Capítulo 12. Frenesí.
AVISO: ESTE CAPÍTULO CONTIENE ESCENA LEMON
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Hubiera asegurado que era su imaginación quien le estaba jugando una mala pasada. En la soledad de su ducha y con el deseo de salir de aquella infernal trampa, juró que fue su cabeza quien la imaginó adentrarse en aquel reducido espacio. Él sabía bien como la mente podía ir en su propia contra. Podía haberla imaginado, hasta el punto de utilizar sus recuerdos para hacerle rememorar el tacto de su piel e, incluso, el de sus labios. Pensó en que era una mentira creada por él, pero no opuso resistencia y prefirió dejarse llevar.
Sus ojos azules no podían compararse ni con cielos ni con mares. Eran únicos, así como lo era ella. Su cabello lacio era suave y desprendía un aroma floral que le llevaba a recuerdos que creyó olvidados. Su piel, su delicada y brillante piel, al tocarla hacía que todo su cuerpo vibrase de una emoción que solo él podía experimentar.
Bulma, no había otra en ese ni en ningún otro mundo, era ella una razón por el que la vida tenía sentido para él. Podía notarlo. Cuanto más se alejaban más vulnerable era él. Si había un ser en el universo que pudiera vencerle, no había dudas, era aquella humana.
–Vegeta–susurró ella a la vez que acariciaba su rostro, mientras notaba como las manos de él recorrían sus muslos, ascendiendo hasta perderse en sus curvas.
–No hables, mujer–ella sonrió al escuchar su tono bajo y suave.
–¿En qué piensas? –Vegeta contempló los azulados y brillantes ojos de Bulma. Su imaginación era única, porque para él era como tenerla realmente allí.
–Recuerdo las mañanas en las que pedías que no saliera de la cama–la sonrisa de Bulma era brillante, exactamente como la de aquella adolescente que conoció en la base de Freezer–. Tenía que haberte hecho más caso. –
–¿Por qué me hablas como si fuera un fantasma? –Bulma bajó sus manos, colocándolas a la altura del pecho de Vegeta mientras éste la abraza contra su cuerpo–. ¿Acaso crees que no estoy aquí? –
–No es la primera vez que despierto de un sueño así–la humana tragó saliva dolorosamente. Agachó un poco la cabeza, rompiendo el contacto visual con el saiyajin. Conocía bien a ese hombre, pero no era capaz de imaginar hasta que punto le afectó todo.
–No es un sueño, Vegeta–Bulma alzó nuevamente la cabeza–. Estoy aquí contigo. Dormirás conmigo y al despertar seguiré a tu lado. –
Vegeta iba a pronunciarse, pero Bulma lo impidió. Rodeó su cuello, le atrajo hasta ella, cerró los ojos y robó de sus labios un beso pasional.
Era tan real que le dolía. Temía que sus sospechas fueran ciertas y estuviera en un sueño. No quería abrir los ojos y darse cuenta de que su cabeza había vuelto a burlarse de él, pero esta vez de una manera superior, porque podía tocarla y besarla de una manera más auténtica.
Rodeó su cintura, apretándola con cuidado contra él, mientras profundizaba el beso. Con lentitud y suavidad la guió hasta la pared de la ducha, pegando la espalda de ella contra el muro. Sentía un ardor interior que se iba extendiendo por su cuerpo. La soltó solo para poner sus manos a ambos lados de ella, acorralándola mientras ésta aumentaba el nivel de aquel beso.
Sintió una de sus manos hundirse en su puntiagudo cabello, mientras la otra acariciaba su espalda. El beso, que empezó inocente, casi tierno, elevaba la temperatura de ambos cuerpos, hasta el punto que el agua caliente llegó a ser molesta. Vegeta apartó una de sus manos colocadas en la pared, primero para cambiar la temperatura del agua y, después, para tocar el cuerpo femenino que tembló de placer ante el contacto.
Bulma rompió el beso, mordiendo con sensualidad el labio inferior del guerrero, que sintió una fuerte excitación por el acto. La humana, acarició el cuerpo del hombre, desde su espalda, pasando por los brazos, hasta terminar tocando todo su torso. Él hundió su boca en el cuello de la mujer, brindándole desde pequeños besos hasta placenteros mordiscos que ocasionaban gemidos procedentes de su amante.
–Vegeta–gimió ella en un tono bajo pero audible. Él gruñó de excitación en respuesta.
Las manos de Bulma seguían explorando cuando las de él se hicieron dueñas de ambos pechos. Ella se mordió el labio, echando hacia atrás su cabeza, chocándola contra la pared, a la par que él seguía besando y mordiendo su cuello. La humana, entre el placer y el anhelo, siguió investigando el cuerpo que perfectamente conocía. Vegeta se separó para soltar un gemido cuanto notó los dedos de ella acariciar suavemente su miembro.
Sus miradas se encontraron y ahí él apreció algo que era diferente a los sueños que tuvo con ella. Sus ojos brillantes mostraban aquel toque de falsa inocencia que ella ponía cuando hacían el amor. Cuando la soñaba, ella le contemplaba de la misma manera que lo hacía de forma normal, pero en ese momento lo hacía igual que en sus momentos de privacidad. Pícara y lujuriosa, haciéndole entender que cuando le tocaba era de forma ingenua.
Era ella. No había más debate. Ante sus ojos tenía a la verdadera Bulma con todos sus recuerdos. Estaba justo delante, mirándole con una sonrisa ladina y un brillo ardiente en su mirada.
Ansioso, tras saber que no era una trampa de su cabeza, buscó los labios de ella para poder sentir de nuevo el contacto que le fue negado por las circunstancias en las que estaban viviendo. Él reclamó aquel beso de tal forma que una corriente eléctrica recorrió cada parte del cuerpo femenino. Bulma, ardiente de deseo, rodeó el cuello del Príncipe y, con la mano que le quedó libre, acarició con lentitud su miembro. El guerrero, tras sentir el placentero contacto, gimió en la boca de su esposa.
El agua caía por la espalda de él y contra el pecho de ella, que Vegeta acariciaba con lentitud. Su beso ardiente tenía un ritmo acelerado mientras ella le tocaba con un ritmo lento y suave, consiguiendo que sus jadeos fueran al mismo compás. Él, perdido en las caricias de su amante, decidió iniciar una batalla con su lengua introduciéndola en la boca de ella. La respuesta fue temprana, y, mientras peleaban, la temperatura de sus cuerpos aumentaba. Bulma sintió el placer recorrerla hasta terminar en su entrepierna, por lo que aumentó la velocidad con la que tocaba al saiyajin.
Vegeta rompió el beso, colocó sus manos nuevamente contra la pared, pegó su cuerpo más contra ella, hundió su cabeza en el cuello de la humana y dejó salir sus gemidos mientras se dejaba llevar por las atenciones de Bulma, quien se encontraba bastante excitada.
Con un brazo rodeaba su fuerte cuerpo y con la otra mano aumentaba la velocidad con la que tocaba el miembro del Príncipe. Él, para llevar a la mujer al terreno del placer, bajó una de sus manos por su cuerpo. Alzó la mirada y se encontró a Bulma entreabriendo su boca, escapándose de ella el nombre del guerrero tras notar como la yema de sus dedos acariciaban sus labios inferiores.
A pesar del agua, su entrepierna se encontraba húmeda a causa del placer, por lo que le fue sencillo al guerrero penetrar dos dedos en su interior, consiguiendo que la voz de ella se alzase ante la intromisión.
Vegeta se separó de su hombro y, con ansiedad, bajó hasta su pecho derecho, el cual reclamó con su boca, pasando la lengua por el pezón. Bulma cerró los ojos, dejándose llevar por el deseo, mientras gemía sin dejar de acariciar el duro miembro del guerrero, robándole también gruñidos a causa del placer.
Vegeta no recordaba cuando fue la última vez que le resultó tan excitante hacer el amor con Bulma. A pesar de que le encantaba su cuerpo y de disfrutar el sexo con ella, se había dado cuenta que los últimos años parecían más rutinarios. A ambos les gustaba hacerlo y disfrutaban de ello, pero en ese momento, para él, era como si fuera la primera vez que lo hacían. Había olvidado lo increíble que era tocar su cuerpo, de saborearlo y acariciarlo de la manera perfecta para escuchar su voz como lo hacía en ese momento. Conocía a la perfección a la humana, pero sentía que ahora era como revivirlo por primera vez y era exactamente lo que le estaba excitando.
Vegeta aumentaba las penetraciones de sus dedos dentro del interior de Bulma. Nublada por el placer, soltó su miembro para abrazarse a su cuerpo. Sentía que iba a explotar al sentir la boca de él lamiendo su pecho mientras embestía con intensidad su entrepierna. Ella, así como él, también había soñado, pero la realidad era mucho mejor.
No había armonía más perfecta que aquella. Su nombre escuchado en los labios de Bulma cuando él le daba el placer que ella recibía. Tampoco encontró imagen más bella. Su cuerpo mojado por el agua, con el cabello pegado a su piel, los ojos cerrados, los pómulos sonrojados y su boca entreabierta mientras aireadamente le nombraba. Toda ella temblaba por su causa y eso le robó una sonrisa de medio lado, así como aumentó sus ganas de volver a hacerle el amor.
Abrió los ojos cuando notó como sus dedos dejaron de penetrar su interior y como sus labios dejaron de saborear sus pechos. Bajó la mirada, para encontrarle de rodillas ante ella con la mirada clavada sobre la suya.
–¿Sigues creyendo que soy un fantasma? –preguntó ella mientras recuperaba el ritmo de su respiración.
–Los fantasmas no gritan tanto como tú, mujer–habló con picardía.
Bulma se mordió el labio al ver como acercaba su cabeza hacia su intimidad. Su voz sonó más fuerte que las veces anteriores cuando la lengua juguetona del saiyajin lamió su clítoris con delicadeza. Notó sus manos clavadas en sus muslos y poco a poco iba probando su zona íntima.
Excitada, sonrojada y temblando, colocó sus manos sobre su negra cabellera. Contemplaba desde su altura al guerrero con los ojos cerrados, pasando su lengua en círculos por su sensible botón. Se relamió ante aquella imagen, porque ya la había soñado días atrás.
Vegeta apartó una de sus manos de los muslos de Bulma, para llevarla a aquella húmeda zona y volver a penetrar sus dedos en su interior, sin separar sus labios de su entrepierna. Ella, como reacción, chocó su cabeza nuevamente contra la fría pared, dejándose llevar por todo el placer que él le estaba dando.
Primero penetró con lentitud al igual que lamía su clítoris al mismo tempo, pero su velocidad aumentaba al son de los gemidos de Bulma. Ella apretó su cabeza con fuerza y el intensificó la penetración de sus dedos mientras apretaba el muslo de la humana. Podía notar cuan excitada se encontraba y lo poco que quedaba para que llegase su orgasmo. Movía su lengua con destreza, siguiendo el ritmo que llevaban sus dedos en su interior. Ella se aferraba mientras el agua caía por su pecho y resbalaba por el cabello y la espalda de su amante.
El Príncipe notaba el cuerpo de Bulma temblar. Sintió sus piernas apretándole, perdiendo el control de ella misma por culpa del placer. Gemía cada vez más alto y en todo momento le nombraba a él, quien se encontraba bastante excitado.
La voz de Bulma tembló al sentir un tercer dedo en su interior. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior con fuerza. Vegeta penetraba con velocidad pero su lengua la movía a un ritmo intermedio, llevándola hasta la locura. No era dueña de su cuerpo, ni podía controlar sus gemidos. Le nombraba y le suplicaba porque no cesase. Cuanto más lo pedía, más aceleraba las penetraciones, y, con ella, el movimiento sobre su clítoris.
–¡Vegeta!–la voz de Bulma sonaba como si estuviera rogando. Él abrió los ojos y la contempló.
Vegeta se separó de ella y sacó los dedos de su interior. Se levantó para encontrarse con la humana abriendo los ojos, con el rostro enrojecido y el cuerpo temblando, intentando recuperar la respiración. Él no le dio demasiado tiempo, colocó sus manos sobre el trasero de ella y, con fuerza, la elevó, pegando su espalda contra la pared. Bulma, como contestación, le rodeó con las piernas mientras colocaba sus manos sobre sus hombros. Él se inclinó hacia delante, para robarle un beso mientras colocaba su miembro en la húmeda entrada de ella.
Su miembro resbaló con facilidad en el interior de ella, quien, tas el acto, arañó con fuerza su espalda. Bulma se separó de sus labios para gemir, después pegó su frente contra la de él y, pasado unos segundos, él comenzó a penetrar con lentitud.
Ambos sentían como el agua resbalaba sobre sus cuerpos mientras él se decidía a besar con delicadeza el cuello de ella, a la vez que apretaba con cuidado sus glúteos. Vegeta llevaba un compás lento, consiguiendo que los gemidos de Bulma tuvieran una tonalidad baja. Estaba luchando internamente contra sus propios deseos, ya que sus intenciones eran que escuchasen su voz en los planetas más próximos.
Sentía el contacto de su pecho contra el suyo cada vez que penetraba en su cuerpo, por lo que deseó tocarlos con sus manos y así lo hizo. Con una de ellas agarró uno con posesión y lo movió en círculos, a lo que ella respondió con un gemido más elevado y clavando sus uñas en su piel. Como respuesta, Vegeta elevó la velocidad y la fuerza de sus embestidas, midiéndolas lo suficiente para no dañarla.
Bulma notaba como Vegeta dejaba huella en su cuerpo. Mordía con cuidado su cuello, movía y apretaba delicadamente su pecho a la par que lo hacía con su trasero, mientras aumentaba su ritmo, consiguiendo que incrementase su deseo interno. Sus piernas, y toda ella, temblaron de placer por cada embestida que recibía. Nublada por aquel ardiente fuego, tomó al Príncipe del mentón y le obligó a que la mirase. De esa forma ella reclamó los labios que fueron el pozo donde desahogó sus fogosos gemidos.
Se besaron más con necesidad que con pasión. Era un beso basto y salvaje, nacido de la lujuria de dos amantes que tocaban el cuerpo del otro a la vez que lo unían en aquel embrujante y erótico encuentro. Él volvió ambas manos a su trasero para agarrarla con fuerza y ella intentó mantenerse firme. Cada vez más pegados a la pared, cada vez más mojados por el agua y cada vez más perdidos por sus propios deseos. Sin separarse ni un solo milímetro del otro, se devoraron y degustaron con gran vehemencia.
Ambos eran uno en un espacio reducido, que, lejos de agobiarles, resultó ser bastante excitante. Bulma acarició cada parte de su piel, desde su cuello hasta las manos que firmemente la sujetaban y acariciaban. Él, preso del mayor deseo, la arrinconó contra la pared y su cuerpo, aplastando su pecho contra el de ella. Embistió con profundidad, elevando la velocidad. Rompió el beso que les unía y ella tomó su rostro con sus manos. Se perdió en los ojos negros del guerrero, que mostraban el deseo, el anhelo e, incluso, el dolor. Ella quería borrarle todo mal pensamiento y supo como hacerlo. Quiso aumentar el placer de él, bajando una de sus manos por su cintura, llegando justo donde estaba la marca donde alguna vez hubo una cola de mono.
Ante el contacto, Vegeta perdió un poco la estabilidad. Se vio obligado a colocar una de sus manos sobre la pared. Alzó la mirada hacia la humana, quien mostraba una sonrisa juguetona. A pesar de que perdió su cola, la marca que le quedó seguía siendo igual de sensible que su viejo apéndice.
Notaba como la yema de sus dedos pasa por la cicatriz, haciendo pequeñas y delicadas circunferencias por ella. Él apoyó su frente en el hombro de Bulma y volvió a penetrarla con la mayor fuerza que pudo controlar.
Ambos elevaron sus voces. Él gruñía y ella le suplicaba por más placer. Ambos eran presos de un juego que tenía el mismo final.
Vegeta volvió a mantener la estabilidad, agarrando a la mujer por el trasero e intensificando sus penetraciones. Bulma notó como las piernas le comenzaban a flaquear. Sus uñas se clavaron en su hombro mientras seguía acariciando la cicatriz de él pero con más rapidez. Él, mientras seguía su vaivén dentro del cuerpo femenino, clavó, con cuidado, sus dientes en el cuello de ella. Estaba peleando contra él mismo, porque si seguía perdiendo los papeles podría transformarse y eso le lastimaría a ella.
El cuerpo de Bulma comenzó a estremecerse. Echó la cabeza hacia atrás, estiró su cuello, haciendo que él se separase de ella, abrió la boca y le llamó a él. Le nombró tan alto que temió que la escuchase quien no debía de hacerlo.
Vegeta penetró lenta y profundamente una, dos, tres, cuatro y cinco veces más hasta que su orgasmo llegó. Nublado por el deseo, cayó de rodillas con ella aún encima. Se miraron mientras buscaban el aire que se les escapó. Ella sonrió y él la admiró con deseo. Bulma se inclinó y le depositó un suave beso sobre su frente para después acomodar la cabeza, nuevamente, sobre su hombro.
–Creo que tendremos que ducharnos otra vez–dijo entre risas, a lo que él respondió sonriendo.
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Bulma miraba desde arriba al Príncipe que tenía sus manos sobre sus caderas. Cuando le dijo que estaba cansada y deseaba dormir, no esperó que volviera a tener un encuentro como en la ducha, pero después de tanto tiempo y con aquel calor que la invadía, no era de extrañar que volvieran a reclamarse ambos cuerpos.
Colocó sus manos sobre el pecho descubierto de él mientras subía y bajaba sobre su miembro. Él la guiaba con las manos en las caderas, mientras reposaba sobre el colchón. Bulma se movía de manera hechizante, lenta y suavemente. Sus gemidos sonaban más elegantes y su mirada brillante se clavaba sobre él. Vegeta contemplaba hipnotizado el movimiento de sus pechos. Aquella mujer le tenía completamente embrujado.
El orgasmo de ella no tardó en llegar, esta vez menos sonoro que el anterior, el de él tampoco se hizo esperar.
Bulma, agotada, se dejó caer sobre el cuerpo del saiyajin, quien la abrazó y acarició.
–Es la segunda vez–sonrió ella mirándole con amor. Él bajó su mirada hacia ella y acarició su cabello.
–Nos quedan muchas más–Bulma amplió su sonrisa y se quitó de encima de él, rompiendo la conexión de ambos cuerpos.
Se tumbó a su lado, rodeando la cintura de él mientras éste tenía su brazo alrededor de la espalda de la científica.
–¿Crees que Cooler se ha enterado de lo que ha pasado aquí? –la voz de Bulma se transformó. Apartó a aquella mujer coqueta y dejo paso a alguien completamente preocupada.
–No permitiré que te vuelva a tocar–él hablaba a la vez que acariciaba la suave piel de la humana–. Pagará por todo. Por ti, por Bra y por Trunks. –
–¿Y por ti? –el saiyajin frunció el ceño y miró a la mujer–. Cada vez que nos hacen algo a nosotros también te lo hacen a ti, por mucho que intentes ocultarlo, Vegeta. Te esta torturando. –
–¿Piensas que son comparables las torturas? –Bulma negó.
–No me acuerdo de lo que sentí cuando me dieron descargas eléctricas, pero sí de la sensación de pánico cuando casi me las vuelven a dar–explicó ella, apoyando su cabeza sobre la mano que tenía colocada en el pecho del guerrero–. A pesar de que la situación de Bra es la peor de todas, estoy segura que físicamente está bien y a Trunks le dieron una paliza solo para martirizarte a ti–Bulma tragó saliva con pesadez–. Y tú has tenido que cargar con todo eso y aguantar por nuestro bien. –
–Con Freezer ya aguantaba...–
–¡Deja de hacerte el duro! –Bulma se separó de él, sentándose en la cama mientras agarraba las sábanas para cubrir su desnudez–. Ahora tienes una familia, Vegeta, y sé que te duele más que cualquier cosa que viviste en la base de Freezer. Prometí que os iba a proteger, y eso haré. –
–¿Cómo lo vas a hacer? –Bulma negó con la cabeza.
–Llegado el momento lo sabrás–depositó su mano sobre el rostro del Príncipe y, con suavidad y cariño, le acarició–. ¿Vamos a por la tercera vez? –
Él sonrió, a pesar de no agradarle que su mujer intentase desviar el tema de conversación. Debía aprovechar aquel momento, porque después de todo el martirio ella volvió a él y debían disfrutarlo.
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A primera hora de la mañana siguiente, Cooler dio orden a los saiyajin para que se personasen ante él antes de que partieran a la misión que se llevaría a cabo el día después. Les vio formados en una fila horizontal. Vegeta se encontraba a un lado de ésta, junto a él su hijo y tras él Raditz. Turles le seguía y Paragus, sin la compañía de Broly, formó entre éste último y Kakarotto.
Los tres últimos saiyajins tenían las manos colocadas a su espalda, con la espalda recta y la cabeza alzada, mientras que los otros restantes mostraban una postura más relajada, sin seguir un protocolo obligatorio.
Cooler poca atención puso a la actitud de aquellos saiyajins, simplemente contemplaba con regocijo el semblante de Paragus. Podía notar la rabia e impotencia en su envejecido rostro. Había apretado la mandíbula, como si se estuviera mordiendo la lengua para no soltar por su boca todo lo que por su cabeza pasaba en ese instante.
–Mañana partiréis de misión al planeta Krint–habló el tirano, apartando la vista del mayor para contemplar a cada uno de los guerreros–. Salza os dará los datos necesarios sobre el trabajo que llevaréis a cabo. –
Cooler señaló, con un leve movimiento de cabeza, hacia Salza, quien estaba detrás del tirano con los brazos bien pegados al cuerpo.
El tirano comenzó a andar de un lado hacia el otro de la línea que formaron los guerreros. Tenía en su rostro una sonrisa que reflejaba la diversión que le daba desde contemplar a Paragus hasta mirar el rostro del joven medio saiyajin.
–¿Alguna duda? –preguntó Cooler mirando de arriba abajo a los soldados cada vez que pasaba delante de ellos.
–Yo tengo una–el tirano, quien estaba justo delante de Raditz, miró hacia Paragus quien dio un paso al frente.
La sonrisa de Cooler se ensanchó más todavía. No necesitaba que Paragus dijera cual era la duda que le rondaba, porque bien sabía cual era.
–Habla–ordenó Cooler sin moverse del sitio.
–¿Por qué ese maldito engendro sigue con vida? –Paragus señaló con la mirada a Trunks, el cual ni siquiera le prestó atención. Cooler contempló como el mayor apretaba la mandíbula y los puños, marcándose algunas venas en sus brazos y en su cuello.
–Muy buena observación, Paragus–Cooler se acercó hacia Trunks, quedando enfrente del muchacho que no parecía emitir emoción alguna–. Porque el maldito engendro, como le apodaste tú, será el nuevo capitán del escuadrón. –
Cooler se deleitó ante las reacciones de los saiyajins tras su noticia. Vegeta y Trunks, tenían exactamente la misma y era de completa sorpresa. Raditz, por su parte, tampoco podía salir de su asombro, mientras que su hermano Kakarotto parecía bastante despistado. Las facciones que más disfrutó el tirano fueron de las de Turles y Paragus, quienes pasaron de la incomprensión a la más visible rabia.
–No puede hacer eso–señaló Turles mirando con rabia al joven–. Ese mocoso, ese enano debilucho, ha matado a Broly y ni siquiera está preparado para una batalla. La ramera que lo acompaña sería de mayor utilidad que él. –
–¿Habla la envidia, Turles? –el mencionado frunció el ceño ante el comentario del tirano–. El muchacho se ha cargado a Broly con sus propias manos. Él solo a puño limpio. Tiene merecido ese puesto incluso más que su propio padre. –
–Ha matado a uno de los nuestros–la rabia estaba latente en Paragus, e iba incrementando cuanto más se daba cuenta de que su hijo jamás sería vengado.
–Un traidor que conspiraba contra mí, así como lo hicisteis Turles y tú–señaló Cooler, silenciando a ambos nombrados–. Pobre de aquel que se atreva a contradecir mis órdenes o de atacar al chico por venganza, porque el que lo haga se las verá conmigo. –
–Ellos atentaron contra la vida de tu hermano–señaló Turles con la misma rabia que invadía a Paragus, pero esta era iniciada por otro motivo, ya que lo último que deseaba era recibir órdenes de Trunks.
–Y a diferencia de vosotros, ellos no fallaron–sonrió Cooler para molestar más al saiyajin–. Ahora que ya sabéis lo que os espera el día de mañana, marchaos. Y más vale que no contradigáis ni mi orden ni ninguna que imponga Trunks. –
Turles no ocultó su gesto de desprecio hacia el tirano, quien respondió con una sonrisa que lo enrabietó más. El saiyajin abandonó la sala en compañía de Paragus, que blasfemaba sin importar la presencia del lagarto.
Cooler volvió toda su atención al muchacho quien le contemplaba, intentando analizar la finalidad de su plan. No necesitaba observarle mucho para saber lo que tramaba. Quería desequilibrarlo. Deseaba llevarlo al límite, sabiendo que no derramaría sangre de inocentes jamás. Incluso la muerte de Broly le pesaba sobre su conciencia, por mucho que éste la mereciera por ser un ser vil y despreciable. No era capaz de conciliar el sueño y ni siquiera, tras una noche en vela, añoraba su cama. Simplemente quería sacar de su cabeza aquella muerte.
–No me falles, chico–habló el tirano con su sonrisa macabra–. No tengo deseos de volver a castigarte. Resultas ser muy entretenido. –
–Búscate otro títere–Vegeta habló por su hijo, provocando la risa en Cooler–. Él no está formado para un trabajo así. –
–Tú tampoco lo estabas cuando Freezer te reclutó–Cooler rompió en seco su risa para contemplar al Príncipe con rabia–. Luego no objetabas cuando debías mandar, y mucho menos cuando matabas. –
Cooler se puso delante del Príncipe, quien no se movió ni se intimidó ante la presencia de aquella bestia. Sus ojos sanguinarios le mostraban la rabia que sentía hacia el saiyajin, podía notarlo. Aquel monstruo no quería soportarle, deseaba matarlo y con su mirada ya lo hacía.
–No me lo vas a negar, Vegeta–el tirano volvió a emitir una sonrisa maquiavélica–. Te excita volver a matar. Lo añorabas ¿cierto? El arrebatar vidas inocentes. Escuchar sus gritos y sus súplicas. Ver como su vida dependía de ti–el saiyajin alzó la cabeza con orgullo, para demostrar la poca importancia que le daba a sus palabras–. A mí no me engañas, mono. El placer por la sangre está ligado a tu raza, y no puedes renegar de ello. –
Trunks fruncía el ceño contemplando al tirano con los ojos inyectados en sangre, observando y deleitándose con la indiferencia de su padre.
Apartó la mirada de él y, en su cabeza, repitió las palabras del tirano. Conocía bien a la raza saiyajin, era una despiadada y sanguinaria. No había diferencias entre ellos y la familia de Cooler. Habían nacido con dotes para la lucha y lo utilizaban en su propio beneficio. Unos ya no vivían, otros habían cambiado y los pocos que quedaban, que eran el mismo Cooler y el Rey Cold, seguían aprovechándose de su inmensa fuerza.
–El mayor placer para un saiyajin es destrozar la cabeza de su enemigo–habló el Príncipe con una neutralidad que erizaba la piel–. En este momento yo tengo al mío delante. –
Cooler respondió con una sonrisa a su comentario para después darles la espalda y reunirse con Salza. Vegeta se giró hacia su hijo, moviéndole la cabeza para que le siguiera hacia la salida.
Trunks miró a su alrededor, ni siquiera se percató de la ausencia de Raditz y Kakarotto. Se había quedado mirando a Cooler hablar con su padre, tenía paranoias con ello. Cada día era algo diferente, ya no sabía por dónde más podría salir.
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Trunks cruzó la puerta de su habitación con rabia. Ésta se cerró detrás de sí, mientras él se sentaba en su cama. No dejaba de soltar bufidos y de apretar sus puños, al igual que su mandíbula.
–¿Qué ocurre, Trunks? –el muchacho alzó la cabeza al escuchar la voz femenina que provenía del baño.
El adolescente tragó saliva al encontrarse con Aloy en el marco de la puerta que conectaba con el cuarto de baño. La chica, quien ahora dormía allí para que él pudiera protegerla, tenía enredada una toalla blanca en su cuerpo, y su cabello dorado estaba completamente mojado y pegado a su piel que brillaba con las pocas gotas que quedaron de su reciente ducha. Ella mostraba un semblante preocupado.
–Cooler me ha puesto al mando del escuadrón–la chica se apartó del marco de la puerta y se acercó a él, tomando asiento a su lado en el colchón. Puso una mano sobre su hombro y lo acarició lentamente–. Juega conmigo como le da la gana. –
–Solo si tú le das el placer, Trunks–Aloy se perdió en los ojos azules del joven–. Él entrará en tu cabeza si le das paso. –
–¿Y cómo lo hago, Aloy? –la Princesa elevó su mano para acariciar su rostro.
–Cooler te ve interesante porque mataste a Broly–habló ella mientras pasaba la yema de sus dedos por sus mejillas–. Perderá el interés por ti en cuanto vea que no vas a darle el gusto de matar a personas inocentes. –
–Las consecuencias de ello podrían ser terribles–Trunks atrapó su mano y la apartó de su rostro, pero no la soltó–. Mi temor es quien saldría repercutido por ello. –
–Tu hermana no, y tu padre menos–contestó ella dándole un leve apretón a su mano.
–Mi madre saldría perjudicada–Trunks se mantuvo en silencio y contempló a la joven con semblante preocupado. Tragó saliva y desvió la mirada–. Y si sabe de ti, temo que también te enfrentes a su ira. –
–No me importa–Trunks frunció el ceño mientras volvía a buscar su mirada. Ya no le pareció estar preocupada, sino que le dio una sensación de confianza que envidió–. Obviamente no me gustaría estar en esa tesitura, pero tampoco quiero que tu estés entre la espada y la pared. Tú corazón no está lleno de maldad, prefiero que siga así cuando vuelvas de tu misión. –
–Alguien pagará por mi rebeldía–el joven apretó con fuerza la mano de la muchacha, que contemplaba los ojos azules del guerrero con orgullo–. De alguna manera, mi interior estará podrido. –
–Luchaste contra Turles porque mató a una niña inocente–Aloy se movió en el colchón para quedar más cerca del guerrero–. Decidiste endeudarte para salvarme de una horrible tortura y has luchado y matado por mí. ¿Enserio ves que haya algo malo en tu interior? Porque yo no lo veo, y sé que no lo veré jamás. –
–Pienso que podría hacer más–Trunks soltó la mano de la muchacha y se levantó de la cama, rompiendo la cercanía con ella–. Podría terminar con Cooler para que su tiranía acabase ahora mismo. ¿Cuántas vidas y planetas salvaría si lo hiciera? –
–Millones–Aloy se puso en pie, colocándose detrás de Trunks. Rodeó su espalda y apoyó su cabeza en su hombro. El joven, ante el acto, se sonrojó–. ¿Por qué no empezar con el planeta al que irás mañana? Estoy segura de que tu madre no sufrirá daño alguno. A Cooler no le conviene torturar a quien tiene de rehén para manipularos y, a su vez, trabaja para él. –
–Tú seguirías en peligro–Trunks acarició los brazos de la joven que sonrió al sentir el tacto.
–Ya te dije que no me importa–tras terminar con su frase, Trunks se dio la vuelta y volvió a contemplar a la muchacha cubierta por una toalla, con la piel casi seca y el cabello húmedo. Se perdió en el aroma que desprendía. Le recordaba a las flores de Akrog. Sus ojos acaramelados eran como su dulce favorito y sus labios rosáceos y brillantes le llevaban al recuerdo de cuando los besó, anhelando aquel momento en cuanto los contempló nuevamente–. Toma la decisión correcta. –
–Puede que a ti no te importe, Aloy, pero a mí sí–Trunks la tomó del mentón y alzó su cabeza–. Me importas. –
Trunks apreció como las mejillas de Aloy se tornaban rojizas a causa de sus palabras. Sintió el cuerpo de ella temblar y, ante los nervios, apartó la mirada, pero él volvió a alzar su cabeza pero que sus miradas se volvieran a cruzar. Volviendo a sentir el deseo de probar sus labios, se inclinó hacia delante, cerró los ojos y se aproximó a ella, quien rompió el espacio para encontrar el ansiado beso.
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Bulma contemplaba con detenimiento su creación. Era una esfera de metal pequeñita que cabía en su mano. Estuvo toda la mañana y toda la tarde en aquel proyecto, ya que el que tenía asignado estaba parado, esperando porque llegasen nuevos materiales.
–No es necesario que estés aquí, Bulma–la mujer, corriendo y con cuidado de no ser vista, guardó aquella esfera dentro del bolsillo de su bata. Se giró y bajó la mirada para encontrarse con Bonnet, quien estaba con la ceja alzada–. No tienes trabajo hasta que vengan los nuevos materiales. –
–Buscaba algún proyecto en el que ser útil mientras tanto–mintió mientras señalaba algunos planos que estaban al lado de la mesa donde estaba trabajando–, pero no hay ninguno de gran interés. –
–¿Y qué estuviste haciendo todo el día? –dudó el científico, contemplando el bolsillo donde ella guardó la esfera– ¿Qué te escondiste? –
Bulma tragó saliva, se echó un mechón de cabello detrás de su oreja y, manteniendo la compostura, sacó del bolsillo la esfera que tenía escondida.
–Es algo vergonzoso...–dijo ella mirando hacia otro lado, mientras Bonnet contemplaba con interés la esfera–es una caja musical. –
–¿Una caja musical? –preguntó Bonnet con el ceño marcado.
–Tuve un sueño–habló ella con seguridad mientras le mostraba la esfera–. En él aparecía yo de niña portando una bola como ésta. Cuando se abría salía una bailarina girando mientras se escuchaba una dulce melodía. Aún me queda instalar la figura, poner la música y darle color. –
–Menuda tontería–Bonnet, desinteresado, se dio la vuelta y dejó a Bulma sola. Ella sonrió, guardando nuevamente la esfera en su bata.
–No hay más tonto que tú aquí, Bonnet–dijo ella dando unos ligeros golpes en su bolsillo, como gesto de que la esfera estaba a buen recaudo.
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Trunks estaba sentado sobre su cama. Aloy no se encontraba en la habitación porque debía atender en el comedor, algo que poca gracia le hacía al guerrero. El muchacho estaba con la mirada en cualquier parte, solo para recordar la conversación que tuvieron su padre y Cooler. El tirano había acusado a Vegeta de añorar viejas andanzas del Príncipe, en las que él mataba sin piedad a todo un planeta.
No dudaba de que su padre había cambiado, pero también se había dado cuenta de que a él no le temblaba la mano a la hora de matar a inocentes. Sabía que lo hacía porque estaba en juego la vida de la familia, pero le sorprendía el poco remordimiento que tenía al hacerlo.
–Trunks–el muchacho alzó la cabeza al escuchar una voz que provenía de la puerta de su habitación. Se puso en pie al ver que su padre estaba allí con él. Tragó saliva al no darse cuenta de su presencia–, tenemos que hablar. –
–¿Es por lo de Cooler? –Vegeta asintió y él volvió a tomar asiento mientras suspiraba.
–Es una de las varias cosas que tenemos que comentar–Vegeta se colocó delante de su hijo, con la mirada firme y los brazos cruzados–. También debemos hablar sobre lo de Broly y tu transformación. –
–¿Quieres saber cómo me transformé? –Trunks le miraba con el ceño marcado–. Ni yo mismo tengo la respuesta. Solo sentía rabia e impotencia. Nada más. –
–Por la muchacha–Vegeta confirmaba al ver a su hijo apartar la mirada de él–. Mírame, Trunks–el joven apretó la mandíbula y, de mala gana, obedeció a su padre–. La vida de tu hermana y de tu madre están en peligro. No quiero que pierdas tu tiempo revolcándote con esa mocosa. –
–¿De qué hablas? –el muchacho marcó más su ceño.
–Te has transformado porque eres débil. Porque esa mocosa te hace débil–Trunks apretó los puños ante las palabras de su padre–. Por culpa de ello ahora te ponen al frente de una misión que no puedes manejar. Ahora no hay opción. O te manchas las manos de sangre, o correrá por el suelo la de tu familia, incluida la tuya. –
–¿Crees que no lo sé? –Trunks se levantó de manera brusca, acto que no gustó a su padre–. ¿Crees que no pienso en madre o en Bra? ¿Crees que no pienso en ti siquiera? –
–No lo parece–el muchacho apretó con fuerza los dientes–. Olvídate de esa niña, antes de que nos consuma a todos tu capricho por ella. –
–¿Mi capricho? –Trunks dio un paso hacia delante, gesto que Vegeta se lo tomó como un acto de rebeldía–. Aloy no es un capricho para mí, ni mucho menos alguien con quien revolcarme. No soy un violador, ni un pervertido. No soy tan frívolo como tú, padre. –
–Media tus palabras, niñato–Vegeta separó los brazos al ver a su hijo responderle con un tono rabioso.
–¿Por qué debería? –Trunks volvió a dar un paso hacia su padre, teniéndole a poca distancia de él–. ¿Acaso tú no hubieras reaccionado igual si hubiera sido madre? –Vegeta frunció su ceño ante el comentario–. Pienso en la familia, pero también pienso en ella. –
–Tu decisión podría ser nuestro final–Trunks negó con la cabeza.
–Lo que tú quieres es controlarnos a todos–el muchacho enfrentó a su padre sin miedo. No había titubeo en su voz ni temblor en su cuerpo–. A madre la retienen para la reconstrucción de Freezer, a Bra la mantienen con vida para que no podamos hacer nada, a ti no te pondrán una mano encima porque solo quieren desequilibrarte mentalmente. Los únicos afectados en esta misión si no la cumplo somos Aloy y yo, y a mí tampoco me matará Cooler para que tú no te levantes contra él–Vegeta bajó la mirada a los puños de Trunks. Los apretaba con tanta fuerza que un aura dorada los envolvía–. Solo pierde ella y tú me obligas a apartarla. –
–Podrás volver a verla cuando todo termine–dijo volviendo a alzar su mirada a los ojos azules de su hijo, herencia sin duda de su madre.
–¿Sabes que gracias a ella madre sabe quién es ella misma y quienes somos nosotros? –Trunks apreció la sorpresa en la mirada de su padre–. Si no hubiera sido por ella no podrías haber compartido tu noche de intimidad con ella. Eso sí podría haberla costado caro a madre. –
Trunks no vio venir el puñetazo que se incrustó en su estómago. Su cuerpo se dobló y de su boca salió sangre. Vio a su padre, quien le propinó el golpe con rabia.
–Soy tu padre, no me faltes al respeto–Trunks miró a su padre por el rabillo del ojo–. Más te vale que reflexiones sobre la misión. Si realmente quieres protegerla a ella como a toda la familia, haz lo que manda la misión. –
Vegeta retiró el puño del estómago de su hijo, quien llevó las manos hacia la zona adolorida. Trunks vio a su padre caminar hacia la puerta con intención de marchar.
–Haré lo que sea justo–Vegeta miró a su hijo que se volvía a erguir con orgullo–. Yo no soy solo un saiyajin, padre. Mi placer no se basa solo en la sangre. –
–Si hablas de lo que dijo Cooler te confirmo que no me agrada volver a algo que hace tiempo dejé de lado–Vegeta tecleó en el panel el código de la puerta–. Si lo hago es para salvaros y protegeros. Tenlo en cuenta antes de acusarme. –
Trunks contempló a su padre atravesar la puerta cuando ésta se abrió. Cuando se cerró y él estaba de nuevo solo en la habitación pateó con fuerza el armario, rompiéndolo al instante. No sabía qué hacer, o cómo actuar, pero debía tomar una decisión. Salvar a un planeta inocente y que Cooler lo pagase con él o con alguien a quien quería, o destruir aquel lugar y a sus habitantes y mantener a los suyos a salvo.
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¡Espero que os haya gustado este capítulo!
Quería hacer una cuestión, debido a que vi alguna vez algún comentario pero quería replantear directamente la idea para saber si hay más personas interesadas. ¿OS GUSTARÍA UN CAPÍTULO EN EL QUE HUBIERA UNA ESCENA LEMON DE TRUNKS Y ALOY? Al principio no pensaba escribirla, pues la historia es más de Vegeta y Bulma, pero si a alguien más le interesaría me gustaría conocer su opinión :)
¡Gracias por haber leído y por el apoyo que le estáis dando a este fic! No sabéis lo feliz que me hacéis :)
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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