dio mucho gusto verlos... eran un respiro de oxígeno en aquel torbellino de fuego. Decidieron que me acompañarían hasta el aeropuerto, pero no sin antes comer una buena merienda preparada por mi madre.
Al irnos a la cocina, me fue inevitable recordar a Karan haciendo su tan grandiosa tostada con mermelada y sonreí melancólica. Eran muy pocos recuerdos, pero habían causado una gran impresión en mí. Al final de cuentas no importaba cuántas horas pasabas con alguien si no la calidad de aquellos momentos.
Comimos los tres gustosos, contentos, como una familia. Realmente los extrañaba, eran los mejores padres que me podía haber dado la vida. Mamá y papá tenían una energía muy especial, parecían moverse en perfecta sincronía. Todo lo hacían juntos y aun así habían mantenido una relación larga y próspera. Por lo que sabía, se conocieron de una forma bastante peculiar: En el metro. Solían tomar la misma ruta, así que siempre se encontraban. Papá ha sido siempre una persona carismática, por lo que no era de sorprenderse que mi madre cayera rendida ante sus encantos.
Todo era bastante lindo en su historia, eran una pareja como ninguna otra, por eso mismo, yo solía ser tan exigente con mis relaciones amorosas. Quería una relación así de estable, tan llena de confianza y respeto como fuera posible.
Charlamos y estuvimos juntos un rato, riéndonos y compartiendo mientras papá me llevaba en su auto al aeropuerto. Un rato más tarde nos encontramos con todo el equipo Editorial y después de abrazos y despedidas, partimos juntos hacia el primer destino que le abriría las puertas a mi obra.
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