Capítulo 17. Almas unidas
ATENCIÓN: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENA LEMON
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El movimiento de su falda violeta se mecía al son de sus pasos. Corría por los estrechos y blanquecinos pasillos mientras una dulce y burlona risa se escapaba de sus labios rosados. Vio su cabeza girar y los mechones de su lacia melena mover al mismo ritmo. Sus hermosos y brillantes ojos azules contemplaron con admiración al hombre que seguía sus pisadas, con los brazos cruzados y el ceño marcado. Eran jóvenes, todavía en plena adolescencia, y en cambio habían vivido más que cualquier adulto que procediera de un planeta pacífico.
Aquella imagen le pareció la más hermosa y también la más lenta. La veía correr pero en cambio a penas avanzaba. Solo podía ver el tintineo embrujante de aquellos iris cristalinos. No se cuestionaba si el tiempo se había parado o simplemente su cabeza estaba jugando con él, pero hubiera querido que se quedara así para siempre, mas no hubo dicho deseo.
El tiempo se descongeló y el pasillo desapareció, tornando su entorno en un vacío negro que detuvo la carrera de la muchacha y que le privó a él de sus ojos azules cuando se giró para darle la espalda. No fue consciente de lo ocurrido hasta que ella apartó la mirada de él. Aquella oscuridad envolviéndole y esa hermosa muchacha observando a un tercero que se hacía poco a poco más grande su figura.
Cuando él pudo ver lo mismo que los ojos de ella veían, su corazón se paralizó y su aliento se cortó. Aquella enorme figura que reía era exacta a la de Freezer. Al alcanzar un tamaño gigante, atrapó entre sus manos a la muchacha que soltó un grito que no llegó a escucharse. Solo las risas de aquel monstruo era lo que resonaba en aquella cárcel de oscuridad. El muchacho nombró a la joven en reiteradas ocasiones, pero su voz era opacada por un silencio que le impedía que las palabras fueran escuchadas.
Lo último que vio fue aquel rastro de lágrimas que se escapó cuando fue atrapada por la colosal bestia que amenaza con aplastarla entre sus gigantes y fuertes manos blancas.
–¡Bulma! –gritó sobresaltándose de la cama. Su pecho subía y bajaba violentamente mientras gotas de sudor recorrían su rostro. Bajó la mirada y contempló el lado derecho de la cama, topándose con los ojos de su amante casi entrecerrados.
–¿Qué ocurre, Vegeta? –abrió los ojos con lentitud a la vez que se sentaba sobre el colchón. Analizó al Príncipe que tenía una respiración acelerada y se encontraba empapado en sudor. Colocó su mano sobre la espalda de él y notó la inquietud que le envolvía–. ¿Estás bien? –
Vegeta tragó saliva y comprobó el estado de la humana. Había tenido un sueño, posiblemente un recuerdo de la base de Freezer que su cerebro manipuló a su antojo. Ni ellos eran adolescentes, ni aquel monstruo estaba vivo y, lo más importante, Bulma no estaba herida.
–¿Vegeta? –volvió a llamarle ante la preocupación de su estado–. Ha sido una pesadilla, Vegeta. –
El asintió y volvió a tumbarse en la cama, con la mirada puesta en el techo y la cabeza en su reciente sueño. Bulma analizó su estado. No sabía lo que había sucedido pero escuchar su nombre salir de sus labios en tono desesperante y aquel estado de nervios le hacía imaginar que era lo que perturbaba al saiyajin. Sonrió levemente y se acomodó en el pecho del guerrero, que no dudó en rodear su cintura cuando hubo el contacto entre ambos.
–Somos libres, Vegeta–se aferró con mayor fuerza al pecho del guerrero–. Ahora solo pueden hacernos daño en nuestros sueños, pero pronto sabremos vencerlos y ya no habrá nadie que pueda con nosotros. –
–¿Qué perturba tus sueños, mujer? –Bulma acarició con lentitud el torso desnudo de Vegeta.
–El otro final en el que no salimos victoriosos–el escalofrío que recorrió el cuerpo de la humana se transmitió a Vegeta.
–No podía haber otro final–ella alzó su mirada hacia Vegeta, que le contemplaba a la vez que su mano se metía por debajo de la tela de su camiseta de tirantes, acariciando con suavidad la espalda de la mujer–. Solo nosotros como vencedores. –
–Y aun así en tus sueños parece que tampoco lo somos–el emitió un gruñido como una contestación de desgana.
La mano de Vegeta siguió navegando por la espalda de la mujer que se retorció al sentir un pequeño cosquilleo. La sonrisa dulce que se formó en sus labios cautivó al guerrero que veía como sus caricias tenían en la humana mucha influencia.
–Ya pasó tu ebriedad, mujer–Bulma se sonrojó. No había bebido mucho y lo poco que tomó le subió con rapidez, hasta el punto de llegar a la cama y dormirse al instante, dejando a un saiyajin enfadado y deseoso de una noche de lujuria–. Por un momento imaginé que debía esperar hasta el amanecer. –
Con una velocidad sorprendente, Bulma se vio tumbada sobre el colchón con el saiyajin encima suya. Éste tenía una sonrisa seductora y una mirada brillante. La humana pasó de la sorpresa a cambiar su rostro por uno más pícaro.
–¿Realmente tuviste una pesadilla o fue todo un montaje para acostarte conmigo? –alzó su ceja azulada a la vez que sonreía ladinamente.
–No necesito de míseras tretas para eso–Vegeta colocó su índice sobre el borde de la fina camiseta. Ejerció la fuerza exacta para no dañarla a ella y poder rasgar la tela hasta exponer la desnudez de la humana, que soltó un pequeño grito ante el acto del guerrero. Le miró con el ceño marcado, encontrándole con una sonrisa de lado que logró desencajar su postura–. ¿Querías objetar algo, Bulma? –
Sus mejillas se tornaron rojizas cuando su nombre salió de los labios de Vegeta en un tono seductor. Daba igual cuantas veces ellos hubieran hecho el amor, el saiyajin conseguía ponerla nerviosa de alguna manera u otra. Se sentía embrujada y seducida. Estaba completamente a su merced.
–¿Y bien? –siguió jugando el guerrero mientras acariciaba con la yema de sus dedos el vientre de la humana, bajando hasta la ropa interior que molestaba a su vista.
–Te he pedido muchas veces que no me rompas la ropa–Bulma intentó mantener una postura, pero la sonrisa de Vegeta seguía siendo su enemiga–. ¡Me vas a dejar sin ropa! –
–¿Y cuál es el problema? –el saiyajin agarró el borde de la prenda y con un tirón seco consiguió romperla, dejándola completamente desnuda y sonrojada–. En esta habitación no la necesitarás. –
Vegeta se aproximó a ella lentamente mientras sus ojos se cerraban así como los de su amante. Alcanzó la suavidad de sus labios que los reclamó en un dulce beso. Era delicado, casi inocente, pero a cada segundo que pasaba se iba transformando en ardiente y adictivo. Sus cuerpos reaccionaron como si una llamarada ardiente se extendiera imparable entre ellos. La mano del Príncipe, curiosa y exploradora, se colocó en el delicado cuello de Bulma, llenándola de caricias con el recorrido que hacía con la yema de sus dedos que llegaron hasta su pecho izquierdo. Se colocó sobre él y, notando como temblaba bajo su tacto, masajeó levemente en círculos su seno, logrando que la piel de la humana se erizase al leve contacto.
Su beso se hizo cada vez más ardiente cuando Bulma introdujo su lengua en busca de la de su amante. Ambos comenzaron una batalla en la que no había vencedores ni perdedores, solamente dos cuerpos buscando con anhelo el centro del más perfecto placer. Sumando aquella pelea ardiente se encontraba la mano del Príncipe que masajeaba y apretaba delicadamente el pecho de la humana que rompía sus gemidos en la boca del saiyajin. Notaba todo su ser vibrar bajo él.
El guerrero rompió el apasionado beso. Sus oscuros ojos se encontraron con los azulados de ella. Podía ver reflejado en ellos el mismo deseo que a él le estaba envolviendo. Se aproximó a su cuerpo para seguir un sendero con sus labios por la ardiente piel de la científica. Comenzó besando su barbilla para continuar probando con su lengua el cuello que ella estiraba. Lamió cada tramo hasta llegar a su hipnotizante escote, terminando por saborear el delicado seno derecho que hasta el momento estaba libre de él. En el momento que hizo contacto con él, aprisionó con fuerza el izquierdo consiguiendo que un gemido se liberase de los labios de amante. Aquello excitó al saiyajin y le incitó a seguir con su lujuriosa tortura.
¿Cuánta belleza podía caber en un solo cuerpo? Para él, Bulma era una clase de diosa que alguien había traído a aquel mundo mortal repleto de idiotas. Aquella deidad que se cruzó con él, un ser despreciable que no había sido capaz de ver más allá de él hasta que ella llegó a su vida, dándole el sentido que le faltaba. No tenía a quien agradecer su existencia, simplemente podía hacerla disfrutar como se merecía.
La espalda de Bulma se arqueó lentamente cuando notó la indecente lengua del guerrero moverse en círculos por su rosado pezón, endureciéndolo al leve contacto. Mordió su labio inferior cuando su pecho izquierdo lo movía con la fuerza exacta para que sintiera aquel placer que le provocó un escalofrío que comenzó en su entrepierna y llegó hasta su nuca. Echó su cabeza hacia delante para buscar aquellos ojos negros que lascivamente la contemplaban. Pudo apreciar aquella sonrisa altiva que tanto la seducía. La humana separó un poco sus labios para dejar salir suaves gemidos cuando sus dedos acariciaban su otro pezón a la vez que succionaba el otro. Aquel sonido era música para los oídos del saiyajin y por eso quería que los decibelios de estos aumentaran.
Liberó el pecho que sostenía firmemente con su mano, pasando con la yema de sus dedos hacia su vientre. Acariciaba lentamente la piel humana, notando los escalofríos que la estremecían cada vez que se acercaba más a su intimidad. Contempló su rostro, quedándose con el momento en que sus dedos hicieron el primer contacto con su entrepierna. De los rosados e hinchados labios de la científica salió un dulce y perfecto gemido que hasta a él le hizo vibra.
Suavemente acarició los labios internos de ella, escuchando como a la menor caricia gemía y pedía por más. El cuerpo de Bulma estaba ardiendo y cuando llegó a su intimidad ésta ya se encontraba algo húmeda, facilitando la entrada de dos dedos en el interior de su cuerpo. Jadeó y se agarró a la nuca del Príncipe, quien sus labios aun probaban el dulce sabor de su pecho. La humana se meció con lentitud al ritmo que él la penetraba. Sus pechos se movían en sintonía a sus movimientos, embrujando al guerrero que estaba más excitado. Quería oírla gritar, rogar por más y que le dijera cuanto le había echado de menos, porque él la había añorado a toda ella durante mucho tiempo.
Liberó el pecho que lamía con entretenimiento. Contempló a la humana que se mordía el labio inferior mientras se agarraba a la almohada cuando él la penetraba a la vez que ella meneaba hechizante sus caderas. Aquella imagen le pareció demasiado hermosa. Bulma con sus cabellos esparcidos por la cama, con los ojos cerrados y las mejillas enrojecidas. Su pecho subía y bajaba, terminando de hipnotizarle. El guerrero se relamió los labios y buscó nuevamente con necesidad la calidez de su ardiente piel. Se aproximó a su cuello y lo beso delicadamente, manteniendo el ritmo de la penetración rápida y constante de sus dedos. Escuchó en ese momento su voz temblar. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Vegeta, deseando mucho más. Lamió su piel y después la mordió con sumo cuidado. La mujer se aferró a su espalda fuertemente al sentir sus dientes clavándose en su cuello. Sus caderas se movieron más rápidamente y él lo entendió. Ella deseaba más y él no pensaba negarle ese placer.
Con sus dos dedos penetrando en su interior, acarició lentamente su clítoris, escuchando al momento su elevada voz. Sonrió triunfante al conseguir brindarle lo que buscaba. La tocó con delicadeza, esperando porque sus gemidos fueran constantes e igual de elevados que el último. Bulma seguía meciendo sus caderas para que el encuentro fuera más ardiente y en aquellas olas de placer que la invadían encontró su respuesta. Su voz temblaba, así como su cuerpo. El placer se adueñaba de ella y ella se dejaba hacer a su voluntad.
Gemía en el oído de Vegeta que se entretenía lamiendo y relamiendo a su antojo su delicado cuello. No había sonido más bello ni imagen más perfecta que aquella. Todo lo que procedía de ella era adorado por él. Solo quería ver hasta donde podía llegar para guardar el recuerdo como un tesoro. Acarició el clítoris un poco más rápido. Lo suficiente para que el placer que la estaba invadiendo subiera de nivel, uno en el que era perfecto para que ella gritase, se removiera y rogase por mucho más.
Bulma se agarro con fuerza a las sábanas. En aquel momento no era capaz de controlar los movimientos de su cadera. Se dejaba llevar por las perfectas caricias del Príncipe y las penetraciones de sus dedos rápidas y precisas. Gritaba su nombre y rogaba porque no terminase con su deliciosa tortura. Le deseaba. Le adoraba. Le necesitaba.
–Ve-Vegeta–fue capaz de decir entre gemidos la humana. El Príncipe seguía tocándola, deleitándose con el dulce sonido de su voz entrecortada y ronca–, te necesito. –
El cuerpo de Bulma temblaba de placer. El interior de Vegeta ardía fuertemente y al escuchar aquellas palabras notó como una corriente eléctrica se hizo presa de él. No era la única que necesitaba sellar aquel encuentro de una maldita vez. Él estaba deseando el momento de poder estar dentro de ella.
Sacó sus dedos del interior de la mujer y rápidamente se deshizo de su ropa interior, quedando igual de desnudo y expuesto que ella. Se colocó encima del cuerpo femenino. Bulma abrió más sus piernas mientras el Príncipe terminaba de posicionarse sobre ella. Lentamente él introdujo su miembro en el interior de la humana. Ella soltó un gemido elevado y él la acompañó cuando penetró hasta su interior. Se sorprendía todavía hasta que extremos podía llegar con ella. Lo que sentía no tenía límites y cada día que pasaba la deseaba más y más que el anterior.
La tomó con cuidado por la cintura para comenzar con sus movimientos suaves y lentos que llenaban a la mujer de una ola de emociones ardientes que imploraban porque estallasen en uno de lujuria imparable. Vegeta buscó sus labios y los besó con deseo y locura mientras se perdía en las caricias que ella le brindaba en su espalda. Tenía tanto tiempo que recuperar con ella que no sabía si habría suficiente. Veía que aquellas paredes eran las verjas de una celda de la que no quería escapar. Lo único que pedía era que aquel momento se hiciera eterno para sentirla como ahora lo hacía.
Lamió su labio y luego mordisqueó eróticamente su cuello. Penetraba cada vez con más fuerza en el interior de Bulma, quien meneaba sus caderas hacia él provocando que el placer fuera incrementando, así como sus ganas de querer más del otro. Ella arañó suavemente su espalda y él apretaba la yema de sus dedos contra su brillante piel. Aumentó el ritmo de sus embestidas, yendo cada vez más y más rápido. Cegaba de placer a la mujer que gemía a la altura de su oído, provocando que sus penetraciones fueran a más.
Vegeta bajó sus manos hacia el trasero de la humana y, sin romper su unión, la elevó hasta quedar él de rodillas sobre el colchón, cargando el cuerpo de la humana sobre el suyo. Bulma colocó sus manos sobre los hombros del guerrero y pegó su frente contra la frente del Príncipe. Suavemente se meció encima suya, dejando que sus gemidos salieran de sus labios sin querer retenerlos.
El Príncipe se perdía en la claridad de sus ojos, en el brillo de su piel y en esa mueca de placer que aparecía en su rostro al dejar salir un gemido. Elevó su mano por toda su espalda, rozando con sus dedos cada parte de su piel hasta alcanzar su cuello y llegar a su nuca, perdiéndola entre sus mechones azulados. Sensualmente agarró unos pocos y tiró de él hacia atrás. Parecía sumisa ante él, pero en realidad ella llevaba más las riendas de la situación. Subía y bajaba sobre él con un ritmo que le hacía perder estabilidad. Bajó sus ojos negros al hipnótico movimiento de sus pechos y con firmeza agarró su trasero con su otra mano libre. Ella gimió excitada.
Bulma volvió la cabeza hacia delante a la vez que la mano de Vegeta volvía a posarse sobre su trasero. La humana aumentó el ritmo mientras se aferraba al cuerpo fornido del guerrero. Sus mejillas estaban ardiendo y su respiración era entrecortada. Notando como llegaba a su límite, arañó la piel del Príncipe como si aquello le diera algún tipo de estabilidad.
No había más luz en la habitación que el brillo de la luna que atravesaba la ventana y en cambio ella sentía estar cegada. Todo se nublaba y el placer cada vez era más creciente. Le nombraba con un tono de deseo y desesperación, pues su cuerpo avisaba que pronto llegaría a tocar su cielo.
Vegeta aprisionó más su cuerpo al de la humana. Siguió penetrándola con el control que tenía para no dañarla. Apoyó su cabeza sobre su pecho, escuchando los fuertes latidos de su corazón. Tembló cuando ella acarició su cabello y depositó con suavidad sus labios sobre su frente.
Aquel calor. Aquel placer. Aquel deseo. Todo aquello le ganó. Tuvo que recostarla sobre el colchón antes de llegar a su orgasmo. La abrazó con fuerza, notando sus piernas enredadas en su espalda, sus pechos chocar con los suyos y su aliento cálido impactar contra su cuello. Penetró en su interior lo más profundo que pudo en contadas ocasiones hasta que ambos llegaron en sonora compañía. Gruñó eróticamente en su oído mientras que ella jadeó extasiada sobre su hombro.
Con el cuerpo del saiyajin encima suya, intentando recuperar la respiración tras aquel perfecto momento, Bulma elevó la mirada al techo e inevitablemente sonrió. Sonrió satisfecha y sobre todo feliz. Había recuperado su vida y tenía a su familia con ella. Tenía a Vegeta de nuevo a su lado y debía aprovechar todo el tiempo posible en recuperar el cariño y el placer que le fue arrebatado.
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Al día siguiente Vegeta retomó sus entrenamientos y usó, como lugar para sus actividades, los jardines de Palacio después de que el Rey permitiera que sus invitados usaran gran parte de sus zonas. Se encontraba sin compañía alguna. No había rastro de Trunks, ni tampoco de Raditz o el hermano de éste. Tampoco le importaba, pues ahora mismo prefería estar con su soledad, ya que lo que realmente parecía buscar era un sitio donde dar rienda suelta a sus pensamientos. Ideas descabelladas no paraban de martirizarle, confundiendo la realidad con la maldita idea de que en verdad estaba viviendo un sueño. Para él parecía más una vil y cruel mentira de la que despertaría y volvería a ser la marioneta que Cooler usaba para hacerle sufrir como le venía en gana. Era como si aquella batalla que ganaron, esa por la que tanto celebraron y festejaron a altas horas de la noche, estuviera lejos de haber existido.
–Vegeta–el nombrado se dio la vuelta para ver quien había interrumpido aquel entrenamiento forzado. Detrás de él, justo a la entrada del jardín, con las manos detrás de la espalda y un gesto algo nervioso, se encontraba su hermano pequeño–, me dijeron que te podría encontrar aquí. –
–¿Qué quieres? –preguntó con el mismo tono intimidante que era capaz de usar hasta con su propio hijo.
Tarble, nervioso, tragó saliva. Aquella postura intimidante de Vegeta consiguió su propósito a pesar de que no fuera intencionado. Para el menor, vivir toda una vida con el Rey Cold y sus soldados le habían preparado para tener conversaciones con personajes cuyas personalidades siempre eran agresivas o imponentes, pero él no era un guerrero más en aquel Universo. Él era su hermano.
–Creí... creí que sería bueno hablar–Vegeta alzó una ceja. Éste no esperaba tener una conversación, aunque en cierto modo entendía que Tarble la quisiera–. Sobre nosotros, nuestra familia y nuestro planeta. –
–Freezer destruyó el planeta y mandó a la mayoría de los nuestros a la extinción. Solo quedamos cuatro de raza pura–contestó Vegeta sin más, esperando por haber satisfecho sus preguntas.
El menor apreciaba que la personalidad de Vegeta no era nada parecía a la de su hija. Éste era mucho más reservado y hablaba como si nada le importase.
–¿Y nuestros padres? ¿Qué pasó con ellos? –Vegeta marcó su ceño, incómodo ante las preguntas. Entendía que tuviera dudas de él, de su procedencia y de todo lo que le había sido arrebatado, pero había cosas que no hacía falta explicar–. Lo sé, pero...–Tarble pronto entendió la postura de su hermano mayor. Separó sus manos de detrás de su espalda para rascarse la cabeza en un gesto nervioso e incómodo–. Había... Había un vídeo en el que salía ella. Prefiero no darte detalles pero...–tragó saliva duramente mientras el guerrero escuchaba con atención las palabras del menor–. Dijo mi nombre. –
Vegeta dejó salir un suspiro y, sin pensarlo, se sentó sobre la hierba. Miró al cielo libre de nubes. Bulma le decía que tenía el mismo color que el de la Tierra. Daba paz y tranquilidad. Algo que necesitaban con urgencia.
–Nuestro planeta estaba dividido entre los soldados de tercera, los de élite y aquellos que servían para otras funciones que no fueran la lucha–Tarble se sentó al lado de Vegeta para escuchar su historia–. Arwen, la Reina de los saiyajins y nuestra madre, era una soldado de tercera, obligada a luchar porque así se lo ordenaba su padre–los ojos del menor se abrieron mientras escuchaba con atención el relato–. Era muy pequeño para que me contase aquellas cosas, pero Nappa lo sabía todo. Su hermano la odiaba y la vendía como una ramera cualquiera, sin importarle su sangre o que fuera compañera de escuadrón. –
–¿Nuestra madre? –Vegeta asintió con cierto dolor.
–El escuadrón fue derrotado y solo quedó ella con vida. El Rey quiso escuchar de su propia boca la versión de lo que ocurrió, pero eso poco le importó–Vegeta sonrió amargamente–. Según dicen, ahí empezó la locura de él por ella. Si no fuera así no estaríamos ambos aquí. –
–¿Cómo pudo ser Reina si era de tercera? Imagino que en un planeta como el nuestro tendrían protocolos muy estrictos–Vegeta asintió.
–Pero nuestro padre era el Rey–el guerrero giró para mirar a los ojos a su hermano pequeño–. La ascendió a soldado de élite y la hizo su compañera, así podía acceder al trono. –
Tarble rodeó sus rodillas mientras rememoraba mentalmente la historia que le contó su hermano.
–Tú te pareces más a ella–Tarble alzó la mirada, sorprendido por las palabras de su hermano–. No tenía maldad alguna, pero a su manera sabía defenderse. –
–Me hubiera gustado conocerla–Vegeta se levantó ante la atenta mirada de Tarble.
El rayo de esperanza que Vegeta necesitaba para saber que esto no era un sueño fue aquella conversación amarga con su hermano. Recordar sus raíces y a la mujer que les dio la vida fue doloroso. Aun podía escuchar su voz a lo lejos llamándole. Él tuvo la oportunidad de conocerla y en cambio siempre le dolía el no haber podido disfrutar más de ella. Tarble en cambio no tuvo era oportunidad y realmente lo sentía mucho por él.
–Voy a seguir entrenando–el Príncipe avanzó un par de pasos, alejándose de su hermano que aún estaba consternado por la historia de su madre–. Si tienes más preguntas hazlas luego. Tengo cosas más importantes que hacer. –
Vegeta volvió a su entrenamiento, ignorando por completo la presencia de Tarble. No podía negar que le había afectado tener aquella conversación con el menor, pero debía saberlo, pues tenía ese derecho.
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Raditz abrió con lentitud los ojos cuando el sol comenzó a ser lo suficientemente molesto en la habitación. Se rascó un poco, soltó un gran bostezo y se incorporó sobre el colchón hasta quedar sentado. Giró la cabeza hacia su lado izquierdo donde había un espacio vacío de la cama con las sábanas arrugadas. Inconscientemente soltó un gruñido de desagrado y entre dientes se escuchaba como maldecía airadamente mientras se levantaba de la cama. Agarró la ropa que estaba esparcida por el suelo y comenzó a vestirse.
Rabiaba como un niño pequeño, insultando y gruñendo, hasta que silenció al escuchar una suave y dulce risa al fondo de la habitación. El saiyajin se dio la vuelta y se topó con Shanon apoyada en el marco de la puerta del baño cubierta con una toalla verde sobre su cuerpo mojado.
–¿Qué te pone de tan mal humor, saiyajin? –Raditz vio como la mujer andaba por la habitación cubierta por aquella prenda que cubría exactamente lo que más quería ver.
Raditz se cruzó de brazos, intentando ignorar por completo la pregunta de la mujer. Ella sonrió ante aquel comportamiento que se notaba infantil y gruñón. No esperaba que un hombre tan grande y orgulloso tuviera una pataleta como la que había presenciado.
–¿Creías que me había marchado? –Shanon detuvo su andar delante del guerrero. Éste simplemente alzó el mentón mostrando su orgullo–. ¿Sabes? Eres un tipo muy peculiar, Raditz. Casi un enigma para mí. –
–¿De qué demonios hablas? –ella mostró una sonrisa que no parecía nada dulce.
–La mayoría de hombres no suelen querer acostarse con una guerrera, y si lo hacen se van nada más terminan–Raditz alzó una ceja confuso–. En cambio, a ti parece no importarte que sea una luchadora y has estado durmiendo como un niño grande. –
–El problema es que no sabes elegir a hombres de verdad–ella soltó una risita que lejos de gustar, molestó más al guerrero.
–¿Y qué es un hombre de verdad para ti, Raditz? ¿Todo testosterona y golpes en el pecho de macho superior? –Shanon, con lentitud, se deshizo de la toalla que la envolvía, tirándola a un lado de la habitación y descubriendo su desnudez.
–Un hombre debe ser fuerte y mostrar valor–Raditz se fue desnudando a la par que hablaba mientras ella se mostraba arrogante.
–Yo soy eso y no soy un hombre–Shanon se aproximó a él con una sonrisa ladina en su rostro, que terminó de encandilar al guerrero–. Un hombre de verdad debe saber darle placer a una mujer como yo. Y tú, Raditz, estás a la altura. –
Ella rodeó el cuello del guerrero con sus brazos, aproximándose a él y fundiéndose en un beso que comenzó suave y terminó salvaje. Aquella mujer le hizo pensar a Raditz que tal vez había encontrado su compañera, porque era demasiado perfecta.
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Bulma estaba en su habitación en compañía de Bra. Estaban sentadas sobre la cama donde la mujer peinaba cuidadosamente a la pequeña, haciéndole una hermosa trenza azul. La científica, mientras pasaba mechones del cabello de un lado a otro, no dejaba de pensar en lo que había podido sufrir su hija. No era capaz de preguntarle lo que había vivido en el castillo del Rey Cold, porque le daba miedo su respuesta. Quería no hacerla recordar lo que tanto daño le hizo a toda su familia, pero sabía que, por mucho que no lo demostrase, a la niña aun le afectaba.
–Aloy me dijo que había una sala con juegos de mesa–mencionó la niña, rompiendo el silencio que envolvía aquella habitación–. ¿Podemos ir, mami? –
–Claro, cariño–sonrió Bulma mientras amarraba la trenza con cuidado para que no se deshiciera–. Ya está. –
Bra se dio la vuelta con una sonrisa en los labios, pero ésta se esfumo al instante. Bulma se percató de esa repentina y extraña reacción. Lo primero que hizo fue girarse para ver que era lo que llamó tanto la atención de su hija, pero no encontró nada.
–¿Ocurre algo, Bra? –preguntó la mujer volviendo la atención a la pequeña que estaba estática. –¿Bra? –
La niña negó con la cabeza mientras tragaba con fuerza saliva, saliendo del trance que la tenía presa. Aquel comportamiento preocupó a Bulma, que se estaba replanteando si realmente era bueno evitar el tema de Cold.
–Cariño, si tienes algo que contarme, puedes hacerlo–Bra frunció las cejas en un gesto de tristeza y preocupación–. ¿Qué te ocurre, mi niña? –
–Papá–dijo con dificultad. El estado de nervios ponía a su madre en estado de alarma–, él tiene a dos personas al lado que también suelen estar con el tío Tarble. –
Bulma dudó al escucharla. Alzó una ceja e intentó recordar a esas dos personas que mencionaba su hija, pero no venía ninguna imagen a su cabeza. Pensó en algunos soldados de aquel planeta, o incluso en Goku y alguno de sus hijos.
–¿A qué te refieres? –Bra se encogió de hombros.
–Solo los veo yo–Bulma se sorprendió ante lo que su hija intentaba explicarle. Sonrió dulcemente–. ¡No es mentira! –se adelantó la niña cuando veía que su madre iba a intentar explicar lo que podría estar pasándole–. Tú tienes a tres personas a tu lado. –
–Bra, estás cansada y has vivido muchas cosas–la niña negó, mientras miraba a las tres personas que había mencionado. Había dos mujeres rubias, una mayor con el pelo rizado y la otra joven con el cabello lacio, mientras que el tercero era un hombre de edad avanzada también.
–¿Por qué no me crees? –lloriqueó la niña, enterneciendo a su madre que no dudó en darle un abrazo–. También veo a Nella y al Rey Darek en ocasiones. –
–Cariño, claro que te creo–Bulma acarició su recién peinado cabello, para después depositar un suave beso sobre su frente–. Creo en tus ganas de que todo vuelva a la normalidad, por eso ves cosas que los demás no. –
–¿Les veo porque quiero que vuelvan? –Bulma asintió a la vez que acariciaba el dulce rostro de su niña–. Les echo de menos...–
–Yo también–suspiró la mujer, dejando fluir sus recuerdos con sus viejos amigos–. Me gustaría que volviera tanta gente. –
Bra alzó la mirada hacia las tres personas que no se despegaban de su madre. Entendía lo que decía de Nella y el Rey Darek, pero ella jamás vio a esa gente, ni tampoco a aquellos que acompañaban a su padre. Comprendía que lo que ocurría debía saberlo solo ella.
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Tras varias horas, Bulma se fue con su hija a la enorme sala repleta de estanterías llenas de juegos de mesa. Las dos se encontraban jugando a uno de cartas que tenían diferentes dibujos con seres de fantasía que tanto gustaban a Bra. La mujer estaba mucho más tranquila porque durante ese tiempo su pequeña estaba sumergida entre risas que la hacían olvidar todo mal acontecido. Era una melodía poder escuchas sus dulces carcajadas y ver como sus mofletes se iban enrojeciendo.
–¡Gané! ¡El hada de la luz gana a tu bruja come moscas! –gritó la niña echando la carta entre risas. No era capaz de explicar con exactitud la felicidad que la envolvía al ver como Bra disfrutaba.
–Podrías dejar a tu madre ganar alguna partida ¿no crees? –Bra negó mientras guardaba el montón de cartas esparcidas sobre la mesa.
Las puertas de la sala se abrieron captando la atención de madre e hija. Trunks, en compañía de Vegeta, caminaban hacia la mesa donde ambas se encontraban. El muchacho tenía una sonrisa dulce y agradable mientras que el Príncipe iba con su conocedora pose de brazos cruzados y ceños marcado.
–¡Papi! ¡Trunks! –saludó la niña agitando el brazo y esbozando su hermosa sonrisa.
–¿Qué os trae por aquí? –preguntó la mujer mientras su hijo tomaba asiento en la mesa redonda, entre su ella y Bra.
–Aloy nos comentó que estaríais por aquí–Bra volvió a sacar las tarjetas mientras le pedía a su padre que tomara asiento en la silla que quedaba libre entre ella y Bulma, justo delante de Trunks.
–Papi, vamos a jugar al Mundo Encantado–Vegeta alzó una ceja y miró las cartas dibujadas que le enseñaba su hija. Todas tenían dibujos de cosas que a ella le encantaba y que él no veía ningún sentido.
Bulma y Trunks se miraron a la vez e intentaron aguantar la risa ante los cambios de gestos de Vegeta cada vez que Bra le explicaba el juego y la función que tenía cada carta.
–La carta más fuerte es la de la Elfa del sendero–Bra le enseñó la carta con una mujer pintada con largas orejas y un vestido blanco largo–. ¿Quieres ser la Elfa, papi? –
Los pómulos del Príncipe se tornaron rojizos. Bulma y Trunks comenzaron a reír sin poder aguantarse más, incrementando el rubor del guerrero junto con su rabia. La pequeña, dulce e inocente como era, no comprendía lo que estaba ocurriendo.
–Deberíamos buscar un juego más sencillo–dijo Bulma entre risas–. ¿Uno cooperativo? –
–No, mami–se quejó la niña guardando las cartas–. Juguemos a otra cosa más divertida. –
–¿A las escondidas? –preguntó Trunks, logrando que una sonrisa se escapase de los labios de la niña.
–¡No! –negó Bulma enseguida, haciendo que los demás se sobresaltasen–. Vosotros tres podéis saber donde se esconde alguien por el ki, y eso es trampa. –
Bra resopló mientras se cruzaba de brazos. Para ella era uno de sus juegos favoritos porque podía usar sus poderes, rastrear el ki y volar. Para los saiyajins era mejor si el juego era sobre el cielo, pero Bulma no podía hacer nada de eso.
Madre e hijos intentaban buscar un juego en el que estuvieron en igualdad de condiciones. Vegeta bostezó cansado y miró a su esposa. Al lado de ella vio una botella medio llena de agua y un leve recuerdo llegó a él. Sonrió de lado y la tomó, sorprendiendo a la mujer cuando pasó su brazo por en medio.
–Tengo un juego–Bra abrió los ojos emocionada al escuchar a su padre–. Hay que tirar la botella sobre la mesa y debe caer de pie. –
Una sonrisa apareció en los labios de Bulma. Recordó con alegría y a la vez cierta nostalgia la vez que jugó con él y con Raditz y Nappa cuando vivían en la base de Freezer. A pesar de ser un lugar tan horrible, de allí podía atesorar grandes momentos.
Vegeta agarró la botella de agua y la tiró con la fuerza exacta para que ésta cayera de pie justo delante de la mesa. La niña aplaudió fascinada.
–¡Me toca! ¡Me toca! –gritó la niña agarrando la botella. La tiró como hizo su padre y cayó, pero en vez de pie por la parte en la que estaba el tapón–. ¡No! –
–¿Qué ocurre? –preguntó su madre sonriente–está de pie, solo que se aguanta por el otro lado. –
El semblante de Bra cambió y sonrió emocionada. Victoriosa y orgullosa, se aplaudió a si misma mientras su hermano y su madre reían viendo como daba pequeños saltos de alegría.
–Es mi turno–dijo Trunks agarrando la botella.
Cuando fue a tirarla, Bra se lanzó hacia él y empezó a hacerle cosquillas en el abdomen, consiguiendo que se desconcentrara y la botella acabase de lado y rodando por la mesa hasta caer al suelo.
–¡Ja ja! ¡Se te ha caido! –se burló Bra mientras señalaba a su hermano que alzaba una ceja fingiendo molestia.
–Hiciste trampa–Bra se tapó la boca para que no se escapase la sonrisa que la delataría–. ¡Ahora me toca hacerte cosquillas! –
Bra se levantó corriendo de la silla mientras su hermano comenzó a perseguirla por la sala. La niña aprovechó que la puerta estaba abierta para dirigirse hacia el pasillo, viendo como Trunks corría detrás suya. Bulma sonrió ante aquella tierna y entretenida escena. No recordaba cuando fue la última vez que pasaron un momento como aquel. Vegeta, mientras, agarró la botella que estaba en el suelo y se la entregó a la humana.
–Echaba de menos estos ratos en familia–dijo ella mientras tomaba la botella de agua y la contemplaba–. Este juego me ha traído recuerdos. –
–Sigo acertando a la primera–el tono prepotente de Vegeta aumentó la sonrisa de la humana.
–En verdad me ha dado por pensar–Bulma dejó la botella de lado y desvió su atención a Vegeta–. Ojalá Nappa hubiera conocido a los niños y ellos les hubieran conocido a él. –
–No sé quien hubiera perdido la cabeza antes–ella rio y asintió dándole la razón.
–Gracias, Vegeta–el Príncipe contempló a la humana dubitativo por su agradecimiento–. Por darme esta familia. –
Vegeta acarició la mejilla de la humana, que agarró su mano con delicadeza para sentir más el tacto del guerrero.
–¡Traigo un saco de patatas! –ambos rompieron el contacto mientras veían entrar a Trunks con su hermana cargada sobre un hombro. Ésta reía y a la vez pataleaba para que le soltase.
Bulma se acercó hasta ellos y se puso a hacerle cosquillas a la pequeña. Vegeta contemplaba la escena con una pequeña sonrisa de lado, mientras internamente le agradecía a aquella humana por haber aparecido en su vida. Ahora eran Almas Unidas.
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Espero que os haya gustado!
~Nephim
*Just.Tonight92 (fanfiction)
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