Claridad Divina
LEAH
Habría disfrutado de los hermosos paisajes de este país, de no ser por todo lo que estaba ocurriendo a nuestro alrededor, del intenso dolor que amenazaba con derrumbar mi tan aguerrido corazón. No tenía demasiadas ganas de hacer bromas o de mirar qué tan guapos podían ser los coreanos; no quería nada en aquel momento.
Extrañaba a Liam, su abrazo cálido y reconfortante, a pesar de que sabía que debía estar ocupado ahora mismo, deseaba que estuviera aquí. Mi relación con él era tan descomplicada, tranquila y traviesa que podía decir, sin temor a equivocarme, que él era el hombre correcto para mí. Me hizo amarlo rápidamente, me embriagó de su calidez y de su forma tan peculiar de comunicarse, con esa mezcla entre autoridad y coqueteo. Era simplemente maravilloso.
El señor Dowan nos había traído a un hotel cercano, él no deseaba irse demasiado lejos del templo, pero su esposa necesitaba estar lejos de allí, los recuerdos y las imágenes habían sido demasiado para ambos, pero para la madre de Karan aún más.
Nos encontrábamos ahora mismo en el asiento trasero de un taxi absortos en nuestros propios pensamientos, en el dolor, en la ansiedad que toda esta situación nos generaba. No tenía mucha idea de lo que sucedería de ahora en más, ignoraba el hecho de si Amelie podía regresar, o si debía perder todas las esperanzas y aceptar su muerte.
Nunca había valorado tanto mi vida como lo hacía en este momento. No tenía que amar a alguien sólo porque lo había elegido años atrás, tampoco tenía que lidiar con un ángel que me hubiera maldecido y bendecido al mismo tiempo; simplemente era yo con mis propias decisiones. Lo más extraño que tenía era Liam, pero incluso él no tenía tanto misticismo alrededor, simplemente lograba sentir y ver algunas cosas.
—Yun... —Lo llamé con suavidad. Él levantó su rostro y me observó con esos ojos dorados característicos suyos —. ¿Te importaría si duermo un poco? Estoy muy cansada. No quiero dejarte solo, pero creo que necesito un descanso.
Él se acercó a mí y me envolvió en un abrazo permitiendo que apoyara mi cabeza sobre su hombro. Yun siempre había sido dulce, bondadoso y carismático, con Amelie esas cualidades simplemente afloraban con mucha más naturalidad, pero la verdad es que él siempre fue un buen hombre.
Cerré los ojos, sintiéndome culpable por dejarlo solo en esta situación, mucho más sabiendo que él tampoco había descansado, pero mi cuerpo me exigía un descanso o no podría soportar de nuevo la caminata hacia el templo.
Desperté un momento después, cuando sentí a Yun llamarme. Habíamos arribado al lugar donde debíamos empezar a caminar, era de noche y la vegetación estaba levemente iluminada, marcando el pequeño sendero que conducía al templo. Sin duda la siesta me había ayudado enormemente, aunque mi cuerpo deseaba seguir descansando.
Cuando finalmente arribamos a nuestro destino, el monje nos recibió con una pequeña inclinación de su cabeza. Parecía saber a qué habíamos ido hasta allí, así que nos llevó hasta sus aposentos, donde nos ofreció una taza de té. Hubiera deseado un buen americano helado, pero dudaba mucho que en un lugar como este encontrara un Starbucks cerca.
—Sentimos mucho venir a tan altas horas de la noche, señor —Yun inició la charla con tal diplomacia que me sorprendió; era como si estuviera hablándole a sus empleados. La calma que este chico despedía era increíble, me pregunté cómo demonios lo lograba —. Pero me temo que vi en usted un rayo de esperanza, y creo que no me equivoqué.
Observé alrededor, había una inmensa biblioteca de libros, algunos muy antiguos, otros ejemplares estaban abiertos sobre su escritorio, como si hubiera pasado todo este tiempo estudiándolos.
—Veo en ti a alguien muy intuitivo, querido Yun —El Monje bebió un sorbo de su taza de sabrá Dios qué, mientras observaba a mi amigo con interés —. Pero me temo que el regreso de sus compañeros dependerá únicamente de ellos. Aunque... —Levantó el dedo índice como si quisiera recalcar un punto —. Puse una protección en Clarisse, esto le permitirá protegerse contra Kamael en aquella dimensión.
—¿Y usted piensa que ellos podrían salvarse? —pregunté con genuina curiosidad. Si el monje había puesto una protección en la madre de Amelie, quizás hubiera una oportunidad.
Su mirada oscura se paseó por mi rostro, su semblante era inescrutable, no podía leer emoción alguna en sus facciones.
—Pueden lograrlo, pero si el demonio desea un alma de las primeras para recuperar su fuerza, entonces... probablemente alguno de ellos no consiga retornar.
AMELIE
Cuando abrí los ojos el vacío de mi cuerpo había desaparecido, me sentía más liviana, como si no hubiera gravedad en aquel espacio. Estudié mis alrededores y me di cuenta que el sitio en el que me encontraba era completamente blanquecino. No había detalles en ningún otro tono, simplemente todos los alrededores estaban cubiertos por aquel marmóreo color.
¿Qué había ocurrido? ¿Por qué me encontraba aquí ahora? ¿Dónde estaban mis padres? ¿Dónde estaba Karan?
Caminé, estaba vestida de blanco también. Llevaba un vestido que se ceñía en mi cintura y se abría delicadamente sobre mis caderas hasta mis rodillas. Me llevé las manos al cabello, mis pequeños rizos castaños caían con suavidad sobre mis hombros, y el escote en forma de corazón dejaba ver mi marca de nacimiento, la cicatriz que compartía con Karan. Mis pies habían sido calzados con dos delicadas zapatillas que parecían resplandecer.
Tenía el recuerdo lejano del fuego celestial saliendo de mis manos, ahora en cambio, pequeños brillos parecían brotar de ellas, como si una diminuta lluvia de purpurina con destellos verde menta danzaran sobre mis palmas.
Una puerta tan alta que tuve que erguir mi cabeza para poder observarla se abrió de pronto, y un resplandor de luz cálida se filtró por la pequeña rendija. Me acerqué y al contemplar a través de ella, divisé tres siluetas. La energía electrizante de Karan se hizo presente desde la distancia obligándome a cerrar los ojos por la intensidad de la sensación. Inhalé como si él fuera mi aire o la estrella que guiara mi camino. Al sentirme, él giró hacia donde me encontraba.
Entré a la habitación y pude observar un enorme salón de baile. Vi a Karan acercarse hacia mí con el ímpetu de un sediento que finalmente encontraba el agua que apagaría su sed. Le dirigí una rápida mirada a mis padres quienes me observaban con una enorme sonrisa. Papá parecía estar bien, así que tranquila por verlos a salvo, dirigí mi mirada a mi novio, quien vestía un elegante traje blanco con sutiles detalles dorados sobre sus hombros. Él me ofreció su mano y cuando la tomé, fue como si una explosión de amor recorriera cada terminación de mi cuerpo, haciendo que el mundo volviera a adquirir color. Ahora era capaz de notar los detalles que decoraban el espacio: Había muchísimos tonos dorados, peonías rosadas alrededor, pequeñas plumas caían desde la amplia cubierta y el suelo de la pista de baile imitaba a la perfección un tablero de ajedrez en baldosas blancas y negras. En el fondo había una pequeña escalera con sólo cuatro escalones adornada con hermosos detalles florales. Lucía como un altar.
Pude oír la hermosa, dulce y suave melodía de un piano. Karan me condujo hasta el centro del salón, me sujetó por la cintura y ambos nos movimos al compás de la música. Su mano sobre mi cuerpo era cálida, delicada, como si estuviera tocando un frágil cristal, algo tan preciado que al más mínimo roce pudiera desaparecer.
Lo miré a los ojos y sus pupilas oscuras me observaron con tanto sentimiento que fue casi como si un inmenso mar de amor me arrastrara con él. Mi cuerpo se sentía cálido nuevamente, y en los puntos donde nos tocábamos pequeñas esferas de luz se hacían presentes. Él era todo lo que no sabía que necesitaba, mi ángel, mi guía, mi vida. Karan se inclinó y su frente tocó la mía, ambos cerramos los ojos y sentí un aura poderosa construirse a nuestro alrededor.
Recordé el sueño que tuve la noche en la que terminé mi novela, estaba exactamente en ese lugar, sólo que las circunstancias eran diferentes; en el sueño no pude acercarme al resplandor. Aquí, en cambio, había encontrado a Karan tras la luz. Las figuras que danzaban con lentitud en la pesadilla habían desaparecido, siendo reemplazadas por nosotros, quienes nos movíamos con suavidad al ritmo de la música. Ya no había ese sentimiento de vacío dentro de mí, ahora estaba completa. Era todo lo opuesto.
El sonido del piano cesó y ambos nos detuvimos, percibimos una presencia venir desde aquellas extrañas escaleras. Era una silueta, pero no podíamos observarla directamente ya que la luz dorada que lo rodeaba era demasiado intensa. Mis padres se acercaron en aquel momento, estábamos todos listos para hacer frente a lo que deseara hacer aquella criatura.
—Lograron romper una maldición que ha habitado en la tierra y en su vínculo durante siglos. Conservaron la pureza divina que les regalé en un principio...
—¿Arcángel Chamuel? —indagué, su voz me resultaba familiar, la recordaba de mi vida anterior cuando era Amal. Lamentablemente, dadas las circunstancias, tenía dudas de si se trataba realmente de él. No sabía si todo era una trampa.
Ya no confiaba en nada ni en nadie.
—Así es, Amelie, soy yo...
—¿Pero no estabas muerto? —inquirió mi padre con expresión confusa.
—No, sólo fui consumido por mis sombras, por mi ego, pero permanecí en el cuerpo de Kamael dormido —Explicó el ángel —. Ustedes destruyeron mi parte malévola con ayuda del poder que les brindé. Les estaré eternamente agradecido por eso.
—Pero... —Karan parecía estar pensando en todo lo que había ocurrido, en la explosión, en Kamael, en el fuego —. No entiendo qué fue lo que sucedió...
—Les explicaré lo que deseen saber —Se ofreció el ángel con total tranquilidad —. Al destruir la maldad y el ego que habitaban dentro de mí, purificaste no sólo el vínculo, sino mi propio ser. El fuego celestial tiene el poder de la purificación, es por eso que no tuvieron que lidiar con las condiciones impuestas por Kamael en un principio, aunque...—Hizo una pausa y observó a mi padre —. Creo que habrá consecuencias de todas formas.
Me estremecí; veía a papá en perfecta salud, ¿qué estaba ocurriendo entonces?
—¿Qué quiere decir con que habrá consecuencias? —La voz de mi madre se alzó de pronto, la angustia invadiendo su energía por completo, podía sentirla a kilómetros.
—Todos ustedes se encuentran ahora mismo en la cueva en donde lucharon contra Kamael. Pero la onda explosiva los ha dejado inconscientes, así que los reuní a todos aquí —La voz de Chamuel era calmada, se sentía poderosa, pero a un nivel completamente diferente al de Kamael.
—Eso quiere decir que... mis padres... —susurré con temor, había sido una ilusa, esto no era real —. ¿Estamos soñando?
—Tus padres están muy débiles, pero tu papá es quien más ha sufrido. Clarisse al parecer tiene una protección en su energía, eso puede ayudar a Christopher si se alimentan correctamente de la fuente, pero no es una garantía de que sobreviva —anunció Chamuel —. Tampoco están soñando, se le llama "viaje astral" únicamente sus almas se encuentran aquí conmigo. Los cuerpos que tienen en esta dimensión, es decir, los que se encuentran en la cueva, son la representación de sus cuerpos físicos en su mundo, por ende, todo lo que les suceda aquí, repercutirá en su realidad. Si están heridos, por ejemplo, el dolor se transportará a su propia dimensión.
El llanto de mi madre retumbó por toda la sala, me acerqué a ella, pero mi padre la tomó entre sus brazos. Me sentía culpable aunque supiera que todo el daño que había sufrido era producto de la posesión de Kamael. Si lo que el ángel nos decía era verdad, mi cuerpo y el de mi padre estaban en condiciones deplorables.
—Clarisse escucha, era un riesgo que debíamos correr... te lo oculté porque me habrías dicho que no lo hiciera, que encontraríamos otro modo, pero la verdad es que Kamael no hubiera desaparecido si nuestra hija no nos hubiera ayudado con esto —Mi padre le hablaba de manera hermosa, pero lleno de desesperación, como si tratara de alcanzarla para que comprendiera todas sus razones —. Jamás te oculté nada, mi amor, pero tenía que salvarte a ti y a nuestra hija. No fue fácil, es muy complicado ocultar información teniendo en cuenta la naturaleza del vínculo que compartimos, pero con mi cuerpo en posesión de Kamael, me resultó un poco más fácil.
Mamá rio mientras negaba con su cabeza.
—Sabes que el vínculo no te permite mentir por mucho que lo intentes —Ella dirigió su mirada a mi padre y sentí que estábamos interrumpiendo un momento demasiado íntimo. Les di algo de espacio y Karan me abrazó, parecía feliz de verme, realmente feliz. Nuestras emociones eran espejos, porque también yo me sentía muy emocionada por tenerlo y sentirlo de vuelta, aunque no estuviéramos realmente aquí —. Supe de tu plan, pero creí que no podrían llevarlo a cabo. Cuando Amelie se acercó a ti intenté impedirlo, pero era demasiado tarde, Karan me sujetó muy bien. No puedo creer que le pidieras a nuestra hija hacer eso... No puedo creer que lo pensaras si quiera.
—Luchamos años atrás por quitarnos de encima esta conexión, no podía dejar pasar la oportunidad de acabar con esto de una vez por todas, Clarisse. Arrastramos a nuestra hija a la muerte por no terminarlo. Ahora todo será diferente, te prometo que lucharé para que mi cuerpo se recupere, no quiero estar sin ti —Les bastó sólo una mirada para entenderse, eran como dos magnetos moviéndose uno alrededor del otro. Se besaron así que miré a otro lugar, y entonces sentí que Karan capturaba mis labios entre los suyos imitando la acción de mis padres.
No solía dar espectáculos en lugares públicos, pero sentir a mi novio besarme de nuevo fue la experiencia más gratificante y magnífica de mi vida. Todos los sentimientos de vergüenza o pudor que pudiera tener desaparecieron en ese momento. Los labios de Karan lograban hacerme olvidar de mi propio nombre, y el volver a sentirlo de este modo, después de todo lo que había sucedido, me hacía valorar mucho más cada momento, cada gesto, cada mirada, cada beso y cada sonrisa.
Ignoro lo que mis padres se hayan dicho después de su muestra de afecto, estaba demasiado ocupada besando a Karan.
—¿Por qué nos creaste? —La voz de mi madre nos obligó a separarnos. Estábamos brillando de nuevo, podía ver pequeñas estrellas danzando a nuestro alrededor, eran hermosas —. Despertar después de recordar once vidas es toda una odisea.
El arcángel pareció reír.
—El número once es un número maestro, mi querida Clarisse. Indica despertar espiritual, que es precisamente a lo que las Llamas Gemelas se someten. Ustedes son la representación del amor más puro, poderoso y real que existe —La silueta iluminada continuó hablándonos desde las escaleras y al estirar sus manos hacia nosotros una calidez nos invadió —. Un amor que es verdadero e infinito. Su unión es divina, nacieron para querer con defectos y virtudes, para mejorar su propia alma y conseguir la unión eterna. Ustedes aprenden a amar la oscuridad del otro, a elevar su frecuencia vibracional para que las personas a su alrededor también aprendan el verdadero significado del amor.
»Amar parece sencillo, pero es un arte que sólo un verdadero corazón se atreve a afrontar. Jamás pensé en amenazar su vida, mi propósito principal era elevar el amor entre los hombres usándolos a ustedes como guías. Quería regalarles la plenitud con su otra mitad, pero para eso debían trabajar en ustedes mismos, debían amarse, entenderse, aceptarse. Eso era todo lo que buscaba con su creación. Tampoco deseaba perder mis poderes divinos, así que se los transmití a ustedes. El número de vidas para que vivieran en plenitud total eran once, pero Kamael lo maldijo y dispuso que si no llegaban a reconocer ese número de vidas, morirían. Yo les regalaría magnificencia, Kamael los condenó a la muerte.
—Si mi... padre no resistiera... —Me costó mucho pronunciarlo y mucho más imaginarlo. Sabía que era un concepto muy lindo dicho de esa forma, pero había demasiadas cosas en juego en este momento y esta era una pieza de información que realmente necesitaba —. ¿La vida de mi madre estaría en peligro?
—No... —Fue una respuesta gentil —. Será duro para Clarisse, desde luego, pero su vida ya no está ligada a la maldición. Sufrirá por la pérdida de su otra mitad, de su propia alma, pero no por un vínculo que esté relacionado con la maldad. Ya no se coleccionarán vidas por narcisismo o poder.
Mi madre negaba con la cabeza mientras se aferraba a mi padre. Me acerqué a ellos, papá me incluyó en el cariñoso gesto mientras Karan nos observaba. No quería perder a mi padre, no podía ni siquiera imaginarme el dolor de mamá, pero mi dolor, el de su hija, era muy intenso también.
Mamá se separó un momento de nosotros y tomó mi rostro entre sus manos, sonriéndome con lágrimas en sus ojos.
—Me alegra verte de nuevo, mi pequeña... —Sus brazos me envolvieron y sentí aquel gesto tan sincero, intenso y cargado de un amor tan grande, que permití que todo el miedo que había sentido, la impotencia y toda la angustia se evaporaran por completo. Era mi familia, lo que más amaba en el mundo y no quería perderla, no lo haría, y menos ahora que la maldición había desaparecido.
—Amelie —Escuché la voz del Arcángel llamarme y me alejé despacio de mis padres dirigiendo mi atención a él, aunque sin llegar a mirarlo directamente —. Las cosas no resultarán sencillas para ti tampoco, tu cuerpo murió y estuvo sin procesos vitales por varias horas, tendrás que ver la manera de recobrarte, no será fácil, te lo advierto. No sé si logres hacerlo.
Mi mirada hizo contacto inmediato con Karan quien parecía haber recibido un golpe que lo hubiera dejado sin aire.
—¿Qué tengo que hacer para que ella esté bien? —Karan casi gritó, la ansiedad perfectamente reflejada en su rostro. Sabía lo mucho que le había costado ver mi cuerpo sin vida y tenía la certeza de que no quería volver a repetirlo.
—Pero mi hija... —El rostro de mi padre palideció —. No sé si puedas hacer algo, sé que mi vida corre peligro en la otra realidad y haré lo que esté a mi alcance para recuperarme, pero mi hija no, por favor, te lo ruego.
El Arcángel se acercó a nosotros.
—Sus cuerpos físicos en la otra realidad fueron destruidos para llegar a esta dimensión, aquí volvieron a tomar la misma forma que tenían en su mundo. La única manera de devolverlos a su realidad, es que el fuego celestial regrese por completo a mi cuerpo. Ya no poseo poderes divinos infinitos, pero si ustedes me regresan su parte celestial, podría ayudarlos a volver —Explicó el querubín —. Por favor acérquense, formen un círculo a mi alrededor, los enviaré de vuelta a casa usando sus energías. Esto los debilitará aún más, sobre todo a Christopher y a Amelie. Cuando despierten... Si despiertan, tengan el mayor contacto físico posible con su otra mitad, no se separen, no se alejen los unos de los otros. Su vida recobrará la normalidad, pero debo alimentarme del propio fuego que habita en ustedes y que en un principio fue mío. Deberé unir sus almas a sus cuerpos nuevamente y eso requerirá bastante energía —Se quedó de pie en el salón y todos nos acercamos un tanto inseguros. Si esta era la última vez que iba a ver a mi padre con vida, o que Karan me viera con vida, entonces no estaba segura de lo que haríamos, no sé si deseaba quedarme en esta realidad. Aunque también estuviéramos débiles y corriéramos prácticamente un peligro similar.
Karan se acercó a mí, podía sentir perfectamente su zozobra, su miedo a perderme. Sus emociones reflejando las mías a la perfección.
—No podría... — Me abrazó nuevamente y devolví el gesto sin pensarlo. No quería separarme de él, no quería dejarlo solo, no quería hacerlo, tenía que luchar por mi vida, pero estaba tan asustada como él —. No podría vivir sin ti...
—No pienso dejarte solo —Lo observé con amor infinito, él era mi mundo, lucharía por ponerme bien —. ¿Recuerdas nuestra conversación antes de llegar al templo?
Sus ojos oscuros estaban repletos de temor, pero pareció recordar las palabras a las que me refería. Sonrió nostálgico, como si aquella conversación hubiera sucedido mucho tiempo atrás.
—¿Quieres sentirte como mi madre se siente cada vez que enseña mis fotos de bebé?
Asentí, ahora más que nunca estaba segura de que quería todo con Karan.
—Sí... Así que lucharé por ese futuro, por nuestro futuro —Me puse en puntitas y lo besé, sellando así mi promesa. Papá le prometió a mi madre que lucharía y yo lo haría también. El miedo no dejaba nuestra energía, pero un rayo de esperanza se cernió sobre la conexión.
Cuando terminé de besarlo, lo tomé de la mano y me uní a mis padres.
—Estamos listos.
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