muerte y vida, extraña pareja
Y bueno, aquí continuo divagando en mis pensamientos, los cuales me han hecho recordar sobre un sentimiento tan profundo, amado y odiado por igual, como es el significado de la vida y la muerte.¿Qué es?, ¿qué significa?, vivimos porque morimos o morimos porque vivimos. Hace poco tiempo atrás pensé mucho sobre ello a causa de la pandemia, yo nunca he temido a la muerte, ya que la he visto como parte esencial de la vida, no somos eternos y pienso que si lo fuéramos no seria para nada algo agradable, ¿por qué?, fácil, en un mundo donde la felicidad escasea y el odio lo ocupa todo, no querría quedarme eternamente, o así pienso yo, aveces creo que lo que llamamos Dios es un niño grande demasiado mimado al que le dan pataletas y rompe sus juguetes, (sobre eso hablaré más adelanté de forma más intensa), ahora quiero desahogarme sobre lo que quería hablar, la vida y la muerte, una pareja muy extraña a la cual me gustaría encontrarme cara a cara estando juntas y preguntarles un par de cosas, ¿qué que cosas?, luego lo escribiré, ahora quiero dejar un relato, el cual escribí en momentos muy duros, tanto para mí como para muchos otros que lo vivieron, una realidad injusta y dolorosa que quise dejar grabada en forma de manuscrito.
El visitante
Año 2021 residencia virgen de la luz
—¿otra vez tú por aquí? Llevo ya varias semanas viéndote a diferentes horas del día, parece que este año estás muy ocupado, aunque creas que no me doy cuenta, ya te siento llegar según entras en la residencia—Dice Jacinto mirando tras de el.
—Buenos días, amigo, tienes razón..., años atrás era más sigiloso, pasaba más desapercibido, pero desde comienzos del año pasado algo ha cambiado, el miedo y la desesperación ha aumentado como nunca, incluso a mí me tiene un poco desencajado todo esto—Responde el desconocido.
Según mantienen la conversación, el silencio es abrumador, rompiéndose a cada rato por gemidos de angustia, llantos desconsolados y una horrible sensación de abandono.
—Así es amigo, son tiempos extraños, llevo 4 años aquí metido, mi familia se pasaba dos veces por semana a verme un par de horas, pero ahora, hace meses que no se nada de ellos, la única forma de comunicación que tenía era mi viejo móvil, pero dejó de funcionar y en el cajón esta, creerán que me he muerto o pensarán que para que visitar a un vejestorio como yo que ya no tiene más que aportar sus viejos recuerdos de juventud—Dice Jacinto melancólico.
Dos celadores pasan por al lado de la puerta de Jacinto escuchándose chirriar las ruedas, transportando despacio una camilla con alguien sobre ella tapado con una sabana blanca.
—¿Y como te encuentras Jacinto? Te noto más cansado y con más arrugas en tu rostro que hace unos días, ¿Qué te preocupa?
—Me encuentro bien amigo mío, solo un poco cansado, y estar todos los días encerrado entre 4 paredes no ayuda demasiado, no va con mi manera de ser, el no poder hablar con los demás amigos de la residencia; las partidas de dominó, las conversaciones divertidas con Doña Asunción, no comprendo que está pasando—Suspira.
—Lo siento de verdad Don Jacinto, siento en lo más profundo de mi ser no poder hacerte sentir mejor, por desgracia es la realidad que nos ha tocado vivir, no dejes que tu salud se apague, llegaran tiempos mejores, ahora amigo mío tengo que irme, me reclaman en otros lares, buenos días.
Después de un largo y solitario día donde Jacinto lo único que ha podido ver desde su ventana es como sale y desaparece el sol se sienta en la silla de la habitación; saca su carboncillo poniéndose a dibujar en el viejo cuaderno que le regaló su mujer la cual falleció unos meses atrás; sintonizando en su pequeña radio una emisora de música de los años 50, donde sonaba angelitos negros de "Antonio Machín" dejándose llevar por la melodía entrando en un profundo y apacible sueño.
Al fondo del pasillo dos cuidadoras en su turno de noche hablan tranquilamente de sus cosas; con música tranquila y unos cafés de máquina aguados, que las ayuda a mantenerse despiertas.
—Pues tía que mal royo, en una semana ya han fallecido diez, la última ha sido Doña Asunción hace unas horas, es una pena esto que está pasando—Dice Noe apenada.
—Sí que es muy triste, mejor no decirle lo de Asunción a Jacinto, estaban muy unidos y últimamente me preocupa, le escucho hablando solo de vez en cuando, creo que de alguna forma esto nos está haciendo perder la cabeza a todos y no creo que ayude que sepa de la muerte de su amiga—Responde rebeca
—Si, mejor dejarlo estar, ya mañana será otro día.
Son las 8:00 de la mañana cuando Jacinto se despierta, siente que algo no va bien, se nota sofocado, muy cansado y con mucha tos, las sábanas están mojadas lo que le lleva a tocarse la frente y notarse muy caliente, asustado aprieta el botón de al lado de su cama para llamar a una cuidadora, pero nadie aparece, se levanta de la cama para dirigirse a la puerta, baja el manillar y antes de que pueda mover un pie se asoma un médico diciéndole que no puede salir, que vuelva a su cama, Jacinto asustado y con un severo temblor en las piernas y manos con la imagen de ese hombre totalmente cubierto; un traje de color amarillo y gafas de plástico con una mascarilla que solo le dejaba ver los ojos de ese tipo, vuelve a su cama tapándose con la sabana empapada en sudor.
Unos minutos más tarde le habla una voz, suave, tierna y muy dulce.
—Hola Jacinto buenos días.—dice una voz femenina dulce y aterciopelada.
—Eh..., Hola, no la he escuchado entrar, supongo que viene porque he apretado al botoncito, no quería molestarlas, pero es que señora, no me encuentro muy bien—dice sofocado.
—Todo está bien, no te preocupes, te has puesto nervioso, pero solamente tienes que respirar y piensa en algo bello, estoy aquí contigo, todo...., esta....bien—Le calma la mujer desconocida.
Jacinto al escuchar esa voz tan dulce, se calma quedándose profundamente dormido con respiración lenta y entrecortada.
Varias horas después abre los ojos, mareado y con el cuerpo entumecido, mira alrededor viendo que ya es de noche y que está conectado a una máquina, con varios tubos por su cuerpo y una bolsa de suero colgando al lado de otra más pequeña que pone morfina.
—¿qué es esto?, ¿Qué está pasando?— Dice llorando—Quiero ver a mis hijos y mis nietos, ¿me..., estoy muriendo?
—si, amigo mío,estás enfermo, tu cuerpo se ha debilitado y no aguantara mucho más—Le susurra con calma el desconocido.
—¿Por qué me llamas amigo?, Estoy muriéndome y no haces nada por ayudarme, no quiero irme, no sin poder decir adiós a mi familia, mis hijos, mis nietos, ¡te odio!—murmura entre sollozos.
—Jacinto relajate, mañana el sol saldrá y verás que todo está bien, esto es un mal sueño, dime, que les dirías a tus seres queridos, dímelo y se lo haré llegar y luego duerme he intenta descansar—susurra la voz femenina.
—Les diría que, soy papá, os amo, necesito estar con vosotros.
(Después de un largo silencio)
—¿Rebeca? escuchas eso, viene del cuarto de Jacinto, seguro se ha vuelto a dejar encendida su radio—Exclama Noe extrañada.
Rebeca abre la puerta y se dirige a la cama de Jacinto le toca la mano y está fría y pálida como un bloque mármol, soltando un suspiro y sin poder aguantar el llanto llama a Noe diciendo.
—Jacinto ha fallecido hay que llamar a sus familiares.
En el silencio de la noche dos celadores tapan su cuerpo con una sabana blanca y sacan la camilla con sumo cuidado en el que solo se ven las luces blanquecinas del pasillo escuchándose el rodar de las ruedas chirriantes desapareciendo en un ascensor que se dirige hasta el sótano 3 donde se encuentra la morgue improvisada por las muertes qué esta dejando la pandemia.
En la habitación de Jacinto ya vacía, se escucha una voz de barón preguntar.
—¿Por qué a mi todos me odian y a ti todos te aman?—Dice la muerte.
—porque yo soy una bella mentira, y tu una triste realidad—Responde la vida.
Al día siguiente Ramón, el hijo de Jacinto, acude a la residencia llevando consigo, las pertenencias de su padre, un reloj, un teléfono apagado, un carboncillo y el cuaderno viejo que su madre regaló a su padre.
Al llegar a casa deja las llaves en el descansillo y con lágrimas en los ojos abre la bolsa con las pertenencias de su padre sacando lo primero su cuaderno de dibujo, al empezar a mirarlo un dolor insoportable recorre su cuerpo rompiendo su alma, son bocetos de sus rostros, de él, de su hermana, de sus hijos, de su madre, pero en todos esos retratos de nariz hacia abajo están en blanco, con un acto reflejo se lleva la mano a la cara tocándose el tapabocas arrancándolo en un golpe de rabia y tirándolo contra el suelo.
Se dirige al cuarto de estar, pasando por el estrecho pasillo sentándose en el sofá aun con el cuaderno en su mano, lo deja encima de la mesa sacando de dentro de la bolsa el reloj, lo mira fijamente viendo que está parado a las 3:15, perdido durante un rato en sus pensamientos levanta la cabeza, ve que la luz roja de su contestador de casa está parpadeando, se levanta pesadamente con los ojos empañados en lágrimas rotas y presiona el botón.
Tiene un mensaje nuevo a las 3:15, (entre interferencias se escucha)
-Soy papa os amo, necesito estar con vosotros.
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