57. El reencuentro de las almas
Oscuras nubes empezaron a cubrir las verdes praderas de la tierra de Hyrule, las que fueron las causantes de una inesperada y torrencial lluvia, mientras que
La princesa se encontraba con su amado en brazos, incrédula a lo que había ocurrido en tan solo segundos de su esperada reunión, pues como último golpe, dispuesto a culminar con su venganza, el Rey del Mal lo había embestido con la más letal y profunda de las agresiones, donde toda la oscuridad y maldad escondida dentro de su alma podía percibirse cual destructoras dagas clavándose en el corazón.
Sin poder evitar que las lágrimas resbalen por sus mejillas, la joven tomó el rostro de su amado y empezó a retirar la sangre que lo manchaba, para observar su semblante sin signos de vida. Comenzó a desesperarse y clamó a su llamado para despertarlo, incrédula de que este ya no se encontrara a su lado.
- Link... despierta, por favor. Ya todo terminó. – pidió la joven, suplicando con consternación.
No recibió respuesta alguna más que el petrificante silencio, el que solo había escuchado en la peor de sus pesadillas, donde lloró amargamente la más terrible de sus pérdidas. Sin embargo, dispuesta no aceptar la lejanía de su ser amado, entrelazó sus labios con los de él, tratando de que la calidez de sus besos causara algún efecto, y lo único con lo que se encontró fue con la frialdad de su boca, la que no reaccionó a ninguno de sus tratos. La dama se desconsoló más y siguió clamando el nombre del guerrero con dolor y reproche.
- ¡Basta, Link! ¡Ya despierta de una vez, por favor! No es necesario que hagas esto, ya todo lo malo que nos rodeaba ha terminado. Abre los ojos, necesito que me mires y que acabes con el dolor que me está consumiendo. – suplicó la joven, desgarrada hasta más no poder.
Siguió clamando con histeria y desesperación el nombre de su esposo, mientras acariciaba sus labios; hasta el punto de golpear su pecho con sus finas y temblorosas manos al no encontrar ningún signo de movimiento en él, las que mostraban la impotencia que se había formado en su corazón al inconcebible hecho de que el gran amor hubiera muerto. No podía aceptarlo, no después de todas las pruebas que tuvieron que pasar para poder estar juntos, no ahora que habían ganado la batalla más terrible y devastadora de todas, pero sobre todo, por el hermoso futuro que les esperaba juntos, donde una inocente criatura estaba esperándolos para recibir todo su amor.
- ¡Tú no puedes hacerme esto! ¡Tú me prometiste que saldrías con vida de esta batalla, que no me dejarías sola! ¡Tienes que cumplir con tu juramento, no seas un mentiroso!
Siguió llorando desconsolada con su amado en brazos, escondiendo sus labios en su cuello, mientras las lágrimas de sus ojos lo humedecían. No podía creer lo que estaba ocurriendo, toda su esperanza se había desvanecido de manera abrupta por culpa de aquel rufián, quien aún seguía deambulando bajo la esencia de su maldad con tal de martirizarla, su último recurso para culminar su venganza. La tormentosa lluvia se camuflaba entre el cristalino llanto de la princesa, quien aún seguía llamado a gritos a su héroe.
- Te lo suplico... no me dejes, hazlo por mí y por nuestro bebé. No nos abandones.
Colocó una temblorosa mano en la mejilla del fallecido héroe, sin poder detener el sollozo que salían de sus labios de manera descontrolada. Observó y palpó cada una de sus varoniles y finas facciones, deleitándose con aquella imagen que desde el inicio le había encantado, y la que nunca se cansaría de admirar.
En ese momento, la joven sintió un extraño peso sobre su hombro, pues la noble yegua había colocado su hocico encima de ella, mientras producía dolorosos bufidos, demostrándole que estaba sintiendo el mismo dolor que ella, pues había perdido a su fiel amo, a su mejor amigo, quien la había rescatado de una posible vida de esclavitud cuando la había defendido en la ciudadela, y con quien desde hace muchos siglos se había relacionado en un amistoso y cálido lazo.
Sin detener su terrible e inconsolable llanto, la joven se dejó consolar por Epona, de quien estaba preocupada por no saber qué sería de ella sin su amo, pues sabía perfectamente que los animales que perdían a sus dueños tenían pocas posibilidades de sobrevivir debido a la tristeza, cosa que a ella le iba a ocurrir de la misma manera, pues no concebía la vida sin el hombre que amaba.
- ¡Esto debe ser una pesadilla... esto no puede estar ocurriendo de nuevo!
Al terminar de vociferar aquella exclamación, la joven se impactó, pues tales palabras salieron de sus labios sin siquiera planearlo. Se dio cuenta de que no era la primera vez que experimentaba la dolorosa sensación de soledad que la consumía, donde Link moría en sus brazos, mientras lo abrazaba, desconsolada.
Fue entonces que la princesa descubrió lo que estaba ocurriendo...
Los recuerdos de sus vidas pasadas habían retornado ella, tanto los maravillosos como los desastrosos, situaciones tan parecidas a la que estaba viviendo en ese momento, donde había perdido a su esposo para siempre. ¿Por qué la vida la estaba sometiendo a tan terrible calvario una vez más? ¿Por qué en esta era, donde habían logrado consumar el inmenso amor que sentían el uno por el otro, se vio acabado por las garras de la oscuridad que desde siempre los había acechado? No podía aceptar cargar con semejante tortura una vez más... no sabía hasta qué punto lo iba a soportar.
El peso del hocico de la yegua se desvaneció del hombro de la princesa, mientras todo a su alrededor desapareció al verse tomado por una pálida luz. La joven ni siquiera se había dado cuenta de aquello, pues seguía aferrada a su amado y llorando desconsolada; hasta que de manera inesperada su cuerpo se fue debilitando, el sueño la fue invadiendo, mientras la embargaba una calidez extraña y al mismo tiempo conocida.
- Hylia...
Al escuchar aquella conocida voz, la joven empezó a despertar de su inconciencia, haciendo que se dé cuenta de que se encontraba en un sitio conocido, donde se había reunido con tres seres de divina procedencia, las que casi ningún ser había tenido el privilegio de contemplar.
- Zelda... despierta.
La joven incorporó su rostro para encontrarse con las sagradas Diosas, quienes la observaban con cariño y compasión debido al sufrimiento que se mostraba en su mirada.
- Estoy muerta, ¿verdad? Era de suponerlo, pues yo no puedo vivir sin él. – indicó la joven, demostrando lo devastada que se sentía.
- Aún no ha llegado tu momento, querida Zelda. Tú tienes todavía mucho que hacer en esta vida. – contestó Farore.
- Entonces, si las cosas son así, devuélvanme a Link. Solo de esa manera yo podré seguir viviendo en este mundo.
- Lo lamento, querida, pero eso no es posible. – espetó Din, sin mostrar duda en sus palabras.
- ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué no pueden cumplir con mi petición!? ¿¡Acaso mi sufrimiento no les transmite un poco de compasión!? Todas las eras en las que he vivido he cumplido con cada uno de sus mandatos, sin siquiera quejarme o esperar algo a cambio. Cuando renuncié a mi divinidad, no solo lo hice para volver a estar a su lado, sino para desvanecer la esencia del mal que se había formado, alejándome así de un estado de inmortalidad, libre de sufrimientos mundanos y ataduras, sometiéndome a penurias, pero al mismo tiempo grandes alegrías en las que siempre Link estuvo presente. Ustedes saben perfectamente que yo no puedo concebir la vida sin él, sobre todo por lo que ocurrió en mí pasado... esta vez va a suceder lo mismo, pues no estoy dispuesta a seguir una vida sin mi esposo. ¡De ninguna manera podré hacerlo! – exclamó la joven, enfurecida al escuchar que su deseo no sería cumplido.
- Por favor, cálmate. – pidió Farore con delicadeza.
- ¡No puedo calmarme! Link y yo vamos a tener un hijo, la dulce representación del inmenso amor que nos hemos tenido en todo este tiempo, y el motivo por el que luchamos incasablemente en esta cruenta batalla, pero por culpa de ese miserable, mi corazón quedó terriblemente destrozado, acabando con todos los sueños que teníamos juntos. Se los ruego, por lo que más quieran, devuélvanme a mi gran amor para poder seguir viviendo, es todo lo que les pido.
Las Diosas no pudieron evitar entristecerse al ver cómo su protegida se desvanecía en llanto, mientras se aferraba al cuerpo de su esposo, sobre todo Nayru, quien sentía una gran afinidad con ella. La princesa estaba completamente consumida por la desdicha, sabiendo que su único consuelo podría brindárselo aquellas deidades que le estaban negando su anhelante petición.
En ese momento, la diosa de la sabiduría se acercó a la joven para colorar una mano sobre su cabeza, mientras que las otras deidades se ubicaron detrás de ella, observando cómo su hermana trataba de consolar la perturbada alma de la doncella.
- Ya no llores, las cosas no son como te las imaginas. – dijo Nayru.
- ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz? ¡Si no es así, llévenme al lado de él, no puedo continuar mi vida sin él! – expresó desesperada.
- Tú tienes derecho a ser feliz, pero lo que nos estás pidiendo no es posible. – dijo Farore.
- ¡Para ustedes nada debería ser imposible, pues son omnipotentes!
- Parece que has olvidado nuestras anteriores palabras, el momento en el que nos comunicamos en tus sueños. La respuesta se encuentra ahí. – recordó la deidad de cabellos rojizos.
Al escuchar las palabras de la Diosa del poder, Zelda empezó a rememorar aquel sueño, haciendo que en ese momento a su mente lleguen las profecías que no había entendido en lo absoluto...
"El amor es la respuesta... el puro y verdadero amor, el que es capaz de sacrificar todo sin esperar nada a cambio."
"El amor es la respuesta a todo lo que te perturba, y es el único capaz de derribar todas las barreras que se presentarán en el futuro... por más dolorosas y devastadoras que estas sean."
Fueron las palabras que Farore y Nayru le habían dicho respectivamente, las que en esos momentos de terrible agonía aún seguía sin comprender. ¿De qué servía el amor si este se encontraba desvanecido en sus brazos?
- ¿El amor puro y sacrificado? ¿Quiere decir que este sacrificio ya estaba escrito? ¿La muerte de Link era algo inevitable? – preguntó horrorizada.
- Todo lo que hizo fue por amor a ti y a la sagrada criatura que estás esperando, demostrando el valor que vive dentro de sí mismo. No mostró ápice de cobardía ni duda al entregar su vida por ti, y con aquel acto fortaleció más que nunca el fragmento que lo representa. – contestó Farore.
- ¿Ahora entiendes el motivo por el que no podemos cumplir con tu petición? Nada se ha perdido. Nuestro elegido hizo lo que tuvo que hacer, solidificando el amor que se han tenido el uno por el otro. – indicó Nayru, cuyas palabras guardaban un importante significado, y que Zelda debido al dolor no lograba descifrar.
- ¡Yo no deseaba eso! ¿Cómo iba a imaginarme que la única manera de fortalecer nuestro amor era la muerte? ¿De qué me sirve lo que me están diciendo si mi amor ya no está a mi lado? Una vez más, se lo suplico, devuélvanme al hombre que amo, no solo se los pide una mujer desesperaba, sino una esposa y madre. Tengan compasión de mí, por favor. – volvió a suplicar la desesperaba princesa.
- Mientras estés alterada no podrás entender el significado de nuestras palabras. – dijo Din.
- Es mejor que nos retiremos para que lo descubras por ti misma, pues solo así conseguirás lo que tanto anhelas. – dijo Farore.
- ¡No, por favor, no se vayan! ¡No pueden dejarme así!
- Recuerda nuestras palabras, querida... el amor es la única fuerza capaz de traspasar todas las barreras... – espetó Nayru antes de despedirse.
Y terminando su discurso, las Diosas se desvanecieron, dejando a la joven sumamente destrozada al ver que su pedido había sido negado, hasta que la inconsciencia empezó a invadirla.
Finalmente, despertó en el mismo sitio donde había recibido la puñalada final. La torrencial lluvia seguía en su cauce, y la yegua seguía en la misma posición de apoyo en la que estaba.
La joven colocó una mano en el rostro de su amado, observando cómo sus lágrimas empapaban sus cerradas pupilas. Su corazón se había destrozado por completo al tener que aceptar que el gran amor de su vida se había ido, lo que hizo que se plantee qué sería de ella de ahora en adelante...
Con el alma destrozada, tomó la mano del príncipe con la suya, colocándola en su pecho a la altura de su corazón, el que en cualquier momento iba a dejar de latir debido a la tristeza que la invadía. Rememoró todos los maravillosos momentos en los que pasaron juntos, donde con su amor y cuidado empezó a enamorarla hasta el punto hacerle perder la razón.
- Nunca olvidaré el día en que nos conocimos, cuando por primera vez mi mirada se cruzó con la tuya, en el momento en que posaste tus labios en mis dedos, sensación que, a pesar de que traté de reprimir debido a lo cerrada que estaba, fue tan cálida y maravillosa. Desde ese día te dedicaste a ser considerado conmigo, delicado y dulce, siempre atento a lo que pudiera pasarme, y poniendo por sobre tus sentimientos mi bienestar... siempre sacrificándote por mí, incluso callando tu amor cuando yo me portaba indiferente, respetándome a mí y a nuestro matrimonio a pesar de haberte sentido solo... recuerdo aquella noche en la que nos confesamos nuestro amor, y con prisa y desesperación dimos rienda suelta a la desenfrenada pasión, donde me sentí una mujer completa, estremeciéndome una y otra vez con cada beso y caricia que esparcías por mi cuerpo, llevándome a una exaltación tan infinita hasta el punto de derramar lágrimas, pues deleitarme contigo y cada una de las sensaciones que descubrí a tu lado fue una experiencia simplemente sublime, fascinante y exquisita. Mi alma entera no se pudo haber regocijado con otro hombre que no hayas sido tú, mi gran amor, mi eterno amor, sentimientos que se ha representado en aquel ser que me encuentro cuidando, y que nunca podrás conocer...
Con sumo dolor siguió recordando todos los momentos que compartió junto a su amado, los que serían valiosos tesoros que guardaría por siempre en el fondo de su corazón, y los que nunca se volverían a repetir, pues en el mundo no habría hombre que la haga feliz como el guerrero lo hizo, y mejor padre para su hijo que él, quien con su cariño habría podido formar a una verdadera familia.
Dolida hasta más no poder, colocó una mano en su vientre, mientras los sollozos y lágrimas se entremezclaban con la torrencial lluvia, sintiendo como el acecho de la esencia del mal continuaba acosándola, deleitándose con su dolor, sabiendo que a pesar de no haber ganado la batalla, pudo separar a sus mortales enemigos, quienes nunca más volverían a demostrar su amor.
Centrándose en Link, siguió observándolo con dolor, hasta que a su mente llegaron ciertas imágenes que no tenían que ver con su presente, sino con su pasado, unos tan lejanos, pero al mismo tiempo tan cercanos.
Se vio a sí misma cayendo con libertad y gracia en un vasto cielo, para luego ser tomada en brazos por su amado, para luego emprender vuelo junto a él encima de un ave carmesí, mientras el viento acariciaba sus mejillas; momentos después se vio como una pequeña niña que solo podía dormir si su inocente amor le entonaba su canción favorita por medio de su sagrado instrumento, el que solo ella y él podían tocar; para finalmente, sentir como el cielo del ocaso la cubría mientras escuchaba una encantadora declaración de amor, la que selló aquel juramento con un apasionado beso.
La princesa sintió como su alma se llenaba de calidez ante aquellos recuerdos, los más hermosos que tenía de aquellas eras y por los que agradecía a las Diosas el tener el privilegio de encontrarse con su amor en cada vida. Sin embargo, lo que no podía tolerar era el saber que todo aquello había llegado a su fin, pues tener que haber presenciado la muerte de su príncipe la devastaba por completo. De ninguna manera podría soportar esta época sin tenerlo con ella.
Se disponía a soltar su mano, sabiendo que tendría que aceptar su pérdida... pero algo inesperado ocurrió.
El fragmento de ella como el de él empezaron a brillar al compartir contacto, hecho que hasta ese momento nunca había sucedido, y ahora lo hacía con la mayor intensidad que jamás había imaginado, lo que provocó que su alma se sienta extrañamente reconfortada, como si el dolor estuviera desapareciendo.
Cuando la luminosidad cesó, lo que vio frente a sus ojos la dejó pasmada, pues el cuerpo de su príncipe estaba libre de toda herida o agresión, como si nunca hubiera sido atacado por su enemigo. La princesa, impactada, siguió observando aquella imagen, sintiendo como las palabras que las Diosas le dijeron regresaban a su mente con violencia, las que tomaban otro significado.
Incrédula, observó cómo los dedos del guerrero empezaban a moverse, hasta que este se incorporó frente a ella, mostrando aquella zarca mirada que tanto le fascinaba, la que creía nunca más volvería a ver. Impactada y sin saber qué decir, sintió como la fuerte mano de su príncipe la tomaba del rostro, mientras la observaba con devoción y ternura, mostrando las lágrimas que resbalaban de sus mejillas al tenerla frente a ella. Sin meditarlo mucho, se entregaron a los brazos del otro, llorando sonoramente al haberse reunido de nuevo, momento que duró un largo tiempo para que sus mentes asimilen que nada de lo que estaba ocurriendo era un sueño.
- En todo este tiempo me mantuve en una oscuridad perpetua, donde lo único que podía escuchar era el tortuoso sonido de tu llanto, la desolación de tu alma y el caer de tus cristalinas lágrimas; agonía de la que no podía escapar y creía que escucharía por siempre. Caí en el eterno sueño de la muerte, sin embargo, me deleité observándonos el uno al otro, mientras volábamos abrazados en la inmensidad del firmamento, para luego verme a mí mismo velando tu sueño y regocijándome con el dulce amor de nuestra infancia, para finalmente, desfallecer con el sabor de tus besos bajo el ocre firmamento, sellando nuestro amor y reconociéndolo como eterno. Esos y múltiples recuerdos regresaron a mi mente y fueron los encargados de regresarme a la vida. – expresó el joven, sin liberarse del agarre en el que tenía a su amada.
- Al inicio no quise entenderlo debido a lo lastimada que me sentía con tu pérdida, pero ahora que he recibido el milagro de volver a tenerte entre mis brazos, lo he comprendido... No hay mayor prueba de amor y valor que el haber entregado tu vida por la mía, sin mostrar ningún signo de miedo o duda, dispuesto a perderlo todo con tal de resguardar mi existencia y la de nuestro bebé. – dijo Zelda, llorando a más no poder.
- Y lo volvería a hacer mil y un veces. No me arrepiento de nada.
- Ese valor que demostraste fue el encargado de darle a tu fragmento la esencia que necesitaba para reconocerse con el mío, por ese motivo brillaron al tener contacto; y por ende, comprender las palabras de las Diosas, permitiéndome ver las cosas más allá de lo aparente y enriqueciendo mi sabiduría. Tú, Link, has sido el encargado de salvarnos a los dos de la muerte, pues si tú no estabas a mi lado, de ninguna manera hubiera sobrevivido, y eso tú lo sabes mejor que nadie. Tú has sido mi héroe... me has devuelto el aliento de vida que había perdido. – expresó la joven, aferrándose con ansiedad al cuerpo de su príncipe
Sin liberarse de su agarre, la noble yegua se acercó hacia donde la pareja se encontraba, sintiéndose inmensamente feliz de ver que su amo había vuelto a la vida. Sin soltar a su esposa, el guerrero la abrazó su hocico, agradeciéndole a las Diosas el haber revivido y encontrarse con sus seres queridos, en especial por haberle dado la oportunidad de estar de nuevo con su esposa y la pequeña criatura que esperaba.
Mientras los tres miembros seguían en su abrazo, un intenso resplandor empezó a formarse alrededor de los jóvenes, causando que se den la vuelta y se encuentren con un objeto inesperado...
El fragmento del poder brillaba en todo su esplendor, el que había abandonado el cuerpo del villano en el momento en el que este pereció. En cuanto la pareja observó aquella sagrada reliquia, se miraron el uno al otro, sabiendo que era lo que tenían que hacer en ese instante, pues conocían que a pesar de que el rey del mal había perdido su cuerpo físico, aun los seguía perturbando con su maldad, sobre todo porque la invasión de sus esbirros aún no había finalizado.
Los jóvenes, tomados de las manos, ofrecieron sus fragmentos para que se encontraran con su semejante, quienes al haberse unido formaron el sagrado poder de las Diosas, el único capaz de cumplir cualquier deseo, sea cual sea el corazón del que lo reclame, la Trifuerza. La pareja, ensimismada con la belleza de aquella reliquia, la tocaron con sus manos, deseando desde el fondo de sus corazones que su deseo se cumpla, el que anhelaba que toda guerra que se estaba dando dentro de las regiones de la tierra llegue a su fin.
Aquella acción causó que la Trifuerza ilumine todos los rincones del reino, acabando con todo signo que representara la oscuridad, finalizando de igual forma con la tormenta que se estaba llevando a cabo. Como consecuencia llegó un esplendoroso amanecer, el que simbolizaba el fin de una terrible y oscura época, para darle la bienvenida a una nueva vida, donde la paz y la tranquilidad estarían presentes de ahora en adelante.
En ese momento, el espíritu de la Espada Maestra hizo su aparición, decidida a decirles a su amo y a la princesa una importante noticia.
- Anuncio que la encarnación del mal ha sido vencida en su totalidad, mientras que la Trifuerza ha regresado al Reino Sagrado, lugar en donde descansará hasta que su llamado sea nuevamente solicitado
Ante las palabras del ente de la espada, los jóvenes observaron que sus manos se encontraban libres de aquellos fragmentos que desde el día en que nacieron los acompañó. Se sentían extraños, pero al mismo tiempo aliviados, pues el yugo de aquel poder ya no sería un instrumento de perdición para las almas ambiciosas.
Luego de haber salido de su ensimismamiento, la pareja se observó el uno al otro con intensidad, dejando por un momento aquella situación desgarradora que los consumía, pues a pesar de estar felices de haberse reencontrado, aún seguían destrozados debido a la sensación de pérdida que habían experimentado. Fue entonces, que el príncipe tomó el rostro de su esposa con delicadeza, uniendo sus labios con los suyos en un cálido y apasionado beso, dulce y ferviente sensación que creyó nunca volvería a disfrutar, lo que hizo que se pierda en aquel mar de sensaciones.
- ¡Link, Zelda!
Muy a su pesar, los amantes tuvieron que separarse de su disfrute, para darse cuenta de que las voces de sus compañeras los habían interrumpido. Se dieron la vuelta para encontrarse con ellas, descubriendo la sorpresa de que una de estas había cambiado, pues la twili había recuperado su verdadera forma, la de una hermosa mujer de cabellos rojizos, quien venía en compañía de Navi. Ambas estaban contentas de haberse encontrado con sus preciados amigos, por lo que corrieron a abrazarlos con cariño, sintiendo paz y alivio de haberlos hallado con vida.
- ¡Qué alegría encontrarlas con vida, Midna y Navi! – exclamó Link.
- A mí también me alegra mucho. Sobre todo por ti, Midna, pues veo que has recuperado tu belleza y esplendor. – continuó Zelda.
- Todo eso es gracias a ustedes, pues juntos vencieron a ese mal nacido. – dijo Midna.
- Cuando desperté de mi inconciencia descubrí que la princesa nos había enviado a un sitio apartado de la pradera, libre de todo peligro. Fue entonces, que noté que a mi lado estaba Midna, pero transformada. Una vez despierta y habiendo asimilado su recuperación, empezamos a buscarlos, hasta finalmente dar con ustedes, sabiendo que habían salido triunfantes de aquella cruenta batalla. – relató Navi.
- ¿Ambos están bien? Zelda, tu vestido está bañado en sangre.
Al momento en que la twili preguntó aquello, la joven observó la sangre de su amado, provocando que sus ojos se llenen de lágrimas al recordar la trágica situación que había presenciado, y que poco a poco vaya sintiéndose mareada. El príncipe la tomó en brazos, preocupado por el estado que su esposa presentaba, pues temía que las desgarradoras presiones que había sufrido atenten contra la vida de ella y su hijo.
- ¡Vámonos! Necesita que un médico te revise, me preocupa que su estado se vea perjudicado. – exclamó Link con desesperación.
- ¿Estado? ¿A qué te refieres, Link? – preguntó Midna.
- Zelda está embarazada, vamos a tener un hijo.
Al escuchar la revelación del guerrero, Midna y Navi se sorprendieron, Fi no se inmutó en lo absoluto, pues era algo que desde hace tiempo había percibido.
- Vaya, sí que se divirtieron en las tierras nevadas... – bromeó la twili sin poder evitarlo.
- ¡No es momento para tus bromas! - reclamó Link, sonrojado hasta más no poder.
- ¡No seas impertinente, lo que importa es que la princesa Zelda esté bien! – exclamó Navi.
- ¡Tienen razón, lo siento!
Listos para retirarse, el joven se subió a Epona, y con ayuda de Midna pudo ubicar a su esposa delante de él, quien se sentía sumamente débil debido a todo lo que había sufrido, mientras se colocaba una mano en su vientre al sentirse preocupada por su pequeño. La twili se sentó se la parte de atrás de la yegua, sosteniéndose de la cintura del guerrero para no caerse, mientras que el hada se escondió en su túnica; Fi regresó a la Espada Maestra. Se apresuraron a regresar a la ciudadela del palacio, sabiendo que toda la guerra que se había llevado a cabo terminó.
...
En la ciudadela del palacio, todos los presentes estaban incrédulos a lo que había ocurrido frente a sus ojos, pues los monstruos que las Gerudos, la guardia real de Ordon, incluidos el duque y Cocu estaban enfrentando, se habían desvanecido como por arte de magia.
Cansado e incrédulo, Demetrio observó sus alrededores para darse cuenta de que las oscuras nubes que cubrían la ciudadela se habían desvanecido, dándole cabida a un nuevo amanecer que iluminaba con intensidad cada uno de los rincones. Con eso se dio cuenta de que su hijo había salido triunfante. Sin embargo, desde hace tiempo un dolor en el pecho lo mortificaba, como si presintiera que algo devastador había ocurrido.
- ¡Alteza!
Al escuchar el llamado, el hombre se dio la vuelta para darse cuenta de que uno de los solados se había acercado a él, quien tenía una importante noticia que darle.
- ¿Qué haces aquí? Se supone que deberías estar vigilando el palacio de Ordon. – preguntó serio.
- Lo que sucede es que... su esposa lo está esperando afuera. – contestó con temor el soldado.
- ¿Qué cosa? ¿Qué es lo que hace mi esposa en este sitio? ¡Creí haber sido muy claro con mis órdenes!
- Lo sé, alteza, pero ella insistió en venir, sino cumpliría con destituirnos... pero eso no es lo importante ahora, pues es necesario que vaya a verla porque se siente mal.
- ¿Qué? ¡Llévame a donde se encuentra inmediatamente! Y cualquier cosa que llegue a ocurrirle, ustedes serán los únicos responsables. – amenazó el duque, enfurecido.
Sin perder tiempo, el soldado escoltó a su soberano hacia donde se encontraba su esposa, quien al igual que Demetrio tenía un mal presentimiento sobre su hijo.
...
Al llegar a la carroza en donde se encontraba Aitana, Demetrio entró con prisa para verificar su estado, dándose cuenta de que la mujer estaba llorando desconsolada, mientras tenía una mano colocada en su pecho. Sin perder tiempo, la abrazó para consolarla, preocupado por saber el motivo que la estaba aquejando.
- No debiste venir, querida. ¿Qué es lo que te ocurre? – preguntó preocupado.
- Desde hace tiempo tengo un presentimiento... como si algo malo le hubiera ocurrido a nuestro hijo; algo devastador. – contestó la mujer sin poder contener el llanto.
- La verdad yo he sentido lo mismo, pero es mejor quitarnos esas ideas de la cabeza, pues ese villano ha sido vencido, lo que demuestra que Link salió triunfador. – contestó animado para tratar de calmar a su esposa.
- No voy a estar tranquila hasta ver a mi hijo con vida, solo así...
La conversación de la pareja fue interrumpida, pues uno de los soldados les anunció que los reyes de Hyrule, acompañados de unos individuos, los sheikahs, se estaban aproximando hacia la ellos, lo que causó que ambos abandonaran la seguridad de la carroza para ir a recibirlos. Los consuegros se abrazaron mutuamente al ver que se encontraban con vida, pero al mismo tiempo, preocupados de no saber el paradero de sus hijos. Sin embargo, en ese instante sus dudas fueron disipadas, pues Impa notó a lo lejos que la yegua del guerrero se aproximaba con ellos, haciendo que los regentes se emocionen en sobremanera y vayan a su encuentro.
Al observar que sus padres y sus suegros se acercaban, Link le anunció a su esposa la maravillosa noticia.
- ¡Zelda, nuestros padres han venido a recibirnos! Están muy contentos de...
Sin embargo, el semblante del joven se quedó petrificado, pues su esposa no reaccionó su llamado. Estaba inconsciente y con su frente invadida por el sudor, lo que indicaba que tenía una intensa fiebre. En ese momento, el guerrero detuvo la yegua y se bajó de ella con su amada en brazos, clamando su nombre con desesperación al no recibir respuesta.
- ¡Zelda, despierta!
Preocupados al ver lo que había ocurrido con su hija, los reyes se aproximaron hacia donde estaba la pareja, preguntando una y otra vez que ocurría con ella. Azael pidió que la llevaran al palacio para revisarla. Link se sentía muy preocupado, pues temía que su amada princesa no hubiera soportado la devastadora situación que había vivido por culpa de Ganondorf.
...
Todos se encontraban ansiosos esperando la salida del guerrero de las sombras, quien estaba revisando a la princesa en la alcoba que solía usar antes de contraer matrimonio, la que junto a otras habitaciones no había sufrido destrucción alguna.
Alejados de los reyes, quienes oraban con devoción para que su amada hija se encuentre bien, se encontraba Link abrazando a sus queridos padres, quienes se sentían dichosos de tener a su hijo entre ellos, pues un poco antes de que la invasión finalizara tuvieron el terrible presentimiento de que este había sido asesinado, realidad que no estaba muy alejada de la verdad, pero que el guerrero decidió omitir para no preocuparlos.
- ¡No tienes idea lo felices que tu padre y yo nos sentimos en estos momentos! Todos estos meses sin saber de ti, preocupados de las penurias que tuviste que pasar, ha sido un verdadero infierno para nosotros. – indicó emocionada.
- Pero nada de eso importa. Ahora que te tenemos a nuestro lado, todo ese sufrimiento se ha desvanecido. – dijo el duque.
- Perdónenme por todos los problemas que les he causado... nunca tuve la intención de lastimarlos.
- No digas eso, tú nunca nos has causado problemas. – dijo Aitana.
- Yo... ya sé toda la verdad, mamá. Sé que Ganondorf fue el causante de que mi espera haya sido muy difícil para ti. Él mismo me confesó que te había lanzado un maleficio para que yo no nazca. – confesó el joven, sumamente apenado.
- Link... – expresó la dama, consternada.
- Por mi culpa estuviste a punto de morir, mientras que mi papá entró al borde de la desesperación. Perdónenme, se los ruego. – suplicó el joven, sin poder evitar que las lágrimas lo invadan.
- ¡Ya basta! ¡No vuelvas a decir eso! Es cierto todo lo que dijo ese maldito rufián sobre el embrujo, pero tú nunca fuiste una carga para nosotros. Al contrario, fuiste el ser más maravilloso que pudo haber llegado a nuestras vidas, por ti volvimos a recuperar la familia que habíamos perdido. – espetó el duque con firmeza, deseando disipar la consternación de hijo.
- Así es, Link, nada de lo que ocurrió fue tu culpa, y si tuviera que pasar por algo así de nuevo con tal de tenerte conmigo, lo volvería a hacer miles de veces sin pensarlo, pues nada se compara a la dicha de que seas mi hijo, un muchacho tan noble y valiente.
- Tu madre y yo estamos orgullosos de ti, y lo que haya ocurrido en el pasado no importa, pues nada se compara a las satisfacciones que nos has brindado. Ambos te amamos con todo nuestro corazón.
- Yo también los amo, y agradezco tanto a las Diosas el tenerlos como mis padres, los que por primera vez puedo disfrutar en serio.
Sintiendo como su alma se tranquilizaba, Link volvió a abrazar a sus padres, siendo correspondido por estos con el mismo cariño. Una vez finalizado su agarre, a familia entró a la sala adjunta a la habitación de la princesa, momento en el que el joven se puso a caminar de un lado a otro, desesperado por no tener noticias de su amada, mientras que sus suegros junto a los duques rezaban a las deidades para que protejan a Zelda. Impa se encontraba en la misma situación, pero tratando de mantener la calma, mientras que Midna y Navi no podían ocultar su ansiedad; al menos su presencia no había perturbado a los padres de los príncipes, quienes las recibieron bien, sabiendo perfectamente quiénes eran.
Luego de unos minutos el sheikah salió más tranquilo, pero mostrando en su semblante una mirada de sorpresa, pues al revisar a la dama se había enterado de una noticia que lo dejó impactado.
- ¿Qué tiene mi hija? ¡Habla, muchacho, voy a volverme loco! – preguntó Daphnes, desesperado.
- Lo que sufrió la princesa fue un desvanecimiento debido a todos los impactos que ha recibido... algo normal por el estado en el que se encuentra. – contesto el sheikah con calma.
- ¿Estado? ¿A qué te refieres, hijo? – preguntó Celine.
- La princesa está embarazada.
Al escuchar aquellas palabras, Link se sintió sumamente avergonzado por haber olvidado comentarle a su familia sobre ese importante tema, pues debido a los nervios asumió que todos lo sabían. Por otra parte, los duques, los reyes e Impa se quedaron impactados, lo que causó en ese momento que el regente del palacio palidezca, pues a su mente llegó una insana idea.
- ¡Ay no! ¡No puede ser que ese maldito le hizo daño a mí...!
- ¡No! ¡No, mi rey! Las cosas no son como usted se la imagina... el bebé que Zelda espera es mío.
Todos los presentes observaron impresionados al príncipe, quien no pudo evitar sonrojarse ante aquella acción, pues nadie entendía en qué momento pudieron haber concebido a aquella criatura, ya que se supone que en todo ese tiempo habían estado separados.
- En este periplo Zelda y yo tuvimos la oportunidad de reencontrarnos... y ahí ocurrió todo. Es algo difícil de explicar, simplemente sucedió. – confesó el príncipe, mientras sus mejillas ardían.
Al escuchar las palabras del joven, los soberanos se emocionaron, pues desde hace tiempo deseaban convertirse en abuelos. Las cosas habían sucedido de una manera un poco inusual, sin embargo, eso no impidió que la alegría los invada por completo.
- ¡Qué felicidad lo que nos has contado, hijo! – exclamó Aitana, mientras abrazaba a Link.
- Ahora entiendo por qué la princesa se comportaba muy extraña en el último tiempo que estuvo con nosotros. – dijo Impa, mostrándose pensativa.
- Y yo me siento un completo incompetente al no haberme dado cuenta antes. – dijo Azael, avergonzado.
- ¡Vamos a ver a nuestra hija, Daphnes, estoy desesperada por abrazarla!
Dejándose llevar por la desesperación, los regentes entraron a encontrarse con su hija, sin siquiera importarles que Link deseaba verla primero. Sin embargo, esa reacción no le molestó para nada, al contrario, ver a sus suegros abrazando con devoción a su pequeña princesa, mientras los tres eran invadidos por las lágrimas, era una imagen que lo llenaba de emoción, pues lo que más necesitaba su amada en esos duros momentos era el afecto de sus padres, pues él sabía que toda la terrible situación que había vivido en la batalla contra Ganondorf, más el haber presenciado su temporal muerte, la había devastado por completo, y sabía que pasaría un buen tiempo para que ella pueda superar aquello; pero como siempre él estaría a su lado para cargar con sus penas.
- Nos acabamos enterar. Vas a darnos un nieto. – expresó el rey con emoción.
- No tienes idea la alegría que nos has dado en medio de tanta desdicha. Ahora todo ha terminado por fin podremos vivir como una familia. – dijo la reina, sin poder dejar de llorar.
- Los extrañé tanto. Perdónenme por todas las preocupaciones que les he causado. – dijo la princesa, desbordada por la dicha de estar con sus progenitores.
- No tenemos nada de que perdonarte, al contrario, somos nosotros los que tenemos que pedirte perdón por haberte ocultado la verdad. – dijo Daphnes, terriblemente apenado.
- Es mejor no hablar de eso. Lo único que importa es que estamos juntos de nuevo. Me alegra tanto ver que pudieron escapar de su encierro.
- Todo es gracias a Impa. Ella y su compañero nos rescataron, y nos revelaron todo el tiempo que viviste con ellos. Estamos muy agradecidos.
- Me da tanto gusto saber eso. Impa ha sido como mi hermana y Azael también ha sido un gran apoyo para mí.
Siguieron abrazando a su princesa por varios minutos, hasta que el rey tuvo que hacerle un importante anuncio.
- Tenemos que dejarte por un momento, pues hay un asunto importante que tenemos que arreglar.
- No se preocupen, yo me quedaré con Link.
- Me temo que eso no podrá ser, pues él tendrá que venir con nosotros.
- Pero...
- Tranquila, princesa. Prometo no tardarme tanto. – dijo Link, habiendo escuchado la petición de su suegro.
La joven trató de disimularlo, sin embargo, el solo hecho de separarse de su amado le asustaba, pues aún no se recuperaba de la profunda herida que sintió al haber creído que lo había perdido para siempre. Por eso no quería perderlo de vista.
Impa y Midna percibieron la ansiedad que se encontraba en el fondo de su alma, pues desde que la vieron supieron que algo estaba pasando con ella. Decidieron hacerle compañía en lo que los demás se retiraban.
- No se preocupe, princesa, yo me quedaré a hacerle compañía mientras los demás van a resolver sus asuntos. – dijo Impa.
- El hada y yo también nos quedaremos. No tienes nada de que preocuparte. – indicó Midna.
- Está bien, se los agradezco mucho.
Link le dio un beso en los labios a su amada, para luego retirarse con sus padres, sus suegros y Azael. En ese momento, Impa y Midna le preguntaron el motivo de su pesar, pues desde hace tiempo percibían que algo fuera de lo normal la estaba perturbando. La princesa abrió su corazón, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas, para revelarles todo lo que había pasado con el príncipe, y como vio que este perdía la vida en sus manos.
...
Junto a sus padres y suegros, el príncipe se estaba dirigiendo a un sitio desconocido, pues solo le habían dicho que tenían que hacer algo muy importante y requerían de su presencia. En el camino se encontró con Cocu y Moy, quienes lo recibieron con los brazos abiertos y se alegraron enormemente por la gran victoria que tuvo al vencer al Rey del Mal, donde por gracia de las Diosas salió sano y salvo, sin siquiera imaginarse la terrible situación por la que habían pasado. Sin embargo, decidió callar lo que su perturbado corazón sentía, pues de ninguna manera quería preocupar a todas las personas que quería por su muerte.
El marqués le contó que su esposa había dado a luz a una niña, a quienes había enviado a ver debido a que el pueblo ya era un lugar seguro. El príncipe se alegró con esa noticia, por lo que le confesó a él y al General que también estaba a punto de convertirse en padre, provocando que los hombres se contenten por aquello y lo feliciten.
Luego de recorrer los largos pasillos del deteriorado palacio, todos llegaron al balcón principal, momento en el que el guerrero descubrió los rostros de todos los habitantes de la ciudadela reunidos en la plaza central. Se alarmó, pues se imaginaba lo que su suegro y su padre estaban a punto de hacer.
- Por favor, esto no es...
- Es necesario que el pueblo sepa quién ha sido su salvador, el único que fue capaz de derrotar a la encarnación del mal que siempre nos ha amenazado. Además, es importante que sepan que nosotros, sus soberanos, ni tampoco mi hija, los hemos traicionado, pues todo fue causado por las bajezas de ese hombre.
- Pero...
Dejando de lado la negativa del príncipe, el duque y el rey se aproximaron al balcón, mientras que sus esposas se quedaron un poco más atrás, preocupadas. Una vez más, iba a ser el objeto de atención de tantas personas, y él no era un hombre que le gustara causar ese tipo de impresiones.
- Apreciado pueblo de Hyrule... tanto agradecemos mi esposa y yo a las Diosas el volver a verlos. – clamó Daphnes con altivez.
Ante las palabras del regente, el pueblo se quedó impactado. Algunos seguían creyendo que los habían traicionado, pero otros se sentían contentos de ver que tanto él como su reina seguían con vida.
- Por culpa de aquel villano mi familia sufrió el peor de los calvarios, donde nos encerraron en las torres más apartadas y lúgubres del palacio para desterrarnos de nuestro cargo, usando a mi hija como instrumento de sus bajezas y obligándola a entregar a su amado pueblo. Sé que todo esto causó múltiples muertes y tragedias que tuvieron la desdicha de presenciar, por lo que entregaría mi vida entera con tal de retroceder el tiempo y devolverles a sus seres queridos.
El guerrero se sintió impotente y apenado al escuchar el discurso de su suegro, pues hubiera deseado por todos los medios impedir las tragedias que inevitablemente ocurrieron.
- Sin embargo, he de indicarlos que ese rufián nunca más volverá a perturbarnos con su sombría presencia, pues una vez más este fue vencido por aquel joven que posee una fantástica leyenda... que yo estúpidamente traté de destruir, quien junto con mi hija luchó incansablemente por proteger el presente y el futuro de cada uno de ustedes. No solo pienso presentarles al Héroe Elegido por las Diosas, sino a un muchacho al que quiero como al hijo que nunca tuve, y él que ustedes conocen bien por la bondad que siempre lo ha caracterizado por preocuparse de ustedes.
En ese momento, el rey se acercó a su yerno y lo atrajo hacia el borde del balcón para que el pueblo entero lo vea, causando en ellos un gran impacto al darse cuenta de que se trataba de su joven soberano, quien llevaba puesto aquellos ropajes verdes que simbolizaban su linaje. Los menores no lo reconocieron, pero eso no pasó desapercibido por los mayores, quienes empezaron a gritar con euforia al saber que habían sido rescatados por el Héroe Elegido por las Diosas, quien una vez más había renacido para salvarlos de las garras del mal.
El príncipe se sonrojó terriblemente al ser aclamado de esa manera, pues como siempre, él deseaba mantenerse en el anonimato con tal de no causar escándalos. Sin embargo, su espanto se acrecentó cuando observó que su padre estaba a punto de tomar la palabra, temiendo lo que estaba a punto de revelar.
- Esta vez el duque de Ordon no va a dirigirse a ustedes, sino que lo hará un padre que se siente orgulloso de su hijo. Desde siempre, Link demostró tener un gran corazón y fortaleza para defender a los más vulnerables, acción que demostró en mi reino cuando se camuflaba bajo aquella anónima identidad del "Héroe Enmascarado" para finalmente consumarse como el guerrero de las Diosas que es digno de ser. – aclamó el duque, controlando que las emociones no lo traicionen.
Deseaba que la tierra se lo tragara completo al escuchar que su padre había revelado aquella identidad que algunas veces utilizó para defender a los más vulnerables, provocando que en ese momento sus mejillas se sonrojen hasta más no poder. Sin embargo, esa sensación de pena aumentó al escuchar como el pueblo entero gritaba maravillado ante aquella revelación, pues eso significaba que desde antes de la llegada del rey del mal su príncipe siempre los había defendido. Ante esa eufórica acción, Link solo atinó a sonreír, demostrando lo agradecido que se sentía por ser apreciado, para luego ir a abrazarse a su padre, quien no podía contener la felicidad que sentía al haber sido bendecido con tan maravilloso y valeroso hijo.
La paz había retornado al reino gracias a la intervención del elegido por las Diosas, quien una vez más había erradicado al mal por medio de su valor y fortaleza, cumpliendo así con aquella leyenda que nunca sería desgastada con el tiempo.
...
Impa, Mida y Navi escucharon toda la tristeza que aquejaba a la princesa, donde les reveló lo ocurrido con su esposo y cómo sintió que su alma se desvanecía al verlo morir en sus brazos.
Empática a su dolor, Midna le dijo a Zelda que ella la entendía mejor que nadie, pues por culpa del Tirano de las Sombras creyó haber perdido a su familia, razón por la que abandonó su fortaleza por completo, casi al punto de dejarse aniquilar por quien siempre había sido su peor enemigo. Por otra parte, la sheikah estaba enmudecida ante lo que se había enterado, sintiendo como una dolorosa punzada empezaba a formarse en su pecho, pues ni siquiera se imaginaba el terrible dolor que había sufrido su pupila, quien a pesar de que físicamente se veía mejor, por dentro estaba devastada debido a las heridas que se habían formado, las que tardarían mucho en cicatrizar.
Fue entonces, que la reina llegó a la habitación a ver cómo seguía su hija y a contarle todo lo que había ocurrido a las afueras del palacio, haciendo que la joven, en medio de su desdicha, esboce una delicada sonrisa, pues se sentía orgullosa del hombre que tenía a su lado, quien merecía ser admirado debido a la gran hazaña que había realizado para salvarlos a todos, y a ella misma.
Una vez finalizada su conversación, la reina escoltó a Midna y al hada a una habitación para que descansen, mientras que Impa se disponía a despedirse para regresar a su hogar. Sin embargo, la mano de su pupila la detuvo, pues tenía algo importante que decirle.
- Princesa...
- Puede ser que lo hayas disimilado delante de Midna y Navi... pero pude percibir que mis palabras te impactaron.
- ¿Cómo no van a impactarme? Prin... Zelda, tú sabes que te quiero mucho, hemos vivido como si fuéramos hermanas, es lógico que me entristezca por lo terrible que has pasado. – dijo Impa, mostrando sorpresa.
- Yo percibo que detrás de eso hay algo más... y eso se llama Azael.
- ¿Qué cosa? – preguntó sorprendida.
- Impa, el haber visto a Link morir en mis brazos me hizo darme cuenta de lo corta que es la vida y de lo poco que podemos llegar a valorarla. Solo haz lo que tu corazón dicte y dale una oportunidad a Azael, pues quién sabe si llega a ocurrir algo que te haga arrepentirte para siempre de no haber vivido junto a él lo que en el fondo sabes que deseas. – dijo la princesa, mostrando profunda sinceridad en sus palabras.
Ante esas palabras, la guerrera no pudo responder, pues en su mente sabía que su pupila había logrado percibir a la perfección el terror que la estaba invadiendo.
En ese momento, Impa se disponía a continuar con la conversación, pero inesperadamente la puerta se abrió, dejando pasar a su amado y a su suegra. Se despidió con cortesía y se retiró, pues deseaba dejar a la princesa y su familia conversar a solas.
Una vez fuera de la habitación, sintiendo como los nervios la invadían, se apareció frente a ella el guerrero de las sombras, quien se sintió extrañado de ver el perturbado semblante de su compañera.
- ¿Impa, te sientes bien? – preguntó preocupado.
- Yo... necesito decirte algo. – dijo Impa, sintiéndose nerviosa.
- ¡Me estás preocupando! ¡Habla de una vez, por favor!
- Bueno, lo que pasa es que estuve pensando mejor las cosas... y la verdad, creo que no estaría mal que nos diéramos una oportunidad.
- ¿Una oportunidad? ¿Acaso te refieres a...?
- ¡Sí, sí, a eso! ¿Aceptas o no? ¡Responde antes de que me arrepienta!
Ante aquella respuesta, emocionado hasta más no poder, el guerrero de las sombras abrazó y besó a su compañera, quien tardó un poco en asimilar lo que estaba ocurriendo, para luego corresponderle con el mismo afecto.
- ¿Quién fue el ángel que te hizo cambiar tu férrea opinión? Pues en este momento voy a agradecerle de rodillas si es necesario. – expresó el joven con gran emoción.
- Eso es lo de menos... simplemente pensé mejor las cosas, eso es todo.
- Regresemos a nuestro pueblo para anunciarle a todos sobre nuestra relación, pues imagino que ya habrán regresado.
- ¡Oye, vamos paso por paso, Azael!
- ¡No digas tonterías! Nada ni nadie podrá opacar la felicidad que siento. Además, sabes que de ninguna manera me quedaré callado.
Dejando que su compañero dé rienda suelta a las emociones que sentía, Impa decidió retirarse junto con él del palacio, sabiendo desde el fondo de su corazón que la felicidad que sentía se la debía a su protegida, quien una vez más le había dado una valiosa e importante lección.
...
El príncipe se encontraba sentado en la cama junto a su amada, quien no lo soltó en ningún momento desde que había regresado junto a ella. La duquesa Aitana los observaba conmovida, dichosa de ver que su hijo por fin se había reunido con el amor de su vida. Decidió retirarse para dejarlos solos, sin embargo, antes se acercó a su nuera.
- Zelda, esto te pertenece.
La soberana le entregó a la princesa un extraño cofre, el que tenía grabado el símbolo representante de la Diosa de la sabiduría. Tanto la joven como su esposo no pudieron evitar sorprenderse ante aquello, haciendo que en ese momento la noble mujer esboce una sonrisa y se retire de la habitación.
- Este cofre...
- Recuerdo que nos pertenecieron en nuestra vida pasada. En el mío estaban guardados el escudo y la ocarina del tiempo... pero desconozco lo que hay dentro del tuyo, pues no pude abrirlo.
La joven colocó su mano encima del signo de su Diosa predilecta, haciendo que el baúl se abra. Este contenía una pulsera idéntica a la que su protectora le había regalado, un montón de cartas atadas por un delicado listón y un pequeño pergamino. Todos esos objetos, a excepción de la joya, estaban cubiertos por el paso del tiempo, sin embargo, eso no impedía que se los pudiera apreciar. La princesa esbozó una ligera sonrisa.
- Esto es... – dijo Link.
- Son todas las cartas que me respondiste en la época posterior a la invasión del crepúsculo. Guardé cada una de ellas debido al encantamiento que me causaban al leerlas; incluso encontré las que yo te envié cuando vivías en aquella modesta casa del árbol, la que a pesar de estar deteriorada sigue tan firme como estos fragmentos. – recordó la princesa con nostalgia.
- Lo recuerdo tan bien... Cuando regresemos a Ordon visitaremos ese sitio, pues tenemos muchas cosas que recordar. – dijo Link.
- Esta pulsera fue una de las que usé cuando descubrí que Hylia vivía en mí, y fue por Impa que pude recuperar la otra.
- ¿Y ese pergamino? ¿Sabes qué es eso?
Sin siquiera responder, los ojos de la princesa se llenaron de lágrimas, provocando que su esposo se preocupe al verla en ese estado. Sin embargo, la joven trató de restablecerse, para luego entregarle al joven aquel misterioso escrito.
Dejándose llevar por la curiosidad, el joven abrió el pergamino, sintiendo como su alma se destrozaba al leer cada una de las tortuosas palabras, para finalmente observar a su amada, quien con esfuerzo se secaba las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
- Zelda...
- Nada de lo que pasó en esa época dependió de mí, Link... Desde el momento en que me enteré de que habías muerto en aquel lúgubre bosque, dejando como única evidencia la ocarina que ahora portas, simplemente perdí el raciocinio, me volví loca. Te escuchaba en todas partes, en cada gota de agua que caía de la lluvia, en cada ráfaga de viento que acariciaba mi cabello y mis mejillas... así que me dirigí hacia donde te encontrabas, dejado de lado aquel compromiso al que iba a ser sentenciada. – relató la princesa con pesar, recordando la oscuridad que vivió en aquella época.
- Es mejor no pensar en eso, ya no vale la pena. Cualquier pasado doloroso no se compara a la dicha de poder estar a tu lado, sobre todo por el maravilloso futuro que formaremos junto a nuestro pequeño. – indicó Link, tratando de animar a su amada.
- Hemos ganado mucho, pero al mismo tiempo perdido todo. El pueblo se encuentra convaleciente, el palacio destruido en la mayoría de sus zonas... hemos perdido nuestra casa.
- Eso a mí no me preocupa, pues en muy poco tiempo tendremos un hogar mucho más hermoso y acogedor que el de antes, pues ahora nuestro hijo llegará para iluminarlo y llenarnos de inmensa dicha. Además, es la primera vez que entro a tu antigua habitación. A pesar de estar casados nunca se me presentó oportunidad de poder conocerla por dentro.
- Me encantaría ser tan noble y positiva como lo estás en esos momentos... pero este dolor es algo que con mucha dificultad podré olvidar.
Lo que la doncella desconocía era que su amado se estaba dejando cubrir por una máscara, pues él se sentía tan o más devastado que ella debido a todo lo que tuvieron que pasar por culpa del Rey del Mal. Sin embargo, él tenía que ser fuerte por ella, pues no iba a permitir que su amada princesa se entregue a los brazos del dolor, tanto por su salud como la de su bebé.
La joven se puso de pie, tenía deseos de tomar un baño para sentirse más reconfortada. Sin embargo, su paso se vio detenido, pues su esposo la tomó en brazos para ayudarla en aquella acción. El joven no tenía ninguna intención de intimar con ella, solo quería consentirla, mientras masajeaba sus húmedos cabellos con alguna perfumada esencia para relajarla, demostrándole que estaba junto a ella, compartiendo su dolor.
Luego de haber purificado a su esposa, el joven se igualó a ella, para finalmente regresarla al lecho que iban a compartir, abrazados en profundo silencio. Fue entonces, que Link recordó una noticia importante, la que de ninguna manera podía seguir postergando, pues esto iba a ser muy importante para su esposa.
- Zelda... desde hace tiempo hay algo que quiero decirte. – dijo serio.
- No me asustes, por favor. ¿Es algo malo?
- Al contrario, estoy seguro de que te vas a alegrar mucho... Se trata de Ashei.
- ¿De Ashei? No entiendo qué deseas decirme de ella, pues ya no forma parte de este mundo. – expresó con dolor al recordar a su amiga.
- No, Zelda, ella no está muerta... Ashei vive.
- ¿Ah?
- Escucha atentamente cada una de mis palabras, por favor.
La princesa escuchó cada una de las palabras de su esposo, lo que provocó que varias lágrimas de felicidad resbalaran por sus mejillas, pues el saber que una de sus mejores amigas estaba con vida era algo que llenaba uno de los vacíos que su corazón sentía, ya que al ver que la espadachín supuestamente había muerto delante de ella, era una herida con la que aprendió a vivir con el tiempo.
- No puedo creer todo lo que me has revelado. Quiero verla, quiero ver a mi amiga. Juntos podemos ir a las tierras nevadas, pues con mi habilidad de movilizarme todo será más fácil. – sugirió la princesa, ansiosa.
- Por el momento es mejor que recuperes tus fuerzas. Prometo que una vez que eso pase te acompañaré a verla. ¿Está bien, mi princesa? – preguntó su esposo con dulzura.
- Está bien, lo que digas.
- Es momento que descansemos. Hemos perdido demasiadas fuerzas que tardaremos mucho en recuperar.
- Solo espero que nada de esto sea un sueño, y al amanecer te encuentre a mi lado.
- Así va a ser, pues a partir de este momento una nueva vida ha empezado para nosotros, y nunca más volveré a apartarme de tu lado. Te lo juro.
Besando con ternura a su esposa, para luego hacer lo mismo con su vientre, la pareja se quedó dormida entre los brazos del otro, sintiendo como la dicha embargaba sus corazones al saber que por fin podían estar juntos de manera tan íntima. Aunque al mismo tiempo, el terror de que esa hermosa realidad se desvanezca los consternaba.
...
Pocos días pasaron desde que el Rey del Mal había sido vencido, y con ello había empezado el restablecimiento de las diferentes regiones de la tierra sagrada de las Diosas. Los regentes, siendo apoyados por sus consuegros, tuvieron la oportunidad de relacionarse con los Gorons, Zoras, las Gerudos y Sheikahs, quienes en compañía de sus respectivos líderes habían llegado a visitar al héroe elegido para agradecerle por la increíble labor que habían hecho al haberlos salvado, quien demostrando la nobleza de su alma, les indicó que no tenían nada que decirle, pues simplemente se había dejado llevar por sus fuertes ideales; además que sin ayuda de su esposa, nada de eso hubiera sido posible.
Durante esos días, Cocu trajo de regreso a su esposa e hija, a quienes Link y Zelda estuvieron felices de recibir, tanto porque extrañaban a su amiga, como porque deseaban conocer a su bebé, hecho que los llenó de nervios y emoción porque sabían que en unos meses ellos estarían en las mismas condiciones. Fue entonces, que Link aprovechó la presencia de los marqueses para contarles tanto a ellos como a sus suegros la noticia sobre la espadachín, por lo que el rey, por medio de los Zoras, trató de localizar a Dante, quien asistió al llamado de su viejo amigo junto con su hija, siendo recibidos con inmensa calidez.
Fue ahí que el guerrero llevó a la espadachín a la habitación de su esposa, quien aún seguía recuperándose de su malestar y la depresión en la que había entrado. Ashei estaba muy nerviosa por el encuentro con la princesa, pues no sabía cómo reaccionar al estar en su presencia. Sin embargo, Link le dijo que debía estar tranquila, pues Zelda conocía toda la verdad y estaba ansiosa por volver a verla.
Al entrar a la alcoba, las amigas se miraron la una a la otra con impacto, tratando de asimilar que lo que estaba ocurriendo no fuera una ilusión. Luego ambas se abrazaron con cariño, mientras las lágrimas las invadían con la alegría de haber vuelto a encontrarse. Link, enternecido, observó el reencuentro, feliz de que su esposa hubiera tenido una alegría en medio de su tristeza, más aún si se trataba de una persona a la que creía que no volvería a ver.
- Cuando Link me lo contó no lo podía creer... estás viva, Ashei, gracias a las Diosas he podido volverte a ver. Estás tan cambiada... tan distinta. – expresó la princesa, admirada.
- Estaré distinta, pero sigo siendo tu amiga. Yo también me siento muy feliz de volver a verte, Zelda. De no haber sido por Link, nada de este encuentro pudo haber sido posible. Perdóname por tantas mentiras, pero todo fue planeado por mi padre para alejarme del escándalo. – contó la joven con suma vergüenza.
- No tienes que explicarme nada, lo único que importa es que estés aquí. Cocu y Gracielle no tardan en llegar, los dos tienen una bebé muy hermosa, te encantará cuando la conozcas.
- Estoy ansiosa por verlos... y me he enterado de que estás embarazada. Los felicito a los dos. – dijo, mientras observaba a Link y Zelda.
- A pesar de todo lo que ha pasado, esa es una de las pequeñas alegrías que iluminan mi camino. El amor de mi esposo y mi bebé es lo que me mantienen viva.
- Me alegra saber que mis amigas han sido felices en el amor... – dijo la espadachín con profunda pena.
- ¿Y tú? ¿No crees que puedes ser feliz con Shad? Él no hizo nada, te lo aseguro. – dijo Link.
- Ya lo sé, hace unos días lo vi... lo rescaté de un monstruo durante la invasión.
- ¿En serio? – preguntó Zelda, mostrando sorpresa.
- ¿Puedes creer que el muy idiota se desmayó apenas me vio? Tuve que alzarlo para meterlo a su casa y cuando despertó empezó a llorar a mares, a reclamarme, incrédulo de haberme visto frente a sus ojos. Ya una vez recompuesto, me abrazó por un largo tiempo, quejándose una y otra vez por mi abandono, así que desde ese momento lo evado. – reveló Ashei al recordar el encuentro con su antiguo amor.
- ¿Qué piensas hacer ahora? ¿Vas a retomar tu relación con él?
- No lo sé... No te voy a negar que sentí confusión al verlo, pero por el momento quiero estar sola y no verlo por un buen tiempo. Por eso, apenas le aclaré mis deseos, me alejé del pueblo para regresar junto a mi padre, momento en el que me contó que el rey nos había citado
- Creo que eso no será posible, Ashei. – dijo el príncipe.
- ¿Ah? ¿De qué hablas, Link?
- Bueno...
La puerta de la habitación sonó, haciendo que en ese instante Link vaya a abrirla. Shad había llegado a visitarlos, sabiendo que Ashei iba a estar ahí. El investigador abrazó a sus amigos, sintiéndose contento de volver a verlos, sobre todo a Zelda, de quien se había separado por mucho tiempo debido al problema en el que se había involucrado. Luego posó su mirada en la espadachín, quien miraba a Link con reproche al haber planeado el inesperado encuentro, provocando que el joven solo muestre una pequeña sonrisa.
- Shad es nuestro amigo, así que por eso lo cité para que se encuentre con Zelda. – dijo Link con tono burlón.
- No me digas... – espetó Ashei con ironía.
- No importa lo que pienses, Ashei. Además, Link ya me había indicado por medio de su carta que tú estarías aquí, oportunidad que no iba a rechazar de ninguna manera. Yo estoy dispuesto luchar para retomar lo nuestro, por eso en unos momentos iremos a hablar con tu padre para que nos dé su bendición. – dijo Shad, quien había recuperado la seguridad que había perdido.
- ¿¡Qué!? ¿¡Acaso te has vuelto lo...?
En ese momento, la puerta de la habitación volvió a sonar, haciendo que Link vaya a abrirla y permita pasar a los marqueses, quienes se sintieron dichosos de volver a ver sus amigos, sobre todo a Ashei.
El grupo de jóvenes estaba contento de haberse reunido, haciendo que la nostalgia de tiempos pasados los invada por completo, sobre todo a la princesa, quien no podía evitar sonreír ante aquello, haciendo que su esposo se sienta dichoso de verla contenta. Todas las noches tenía con consolarla por la depresión que la aquejaba, sentimientos que él también poseía, pero debía mantenerse fuerte para que su amada no se derrumbe, pues ella debía estar lo más estable por la vida de su pequeño.
Luego de unos momentos la puerta sonó una vez más, provocando que Link se extrañe al no esperar otra visita. Pensó que talvez podría tratarse del padre de Ashei, quien estuvo conversando con los reyes y deseaba visitar a la princesa, pero se sorprendió en sobremanera al encontrarse con Midna, Navi y su hermano, quienes le pidieron al joven que salga debido a que tenían algo muy importante que decirle.
- ¿Sucede algo? ¿Por qué no quisieron entrar? Zelda estará feliz de ver que comparten con nuestros amigos.
Ante las preguntas del príncipe, Minda y Navi se observaron con tristeza, pues la noticia que venían a darle era algo que no podía seguir siendo retrasado.
- Link, hay algo importante que tienes que saber... – dijo Midna con seriedad.
...
A la llegada del ocaso, los amigos de la pareja se habían retirado, pues para ellos era importante que la princesa descanse. Fue en ese momento que Zelda notó que su esposo empezó a salir de la habitación reiteradas veces, e incluso le extrañó que ni Midna ni Navi entraran a verla.
Una vez que vio a su amado entrar a la alcoba, se dispuso a preguntarle lo que le pasaba. Sin embargo, el joven se adelantó, pues estaba decidido a ser sincero con ella.
- Zelda, hay algo que tengo que decirte...
- ¿Pasa algo? Te noté muy inquieto al poco tiempo en que llegaron Cocu y Gracielle. – preguntó la joven, preocupada.
- Lo que sucede es que estuve con Midna y Navi... y también hablé con Fi.
- ¿Acaso...?
- Así es, princesa... el momento de despedirnos de ellas ha llegado. – contestó el joven, con profundo pesar.
Al escuchar aquellas palabras, la princesa se entristeció en sobremanera. Ella sabía que en algún momento las criaturas tendrían que irse, sin embargo, no creyó que las cosas ocurrirían tan pronto.
- Fi, Midna, Navi y su hermano están afuera esperándome. No puedo retrasar este viaje, así que es mejor que me vaya en este momento.
- Link, no tienes por qué irte de viaje, yo mismo los llevaré a todos al sitio al que deben partir. – sugirió la princesa.
- ¡De ninguna manera! Eso podría debilitarte. – exclamó preocupado.
- ¡Te lo suplico! ¡No quiero que vuelvas a emprender otro viaje solo, no quiero perderte de nuevo! – rogó la joven con tristeza,
- ¡No vas a perderme! ¡Prometo que no tardaré!
- Por favor, Link, hazlo por mí...
- Sabes muy bien que no soy capaz de negarte nada, pero no quiero que te debilites.
- Te aseguro que eso no ocurrirá, mientras esté contigo nada puede perturbarme. Voy a cambiarme de ropa, tú espérame afuera con los demás; partiremos de inmediato.
Decidida, la joven se levantó de su cama para alistarse, mientras que su esposo salió a buscar a sus compañeras para indicarles que Zelda los llevaría a todos los lugares en los que tendrían que partir.
...
Los fríos vientos del desértico terreno se entremezclaban con los colores del ocaso, los que cubrían con intensidad el Circo del Espejo del patíbulo que lo representaba.
Ubicada frente al espejo, cara a cara con sus amigos, se encontraba la princesa crepuscular lista para regresar a su mundo, sintiéndose dichosa de saber que volvería a ver a su amada familia, la que sabía la esperaban. Sin embargo, le dolía en el alma despedirse de Link y Zelda, sobre todo del primero, con quien había compartido grandes aventuras y se había enriquecido con su valiosa amistad, le debía su vida entera por haber salvado a su reino, causa por la que nunca dejaría de estar agradecida.
- Ha llegado el momento de marcharme. Sin embargo, me llevo en el corazón todo lo que hemos vivido juntos; tantas aventuras, desafíos, alegrías, peleas y tristezas que me hicieron valorarlos mucho, incluso más que en mi pasada vida. Link, nunca dejaré de agradecerte lo que hiciste por mi pueblo, por mi familia, eso es algo que, así pasen otros miles de años, nunca te podré compensar. – dijo Midna, mostrando sinceridad en sus palabras.
- Te agradezco tanto por haberme acompañado en todo este viaje. Extrañaré cada una de tus bromas y los momentos en los que me levantaste los ánimos cuando sentía que me derrumbaba. – dijo Link, conteniendo la tristeza que lo embargaba.
- ¿Volveremos a verte? ¿Piensas destruir el espejo de nuevo? – preguntó Zelda con pesar.
Ante la pregunta de la princesa, Midna guardó silencio mientras sus ojos se humedecían, pues ella sabía perfectamente qué decisión iba a tomar.
- El espejo nunca fue el nexo para que volvamos a verlos, sino el destino, el que sea como sea volverá a unirnos...
Luego de terminar con sus palabras, la twili abrazó con fervor a la pareja, mientras que detrás de ellos observaba al hada, con quien a pesar de haber discutido durante todo el periplo, le daba tristeza el despedirse de ella.
- Me cuesta admitirlo, pero creo que extrañaré nuestras discusiones.
- Yo también... y te deseo lo mejor en tu mundo y que seas muy feliz con tu familia. – dijo Navi con tristeza.
Terminado de despedirse del hada, Midna se separó de la pareja para dirigirle sus últimas palabras.
- Sean felices, y espero cuiden con todo su amor al pequeño que viene en camino. Por experiencia les digo, ese niño disipará todas las tristezas que en este momento existen en sus corazones. Recuerden mis palabras, por favor.
- Las tendremos presentes, Midna. Gracias por todo, y espero que el destino vuelva a hacer que nos reunamos. – dijo el príncipe.
- Así serán las cosas, Link. Cuida mucho de la hermosa mujer que tienes a tu lado... y esta vez no pienso despedirme de ti con una frase incompleta...
La princesa crepuscular subió con prisa las escaleras que llevaban al espejo, haciendo que una lágrima saliera de sus ojos, la que lanzó a la poderosa estructura y empiece a destrozarse.
- Link, Zelda... hasta la próxima vez. – dijo con una sonrisa.
El cuerpo de la twili se fue desfragmentando, y en el momento en el que su última partícula se desvaneció, el espejo se destrozó por completo, cuyos pedazos se convirtieron en pequeños luceros que se dirigieron al cielo, mezclándose con el brillo de las estrellas que estaban a punto de hacerse presentes.
Con los ojos humedecidos, la pareja observó el pedestal vacío, tratando de asimilar que su amiga y compañera ya no estaba con ellos. Sin embargo, desde el fondo de su corazón sabían que se volverían a ver en esa u otra vida, pues las cadenas de destino eran indestructibles sin importar el tiempo que pase, sobre todo si estas estaban formadas por los poderosos lazos de la amistad.
Luego de haberse restablecido de la despedida, Zelda se tomó de las manos de su amado para encaminarse al lugar en donde iban a despedirse de Navi y Fi, el que desde hace muchos años esperaba su restablecimiento.
...
La pareja llegó a las profundidades del Bosque de Farone, sitio donde se encontraba escondida la Arboleda Sagrada y el Templo del Tiempo, eterno hogar de la Espada Maestra.
Caminando a paso lento, sabiendo que en aquel lugar la despedida sería inevitable, Link y Zelda, en compañía de las hadas hermanas, se estaban dirigiendo camino al pedestal, el que seguía destrozado al igual que la primera vez que el príncipe y su padre lo visitaron. Sin embargo, la princesa le había indicado que siga.
De repente, su camino se vio detenido por aquella criatura que escucharon llorar desde el momento en el que llegaron, aquel sollozo que solo simbolizaba el dolor de la pérdida y la frustración de haber fallado en su importante misión.
La pareja se acercó hacia Skullkid, quien al igual que al inicio se abrazó a las piernas del guerrero para consolarse de su pesar. Zelda se arrodilló a su altura para acariciarle la cabeza.
- No temas, pequeño, pues el objeto de tu responsabilidad ha sido recuperado.
En ese momento, Link mostró la Espada Maestra, la que iluminó por completo los grandes ojos de la criatura del bosque al verla frente a él. Le agradeció al príncipe por haberla recuperado, sintiendo como su alma y juicio se recuperaban al ver que el preciado objeto de la Arboleda Sagrada había sido recuperado. Sin embargo, otro tema lo mortificaba, y era el hecho de haber perdido a su mejor amiga.
- ¿Y Saria? ¿Ella no puede recuperarse como la espada? – preguntó entristecido.
- No te preocupes, las almas nobles como la de ella siempre regresan al lugar al que pertenecen, para seguir haciendo el bien y cumpliendo con lo que se les ha encomendado. Te prometo que volverás a ver a tu amiga.
A pesar de la tristeza que sentía, Skullkid sintió como su alma se llenaba de dicha al escuchar tan esperanzadoras palabras, pues percibió en el fondo de su corazón que el momento de reunirse con su amiga estaba muy cerca, y lo esperaría pacientemente como había indicado la princesa.
Una vez restablecido de su pena, la criatura del bosque se escabulló entre las sombras de los árboles, permitiendo que la pareja continúe con su camino hasta donde yacía el destruido pedestal.
Una vez que llegaron a su destino, el ente de la Espada Maestra hizo su aparición, dispuesta a despedirse de su amo, para una vez más entregarse al sueño eterno.
- Amo Link, ha llegado el momento de despedirnos. Debe colocar la Espada Maestra en el centro del pedestal para que descanse hasta que vuelva a ser solicitada. No se preocupe por si está roto, pues este se restablecerá una vez que hagan contacto. Como en el pasado, yo me adentraré a un sueño eterno, del que despertaré cuando mi presencia sea necesaria.
- Fuiste la amiga que menos tiempo estuvo conmigo, pero te agradezco tanto el apoyo que me diste. Sin tu guía, sin tus consejos, no hubiera podido ganar ninguna de mis batallas, además de que nunca olvidaré de que fuiste mi primera compañera. – expresó el joven con nostalgia.
- Sus palabras de gratitud me llenan de felicidad, mismo sentimiento que tuve en su pasada vida. Sin embargo, en estos momentos me llevo otro sentir a mi eterno letargo, el que no es otro que la nostalgia, pues a mí también me afectará no verlo más, aunque sea como sea, sé que el destino volverá a juntarnos. Hasta pronto, amo Link, nos encontraremos en nuestra próxima vida.
Y habiendo finalizado su despedida, el ente regresó a la espada, momento en el que Link, decidido a no retrasar más el asunto, incrustó la sagrada arma en el pedestal destruido. Una intensa luz rodeó la totalidad del templo restableció todo lo que Ganondorf había destruido, y con eso reanimó el sello que se había perdido. Ahora el lugar era poderoso e impenetrable como antes, donde solo los seres de alma pura tenían derecho a entrar.
Percibiendo el pesar de su amado al haberse despedido de su compañera, la princesa lo abrazó por la espalda, trasmitiéndole su apoyo y haciéndole saber que ella se sentía tan apenada como él, sobre todo porque aún faltaba otra criatura que debía regresar a su hogar.
El joven se dio la vuelta para ver a Navi junto a su hermano, quien estaba entristecida, pues sabía que el momento de alejarse de su mejor amigo había llegado... pero esta vez no iba a cometer el mismo error del pasado.
- Link, el Bosque Perdido se encuentra en las profundidades de este templo, justamente detrás de donde acabas de incrustar la espada. – expresó el hada con tristeza.
- Navi...
- Esta vez no pienso irme sin decirte que... nunca olvidaré los momentos que pasamos juntos, y le agradezco a las Diosas el haberme dado otra oportunidad de verte y que me hayas perdonado, y que encima de eso, me hayan permitido viajar a tu lado, reviviendo la hermosa experiencia que vivimos en tu pasado. Si ahora mismo ellas decidieran arrebatarme la vida, me iría gustosa de este mundo, pues he cumplido con uno de los deseos más grandes que he tenido en todo este tiempo, reencontrarme contigo. – expresó la ninfa sin poder contener las lágrimas.
- Voy a extrañarte mucho, Navi... espero algún día volverte a ver. – dijo el joven, sin poder evitar la desdicha.
- Claro que así será, ya sea en esta vida o las próximas. Podrás tener un físico diferente o el cabello de otra tonalidad, pero para mí siempre serás aquel dulce niño que anhelaba tener un hada para no sentirse solo, y el que fue el héroe más grande de todos los tiempos. Por siempre, mi mejor amigo.
Sin poder contener el llanto, Navi abrazó la mano del príncipe, siendo correspondido por él de la misma manera. La tristeza la invadía al saber que tenía que despedirse, sin embargo, en el corazón sabía que el reencuentro estaba destinado.
Luego de separarse, Navi se despidió de la princesa, acción que repitió su hermano, de la misma manera en la que lo hizo con Link, para finalmente volar junto a él en dirección a los Bosques Perdidos, sitio que recuperaría todo su equilibrio al percibir la llegada de sus guardianas, el lugar que desde siempre había sido su amado hogar.
Encontrándose solo, sin ninguna de las compañeras que lo apoyaron durante toda su travesía, el príncipe soltó las dolorosas lágrimas que había estado reteniendo, sabiendo que no volvería a ver a sus amigas nunca más. Su esposa se acercó a abrazarlo, sintiendo su mismo pesar y agradeciendo en su mente a las criaturas, pues sabía que estas fueron las encargadas de hacer que su amado no se sienta solo y le saquen múltiples sonrisas con sus ocurrencias, las que disiparon por un momento las dificultades por las que tuvo que pasar.
Una vez terminada la misión de despedir a las compañeras del guerrero, la princesa se desvaneció junto con él del Templo del Tiempo. Era el momento de regresar a su hogar para entregarse a los brazos del sueño, ya que la luna se encontraba brillando con todo su esplendor bajo el manto oscuro de la noche.
...
El silencio y la oscuridad eran los únicos presentes en los pasillos del palacio, demostrando que los pocos habitantes que se encontraban en las alcobas ya dormían. Los únicos despiertos eran los elegidos por las Diosas, quienes con cautela para no despertar a nadie se dirigieron camino al lecho que compartían.
Una vez que llegaron a la habitación, se prepararon para dormir, sabiendo que al día siguiente tendrían que iniciar una nueva etapa para su reino, donde ayudarían a reconstruir las heridas vidas de sus habitantes, quienes aún seguían abiertas y dolientes por culpa del Ganondorf.
Una vez listos para dormir, se acostaron en su cama mientras se rodeaban con los brazos del otro, disfrutando de aquella calidez que creyeron nunca más volverían a experimentar. Sin embargo, la vida les había dado otra oportunidad, la que aprovecharían a pesar de los destrozados que sus corazones estaban.
Sus miradas se observaron con intensidad, transmitiendo de esa manera lo que las palabras no podían decir, y desatando el ferviente deseo que había estado dormido en sus cuerpos, y que después de mucho tiempo había logrado despertar.
Ensimismado a más no poder con el rostro de su amada, el guerrero se apoderó de sus labios, sintiendo como la llama de la pasión se apoderaba de su espíritu, y provocando en la princesa aquel inmisericorde mar de sensaciones.
Lo único que ocurrió después fue el despoje de las ropas que los cubrían, momento en el que los desenfrenados besos y caricias se hicieron presentes sin límite alguno. El único sonido que invadió la alcoba fueron los gemidos entremezclados con las palabras de amor y deseo, los que transmitían las arrebatadoras sensaciones que los consumían por completo.
La luna llena fue testigo principal de la ferviente entrega de los amantes, la que simbolizaba el inicio de una nueva especie de amor más puro y verdadero, tan fuerte y poderoso, trascendente y auténtico, que fue capaz de derribar la terrible y devastadora barrera de la muerte.
...
Comentarios finales:
¿Fin?
En teoría, este sería el capítulo final. Sin embargo, falta el epílogo...
En serio no puedo creer que llegaremos al final, estoy muy emocionada.
Nos leemos pronto ^^
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