Capítulo 1. Cadenas
El joven medio saiyajin empezó a abrir lentamente sus ojos mientras un dolor intenso se instauraba en su cabeza, como si un martillo golpeara de forma repetida en ella. Miró a su alrededor, estudiando donde se encontraba. Estaba sentado sobre las frías baldosas, mientras su espalda se recargaba en la dura pared. Sentía en sus muñecas una fuerte y heladora presión. Bajó la mirada hasta sus manos, encontrándose con cadenas rodeándole. El metal tenía una fuerte luz azulada que resplandecía en aquel lugar.
Giró hacia un lado para ver numerosos barrotes de metal que le separaban de la salida de aquella sala. Un pequeño gruñido le hizo mirar delante suya. Allí se encontraba su padre en la misma postura que él y con los mismos grilletes que le apresaban.
–¿Qué es esto? –el joven miró hacia su izquierda para encontrarse con Raditz que contemplaba las cadenas que le tenían preso. Intentó romperlas pero no lo consiguió.
Trunks volvió a mirar a su padre que estaba despertando tras el escándalo de Raditz con las cadenas. Vegeta despertó desorientado, miró a su alrededor hasta encontrarse con los azulados ojos de su hijo, para luego ser consciente de que estaba preso en una celda con las manos esposadas.
–Cooler–fue lo primero que dijo el Príncipe.
Vegeta recordó la fatídica batalla con el hermano de Freezer. Luchó en su forma super saiyajin, incluso en compañía de su primogénito bajo la misma apariencia, pero ambos fueron derrotados, así como Raditz que más tarde se unió con la intención de acabar con el enemigo.
–Madre y Bra–una punzada se clavó en Vegeta al escuchar a su hijo. Con los ojos abiertos buscó a ambas por la celda pero se encontró únicamente con Trunks y Radtiz, el cual seguía en un intento nefasto de conseguir liberarse de las cadenas.
–Estarán en algún planeta a salvo–dijo Raditz mirando a Trunks–. Ambas se fueron junto con Nella en busca de una nave. –
–¿Las viste montar en alguna nave? –preguntó Vegeta con tono frío y demandante. Raditz ya había aprendido a lidiar con un Príncipe diferente al que conoció bajo las ordenes de Freezer. A pesar de que seguía intentando mantener esa postura que tanto le caracterizaba, no podía evitar ocultar cuando se preocupaba por algún componente de su familia, y lo entendía, pues en ese tiempo él también había sufrido bastantes cambios.
–Las ordené–contestó Raditz. Vegeta frunció el ceño, no contento con aquella respuesta.
–La gran nave que evacuaba el planeta fue destruida antes de que lo abandonase–recordó Vegeta, pues aquella explosión no pasó desapercibida para nadie–. ¿Las viste subirse en ella? –
–Príncipe Vege...–
–¿De qué mierda me sirve que me digas si están a salvo si ni siquiera las llevaste hasta la maldita compuerta de una nave? –Vegeta se levantó amenazante mientras Raditz mantenía la calma.
El soldado comprendía que el Príncipe estuviera nervioso, a tal punto él incluso lo estaba. Pero no quería creer que la vida de la pequeña y la científica se evaporaba junto con el planeta Akrog.
–Nunca he visto esa actitud en un saiyajin–Vegeta se giró a gran velocidad al escuchar la voz de alguien que no conocía. Los tres guerreros contemplaron al hombre que había tras los barrotes, el cual se divertía observando al Príncipe–. Me resulta bastante repulsivo. Sería mejor que dejases de hacerlo. –
Vegeta miró a aquel sujeto con rabia. Tenía una apariencia física como la suya, pero su color de piel era azul. Su cabello rubio era corto y sus ojos amarillos. Iba vestido con un traje de combate morado, con la armadura verde en la cual, a la altura del abdomen, tenía un símbolo que el Príncipe supo identificar como uno de los soldados de Cooler.
El hombre colocó sus manos entre los barrotes, dejándolos reposar con actitud perezosa mientras sus ojos contemplaban los oscuros del Príncipe.
–Salza–gruñó Vegeta acercándose a él. Intentó quitarse los grilletes que le tenían preso, pero le pareció una tarea ardua.
–Anulan el ki–contestó con tono aburrido el soldado–. ¿Crees que seríamos tan idiotas de dejaros en una celda sin tomar medidas antes? –
La rabia cada vez se adueñaba más del Príncipe. Salza, uno de los soldados más leales a Cooler. Era como comparar a Zarbon, incluso tenían el mismo comportamiento cuando estaban con los tiranos. Pocas veces tuvo la mala suerte de cruzarse con él, y todas tuvieron problemas. Había algo que les caracterizaba a los guerreros fieles a sus amos, y es que siempre querían ser superiores a los demás.
–Cuando me quite estas mierdas haré que te tragues tus palabras–Salza le contestó con una sonrisa pícara, aumentando más el odio en el Príncipe.
–El Gran Cooler requiere de su majestuosa presencia–habló con sarcasmo el soldado, para luego contemplar a los demás hombres encerrados en la celda–. Así como la de tu lacayo y tu cachorrito. –
Salza se apartó de los barrotes para, a continuación, abrir la puerta de la celda. Raditz y Trunks se pusieron en pie, detrás de Vegeta.
–Cómete tu orgullo, mono–habló Salza una vez se vieron las caras sin metales entre ambos–. Tu mujercita está viva y si quieres estar con ella será mejor que no hagas tonterías. –
Escuchar aquello alertó al Príncipe. Pensar que Bulma estaba bien le tranquilizaba, pero toda calma se marchaba si estaba en aquel lugar, aquel que ya imaginaba el saiyajin. La base de Cooler.
Salza dio la espalda a los saiyajins para salir de aquella sala, esperando porque los prisioneros siguieran sus pasos. Vegeta no tardó en andar, sin dejar de mirar ni un momento al soldado mientras imaginaba las tantas maneras de matarlo. Trunks, que seguía a su padre en compañía de Raditz, contemplaba todo a su alrededor.
Salieron a los estrechos y blancos pasillos. El muchacho contemplaba a los soldados que animadamente pasaban por allí. Muchos tenían la osadía de burlarse de ellos y eso fue extraño para él. Nunca antes había visto a alguien menospreciar a su padre. Sabía, por historias contadas, que antaño él sufrió de aquellos tratos, pero verlo con sus propios ojos era muy diferente a cuando era narrado.
Salza paró delante de una gran puerta metálica de color negro mate. Se acercó al panel que había en el lado izquierdo y tecleó una combinación de seis números que no se repetían en ningún momento. La entrada se abrió y él pasó primero. Vio a su padre dar el siguiente y paso y tras él, fueron los dos restantes. Las grandes compuertas se cerraron nada más él la atravesó.
Vio como el soldado se arrodillaba ante una figura que conoció con rapidez. Cooler, aquel que había acabado con el planeta Akrog y que había conseguido vencerle tanto a él como a su padre, se encontraba de pie, con las manos detrás de su espalda y observándoles.
–Gran Cooler–aquellas palabras de Salza hicieron viajar la mente de Vegeta. Recordaba cuando él tenía que arrodillarse ante Freezer y llamarle con respeto. No podía soportar un segundo más, quería matarle–, aquí están los saiyajins. –
–Buen trabajo, Salza–el soldado se levantó y, con sumisión, se hizo hacia un lado para que Cooler tuviera una visión perfecta de los tres guerreros. El tirano se encontró con la colérica mirada del Príncipe, logrando que una excitante sonrisa se instaurase en su rostro–. Vegeta, cuanto tiempo. –
Vegeta frunció el ceño. Siempre odió que aquella familia se dirigiera a él como si fuera nada, olvidando su título y la importancia que su raza tuvo. Esta vez no iba a ser como cuando vivía bajo las órdenes de Freezer. No pensaba arrodillarse y mucho menos mostrarse sumiso.
–Lo vas a pagar caro, Cooler–dijo con firmeza, sin nombrarle como Salza lo hizo.
Cooler sonrió satisfecho de su respuesta. Veía al Príncipe como nunca antes tuvo oportunidad. Cuando visitaba a su hermano él asentía y acataba mientras que ahora negaba y amenazaba. Quería guardar en su mente como su temperamento y su rostro se transformaba.
–Imagino que tendrás varias preguntas–siguió hablando Cooler, no haciendo caso de su amenaza.
–Dime dónde están ellas–habló sin dudar y sin importarle que Cooler descubriera lo importante que eran su esposa y su hija.
–¿Por qué he tardado tanto en buscar mi venganza por la muerte de mi hermano? –siguió hablando el tirano, sin tener en cuenta ninguna palabra del Príncipe.
–Déjate de tonterías–Trunks contemplaba a su padre. Hacía tiempo que había perdido la paciencia pero aquella impotencia que le invadía le hacían verse más nervioso–. ¡Habla de una vez! –
Cooler se acercó a él, sonriendo y con la cabeza bien alta. Vegeta apretó su mandíbula, en su cabeza ya lo había matado tantas veces como hubiera querido. Intentó de nuevo zafarse de aquellos grilletes, pero era incapaz por mucho esfuerzo que pusiera en ello.
–A partir de ahora tú y ellos dos trabajáis bajo mis órdenes–Vegeta mostró sus dientes como si fuera un perro rabioso. Raditz gruñó al escucharlo, en desacuerdo con la idea mientras que Trunks había comenzado a intentar, de igual forma que su padre, a escapar de las cadenas que le tenían preso.
–¡Te pienso matar! –amenazó el Príncipe. Cooler respondió con una risa sádica.
–Arrodíllate y llámame como el protocolo lo ordena–escupió el lagarto, aproximándose más al Príncipe.
Vegeta quería golpearle con la cabeza, pero sabía que por culpa de los grilletes, que anulaban todo su ki, saldría perdiendo, así que optó por escupir en su rostro.
–Jamás–dijo con seguridad.
Cooler separó las manos que, hasta el momento, tenía detrás de su espalda. Vegeta vio que en ambas llevaba dos controles.
El lagarto se separó un poco de él y se limpió el rostro con el antebrazo. No parecía sorprendido o asqueado por la reacción del Príncipe, pues su sonrisa se mantenía igual, o incluso más terrorífica que antes.
–Elige–habló el lagarto mostrando los controles–, con el izquierdo te muestro a tu mujer y con el derecho a tu hija. ¿A quién deseas ver, Príncipe Vegeta? –
Vegeta sintió como su corazón se paraba, para luego empezar a latir desenfrenado. Sus ojos dejaron de mostrar rabia, para denotar completa preocupación. Ni siquiera fue capaz de ocultar su nerviosismo tragando saliva.
–¿Dónde las tienes? –fue la voz de Trunks la que se escuchó.
Ante aquella intervención Cooler desvió la mirada hacia el muchacho, dedicándole una sonrisa que logró perturbar al medio saiayin. El tirano presionó el control derecho, mostrando en la mitad del monitor, que estaba tras él, a la pequeña niña durmiendo en una cama. Vegeta conocía aquellos colchones. Aquellos roñosos que utilizaban en las bases. Podía sentir un ardor invadir todo su cuerpo con sólo contemplar aquella imagen.
–Está con mi padre–Vegeta miró a Cooler que hablaba contemplándole. Quería almacenar en su mente cada reacción del saiyajin–. Estará bien. Sabe cómo cuidar de un bebé. –
Cooler presionó el otro control, mostrando en el otro lado de la pantalla a Bulma, quien se encontraba inconsciente en el interior de un tubo lleno de un líquido verde. Su rostro se ocultaba por la mascarilla que tapa su boca y su nariz para que pudiera respirar, mientras que su cuerpo se cubría con una corta túnica blanca. Ver aquella imagen fue el golpe que remató al Príncipe.
–La humana está aquí–Cooler señaló con su dedo hacia el suelo, denotando sus palabras con sus gestos–. Ella, al igual que vosotros, trabajaréis para mí. –
–¿¡Qué le has hecho!? –gritó Trunks al ver a su madre. Cooler contempló al chico sorprendido, pues hasta el momento le pareció que era el más tranquilo–. ¡No te vas a salir con la tuya! ¡Si mi padre no consigue matarte lo haré yo! –
–Muchacho, no te metas en conversaciones de mayores–habló Cooler para volver a mirar al Príncipe–. Ella está bien. En cuanto salga de ahí podrá descansar y después comenzar a trabajar. –
–Ella no se arrodillará ante ti–amenazó Vegeta. Conocía a Bulma perfectamente. Tenía orgullo y, tras lo ocurrido con Freezer, no iba a doblegarse nuevamente.
Cooler volvió a acercarse a él, tanto que llegaba a incomodar al Príncipe. Su mirada se clavaba en la suya. Podía ver aquellos ojos rojos que tanto le habían dañado y aquella sonrisa que tantas veces se había jactado de él. Sentía que tenía delante a Freezer y no a su hermano.
–Claro que lo hará. ¿Sabes por qué? –Cooler acercó sus manos hacia los grilletes de Vegeta, el cual estaba alerta a cualquier movimiento del tirano–. Porque antes de entrar a ese tubo a recibido algunas descargas eléctricas que le han provocado una pérdida de memoria a largo plazo. –
Una vez finalizaba su frase, Cooler liberó al Príncipe de sus grilletes, quien intentaba concebir la información que acababa de recibir mientras que el tirano se deleitaba con su expresión.
–Me he encargado de que olvide a tu hija, a tu hijo, al planeta Tierra y a Akrog–siguió hablando el tirano mientras Vegeta comenzaba a temblar de impotencia–. Ni siquiera recuerda que estuvo trabajando para mi hermano. En su cabeza sólo existe el pensamiento de una brillante científica que trabaja para el Gran Cooler. –
Cooler veía como el cabello de Vegeta empezaba a cambiar de color y como un aura invadía su cuerpo. Sabía que se iba a trasformar, pero no le daría el placer de que llegara hasta el final.
–Por supuesto tampoco se acuerda de ti y de esos asquerosos ratos de intimidad que habéis compartido–Cooler se separó para contemplar al Príncipe romper de rabia.
Ahora Vegeta tenía el poder de atacarle, de matarle. Ya estaba libre de sus grilletes y lo único que debía hacer era acercarse y golpearle hasta acabar con su vida.
–Te recuerdo que si me matas perderás mucho–siguió hablando el tirano. Trunks desviaba su mirada entre el lagarto y el Príncipe. Nunca había visto a alguien con tanto poder de manipulación como Cooler–. Mi padre tiene a tu hija y no dudará en matarla de la forma más cruel que jamás podrías llegar a imaginar. –
Vegeta alzó la mirada hacia el monitor donde se encontraban su hija y su mujer, cada una en un lugar diferente. La pequeña dormía plácidamente, aún con su vestido y sus coletas, mientras que en la otra estaba la humana que flotaba en aquel tubo.
–Arrodíllate, Vegeta–repitió Cooler.
Trunks miró a su padre desde atrás. Jamás en la vida imaginó ver al Príncipe de aquella manera, impotente y sin saber que hacer. Era el único libre en aquel instante para acabar con Cooler, pero sabía lo que podía pasar.
Vegeta dio un paso hacía él. Cooler, a pesar de su seguridad, estaba alerta a cualquier movimiento. Sabía que el Príncipe había cambiado. Tuvo la mala idea de enfrentarse a su hermano por culpa de una mujer, y con el paso de los años imaginaba que su forma de ser había sufrido cambios, pero aún así tenía ante él a un saiyajin. Aquella raza era imprevisible, podía mandar a su familia al infierno sólo por mantener su orgullo intacto.
Pero el orgullo de Vegeta estaba demasiado dañado, ahora incluso sentía que no conocía el significado de la palabra dignidad, porque estaba arrodillándose ante el lagarto, bajando la mirada hacia el suelo, con los puños y los dientes apretados a causa de la rabia y la impotencia. Ni siquiera con Freezer llegó a sentirse tan miserable, pero había algo que le importaba mucho más que todo aquello y eran su mujer y sus hijos, prometió protegerlos y no pensaba fallar.
Trunks no dudó en imitar a su padre y tras él, sin objetar nada, Raditz le siguió. Cooler contemplaba la escena satisfecho. Sabía que había logrado su cometido y, por ello, iba a disfrutar como nunca imaginó.
–Si quieres velar por la seguridad de ambas debéis mostrar obediencia y cumplir con todas mis órdenes–Cooler se acercó a donde se encontraba Trunks, el cual alzó la mirada hacia él–. Si os mando destruir un planeta, vosotros acatáis. Sino... la niña será la que sufra las consecuencias. –
Sonrió contemplando el juvenil rostro. Cooler comprobó, en su combate con Trunks, que el muchacho peleaba limpiamente. Era un joven con una disciplina diferente a la que había en aquella base. Él padecía la enfermedad de la piedad, y sabía que eso también le entretendría.
–Salza–el soldado se acercó al tirano cuando éste le llamó–, que se junten con los demás. –
El hombre de tez azul asintió, acatando la orden que su superior le había encomendado. Se dio la vuelta para ver a los tres guerreros de rodillas, con la mirada clavada en el suelo. Aquella imagen le resultó igual de gratificante que en su momento a Cooler. Se acercó al Príncipe, que sabiendo que estaba ante él no pensó levantar la cabeza para contemplarle.
–Vamos–demandó el soldado, que no esperó por que se levantaran. Él comenzó a andar con la idea de que le siguieran sin tener que decir más.
Vegeta se levantó, cruzándose de nuevo con la cínica y cruel mirada de Cooler. Había vivido tanto tiempo en libertad que volver a estar en aquella situación se le hacía insostenible. Podía mostrar su forma de ser tal y como era, pero esta vez no podía hacer frente, no mientras aquel tirano tuviera la forma de tenerle controlado. Se odió por ablandarse tanto a lo largo de los años, de que la personalidad de Bulma hubiera machacado parte de la suya y la transformarse en otra muy diferente, pero tampoco podía culparla. Él decidió seguirla de la misma forma que ella le seguía a él. Ambos decidieron formar una familia, por ello no podía dejarla ni a ella ni a sus hijos.
Cooler podía estar satisfecho de haber ganado, logrando su cometido en cuanto a Vegeta, pero éste no pensaba dejárselo tan fácil. No pensaba tratarle con el respeto que él le demandaba, no quería volver a vivir como lo hizo con Freezer.
El saiyajin se dio la vuelta, pasando entre Raditz y Trunks que se habían puesto en pie cuando vieron al Príncipe hacerlo. Siguió los pasos de Salza, así como lo hicieron los otros dos guerreros. Vegeta sabía que Cooler quería tener el control de él, pero no podría de su mente. En ella imaginaba como sería su perfecta y gloriosa venganza.
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El líquido que envolvía el cuerpo de la humana iba desapareciendo poco a poco por un conducto en la parte inferior del tubo. Ella descendía de la misma manera que aquella sustancia bajaba. Abrió los ojos lentamente cuando los dedos de sus pies tocaron el frío metal del suelo de aquel estrecho recipiente. Sentía todo su cuerpo cansado, como si todas las fuerzas la abandonasen.
Apoyó las palmas de sus manos contra el mojado cristal, con la intención de mantenerse estable al notar como su cuerpo se tambaleaba. Miró a su alrededor y se encontró con una gran cantidad de extraños seres, cada uno con una apariencia más extraña que la anterior, vestidos con batas blancas y tecleando en ordenadores que habían alrededor del tubo en el que ella se encontraba.
Bulma se quitó la mascarilla que ocultaba la mitad de su rostro, ésta quedó colgando del tubo que conectaba con algún hueco en la parte superior de aquel recipiente en el que estaba metida, el cual ya había comenzado a agobiarla. La mujer comenzó a dar en el cristal con su puño derecho mientras exigía que la sacasen de allí, pero desde el otro lado su voz era inaudible.
–¿Cómo fue el proceso? –la figura de Cooler salió de algún lado de la sala, llamando la atención de Bulma.
No pudo escuchar al extraño ser, que logró hacerle recorrer un gélido escalofrío por todo el cuerpo. Allí todos tenían una apariencia peculiar, algunos incluso podían ser aquellos horribles monstruos que salían en las historias de terror contadas para que los niños tuvieran miedo, pero Cooler era sin duda el que destacaba. Sentía que era una pesadilla con vida.
–La humana no recuerda absolutamente nada de su pasado–informó el superior que estaba a cargo en aquella área. Su apariencia no era diferente a la de ella, salvo que su estatura era muy pequeña, su piel rosada y sus ojos blancos. Su cabello y su largo bigote denotaban la edad anciana por la que atravesaba–. En cambio, aún mantiene esos conocimientos tecnológicos que tanto desea, Gran Cooler. –
–Perfecto–el lagarto no estaba realmente cómodo con aquella situación, era algo que el hombre podía percibir y comprendía–. El Gran Rey Cold deberá ser informado. –
–Mi equipo ya mandó un informe–Cooler escuchó con desagrado a su más brillante científico. Colocó la palma de su mano sobre el cristal donde se encontraba la aterrada muchacha. Ambos se contemplaron, uno con odio y otra con miedo.
–¿Cuándo puede comenzar su trabajo? –preguntó Cooler, apartando la mano del cristal, pero sin dejar de contemplarla.
La humana estaba completamente mojada, haciendo que su azulado cabello se pegara a su rostro y cuello. La pequeña túnica que llevaba, de color blanca y ensuciada por el verdoso líquido en el que había estado sumergida, cubría hasta cierta parte del muslo, mostrando sus largas y blanquecinas piernas. El lagarto miraba a la mujer intentando descifrar que encanto fue el que llevó a Vegeta a su perdición.
–Debería descansar, Gran Cooler–respondió el científico, contemplando de igual forma a la mujer–. Mañana podrá incorporarse en la plantilla. –
–Bien–Cooler se dio la vuelta, dando la espalda al tubo y, por ende, a Bulma–. Llevadla con las demás mujeres. No quiero que tenga ningún acercamiento por el momento con alguno de los saiyajins. –
–Como ordene, Gran Cooler–el lagarto abandonó la sala. El hombre de pequeña estatura empezó a movilizar a toda su plantilla, ordenando que sacasen a la mujer del tubo.
Bulma veía como una pequeña puerta se hacía hacia un lado. Pegó su cuerpo contra el cristal, no quería salir de allí, pues tenía miedo de lo que podría ocurrir. Cooler la había asustado, pensando en que se lo encontraría de un momento a otro.
–Tienes que salir–Bulma miró al hombre que había compartido palabra con el lagarto. Estaba al lado del tubo, esperando porque ella lo abandonase–. Te traerán ropa limpia, comida y te llevarán a tu habitación para que puedas descansar. –
Bulma negó con la cabeza al escucharle. Imaginaba que todo aquello era una trampa, que era cuestión de poner un pie fuera para que ella muriera, porque en aquellos ojos sanguinarios de Cooler, podía ver la crueldad y la muerte.
–No te van a hacer nada–dijo el hombre, intuyendo lo que ocurría en la cabeza de la humana–. El Gran Cooler no te matará, al menos no si sales de una vez de este tubo. –
La peliazul miró asustada a su alrededor. La gente iba y venía, tecleaba en su ordenador, observaban tras microscopios o redactaban en algunas hojas. Volvió la mirada al científico, él no era aterrador y su voz era bastante conciliadora. Tragó saliva y anduvo hasta salir de aquel tubo. El hombre la recibió con una sonrisa amable, tendiéndole la mano para ayudarla a bajar los tres escalones que conectaban desde el recipiente hasta el nivel del suelo. Ella la aceptó a desgana, puesto que aún se mantenía inestable.
–¿Qué me han hecho? –preguntó ella, intentando hacer memoria de cómo acabó allí dentro.
–Un accidente–respondió con firmeza el hombre, que soltó la mano de la humana una vez llegaron al suelo–. Estábamos corroborando que no habías sufrido ningún daño tanto físico como cerebral. –
–¿Y qué habéis descubierto? –volvió a cuestionar, mientras despegaba los mechones de cabello que contra su piel se apegaban.
–Es posible que algún golpe te haya ocasionado una leve amnesia–informó el científico, de dicha forma podía justificar que la humana no tuviera recuerdos sobre su infancia o toda vivencia de importancia–. La recuperarás poco a poco. Por el momento deberás descansar. –
Bulma sonrió ante la falsa amabilidad del hombre, que detrás de sus palabras escondían mentiras y horribles intenciones.
–Entonces... Cooler–intentó recordar Bulma el nombre que el científico había nombrado.
–Gran Cooler–corrigió el hombre. Bulma asintió incómoda–. Una nave te encontró en un planeta lejano y te trajeron para estudiarte, pero tuviste bastante suerte. Eres una celebridad para los científicos. –
La peliazul asintió. Sabía que tenía grandes conocimientos sobre tecnología y ciencia y, por alguna razón, la vinculaba a algún lazo familiar, pero no hallaba rostro. Pronto recordó la amnesia que le fue mencionada.
–El Gran Cooler quiere que te unas a nuestra plantilla y trabajes en el gran proyecto–Bulma contempló curiosa al científico–. Estamos creando un prototipo de guerrero. No espero que lo entiendas, pero sí que muestres empeño en su creación. –
–Si de esa manera consigo que el Gran Cooler no acabe conmigo, lo haré–habló ella con una seguridad que camuflaba el miedo que sentía con tan solo nombrar a aquel tirano.
–Bien–sonrió nuevamente el científico–. Ahora se encargarán de ti algunos compañeros. Mañana podrás unirte a nuestro trabajo. –
–Muchas gracias–contestó ella con una amplia sonrisa–. Por cierto, mi nombre es Bulma. –
–Lo sé–el hombre vio como la muchacha extendía su mano hacia él, el cual la estrechó con firmeza–. Yo soy Bonnet, el responsable del Departamento de Investigación y Desarrollo. –
Sin decir más, Bonnet dejó a la muchacha para que fuera atendida por algunos compañeros, los cuales llevaban prendas secas y una bandeja de comida para la humana.
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El Rey Cold había cortado toda comunicación con su hijo una vez éste le informó de que todo estaba bajo control. Bulma trabajaría en el proyecto que el monarca le encomendó a él y los saiyajins se encargarían de hacer lo mismo que cuando vivían con Freezer, matar y destruir. Podían decir que habían sido una gran incorporación, debido a que tanto Vegeta como Trunks podían transformarse en super saiyajins, pero eso no llegó a sorprender a ninguno de los dos tiranos.
–Gran Rey Cold–el hombre, sentado en el gran trono de la sala, bajó su mirada hacia el suelo para encontrarse con un ser de pequeña estatura que estaba arrodillado ante él.
Una sonrisa se instauró de forma inmediata en el rostro de Cold cuando vio al hombre. Esa apariencia física era igual a la de un saiyajin, salvo por el detalle de que éste no tenía rabo. Su pelo era puntiagudo, pero, si lo comparamos con el de Vegeta, no era tan largo. Sus ojos negros no mostraban ni un ápice de maldad y su cuerpo no era robusto como el de los demás soldados.
–Es todo un placer tenerte en mi presencia, Tarble–el hombre sonrió ante el comentario–. ¿Qué quieres? –
–La niña–recordó el hombre a la pequeña que había traído consigo el Rey Cold. Desde que llegó al planeta había permanecido dormida, pero hacía unos minutos despertó de manera ruidosa–. No para de chillar y llorar. Dice que quiere ver a sus padres y su hermano. –
–Es tu tarea el tener que lidiar con ella–recordó Cold, contemplando la mutación del rostro de Tarble, de un gesto apaciguador a uno desencajado–. Sabes que no confío en ningún soldado de esta base más que en ti para cuidar de esa pequeña. –
–Yo no soy un soldado–Tarble agachó la mirada–. Su confianza es debido a que sus hombres pelean y yo no estoy a tal altura que debo hacer de niñera. –
–¡Tarble! –el golpe que Cold dio en el reposabrazos hizo que el hombre se sobresaltara. Ambas miradas se encontraron ante aquella acción–. No permito que dudes de tus habilidades. No serás el más fuerte, ni mucho menos el mejor soldado de esta base, pero tu inteligencia sobrepasa a cualquier descerebrado bajo mi mando. –
Cold se puso en pie, mostrando así cuan alto era. Tarble no se caracterizaba por su altura, si se ponía al lado de cualquier guerrero de aquella base, pero lo del tirano era abismal. Las paredes del castillo en el que residía y las naves en las viajaban debían ser altas y espaciosas para que él cupiera. Por ello infundía respeto, sabía que era lo que más le hacía destacar en él, así como su mirada y su potente voz.
–Esa mocosa vale oro–la mano de Cold de posó en la cabeza de Tarble, como si estuviera hablando con un niño–. Nadie en esta maldita base, excepto nosotros dos, lo podrían llegar a entender. –
–Me alaga su confianza, Gran Rey Cold–el nombrado sonrió satisfecho al escucharle.
–Ve con ella e intenta calmarla–Tarble asintió viendo como el tirano quitaba la mano de su cabeza.
El Rey Cold vio salir a Tarble de la sala mientras él volvía a tomar asiento en su imponente trono. Podía recordar cuando llegó a él siendo un bebé, arrebatado de forma cruel de los brazos de su desconocida madre, la cual había intentado evitar por todos los medios que él cayera en manos de uno de los tiranos. Sólo podía recordar como su hijo Freezer le contaba su horrendo final, violada hasta la muerte por culpa de su osadía.
Toda la vida se encargó de criar al segundo hijo del Rey Vegeta. Un saiyajin que desde su nacimiento era débil. Pero Cold tenía una intuición que pocas veces fallaba, y que con Tarble no fue el caso. Un ser de gran linaje como lo era él, blando y repudiado, debía tener algo que le hiciera destacar. Él, que era un ser que con sólo mirarle imponía respeto, no menospreciaba la apariencia de nadie. El hermano de Vegeta tenía una inteligencia de la cual carecía la mayoría de su raza. Él no pelea en combate, pero era capaz de crear tácticas de guerra que le hacían salir vencedor.
El Rey Cold apostaba por aquellos seres que destacaban, era como coleccionarlos. Tarble para él era oro en bruto, era por eso que su trato era muy diferente con él, al que pudo llegar a tener Freezer con Vegeta.
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Vegeta contemplaba a Salza con odio. Se perdía hasta la altura de su nuca mientras imaginaba como de perfecto sería propinarle un golpe en aquella zona, pero como era evidente no podía hacer nada más que pensar en vez de reaccionar.
–¿Qué vamos a hacer? –Vegeta miró a su hijo que se puso a su lado. Su tono de voz era bajo, para que Salza no pudiera escuchar la conversación–. ¿Cómo vamos a salvar a Bra y conseguir que madre nos recuerde? –
–Nadie sabe dónde reside el Rey Cold–contestó Raditz en el mismo tono audible que el muchacho.
Vegeta apretó los puños ante la rabia. Era muy cierto que Cold siempre se había mantenido al margen. Antes de que su planeta fuera destruido se presentó ante su padre para informarle de que Freezer había tomado su puesto, relevándose a sí mismo a un puesto inferior que su hijo. Desde entonces nadie sabía dónde se encontraba. No había desaparecido porque alguna vez le vio en la base, pero siempre solía ser cauteloso e intentar pasar desapercibido, a pesar de lo difícil que era debido a su ki y su altura.
–Seguro que hay información en esta base–pensó Vegeta en alto, con la intención de que lo escuchasen únicamente su hijo y Raditz.
–¿Piensas que es así de sencillo? –Vegeta miró con rabia a Raditz debido a su pregunta–. Cold tiene a Bra y Cooler ha borrado la memoria de Bulma. No encontraremos unas instrucciones que nos diga como se deben hacer las cosas. Llevan años planeando esta venganza. –
–¿Qué quieres decir? –Trunks se alertó ante las palabras de su amigo. Raditz contempló al muchacho y entendía que para él todo era extraño y confuso–. ¿Crees que tienen algo más preparado? –
–No vamos a ser sus títeres–reaccionó Vegeta. Trunks miró a su padre, él no dejaba de mirar al soldado que les guiaba y sabía lo que por su cabeza pasaba. Él era el único libre de los grilletes, pero por dentro tenía otras cadenas mucho más poderosas que las que antes le tenían preso–. Puede que en todos estos años hayan estado planeando su venganza y que hayan conseguido algunos avances, pero no les daremos el placer de que hagan con nosotros lo que quieran. No pienso consentir que un maldito lagarto me vuelva a mandar y a humillar. –
Salza terminó de andar y paró frente a unas puertas, consiguiendo que los tres guerreros se detuvieran. El soldado se giró hacia ellos con una sonrisa en su rostro. Se acercó al más joven y le quitó los grilletes, para después repetir la acción con Raditz.
–Así me gusta–dijo Salza contemplando a un rabioso Raditz–. Obedientes como perras. –
Salza podía sentir como la mirada de Raditz lo estaba matando, pero sólo respondió con su sádica sonrisa. Le dio la espalda y tecleó una combinación en el panel al lado de la puerta, que se abrió una vez terminó de poner el código. Esta vez no entró el primero, sino que ordenó que los tres guerreros ingresasen, para después seguirlos.
Trunks contempló la sala en la que habían entrado. Era un pequeño vestíbulo que estaba compuesto únicamente de una mesa de metal redonda con varias sillas alrededor del mismo material. Podía ver que conectaba con varias puertas, las cuales tanto Vegeta como Raditz sabían que llevaban a las habitaciones. La base de Cooler no era diferente a la de Freezer.
Salza golpeó en varias puertas, esperando porque alguien saliera de ellas. Raditz miró extrañado, pues no esperaba que tuviera que compartir aquella sala con alguien, pero Vegeta no se sorprendió. Cooler mandó a su soldado fiel a que les reuniese con alguien más, sabía que serían los de su futuro escuadrón.
Dos puertas se abrieron al escuchar los golpes. De ambas salieron dos hombres, uno más joven que otro. El más anciano, el cual tenía tanto el cabello como la barba canosa, tenía una herida en su ojo izquierdo que le impedía poder abrirlo. A pesar de su edad tenía un físico musculado.
Al lado, el hombre más joven, tenía una melena que llegaba hasta los hombros, negra y alborotada. Sus ojos eran oscuros y su mirada tranquila. Tenía una postura relaja a pesar de que su masa muscular era bastante notable.
Ambos hombres contemplaron a los tres extraños. El más anciano sólo se detuvo para contemplar a uno en concreto. El Príncipe.
Los tres guerreros se vieron sorprendidos ante el ruido de otra puerta abrirse. De ella salió un hombre que perturbó a uno de los saiyajins. Su cabello negro, así como sus ojos, estaba revuelto, con una mirada penetrante y una sonrisa de lado. Su color de piel era un poco más bronceada que la del anciano y la del joven.
Raditz sintió que algo en su interior se removía al verle, y éste le contestaba con una mirada de superioridad. Su rostro y su cabello se le asemejaban a alguien de su pasado.
–¿Qué ocurre, Salza? –en ese momento se percataron de la cuarta presencia, que terminó de romper la cabeza de Raditz. El hombre que habló era igual que el que había salido, pero su tez era más pálida y su mirada más serena.
Vegeta, hacía tiempo que dejó de mirar los rostros, sólo podía contemplar el apéndice que se enroscaba a la cintura de cada uno. Esa cola peluda que destacaba en una única raza.
–¿Os creísteis los únicos en sobrevivir a la destrucción de vuestro planeta? –preguntó Salza mirando la cara de Vegeta y Raditz, mientras que Trunks intentaba comprender que era lo que ocurría–. Os presento a vuestros nuevos compañeros. –
Salza se acercó al anciano que no dejaba de mirar a Vegeta, el cual empezó a molestarse por ello.
–Paragus–presentó Salza, para luego ir con el joven que salió tras él–, su hijo Broly–el soldado se acercó al hombre de tez más morena, el cual parecía ser quien más se divertía con aquella situación–, Turles–finalmente se acercó al único que había hablado hasta el momento–y Kakarotto. –
Salza se acercó a los tres guerreros con una sonrisa satisfactoria. Podía ver en el rostro de los más mayores la sorpresa ante encontrarse con hombres de su misma especie.
–A un lado tenemos a Raditz–presentó Salza a los nuevos integrantes–. El joven Trunks nacido de la unión de un saiyajin y una raza tan débil que es vergonzosa de nombrar–ante el comentario, tanto el mencionado como su progenitor le miraron con odio, a lo que él respondió con una sonrisa.
El soldado se acercó a Vegeta, contemplándole directamente en los ojos. Quería disfrutar de cada sentimiento de rabia, sorpresa e impotencia que estaba atravesando. Nunca pensó que algo tan simple como aquello consiguiera embriagarle tanto.
–Por supuesto, el Gran Príncipe de los Saiyajins, Vegeta–mencionó Salza con despotismo, queriendo aumentar su humillación–. Me encantaría quedarme y disfrutar de la agradable conversación que se avecina, pero tengo asuntos que me requieren. Disfrutad. –
Salza abandonó la sala dejando a los tres guerreros en compañía de los cuatros saiyajins. Vegeta les contemplaba a todos, mientras que Paragus sólo le miraba a él. Broly observaba a los nuevos integrantes del escuadrón, analizándoles con detenimiento. Turles, miraba a Raditz con una sonrisa casi sádica, mientras que éste se perdía observando a Kakarotto, el cual parecía bastante confuso.
El melenudo supo reconocer la apariencia de su padre tanto en Turles como en Kakarotto, pero al primero ya lo conocía de pequeño y le odiaba, en cambio al otro no, porque no tuvieron tiempo. Creyó que había muerto en la destrucción del planeta Tierra, pero ahí estaba, sano y salvo de la misma manera que lo estaba él. No sabía como sentirse, lo único que sabía era que él era su hermano pequeño, un saiyajin de tercera con un ki que daba bastante pena.
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¡Hasta aquí el primer capítulo! ¿Qué os pareció? Aún faltan algunas cosas más para mostrar pero en principio la mayoría de las sorpresas han salido a la luz. ¡Más saiyajins! Y entre ellos un Goku que está vivo! ¿Os gustó?
En este punto quiero aclarar la situación de Bulma. No he querido separarla de Vegeta, sé que muchos no queríais y yo tampoco la verdad, pero necesitaba algo diferente. Si les dejo juntos y tal y como estaban no tendría tanta emoción, en cambio si uno de los personajes sufre un cambio, en este caso Bulma, entonces podemos sacarle un poco más de juego, por que si pensáis en la situación ahora mismo Vegeta deberá intentar conquistar a su esposa, la que no recuerda absolutamente nada.
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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