Capítulo 7. Sospechas
¡Aquí os dejo con el capítulo 7! ¡Espero que os guste!
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Habían pasado varios días desde que Trunks salió del tanque de recuperación. Cooler estaba rabioso y tenía ganas de volver a mandarle para la enfermería, pero tuvo que quedarse con las ganas. Se conformó con una amenaza directa a Vegeta, de que no volviera a tomar esa iniciativa para librar a su hijo del castigo que él debería haber realizado. El lagarto empezó a preparar la siguiente misión para los saiyajins. Deberían ir a otro planeta para hacer exactamente lo mismo. Buscar un material y destruir después todo a su paso.
Bulma acababa de salir de la ducha tras media hora ahí metida. Le llevó más tiempo el pensar en el Príncipe que en asearse. Iba envuelta con una toalla por el cuerpo y otra la utilizaba para secar su cabello. Miró hacia la cama de Chi Chi, la mujer se encontraba sentada sobre el colchón, peinando su larga y oscura melena húmeda. Habían acordado que la científica sería la última en ducharse ya que, según su compañera, tardaba demasiado en el baño.
–Tienes el pelo muy largo–dijo Bulma contemplándola. Chi Chi alzó la mirada para encontrarse con ella.
Desde lo ocurrido el día en que la vio llorar la relación había evolucionado un poco, pero nada exagerado. Chi Chi y ella hablaban un rato de lo que había acontecido su día, pero nada más. La morena no volvió a mencionar al hombre que le hizo llorar con su partida en la misión. Bulma, curiosa por naturaleza, se moría de ganas por preguntar. Quería saberlo todo, pero era consciente de que no recibiría respuesta.
–¿Por qué tardas tanto en la ducha? –cambió de conversación Chi Chi. Bulma apartó la mirada, algo sonrojada–. Teniendo el pelo más largo que tú tardo mucho menos. –
–Es un momento para relajarse–Bulma tiró a un cesto de ropa la toalla con la se secaba el cabello. Se acercó al armario para ponerse un pijama mientras se deshacía también de la que rodeaba su cuerpo.
–Entiendo–el tono de Chi Chi era como el de siempre. Sin expresión alguna–. Las paredes son finas y se puede escuchar tu... relajación–la última palabra tardó unos segundos en decirla.
El rubor de Bulma se hizo más intenso. Intentó no hacer caso omiso y seguir con sus cosas. Agarró unas bragas blancas y se puso un camisón corto del mismo color. Cerró el armario y se dio la vuelta para ir a su cama, donde apartó las pequeñas sábanas y se tumbó.
–¿Es qué tú no lo haces o qué? –se atrevió a preguntar Bulma después de un rato. Miró a la mujer que había dejado de cepillar su melena y que estaba a punto de tumbarse–. A ti no te hará falta. Tienes a ese hombre. –
–Mi vida íntima no es asunto tuyo–la voz de Chi Chi fue ruda, molesta por el atrevimiento de Bulma.
La peliazul se echó hacia delante para quedar sentada. Observó a la mujer que desafiante la miraba. Frunció su azulado ceño y se dispuso a contestarla con el mismo tono de voz que utilizó su compañera de habitación.
–La mía entonces tampoco debería interesarte. ¿No crees? –Bulma estaba cansada de su frialdad e indiferencia. Por mucho acercamiento que llegase a tener con ella, se daba cuenta de que en algún punto se volvía a encerrar en su oscura soledad y la apartaba nuevamente de la científica, como si aquellos pasos que dieron para llevarse medianamente bien no hubiesen servido de nada.
–Pero tú a mí no me oyes, mientras que yo tengo que escuchar las obscenidades que haces en el baño que compartimos–Chi Chi apuntó bruscamente con el dedo a la puerta del aseo.
–¡Pues ponte tapones porque voy a seguir haciéndolas! –Chi Chi gruñó molesta por la contestación de Bulma. Ésta última resopló, cansada de la absurda pelea–. Estoy harta de esta situación. No sé porque eres así conmigo, pero no lo soporto más. No me acuerdo de una mierda, sólo de ese pensamiento que he tenido. Lo único que me saca de este asqueroso lugar son aquellos que son amables–la morena veía como la peliazul rodeaba con sus brazos sus rodillas–. No entiendo porque mi compañera de habitación tiene que ser así conmigo. –
Se hizo el silencio durante segundos, que después se hicieron minutos largos, tensos y silenciosos. Chi Chi miraba a Bulma y Bulma miraba a la pared manteniendo aquella postura como si fuera una niña pequeña. Se perdía en una lucha interna consigo misma, porque por mucho que quisiera recordar nada venía a su mente, a excepción de aquel sueño con las personas que imaginaba eran su familia.
–¿Sabes cuantas mujeres han ocupado esa cama antes que tú? –Bulma dejó su batalla interna, volviendo su atención a Chi Chi–. Dejé de contar hace años, porque de la misma manera que las traían se las llevaban. Venían para ser esclavizadas y así morían. Lloré a muchas, hasta que me cansé y me hice de piedra para no sentir el dolor de perder a una amiga más. –
–¿Y te sirvió ser de piedra? –Chi Chi negó con la cabeza.
La morena apartó sus sábanas y se levantó del colchón para acercarse hacia donde estaba Bulma, quien dejó de abrazar sus piernas al ver que se aproximaba.
–Puede que no las llorase, pero si las recordé con dolor–la científica se hizo a un lado, dejándola un hueco para que se sentase–. Goku es lo único que me debería importar... Solo él. –
Chi Chi tomó asiento al lado de Bulma. Los ojos azules estudiaban de arriba abajo a la mujer sentada a su derecha. Ella tenía la mirada al frente, podía sentir dolor y amargura tanto en su habla como en su rostro..
–¿Por qué me mientes, Chi Chi? –la mencionada frunció el ceño al no comprender–. Te he visto cuando te cambiabas de ropa. Intentabas que nadie te viera, pero es imposible–Bulma hizo una leve pausa, notó como ella tragaba duramente saliva–. Pude ver la cicatriz que tienes en el abdomen. –
Chi Chi se levantó con rapidez para volver a su cama, pero Bulma la agarró de la muñeca para que no se marchase. Ambas se contemplaron en rotundo silencio. La morena tenía los ojos brillantes, amenazando de que lloraría en cualquier momento, mientras que la peliazul intentaba transmitirle calma. Quería que supiera que estaba allí si lo necesitaba. Pudo apreciarlo y, sin remediarlo, rompió en llanto.
–El mayor se llama Gohan–Chi Chi llevó su mano hacia su vientre mientras se dejaba caer de nuevo sobre el colchón de la peliazul, quien prestaba gran atención–, él tiene trece años. El pequeño, Goten, tiene diez–Bulma veía como acariciaba la zona–. Hubo ciertas complicaciones y una de las cocineras me tuvo que hacer una cesárea para poder sacarlo. –
–¿Una cocinera? –Chi Chi asintió con amargura.
–Oculté ambos embarazos tanto a Cooler como al resto de la base. Sólo lo sabían un par de sirvientas que se encargaron de ambos partos–relató Chi Chi. En su voz se apreciaba el dolor y la tristeza. Sus labios empezaron a temblar y las lágrimas resbalaban por sus mejillas–. Yo no quería que ellos vivieran aquí, en un infierno en el que o los matarían o les reclutarían por tener sangre saiyajin. –
De sus labios se escapó un suspiro pesado, dejando salir parte de su dolor interno. En ese momento Bulma veía a una mujer con mucho miedo, desprotegida y vulnerable.
–Goku les escondió en un planeta y allí están siendo criados por una familia–Bulma pasó su brazo alrededor de los hombros de ella para reconfortarla–. Ni siquiera pude estar un día entero con ellos, porque el llanto alertaría... no pude ni amamantarlos, ni hacerles reír...–
Chi Chi, inesperadamente, abrazó a Bulma, que recibió a la mujer que se encontraba temblando. Ocultó su rostro en el cuello de la científica, mojando su piel con las lágrimas. La peliazul no era capaz de imaginar aquel dolor que cargaba pesadamente a sus espaldas su compañera de habitación. Cerró los ojos con fuerza y pensó en cosas que antes no imaginó. ¿Habría alguien quien se preocupase por ella? Recordó su sueño, o su recuerdo, no lo sabía bien. Aquellas personas podían ser su familia y podían estar muertas. ¿No tenía una vida antes de su amnesia? ¿Acaso nadie se acordaba de su existencia?
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Había amanecido y Vegeta se encontraba en el comedor en compañía de Raditz para desayunar. Kakarotto ya no se sentaba con ellos, sino que se iba con los demás, intuía que no era una decisión que tomó él. Trunks, por su parte, no había amanecido. Su padre le avisó que debería despertar e ir a comer, pero el muchacho no hizo caso. Le notaba nervioso y avergonzado, sabía que era por lo ocurrido en la misión.
Vegeta miró al saiyajin, que estaba sentado delante suyo toqueteando su scouter verde. Al Príncipe le sorprendió que, después de tantos años, los avances tecnológicos fuesen tan lentos. Ellos no necesitaban ese aparato para rastrear el ki. Sólo lo utilizaban para mandar información o hablar entre ellos, pero nada más. Para él era un trasto inservible y que muchas veces servía para espiar, pero ya sabía como manipularlos para que no escuchasen al otro lado.
–¿Qué desean desayunar? –Vegeta miró hacia su lado izquierdo. Vio a Aloy delante con una libreta abierta, donde enfocaba su atención, y un bolígrafo en la otra mano.
–Algo que no esté podrido o sepa a mierda–Aloy tragó saliva, nerviosa, al escuchar al Príncipe hablar con voz ruda y seca.
Ella asintió sin apuntar nada. Se dio la vuelta y fue a buscar algo que traerles. Raditz la analizó de arriba abajo, perdiéndose en las largas piernas que dejaba al aire gracias al vestido azul que llevaba. Sonrió con picardía y volvió la mirada al Príncipe.
–Trunks tiene suerte–Vegeta alzó una ceja al escucharle–. Es una buena hembra. –
–Y que le costó cara–de reojo, Vegeta miró a la mesa donde estaban sentados los demás saiyajins. Turles estaba al lado de Kakarotto, se podía saber quién era cual por el color de piel y por la mirada abusiva del primero. Reía descaradamente, para que escuchasen su voz. Delante de ellos estaban Broly y su padre. A penas hablaban, pero algo le decía que no debía fiarse de ellos–. Aún no exigió el pago. –
–Turles es calculador–Vegeta volvió la mirada al frente–. Querrá humillar a Trunks, pero buscará el momento adecuado. –
–Trunks debe conseguir dinero para evitar esa humillación–Raditz negó con la cabeza.
–¿De dónde? La muchacha era una que se vendía virgen. Era cara y ese bastardo pedirá intereses por su "buena ofrenda" –Vegeta apretó los dientes. A Raditz no le faltaba razón.
La última misión les salió cara a todos, excepto a Paragus que por llevar el material que habían ido a buscar se llevó un plus más que el resto. Ni Vegeta, ni Trunks, ni Turles, vieron una cantidad de pago por culpa de la pelea.
–Aquí tienen–los guerreros volvieron a mirar a la joven que había aparecido con una bandeja llena de frutas, dulces y batidos de colores. Vegeta alzó una ceja al ver una fuente entera ante ellos, algo que tampoco pasó desapercibido para muchos guerreros, que se quejaron de su desayuno.
–¡Esto es otra cosa! –se animó Raditz quien tomaba una fruta verdosa y se la llevaba a la boca, endulzándose con su fresco sabor.
–¿Trunks no está? –preguntó ella mientras Vegeta agarraba un dulce en espiral de color rojizo.
–No–contestó él antes de morderlo. La chica asintió y, tras notar el tono serio y distante del Príncipe, se dispuso a irse–. Podrías ir a su habitación y despertarle. –
–Claro–ella se volvió a acercar, contemplando al Príncipe desde arriba–. Gracias. –
–Una cosa–Vegeta habló en un tono bajo pero perceptible para ella–. Quiero que le digas a Bulma que esta noche venga a mi habitación–el guerrero alzó la mirada hacia la joven.
Ella asintió, colocándose un mechón rubio detrás de su oreja. Ambos hombres siguieron comiendo mientras ella los miraba.
–¿Va a ayudarla a recordar? –Aloy apreció la amenaza en los ojos de Vegeta. La asustó, pero prefirió aclarar la pregunta en vez de silenciar–. Hace una semana que tuvo un recuerdo. –
Vegeta dejó de comer, cambiando su expresión de amenazante a sorpresa. La joven sabía que Bulma no le comentó nada, de lo contrario se lo hubiese dicho a ella. Aloy prometió ayudar y para ello debía informar de todo lo que tuviera que ver con la científica.
–¿Qué? –Raditz soltó la comida en ese momento, tan sorprendido como el Príncipe.
–Dijo algo de que recordó a su familia. Sus padres y una hermana–Aloy no hablaba alto, no quería que nadie escuchase esa conversación salvo ellos, porque sabía que así debía ser–. Fue algo rápido. Los vio vivos y después muertos. Se impactó mucho. –
–¿Cómo sucedió? –preguntó en tono demandante el Príncipe.
–Su compañera de habitación es humana y habló acerca de la destrucción de su planeta–Vegeta y Raditz intercambiaron miradas en el momento que Aloy mencionó la palabra humana–. Yo le dije a Bulma algo en concreto de que el planeta Tierra había sido destruido y pareció ser un detonante. –
Vegeta repasó en su cabeza la información que acababa de recibir. Recuerdos. Familia de Bulma. Otra humana. Destrucción de la Tierra. Detonante. Aloy utilizó palabras claves que hicieron convulsionar recuerdos de Bulma. Ahora era un poquito más ella, pero le quedaba mucho que recordar.
–Dile que venga esta noche a mi habitación–ordenó el Príncipe.
Aloy asintió observando a ambos saiyajins que parecían estar analizando la información recibida. Sin decir nada más se marchó, dejándolos con sus pensamientos y un montón de miradas puestas en ellos a causa de la comida que ella dejó.
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En el laboratorio habían novedades sobre el proyecto en el que trabajaba Bulma. Hubo un gran avance gracias a que ciertos escuadrones aportaron los materiales necesarios. Por el momento sólo llevaban lo que sería la parte del brazo izquierdo del guerrero y ella se encargaba de comprobar la movilidad de éste. La humana sonreía orgullosa al ver que el trabajo iba bastante bien y, por qué no decirlo, que gran parte era gracias a ella.
–Cooler me hizo llamar para hablar sobre los avances–Bulma miró a Bonnet que se quitaba la bata y la dejaba sobre un perchero–. Encárgate de limpiar antes de irte a comer. –
La humana resopló de mala gana. Miró a su alrededor. Allí no había absolutamente nadie. Los trabajadores se habían ido a almorzar y Bonnet, como acababa de decir, iba a ver a Cooler. Ella dejó su trabajo y se puso a limpiar con la escoba los restos de metales, papeles y polvo que había en el suelo. Sin querer se dio con un mueble, haciendo que un destornillador cayera y rodase por debajo de éste.
Dejó la escoba apoyada contra la pared, amarró mejor su coleta y se agachó para ver por el hueco del mueble. Agradeció que el espacio fuera pequeño para poder llegar hasta el utensilio con facilidad.
–Bonita postura–Bulma escuchó una voz masculina detrás suya. Rápidamente se levantó y se giró, con la cabeza alzada mostrando una postura segura al ver a Turles delante de ella, con los brazos cruzados y gesto burlón–. No pensé que fueras tan dispuesta, mujer. –
–¿Qué haces aquí? –ella no sonó amigable, todo lo contrario. Estaba alerta porque sabía que él era peligroso.
–Que hostilidad–la risa de Turles se escuchó vacilona, mientras relajaba sus brazos a ambos lados de su cuerpo–. ¿Qué haría un soldado como yo en un lugar de mierda como éste? –
Él avanzó hacia ella, que la única acción que hizo fue dejar el destornillador nuevamente sobre la mesa. No quería retroceder porque eso demostraría que le tenía miedo, algo que era cierto, pero él no debía saberlo porque se jactaría y aprovecharía de aquella debilidad.
–Pues verte a ti, mujer–se quedó a dos pasos de distancia. Bulma seguía con pose prevenida y orgullosa, mientras que él se mostraba relajado–. Admito que siento un interés por ti. –
–¿Debería sentirme alagada? –ahora fue ella quien se cruzó de brazos. Él sonrió.
–Deberías–colocó un dedo en su mentón, para elevar más su rostro y contemplarlo como quería–. Hasta el momento ninguna lo ha conseguido hasta tal punto. –
–Pues que asco–ella se apartó con brusquedad.
Bulma agarró la escoba nuevamente e, ignorando la presencia de Turles, siguió barriendo el suelo. Él la analizó de arriba abajo. Su blusa ceñida violeta, su falda blanca que llegaba hasta la mitad del muslo, la bata que era más larga y que estaba abierta. Finalmente decidió perderse en el escote pronunciado que llevaba.
–Mujer–la agarró del brazo, obligándola a soltar la escoba y a girarse hacia él. De sus labios se escapó un quejido por el dolor–, cuando yo quiero algo, lo tomo. Y te quiero a ti ahora mismo. –
La empujó bruscamente contra la mesa donde estaba el brazo metálico. Éste cayó al suelo y se rompió al instante. Bulma miró desde el estropicio hasta el soldado que se acercó a él con la lujuria y el deseo en los ojos. Cerró las piernas con fuerza mientras intentaba ponerse en pie.
–Tienes dos opciones–la fuerza de Turles era infinitamente mayor que la de ella. La agarró por el rostro con una mano, apretando sus pómulos obligándola a mirarle, mientras que con la otra, tocaba su pecho por encima de la blusa–. O te dejas llevar y disfrutas conmigo, o te abro las piernas y disfruto yo solo. Yo lo pasaré bien, depende de ti sentir lo mismo. –
Le agarró de la muñeca con la que le sostenía la cara. Intentaba alejarla y él se dejó hacer, sólo para bajarla hasta su trasero y apretarlo con lujuria. El pegó su cuerpo contra el suyo, duro y pesado, ella jadeó dolorosamente. La manoseaba sin vergüenza mientras clavaba sus dientes por la piel de su cuello. Sintió todo su cuerpo ardiendo y unas ganas increíbles de llorar. Pero no lo haría.
–Cooler te va a matar–amenazó ella.
–No lo creo, mujer. Provocas con tu vestimenta y con esa soberbia. Pides a gritos que te hagan todo lo que yo tengo pensado–soltó con burla antes de pasar su lengua por sus mejillas.
Bulma cerró los ojos, apretándolos con fuerza, mientras echaba hacia atrás su cabeza para no sentir la mojada lengua de él sobre su piel.
–Por destrozar su proyecto–habló con rapidez. Turles miró detrás de ella, bajando la vista hasta el suelo detrás de la mesa para ver los materiales esparcidos–. Lleva mucho tiempo buscando los materiales para la construcción de un soldado. Habíamos avanzado y tú lo has roto por tu calentón. –
Volvió su atención a la mujer, quien había abierto los ojos para enfrentarle, con un gran matiz de desprecio en su azulada mirada. Soltó un gruñido ante su amenaza, la aplastó más contra él hasta que escuchó un nuevo quejido de dolor por su parte.
–Si ya tengo asegurado el castigo–la agarró por la coleta, echando hacia atrás su cabeza. Bulma tembló de pavor–, al menos que valga la pena ¿no crees? –
–¡Suéltame! –empezó a golpearle en el pecho mientras se echaba hacia atrás. El agarraba su trasero con vehemencia a la vez que tironeaba su cabello. Gritó fuertemente y él se excitó. Pasó su lengua de manera violenta por su piel, por su cuello, barbilla y labios. Ella los apretó con fuerza para no sentir el tacto.
Cerró los ojos y un par de lágrimas se escaparon al final. Pensó que se retractaría cuando supiera que destrozó el invento, pero eso le sirvió para saber que Turles era impredecible, y eso le hacía más peligroso de lo que imaginó al principio. Una bestia que parecía no tener un límite.
Como un fuerte alivio, el cuerpo de Turles se apartó de ella, pero no por voluntad propia. Bulma pudo ver a Trunks detrás de éste. Le agarró con fuerza y le empujó hacia el otro lado del laboratorio, impactando contra un escritorio, tirando y rompiendo todo lo que había encima de éste. El joven se puso delante de la humana para protegerla. Tenía una postura de combate, esperando por el contrataque del saiyajin.
–Trunks–Bulma le nombró con una alegría repentina. Verle era una autentica salvación.
–Veo que tú no aprendes, mocoso–Turles se irguió y con paso amenazante anduvo en dirección a Trunks–. Deja de ser tan débil. –
–No pienso permitir que te aproveches de tu fuerza para hacer daño a quien no puede defenderse–Trunks no titubeaba. Le miraba desafiante, como si sus azulados ojos estuvieran envueltos en llamas–. No te equivoques. Yo no soy débil, porque débil es matar a gente que sabes que no puede contra ti. Es de ser débil y un vil cobarde. –
–¿Terminó tu discurso de ser divino? –Turles enfrentó al muchacho con la cabeza alta, el porte erguido y la mirada arrogante–. Quiero reventar tu puta cara de niño bueno. –
–¡Hazlo y el castigo será el doble! –esta vez fue Bulma la que se interpuso. No sabía si Trunks ganaría a Turles, por mucho que supiera que fue él quien llevó al saiyajin al tanque de recuperación. No quería arriesgarle–. Ya has destrozado algo de importancia para Cooler, si sigues poniendo en peligro el laboratorio para demostrar tu hombría acabarán por cortártela. ¡Sigue así y te mandarán al infierno! –
Turles alzó a mirada hacia una de las cámaras que había sobre una esquina. Sintió su orgullo herido al enfrentarse ante una débil mujer y medio saiyajin que le faltaban agallas. Alzó la cabeza y les miró con todo el desprecio que le cabía en su oscuro interior.
–Te mataré–apuntó a Trunks–. Lo haré lenta y dolorosamente, y me encargaré de que tu querido padre lo vea y lo sufra–luego miró detrás de él para contemplar a la humana–. Y manchado con su insignificante sangre te buscaré, mujer, y te haré gritar hasta que te quedes sin alma. –
Turles se marchó nada más terminar con su amenaza. Trunks relajó su postura, se dio la vuelta y se dirigió hacia Bulma. Ella fue más rápida. Se abalanzó sobre él y lo abrazó con una fuerza desesperante. El muchacho rodeó su cintura con cuidado mientras la escuchaba sollozar.
–No sé qué hubiera pasado si no llegas a aparecer, Trunks–Bulma se separó de él mientras se limpiaba las lágrimas–. Buenos... si lo sé, pero no lo quiero imaginar. –
–Es muy peligroso–dijo él, dando un paso hacia atrás para que hubiera mayor separación–, pero ni mi padre ni yo dejaremos que cumpla su amenaza. –
–Vegeta se moriría si te llega a pasar algo, Trunks–él sonrió con un toque de tristeza. Sabía que él lo pasaría mal, pero le parecía irónico que ella lo dijera cuando no se acordaba de nada–. Ha sido una suerte tenerte aquí. –
Bulma, mostrando una gran necesidad, se acercó hacia un fregadero que utilizaban para limpiar sus manos. Abrió el grifo del agua y empezó a echársela por su rostro y su cuello. Trunks veía como su madre se limpiaba con agresividad. Se acercó a ella, con paso lento, y posó sus manos sobre sus hombros. Escuchó como tragaba saliva con gran pesadez. Cerró llave del agua y se giró para contemplar los ojos azules del joven.
–Me siento sucia por dentro–dijo ella con voz cansada–. Su lengua me ha tocado y no hay agua, jabón o desinfectante que me haga sentir limpia. –
–Tenía que haber venido antes–Bulma sonrió tristemente. Posó su mano en el rostro de Trunks y lo acarició con dulzura.
–¿Cuándo dejarás de culparte de todas las cosas ajenas a ti, muchacho? –Trunks tomó la mano de su madre con delicadeza, mientras la veía sonreír con una tristeza visible–. No ha sido culpa tuya. Ha sido toda una suerte, realmente. –
–En verdad no–Bulma frunció el ceño creando un gesto de duda. Apartó la mano de él y esperó por su respuesta–. Justo venía para decirte que mi padre quiere verte. Le gustaría que fueras esta noche a su habitación. –
Trunks se sintió mal, tras lo ocurrido, llevarle un mensaje semejante. Bulma, por su parte, se quitó la bata y soltó su cabello, mientras miraba de arriba abajo al muchacho.
–¿Te envía a ti para darme el mensaje? –el joven negó.
–Esta mañana vi a Aloy y me lo dijo. Pensé en ser yo el mensajero esta vez–vio su sonrisa aparecer de nuevo mientras colgaba la bata en el perchero. Aún la notaba alterada y sus ojos todavía se mostraban rojos, al igual que sus mejillas–. Y además quería saber si faltaba mucho para el collar. –
–Pues me falta sólo hacerle el agujero y ponerle la cadena–Bulma le dio la espalda para acercarse hacia el lado de la mesa donde se cayó el brazo metálico–. Me van a matar. –
Trunks se acercó y miró lo que había en el suelo. Ella recogió los trozos y los dejó sobre la mesa mientras maldecía airadamente.
–¿Qué era? –curioseó Trunks.
–Están construyendo como un soldado robot o algo así–contestó ella terminando de colocar todas las piezas que estaban esparcidas por el suelo–. Ya teníamos fabricado el brazo, pero ese idiota lo rompió al empujarme. –
Bulma intentó analizar si las piezas habían quedado muy destrozadas, para su suerte sólo encontró rasguños y roturas insignificantes.
–Si me doy prisa puedo arreglarlo hoy mismo–Trunks miró a la mujer que minuciosamente analizaba cada material con detalle.
–Si quieres puedo ayudarte–Bulma alzó una ceja, desviando su atención de los materiales al muchacho–. Así ahorras tiempo. –
–¿Tú sabes de tecnología? –él asintió con orgullo–. No te ofendas, pero no lo hubiera imaginado. –
–No juzgues a un libro por su portada–ella sonrió como contestación–. ¿Dónde están los planos? –
Bulma miró detrás suyo. Dudó unos segundos hasta que pudo encontrar el plano en una caja debajo de una mesa. Le señaló y él fue a buscarlo. Trunks fue a por el papel mientras ella intentaba conectar de nuevo los materiales, según se iba acordando.
Trunks se agachó delante de la mesa y agarró el plano. Lo abrió a la vez que se levantó y analizó la estructura. Lo primero que pensó era que se trataba de Cooler, porque la forma era exactamente igual. Anduvo hasta donde estaba Bulma contemplando cada parte de aquel ciborg.
–Es un robot con la forma de Cooler–Bulma negó al escucharle.
–Es de menor estatura–contestó ella mientras atornillaba–. No es que haya medido a Cooler, pero por el tamaño que ponen esos planos es inferior a él. –
Trunks siguió analizando la estructura. Vio como cada parte tenía señalado un material. Uno de ellos lo reconoció porque era el que fueron a buscar en la misión. Formaba parte del brazo que Bulma intentaba reconstruir.
–Aquí faltan cosas–Bulma dejó el destornillador sobre la mesa y se acercó a Trunks, contemplando el plano que tenía entre sus planos–. ¿Y esta parte en blanco? –
–Pues no lo sé–se encogió ella de hombros–. Hago preguntas todos los días pero nunca me contestan. El clon enano de Cooler no tiene nombre y le faltan partes del cuerpo. –
–¿Y solo te han designado a este proyecto? –ella asintió, sembrando más la duda en el–¿puedo llevarme el plano? –
–Ni de broma–Bulma negó rotundamente–, pero si estás interesado puedes hacer un dibujo y llevártelo. El plano no puede salir de aquí. –
Bulma volvió a su labor mientras Trunks analizaba una y varias veces el plano. Su madre debía trabajar exclusivamente para un soldado, sin nombre, que tenía partes incompletas, igual a Cooler pero de menor tamaño y no podía salir ese croquis de ahí. Todo era un tema tabú, y él empezó a sospechar. El joven miró las cámaras. Había una en cada esquina. ¿Habría alguien vigilando? Era la pregunta que más se repetía.
–Oye–Trunks volvió a mirar a Bulma–¿no me ibas a ayudar? Baja de las nubes. –
–Si, claro–el medio saiyajin se acercó y analizó cada pieza–. ¿Sabes donde está la sala de vigilancia? –
–A dos puertas antes de llegar a la enfermería–Bulma le dio un destornillador y él lo agarró–. Este de aquí va con este otro. Es la parte del codo–Trunks empezó a juntar las piezas–. ¿Por qué quieres saber donde está? –
–Porque nadie debe saber que yo he estado aquí–Bulma frunció el ceño al no enterarse–. Mira... no puedo decirte nada porque no estoy seguro de algunas cosas, pero si es lo que yo pienso... yo no debería estar aquí. –
–Cuanto misterio–la humana veía como él trabajaba con rapidez–. Déjame que sigo yo con esto. Ve a la sala e intenta borrar las grabaciones. –
Trunks la miró en silencio mientras ella intentaba restaurar el brazo. Su madre parecía ajena a lo que podía ocasionar borrar aquellas grabaciones, imaginaba que quería enfocar en ese momento más atención al proyecto que a lo que acababa de ocurrir.
–¿Eres consciente de que no quedará prueba de lo que pasó con Turles? –Bulma paró repentinamente. Ciertamente no pensó en ello. Miró a los ojos de Trunks. Se mostraba intranquilo y preocupado.
–Bórralas–ella no lo pidió, lo ordenó. Trunks se esperó un poco antes de salir para saber si realmente estaba de acuerdo. Con una nueva orden se lo dejó claro–¡Hazlo! –
Él asintió, incómodo por la situación. Antes de abandonar la sala, agarró un trozo de papel y, con un lapicero, dibujó la silueta que aparecía en el plano, remarcando las zonas que estaban incompletas. Se guardó el papel y salió del laboratorio tan rápido como pudo, no sin antes decicarle una última mirada a su madre, quien le regaló una sonrisa que no le tranquilizó.
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Trunks corría por los pasillos de la base de manera desesperante. Nunca un camino le pareció tan largo como aquel, y eso que hacía menos de dos minutos que había salido del laboratorio. Empezó a sentir que estaba atrapado en un laberinto sin salida y eso le hizo presión a la hora de controlar su respiración. Su vista empezó a nublarse con cada paso que daba.
No se percató de la presencia que venía en su dirección, con la cual chocó. Trunks apoyó un brazo contra la pared mientras su respiración se escuchaba entrecortada y, poco a poco, la niebla de su campo visual desaparecía.
–Mira por donde vas, mocoso–el chico reconoció la voz de su padre. Le miró casi de forma desesperante y él lo notó–. ¿Qué ocurre? –
–No tengo tiempo para explicarme–la fatiga era visible en el tono de Trunks. Vegeta le miró de arriba abajo, analizando que le ocurría–. Tengo que borrar unas grabaciones. –
–¿Qué? –Trunks se separó de la pared y, sin responder a su pregunta, agarró a su padre por la muñeca y volvió a retomar su camino.
A los pocos segundos le soltó, cerciorándose de que estaba siendo seguido por él. Vegeta miraba a su hijo delante suya con ojo crítico. Su conducta no era normal después de su salida del tanque de recuperación, pero en ese momento era mucho más extraña. No entendía que ocurría, por lo que le iba a exigir una explicación a todo ese escándalo que estaba montando. Le vio girar por un pasillo y él también lo dobló, pero, justamente, el chico detuvo. El Príncipe paró de manera brusca al verle parado en mitad del pasillo. Gruñó molesto y alzó la mirada para ver por su hombro al otro lado, encontrándose a la joven muchacha de cabellos rubios.
–¿Está todo bien? – escuchó su voz preocupada mientras contemplaba a su hijo, quien negó con la cabeza.
–Tengo que borrar una grabación y ahora no puedo perder tiempo, Aloy–Trunks iba a continuar su camino y Vegeta se preparaba para seguirle, pero la joven agarró por la muñeca al medio saiyajin obligándole a parar.
–No puedes entrar ahí. Tienen soldados vigilando la puerta por fuera y posiblemente por dentro también–Trunks dejó escapar un quejido de rabia. Vegeta se puso a su lado con los brazos cruzados, mirando de manera suspicaz a su hijo.
–¿Cómo de urgente es para que tengas que borrar una grabación? –Trunks alzó la mirada hacia las paredes. En los pasillos apenas había cámaras y al estar justo en una esquina la visibilidad era menor.
Trunks metió su mano por uno de los huecos de la blanca armadura, justo a la altura de su torso. De ahí sacó un pequeño papel doblado y se lo extendió a su padre.
–¿Te es familiar? –Vegeta miró el papel unos segundos antes de agarrarlo. Lo abrió y contempló detalladamente, viendo la copia del plano que hizo Trunks.
–¿Cooler? –preguntó alzando la mirada de nuevo a su hijo, quien negó.
–Su tamaño es menor a Cooler y no es un ser vivo, al menos no tiene vida por el momento–Trunks le señaló cada parte, mientras Aloy intentaba ver el dibujo–. Es un prototipo de soldado que están creando, pero estas partes no tienen ningún diseño. –
–¿Qué quieres decir? –Vegeta buscó la mirada de su hijo. Éste suspiró pesadamente y habló.
–Que no parece un invento o una creación porque sí–Trunks agarró el papel y lo volvió a guardar–. Parece un diseño para alguien. –
–¿Para quién? –dudó Aloy mirándole.
Trunks miró a su padre. Podía notar que él estaba intuyendo algo pero no quería precipitarse, al igual que él.
–Para Freezer–aquel nombre rebotó en el interior de Vegeta. Sintió un leve escalofrío y, pasados unos segundos, intentó apartar cualquier pensamiento negativo.
–Está muerto–aclaró el progenitor, no tan convencido como debería–. Yo lo maté. ¿Recuerdas? Te he contado esa historia con orgullo y...–
–No es el mejor sitio para discutirlo–Trunks cortó a su padre. Los nervios seguían latente en él, porque alguien que pasase y les viera en ese momento podría sospechar, y eso sólo les traería problemas con Cooler–. Tengo la teoría de porque Freezer no está muerto. –
El silencio reinó por segundos. Vegeta estaba inquieto y Trunks también. Aloy parecía preocupada y aterrada. No había nacido cuando Freezer gobernaba, pero decían que era peor que Cooler y Cold. Su muerte fue lo mejor que había ocurrido en mucho tiempo.
–¿Y por qué debes ir a esa sala? –preguntó Vegeta, rompiendo el silencio.
–Porque las cámaras han grabado como miraba el plano–Vegeta gruñó al darse cuenta de lo que ocurría–. Si es cierto lo que digo y Cooler se entera de que lo sé, las consecuencias serían graves. –
–Hay que destruir las grabaciones–confirmó Vegeta y Trunks asintió–. ¿Cómo demonios lo hacemos? –
Se quedaron en silencio. Vegeta estaba empezando a impacientarse por culpa de la teoría de su hijo, mientras que Trunks quería ir cuanto antes a la sala de grabaciones. Aloy les contemplaba aterrada por la idea de que Freezer pudiera estar vivo. Cooler era un ser horrible, pero su hermano era mil veces peor. Intentó respirar tranquila y así poder hablar sin temor.
–Yo os ayudo–Aloy rompió el silencio, llamando la atención de padre e hijo–. Cada vez que paso por esa puerta esos hombres se paran a decirme cosas. Puedo intentar atraerlos y apartarlos de la puerta. –
–Arriesgado–apuntó Trunks.
–Acertado–corrigió su padre. Trunks le miró molesto ante su postura–. Esos pervertidos no le harán nada a ella. Los seduce un poco, se apartan de la puerta y cuando tengamos una posición perfecta nos colocamos detrás y los dejamos inconscientes. No se enterarán de nada y ella saldrá ilesa. –
–¿Y si también hay dentro? –Vegeta rodó los ojos.
–Lo mismo–concluyó el Príncipe. Éste si giró y miró a la chica–. No falles. –
Ella sonrió, aceptando el plan rápidamente elaborado por el Príncipe. No lo dudaron más y se pusieron en camino hacia la sala de vigilancia. Estaba a pocos metros de ellos, sólo debían girar un pasillo más y se encontrarían de cara con los dos soldados.
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La noche había llegado y Bulma logró reconstruir el brazo antes de que se dieran cuenta de lo ocurrido. Se fue hacia su habitación y se metió en la ducha por largo tiempo. Intentaba no pensar en lo que había ocurrido con Turles, pero verse desnuda la hacía sentirse incómoda. Nunca pensó que se sentiría mal consigo misma, cuando ella no era culpable de nada. Pasaba la esponja por su piel en repetidas ocasiones, dejando un rastro de espuma que al final se marchaba con el agua. Daba igual las veces que frotase porque al final sentía como el saiyajin la tocaba y pasaba su lengua por su cuello, destruyendo de nuevo su frágil coraza.
Se replanteó durante todo el día si ir a ver a Vegeta. Tenía una lucha interna que la estaba desestabilizando. No sabía si sería capaz de dejar que un hombre coquetease con ella tras lo ocurrido, sinceramente no se veía con fuerzas. Hasta que al final intentó luchar y callar su voz interna que la quebraba. Se arriesgó a ponerse un vestido rojo que le dio Chi Chi, se soltó la melena y con un coraje fingido se fue a buscar al Príncipe.
Trunks fue quien la recibió en el la el área que ocupaban los saiyajins. El muchacho la hacía sentirse más tranquila y segura. Éste le señaló la puerta de su padre, la cual ella ya conocía y delante de ella se quedó quieta. Tras unos segundos de indecisión de si colocaba los mechones detrás de su oreja o lo dejaba a los lados, finalmente lo dejo a ambos lados. Estaba nerviosa, se mordía el labio sin poder evitarlo, tragaba saliva de manera continuada y suspiraba repetidamente. Finalmente, tomó aire y lo dejó escapar con lentitud. Cerró su mano en un puño y golpeó la puerta metálica.
Pasó medio minuto hasta que la compuerta se abrió y ver al Príncipe, que parecía acostumbrado a ir con pantalones cortos por su dormitorio. Éste le hizo un leve movimiento de cabeza para que entrase, y ella, con una sonrisa en sus labios, lo hizo. La puerta se cerró en el mismo instante que entró.
–Hola–dijo ella un poco nerviosa. Le vio ir hacia la mesita al lado de su cama. Allí tenía una botella de agua de la que bebió–, ya me dijo Trunks que querías verme aquí y de noche. –
–En verdad se lo dije a la chica que va con él–tras dar un sorbo corto dejó la botella en el mismo sitio–. Ahora agradezco que hubiera sido él quien te hiciera llegar el mensaje, porque de lo contrario ella no se hubiese enfrentado a Turles. –
Aquel nombre hizo que su estómago se revolviera. Él notó como se tensó en tan solo un segundo, el tiempo que le llevó nombrar al saiyajin, ese a quien quería ver muerto.
–¿Lo sabes? –preguntó ella con unos nervios diferentes a los que tenía antes, ahora eran de temor.
–Lo vi–Vegeta se puso delante de ella para analizarla. Tenía el cabello húmedo, no había huella de maquillaje en su rostro, su vestido rojo llamaba la atención. Era de manga corta, escote redondo y su falda hasta dos palmos por encima de la rodilla–. Te iba a violar de no ser por Trunks. –
–Sí–asintió ella apartando la mirada.
Vegeta hizo un esfuerzo por no romper su rabia, porque la sentía arder dentro suyo como un fuego que se extendía por un bosque seco.
–Tuve que borrarlo porque mi hijo y posiblemente tú, estabais en peligro–ella se mostró dubitativa. Vegeta se apartó de ella y se sentó sobre la cama–. Trunks tiene la teoría de que jamás maté a Freezer. Que le herí y le envíe al espacio. Al ser de una raza a la que no le afecta estar ahí, es posible que haya sobrevivido y que tu proyecto sean partes que se le instalaran a su cuerpo. –
–No–negó ella, no por llevarle la contraria, sino porque no se lo quería creer.
Bulma se sentó al lado de Vegeta cuando notó que su cuerpo estaba débil. Llevó su mano a su frente y la echó hacia atrás, arrastrando mechones de su cabello.
–Eso no puede ser–siguió repitiendo ella.
–Yo también lo pienso–Vegeta soltó un fuerte suspiro–, pero ¿sabes lo más sorprendente? –Bulma se giró para mirarle–. Que me importa una mierda. –
Vegeta la miró directamente a los ojos, atrayéndola con su ardiente mirada.
–Porque yo solo quiero matar a Turles y no puedo–el corazón de Bulma pareció dar un vuelco–. Ahora no tengo pruebas para que Cooler le haga pagar por ello, y si le mato tampoco tengo con que excusarme. Eso me ha estado repitiendo constantemente mi hijo para frenarme. –
–Vegeta–Bulma colocó una mano sobre la suya–, no cometas una locura por intentar vengarme. No quiero que te pase nada. –
–Solo una cosa–Vegeta cerró los ojos y puso cara de asco–, no todos los saiyajins somos así. Porque cada vez que lo pienso y...–
–¡Vegeta! –el abrió los ojos de golpe–. ¿Te crees que pienso que tú eres como él? Sabes... no puedo negarte que cuando me besaste sentí asco aunque algo en mí parecía que me contradecía–escuchó a la mujer que hablaba con cierto dolor–. Hoy lo he pasado mal porque no paraba de pensar cuando iba a terminar con ese brazo que se había roto, porque quería ir a mi habitación y limpiar todas las zonas que el tocó–se mordió el labio, aguantando su rabia–. Y siento que todavía no estoy limpia. –
–Por eso lo tengo que matar, Bulma–ella negó con la cabeza.
–No quiero que te pongas en peligro, por favor–alzó su mano hacia el rostro de él, para acariciarlo–. ¿Por qué te tomas tantas molestias en mí? Podrías estar con cualquier mujer y en vez de eso quieres meterte en problemas para protegerme. –
–No me hagas hablar más de la cuenta, mujer–Vegeta se mordía la lengua para no ser sincero y decirle quien era ella, y quien era él.
–¿Por qué os empeñáis todos en ocultarme secretos? Mi vida ahora mismo es como un silencio que intento romper, pero nadie responde a mis preguntas–Bulma se perdía en la mirada azabache del Príncipe, que se dedicaba a contemplar sus ojos azules y sus labios rosados–. Ayúdame, Vegeta. –
Vegeta luchaba contra él mismo. Quería decirla la verdad y hacerla el amor después, siendo la Bulma que él conocía. Podía ser muy impactante, decía varias veces su hijo. Decirle quien era de manera directa, y quienes eran ellos para ella, podía dejarla en un shock traumático.
–¿Por qué querías que viniera hoy? –preguntó ella, perdiéndose en la oscuridad de sus cálidos y ardientes ojos.
El saiyajin apartó la mano de su rostro, pero no la soltó. Contemplaba su piel y recordaba las noches en las que se perdía acariciándola y besándola. Anhelaba algo que tenía tan cerca, pero que tenía una barrera que lo alejaba dolorosamente.
–Tenemos un trato–él apreciaba la sonrisa que se formó en su rostro, era dulce y amable–. ¿Qué mejor lugar para seducirte que mi habitación? –
–¿Quieres que nos acostemos? –Vegeta asintió. Ella apartó su mano con brusquedad.
–No de la manera en la que piensas, mujer–él emitió una sonrisa burlona ante su comportamiento–. Quiero que nos acostemos en mi cama para dormir. No veo el problema. –
Bulma intentó ocultar toda emoción que pudiera apreciarse en su rostro. Ella notaba que a Vegeta le gustaba jugar al doble juego de palabras y así confundirla, eso le hacía atrevido, pero también era un punto que le hacía verse atractivo.
–¿Y que tiene de seductor que solo durmamos? –Vegeta notó en ella el interés. No escuchó una negativa a su oferta, solo buscaba flaquezas a su plan para hacer preguntas que ella bien sabía que tenían respuesta.
–Pues el arrepentimiento tuyo de que solo hayamos dormido–el saiyajin alzó su mano hacia su rostro, acariciando el labio inferior de ella con su pulgar. Sintió el escalofrío que la recorrió, escuchó el suspiro que se escapó de su boca y vio el rubor que florecía en sus mejillas–. Cuando despiertes te darás cuenta de tu error, porque amanecerás rodeándome con tus brazos, apoyando tu cabeza sobre mi pecho y cuando notes el calor de mi cuerpo entenderás que perdiste el tiempo durmiendo. –
–¿Por qué haría yo eso? –Vegeta sonrió, ella era insistente a pesar que su voz se escuchaba más baja, con suavidad y arrastrada a su propuesta.
–Porque sé que ese vestido no es tuyo–Bulma se sonrojó más y él amplió su sonrisa al notarlo–. Se lo has pedido a alguien para ponértelo hoy, y hoy me ibas a ver a mí. –
Bulma no supo que contestar, porque él había acertado de pleno. Aquel vestido era uno que tenía bien guardado Chi Chi. Ella le pidió que se lo dejase y en un principio le decía que no y pedía una explicación, sino hubiera sido por Aloy ahora mismo no tendría aquella prenda puesta. Entonces, ¿cómo justificarse?
Ella quería pensar que aquello era una cita y que no estaba dentro de aquella base. Quería olvidar lo ocurrido con Turles y sentirse deseada por alguien que sabía no le haría daño, que la trataría como la mujer que era. Quería verse guapa, quería estar perfecta, y se alegraba de que Vegeta se hubiera dado cuenta.
–Es que yo también quiero seducirte–dijo sin filtros, sólo lo que pasó por su cabeza y que su corazón aprobó. El brillo en sus ojos le mostraban su sinceridad mientras que su cuerpo temblando advertía de sus temores.
Vegeta tenía ganas de reírse y de decirle que perdía el tiempo, porque él ya estaba rendido a ella desde hacía mucho. Había guerras que sabía que no podría ganar, una era con ella. Él no podría vencer a lo que sentía, todo su ego, orgullo y dignidad podían quedar reducidos a cenizas si ella le miraba como lo hacía cuando estaban desnudos en una cama, amándose en la más privada y hermosa intimidad.
–¿Es un reto de quien cae primero? –preguntó él con la ceja alzada–. Porque no los pierdo. –
–No metamos un reto dentro del otro–Bulma intentó sonar como él, segura y sensual. Lo consiguió, porque el vello de los brazos del saiyajin se erizó al instante–. Dormiré contigo, Vegeta. –
Bulma sintió algo en su interior. Mirarle, escucharle e incluso sentir las leves caricias que regalaba hizo que olvidase lo que había pasado hoy. No sabía lo que era, pero sentía que el Príncipe la tenía embrujada. Le gustaba y no lo podía negar. Aquel hombre era especial, se decía a cada rato.
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¡Espero que os haya gustado!
Como ya os habréis dado cuenta Turles se ha ganado un puesto como villano. En un principio no tenía intención de que sintiera interés por Bulma, pero creo que es bastante interesante ponerle un obstáculo a Vegeta (otro más, pobrecito xD)
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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