Capítulo 3. Mensajes.
Había amanecido en la base de Cooler, pero Bulma apenas pudo dormir algo en aquel incómodo colchón. Llevó la mano a su frente y soltó un gran suspiro de cansancio. Se incorporó en la cama y apartó las sábanas mientras se ponía en pie. Lo primero que hizo fue buscar a su compañera de habitación y la encontró levantada, vestida y haciendo su cama.
–Buenos días–sonrió Bulma, vio como Chi Chi la miró de reojo para luego volver a su labor. La peliazul frunció el ceño ante el gesto y se levantó de la cama con desgana–. Así da gusto amanecer. –
Bulma comenzó a alistarse con rapidez, quería abandonar aquella habitación y alejarse de la mujer que, estaba claro, no quería ningún trato con ella. Se puso un vestido violeta y un calzado cómodo. Tras terminar de prepararse, hizo la cama.
–Te mostraré donde está el comedor–habló Chi Chi, quien esperaba a la peliazul al lado de la puerta–. Allí podrás ir después al laboratorio. El camino de vuelta ya te lo sabes. –
La científica optó por no decir nada. Veía que de parte de la morena no iba a recibir nada más que mera información fácil de recordar.
Ambas mujeres abandonaron la habitación. Bulma sentía que la imagen de ayer se repetía. Chi Chi andaba a la cabeza en silencio y ella contemplaba unos pasos más atrás. Durante la noche pensó en alguna manera de acercarse a ella y poder entablar una conversación, ya que allí no conocía a nadie y, tras el encuentro con los dos soldados que llevaban encadenadas a las tres jóvenes, sentía que no sería fácil encontrar a alguien con quien hablar.
El tiempo transcurrido desde que salieron de la habitación hasta que llegaron al comedor fue alrededor de tres minutos, si le preguntasen a Bulma podría decir que pasó como media hora. Cuando llegó al lugar se encontró con una sala pequeña y con un aspecto tan deplorable como, imaginó, cualquiera de las demás de aquella área. Sólo había una mesa de madera gastada que llegaba desde un lado hasta el otro del lugar, con taburetes a ambos lados de ella.
Los asientos estaban ocupados por diferentes especies del Universo que, como ella, estaban obligados a trabajar para el lagarto. Algunos, por sus batas, intuyó que trabajarían con ella o en la zona de enfermería. Podía ver a algunas mujeres de avanzada edad servir la mesa, lo que le dio a entender que se trataba del servicio.
–Vamos–Bulma miró a Chi Chi que la hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera.
Las dos mujeres ocuparon dos lugares cerca del inicio de la mesa. Bulma contempló una servilleta debajo de un par de cubiertos y delante un pequeño vaso de cristal verde.
–¿Qué queréis tomar? –la científica alzó la mirada al escuchar una voz detrás suya. Se encontró con una joven de dorados cabellos recogidos, con una mirada triste y una sonrisa forzada. La humana se impresionó al ver a alguien joven atendiendo, ya que allí todas eran mujeres mayores.
–Leche y tostadas–pidió con seguridad Chi Chi.
La joven anotó en una pequeña libreta la orden de la morena, luego alzó su mirada hacia la peliazul esperando por una respuesta.
–Lo mismo–vio a la chica anotar nuevamente para después marcharse e ir a buscar lo ordenado. Bulma se giró a ver a Chi Chi que estaba contemplando a un par de reptiles discutir sobre la dolencia de un guerrero–. ¿Por qué es tan joven la chica que nos atendió? –
Chi Chi miró a Bulma cuando escuchó su voz. Alzó una ceja al no comprender la pregunta que le estaba haciendo así que la humana decidió ser más detallada.
–Hasta el momento en esta zona todas las mujeres que he visto son de avanzada edad, sobre todo las de servicio, mientras que esa muchacha es más joven que yo–concluyó la peliazul.
–Imagino que algún soldado habrá pagado por ella–Bulma hizo una mueca de disgusto al escucharla–. ¿Te has replanteado esa pregunta sólo con ella? Las únicas jóvenes sentadas en esta mesa somos tú y yo. –
Chi Chi volvió a apartar la mirada de Bulma para seguir escuchando una conversación que parecía importarle tan poco como el estar pendiente de ella. La peliazul decidió ignorar aquel comportamiento tan brusco y fijarse en las mujeres que las acompañaban. No había jóvenes y ayer se cruzó con tres esclavas de poca edad.
Pensar no le hizo nada bien, se preguntó por qué estaba ella allí, ya que corroboró que Cooler gozaba de un gran equipo en el laboratorio donde todos eran hombres. Ella sería la única mujer y ese sería el motivo por el que estuviera sentada en aquel comedor y no por ser cocinera o limpiadora. Cuando intentó reflexionar el motivo que llevó a Chi Chi, una mujer que tendría su edad, no pudo evitar rememorar la respuesta a la pregunta que recientemente hizo. Alguien podría haber pagado por ella.
Miró a la morena detenidamente. ¿Podía un soldado haber pagado para que fuera únicamente de él? Tan sólo hacerse esa pregunta le daba asco. No podía imaginar que alguien fuera propiedad de otro, como si se tratara de algo que acababa de comprar y se hubiera encaprichado con ello, pero es que de la manera en la que ella respondió era como lo entendía.
–Aquí tienen–Bulma contempló de nuevo a la joven que las estaba sirviendo. Vertió la leche en ambos vasos y depositó a cada una su plato con tostadas. Antes de que ésta se marchase le dedicó una mirada a la peliazul que hizo que ésta última sintiera un calambre por la espalda, como si hubiera querido decirla algo.
–No suelen durar mucho–la científica miró a Chi Chi que contemplaba, como ella, a la muchacha–. Algunos soldados se interesan más de la cuenta por alguna de las esclavas obligadas a prostituirse, pagan por ellas y las mandan directamente aquí para que ningún otro tenga el deseo de tomarlas. Las violan tantas veces como quieren y cuando se cansan las matan para culminar su placer. –
–¿Tú...?–
–No te importa el motivo por el que yo esté aquí–interrumpió Chi Chi sabiendo la pregunta que formularía. Bulma vio rabia en sus ojos–. Sólo te lo digo para que no te encapriches con la idea de hacer amigos. Aquí nadie viene a hacerlos y cuanto antes lo sepas antes te evitaras disgustos. –
Dando por finalizada su conversación, Chi Chi volvió a apartar la mirada de Bulma con brusquedad para prestar toda su atención en el desayuno. La peliazul bufó irritada y se levantó de la mesa llamando la atención de todo el mundo. La morena iba a protestar, pero antes de siquiera decir su nombre, la humana ya había abandonado el comedor corriendo.
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Amanecer en una cama en la que estaba solo era raro para Vegeta. Había olvidado lo que era el mundo sin ver sus ojos nada más despertar y ahora debía lidiar con ello. Se levantó con desgana mientras pensaba que por poco tiempo continuaría aquella situación. Pensaba hacer que los días en los que ella amanecía desnuda a su lado, en los que entrenaba con su hijo al aire libre o en los que su pequeña correteaba delante de él volvieran pronto.
Se vistió con rapidez y salió de su habitación. Allí se encontró con Kakarotto que estaba dispuesto a salir. Éste, al ver al Príncipe, sonrió y con la mano le saludó. Pensaba hablar pero Vegeta no iba a dejarle. Veía a cada uno de los saiyajins que había en aquella base como un traidor y ese, en especial ese, le hacía sentir incómodo. Veía en él una actitud inusual en su raza.
Salió de la sala e intentó dirigirse hacia el comedor. Pensaba encontrarlo rastreando el ki de su hijo, que no tardó en hallarlo. Frunció el ceño al notar que estaba en compañía de Turles, aquel saiyajin era un manipulador, se apreciaba desde lejos. No dejaría que utilizase a Trunks para saber que cosas.
Con paso firme se dirigió hacia el comedor, pasando por los largos pasillos de aquella horrible base que tenía el mismo parecido que la de Freezer. Ese lugar le hacía recordar y cada recuerdo era como una inyección de rabia que se introducía en él. Quería matar a Cooler, necesitaba hacerlo. No sabía como ni mucho menos cuando lo haría, pero pensaba hacerle sufrir más que a su hermano.
–Oye–Vegeta se paró en seco al escuchar una voz detrás suyo llamándole, ya que allí no había nadie más que él.
Sintió una punzada dentro de él. Todo su cuerpo tembló. No estaba loco. Esa voz la conocía. Esa voz... había soñado con ella.
Se dio la vuelta, con las manos temblando y los ojos que parecían que iban a salir de sus órbitas. Allí la vio, delante de él con mirada asustada y esquiva mientras acariciaba su brazo izquierdo, como si de aquella manera pudiera calmar sus nervios.
–¿Sabes donde está el laboratorio? –preguntó la mujer en un tono suave.
Vegeta dio un paso hacia ella, haciendo que reaccionase dando uno hacia atrás. Elevó la mirada para encontrarse con la del Príncipe, terminando de fulminarle. Él no hizo nada más, la veía asustada y no quería que se sintiera así.
–Trabajo en el laboratorio–siguió hablando ella–. No sé donde está... Creía que lo sabía pero me he perdido y te había visto por el pasillo... No quiero problemas, sólo que me ayudes. –
"No quiero problemas" repitió Vegeta en su cabeza. Cooler había borrado su memoria y ahora para ella él no era más que otro soldado en aquella base. Ella le podía ver peligroso, como si fuera capaz de hacerla daño pero no era así. En ese momento sentía impotencia, y no solo de lo que pudiera pensar ella, sino de que tenía la tentación y el deseo de besarla.
–No lo sé–fue lo único que dijo el Príncipe. Bulma asintió y volvió a retroceder.
Veía que ella se marcharía a seguir buscando su laboratorio, pero para él eso era como volver a perderla.
–Puedo ayudarte a buscarlo–Bulma miró extrañada al hombre que se acercó a ella con más lentitud, para que entendiera que no debía temerle–. Podrías ayudarme tú después a buscar el comedor. –
Sin poder evitarlo ella sonrió y bastó con verlo para que algo en él se llenase de alegría. Podían haber pasado los años, pero seguía viendo a la misma inocente chica que entró en aquella base de Freezer.
–Pues no te recomiendo ir a la de servicio–contestó ella dando un pequeño paso hacia él, gesto que hizo para que viera que tenía confianza–. Me llamo Bulma. –
La vio estirar el brazo izquierdo con la mano abierta, esperando porque él hiciera lo mismo y correspondiera a su saludo. Si ella le conociera sabría que él no hubiera accedido y si él se hubiera encontrado con cualquier otro ser del planeta, hubiese llegado a la misma conclusión. La diferencia es que era ella y sólo quería su tacto nuevamente.
–Príncipe Vegeta–el saiyajin estrechó su mano con la de Bulma, pudo sentir su tacto frío que se cumplimentaba perfectamente con la suya caliente. Así había sido siempre.
El contacto junto con aquella mirada ardiente de Vegeta, en vez de hacerla sentir incómoda, hizo que su sonrisa se ensanchase. Notaba que algo de él le era conocido, pero no supo el qué.
–¿Empezamos la búsqueda? –preguntó ella soltándole la mano y haciendo que él pronto echase en falta ese contacto.
Vegeta asintió y sin pensarlo ambos empezaron a caminar por los pasillos de aquella base. Podía notar su mirada curiosa clavada en él. Internamente sonrió porque todo aquello era como vivirlo por segunda vez.
–¿Un Príncipe? –él asintió con orgullo y ella le miró con los ojos brillantes–. ¿Qué hace alguien con un título tan importante en esta base? –
–Eres una mujer muy curiosa–respondió Vegeta a lo que ella asintió algo avergonzada–. No tengo planeta en el que gobernar. –
–¿Desapareció? –preguntó interesada.
–Destruido–contestó él viendo como su expresión pasaba del interés a la tristeza. Ella era incapaz de evitar mostrar sus emociones, lo que le hacía ser un libro abierto, pero a él no le importaba, porque no se cansaba de leerlo–. El hermano de Cooler lo hizo. –
Vegeta podía ver como Bulma intentaba pensar en quien podía ser. Cooler había sido capaz de hacerla olvidar todo su paso por la base de Freezer hasta tal punto que no era capaz de recordar al tirano.
–Freezer–nombró Vegeta esperando por la reacción de Bulma. Ella sólo estaba recibiendo información, no estaba recordando nada. Él sabía que la peliazul hubiera puesto una mueca de asco o desagrado con tan solo escuchar aquel nombre, pero tan sólo asintió dándole a entender que estaba atenta a su historia–. Da igual. Lo maté. –
Los ojos de Bulma se agrandaron al escucharlo y él sonrió de medio lado con orgullo. Sólo aquella acción desencadenó una reacción que no pasó desapercibido para el Príncipe. Ella se había ruborizado.
–¡Eh! –ambos miraron al frente para encontrarse con Bonnet, el superior de Bulma. Éste se acercó a los dos con gesto enfadado. Vegeta, que vio ridículo su aspecto, mostró una sonrisa burlona, molestando de inmediato al hombre de baja estatura–. ¿Qué haces aquí con este mono, Bulma? –
–¿Mono? –repitió Bulma mirando a Vegeta que había cambiado su semblante por uno más sombrío–. Él es el Príncipe Vegeta, Bonnet. Deberías tenerle más respeto. –
Vegeta se giró a ver a Bulma cuando le escuchó. Pudo ocultar la sorpresa en sus palabras, pero fue imposible cuando ésta le dedicó una mirada cómplice acompañada de una sonrisa divertida.
–¿Príncipe? ¿De qué? –Bonnet miró molesto a Vegeta, pero su apariencia imponente junto con su mirada amenazante consiguió asustarle–. Bu-bueno que sea la última vez, Bulma. No-no puedes entretenerte en los pasillos hablando con cu-cualquiera. –
–Sólo me ayudaba a encontrar el laboratorio–Bonnet miró de arriba abajo al Príncipe. Era obvio que sus intenciones eran todas menos ayudar a la mujer–. Y yo le tengo que ayudar a encontrar el comedor. –
–¡De eso nada! ¡Puede ir solito! –Bonnet agarró a la mujer de la muñeca para tirar de ella y llevarla hacia el laboratorio.
Aquel gesto para Vegeta no era aceptable, así que se adelantó a sus acciones. Apartó a Bonnet de Bulma, agarrándole por el cuello, alzándole hasta que sus pies se separaran del suelo y haciéndole chocar contra la pared de manera brusca.
–No vuelvas a hacerlo–dijo con voz heladora. Bonnet tragó saliva. Sus ojos mostraban terror y sus labios temblaban de miedo.
–Vegeta–la mano de Bulma tocándole el hombro hizo que un calambre recorriera todo su cuerpo, obligando a aflojar el agarre–, suéltale, por favor. –
Por el rabillo del ojo pudo apreciarla. Estaba preocupada pero no asustada, aunque sabía que era cuestión de tiempo si seguía viéndole con aquella conducta.
–No le diré a Cooler... no diré na-nada–Vegeta miró a Bonnet–. Si él su-supiera volvería otra vez a empezar. –
Vegeta frunció el ceño. Entendía el mensaje. Bonnet iría corriendo a chivarse a Cooler y éste intentaría hacer que Bulma olvidase aquel encuentro con él. Gruñó con rabia y, con el mismo sentimiento, soltó al científico que cayó sentado al suelo.
El Príncipe se dio la vuelta y miró a Bulma que le contemplaba preocupada.
–Mujer–un escalofrío inundó el cuerpo de Bulma, erizando su vello con tan solo aquella palabra. Sus ojos se agrandaron y curiosa miró al saiyajin que la contemplaba de una manera que la hacía arder todo el cuerpo–, no seas tan confiada con el primer soldado que te encuentres por estos pasillos. No siempre tendrás la suerte que has tenido hoy. –
Ella sonrió y le vio marchar en la dirección por la que habían venido. Tragó saliva y se acercó a Bonnet para ayudarle a levantarse. Éste estaba bastante molesto y durante el camino hacia el laboratorio le pedía una y otra vez que no volviera a ir sola y mucho menos a hablar con el hombre con quien se había cruzado.
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~Dos días después~
Bulma suspiraba pesadamente mientras se quitaba la bata. Era la única que estaba en el laboratorio y es que todo el mundo se había marchado. Ella estaba cansada de la rutina que tenía. Su tiempo lo invertía en el aquel lugar, en el comedor y en la habitación. No había ido a ningún otro sitio y no había hablado con nadie más que con Bonnet y algún que otro compañero. La convivencia con Chi Chi era de un buenos días y buenas noches que según el humor de ella alguna vez podría tener una contestación.
Sólo las noches las empleaba en recordar al soldado que se cruzó en los pasillos y que no había vuelto a ver. Era cierto que se había cruzado con otros guerreros, pero todos la miraban de arriba abajo y soltaban un comentario incómodo, lo que le hacía recordar el consejo que Vegeta le dio.
–Buenas noches, Bulma–la mujer que estaba apunto de salir del laboratorio se encontró con la muchacha que trabajaba en el comedor. Llevaba una bandeja con comida y un vaso lleno de agua.
–Buenas noches–contestó la humana viendo como la chica se acercaba a una mesa vacía para dejar la bandeja.
–No te he visto en el comedor así que te he traído la cena. Imagino que tendrás hambre–Bulma sonrió y se acercó a donde estaba. Vio la bandeja con un plato de caldo, una pieza de fruta y un vaso lleno de agua–. Sé donde la cocinera guarda las mejores raciones así que puedes comer sin querer vomitar después. –
–Te lo agradezco–Bulma agarró el plato y una cuchara para empezar a comer. En silencio contempló a la joven que no se había marchado y que, incómodamente, la estaba observando. Cuando ingirió el sorbo de caldo que había introducido en la boca se dispuso a hablar–. Te he visto mucho en el comedor pero no sé como te llamas. –
–Aloy–contestó la joven con una sonrisa.
–Y tú sabes el mío por....–dejó de hablar para esperar la respuesta de la rubia.
–Alguna vez que te hayan nombrado cuando hablabas con alguien en el comedor–contestó con seguridad la joven–. Sé servir y escuchar a la vez. –
–Yo lo llamaría ser más curiosa de lo normal–sonrió Bulma haciendo que la joven se sonrojase–. No te avergüences. Yo también lo soy bastante. –
–La verdad es que no tengo mucha gente con la que poder hablar y te veía una persona bastante empática. Algo que por aquí no se ve–comentó Aloy mientras veía como la humana bebía agua.
Bulma dejó el vaso sobre la bandeja y miró la fruta. Estaba en mejor estado que las demás que había comido.
–Ni con tu compañera de habitación–respondió la mujer recordando a Chi Chi–. ¿Tú duermes con alguien? –
–Duermo con una de las cocineras que ronca tanto dormida como despierta–se burló la joven haciendo que la mujer riera por el comentario–. Es agradable, pero como todo el mundo aquí se ha acostumbrado al ambiente sombrío y es muy cortante, incluso bastante bruta hablándome. Tengo miedo de acabar así. –
Las palabras de Chi Chi llegaron a su mente tan pronto como la joven hablaba sobre su futuro en la base, uno en el que podría morir por culpa de su supuesto amante.
–¿Por qué estás aquí? –preguntó Bulma con un tono de preocupación.
Aloy la contempló unos segundos y ese fue el tiempo que necesitó Bulma para acordarse de aquella mirada. Ya había visto a la muchacha antes, era una de las que llevaban los soldados a rastras el día que Chi Chi la enseñaba donde estaba su habitación.
–Es cierto que eres curiosa–Aloy hizo que Bulma volviera al presente–. Un soldado pagó por mí, para que nadie pudiera hacer conmigo tantas cosas horribles como pudieran llegar a pensar. –
–¿Acaso él no lo hace? –Aloy sonrió mientras negaba con la cabeza.
–Es diferente–la muchacha echó uno de sus dorados mechones detrás de su oreja–. Él no me hizo nada, solo quiere protegerme. Es raro que un soldado sea así pero los hay. –
Bulma sonrió porque no pudo evitar pensar en el Príncipe y en el trato que tuvo con ella. Se había cruzado con otros soldados pero es que ninguno se podía comparar a él, porque hasta la mirada que tenía era muy diferente.
–¿Te ha pasado a ti también? –Bulma miró a la joven que la contemplaba con curiosidad–. Tienes esa típica sonrisa. –
–¿Típica sonrisa? –
–Ya sabes... cuando te acuerdas de alguien especial que te hace sentir bien–las mejillas de Bulma empezaron a sonrojarse, provocando una sonrisa en Aloy–. Lo hay. ¿Quién es? –
Bulma alzó una ceja, sorprendida de la curiosidad de la joven, pero prefirió no quejarse porque, además de que ella también lo era, Aloy era con la única persona, aparte de Vegeta, con quien había tenido una conversación fluida.
–Vegeta–Aloy sonrió, no por lo que Bulma pudiera llegar a pensar, sino porque sabía por parte de Trunks que ese era su padre y que se habían cruzado hacía escasos días. Que la joven estuviera allí fue con un propósito–, me dijo que era un Príncipe. –
–Pero... ¿cómo conoces a un Príncipe en esta base? –Aloy se apoyó en la mesa mientras veía a Bulma terminase la fruta que le había traído.
–Estaba perdida y me lo encontré en el pasillo. Le pregunté y dio la casualidad que fue amable y de que era un Príncipe–contó ella apoyándose a su lado–. ¿Ha saciado tu curiosidad? –
–Más o menos–sonrió la joven–. ¿Es un hombre con el pelo en forma de llama? –Bulma borró la sonrisa al escucharla a lo que la muchacha decidió explicarse–. También me toca servir en el comedor donde están los demás soldados, y recuerdo a un hombre que se llama Vegeta. –
–Era él–Bulma suspiró y apartó la mirada de Aloy–. Pero Bonnet me ha avisado de que Cooler no quiere que mantenga ningún tipo de relación con ningún hombre de esta base. –
–¿Por qué? –Bulma se encogió de hombros.
–Yo también lo pregunté pero no quisieron darme una respuesta certera–la científica echó hacia atrás de su oreja un mechón de cabello azul–. Tengo que centrarme en mi trabajo, dicen. No hay más. –
–Podríais intentar hablar o quedar a escondidas–Bulma alzó una ceja contemplando a la rubia–. Resultaría muy emocionante a la vez que excitante ¿no? –
–Puede–suspiró la mujer–. Pero para eso debería volver a verle y no creo que ocurra. –
–¿Y si te ayudo? –Aloy se separó de la mesa para ponerse delante de Bulma con una sonrisa segura mientras la mujer cruzaba los brazos contemplando a la muchacha.
–¿Y como harías algo así? –preguntó la mujer curiosa por la respuesta.
–Ya te dije que le veo en el comedor–recordó la rubia contemplando como la mujer ante ella le prestaba atención, mostrando más interés con cada palabra que salía de los labios de la joven–. Puedo hacerle llegar un mensaje de tu parte. ¿Qué te parece? –
Bulma se mordió el labio y apartó la mirada mientras pensaba en la idea. No le gustaba pensar que pasaría si Cooler se enteraba de que ha faltado a su orden, pero la verdad es que sentía la necesidad de hacerlo. Hasta día de hoy, además de Aloy, Vegeta parecía interesado en hablar con ella y no quería perder esa oportunidad.
–Puede que no sea mala idea–Bulma miró a la joven que parecía decidida en darle un mensaje al saiyajin–. Está bien. –
Bulma accedió al plan de Aloy a sabiendas del riesgo que podría suponer si Cooler llegara a enterarse de ello, pero prefería a quedarse con los brazos cruzados viendo como pasaba el tiempo en aquella base aburrida y oscura.
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La noche había pasado tan malas como todas las anteriores sin Bulma. El día llegaba y no era ni de cerca mejor. El saiyajin se encontraba en el comedor desayunando en compañía de su hijo, de Raditz y del hermano de éste que se había propuesto ser la molestia de los recién llegados, al menos así lo veían tanto el Príncipe como el melenudo, porque el único que le toleraba era Trunks.
El saiyajin sintió la presencia en la mesa de otra persona, de pie ante ellos. Poca atención prestaba ya que eran parte del servicio, pero ver que la muchacha que servía la mesa le decía algo al oído a su hijo le molestó. Duró poco rato con él y seguir con sus tareas.
Vegeta miró a su hijo que volvió la cara a él. Encontrarse a su padre con una mirada fría, el ceño marcado y un ki que aumentaba por segundos le alertó de que estaba bastante cabreado.
–¿Te crees que este es el momento para que te pongas a hacer el tonto con una mujer? –Trunks suspiró al ver el estado de su padre–. Mocoso, escucha lo que te voy a decir porque...–
–Madre pregunta si aún sigues buscando el comedor–Trunks interrumpió sin miedo alguno a su padre, que silenció al escucharle, así como Raditz miraba atento y Kakarotto curioso.
Vegeta empezó a ponerse nervioso y se dio cuenta de que no estaba en el mejor lugar para perder los nervios y que tampoco estaba acompañado por quien quisiera para poder hablar. Las miradas de los dos hermanos le hicieron sentir más incómodo así que optó por lo único razonable que le pasó por la cabeza.
Se levantó bruscamente y agarró por el brazo a Trunks, llamando de esta manera la atención en varios soldados que, para su suerte, pronto les dejó de interesar. Sacó a su hijo a la fuerza del comedor y lo llevó hasta el pasillo. Buscó con su mirada alguna sala vacía para poder entrar y la encontró a cinco puertas que conectaban con el comedor.
De un empujón le metió dentro de aquella habitación que no era muy grande, sólo lo suficiente para almacenar robots destrozados que utilizarían en un futuro para sacar piezas. Allí estampó al muchacho contra la pared y sin ningún miramiento empezó con su interrogatorio.
–¿De qué demonios va esto, Trunks? –el joven miró con firmeza a su padre–. ¿Quién era esa chica? –
–Pagué por ella–Vegeta miró a los ojos azules de su hijo. No tenía miedo, sólo veía que estaba intranquilo e imaginaba que aquella situación le estaba sobrepasando, pero él no se dio cuenta.
Vegeta soltó a su hijo mientras recordaba una conversación que tuvo con él. Trunks ya había mencionado lo de la joven y él le advirtió de que era mala idea.
–Ella se va a acercar a madre para que podamos ayudarla a recordar–explicó el joven–. Ayer fue al laboratorio y hablaron. Mamá le habló de ti y Aloy le ofreció la oportunidad de ser la mensajera entre ambos. –
–¿Sabes que pasará si Cooler se entera? –Trunks sonrió al escuchar a su padre, porque aquella frase era más típica de su madre que de él.
–Sí, y madre también. No ha dudado en arriesgarse–Vegeta apartó la mirada de su hijo. Recordó cuando le mencionó que se encontró con ella en el pasillo, pero no contó todo tal y como lo haría Bulma–. ¿Qué más opciones tenemos? –
–Trunks–gruñó Vegeta volviendo la mirada a su hijo–, está bien. Puede que tu plan salga pero ¿cómo has conseguido dinero para pagar por esa chica? –
El Príncipe vio como su hijo esquivaba la mirada y eso le alertó. Sabía que su padre era incapaz de pasar algo por alto.
–Turles pagó por ella a cambio de que yo trabajase para él–el ki de Vegeta volvió a elevarse. Trunks era consciente de que la respuesta no era agradable–. ¿Y qué hacer, padre? Es la única opción que tenía y que...–
–Es humillante y más para alguien de sangre real–Trunks rodó los ojos–. Tenías que consultarme y...–
–¡Lo hice! –interrumpió bruscamente el joven. En los ojos fríos de su padre se dio cuenta de que eso no era lo mejor que podía hacer–. Lo intenté hablar contigo y me dijiste que no era buena idea, pues ya ves que te equivocabas. –
Vegeta empezó a cerrar los puños con fuerza. Trunks no pasó desapercibido cada movimiento amenazante de su padre y decidió seguir hablando.
–Puede que sea humillante lo que he hecho pero si esto ayuda a que madre nos recuerde no me importan las vejaciones que tenga que sufrir–las palabras de su hijo hicieron que la rabia se amainaran. Él hablaba con seguridad, sin ningún tipo de miedo, y eso enorgullecía al Príncipe–. Haría esto tanto por ella como por ti, padre. Y aún me remueve no poder estar con Bra. –
El Príncipe suspiró tras escuchar a su hijo. Éste se acercó y colocó una mano en su hombro. Ambos intercambiaron miradas y, en ese pequeño lapso de tiempo, Vegeta contempló los azulados ojos de Trunks, herencia de su madre y los cuales también tenía la pequeña Bra.
–Además podemos ganar más–Trunks sonrió separándose de su padre–. Aloy es hija de reyes. Si ayudamos a su planeta cuando acabemos con Cooler ella nos ofrece vivir allí. No tendríamos que buscar un nuevo hogar. –
Vegeta asintió y Trunks sonrió ante el gesto de su padre, dando por zanjada aquella conversación en la que el Príncipe de los Saiyajins estaba de acuerdo con el plan de su primogénito.
–Entonces ¿qué le vas a contestar a madre? –Vegeta recordó la frase de su hijo. No se sentía cómodo con aquella idea de mandar mensajes como una panda de jóvenes pero no le quedaba otra si quería verla otra vez.
–Sólo quiero verla. Que se lo diga–Trunks resopló no muy convencido pero no objetó nada. Conocía a su padre a la perfección.
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La noche se hizo dueña una vez más de aquella base. Bulma había terminado con su trabajo y había vuelto de cenar. Ahora se encontraba en el que era, sin lugar a dudas, el sitio más relajante para ella. La ducha.
El vapor se hizo presente en el baño mientras ella limpiaba su melena con el champú. El agua caliente caía por su cuerpo desnudo mientras ella, con los ojos cerrados, imaginaba como era el mundo fuera de aquella base. Por mucho que intentase, no conseguía recordar. Sentía como todo estaba en blanco y no podía darle forma. Bonnet dijo que iría recordando con el tiempo, pero éste no estaba de su parte y la hacía mantenerse en el mismo vilo.
"Piensa, Bulma, piensa". Se decía así misma intentando forzar algún recuerdo, algo que la diera lucidez.
–¿Quieres que te ayude? –Bulma abrió los ojos cuando. En su cabeza escuchó aquella voz–. Tú sola no puedes enjabonarte la espalda. –
Bulma volvió a cerrar los ojos. En su cabeza había como otro universo en el que ella estaba haciendo exactamente lo mismo pero no estaba sola, estaba acompañada. En ese mundo ella tenía los ojos abiertos y se había girado para poder contestar al otro ocupante de aquella otra ducha imaginaria.
–¿Por qué estás aquí? –Bulma miraba al guerrero que se topó hacía unos días en el pasillo. En su imaginación él estaba desnudo, pero no tenía la capacidad suficiente para imaginarlo tanto como ella querría.
–Porque tu mente es muy sucia, mujer–otro escalofrío recorrió todo su cuerpo, haciendo que terminase en su zona más sensible.
–Sí solo nos vimos una vez–dijo ella, para convencerse de que no estaba obsesionada con el hombre que estaba soñando en su universo inventado.
–¿Entonces por qué estoy aquí? –la voz de aquel Vegeta era sensual. Su mirada no hacía falta imaginarla, él la miró así en el pasillo.
El calor envolvió el cuerpo de Bulma. Estaba tentada a cambiar el agua para que saliera fría.
–Porque mi mente es muy sucia–respondió ella con una sonrisa.
–¿Ya te lo has imaginado? –Bulma tragó saliva contemplándole. Su mano se había puesto sobre su mejilla, pero odiaba no poder sentir el tacto–. ¿Cómo se siente cuando te toco? –
Bulma era incapaz de responder, sus propias manos estaban acariciando su piel, pasando por su cuello, palpando sus pechos, viajando por su vientre y concluyendo en su entrepierna. Sus labios se entreabrieron ante el tacto de los dedos contra su sensible zona.
–¿No vas muy rápido? Apenas conoces mi nombre y ya deseas que te lo haga en la ducha–Bulma no fue capaz de responder a su visión, sólo tuvo capacidad suficiente para imaginar que su mano era la de él.
Un portazo fue suficiente para que Bulma se sobresaltara. Abrió los ojos y se dio cuenta de que esa ducha estaba ocupada sólo por ella y que su mano estaba explorando su cuerpo. Dejó de tocarse en cuanto la voz de Chi Chi se escuchó detrás de la puerta, avisándola de que llevaba demasiado tiempo dentro y que ella también tenía que entrar.
Bulma no tardó en salir de la ducha, cubrió su acalorado cuerpo con una toalla y abrió la puerta para encontrarse con una molesta Chi Chi. Hacía tiempo que optó por ignorarla, porque era básicamente lo que la morena hacía. La mujer entró en el baño y ella se quedó en la habitación. Se sentó sobre su odiosa cama y empezó a pensar.
"Apenas conoces mi nombre y ya deseas que te lo haga en la ducha". Sus mejillas se tiñeron de rojo ante el recuerdo. Era cierto. Había visto a Vegeta una vez pero algo en su interior le decía que ese hombre tenía algo especial. Cada vez que recordaba sus ojos negros sentía todo su cuerpo arder y al pensar en sus labios, los cuales contempló en su momento tras un análisis que pensó que había sido cautelosa, sólo podía pensar en probarlos. Había algo que le atraía de él, como un imán al metal.
Lo que más la tenía desconcertada era cuando la llamó mujer. No debía darle importancia pero su cuerpo reaccionó a ello, era como si esa palabra encendiera algo en su cabeza.
Sus pensamientos se disolvieron cunado escuchó unos pequeños golpes en la puerta de la habitación, y, tras ellos, una voz. Era Aloy diciendo que necesitaba hablar con ella. Bulma sonrió y se levantó de la cama aun con la toalla enredada en su cuerpo. Se acercó a la puerta y la abrió para ver a la muchacha con una sonrisa radiante en el rostro.
–¿Ha ocurrido algo? –preguntó Bulma al verla. La joven asintió eufórica–. Pasa y comparte tu alegría conmigo. –
Aloy no tardó en entrar. Bulma cerró la puerta mientras invitaba a la muchacha a sentarse, pero ésta amablemente le dijo que no hacía falta.
–¿Y bien? –esperó Bulma por una respuesta.
–Vegeta quiere verte–dijo de manera directa la joven. Bulma no pudo evitar abrir los ojos de la sorpresa a lo que Aloy sonrió más–. Me ha dicho que dentro de dos días se va a ir a una misión encomendada por Cooler y que le gustaría verte antes de partir. –
–Oh...–la sorpresa se apoderó de Bulma hasta tal punto que no sabía como reaccionar. Se sentó en la cama para poder recopilar la información que acababa de recibir.
–¿Quieres? –preguntó Aloy tomando asiento a su lado. Bulma sonrió y asintió–. Podéis veros por la tarde en mi habitación. Mi compañera se pasa todo el día fuera de ella. –
–Prefiero estar en un sitio donde no haya una cama–Aloy alzó una ceja al escucharla y más al notar su rubor–. En los pasillos de esta área no pasan soldados y a ciertas horas apenas está transitado. Podríamos vernos por aquí. –
–Es un poco cutre ¿no? –Bulma hizo una mueca de disgusto ante el comentario de la rubia–. ¿Por qué te molesta un sitio donde hay una cama? –
–¡Eh! Te pasas de curiosa–contestó de mala gana la peliazul aún con sus mejillas ruborizadas–. Tú dedícate a decirle que en el pasillo y se acabó. –
–Vale–aceptó con desgana la joven.
Bulma resopló ante los comentarios de la joven. Realmente no era la curiosidad de ella, sino más bien los pensamientos que estaba teniendo. Sus recuerdos estaban tan nublados que no era capaz de recordar a un hombre a su lado, compartiendo un momento de intimidad, pero su cuerpo reaccionaba a esas ideas, lo que le generaba miedo e inseguridad.
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Sus ojos negros no perdían detalle de la niña de cabellos azules que estaba sentada en el jardín interno de la base. La hierba era artificial, no emanaba olor alguno de ella. Las paredes metálicas que les rodeaban eran blancas y el techo de cristal dejaba ver el cielo tiñéndose de rojo.
El hombre había estado estudiando a la pequeña y sus comportamientos, había pasado de la desesperación a la rabia y ahora sólo se encontraba añorando a su familia.
–Bra–Tarble, quien estaba a cargo de la niña por orden del Rey Cold, se acercó a ella mientras le hablaba en un tono suave.
–¿Por qué no vienen? –la pequeña habló sin mirar a Tarble. Durante el tiempo que estaba allí no había parado de preguntar sin recibir ninguna respuesta. Era consciente de que estaba con gente mala, porque vio lo que le hicieron a su madre, pero no entendía porque su padre no había ido a salvarla–. ¿Ese hombre malo ha matado a mi papá? –
Tarble se sentó al lado de Bra. La niña alzó la mirada al hombre que había estado con ella hasta el momento. Sus ojos azules estaban apagados, su piel más pálida de lo normal y sus labios se arqueaban con tristeza.
–Te pareces mucho a él–le dijo la niña contemplándole. Tarble se sorprendió de escucharla–. Tienes el pelo en punta y papi también, aunque él es más como una llama y tú como pinchos. –
El hombre sonrió a la pequeña mientras acariciaba su cabello, intentando calmarla. Bra no pudo aguantar y se acercó a él, abrazándole para poder llorar en su pecho. Tarble sintió que se rompía ante aquella imagen. Por mucho que viviera en una infernal base no podía compararse con los que allí habitaban, algo dentro de él le hacía ser diferente y ahora había conocido a aquella niña que le hacía darse cuenta que no era raro, habían más seres capaces de sentir como él lo hacía.
–Escúchame, Bra–Tarble le apartó un poco, vio sus ojos repletos de lágrimas que recorrían sus mejillas–, tu padre no está muerto. Verás que estarás de nuevo con él, y con tu madre y tu hermano. –
Bra asintió entristecida para volver a abrazarlo. Tarble no dudó en rodear a la pequeña para consolarla mientras que pensaba en que decirle al Rey Cold. Necesitaba explicaciones sobre aquella niña. Sabía que era la hija del enemigo, de aquel que mató a Freezer, pero no entendía porque hacer tanto daño. ¿Por qué retenerla y no matar a su padre?
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Como prometí aquí esta el tercer capítulo! Espero que os haya gustado :)
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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