Epílogo
Trece años después
Notaba el agua templada caer sobre su frente y resbalar por todo su cuerpo con velocidad. Tenía los ojos cerrados y respiraba profundamente. Su pecho desnudo subía y bajaba con lentitud. Disfrutaba de la soledad de su ducha mientras sus pensamientos viajaban a un pasado tan lejano que le perturbaba recordarlo como si hubiera sido el día anterior.
Trece años. Habían pasado trece años desde la caída de los tiranos y la extinción de su imperio del mal. Aquel día quedó en el recuerdo para todo el universo, pues suponía el inicio de una nueva etapa donde debían aprender a vivir con una paz que costaba de asimilar. Todo el mundo hablaba de como aquellos guerreros vencieron a aquellas bestias, y no pasaban por alto la valiente intervención de una humana que sus conocimientos en lucha eran escasos. Sus nombres quedaron marcados en la historia y Bulma había recibido ofertas de trabajo en planetas para ayudar con algunos proyectos. Aquella reputación se la habían ganado, así como aquella calma en la que vivían desde hacía trece años.
Abrió los ojos lentamente, dejando ver sus negras iris. El saiyajin evaluaba aquel día como uno diferente en su vida. Su hija cumplía dieciocho años y él no dejaba de verla como una cría. Desde que se reencontró con ella juró que la protegería y hasta el momento había conseguido cumplir con su palabra, pero Bra había madurado con los años y temía verla nuevamente lejos. Una joven medio humana y medio saiyajin, con ansia de aventuras y de descubrir aquel mundo que les rodeaba, lleno de cosas hermosas como de crueldades.
–Vegeta–la voz de Bulma se escuchó al otro lado de la puerta del baño, despertando al guerrero de pensamientos grises y apagados–, llevas media hora metido en el baño. ¿Estás bien? –
Vegeta movió la llave del agua para cesar su ducha. Movió la mampara de cristal y agarró una toalla azul que estaba colgada a un lado de la pared. Secó su cuerpo y luego revolvió con ella su cabello para secarlo, tirándola al rato sobre el suelo para salir del baño hasta la habitación que compartía con Bulma.
Vivían tranquilamente en una hermosa casa al lado de Palacio. Era bastante grande, de dos pisos y una guardilla que la menor acomodó para que fuera su rincón en el que evadirse. Allí vivía el con su mujer, su hija y algunos trabajadores que se encargaban de la limpieza y la comida. Había aprendido a llamar hogar a un planeta que no era el suyo. Al principio le molestaba pero hacía tiempo que se acostumbró. Así como lo hizo con Akrog, Riolhase era su remanso de paz.
En la habitación se encontraba su mujer quien ya había sufrido cambios por la edad. Su cabello era más corto, exponiendo su hermoso cuello que adornaba en ocasiones con hermosos collares y pañuelos, como en aquella ocasión que llevaba uno blanco y que conjuntaba con su elegante vestido morado. Apenas mostraba alguna arruga, solo se notaba cuando hacía algún gesto o mueca. Para él, Bulma seguía siendo la misma hermosa y alocada humana que apareció para trastocar su vida.
–¿Es por el cumpleaños de Bra? –siguió preguntando la humana mientras Vegeta se acercaba al armario para agarrar las prendas que se pondría–. Nuestra pequeña se hace mayor...–
Vegeta intentó aguantar la molestia que le causaba aquella información tan cierta como dolorosa. Mientras se cubría con su ropa interior, en su cabeza se decía que ella no se hacía mayor y que seguía siendo una niña. Ya fue molesto ver como su hijo se marchó de casa con diecinueve años, no quería imaginar que su hija, quien mostraba más interés por la independencia, se marchase antes y le abandonase.
–Vegeta–antes de llegar a ponerse su traje de combate, Bulma rodeó el cuerpo del guerrero. Apoyó su mentón en el fuerte hombro de su amante y depositó con suavidad un beso en su cuello–, ya sé que tienes miedo de que se marche, pero Bra es nuestra hija. No se olvidará de nosotros y menos de ti. –
–No sé de qué hablas–el tono orgulloso del Príncipe robó una disimulada sonrisa en Bulma. Ya eran muchos años juntos para saber cuando algo le afectaba y cuando fingía.
–¿Cómo puede caber tanto orgullo en ti? ¿No te cansas de él? –Bulma se separó, dejando que el saiyajin se vistiera como al principio pensaba hacer. Ella no perdía detalle de él y de cada movimiento y gesto suyo. No obtuvo respuesta, simplemente le vio alzar su mirada oscura hacia ella dándola a entender que no contestaría–. Voy a despertar a Bra, cuando quieras contarme qué es lo que te amarga ven a decírmelo. –
Bulma pasó de largo, dejando al Príncipe en compañía con su soledad y sus oscuros pensamientos. La humana anduvo hasta la habitación de su hija, que se encontraba algo retirada de la suya. Antes estaba más cerca, pero cuando Bra comenzó a crecer quiso su privacidad, y sentía que no la tenía estando tan cerca de sus padres.
El cambio de etapa de Bra, de niña a adolescente, no fue un cambio drástico dentro de lo físico o mental. La fantasía quedó atrás dejando a una joven que lentamente iba tomando más consciencia del mundo que la rodeaba. No era una joven que les diera problemas, siempre fue educada y mostraba un gran interés tanto por el mundo humano como por el saiyajin. Adoraba a su padre y era el mayor referente que tenía, pero siempre pensó en ser como su madre. Quería aprender del mundo y desde que tenía quince años soñaba con viajar a otros planetas, idea que quedó prohibida por Vegeta diciendo que eso solo lo haría cuando cumpliera los dieciocho.
La humana llegó hasta la habitación de su hija. Golpeó suavemente la puerta para que ella la abriera. Lejos quedó llamar y abrir, ahora Bra debía conceder ese permiso, o eso fue lo que dijo las tantas veces que su padre abrió sin más, hasta que finalmente aprendió la lección.
La voz de Bra se hizo escuchar pasados unos largos segundos y, pasados otros tantos más, abrió la puerta, asomando únicamente su cabeza por ella. Bulma quedó algo sorprendida ante la imagen de su hija, que parecía tener una sonrisa demasiado fingida.
–¿Querías algo, mami? –la chica solo dejaba ver su cabeza, mostrando su rostro con las mejillas enrojecidas y su cabello recientemente recogido en una alta coleta.
Bulma tuvo que volver a la realidad en cuanto la sonrisa de su hija se borró. Recordó el motivo que la había traído hasta allí y formó una ella con más amplitud que la que tenía la menor.
–¡Felicidades, cariño! ¡Ya eres mayor de edad! –Bulma abrió sus brazos, esperando porque la joven saliera de su habitación para abrazarla, pero simplemente movió un poco la puerta para que se viera todo su cuerpo, cubierto por una larga camiseta blanca que solía utilizar ella para dormir.
–¡Gracias, mami! –sonrió la cumpleañera mientras rascaba con cierto nerviosismo su cuello.
Bulma alzó una ceja, bajando los brazos al darse cuenta de que no se lanzaría a ella para darle un abrazo. La notaba extraña pero pronto imaginaba que su hija ya no era una niña y aquel comportamiento le daría vergüenza hasta el punto de enrojecer sus mejillas.
–Celebraremos tu cumpleaños en el jardín. ¿Vas a invitar a alguna amiga o amigo? –Bulma comenzó a arquear las cejas al mencionar la última palabra, esperando por una respuesta por parte de su hija, quien simplemente negó mientras sus mejillas se tornaban más rojizas.
–No pienso traer un chico sabiendo que papá va a amenazarlo. Al último le dijo que le mutilaría los genitales y era un compañero de clase que venía a hacer un trabajo de ciencias. ¡Ni siquiera me gustaba! –Bulma hizo una leve mueca al recordarlo. Bra odiaba aquella faceta de su padre, sobre todo cuando con su hermano no había mostrado aquellos ataques de celos–. Me tengo que duchar. Nos vemos ahora en el desayuno, mamá. –
–Claro, cariño–Bulma se acercó a su hija para depositar un suave beso sobre su frente.
Bra sonrió en respuesta para después meterse en su habitación. Cerró la puerta y recargó su espalda y apoyó su cabeza contra esta, dejando salir un fuerte y pesado suspiro mientras notaba el ki de su madre andar hacia el comedor.
–¿Ya se fue? –Bra se giró hacia la puerta de la habitación que conectaba con el baño. Entre el marco de esta se encontraba un apuesto joven de oscuro cabello corto y puntiagudo, con unos ojos grandes y negros y con los pómulos algo rojizos. Éste iba vestido únicamente en ropa interior.
–Ya se fue, Goten–la medio saiyajin se apartó de la puerta para acercarse al chico que parecía algo fatigado y nervioso.
Goten, el hijo menor de Goku y Chi Chi, tenía cinco años más que ella y desde hacía un año comenzaron una relación en secreto. Nadie sabía absolutamente nada sobre lo que ellos tenían, ni familiares ni amigos, simplemente ellos eran los únicos conocedores de lo que entre ambos ocurría.
Bra se acercó a él y rodeó con sus brazos el cuello del guerrero. Se puso en cuclillas para llegar a sus labios y robarle un corto beso que él correspondió.
–Tenemos que decírselo a nuestros padres, Goten–valieron aquellas palabras para que el rostro del guerrero se tornase a uno azul. Bra se mordió el labio para impedir que una carcajada se escapase ante aquella imagen–. No podemos seguir ocultándonos. –
–Tu padre cumplirá la amenaza de tu compañero conmigo–Bra notó las manos del medio saiyajin acariciar su cintura con suavidad, hasta terminar rodeándola. Goten estaba tan enamorado de ella, como ella lo estaba de él, pero el Príncipe Vegeta imponía tanto respeto como miedo.
–Tendrá que aguantarse–Bra se separó de él, cruzándose de brazos con notoria molestia–. Tengo dieciocho años, puedo tomar decisiones sobre mi vida. Si es cierto que desea verme feliz, tendrá que aceptarlo. –
Goten se rascó la nuca, gesto similar al que solía hacer con frecuencia su padre y su hermano mayor. Ambos se miraron en silencio y sin necesidad de palabras aceptaron que aquel día debían dar a conocer a su familia lo que sentían el uno por el otro. Él lo tenía mucho más fácil, pues Bra era muy querida para los suyos. Ella debía luchar más para que su padre comprendiera que lo que sentía era mucho más fuerte de lo que podía imaginar.
–Voy a ducharme y vestirme. Quiero ir a la biblioteca de Palacio hoy–Bra tomó la mano de Goten para acariciarla con suavidad–. Esta tarde nos vemos. –
Goten asintió con poca seguridad al pensar en aquel día. Se acercó a ella y le regaló un suave y delicado beso que le hizo sentir un cosquilleo a la joven en el estómago.
Se separó de ella y se acercó a la ventana de la habitación. Escuchó un leve adiós salir de los labios de la peliazul antes de que empezase a descender por la pared de la casa, intentando evitar de aquella forma que Vegeta sintiera su ki.
~~~~
Al llegar la tarde, Vegeta salió al jardín de su casa para encontrarse con el escenario que había creado Bulma para el cumpleaños de Bra. Veía varias mesas repletas de comida y bebida. Había una cantidad molesta de globos y dos en especial que eran de un tamaño grande y que ponía el número de años que cumplía la menor de la familia, detrás de ellos un cartel enorme con la cara de la protagonista de aquel día. Salía sonriente y con su largo cabello azul junto con aquel recto flequillo que cubría su frente. Siempre se decía que era el mismo retrato que la humana.
Allí se encontraban ya Bulma en compañía de varios invitados y el personal de la casa. Estaba Goku con su mujer y su hijo menor, ni siquiera se cuestionó donde se había metido el mayor, simplemente agradeció ver a uno menos de aquella familia. También se encontraba Raditz, con aquella guerrera llamada Shanon, que se convirtió en su compañera y con quien tuvo un hijo de larga melena negra como él y ojos verdes como ella.
Para Vegeta suficiente era pensar que su hija se marcharía en cualquier momento de su lado como para tener que aguantar a todos aquellos que no soportaba.
La presencia del Príncipe no pasó desapercibida para nadie. Era como un fantasma que pasaba por allí y a nadie hablaba. Directamente se acercó a una mesa llena de comida para agarrar un plato, pero Bulma fue más rápida para llegar a su lado e impedírselo.
–Espera a que esté Bra–a pesar de hablar en susurros, Bulma sonó ruda y amenazante–. Sírvete algo para beber mientras tanto. –
Vegeta pensaba quejarse. Odiaba las fiestas más que nadie y solo aceptaba ir a ellas por la comida. Ese cumpleaños era el peor de todos y ni siquiera era capaz de darse el gusto de despejar su mente a base de llenar su estómago.
–¡Abuela! –aquel grito despistó al Príncipe. Tanto él como su mujer se giraron hacia la puerta que daba al jardín para ver a una hermosa niña de siete años correr hacia su dirección. Ésta tenía el cabello largo y rubio, que se movía al compás de sus pasos, sus ojos eran grandes y de un color azul hipnótico.
Bulma se agachó un poco para recibir con un fuerte abrazo a la niña que se lanzó a sus brazos con una sonrisa radiante.
–Bura–la nombró la humana mientras acariciaba el largo cabello de su nieta. Vegeta sonrió al ver a la niña para luego alzar la mirada y encontrarse con un niño de la misma edad que atravesaba el jardín–¡Vegeta! –
Bulma llamó al pequeño que tenía una gran semejanza física con el Príncipe. El niño tenía el cabello en forma de llama y con un flequillo revuelto que cubría su frente, mostrando poca parte de él. La diferencia entre ambos era que aquel niño tenía los ojos igual de azules que la pequeña que la humana abrazaba.
–Abuelito–Vegeta volvió su atención a Bura, que se había separado de su abuela y que se acercó a él para agarrar su mano y tirar de ella a la vez que sonreía con dulzura.
Del matrimonio entre Trunks y Aloy nacieron dos mellizos, la mayor era aquella niña que llamaron Bura y el pequeño Vegeta, nombre que recibió ante el gran parecido con el saiyajin. Estos no eran los únicos de la familia pues la mujer estaba esperando por la llegada de otro bebé.
Vegeta se agachó para cargar entre sus brazos a su nieta. Bra había crecido, no podía impedirlo, y pensar en su marcha le amargaba profundamente, pero sus nietos habían logrado que no cayera en esa oscuridad de la que incluso Bulma intentaba salvarle. Él criaba y enseñaba a las futuras generaciones de su familia.
Detrás de la figura del pequeño Vegeta iban Trunks y Aloy, quien regentaban el título de Rey y Reina de Riolhase. Su hijo no había sufrido cambio físico, pero ella sí. Sus facciones eran más maduras y su cabello rubio fue cortado hasta llegarle a los hombros. Andaba cansada, con la mano colocada sobre su barriga de siete meses de embarazo.
–Hoy he ganado a Vegeta–Bura llamó la atención de su abuelo, haciendo referencia a un combate que tuvo con su mellizo–. ¡Soy la más fuerte! –
–Eres una mentirosa–se quejó el niño que luchaba contra su abuela para que dejase de abrazarle. El saiyajin sonreía con orgullo mientras bajaba a su nieta hasta el césped–. Yo soy más fuerte que tú, todo el mundo lo sabe. –
Vegeta se cruzó de brazos mientras veía el intercambio de palabras entre ambos mellizos. Ellos eran guerreros y eran igual de fuertes. Habían logrado transformarse en super saiyajin muy pronto y estaba seguro de que sería cuestión de poco tiempo en lograr su segunda forma.
–Tú eres el más tonto–señaló la niña mientras su hermano le retaba con la mirada.
El pequeño Vegeta logró escaparse de los brazos de su abuela y estaba dispuesto a lanzarse contra su hermana, pero Trunks llegó a tiempo de evitar aquel enfrentamiento. Bulma le dio un suave beso en la mejilla a su primogénito y marchó a acompañar a Aloy que había tomado asiento para descansar.
–¿Todavía no llegó Bra? –preguntó Trunks buscando a su hermana entre los allí presentes mientras agarraba con fuerza a su hijo por los brazos para que no se escapase.
–No–contestó de mala gana su padre, quien tenía clavada la mirada en el grupo que tenía delante. Su mirada se encontró con la de Goten y éste la evitó con rapidez, molestando más si cabía al saiyajin–. ¿Por qué invitará tu madre a todos estos idiotas? –
–Son nuestros amigos–Trunks, con la sonrisa amable que le caracterizaba, saludaba a lo lejos a los invitados–. Además, Arno entrena con Bura y Vegeta, no podemos no invitarles. –
Vegeta marcó el ceño mirando al hijo de Raditz, para luego mirar a Bura. Si Vegeta era la viva imagen de él, la niña lo era de Bulma.
–Más le vale no acercarse mucho a quien no debe–Bura se giró hacia su abuelo con un gesto dubitativo y curioso ante las palabras que no llegó a comprender, pero que Trunks si supo apreciar.
Prefirió no decir nada, simplemente estudió el jardín y sonrió al darse cuenta de como su madre había preparado todo para el día más importante de Bra. A ella le encantaban los cumpleaños y a Bulma prepararlos, era la combinación perfecta.
–¿Y el tío Tarble? –preguntó dubitativa Bura, buscando al hermano de su abuelo.
–Seguro que viene con Bra–contestó Trunks girando hacia su padre.
Durante aquellos años, la relación de Bra y Tarble se hizo muy estrecha. El tiempo que vivieron juntos les unió, algo que no ocurría con Trunks. Él era cercano a su tío, pero intuía que había una conexión mayor entre él y su hermana que ambos entendían a la perfección. Ella había tomado al saiyajin con el mismo cariño como el que tenía por su padre. Era una figura importante en su vida, pues era de la misma raza y demostró que para ser un saiyajin no era necesaria siempre la fuerza, sino también la inteligencia.
–¿Y dónde está la tía Bra? –volvió a preguntar la curiosa Princesa.
–Hoy me la encontré en los pasillos de Palacio, diciendo que iría a la biblioteca–recordó Trunks mientras su padre le miraba de soslayo, sin perder detalle de la conversación que mantenía su primogénito con su nieta–. No creo que haya pasado todo el día allí. –
Vegeta volvió la vista al frente cuando sintió el ki de su hija en la casa. Ésta no venía sola, estaba acompañada por alguien con una fuerza algo inferior a la de ella y que reconoció como la de su hermano.
Fue cuestión de pocos minutos que aparecieran por el jardín hablando y riendo. Bra alzó su mirada hacia los allí presentes y soltó un grito de sorpresa y emoción al ver el trabajo de su madre. Los invitados felicitaron casi al unísono a la muchacha y pronto su sobrina se lanzó a darle un fuerte abrazo.
~~~~
Habían pasado dos horas desde el comienzo del cumpleaños. Bra había cortado su tarta y los invitados probaban el delicioso postre mientras ella terminaba de guardar los regalos que le habían ofrecido. Vegeta se mantuvo en segundo plano todo el rato. Dejando que ella fuera el centro de atención y que hablase con todo el mundo mientras él comía, bebía y observaba. En aquel momento estaba con Goten hablando. La veía reír mientras él sonreía con mucha timidez. Resopló pesadamente y miró a su alrededor.
Bulma se encontraba con su hijo y su nuera mientras los niños correteaban por el jardín. Goku hablaba con su hermano y las esposas de ambos también tenían una conversación entre ellas. Al otro lado del jardín vio a su hermano que parecía vigilar a los pequeños.
La relación de Vegeta y Tarble era difícil de explicar. El mayor sentía lo importante que era su hermano para su madre, pero el no haber vivido juntos hizo que para él fuera un saiyajin más en aquel mundo, mientras que el menor simplemente guardaba en su memoria los pequeños gestos amables que su hermano alguna vez le mostraba. No eran muchos, pero al menos no le despreciaba como la mayoría de soldados que lo hacían cuando vivía con el Rey Cold.
–Papá–Vegeta miró hacia su lado derecho para encontrarse con su hija. La muchacha tenía los brazos detrás de la espalda y mostraba una sonrisa tímida. La notaba incómoda y tensa–, ¿podemos hablar en privado? –
Aquella pregunta no le hizo nada de gracia al Príncipe. Llevaba todo el día pensando en la marcha de su hija y el querer hablar a solas con él solo le alertaba de que ese mismo día marcharía para dejarle solo. Asintió intentando ocultar su angustia.
Bra le dio la espalda y anduvo hasta el interior de la casa. Vegeta continuó el camino de su hija sin dejar de contemplar el movimiento del cabello azul de la joven hasta que llegaron a la cocina que conectaba con el jardín. La chica se giró y con un leve gesto invitó a su padre a sentarse en la mesa que había en la sala. Éste marcó su ceño y se sentó sin dejar de contemplarla.
–Hay dos cosas que me gustaría decirte–ella era capaz de saber lo que pasaba por la cabeza de su padre sin que éste dijera nada. Ni su madre tenía esa capacidad de la que ella se sentía tan orgullosa. Bra avanzó hacia él y se agachó para agarrarle la mano–. Tres, mejor dicho. –
–Pensaba que las sorpresas eran para ti–el sarcasmo conseguía ensuciar las palabras que Bra fácilmente evitaba con una sonrisa dulce.
–Papá, quiero que sepas que no voy a irme como siempre dije–Vegeta no llegó a imaginar que unas simples palabras lograsen esclarecer la oscuridad que desde hacía tiempo le venía persiguiendo y que se hacía más intensa con cada día que pasaba hasta la llegada del cumpleaños de Bra–. Quiero buscar nuevos proyectos aquí. –
–¿Eso te hizo cambiar de opinión? –Bra se encogió de hombros dando a entender que no era el único motivo. Vegeta gruñó en descontento a su respuesta, pero sonó más tranquilo ante la idea de que su pequeña no se iría de su lado–. ¿Las otras dos? –
Bra se mordió el labio y miró por la ventana de la cocina hasta el jardín. Hizo contacto visual con Goten que nerviosamente golpeaba con la planta del pie el césped continuadamente. Cogió aire con fuerza y lo dejó salir para volver toda su atención hacia su padre.
–Goten y yo estamos juntos–dijo con rapidez.
Bra observó nerviosa el rostro de su padre, que al principio pareció no entender nada para después abrir de golpe los ojos. Se levantó con violencia y de no ser porque su hija lo detuvo, hubiera salido al jardín para buscar a Goten.
–¡Ni se te ocurra hacer lo que piensas, papá! –Vegeta se zafó con violencia y miró a su hija. Estaba nerviosa y temblando. Se dio cuenta al instante de su bruta reacción y se relajó, aunque por dentro todo su ser ardía.
–¿No había otro más idiota en el planeta, Bra? –ella volvió a agarrarle del brazo y le obligó a que se sentara nuevamente–. Le vas a dejar. –
–No lo voy a hacer, papá–la reacción de Bra aumentaba la rabia de su padre, pero ella, por mucho que temblase, le enfrentaría–. Estoy enamorada de él y él lo está de mí. –
–Ese imbécil va de mujer en mujer y a ti te ha comido la cabeza para utilizarte–Bra negó con rabia. La fama que tenía su pareja le perseguía y sabía que en algún momento alguien se lo echaría en cara, y sabía que ese sería su propio padre–. Eres aún muy inocente y él lo sabe. –
–¡Soy suficientemente consciente de mis acciones y de la de los demás hacia mí! Y por el momento el único manipulador que hay eres tú–aquello golpeó en el pecho de Vegeta y Bra se arrepintió enseguida de ello. Agachó la cabeza avergonzada–. Solo digo que me tratas como una niña y no lo soy, papá. Hace mucho que dejé de serlo. –
Bra volvió a agacharse delante de su padre. Alzó la cabeza, dejando ver como sus ojos estaban llenos de lágrimas.
–Él me trata bien, papá, y es lo que más te debe importar–Bra alzó sus manos para agarrar las de su padre. Vegeta tragó saliva y apretó los dedos de su hija–. Acéptalo, por favor. Hazlo por mí. –
Vegeta soltó una de las manos de su hija y se inclinó para limpiar las lágrimas que resbalaban por su rostro. Ella sonrió tímidamente antes de hacer contacto visual con él.
–Ten en cuenta de que a la primera que me entere que te hace algo que te haga daño, iré a por él–Bra asintió con una leve risa. No podía esperar otra cosa de su padre–. ¿Cuál es el tercer disgusto? Más vale que no estés embarazada. –
–¡Ni de broma! –Vegeta entrecerró los ojos mientras analizaba a su hija. Bra se sonrojó porque imaginaba lo que pasaba por su cabeza.
–¿Tú y él no habréis...?–
–¡La tercera sorpresa! –interrumpió Bra antes de que su padre terminase aquella frase. Veía sus ojos encolerizados y sabía que quería ir en busca de Goten para pedirle explicaciones, pero no le dejó–. Esto no te lo puedo explicar con exactitud para que me creas. –
Vegeta alzó una ceja al no comprender. Bra metió una mano en su bolsillo y de ésta sacó dos cintas metálicas que ajustó a las palmas de sus manos. Tenían algunas piedras incrustadas de varios colores sobre ellas. Contempló con curiosidad y sin entender que tenían que ver esas cosas con aquella sorpresa.
–Llevo años intentando estudiar alguna manera para que los demás podáis ver con vuestros ojos lo que yo veo–Bra sonrió con cierta nostalgia. Alzó su mirada azul detrás de su padre. Sintió algo removerse en su estómago pero no era de incomodidad. Los nervios la estaban ganando–. Hoy en la biblioteca encontré la última piedra que debía ayudar a la comunicación.–
–¿Comunicación?–repitió dubitativo el Príncipe.
Bra tomó las manos nuevamente de su padre, cerró los ojos y respiró profundamente. Vegeta no perdía detalle de lo que hacía su hija, e intentaba comprender lo que quería hacer. Tras varios segundos en silencio abrió los ojos, mostrándolos completamente blancos. Él se asustó y quiso soltarse para ayudarle, pero la adolescente se lo impidió.
–Vegeta–el Príncipe se quedó estático. Sintió su corazón darle un vuelvo cuando una voz que no era la de su hija le nombró–. Mi pequeño Vegeta.–
–¿Qué estás haciendo, Bra? No tiene gracia–Vegeta intentó soltarse otra vez, pero nuevamente ella lo impidió. Aquella joven no era su hija, lo sentía en su voz y en sus palabras.
–¿Ya no recuerdas mi voz, Vegeta?–el Príncipe silenció mientras escuchaba aquella profunda voz–. Que orgullosa estoy de ti y que orgullo siento del hombre en el que te has convertido.–
Sintió un puñal en su corazón. Notó que algo le atravesaba muy fuertemente y, pasados unos segundos pronto la voz tomó forma. Allí estaban ellos, detrás de Bra y mirándole directamente. Podía ver a sus padres.
–Te has convertido en el mejor guerrero que este Universo puede dar–habló con firmeza el hombre mayor, mirándole directamente a los ojos–. No podría sentirme más orgulloso de ti, Vegeta.–
Vegeta tragó saliva con fuerza, intentando asimilar que lo que veían sus ojos era real. Miró a Bra y la encontró tal y como estaba. Ella era la intermediaria para hacer posible aquella conversación que le parecía una locura.
–Tu padre y yo estamos aquí para hablar contigo–Vegeta miró a su madre que le miraba con aquella ternura con la que lo hacía cuando era un crío–. Sé que fue dura nuestra pérdida, pero has conseguido convertirte en un saiyajin y en ser el hombre que siempre quisimos que fuera–le costaba respirar. Escuchar de nuevo su voz y oír sus palabras era como uno de los varios sueños que tuvo–. ¿Recuerdas aquel día que bajamos al jardín de Palacio y dijiste que todo el Universo conocería tu nombre? Tenías razón, pero eso no es lo más importante–la mujer observó a Bra con dulzura–. Lo mejor es lo que tienes ahora y a quienes tienes a tu lado.–
El recuerdo de la Reina le hizo viajar en el tiempo y pronto echó en falta su presencia. Notaba aquella dolorosa nostalgia y el horrible recuerdo de cuando se entero de su muerte. La había echado en falta y ahora la tenía allí. Ella estaba nuevamente con él.
–Sigue siendo el gran saiyajin que eres–dijo el Rey con orgullo.
–Te queremos, hijo–fue lo último que dijo la Reina antes de desaparecer.
Bra soltó a su padre cuando notó que la comunicación había terminado. Respiró pesadamente mientras se quitaba aquellas cintas de la mano. Su corazón latía violentamente, como si fuera a salirse del pecho. Alzó sus ojos azules y se encontró con una imagen dura y a la vez tierna. Su padre, el Príncipe de los Saiyajins y el guerrero más poderoso y orgulloso del Universo, mostraba un par de lágrimas recorriendo su rostro. Se abalanzó sobre él y con fuerza le abrazó para que supiera que no estaba solo.
–Cuando tenía cinco años tenía visiones–Bra se separó de él y le quitó las lágrimas del rostro, así como él hizo con ella antes–, pero cuando matasteis a Cooler y Cold desaparecieron y empecé a ver a gente que ya no está en este mundo.–
El corazón de Bra volvía poco a poco a latir con normalidad. Se levantó y agarró a su padre para que se pusiera en pie y así volver a abrazarlo con fuerza.
–Llevó años intentando hablar con ellos pero no me decían nada. Les estudié siempre y descubría que había unas piedras que podían ayudarme–habló la muchacha mientras se aferraba a él–. Yo soy su portal para hablar con quien ellos quieran, y ella deseaba hablar contigo desde antes de que yo naciera. –
–¿Sigue aquí? –Bra negó con la cabeza–. ¿Cuándo aparece? –
–Nunca se van–Bra se separó de él para mirarle a los ojos–. No se van hasta que cumplan su misión aquí. Ella ya la cumplió y por eso nada la retiene aquí. –
–¿Y Tarble? –siguió preguntando Vegeta, quien aun asimilaba lo acontecido.
–Quería saber si funcionaría el invento, así que lo probé con él antes y entablaron contacto–Bra acarició con delicadeza y cariño el rostro de su padre–. Los que ya no están siempre nos cuidan, pero no podemos vivir siempre protegidos por ellos. Debemos dejarles marchar. –
–¿Y a los vivos también? –preguntó Vegeta cruzándose de brazos y mirando a su hija que sonreía tímida–. ¿Realmente no quieres irte de viaje? –
Bra no comprendió que su conversación derivase a la primera que tuvieron. Vegeta acarició el cabello de su hija y colocó unos mechones detrás de su oreja.
–Si quieres irte y conocer el universo que nos rodea yo no te lo voy a impedir–la sonrisa de Bra se fue ampliando poco a poco–. Y ese idiota que tienes de novio tampoco–sonrió al escuchar el bufido de ella–. No quiero que nadie te impida continuar para lo que has nacido, Bra. –
–¿De verdad no te importaría? –Vegeta negó no muy convencido.
–Me importa, pero no voy a obligarte a hacer algo que no quieres–Bra se lanzó a los brazos de su padre con fuerza y ella lo aceptó–. Solo tengo una condición, pequeña. –
Bra levantó la cabeza y contempló con sus brillantes y grandes ojos azules a su padre que acariciaba con dulzura su cabeza.
–Que vuelvas a mí algún día–Bra asintió y le abrazó con fuerza.
Padre e hija se fundían en un fuerte abrazo mientras Bulma contemplaba la escena por la pequeña abertura que había entre la puerta y el marco de ésta. Había sido testigo de principio a fin de toda la conversación entre ambos, y no podía sentirse más orgullosa de ambos.
(Flash Back)
La joven Bulma de quince años se encontraba sentada sobre una mesa de metal del gran comedor que pertenecía a la base de Freezer. Estaba en compañía de los tres saiyajin que hablaban de temas triviales a los que ella no hacía caso. Se dedicaba a a observar al atractivo Príncipe que se deleitaba con el sabor del vino mientras escuchaba con notoria molestia la conversación entre Raditz y Nappa.
–¿Qué creéis que ocurrirá cuando matemos a Freezer? –se escuchó la pregunta de Raditz de pronto. Todos sintieron curiosidad y le observaron interesados–. Yo tendré mi propio planeta y estaré rodeado de hermosas mujeres y de las mejores comidas y bebidas del Universo. –
–¿Qué planeta vas a tener tú, niñato? –se mofó Nappa, molestando a Raditz y robándole una risa a Bulma–. Yo lo primero que haré será hacerme un abrigo de piel con el cuerpo de Freezer. –
Bulma sintió un escalofrío ante lo tétrico y asqueroso que sonó aquello. Raditz resopló molesto y con un gesto que hizo con la mano restó importancia a la idea de Nappa.
–¿Tú que harás, Vegeta? –preguntó Raditz curioso mientras el Príncipe miraba de reojo al saiyajin.
–¿Qué crees, idiota? –Vegeta habló con sarcasmo ante lo evidente que debía ser su futuro–. Yo mataré a Freezer, me convertiré en el hombre más fuerte del Universo y gobernaré sobre él. –
Ninguno contradijo al Príncipe, pues de todos los planes que se expusieron ese era sin duda el más posible de todos. Bulma sonrió y emocionada expuso cual era su idea de futuro.
–Pues yo creo que seguiremos juntos–los tres saiyajins se giraron a ver a la humana–. Unos más fuerte u otros más débiles, pero estoy segura de que nuestros caminos seguirán unidos. –
–Menuda tontería–se burló el Príncipe antes de beber de su copa de vino.
Bulma bufó descontenta, mientras que Nappa y Raditz decidieron ignorar sus palabras cambiando nuevamente de tema. La humana se levantó de la mesa para tomar asiento al lado del Príncipe. Éste se incomodó ante la presencia de la adolescente pues su apariencia en ese momento ya no podía pasar desapercibido para él. Le atraía demasiado.
–¿Por qué no podemos seguir juntos, Vegeta? –el mencionado rodó los ojos, desinteresado en aquella conversación.
–Es bastante evidente que nuestros caminos se separaran nada más acabe con Freezer–Bulma observaba curiosamente al Príncipe, que se sentía hipnotizado por sus hermosos ojos azules–. ¿Vas a seguir molestándome, niña? –
–Te vas a tragar tus palabras–Bulma, furtivamente, acarició la mano que Vegeta tenía debajo de la mesa. Éste se sonrojó ante el contacto y la contempló sorprendido–. Nuestros destinos están unidos. –
–¿Por qué lo crees? –Bulma sonrió y pasó la yema de sus dedos por la mano del Prínicipe, quien agarró su mano firmemente.
Se miraron a los ojos, él perdiéndose en la claridad de los suyos y ella en el calor que desprendían los de él.
–Porque, aunque ahora seamos almas perdidas, llegaremos a ser almas unidas. –
(Fin Flash Back)
~~~~
Hasta aquí llegó esta historia. Esta historia que comenzó hace tiempo con almas perdidas y concluye con este epílogo de almas unidas. ¿Qué puedo decir? Me siento emocionada por haber llegado a concluirla, por todo el apoyo que me habéis dado y porque la habéis disfrutado tanto como yo escribiéndola. Me invade un poco la nostalgia del momento 0 en el que empecé con ella, y ahora hemos llegado hasta aquí. Muchísimas gracias a los que habéis leído, apoyado y disfrutado de ella.
Solo puedo decir que habrá más historias que contar y más lecturas que disfrutar.
¡GRACIAS!
~Nephim
*Just.Tonight92 (fanfiction)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro