Capítulo 13. La salvación.
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El día en que la misión se debía cumplir había llegado. La noche fue horrorosa para el adolescente que fue incapaz de cerrar los ojos y conciliar el sueño. Se había sumido en un debate interno que no le dejaba descansar y es que, llegado el momento, todavía no había tomado una decisión. No sabía si ordenar al escuadrón a que buscasen únicamente los materiales y, tras aquel mandato sufrir la ira de Cooler, o tomar la opción más dura. Destruir el planeta junto con sus habitantes, salvar a los suyos y sentirse eternamente desgraciado tras su elección.
Se encontraba sentado sobre su colchón, con los codos apoyados sobre sus rodillas y reposando su frente sobre sus manos. Miró, por el rabillo del ojo, a la muchacha que dormía sobre su cama, de espaldas a él y cubierta hasta la cintura por una sábana. Sus cabellos se esparcían por la almohada como hermosos hilos dorados que él contemplaba como si realmente fueran de oro.
Sabía que si no ordenaba la destrucción de aquel planeta, Aloy sufriría las consecuencias. Estaba seguro de que Turles, con aires de grandeza, daría su nombre a Cooler para que él hiciera con la joven todo lo que su macabra imaginación le permitiera. Soltó un fuerte suspiro y, con cuidado de no despertarla, se levantó.
Él ya estaba vestido con su traje de combate y con la armadura puesta. Se había calzado y lo único que faltaba era que se colocase los guantes, los cuales agarró de encima de la mesita al lado de la cama. Se los puso con rapidez y, cuando terminó, se dio la vuelta para mirar una última vez a Aloy. Sintió una angustia horrible al ver a la muchacha girada hacia él y contemplándole con sus grandes ojos avellana. Sintió tanto dolor al verla, que no pudo mantenerla la mirada. No era capaz de hacerlo, porque sentía que la estaba traicionando.
–Trunks–escuchó su voz mañanera a la vez que oía como se levantaba de la cama. Pudo ver sus piernas moverse a su dirección–, no te marches sin despedirte, por favor. –
–Lo siento–alzó la cabeza, encontrándose nuevamente con sus ojos marrones. Ella tenía una sonrisa dulce que no logró calmarle–. Deberías buscar la manera de huir de Cooler. –
–Has tomado una decisión–Trunks, con pesar, asintió. Ella amplió su sonrisa y se lanzó a abrazarle–. Es lo mejor. –
–Turles no dudará en dar tu nombre a Cooler–el muchacho se vio incapaz de responder al abrazo de la joven. Ella se separó, con las manos sobre sus hombros, y le contempló sin borrar su sonrisa.
–No le temo a ninguno–Aloy acarició el rostro del joven–. He asimilado que mi vida termina en esta base. Uno u otro me matará. –
–No lo permitiré–el brillo en los ojos de la joven era más reluciente que nunca y él se vio perdido en ellos.
–Lo sé–la joven se elevó para acercarse a sus labios y besarlos. Trunks la correspondió mientras veía como unas lágrimas salían de sus ojos.
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El escuadrón saiyajin estaba reunido en la sala de naves, esperando a que apareciese su nuevo capitán para comenzar su misión. A un lado se encontraban Turles y Paragus, el mayor se encontraba de brazos cruzados, contemplando al hombre que se dedicaba a insultar al primogénito de Vegeta sin importarle de que éste estuviera cerca de ellos. Raditz, por su parte, estaba en compañía de su hermano quien no paraba de preguntar cuáles eran los materiales que debían encontrar. El melenudo contestaba de malas formas y entre pregunta y pregunta dejaba escapar un gruñido de impaciencia.
Vegeta les contemplaba con atención mientras cerraba disimuladamente un pequeño panel que se encontraba en la parte trasera de una de las naves esféricas. Fue justo cuando su hijo apareció por la puerta de la sala y contempló a cada uno de los allí presentes, quienes silenciaron al notar la presencia del medio saiyajin.
Trunks alzó la mirada y vio a su padre pegado a aquella nave, cerrando el pequeño panel con cuidado. Frunció su ceño y avanzó por la sala, pasando de largo entre Turles y Paragus, quienes le dedicaron una mirada de desprecio, acompañado de un comentario bajuno por parte del más joven de ellos. El adolescente simplemente les ignoró, solo se acercó a Vegeta con el ceño marcado, se plantó delante de él y le encaró.
Durante toda la noche recordó sus palabras. Toda la maldita noche rememorando como su padre le pedía que se olvidase de Aloy. Tuvo que tomar una decisión difícil y lo único que podía pensar era en que su progenitor ni siquiera fue capaz de apoyarle o ayudarle.
–Esta es mi nave, padre–dijo el muchacho mientras los demás guerreros se metían en sus cápsulas.
–Sigues a la defensiva–Vegeta se cruzó de brazos mientras pasaba de largo sin mirar a su hijo–. Había un error en el piloto automático. –
Trunks vio a su padre adentrarse en su capsula, por lo que decidió olvidar la conversación y entrar también en su nave.
La compuerta se cerró y él preparó las coordenadas para que el piloto automático le llevase hasta el punto marcado. La nave despegó a gran velocidad y pasado un tiempo, un humo blanquecino se hizo presente, durmiéndole hasta que el viaje llegase a su fin.
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Arrugó la nariz al sentir como un aroma floral se colaba por sus fosas nasales. Sintió sobre su frente algo pesado y después como se humedecía aquella zona. Apretó los ojos y los abrió con lentitud. La blanquecina luz le golpeó con fuerza, obligándole a cubrirse con su mano para no sentir aquel brillo artificial sobre él.
Tragó saliva y respiró profundamente. Sentía todo su cuerpo pesado. Como si algo le hubiera caído encima y le dificultase la movilidad.
–Al fin despertaste–la voz que escuchó le sorprendió repentinamente. Apartó su mano y contempló a Aloy a su lado, sentada en la cama donde el reposaba, con una toalla mojada en su mano. Miró a su alrededor y se dio cuenta que estaba en su habitación. Sintió algo punzante en su pecho de forma instantánea–. ¿Estás bien? –
–¿Fue un sueño? –preguntó él incorporándose de forma violenta sobre la cama, sintiendo dolor al momento–. Debía estar en la misión. –
–Trunks–Aloy dejó la toalla sobre el cubo de agua que estaba al lado de la cama y se levantó, poniendo sus manos sobre sus hombros, consiguiendo la atención del joven–, llevas dormido cinco días. –
–¡¿Cómo?! –los ojos azules del medio humano se abrieron ante la información. Pronto sintió que le faltaba el aire, por lo que volvió a sentarse sobre el colchón–. No puede... no puede ser. Yo monté en la nave. –
–Sí–contestó ella tomando asiento de nuevo junto a él–, pero hubo un problema–Trunks escuchaba con atención a la joven. Estaba nervioso y desconcertado. Lo último que recordaba era montar en una nave y ahora ella decía que llevaba cinco días durmiendo–. El suero que utilizan para dormirte falló y te dejó inconsciente no solo durante el viaje, sino también al llegar al planeta. Acabas de despertar. –
–¿Cómo es posible? –Aloy no dejaba de mirar a los ojos del guerrero. Podía notar su angustia y lo comprendía.
–Bulma dice que suelen ser fallos de las naves. No eres al primero que le pasó–Trunks contempló con curiosidad a la joven al escuchar el nombre de su madre–. ¿Quieres comer algo? Debes tener hambre. –
Aloy se levantó de la cama y se dispuso a abandonar la habitación para ir en busca de algo que comer para el guerrero, pero este impidió que avanzara un paso. Atrapó su muñeca con cuidado, obligándola a girarse y mirarle a sus ojos azules. Éstos mostraban preocupación y, sobre todo, desesperación.
–¿Qué ocurrió con el planeta? –Aloy abrió los ojos ante la pregunta. Sabía que tarde o temprano él querría una respuesta. Bajó la cabeza y él, ante su reacción, la liberó de su agarre–. Lo han destruido, ¿verdad? –
–Tu padre lo ordenó–escuchar aquellas palabras era como sentir una daga punzante clavarse a la altura de su pecho.
Apretó los puños con fuerza y, bruscamente, se levantó del colchón. Aloy colocó una mano en su pecho para detenerle, pero él la evitó y, con paso firme, abandonó la habitación sin decir una palabra más.
Su interior estaba ardiendo. Notaba como la rabia se adueñaba de él cada vez que escuchaba la voz de la joven decir que su padre ordenó la destrucción del planeta. Una población extinguida y un mundo eliminado. Sin haber estado presente ya podía ver cuerpos sin vida en el asfalto o como la sangre se pegaba a la armadura. Los gritos, los llantos y las súplicas, podía escucharlo todo.
Avanzó por los pasillos de la base y, durante ese trayecto, se encontraba con diferentes guerreros que evidenciaban la apariencia agresiva del medio saiyajin. Trunks, sin saberlo, se había ganado el respeto de muchos soldados tras la victoria contra Broly. Ellos imaginaban que él moriría a manos de Cooler, sin embargo, fue aquel muchacho de dieciséis años quien terminó con su existencia.
Trunks llegó hasta la zona de las salas de combate y se dirigió a la que utilizaban para entrenar él con su padre y Raditz. Al cruzar la puerta se encontró con ambos. El melenudo estaba hidratándose con una botella de agua, mientras su progenitor había elevado el vuelo para luchar contra un enemigo invisible.
Al ver al muchacho, Raditz sonrió y su padre bajó el vuelo para tocar el suelo. El hermano de Kakarotto pensaba hablar, pero Trunks cortó cualquier conversación con su agresiva entrada. Se lanzó contra Vegeta, estampándole contra la pared con el puño en alto, justo delante de su rostro.
–¡¿Qué le hiciste a mi nave?! –Trunks, envuelto en un aura de violencia, exigió sus respuestas–. ¿Tantas ganas tenías de tener el control que me has tenido que envenenar? –
Vegeta frunció el ceño y, sin pensarlo, golpeó con su cabeza a la de su hijo. Éste retrocedió, tocándose la frente que empezó a sangrar.
Raditz contemplaba expectante la inesperada pelea. Pensó que no llegaría a más por parte de Trunks, pero le sorprendió cuando éste buscó de nuevo al Príncipe, golpeando con su pie a su mentón. La cabeza de Vegeta se echó hacia atrás y, nuevamente, chocó contra la metálica pared.
–¿Por qué lo hiciste? –preguntó con rabia el muchacho–. ¿Acaso lo que dijo Cooler era cierto? ¿Añoras tu pasado? –
–Cooler suelta veneno por la boca y tú–le señaló con el dedo mientras apretaba el otro puño–te lo crees. Crees antes a ese lagarto que a tu propio padre. –
–Entonces dime–gruñó el chico que estaba a punto de transformarse de la cólera que lo embriagaba–, ¿por qué tuviste que hacerlo? –
Vegeta desvió su mirada hacia Raditz. Ésta era amenazante y agresiva, consiguiendo que el saiyajin comprendiera lo que le estaba ordenando su superior. Asintió y, sin decir una sola palabra, abandonó la sala de entrenamiento ante los ojos de Trunks, quien iba aumentando su ki por momentos.
Tras ver marchar a Raditz, Vegeta anduvo hacia su hijo, quien estaba alerta ante cualquier ataque que pudiera venir de él, pero nunca ocurrió algo así. Su padre le agarró por la nuca y pegó su frente contra la de él, ensuciando la del Príncipe con la sangre de Trunks. Ambos se miraron a los ojos y ahí vio el muchacho como la rabia también le ganaba a su padre.
–¿Acaso no lo puedes ver? –Trunks, sorprendido por la reacción de su padre, disminuyó su ki–. Tus manos no están manchadas de sangre y ni tú, ni la familia, ni tu noviecita estáis en peligro. –
Un escalofrío recorrió el cuerpo del muchacho cuando escuchó hablar a su padre con aquella ardiente rabia. Miró sus ojos negros y veía la verdad en ellos. Vegeta no era un hombre de decir mentiras, por lo que no necesitaba un juramento de su parte.
–Manipulé el conducto del suero y le metí somníferos suficientes para que no pudieran despertarte–Vegeta se separó de su hijo mientras seguía hablando–. De esa forma no podías capitanear y, por conclusión, me tocaría a mí mandar sobre ellos. –
–Pero el planeta está destruido–Vegeta escuchaba a su hijo hablar con la voz rota.
–Porque así lo ordené yo y no tú–contempló como su padre volvía a su pose de brazos cruzados–. A Cooler no le hizo gracia saberlo, pero la misión se cumplió con éxito y no puede objetar nada. No tiene motivos para atacar a nadie. –
Trunks contemplaba expectante a su progenitor. La rabia y el dolor que le habían llevado hasta allí desapareció. Su padre estaba de brazos cruzados, mirando a su hijo con severidad mientras que él solo reaccionaba a sus palabras. Le flaquearon las piernas y cayó al suelo de rodillas. Tuvo que poner sus manos sobre las baldosas para no caer.
Sentía sus ojos arder y las lágrimas salieron sin poder evitarlo. Recorrieron sus mejillas y se unieron en su mentón, resbalando hasta el suelo. Apretó los dientes con rabia mientras veía como las baldosas se mojaban por su culpa, mientras sollozaba sin poder evitarlo.
–¿Por qué demonios lloras? –Vegeta avanzó hasta él. Trunks contemplaba sus botas blancas a poca distancia de donde estaba él. La única respuesta que pudo dar fue un puñetazo contra el suelo, creando una grieta al momento.
–No... no lo aguanto más, padre–Vegeta observaba a su hijo desde arriba. Su melena caía de tal forma que le era imposible ver su rostro–. Quiero matarlo... quiero matar a Cooler. –
–Llorando no lo conseguirás–el Príncipe se inclinó un poco y le ofreció la mano a su hijo. Trunks miró sorprendido a su padre y, tras tragar saliva, la tomó para ponerse en pie–. Si quieres matarlo tienes que entrenar más duro. –
Trunks observó la mirada de su padre. Se sorprendió de no ver vergüenza en ella. El joven asintió y, con la palma de su mano, limpio el rastro que dejaron sus lágrimas. Vegeta sonrió de medio lado y tomó una postura de combate, que pronto su hijo imitó.
–Quiero que explotes al máximo tu nueva transformación–ordenó el Príncipe–, porque así será como le mates. –
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Bulma contemplaba a los científicos ir de un lado para otro por el laboratorio. El escuadrón saiyajin había traído los materiales necesarios para concluir con el proyecto estrella de Cooler. Quedaba poco para terminar con su construcción. Ella se encargaba de la parte del pecho y ya estaba a punto de terminarlo. Atornillaba un par de cosas mientras, de vez en cuando, estudiaba su entorno. Estaban tan preocupados cada uno de su trabajo que apenas le prestaban atención a ella. Sonrió de medio lado y siguió con sus funciones.
–¡Gran Cooler! –el destornillador que tenía en sus manos resbaló al escuchar la voz de Bonnet. Desvió su mirada hacia la puerta y allí le encontró. Imponente, con la cabeza alta, la sonrisa amplia, los ojos asesinos y la cola meneándose de un lado hacia otro–. Es un honor que venga a visitarnos. –
–No lo hago de buen agrado–contestó mirando hacia el pequeño científico–. He recibido noticias. ¿Ya está terminado? –
–Aun quedan unos pocos detalles–Bonnet, a pesar de hablar con firmeza, se notaba el temor en su cuerpo–. Creemos que mañana estará terminado. –
–¿Creéis? –Bonnet tragó saliva y sintió un sudor frío al escuchar el tono amenazante del tirano–. Tienes suerte de ser el que lleve este laboratorio, de lo contrario ya estarías muerto. –
Cooler avanzó por el laboratorio bajo la atenta mirada de todos. Bulma se sintió petrificada. No le había vuelto a ver desde que estaba en aquel tubo. Lo peor de todo es que, tras recuperar su memoria, con él volvían las imágenes del pueblo de Akrog siendo masacrado por su culpa.
Temblando, se agachó para agarrar el destornillador que estaba pegado a la pata de la mesa. Su cuerpo reaccionaba de una manera abrupta. Su corazón latía rápidamente, de tal forma que era capaz de escucharlo, mientras que su respiración parecía inexistente. Sus manos temblaban y sus labios seguían el mismo juego. No recordaba que Freezer le diera tanto miedo y eso le sorprendía, porque Cooler no era tan fuerte como su hermano.
–Mujer–los ojos de Bulma se abrieron al ver las piernas de Cooler justo delante de ella. Apretó con fuerza los ojos y suspiró pesadamente. Agarró el destornillador y se levantó. Contempló su sádica mirada y su malévola sonrisa–, ¿cómo va tu trabajo? –
Bulma miró de reojo la prótesis metálica que había sobre la mesa. Sintió un sudor frío y, a causa de los nervios que la agarraban con fuerza, apretó el destornillador.
–Le queda solo un par de ajustes–Bulma logró hablar con calma. Volvió su atención a Cooler y un escalofrío se adueñó de ella cuando apreció como el contemplaba su trabajo–. Estará terminado hoy. –
Cooler dejó de mirar el prototipo y observó a la humana. Él podía sentir el miedo que estaba ganándola y sonrió por ello.
–Tal vez deba dejarte a ti el puesto de ese estúpido enano–Bonnet tembló tras las palabras de Cooler–. ¿Crees que mañana estará terminado todo? –
Bulma siguió apretando el destornillador, como si de esa forma su miedo se estuviera yendo. Asintió ante su pregunta.
–Estoy segura de que a primera hora todo estará listo–la sonrisa de Cooler se amplió, complacido por la respuesta de la humana.
–Esa es una respuesta–tras pronunciar aquellas palabras, Cooler le dio la espalda y abandonó el laboratorio.
La humana notaba como el aire volvía a ella. Dejó el destornillador sobre la mesa y colocó sus manos sobre ella, mientras respiraba calmadamente. Aun sentía los nervios invadiéndola, pero aquel frío desapareció.
–¿Te has vuelto loca? –Bulma giró la cabeza y bajó la mirada para encontrarse con Bonnet–. No sabemos si mañana estará listo. –
–Tú dijiste que mañana–la científica se apartó de la mesa con rabia–. Yo solo le di una opción que le agradase. Además, ¿cómo no vamos a terminar? Nos queda poco–Bulma resopló al ver a los trabajadores agobiados–. Por una noche que no durmamos no pasará nada. –
–Tendremos que aumentar la producción–Bonnet habló más para si mismo que para los demás. Miró a su alrededor y se acercó hacia los científicos que trabajaban en proyectos diferentes a la de aquel soldado–. ¡Uniros a los demás! Cuantos más seamos, antes terminaremos. –
Bulma agarró el destornillador y volvió a fijar las partes metálicas del pecho. Le costó un poco al principio, pues su mano seguía temblando, pero pronto pudo recomponerse y seguir con su trabajo.
–¿Qué falta aquí? –aquel sudor frío volvió a ella cuando la voz de Bonnet se escuchó a su lado. El científico comprobaba la prótesis y analizaba lo que faltaba por finalizar–. Me pondré a atornillar el otro lado. –
–Son solo tornillos–habló con rapidez Bulma. El hombre miró extrañado a la humana. La notaba fatigada y muy nerviosa–. Ellos necesitan más ayuda. –
Con un leve movimiento de cabeza, Bulma señaló a los otros trabajadores con los prototipos correspondientes que debían fabricar. Bonnet frunció el ceño por aquella contestación, pero no objetó nada. Simplemente asintió y la dejó a solas para ayudar a otros.
Una vez lejos de ella, Bulma suspiró pesadamente y siguió con su trabajo.
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Eran las tres de la madrugada y Bulma seguía en el laboratorio. Allí solo estaban ella y Bonnet. El trabajo había finalizado y los demás científicos habían marchado a dormir. Ella estaba cansada y, a causa de ello, se estaba quedando dormida sobre la mesa al lado de la prótesis. Luchaba internamente por no hacerlo, pero era una ardua tarea.
–Te estás durmiendo–Bulma abrió los ojos de golpe. Se giró para ver a Bonnet que estaba a su lado con el ceño fruncido–. Hace horas que terminaste con tu trabajo. ¿Por qué te has quedado aún? –
–Seguía siendo tarde para salir–Bulma tosió después para aclararse la voz–. Pensaba quedarme hasta que amanezca. –
–Entiendo–Bonnet se cruzó de brazos y siguió analizando a la mujer–. ¿Cómo va tu caja de música? –
–¿Qué? –Bulma alzó una ceja, Bonnet frunció el ceño y el recuerdo la golpeó al instante–. ¡Oh! Claro... Con todo el trabajo que hemos tenido apenas le presté atención. Mañana podría...–
–Le faltaba la pintura–la humana se levantó de la mesa y miró al hombre que parecía estar a la defensiva–. Podrías haber terminado todo este tiempo en el que no has hecho nada. –
–Estoy cansada para seguir con más labores–Bulma vio como la mirada de Bonnet viajaba desde ella hasta el pecho metálico–. ¿Acaso me estás vigilando? Podrías prestar más atención a tu vida. Es muy patética. –
–Puede ser–Bonnet volvió su atención a ella–. ¿Puedo comprobar el estado de esa prótesis? Quiero comprobar que todo esté bien antes de entregárselo al Gran Cooler. –
Bonnet avanzó hacia la mesa y acercó su mano izquierda al prototipo, pero antes de llegar siquiera a tocarlo, Bulma le agarró por el brazo y evito que comprobase el pecho metálico.
–¿Desconfías de mi inteligencia? Él me eligió para trabajar en este proyecto–la mirada de Bulma era amenazante y eso terminó de desconcertar a Bonnet.
–Las cajas de música solo existían en el planeta Tierra–habló Bonnet con desconfianza. Bulma abrió los ojos y supo que él ya había adivinado la verdad–. Has recuperado la memoria. –
Bulma mostró sus dientes y, con fuerza, empujó a Bonnet de aquella prótesis. Ella no era un ser fuerte, pero el científico tampoco lo era. Estaban al mismo nivel y posiblemente ella tuviera más ventaja debido a la diferencia de altura.
–Y por ese motivo lo hago–Bulma se acercó amenazante a Bonnet–. No voy a permitir que otro planeta más sea destruido. Ni que mi familia muera a manos de unos lagartos. –
–¡Cooler lo sabrá! –Bonnet tenía intención de salir corriendo, pero Bulma le agarró antes de hacerlo.
–Lo sabrá, pero no por ti–la humana agarró al científico y lo llevó a rastras.
Este empezó a gritar mientras ella se acercaba al panel de una puerta para introducir un código. Ésta se abrió al instante dejando salir un humo gélido ante el acto. Bonnet observó la cámara frigorífica donde se almacenaban vacunas a muy bajas temperaturas.
Bulma le empujó dentro y cerró la puerta al instante. Tras aquello sintió como algo en su interior se revolvía. Tenía ganas de vomitar. No sabía cuanto tiempo tardaría, pero Bonnet moriría allí congelado y ella sería la culpable.
Jamás mató a nadie y no pensó llegar a hacerlo algún día, pero tenía algo claro. Por su familia y por muchas vidas inocentes debía hacerlo. Si Bonnet llegase a hablar con Cooler todo lo que ideo no habría servido para nada.
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La mañana llegó y allí, en el laboratorio, se encontraban todos los científicos a excepción de Bonnet, quien se encontraba aún en aquella cámara frigorífica. Bulma pasó toda la noche allí y, para justificar la ausencia de su superior, dijo que a causa del cansancio cayó enfermo.
Cooler era un ser puntual. A primera hora de la mañana estaba en el laboratorio junto con varios soldados a su lado. Éste contemplaba su alrededor. Los científicos estaban delante de él, erguidos, con las manos detrás de sus espaldas y con la cabeza alzada. Delante de ellos había maletines negros de diferentes tamaños. Buscó con la mirada a Bonnet, pero no le encontró por ningún lado, hasta que se topó con la humana. Tenía la misma ropa que el día anterior bajo la bata blanca. Su cabello estaba despeinado, su rostro más pálido y con unas ojeras oscuras adornándolo.
Se acercó a ella con la postura que le caracterizaba. Bulma había conseguido llamar a la calma, a pesar de haber vomitado tres veces y haber pasado la noche entera llorando. En momentos se arrepentía de sus actos y quería salvar a Bonnet, pero luego se acordaba de lo que le dijo a Vegeta.
"No me apartes de nuevo para protegerte. Ahora soy yo quien os va a proteger. Te lo prometo".
No podía fallarle ni a él ni a sus hijos. Hizo una promesa y la cumpliría.
–¿Dónde se encuentra el canijo? –preguntó el tirano cuando estaba delante de la humana.
–Bonnet pasó toda la noche en el laboratorio y enfermó por ello–Bulma habló con tranquilidad. No había temblor en su voz y eso hizo que la mentira fuera creíble–. Descansa en su habitación. –
–Le mataré en cuanto vuelva–Cooler contempló los maletines negros–. ¿Ahí están las prótesis? –
–Sí, Gran Cooler–Bulma visualizó la sonrisa en el rostro del tirano. Sabía que, si le nombraba de aquella manera, su orgullo le impediría notar el engaño–. Por favor, es un material delicado. No debe moverse mucho ni tampoco ser implantado de cualquier manera. –
–Se lo haré saber a los otros–Cooler miró a los soldados colocados detrás de él–. Agarrad los maletines y, como dijo la mujer, cargadlos con cuidado. –
Los soldados obedecieron al tirano. Bulma contempló al guerrero que cargaba con su maletín. Éste lo hacía con sumo cuidado. Sonrió satisfecha y volvió su atención a Cooler quien, sin decir una palabra más, abandonó el laboratorio seguido de sus hombres.
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Aloy cargaba con una bandeja con dos tazas y varios de dulces para desayunar junto con Trunks. El muchacho no había despertado y ella quería que amaneciera con mejor humor que el del día anterior. Iba a cruzar la puerta cuando la de la habitación de al lado de abrió. Contempló al Príncipe salir de su cuarto mientras se ponía sus guantes. Ambos cruzaron las miradas, pero se cortaron cuando Vegeta pasó de largo para abandonar la sala común.
–Perdone–la voz de Aloy sonó tímida y nerviosa. Vegeta paró y giró su cabeza para contemplar a la muchacha–. Aun no le he dado las gracias por salvarme de Broly. –
Vegeta soltó un pequeño bufido y giró la cabeza con la intención de seguir su camino.
–Y por lo de Trunks–volvió a detenerse. Esta vez se giró para mirarla directamente. Ella tenía sus ojos clavados en el líquido marrón de una de las tazas, viendo su reflejo en él–. Me contó lo de los somníferos para que no capitaneara ni me expusiera a Cooler. –
–Trunks habla más de lo que debería–Aloy levantó la mirada y contempló al padre de Trunks. A pesar de que sus ojos no eran del mismo color, ambos tenían una mirada similar.
–No lo crea–negó ella con la cabeza–. Habla más con la mirada que con las palabras–soltó una sonrisa triste–. Puedo notar como hace muchas cosas para no defraudarle. Aunque no me lo diga ni a mí ni a nadie lo puede ver en sus ojos–borró su sonrisa en ese momento–. Solo quiere que usted se sienta orgulloso de él. –
Vegeta se sorprendió tras las palabras de la joven. Era sincera y a la vez expresaba su dolor. Veía como el joven se consumía cada día más y sabía que la impotencia y la rabia eran las principales culpables de ello. Conoció a un Trunks dolido y ahora le encuentra cada vez más roto.
–Debería decírselo alguna vez–con aquellas palabras, se adentró en la habitación y dejó solo al Príncipe.
Vegeta bajó la mirada a sus puños. Inconscientemente los había apretado por culpa de la rabia. No era porque aquella muchacha le dijo aquellas palabras que eran cuchillos afilados, sino porque no se daba cuenta de esos detalles por él mismo.
(Flash Back)
Vegeta entrenaba en su preciada sala de gravedad mientras su hijo, de ocho años, hacía abdominales. De reojo le miraba alguna vez para comprobar como estaba. Debía admitir que el niño tenía un ki superior al que tenía él con su edad. Trunks demostraba una gran fuerza y, a la vez, una gran capacidad para actuar. Sin pensarlo le lanzó una esfera de ki con la intención de que él la sintiera y evitase al momento, pero no ocurrió aquello.
Vio al pequeño tirado en el suelo por culpa de aquel ataqué. Se quejó adolorido mientras se ponía en pie. Tenía heridas leves por su cuerpo. Alzó la cabeza y, con el ceño bien marcado, observó a su padre que se acercaba hasta él a paso tranquilo.
–¿Por qué hiciste eso, padre? –se quejó el niño mientras se tocaba el brazo. Cerró los ojos al sentir un dolor punzante.
–Porque debes estar atento–contestó poniéndose ante él con los brazos cruzados–. Trunks, debes ser un guerrero poderoso. Recuerda que desciendes de una raza fuerte y un linaje respetado. Debes estar preparado ante el enemigo. No puedes ser más débil que él. –
–Pero... ya no hay enemigos, padre–Vegeta frunció el ceño al escucharle–. Tú eres el más fuerte. Fuiste tú quien mató al tirano Freezer. –
–No puedes vivir creyendo que la paz será infinita–Trunks miró asombrado a su padre cuando éste se transformó en Super Saiyajin–. Debes prepararte para luchar. –
–¡Yo también quiero! –Vegeta sonrió orgulloso al escuchar a su hijo.
Trunks apretó los puños y empezó a elevar su ki. La sonrisa de Vegeta desapareció y sus ojos se abrieron al ver como su hijo estaba envuelto en un aura dorada, su cabello se elevó y transformó a un color rubio mientras que sus ojos se volvieron celestes.
–Pero... ¿cómo? –Vegeta no entendía nada. Contemplaba a su hijo sonreír y de pronto saltar de un lado hacia otro con una gravedad elevada.
–¡Ahora soy como tú, papá! –el saiyajin contemplaba a su hijo sin salir de su asombro. El niño mostraba con su alegría la total admiración que sentía por su padre. Sonreía mientras miraba a su progenitor, esperando por una respuesta.
Trunks pocas veces llamaba papá a Vegeta. Siempre le llamaba padre, porque parecía más respetuoso, pero cuando se sentía tan feliz, como aquella vez, se olvidaba por completo y le nombraba con un cariño que heredó de su madre.
(Fin Flash Back)
Vegeta nunca le dijo lo orgulloso que le hizo sentir aquello, a pesar de que lo sentía. No se lo dijo cuándo le superó transformándose en el Super Saiyajin 2, y también lo sintió.
Recordó a su hijo tirado en el suelo y llorando, diciendo que quería matar a Cooler y que lo conseguiría. Trunks tenía dieciséis años. A esa edad él y su madre eran esclavos de Freezer, no quería que su primogénito tuviera que pasar por lo mismo.
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Bulma salió corriendo por los pasillos de la base. Tenía una sonrisa en su rostro que conseguía nublar sus ojeras. Después de salir del laboratorio tuvo que ir a la enfermería que, como era de imaginar, estaba vacía. Utilizó el ordenador y allí encontró lo que tanto buscaba. Si todo se mantenía según su plan, pronto podría volver a abrazar a su hija.
Justo cuando iba a cruzar el pasillo, chocó contra un soldado. Cayendo al suelo de golpe. Sintió un dolor fuerte en su nariz por culpa del choque.
–Bulma–la voz de Vegeta resonó en su cabeza como uno de los sonidos más hermosos del mundo. Elevó la cabeza y con la sonrisa radiante le contempló. Él la agarró del brazo y la ayudó a levantarse–, debes mirar por donde andas. ¿Dónde estuviste anoche? –
–Es una historia un poco larga–Vegeta observaba con cierta extrañeza la alegría que envolvía a la humana–. ¡Sé donde está Bra! –
Vegeta abrió los ojos de golpe y Bulma, sin pensarlo, se lanzó a él para abrazarle. Lloró en su hombro, no de pena o de rabia como las últimas veces, sino de alegría. Él la aferró con fuerza y sintió un calor en su corazón. Pronto su pequeña estaría de nuevo con ellos.
–Debemos partir cuanto antes–Bulma se separó, limpiándose las lágrimas–. Cooler va hacia allí para que le pongan las prótesis a Freezer. –
–¿Debemos? –repitió él, que negó enseguida con la cabeza–. No irás a ese planeta. –
–¡Debo ir! –Bulma golpeó la armadura de Vegeta, quien se sorprendió por la reacción de la humana–. Es mi hija y debo estar allí. ¡Voy a ir! –
–Esto se pone interesante–la pareja miró hacia el lado derecho del pasillo. Vegeta gruñó al ver a Turles con su sonrisa radiante y su mirada altiva–. Ahora pienso disfrutar más de tu muerte, Príncipe. –
Vegeta se puso delante de Bulma cuando vio a Turles en postura de combate. Ella miró con angustia aquella escena, porque eso significaba que se retrasarían más y no podía permitirlo.
Antes de iniciar cualquier pelea, el suelo comenzó a temblar y varias explosiones se escucharon a lo lejos. Bulma perdió estabilidad y cayó al suelo sin comprender que ocurría.
Turles pronto se vio en el suelo y, utilizando eso a su favor, Vegeta agarró a Bulma, elevó el vuelo y la llevó hacia algún lado donde pudiera estar a salvo.
–¿Qué ocurre? –preguntó Bulma viendo como todo temblaba.
–Atacan la base–Vegeta frunció el ceño al sentir la presencia de numerosos ki poderosos fuera de aquellas paredes.
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Minutos antes
Raditz, aburrido, andaba por los pasillos de la base. No encontraba algo que pudiera llegar a entretenerle aquel día que parecía más raro que los demás, y ni siquiera entendía el motivo. Tanto andar le condujo hasta la zona de los esclavos, y éste, perdido en su cansancio, no se dio cuenta de ello.
–¡Traidor! –Aquella voz que escuchó le despertó de su estado. Raditz sintió que conocía al propietario de aquel grito.
Avanzó su paso y se dirigió hacía la dirección donde provenía la voz y, ocultándose en una esquina, observó lo que estaba ocurriendo.
El cuerpo sin vida de Paragus estaba sentado en el suelo con la espalda pegada a la pared. Tenía una herida profunda en la parte del pecho, sus labios estaban manchados de sangre y sus ojos abiertos en blanco. Alzó la mirada para ver a su atacante y se encontró con su hermano y una mujer que se escondía tras su cuerpo.
–No debiste de hacerlo, Goku–dijo ella abrazándose al hombre–. Cooler te matará por ello. –
–Prefiero morir yo a que Paragus te pusiera una mano encima–el saiyajin se dio la vuelta y limpió las lágrimas en los ojos de la mujer. Raditz contemplaba estupefacto la escena–. Debes volver con Gohan y Goten. –
–No te quiero perder a ti–la mujer se aferró al pecho de Kakarotto y en él rompió su llanto–. ¡No es justo que tengamos que elegir! –
–Paragus quería que matase a Trunks–Kakarotto contempló de reojo el cadáver del saiyajin–. No podía permitirlo. –
–¿Y por ello sacrificarás tu vida? –Raditz intervino en la conversación tras las palabras de su hermano menor–. Ese bastardo quería matar a tu mujer por negarte ¿cierto? –
Kakarotto obligó a Chi Chi a que le soltase, ésta, al no conocer a Raditz, se ocultó nuevamente tras el cuerpo del saiyajin.
–Sé que te parezco idiota por tener sentimientos–Raditz asintió ante las palabras de su hermano–, pero no lo soy. No permitiré que ninguno de mi familia sufra, así como ningún inocente. Tengo altas esperanzas en que Trunks acabe con Cooler. –
–Y no eres el único–Raditz, por primera vez, mostró una sonrisa a su hermano, quien la imitó–. Te pareces tú más a nuestros padres que yo. –
Raditz apartó la mirada y tragó saliva. Su madre era muy dulce y su padre un gran guerrero que daba la vida por sus hijos. Él, en cambio, era todo lo contrario. Era más vil que cualquiera de sus progenitores y disfrutaba de ello. Al menos así lo hacía cuando vivía en la base de Freezer. Ahora todo era diferente. El nacimiento de Trunks y de Bra supuso un cambio para él. Los hijos del Príncipe fueron difíciles de aguantar, pero el lado humano que tenían les hacía ver a los saiyajins el mundo de otra manera.
Raditz no tenía familia. No se casó ni tuvo hijos. Siempre pensó en tenerlos pero luego se decía que no merecían un padre como él. Seguramente no los cuidaría como debía y acabarían odiándole. Se resignó y aceptó que los suyos eran Bulma y los demás.
Alzó la mirada y se encontró con su hermano. Posiblemente el destino le estuviera hablando. No podía ser casualidad que fuese testigo de lo ocurrido con Paragus. Él debía de encontrarse con Kakarotto, siempre tuvo que ser así. ¿Podía decir que tenía una familia al fin?
–No te enfrentarás a Cooler solo–Kakarotto mostró una sonrisa más amplia tras las palabras de su hermano.
De pronto el suelo tembló y provocó que el cuerpo de Paragus cayera. Raditz elevó el vuelo y Kakarotto igual, cargando a su mujer que no comprendía que ocurría.
En cuestión de segundos se escucharon explosiones que dejaron a entender lo que estaba sucediendo. Ambos hermanos se buscaron con la mirada y se dijeron lo mismo. Estaban siendo atacados.
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Minutos antes
Aloy y Trunks estaban sentados sobre el colchón de éste. Ambos reían mientras contaban anécdotas de su vida a la vez que comían unas deliciosas galletas. La muchacha se tuvo que apoyar sobre la pared para aguantar la risa.
–Raditz con una barba blanca que le llegaba hasta el suelo, vestido con un traje rojo relleno de algodón, que se le salía por todos lados, para que pareciera gordo–Aloy escuchaba entre risas la historia de Trunks–. Mi hermana le tiraba del pelo y no paraba de decir "Es tío Raditz. Es tío Raditz. ¡Que venga Santa Claus!" –
–Los humanos tenían unas costumbres muy raras–reía la joven mientras el chico se apoyaba en la pared. Contempló con atención el rostro de Aloy. No la había visto reír así antes y le gustaba. La llegó a ver más hermosa si podía.
–Navidad, según mi madre–Trunks sintió una punzada al recordar como Bulma festejaba una fiesta perdida en un planeta diferente. Era una suerte que el Rey Darek fuera un hombre que adoraba celebrar cualquier cosa–. Había algunas fiestas más. –
–¿Cómo cuáles? –preguntó curiosa la muchacha mientras agarraba una galleta.
–Mi madre me hablaba de una que mi padre odia muchísimo–Aloy masticaba la galleta mientras contemplaba con gran atención a Trunks–. Se llama San Valentín. –
–¿San Valentín? ¿Qué es eso? –cuestionó nuevamente, después de terminar de masticar y tragar la mitad de la galleta.
–Es el día de los enamorados–Trunks notó como las mejillas de Aloy se tornaban rojizas.
–¿Y qué se hace en San Valentín? –el rubor de Aloy aumentó con la pregunta, robando una dulce sonrisa de Trunks.
–Déjame que recuerde–Trunks llevó su mano a su mentón mientras alzaba la mirada al techo, como si de esa manera pudiera rememorar las palabras de su madre–. Las parejas suelen tener citas. –
–Una cita–suspiró Aloy antes de terminar de comerse la galleta. Trunks apreció la nostalgia en sus palabras–. Mi doncella me hablaba mucho de ellas. A veces incluso más de lo que debía. –
–¿Sabes cómo es una cita? –para aquel momento, Trunks estaba tan sonrojado como ella.
–Las parejas suelen ir agarradas de las manos mientras pasean o también pueden cenar a la luz de las velas–contestó ella recordando las palabras de su doncella–. Hay dulces o flores de regalos. Abrazos, besos...–la joven sintió su cuerpo arder antes de terminar–¿alguna vez viste una mujer desnuda? –
La pregunta pilló desprevenido a Trunks. El negó enseguida a lo que ella echó detrás de su oreja uno de sus mechones dorados. Sus ojos avellana brillaban y su rubor la hacía verse tierna y dulce. Era la imagen que quería guardar de ella.
–Me gustaría pasear contigo e ir agarrados de la mano–Aloy acercó su mano a la de Trunks y entrelazó los dedos con los de él. Se miraron a los ojos y supieron que las palabras ya no eran necesarias.
Trunks se inclinó hacia delante y probó sus labios con necesidad. Sintió el sabor dulce de la galleta en ella mientras ésta se dedicaba a acariciar sus brazos. No quería separarse. Quería estar así con ella, porque en ese momento consiguió algo muy difícil. Evadirlo de la dolorosa realidad.
Se separaron cuando un estruendo se escuchó y el suelo comenzó a temblar. Aloy cayó del colchón al suelo y Trunks se levantó corriendo para ayudarla. La joven se abrazó a él mientras éste se elevaba.
Vieron como los muebles caían a causa de los temblores por culpa de las explosiones.
–Nos están atacando–dijo Trunks mientras notaba el ki del enemigo.
–¡Una nave! –Trunks miró por el rabillo del ojo a la ventana que Aloy le estaba señalando.
Se acercó con ella en brazos y contemplaron la majestuosa nave de la cual salían numerosos soldados con armadura dorada. Trunks apretó los dientes al notar el ki de ellos. Eran muy fuertes para enfrentarlos él y los demás. Aloy, por su parte, contemplaba con los ojos abiertos el símbolo de un sol en el vehículo.
–Padre–Trunks se desconcertó al escuchar a Aloy. La miró y la encontró perdida en la imagen tras la ventana–. Ha venido a salvarme. –
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¡Espero que os haya gustado este capítulo! Quiero avisar de que el final está cerca. Posiblemente dentro de tres o cuatro capítulos Almas unidas llegué a su final :(
También quiero avisar de un fic que me replanteé hace poco. Mi intención, al inicio de esta historia, era darles más protagonismo a Chi Chi y Goku, pero al final quedaron en un segundo plano, por lo que pienso hacer un fic que trate sobre ellos, justo cuando fueron raptados para vivir con Cooler (éste se ambientaría al mismo tiempo en el que Bulma y Vegeta vivían con Freezer). El fic se llamará Almas encadenadas.
¡Gracias por leer y por vuestros comentarios!
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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