Capítulo 6. Familia
Aquí os dejo con un nuevo capítulo con cosas interesantes
¡Que lo disfrutéis!
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Dos días después
Bulma estaba apoyada contra la pared metálica de la sala de naves. Tras haber conseguido sacar información a algunos trabajadores, de forma que no sospechasen, supo que ese día Vegeta regresaría de su misión. Sonrió sin poder evitarlo. Recordó su último encuentro con él y las palabras que mantuvieron. Aquel trato que le propuso había estado en su cabeza desde la última vez que le vio. Ella debía presentarse cuando regresara y él la seduciría de tal manera que acabaría por besarle. No dejó de pensar hasta donde sería capaz de llegar, o lo que podía llegar a decirla, para cautivarla. Lo único que tenía claro era que ese hombre sería capaz de todo, pues mostró un interés que no paraba de sorprenderla.
Recordó una conversación que tuvo con Aloy el día anterior. La muchacha dijo que el saiyajin parecía embaucado por ella. Que parecía que le tuviera embobado ya que, en esa base, ningún hombre se hubiera tomado semejante molestias con ella tras haber sido rechazado. En cambio, el Príncipe saiyajin, se coló en su habitación para proponerla aquel trato. Si lo pensaba detenidamente no era muy normal. Era cierto que los soldados de allí no se tomaban nada bien las respuestas que no les gustaban. Otro en su lugar hubiera abusado de ella como reprimenda, pero Vegeta ni siquiera intentó volver a besarla, sólo le hizo una propuesta.
–No te he dado permiso de salir del laboratorio para que vengas a vaguear aquí–Bulma resopló al escuchar la voz de Bonnet. Giró la cabeza y miró en dirección a la puerta, donde se encontraba el ser de baja estatura.
–¿No te cansas de ser un estorbo, Bonnet? –el hombre frunció el ceño y ella le dedicó una falsa sonrisa dulce que le molestó más–. Quiero estudiar las naves, pero hasta que no se vayan los de mantenimiento no puedo empezar. ¿Entiendes? –
Bonnet contempló a los operarios que se encontraban comprobando la situación de las naves, recargando las baterías y limpiando las manchas o arreglando los rasguños externos que tuvieran.
–Ese no es tu trabajo–recordó el hombre–. El tuyo está en el laboratorio, no aquí. –
–¿Qué maldito problema tienes conmigo, enano de las narices? –Bulma se apartó de la pared y contempló al hombre que se sobresaltó ante el tono de voz de ella–. Todos los que están trabajando en esa mierda de proyecto están cansados de mirar un maldito plano. Hasta que no vengan los materiales no se puede trabajar en eso, así que, en vez de estar de brazos cruzados y dejándome la vista mirando un papel, prefiero estar aquí y hacer algo de utilidad. –
–No eres más que una mujer osada y...–Bulma sonrió sarcásticamente.
–Que me da igual lo que me digas. Que estoy harta de ti y de tu voz–le interrumpió ella. Su tono era agresivo y eso asustó a Bonnet–. ¿Qué harás? ¿Chivarte a Cooler? Adelante, ve. Pero esta vez de verdad. Porque amenazas con palabras y al final no haces nada, y es porque nada puedes hacer. –
La mujer volvió a chocar su espalda contra la pared. Volvió a mirar al frente mientras escuchaba los pasos de Bonnet alejarse de allí. Bulma sonrió satisfecha. Al principio estaba asustada y él se encargaba de ello, pero ahora mismo no sentía lo mismo. Él la amenazaba por todo y siempre era con ir a decírselo a Cooler, hasta que la humana se dio cuenta de que a él no le convenía ir ante el tirano y hablarle de ella. Estaba cansada y no quería aguantar más órdenes de él, así que optó por no dejar que la manipulara.
–Abrid las compuertas–Bulma miró a su derecha. Había un técnico que estaba hablando por su scouter, dando órdenes a alguien–. En dos minutos aterrizarán las naves del escuadrón saiyajin. –
La humana sonrió y miró a su alrededor. No había soldados cerca, ni tampoco estaba el lagarto, al cual sólo vio una vez. Allí estaban los técnicos que se ocupaban de las naves. No debía preocuparse por ser descubierta.
Se separó de la pared mientras veía las compuertas, que estaban instaladas en el techo, se abrían, mostrando la inmensidad del espacio y sus hermosas estrellas. En el suelo habían unos colchones de gran resistencia para soportar el impacto de las naves que aterrizaban.
Para Bulma dos minutos fueron extremadamente largos, pero finalmente pasaron. Vio como caían siete naves esféricas, una seguida de otra, colocándose de manera lineal. Vio como las puertas se abrían, excepto dos de ellas, dejando ver a los saiyajins. Buscó con rapidez y gran necesidad al Príncipe, le vio salir justo en el transporte que estaba en el medio de los demás. Sonrió ilusionada, esperando cruzar mirada con él, pero éste no prestó mucha atención a su alrededor, provocando que la sonrisa de la humana se esfumara.
Contempló como abandonaba con rapidez la nave para ir hacia una de las que no se había abierto. Presionó un botón que estaba a un lado de ésta y la compuerta se abrió. Extrañada se inclinó para poder tener mejor visión del interior del transporte. En ese momento Vegeta sacó de allí un cuerpo muy mal herido. Bulma se tapó la boca del espanto. El muchacho estaba ensangrentado, la ropa hecha harapos y heridas muy visibles. El Príncipe pasó el brazo del joven por su cuello, mientras le sostenía por la cintura. Avanzó con rapidez hasta la salida.
En el momento que Vegeta alzó la cabeza se encontró con ella. Estaba allí delante, con los ojos abiertos y la boca tapada. Pronto se acordó de su trato y supo el motivo por el que ella estaba allí. Había accedido a dejarse seducir, pero en ese momento no pensó en ello, ya que su preocupación era el estado de su hijo. La vio acercarse hasta él sin dejar de mirarle.
–¿Qué ha pasado? –preguntó asustada. Vegeta no sabía que contestar. Por un momento agradeció que no se acordara de nada, porque entonces lo hubiera pasado mal.
–No hay tiempo–dijo él–. Debe entrar en un tanque de recuperación urgentemente. –
–Turles también–recalcó Broly, quien ayudaba a su compañero que había recobrado la consciencia.
–Os llevo a enfermería–Bulma se dio la vuelta para que la siguieran, y así hizo Vegeta, para después ir todos tras él.
Vegeta miró por el rabillo del ojo a su hijo. Tenía la cabeza baja por culpa de su estado de inconsciencia, el cabello pegado a su piel y manchado de sangre. Si Bulma tuviera memoria sabría quién era Trunks, lo estaría abrazando y seguramente hubiera llorado sin poder evitarlo. Sabía que hubiera insultado al Príncipe por lo que hizo, y que no le hubiera valido ninguna excusa, por cierta que fuera. El saiyajin siempre vio como la humana se desvivía por su primogénito. No era capaz de decir que si quería más a uno u a otro, pero todo el mundo era consciente de ello. Él consentía tanto a la pequeña Bra que siempre quería estar con su padre, haciendo que la científica pasara su tiempo con el mayor.
Tras cruzar los pasillos llegaron hacia la enfermería. Allí se encontraban los médicos que estaban redactando informes en los ordenadores. Bulma vio aparecer a un hombre que parecía una rana andando a dos patas. Éste tenía una bata puesta y en sus enormes ojos adornaban unas gafas.
–Hay dos heridos–señaló ella a los hombres. El anfibio miró a Trunks, lo analizó con la mirada. Después miró atrás, encontrándose con Turles.
–Hum... –volvió la mirada a la humana, quien esperaba una respuesta–que metan a Turles en un tanque y al muchacho lo dejáis en la camilla para que lo examine. –
–¿Qué? –preguntó ella incrédula.
–¡Hijo de perra! –Vegeta se acercó al médico, sosteniendo a su hijo con firmeza–. Él está peor que esa escoria de atrás. No lo vas a poner sobre una mierda de camilla. –
–¿Mandas tú acaso, pelo pincho? –preguntó sin miedo el anfibio–Tengo que examinarle para ver si puede entrar en el tanque de recuperación. Podría tener alguna patología que provocase más daño a su organismo si entra en un tubo de esos. –
Vegeta marcó más su ceño, sin dejar de mirar fríamente al médico. Quería agarrarlo de aquella bata blanca y propinarle golpes hasta que se le fuera el aire de los pulmones.
–A nadie nos han examinado antes para eso–dijo Kakarotto mirando al médico, quien se encogió de hombros para quitarle importancia al asunto.
Broly empezó a reír en compañía de un adolorido Turles. Ambos avanzaban para llevar al herido al tanque, pero Bulma se dio la vuelta y lo impidió.
–Quita–amenazó Broly.
–No–contestó ella con frialdad y seguridad. Se dio la vuelta y miró al médico–. Ahora mismo vas a meter al chico en un tanque de recuperación–dio un paso hacia delante, sin dejar su tono frío y mostrando una mirada amenazante–. Porque como no lo hagas, cojo un bisturí, te lo clavo en tus asquerosos ojos y, cuando te metan en un tubo de esos–señaló con el dedo a los tanques detrás del anfibio–, te introduzco un veneno en los tubos del antibiótico que acaba por mandarte al infierno. ¿Te ha quedado claro? –
Bulma finalizó de hablar sin quitar su gélida mirada del anfibio, quien tragó saliva tras su palabrería. Él no era un ser fuerte y a quien temería sería a los saiyajins o cualquier soldado, pero la mujer amenazaba con la mirada y cada frase le lanzaba una daga. Si a él le clavaban un bisturí en el cuerpo, él saldría herido, mientras que la mayoría de los hombres en aquella base no tendrían ni un rasguño por ese material.
Apartó su mirada de ella y se fijó en el Príncipe Vegeta, quien no ocultaba el asombro por la mujer, a quien fijamente miraba.
–Métele en un tanque–ordenó el médico al saiyajin.
–¡Gracias! –dijo Bulma con sarcasmo mientras veía como el médico se marchaba junto con los demás que trabajaban en la enfermería.
La mujer se giró para ver a Vegeta. Le hizo un gesto con la cabeza para que llevase a Trunks al tanque y el no dudó en hacerlo.
–¿Y tú de donde saliste, mujer? –preguntó Turles con sorna, contemplando con lujuria a la humana. Ésta sólo se dignó a regalarle una mirada de desprecio.
Broly ayudó a Turles a meterle en otro de los tanques, mientras allí se quedaban Raditz y Kakarotto, ya que Paragus, tras el encuentro, decidió irse para entregar el material que habían traído.
–Buena amenaza–dijo Raditz, colocándose al lado de la mujer. Bulma sonrío a lo que sintió era un cumplido.
Aquel comportamiento le hizo recordar a Raditz aquella época que vivían en la base de Freezer. Se acordó de esa Bulma adolescente que se peleaba con quien fuera necesario para que curasen como era debido a los saiyajins.
–¿Cómo pasó? –preguntó ella mirando al joven. Vegeta le había desnudado, dejándole sólo con la ropa interior. Le metió en el tanque, le puso el respirador y le colocó conectores por el cuerpo. Cerró la cápsula y apretó un botón en la parte inferior, haciendo que un líquido verdoso ascendiera hasta llenar el tubo.
–Fui yo–contestó Vegeta volviendo donde estaban ellos. Miró a Radtiz y a Kakarotto–. Marchaos. –
Raditz asintió. Le gritó a Broly para que saliera, éste a regañadientes hizo caso. Allí se quedaron a solas tanto Bulma como Vegeta, ya que Trunks y Turles descansaban en los tanques.
La mujer miró impresionada a Vegeta, no quería creer lo que le acababa de confirmar.
–¿Tú has dejado así a ese pobre chico? –preguntó ella señalando en dirección a Trunks.
–Ya te dije que sí–suspiró Vegeta, quien se apoyó en una mesa. Bulma hizo una mueca de desprecio que él notó–. No me mires así, mujer. Era lo único que podía hacer. –
–¿Lo único? –en su tono se notaba el sarcasmo.
–Si no le castigo yo lo hubiera hecho Cooler–Vegeta se escuchaba agotado–. Y eso hubiese sido peor. –
–¡¿Peor?! –Bulma gritó algo alterada–¿Peor que esto? Estaba casi muerto. –
–Le suministramos medicina para que aguantase el viaje–Bulma negó con la cabeza, no creyendo lo que escuchaba–. Estará dos días como mucho en ese tanque. Con Cooler se hubiera tirado una maldita semana. –
–¿Acaso te importa algo la vida de ese chico que casi lo matas? –Vegeta se apartó de la mesa, alterado por las palabras de la mujer–. No finjas que te preocupas. Porque tú eres un soldado más aquí y haces lo mismo que todos. –
–¡Cierra la boca! –la humana se sobresaltó cuando él goleó la mesa, rompiéndola en dos por la rabia–. ¿Cómo demonios no me va a importar lo que le ocurra? ¡Es mi hijo! –
Silencio. Aquellas palabras formuladas por el Príncipe hizo que el encuentro fuera silencioso y tenso. Lo único que se escuchó fue cuando ella tragó saliva a causa de los nervios y la vergüenza, mientras que él se replanteaba lo que dijo. Acababa de dar dos informaciones muy valiosas. La primera, que Trunks era su hijo, la segunda, que le importaba.
–¿Tu hijo? –Bulma rompió el silencio, bajando su tono de voz. Podía darse cuenta que él no había medido sus palabras. Estaba fuera de si.
–Mi hijo, sí–confirmó Vegeta–. Podría no haberle castigado y, que cuando llegásemos de la misión, pedirle a Cooler que pagase conmigo lo que le haría a él. Pero no lo haría y hubiera intentado evitar lo inevitable. O lo hacía yo, o lo hacía él. –
El suspiró de Bulma se escuchó con gran pesadez. Sus ojos seguían el andar de Vegeta, quien no dejaba de analizar a su hijo metido en aquel tanque.
–No te recriminaré nada, Vegeta–ella sonaba dulce, pero él sabía que lo estaba forzando. La conocía demasiado bien para saber cuando era ella y cuando fingía–. Pero... ¿y si cuando él despierte Cooler quiere castigarle? –
–No lo hará–respondió con seguridad–. Se quedará con las ganas de hacerlo, pero ni lo intentará si quiera. Porque entonces le enviaría de nuevo aquí y otra vez habría que esperar para que se recupere. A Cooler no le conviene perder tiempo en sanaciones cuando deberíamos estar trabajando. –
Bulma, en ese momento, se paró a ver al chico. La sangre ya no ensuciaba su rostro y eso le hacía verle mejor. Podía ver su fruncido ceño que parecía no relajarse, su puntiaguda nariz, sus finos labios y su mentón perfilado. Le comparó con Vegeta y les sacó muchos parecidos.
–Sé quien es el muchacho–Vegeta miró por el rabillo del ojo a la mujer–. Por una amiga que se llama Aloy–él asintió–, pero no me dijo que fuese tu hijo. –
–No sabía que fuera de tu interés mi vida personal–el saiyajin se dio la vuelta, para poder contemplarla como a él le gustaba. Ella sonrió tímidamente–. Tengo dos hijos. Trunks y Bra. –
–¿Bra? –Bulma se extrañó al escuchar un nombre femenino, mientras que su cuerpo reaccionaba de manera extraña ante la información. Él era padre de dos hijos.
–La pequeña–confirmó él–. Tiene cinco años. –
–¿Y dónde está? –siguió curioseando la peliazul.
–Haces muchas preguntas–Bulma se sonrojó y, de manera inconsciente, agachó la cabeza para que él no viera su vergüenza–. La tiene el Rey Cold. –
Nombrar a los enemigos sin despreciarlos era todo un reto para Vegeta, pero a Cold le nombraba de una manera diferente que a Cooler. A ese tirano lo hacía con odio, rabia y, sobre todo, amenaza. Tenía claro que lo quería matar de una manera lenta y dolorosa.
–¿Quién es? –preguntó Bulma volviendo a contemplarle.
–El padre de Cooler–ella se mostraba extrañada. Vegeta se sorprendía de como una información que ella conocía ahora mismo le pareciese nueva–. Cold la tiene presa para que Trunks y yo trabajemos para el bastardo de su hijo. –
–Eso... eso suena horrible–Vegeta observaba los ojos de Bulma. En su mirada había algo diferente, algo que nunca antes notó, pero que después percibió. Ella sentía pena por él–. No me quiero imaginar por lo que estás pasando. –
¿Qué era lo que estaba pasando? Se preguntaba a si mismo. Luego se respondió. Su mujer, ante él, no se acordaba de nada, sólo en ese momento se alegraba porque sino estaría sufriendo igual o más que él. Su hijo estaba siendo psicológicamente torturado, porque sabía lo que intentaba Cooler con él. Quería verle ensuciado de la sangre de inocentes y ver en su mirada clara una cólera incontrolable. Su hija... ni siquiera sabía nada de ella. No había día que no la recordase y ahora mismo sentía como su pecho se comprimía por la desesperación y la impotencia.
La carga que tenía a sus espaldas era muy dolorosa y le pesaba, pero no le importaba tener que ser él quien la soportaba si con ello su mujer no sufría, su hijo no moría y su hija aún vivía.
–Vegeta–Bulma se acercó a él y, sin pensarlo, llevó su mano hacia su rostro. Vegeta se perdió en su mirada azul mientras sentía el tacto de su piel sobre la suya–, yo estaré aquí para lo que necesites. No dudes en pedirme ayuda. No te dejaré sólo. –
Ella le dedicó una de sus hermosas sonrisas y él la guardó en su cabeza, allí donde estaban todas las que ella le regalaba.
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Bra paseaba por los pasillos de la base en compañía de Tarble. Éste andaba con las manos detrás de su espalda, mientras que ella jugaba con sus manos. Él contemplaba a la pequeña que desde por la mañana tenía un comportamiento extraño. Parecía preocupada y despistada.
–Hoy estás extraña–Bra alzó la cabeza y miró a Tarble, quien con tono amable se dirigía a ella–. ¿Volviste a soñar con tu madre? –
–No–negó secamente para volver su atención a su juego de manos.
Tarble frunció levemente el ceño, no por enfado sino por descontento. Aquella respuesta no le pareció adecuada.
–¿Volviste a soñar algo? –Tarble pensó en el don que ella tenía, al menos lo que el Rey Cold dijo que ella debería tener.
–Papá dice que es malo ser curioso–contestó ella volviendo su atención a él–. Mamá dice que en la Tierra la curiosidad mató al gato. –
–Veo que no quieres contarme nada–ella se encogió de hombros.
–Es que se lo quiero decir a mi papá, no a ti–remarcó la niña, apuntando con su dedo índice a Tarble, quien arqueó las cejas haciéndose el sorprendido.
–En ese caso no te preguntaré más–Tarble volvió la mirada al frente, sin perder la postura con las manos a su espalda–. Sólo quería ser tu amigo, ya que ni tu papá, ni tu mamá, ni tu hermano están aquí para escuchar tus sueños. –
–No están porque ese monstruo feo y malo les hizo algo malo–Bra paró de andar, se giró para estar frente a él. Tarble imitó a la pequeña y la observó.
–Él no les ha hecho nada malo, Bra–Tarble se agachó, para estar a la altura de la niña, quien fruncía el ceño y arrugaba la nariz. Esa expresión le pareció familiar.
–¿Entonces por qué no están conmigo? Ellos no me dejarían sola por tanto tiempo–el saiyajin vio como los mofletes de la niña se tornaban rojos, así como el blanco de sus ojos. Iba a llorar–. Quería preguntarle a mi papá... sólo quería saber quien era el bebé. –
–¿Qué bebé? –preguntó curioso Tarble. Notó que la pequeña, en su debilidad, acabó abriéndose a él para hablar.
Bra tragó saliva y empezó a recordar antes de hablar. Se mordió el labio, respiró fuertemente y, con los ojos negros de Tarble sobre ella, le contó su sueño.
–Vi a una mujer sentada en un sillón. Tenía el pelo largo y negro, y los ojos también. Como los de mi papá–Tarble asintió, para que entendiera que la escuchaba–. Tenía un bebé en sus brazos que dormía. Ella lloraba mientras le miraba y le hablaba. –
–¿No sabes quien era ella? –Bra asintió.
–Mi abuelita–sonrió la pequeña con tristeza–. No la he conocido y no sabía que era ella hasta que vi a mi papá. –
–¿El bebé? –Bra negó.
–Papá era un niño como yo, estaba delante de la abuela mientras ella abrazaba al bebé–Tarble empezó a extrañarse del sueño de Bra–. Mi papá dijo que era débil, que todo el mundo se reía de él porque nunca sería un guerrero. Ella lloró. –
Tarble sintió un escalofrío recorrer su cuerpo de manera inevitable. Sintió la pesadez de las burlas de los soldados de allí por no ser un hombre fuerte. Aquel relato le hizo sentirse como aquel bebé, que era indefenso y odiado.
–Ella dijo que se lo llevarían y él preguntó que a dónde–Tarble escuchaba la voz suave de Bra–, pero no lo sabía–se hizo el silencio durante unos segundos, él esperando a que continuase y ella mirándole–. Y me desperté. –
Tarble observó a la niña que parecía un poco desconcertada. Entendía que ella estaba viviendo una situación difícil. Estaba lejos de sus padres y su hermano, ahora además se sumaba el que podía ver escenas reales pero que no comprendía.
–Papá no me dijo que tuviera un hermano–aclaró la niña.
–¿En tu sueño no dijeron un nombre? –ella negó y él suspiró pesadamente–. Es posible que no se acuerde, Bra. Él era pequeño y, si ese planeta fue destruido, su hermano puede que no viva. ¿Entiendes lo que te digo? –
Bra frunció el ceño, no de enfado, sino de incomprensión. Tarble la notaba extraña, su respiración empezaba a agitarse. Estaba muy preocupada.
–¿Piensas que mis sueños son reales? –Tarble enmudeció–. Porque si crees que mis sueños son de verdad... A mi mamá la hicieron daño. –
El saiyajin silenció. No sabía que responder porque tampoco sabía si era lo más acertado. La pequeña estaba intranquila, al borde de un ataque que se presenciaba muy fuerte. Intentó aclararse la voz, para escucharse lo más conciliador posible.
–Bra, son sueños–él puso sus manos sobre sus hombros para tranquilizarla–. ¿Cómo van a ser reales si no estabas con tu madre y no habías nacido cuando has soñado con tu padre y un supuesto hermano suyo? Sólo te he dicho eso para que te des cuenta de que no puede ser que ese bebé exista. –
–Si pudiera hablar con papá lo sabría–Bra se separó de forma brusca de Tarble.
Se dio la vuelta y marchó en dirección contraria a la que iban antes. Quería volver a su habitación y encerrarse. Quería estar sola y no acompañada. Quería llorar y deseaba, muy fuertemente, que alguien de su familia la escuchara.
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Vegeta estaba tumbado en su cama. Había cenado, visitó a su hijo antes de volver a su habitación, se duchó, se puso cómodo, con sólo un pantalón negro tapándole, y se tiró encima del colchón. Un brazo lo tenía detrás de la almohada y el otro sobre su frente. Sus piernas estaban cruzadas. Había clavado sus ojos en el techo mientras su cabeza viajaba fuera de la base. Las imágenes que pasaban por ella eran siempre las misma. Trunks herido de gravedad por su culpa.
Escuchó unos golpes en la puerta de su habitación. Le pareció extraño que alguien tocase a esas horas de la noche. Pensó en Raditz.
–Vegeta–susurró una voz femenina desde el otro lado de la puerta.
El Príncipe se puso en pie a gran velocidad. Aquella voz sólo podía pertenecerle a Bulma. Corriendo se acercó al panel para abrir la puerta y así verla al otro lado del umbral. Ella sonrió al verle, mientras que él, con un leve movimiento de cabeza, la invitaba a entrar. La humana accedió sin borrar su sonrisa del rostro y sin dejar de mirarle un momento. La compuerta se cerró tras ella, dejándoles a ambos en la habitación.
La mujer contempló al saiyajin y se sonrojó por ello. Verle medio desnudo hizo que recordara aquel pensamiento erótico que tuvo con él en la ducha, y que no fue el único. Soñó con él la noche anterior. Un sueño ardiente en el que él, salvaje y pasional, la hacia el amor en el mismo laboratorio sobre una de las mesas metálicas. Intentó llamar a la calma, olvidar sus lujuriosos deseos nocturnos y recobrar la compostura.
–¿Qué haces aquí? –preguntó él con una sonrisa de lado y tono entre seductor y curioso.
–Quería decirte que durante el tiempo que tu hijo esté en la enfermería, yo estaré allí para cuidarle–Vegeta la contempló de arriba abajo. Ella estaba igual que como la encontró por la mañana. Una blusa amarilla escotada, pantalones claros y ajustados y calzado cómodo.
–¿No podías esperar a mañana que te has tenido que colar en mi habitación en plena noche? –Bulma percibió el sentido de la pregunta.
–Precisamente porque sabía que no estabas durmiendo–Vegeta borró su sonrisa. La preocupación por Trunks había impedido que el sueño pudiera con él, y se imaginó una noche entera en vela–. Si te soy sincera, yo tampoco puedo dormir. –
–No me digas que Trunks te quita el sueño–él alzó una ceja y ella negó sonriente.
–Es verdad que me preocupo por él–Bulma colocó un mechón azulado detrás de su oreja derecha–, pero es que la curiosidad me mata. –
–No me digas–dijo él con ironía–. ¿Qué quieres, mujer? –
Ella silenció durante unos segundos. Él notó que estaba algo avergonzada, como si no supiera por donde empezar. Se cruzó de brazos mientras la contemplaba relamerse los labios y mirando de aquí para allá, sin buscar un punto fijo, hasta que se encontró con su mirada azabache. Sonrió con dulzura y timidez, engatusándole junto con sus brillantes ojos.
–Tu mujer–habló directamente. Él pareció sorprendido y ella se explicó–. La madre de tus hijos. No me habías mencionado nada de ella. –
–¿Celos? –Vegeta la estudió, parecía un poco incómoda por sus palabras y por la pregunta que él le hizo, pero negó rotundamente–. Se marchó y no sé donde está. –
–Lo siento–él negó con la cabeza, para que pensase que ella no debía tenerle lástima–. Sólo quería saber que el hombre que parece interesado en mí no estaba con otra mujer. No quiero hacerle daño a nadie. –
–Soy un hombre fiel–Vegeta se sentó sobre el colchón–. Ella se marchó y yo estoy aquí, contigo a solas en mi habitación y mi amplia cama. –
Bulma se sonrojó mientras él la desnudaba con la mirada. La veía jugar con sus dedos, nerviosa por lo que él había dicho. No quería hacerla sentir incómoda.
–Pero eso es decisión tuya, Bulma–ella recordó el trato. Él no haría nada, sólo la seduciría. Sería ella quien diera el paso–. Cuando la tomes, te arrepentirás de no haberla tomado mucho antes. –
Pensó en lo egocéntrico que era, y luego pensó que tal vez tuviera razón. Que lo mejor en ese momento era dejarse llevar por el deseo pero sabía que no era buena idea. Él estaba preocupado por su hijo, y ella quería ver el potencial de Vegeta en el arte de la seducción. Deseaba aquello.
–Me tengo que ir–dijo casi con pesar.
Vegeta se levantó y se dirigió al panel para para teclear el código.
–No dudes en informarme de todo lo que tenga que ver con Trunks–ella asintió.
Tecleó el código y la puerta se abrió. Bulma se despidió con un dulce "buenas noches" y un leve movimiento de mano como despedida, y se marchó. Él la contempló hasta que la compuerta se cerró.
Se volvió a tumbar sobre la cama. Cerró los ojos pero el sueño, esa noche, no le llegaría.
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Tres días después
Bulma se escapaba continuamente del laboratorio para ir a la enfermería y poder atender a Trunks. Bonnet la avisaba de manera constante de que aquel comportamiento le traería problemas no solo a ella, sino también al equipo encargado del proyecto. La humana hacía caso omiso a sus advertencias, pues se veía como alguien intocable cuando se dio cuenta que detrás de toda amenaza no había nada más que eso, palabras soltadas con desprecio que jamás llegaban a oídos de quien debería oírlas. Cooler.
Cuando llegó a la enfermería se acercó al tanque que ocupaba el muchacho. Vio sus heridas sanadas, sólo tenía que recuperar toda energía perdida en la pelea. Era ese el motivo por el que estuvo un día más ahí dentro y no solo dos como dijo su padre.
Turles se sanó en un día y ella estaba allí. Intentó ser amable y tenderle su ayuda, pero éste reaccionó de otra forma. La intentó acorralar y con un tono de voz bajo y sensual le dirigió palabras obscenas, dignas de un depravado sexual. Para la suerte de Bulma, Raditz llegó antes de que pusiera una mano encima de ella. Sino hubiera sido porque el saiyajin parecido a Kakarotto acababa de salir de un tanque de recuperación, hubiera peleado con el melenudo sin problemas.
Bulma miró a su alrededor. A penas había un par de especialistas allí, pero el médico, aquel al quien amenazó, no estaba. No volvió a verle y así lo prefería. No sabía qué motivo le llevó a negarle tratamiento al muchacho cuando era evidente que necesitaba ser atendido de urgencia. Pensó que Cooler estaba detrás de todo aquello. Él amenazaba a Vegeta y a Trunks a trabajar para él, de lo contrario sería la pequeña de la familia quien sufriría las consecuencias. Podría haber advertido al médico de que, si ocurría un caso similar al que había acontecido, negarle la atención médica necesaria.
Se escuchó una pequeña alarma que procedía del tanque de recuperación donde se encontraba el muchacho. Ella estudió lo que estaba pasando hasta que se topó con los ojos azules del joven. Sonrió al ver que estaba consciente por lo que, con la mayor rapidez que pudo, tocó un botón al lado de la máquina, haciendo que el líquido que le envolvía descendiera, para que después se abriera la compuerta.
Trunks se quitó la mascarilla y todos los tubos conectados a su cuerpo. Se apoyó a ambos lados de la máquina para poder salir de ella. Bulma fue corriendo a por una toalla blanca y dársela al muchacho.
Le contempló de pie, delante del tanque de recuperación. Un joven con cuerpo atlético, sin ninguna cicatriz que adornase en su piel, ahora mojada. Tenía una melena que le llagaba hasta los hombros, que él apartaba hacia atrás sintiendo la molestia de los mechones tapando su rostro. Vio que sus rasgos faciales eran una copia exacta a los de su padre. Era atractivo, pensó la humana.
–¿Cómo estás? –Trunks miró hacia su derecha, encontrándose con su madre. Cuando abrió los ojos dentro del tanque la vio, pero pensó que era parte de su imaginación. Comprobó que no era así. Ella estaba delante suya, con su sonrisa amable y sus ojos grandes y brillantes. No supo como reaccionar–. Me llamo Bulma. He estado cuidando de ti durante el tiempo que has estado ahí dentro. –
Bulma le acercó la toalla, bajó la mirada hacia ella y la tomó. Tragó saliva algo nervioso. No veía a su madre desde hacía más de una semana y ahora se la encontraba allí. Fue duro comprobar que ella no se acordaba de quien era, de que se presentase ante él como una desconocida y no como lo que era, su madre.
–Bueno... Aloy también estuvo–Trunks empezó a secarse el cuerpo mientras que ella hablaba–. Pero es muy peligroso que esté aquí, así que la tengo que obligar a que se marche. –
–También puede ser peligroso para ti–avisó Trunks mientras secaba su cabello. Miró a su madre que no paraba de contemplarle. Se sentía extraño en aquella situación–. Gracias. –
Trunks le devolvió la toalla y ella la agarró. Estaba húmeda tras haber sido utilizada.
–Tu ropa está allí–señaló ella apuntando con el índice hacia una pequeña mesa metálica colocada en una esquina.
Mientras Bulma tiraba la toalla en un cesto, Trunks se acercó a donde estaba su ropa. Se encontraba contrariado. No sabía como actuar con su madre. Sentía que todo era frío y distante, pero era porque así lo hacían las circunstancias. Ella era una mujer que de milagro sabía como se llamaba, y él era un hijo que ansiaba abrazarla y no podía. Quería decirla que todo iba a salir bien y que salvaría a Bra, que se quedase con su padre, que él sería quien les protegería ahora. En cambio intentaba evitarla la mirada, porque así no se sentiría tan culpable de no haber luchado como debería cuando Cooler llegó a Akrog.
Trunks miró la ropa que había doblada sobre la mesa. Era el traje común de color azul que utilizaban los soldados. Estaba limpio y olía bien. Frunció el ceño y empezó a rebuscar entre la prenda con cierto nerviosismo.
–¿Y mi ropa? –preguntó él mientras la analizaba.
Bulma se acercó a él con una sonrisa en los labios. Le veía buscar desesperado levantando la ropa de la mesa, analizándola y dejándola de mala manera mientras suspiraba con pesadez.
–Estaba rota y ensangrentada–Bulma metió la mano en el bolsillo de su bata. Trunks se dio la vuelta para que estuvieran cara a cara–. La tiré, obviamente. –
Se apoyó en la mesa mientras en su rostro se tornaba un gesto de cansancio. Bulma dio un paso hacia él y sacó la mano que tenía en su bata, para extenderla ante los ojos azulados del muchacho.
–¿Buscabas esto? –Trunks vio la piedra amarilla que se llevó de aquel planeta que quedó destruido. Sonrió tranquilo y la agarró, observándola con detenimiento–. La encontré en esos trapos que llamabas ropa. Era lo único que encontré, así que lo guardé. –
–Era lo que buscaba–afirmó él mientras giraba la piedra entre sus dedos.
–Es raro ver a un soldado preocupado por una piedra cualquiera–Trunks alzó la mirada y vio a su madre, con aquella sonrisa que tanto la caracterizaba y hablando en ese tono amable que siempre usó con él–. Pensé que o eres un amante de las piedras y te gusta coleccionarlas o... –la sonrisa de Bulma se hizo más notable–ese color se parece mucho al cabello de cierta chica. –
Trunks se sonrojó sin poder evitarlo. Bulma se colocó a su lado, apoyándose en la mesa mientras observaba como él se avergonzaba de ser descubierto. Pensó que se parecía a Vegeta en lo físico, porque cuando le contemplaba veía a un muchacho sincero y sin maldad alguna.
–Una niña me quería vender la piedra para poder comer. Turles la mató fríamente–aquel nombre hizo que algo se revolviera en el interior de Bulma–. Me llevé la piedra pensando que sería un buen regalo. Con esta historia sólo me doy cuenta de que soy un idiota y de que cada vez que la vea veré a esa pequeña tirada en el suelo y llena de sangre. –
Bulma le pidió que le dejase la piedra, él se la entregó. Ella la contempló en silencio. No era nada más que un mineral como otro cualquiera, no tenía valor monetario alguno. Lo podías encontrar en ese mismo planeta si salías de aquella base.
–¿Sabes que veo yo? –Trunks observó a su madre que miraba con detenimiento la piedra–. Veo que ese planeta no está destruido del todo. Que esto es lo último que queda y que debe ser guardado como una reliquia–volvió la atención al muchacho que escuchaba atentamente–. La puliré un poco para darle una forma más bonita, le pondré una correa fina para que parezca un collar y te la devolveré. Será un buen regalo para Aloy. –
–Gracias–ella escuchó su voz sincera. Sus ojos azules hacían verle alguien de confianza, no por su color, sino por la intensidad de su mirada. Guardó la piedra y se apartó de la mesa.
–Tu padre querrá verte–Trunks pudo disimular la sorpresa. Aquella frase desvió toda atención de lo que acababan de hablar para concentrarse en otro tema.
Él asintió, agradeció nuevamente y salió de la enfermería. No esperaba que su madre amnésica hubiera sido informada sobre que era el hijo de Vegeta. Pensó en la potencia de descargas que utilizó Cooler en ella, para no reaccionar ante esa información. Ni un leve recuerdo de quien era ella y lo importante que era para él.
Pensó con rapidez. Debía encontrar la manera de hacerla recordar. Se conocían, sabían quien eran, ahora sólo tenía que encontrar algo más, algo mucho más impactante que la hiciese pensar.
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Tarble accedió a la sala de seguridad de la base. Allí sólo se encontraba un hombre trabajando. Su aspecto igual que el suyo, pero bastante más alto, con la piel amarilla y físico delgado. Era calvo con los ojos negros escondidos tras una enormes gafas de pasta.
–Tarble–dijo el hombre al verle. Éste estaba sentado delante de varios ordenadores. En la mesa había cuatro pantallas planas de marco negro, en ellas se podían ver informes que éste estaba leyendo–¿qué haces aquí? –
–La niña está dormida y yo muy aburrido, Beiro–nombró Tarble mientras se acercaba con paso lento hacia él–. Me gustaría hacerte el relevo. –
–Imposible–negó con cansancio el hombre–. Hoy tengo que estar todo el día aquí. Deberías buscar otro sitio donde trabajar. –
–¿Cuánto tiempo hace que no descansas bien? –el tono de Tarble era serio, bajo y tranquilo. Beiro hizo un amago por pensar pero el saiyajin no le permitió tomarse tiempo para responder–. Eso me dice que mucho. –
Tarble sacó una pequeña bolsa marrón atada por el extremo con una cuerda fina. Él la aflojó y sacó de ella tres monedas de oro y las dejó en un hueco de la mesa, ante la atenta mirada de Beiro.
–Ayer trajeron a varias mujeres del planeta Pratox–los ojos negros de Beiro brillaron detrás del cristal. Tarble sonrió al apreciarlo–. ¿Sabes que ese es uno de los lugares más exóticos del universo? Se dice que cuando pasas una noche con una de sus mujeres experimentas un placer inimaginable. –
–Sí, lo sé–Beiro bajó la mirada a las monedas que dejó Tarble sobre la mesa–. Pero con eso no me llega para estar ni diez minutos con una de ellas. –
Tarble inclinó la bolsa sobre la mesa, dejando que cayeran tantas monedas que acabaron esparciéndose por el suelo ante la incredulidad del hombre.
–Con esto te llegará para estar dos horas con dos mujeres, Beiro–él no dudó en agarrar las monedas sobre la mesa y por el suelo.
Se levantó, colocándose las gafas mientras miraba con extrañeza a un tranquilo Tarble.
–No entiendo–Tarble le entregó la bolsa para que guardase las monedas, y así lo hizo Beiro–. ¿Por qué tantas molestias? –
–Eres de los pocos hombres en quien confío y me preocupa tu salud. ¿Qué hay de mal en eso? –Beiro buscó la mentira en él, pero no la encontró.
–Me das dinero para disfrutar de dos rameras de las caras sólo para trabajar delante de estas pantallas–Tarble, quien parecía tranquilo, empezó a impacientarse por las preguntas–. Es ser demasiado bondadoso. –
–Estoy hasta las narices de la mocosa y quiero hacer otra cosa–Tarble se cruzó de brazos–. Si vas a quejarte me voy, pero con mi dinero. Te quedas aquí como un muerto mientras yo disfruto de lo que tú te has perdido. –
Beiro rechistó, molesto por su comportamiento. Soltó un fuerte gruñido y asintió.
–Está bien. Quédate en esta cárcel–sin medir más palabra, Beiro salió ante la atenta mirada de Tarble.
El saiyajin suspiró tranquilo. Mentir se le daba bastante bien cuando la gente confiaba en él. Se acercó a la silla y se sentó delante de las pantallas.
Nuevamente estaba haciendo una ilegalidad, pero esta vez no sería contada al Rey Cold. Contaba con el silencio de Beiro, ya que él no se delataría de haber dejado su puesto de trabajo para su placer personal, porque entonces sufriría un gran castigo.
Tarble se presentó ante el Rey Cold nada más escuchar la descripción del sueño de Bra. Él preguntó por el segundo hijo de la Familia Real saiyajin, el tirano dijo que no sabía nada y que seguramente hubiera muerto con la destrucción de aquel planeta. Él no creía en esa historia. Podía ser verdad, pero no creía que el lagarto no estuviera al tanto de lo que ocurría con alguien de importancia.
Decidió hacer su investigación por libre, accediendo a los viejos archivos que se tenían del planeta Vegeta antes y después de su destrucción. Pudo encontrar informes tras media hora de búsqueda. Vio una carpeta en la que pinchó, allí había demasiados documentos, pero para su suerte el de la Familia Real estaba de los primeros. Lo abrió sin pensar.
–Más documentación–dijo con cansancio al ver que era un enlace que llevaba a diversos documentos, entre imágenes, vídeos y fichas.
Durante una hora analizó todo lo que le pareció interesante. Había una ficha del Rey y otra del Príncipe Vegeta. De éste último encontró mucha información. Vídeos de él entrenándose, imágenes de su evolución física y evaluaciones periódicas donde medían su potencial. Pensó que era fuerte, y que entendía porque Bra siempre amenazaba con que mataría al Rey Cold, pero se preguntaba si era tanto poder como para llegar a ese extremo.
No veía nada que tuviera que ver con un segundo hijo. Por un momento pensó que Cold tendría razón y que su idea de no saber nada era porque realmente no había nada. Lo de Bra sería un sueño sin significado, sólo el deseo de ver a su padre y lo imaginó de pequeño con su familia. Tal vez por el hecho de que ella tenía un hermano creó un sueño en el que Vegeta también tenía uno.
Le quedaba media hora hasta que llegase Beiro. Así que empezó a abrir documentos por aburrimiento. Decidió estudiar a la madre. Había poca información acerca de ella y cuando le escribían un informe era con desprecio. "Una mujer de tercera", se repetía todo el rato.
Abrió una fotografía en la que salía la Familia Real al completo. Se hizo de perfil pero se podía ver todo gesto. La mujer estaba sentada en el trono, con las manos unidas a la altura de la cintura, el Rey en pie, saludando a Freezer que estaba en esa instantánea, y al lado del monarca el joven Príncipe, quien contemplaba al lagarto.
Frunció el ceño al ver la mirada de Freezer, mientras el Rey parecía hablarle él miraba a otro lado. Sus ojos estaban en dirección a la Reina sentada, pero podía ver que no a la altura de los ojos de ella. Entonces volvió a analizarla. La saiyajin tenía las manos sobre su barriga, era grande mientras que se apreciaba en ella un aspecto delgado.
–Estaba embarazada–sonrió Tarble al darse cuenta. Freezer miraba su barriga.
Cerró la imagen y volvió a analizarla a ella, hasta que abrió un vídeo. Uno que cerró tan rápido como se dio cuenta de su contenido.
Eran soldados de Freezer, los reconoció. Y era ella también la que aparecía. Estaba con los brazos flexionados contra la pared, al igual que su cabeza se apoyaba en ella, mientras era violada por aquellos hombres. En su cabeza quedó guardado su grito de desesperación. Miró la pantalla que todavía marcaba el archivo que había abierto. No entendía por qué la estaban violando.
La mano le temblaba, no dudó en volver a abrirlo a pesar de que le había espantado. Quería saber si aparecería Freezer o alguno de los tiranos, pero no pudo aguantar nuevamente. Escuchó su quejido de dolor y se apresuró a cerrarlo. Ella gritó antes de que quitase el vídeo. Sus ojos negros se abrieron de golpe cuando fue consciente de la palabra que salió de los labios de la Reina. "Tarble".
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¡Hasta aquí el capítulo! Este fue uno de los más largos hasta el momento, espero que os haya gustado xD
Como veis Tarble y Bra empiezan a ser importantes, ¿os podéis imaginar que va a pasar ahora que Tarble a escuchado su nombre de boca de la Reina? Se abre debate xD
Tengo que decir que me gusta mucho escribir a una Bulma que muchas veces es dura, sin dejar de ser cariñosa y dulce con quien quiere, pero también me gusta verla en esa situación de pensamientos lascivos, donde sueña y piensa en Vegeta. No es la misma Bulma que cuando era una adolescente, porque aunque no se acuerde de nada ella es consciente de lo que es el sexo y que le gusta y que le gustaría que fuera con el príncipe.
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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