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¿Casualidad?

Mira en tú propio corazón, porque quién mira afuera, sueña, pero quien mira adentro se despierta
Jane Austen

Conduje esa noche con la cabeza repleta de pensamientos y sentimientos que no logré comprender. Encontrarme con él había sido como una ráfaga de aire fresco y al mismo tiempo como un torbellino de emociones indescifrables. Deseaba poder apaciguar cada sensación, convertirlas en pequeñas voces dentro de mi cabeza, pero nada parecía detenerlas. Me encontraba completamente inmersa en todos los recuerdos que me exaltaban, en la manera en la que él habló de su cuadro... como si no tuviera ningún atisbo de duda acerca de lo que vio en su sueño.

¿En verdad habíamos soñado ambos el mismo lugar?

Tuve que detener el auto, las sensaciones abrumadoras disipaban mi buen juicio. Un par de lágrimas rodaron con libertad por mis mejillas y no pude evitar preguntarme por qué me sentía de este modo. Había convivido toda mi vida con aquel sentimiento de vacío, como si mi cuerpo extrañara una parte de él que mi mente consciente ignoraba haber extraviado. Pero... ¿Qué pude haber perdido que desatara en mi corazón tan terrible sensación?

No tenía respuesta alguna, no recordaba con exactitud algún suceso en mi niñez o adolescencia que pudiera explicar el por qué había vivido con este constante desasosiego. Ni siquiera podía justificar el por qué de mi repentino llanto, de la interminable tristeza que me asaltaba en aquel momento. Había conseguido la portada perfecta para mi libro, de hecho, podía decir con firmeza, que era mucho más que perfecta. 

Respiré profundamente llevando mis manos hacia el volante, me incliné y apoyé mi frente sobre ellas y simplemente me relajé. Necesitaba dejar de pensar, concentrarme en algo que no fuera la intensa sensación de melancolía que estrechaba mi pecho.

Cuando finalmente decidí que era hora de volver a casa, recordé que debía pasar por algo de comida, después de todo Leah estaría esperándome en mi departamento y yo no había probado bocado desde el almuerzo. Quizás también esa era la razón por la que mi cuerpo se sentía tan extenuado, sin contar el estrés de las reuniones previas, de la impetuosa búsqueda por la portada, las negociaciones... Tal vez simplemente estaba agotada.

Encendí el auto nuevamente, mientras buscaba algún lugar para comprar algo de comida aprovechando el camino a casa. El GPS me informó que debía atravesar una zona con un gran McDonald's, así que decidí que esa sería nuestra cena. 

Después de un rato de conducir por vías bastante transitadas, llegué a casa con varias bolsas repletas de hamburguesas y papas fritas, lo que pareció atraer a Leah tan de prisa como un relámpago.

—¡Estás aquí y trajiste comida! ¡Te amo, Amy! —exclamó ella fisgoneando qué había dentro de cada bolsa.

Su reacción me hizo gracia, por lo que mis labios esbozaron una sonrisa dulce y repleta de afecto. No sabía qué haría sin ella.

Saludé un segundo después a mi perrito, quien también era mi más grande felicidad.

—Estoy agotada... —murmuré llevando algunas bolsas hacia el sofá. Busqué el mando del televisor dispuesta a escuchar algo de ruido a mi alrededor. Planeaba seguir distrayendo mi concurrida mente de todo lo que había sucedido.

Leah me imitó no sin antes hacer una inspección sumamente cercana a mi rostro, bloqueándome la visibilidad hacia la televisión.

—¿Qué intentas hacer? —Sus muecas me hicieron reír, acto que sin dudas logró que soltara algo de tensión.

—Estuviste llorando y quiero saber por qué.

Suspiré, me sentía incluso más débil cuando alguien me lo preguntaba directamente, ¿pero cómo podía explicarle algo que ni siquiera yo entendía?

—¿Alguna vez has sentido que una obra te detiene el corazón y te hace sentir tanto que es demasiado para procesar? —pregunté mientras la veía sentarse junto a mí.

—Creo que me ha sucedido mucho más con libros, que con pintura en general...—Dio pequeños toquecitos con su dedo índice sobre su mandíbula mientras sopesaba mi cuestionamiento—. Pero entiendo el punto. ¿Quiere decir eso que la obra del chico no conocido fue la que elegiste para la portada?

Asentí.

—¿Estás segura que es sólo esa la razón por la que te ves tan consternada?

—Es sólo cansancio —Me encogí de hombros restándole importancia. Acaricié a Bonnie mientras le daba un mordisco a mi hamburguesa.

—¿En cuánto dinero te vendió la pintura? —Bañó su papa frita en salsa—. Debiste sacarle una foto, ahora tengo muchísima curiosidad. Si te causó esa reacción significa que es realmente impresionante.

—Trescientos dólares.

—No está mal —Admitió con un gesto de aprobación en su rostro —. ¿Liam entonces no te agradó?

—¡Me pidió dos mil dólares! Su trabajo es increíble, pero claramente no era un presupuesto que la Editorial fuera a aprobar.

Leah no pareció sorprenderse ante el desorbitante precio.

—Es un artista conocido, ¿qué esperabas? ¿Que te vendiera su obra por veinte dólares? No seas tontita, Amelie.

Era cierto, no sé en primer lugar por qué Raphael decidió que sería buena idea darme el número de Liam. Sobre todo, teniendo en cuenta, el elevado precio de los trabajos de ese artista.

Pasé la noche en vela... No conseguí conciliar el sueño de manera continua. Por más que intentaba encontrar una posición en la cama que me permitiera descansar, no lo logré. Lo único en lo que mi mente podía enfocarse era en la reunión que tendríamos en unas horas con nuestro equipo creativo y... Karan. Ellos debían aprobar la portada y si el trato se cerraba, el chico asiático obtendría su dinero, y yo la cereza del pastel que culminaría mi obra.

Saber que Kim Karan estaría presente en la Editorial trastocaba la poca calma que habitaba en mí. Por una parte, porque me era sumamente difícil discernir los sentimientos que me producía, y por otro lado... La casualidad de su sueño con la descripción exacta del lugar que creí que sólo yo era capaz de vislumbrar, desafiaba mi razonamiento.

Estaba segura de que lo que estaba experimentando no tenía nada que ver con algún interés romántico hacia él. Se trataba de una sensación que se asemejaba al desconcierto producto de todos aquellos sentimientos que me ocasionaba; no obstante, y paradójicamente, tampoco podía explicar la manera en la que mi corazón reaccionaba a su voz, a su presencia, como si cada partícula de mi cuerpo cobrara vida cuando él estaba presente.

El reloj sobre mi mesa con sus grandes e imponentes números rojos indicaba que eran ya las seis de la mañana. Tendría que empezar a prepararme, pero me encontraba tan sumamente agotada que lo único que quería era quedarme en casa viendo algún documental en Netflix. Lamentablemente no podía retrasar lo inevitable... Hoy sería un día determinante para mí.

Escuché a Leah cortar algunos alimentos en la cocina, acción que le agradecí profundamente. Tenía la certeza de que hoy desayunaría algo realmente delicioso y ese simple hecho mejoró un poco mi estado de ánimo.

—¡Buenos días, Amelie! —Saludó Leah con un ímpetu digno de admirar.

—Buenos días, amiga, gracias por prepararme la primera comida del día—Le sonreí adormilada.

—¿No dormiste bien? —Cuestionó con un dejo de preocupación en su voz.

—Ni un poco —respondí llevando mi ropa hacia el baño.

—No tardes, te prepararé algo energizante.

Después de tomar nuestro desayuno y prepararnos ambas para el día de trabajo, Leah condujo hacia la Editorial donde ya nos estaba esperando nuestro equipo de Edición, Publicidad, Impresión y Diseño. Esperaba recibir muy buenas noticias especialmente de esta última área. En verdad quería que la pintura de Karan se transformara en la portada de mi libro.

Jennifer era una mujer alta y sofisticada, con un bellísimo cabello rojizo que caía en hermosas cascadas de risos a cada lado de su rostro. Era la diseñadora del equipo y la encargada de crear los borradores de las portadas que posteriormente elegirían los escritores que trabajaban en la Editorial. Si ella daba el visto bueno a la obra, entonces la misión estaría cumplida. 

Habíamos acordado llegar media hora antes que Karan para discutir cuestiones referentes a la gira. Todo estaba empezando a tomar forma y estaba muy emocionada por eso. Argentina sería el primer destino y saberlo me llenó de ilusión. Fue tanto el regocijo que sentí, que el cansancio producto de mi desvelo, pareció quedar en segundo plano. 

Un rato más tarde la recepcionista anunció a Karan. Después de escuchar su nombre mi corazón galopó con fiereza dentro de mi pecho, mis manos comenzaron a sudar y no podía dejar de mover mi pierna de forma frenética. Había estado a la expectativa de su llegada, pero tenía muy claro que no quería lucir como una completa tonta, no permitiría que nadie se enterara de lo que él despertaba en mí. Jugueteé con el bolígrafo sobre mis dedos intentando lucir lo más despreocupada posible.

La puerta se abrió de pronto y él dio un paso dentro de la sala. Su mirada viajó instantáneamente hacia la mía, como si hubiera sentido con antelación en qué lugar de la habitación me encontraba. Tuve que retener el aliento un momento porque siempre que sus ojos oscuros se posaban en los míos, la intensidad del contacto parecía sobrecargarme.

Él vestía un gabán beige largo, un saco cuello tortuga en color blanco y unos pantalones de vestir negros. Las ligeras ondas de su cabello desordenado cubrían parcialmente sus ojos y tuve la sensación de querer acercarme a él tan pronto como entró a la sala. La energía crepitante volvió una vez más, envolviéndome, parecía una corriente magnética, electrificante, poderosa, como la fuerza de un imán atrayendo a su otra mitad.

—Buenos días —Hizo una inclinación cortés a todos los presentes—. Soy Kim Karan, un placer conocerlos a todos.

—El placer es nuestro. Karan, por favor toma asiento por aquí —Raphael señaló el espacio destinado para él durante la reunión y cuando pasó por detrás de mí, tuve que morder el interior de mi mejilla.

—Buenos días, Amelie —Saludó después de tomar su lugar, dedicándome una sonrisa dulce. Era la clase de sonrisas que usualmente nadie pensaba que tendría efecto en alguien, pero que a mí me calentó hasta la punta de los pies.

—¿Kim es tu nombre o tu apellido? —cuestionó Lorenne, la chica del departamento de impresión.

Karan dirigió su atención a ella antes de que yo pudiera decir algo y a él pareció divertirle el comentario. 

—Lorenne, no seas maleducada —La reprendió Leah—. Es asiático, por alguna razón siempre se presentan primero con su apellido, su nombre es Karan.

—Oh... —farfulló la chica apenada por su indiscreción.

—Gracias por la aclaración, Leah— intervino Yun—. Ahora bien, señor Kim, estamos aquí porque Amelie nos habló de una pintura que llamó enormemente su atención, ¿puedes mostrarnos por favor la ilustración? Por cierto, me declaro un admirador de tus trabajos, nos conocimos en-

—En Berlín —Finalizó Karan con seguridad —. Lo recuerdo y te agradezco mucho. 

Yun pareció complacido con la respuesta. Karan se levantó entonces y dejó el cuadro sobre la mesa.

—¡Es el risco! Y de hecho... ¡Es como la escena de tu libro! —Leah era mi editora, lo reconoció de inmediato. Un segundo después su mirada se dirigió a mí, ahora comprendía porqué le había hecho aquella pregunta la noche anterior —. ¿Pero cómo? ¿Tienes infiltrados aquí para saber que este es un escenario muy parecido al del libro?

—Leah, por favor... —Raphael se llevó una mano al rostro en señal de desaprobación.

Me reí. Eso pareció llamar la atención de Karan quien también parecía divertido.

—No poseo ningún tipo de información relacionada a su compañía, simplemente fue algo que dibujé, puedes ver la fecha de creación aquí —Señaló la esquina inferior al lado de su firma. 

—Bueno, a mí sinceramente me parece un cuadro muy bonito, los colores son llamativos y sería una portada diferente e impactante —Añadió Lorenne.

Observé a Jennifer quien se encontraba inmersa en el cuadro, parecía estar analizándolo.

Por favor, por favor rogué internamente.

—Creo que podemos trabajar con esto, es muy hermosa —Jennifer me observó un momento—. Espero que estés feliz, puedes pasar a mi oficina más tarde para ver las tres propuestas que tendré. Entre más rápido tenga el diseño, más pronto podremos comenzar el proceso de impresión.

Asentí con vehemencia y una sonrisa triunfal danzando sobre mis labios. No podía dejar de hacerlo, incluso con la corriente extraña que sentía proveniente de Karan, mi júbilo parecía ser más fuerte.

Noté su mirada y quise evitarlo, pero mi fuerza de voluntad flaqueó tan rápido como un latido de corazón y en el momento en que mis ojos lo contemplaron, él simplemente pareció compartir la misma dicha que yo experimentaba. Era como si pudiera palpar mi felicidad.

—Muchas gracias a todos —Rompí el contacto visual y me dirigí a mi equipo—. De verdad estoy muy contenta, esta es la portada que había soñado, es absolutamente perfecta y sé que con la edición quedará magnífica —Giré levemente hacia Karan—. Gracias a ti por crear una pintura tan maravillosa, tu trabajo es... glorioso.  

Raphael, Yun, Leah y Lorenne parecían emocionados de verme reaccionar de esa forma.

—También tu trabajo es espléndido, me gustaría obtener una copia del libro si no es mucho pedir, estoy seguro que nuestros trabajos se complementarán a la perfección —Sus ojos parecieron brillar al decir esto último.

—Es un hecho —Accedí mirando a Yun, quien asintió en mi dirección dándome el permiso necesario para obsequiar la futura copia del libro.

—Bien, vamos a hacer el papeleo respectivo, señor Kim, por favor acompáñame por aquí. —Yun se levantó y aguardó a que él se acercara.

Ambos salieron por la puerta y yo permanecí allí sencillamente extasiada. La energía se hizo menos densa, pero estaba aún allí, recorriendo mi cuerpo y llenándome de aquella paz que tanto añoraba.

Permanecí en la sala de reuniones observando algunos detalles de edición que Leah quería enseñarme. Estábamos tan inmersas en las correcciones que había olvidado por completo llamar a Liam para comunicarle mi decisión.

—Dios, Leah... el señor Tanner aún no tiene ni idea de la obra que elegí. Regresaré en un rato —anuncié levantándome del sillón y empacando mi equipo entre otras pertenencias en mi mochila—. Además, muero de hambre... 

—Es que eres una adicta al trabajo, Amelie, has permanecido aquí desde la mañana y además no descansaste bien... —Me reprendió —. Estaré ocupada de todas formas, descansa un poco y nos veremos más tarde.

—Tú también come algo, te llamaré luego.

Tomé el teléfono móvil, marqué el número de Liam mientras me dirigía a la salida del edificio. Le tomó tres tonos responder a mi llamado. Le expliqué la situación con completa honestidad y aunque en principio su tono había cambiado, volviéndose ligeramente más oscuro, finalmente me ofreció sus servicios y su disposición para ayudarme en cualquier cosa que necesitara.  

Colgué el teléfono y emprendí mi camino hacia el café donde usualmente me sentaba a trabajar o almorzar con Leah. Aquel lugar tenía una linda placita desde donde podías observar una fuente de agua construida en mármol, esa era una de las cosas que más me gustaban de tomar un descanso allí, el sonido del agua me ayudaba a relajarme.

—Amelie —Su voz varonil me detuvo en seco, sabía de quien se trataba por la energía que de pronto rodeó el aire.

—Karan, ¿cómo estuvo todo? —Me giré hacia él acercándome para no parecer descortés, después de todo la distancia que nos separaba no era la adecuada para entablar una conversación.

—Todo el papeleo fluyó perfectamente. 

Sonreí. En verdad me alegraba que él recibiera el dinero, su obra aunque... extraña, me había gustado enormemente, ¿y cómo no hacerlo? Después de todo, era el mismo escenario que yo había descrito.

—Gracias, te lo digo de verdad, me salvaste la vida con todo esto del proceso de la portada.

Él enarcó una ceja y por alguna razón aquel gesto me pareció adorable. No pude evitar pensar que había visto antes esa expresión, la familiaridad con la que mi corazón la reconoció fue abrumadora.

—Ya que puede ser esta la última vez que nos veamos... ¿aceptarías ir a beber una taza de café conmigo? —cuestionó con gentileza—. Nada personal —Se apresuró a añadir—. Tómalo como una especie de celebración. Hoy fue un muy buen día para los dos.

—¿Tiene que ser café? —consulté empleando un tono jocoso, quería que supiera que estaba bromeando.

—También yo preferiría que no lo fuera. 

Entrecerré los ojos con sospecha. 

—¿No te agrada?

—En absoluto.

—Entonces... acepto.

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