55. Todo tiene un comienzo...
Habiendo terminado de organizar con el capitán del dominio de los Zoras la salida de los soldados al lago Hylia, Dante se dirigió a su habitación para tomar su espada y encaminarse con ellos a la misión.
Una vez que llegó al sitio deseado, tomó su espada, y sin perder tiempo se dirigió al encuentro con el capitán. Sin embargo, un extraño objeto detuvo su camino, el que se encontraba encima de su cama.
- ¿Y eso? – se preguntó a sí mismo, curioso.
Deseoso de descubrir aquel objeto, se dirigió a su cama para tomarlo, dándose cuenta de que era una nota con una letra muy conocida para él.
El hombre leyó la nota con atención, provocando que su semblante se endurezca con cada palabra. Finalmente, rompió el papel en mil pedazos, mostrando furia.
- ¡Mocosa del dominio! ¡Se atrevió a desobedecerme por ese infeliz! – exclamó enfurecido, apretando los trozos de papel que había roto.
Enormes deseos de ir a buscar a la espadachín se hicieron presentes en el hombre, pero estaba consciente de que el capitán lo estaba esperando y que no tenía tiempo de retorcerse en su enojo. Además, sea como sea, sabía que su hija no iba a correr ningún peligro, pues si se trataba de defenderse, ella era experta en el asunto.
- ¡Una vez que todo esto termine, juro que me va a escuchar! ¡De ninguna manera se liberará de mi furia!
Ofuscado, salió de la habitación al encuentro con el capitán.
...
Las estrellas se encontraban reflejándose con gracia y esplendor en las cristalinas aguas del Lago Hylia, las que aún no habían sido perturbadas por las malas intenciones de la encarnación del mal.
Impa y Azael salían de la fuente de Lanayru. La joven se sentía más recuperada debido al tratamiento que su compañero le había dado, pues gracias al agua sagrada su costilla rota sanó.
En ese momento, los sheikahs se escabulleron en las sombras para seguir con su recorrido, observando desde la lejanía como los Zoras se encontraban nadando en el lago, haciéndoles saber que estos habían decidido salir de su escondite para defender sus tierras de las bajas intenciones de sus enemigos. Impa se sintió satisfecha, pues con eso supo que la conversación con la princesa Ruto había traído los resultados deseados.
- Me alegra saber que la princesa Ruto tomó en serio mis palabras. Ahora sus solados están alerta para cualquier peligro que se presente en este lugar. – comentó satisfecha.
- Yo también me alegro por eso... pero más me alegra ver que ya te sientes mejor. – contestó Azael.
- Yo... te agradezco mucho por haberme curado. De no ser por ti, en estos momentos no podría moverme, además que el agua de la fuente me ha tranquilizado mucho. – indicó con calma, recordando lo alterada que se sentía por no haber podido rescatar su pupila.
- Bueno, si deseas agradecerme de alguna manera, creo que podrías...
- ¡Ni se te ocurra! Ni creas que me he olvidado del beso que me diste, y si vuelves a hacerlo, te juro por la memoria de mi abuela que esta vez...
La amenaza de la sheikah se vio interrumpida, pues a la lejanía pudo escuchar los gritos de una persona, haciendo que se apresure con su compañero a averiguar de qué se trataba. Se escabulleron por una pequeña arboleda de dónde provenía aquel ruido.
Al llegar a su destino se impactaron al ver como un Moblin se encontraba acorralando a un hombre de mayor edad, quien poseía una terrible herida en el brazo producto de la agresión recibida por parte de la lanza la bestia. Impa iba a intervenir, pero Azael la detuvo.
- Esta vez seré yo quien se encargue...
Y habiendo terminado su frase, el sheikah se dirigió hacia donde estaba en Moblin, quien al sentir la presencia de un recién llegado, se dio la vuelta para encararlo, enfurecido de ver que lo habían interrumpido en sus malas acciones.
El villano se abalanzó hacia donde se encontraba Azael, alzando su lanza mientras bramaba un grito de agresión, dispuesto a herirlo de la misma manera que lo había hecho con su víctima. Sin embargo, el joven, haciendo uso de su gran agilidad, evadió el ataque, haciendo que en ese momento se ponga detrás de la bestia, y que esta se sorprenda de ver que lo habían esquivado con facilidad. Muy a su pesar, cuando se disponía a volver a atacar al guerrero de las sombras, este apareció en sus manos varias lanzas, las que usó para embestirlo, causándole múltiples heridas a lo largo de su voluminoso cuerpo.
El Moblin lanzó un chirrido de dolor debido a la agresión, pero mostrando intenciones de no darse por vencido para seguir con la lucha. Sin embargo, para su terrible desgracia, el sheikah había aprovechado su momento de consternación para arrebatarle la lanza, la que incrustó en el centro de su pecho por contadas ocasiones, acabando con su vida.
Desde la lejanía, Impa observó la corta, pero magnífica lucha que había tenido su compañero, quien sin ningún tipo de dificultad logró derrotar al Moblin. Sin embargo, decidió dejar su sorpresa de lado, pues vio como Azael se acercaba a ayudar a aquel herido hombre, quien estaba impactado por lo ocurrido.
- Muchas gracias por haberme salvado, muchacho. Creí que esa bestia me mataría. – agradeció con voz entrecortada debido al dolor.
- No tiene nada que agradecer. Permítame sanarle esa herida, por favor. – ofreció el guerrero.
- No te preocupes, dentro de mi casa tengo lo necesario para sanarme, así que...
Las palabras del hombre fueron interrumpidas al ver como el sheikah lo sanaba con sus manos, sintiendo como su cuerpo era invadido por una extraña y agradable calidez. Con sus propios ojos presenció cómo la herida había desaparecido por completo.
- ¿Cómo pudiste...?
- Bueno, lo que pasa es que yo...
- Mi compañero tiene la habilidad de usar la magia. – espetó Impa, quien se había unido a la conversación.
- ¿La magia? Pero...
- Eso se debe a que tanto él como yo somos seres de raza Sheikah.
Al escuchar la respuesta de Impa, el hombre se quedó enmudecido, pues pensó que aquella raza había dejado de existir hace mucho tiempo. Sin embargo, luego de analizar detenidamente su físico y vestimenta, se dio cuenta de que la guerrera no estaba mintiendo.
- Sheikahs... – expresó el sorprendido hombre.
- Así es, señor. No estamos extintos como todos piensan, y el motivo por el que hemos aparecido es por todo lo que está sucediendo en el reino por culpa de Ganondorf, pues como guardiana de la princesa Zelda es mi obligación hacer lo que sea para poder ayudarla, a pesar de que en estos momentos se me hace imposible... Mi nombre es Impa, y soy la líder de mi tribu.
- Yo soy Azael. Y junto con otros compañeros también estamos apoyando en esta causa.
- Es un gusto conocerlos... mi nombre es Auru, y fui en el pasado mentor de la princesa Zelda. Una vez más, muchas gracias por haberme rescatado. – expresó el hombre, quien no se había sorprendido por la revelación de la guerrera.
- No tiene nada que agradecer, y que bueno conocer a alguien que se relaciona a la princesa. – expresó la sheikah.
- ¿Cómo es posible que ese monstruo lo haya atacado? ¿Acaso no ha buscado un lugar seguro en dónde resguardarse? – preguntó el joven de las sombras.
- Dentro de mi casa poseo un seguro e impenetrable escondite secreto. Sin embargo, tuve la necesidad de salir un momento porque el encierro me ha puesto demasiado ansioso. Estoy esperando la llegada del ejército de Ordon, pues necesito solicitarles su ayuda para una misión muy importante.
- ¿Misión importante? – preguntó Impa.
- Así es. Tengo en mi poder los planos de unos pasadizos secretos del palacio, y pienso que con estos se podría encontrar el lugar en donde se encuentran encerrados los soberanos del reino... es todo lo que puedo hacer para poder apoyar en esta causa, ya que buscar a la princesa es algo imposible, pues Ganondorf la tiene directo en su poder. – expresó el jubilado mentor, mostrando sumo pesar en sus palabras.
Al escuchar las palabras de Auru, tanto Impa como Azael se observaron el uno al otro, pues en ese momento habían encontrado una valiosa manera de poder colaborar con todo lo que estaba sucediendo.
- El ejército de Ordon no es el más adecuado para aquella misión. Por eso, mi compañero y yo hemos decidido encargarnos de ese asunto. – indicó la guerrera de las sombras con determinación.
- Así es, siendo solo dos personas no llamaremos tanto la atención. Además, es lo mejor que podemos hacer por la princesa en estos momentos, quien ha de estar desesperada de no saber nada de sus padres. – continuó el guerrero.
- Sabiendo ahora quienes son ustedes, creo que son los más capaces de hacer esta peligrosa misión. – expresó Auru.
- Muy bien, iremos a rescatarlos en este instante...
- ¡Espera, Impa, no seas impulsiva! Primero tenemos que revisar bien estos planos. Aparte de que debemos idear una estrategia para poder llegar hacia donde están los reyes, pues recuerda que todo está siendo vigilado. – sugirió el sheikah.
- ¡Pero eso nos tomará mucho tiempo! – exclamó enfurecida.
- Es eso o arriesgar nuestra vida y la de los soberanos por algún error que cometamos.
- Pienso que Azael tiene razón, Impa. Pasemos a mi casa, por favor, adentro podemos pensar las cosas con más calma.
Resignada a tener que esperar para poder rescatar a los regentes, Impa aceptó la sugerencia de Azael, y junto con Auru se dirigieron a su hogar.
...
El pequeño candil era el único instrumento que iluminaba aquel lúgubre sitio, brindándoles un poco de calor a los únicos prisioneros que se encontraban encerrados en aquella impenetrable celda.
La princesa se encontraba dormida en el pecho de su amado, mientras que el joven, arrimado a una de las paredes de la celda, vigilaba su sueño mientras acariciaba su largo cabello y la rodeaba con sus fuertes brazos para mantenerla cálida con una manta, una de las que no era la primera vez que compartía con ella.
A pesar de las terribles circunstancias en las que se hallaban, la pareja se sentía feliz de haberse reunido, pues desde que se separaron en las tierras nevadas, ambos tuvieron que someterse al peor de los calvarios por culpa de sus enemigos; sobre todo por Dark Link, quien no dejó de crear indicias entre ellos con la intención de llenarlos de inseguridad y romper con el lazo de amor que los unía; acciones que, a pesar de que no dieron frutos, dejaron en el corazón de los jóvenes una dolorosa llaga que tardaría mucho tiempo en sanar.
Sin embargo, dejando de lado todos aquellos dolorosos episodios, sobre todo las devastadoras palabras que Ganondorf dijo sobre su pasado, el alma del príncipe se llenó de dicha y regocijo al saber que iba a convertirse en padre, que su amada estaba acogiendo a una dulce criatura, quien era la prueba del inmenso amor que sentían el uno por el otro, tan grande y puro que había sido capaz de soportar las dolorosas pruebas que la vida les había puesto, y el que significaba el anhelado futuro que querían formar juntos.
Embelesado con el dulce semblante de su adorada, el guerrero acarició sus labios con los de ella, sintiendo como cada partícula de su piel se erizaba al contacto con el dulce néctar de esa apetecible zona, la que en múltiples ocasiones había despertado la ternura en su corazón, y creado en su mente y cuerpo arrebatadoras sensaciones, hasta el punto de perder la razón con cada beso que recibía en cada parte de sí mismo.
Al sentir como su boca estaba siendo acariciada de manera tan íntima, sin siquiera despertar de su sueño, la princesa entrelazó sus labios con los de su amado, regocijándose desde lo más profundo de su alma al disfrutar del sabor del único hombre al que ella pertenecía, y con el que había aprendido todos los entresijos del amor y la pasión.
Luego de unos minutos de disfrutarse mutuamente, la joven abrió sus ojos, encontrándose con aquella mirada zarca que tanto la estremecía, la que la observaba con una mezcla de fiereza, pero al mismo tiempo de inmenso amor y encantamiento.
- Perdóname, no quise despertarte... pero no pude evitarlo. – expresó el joven hechizado por los encantos de su adorada, a medida que acariciaba sus labios.
- Sabes bien que para mí no hay manera más hermosa que despertar con tus besos, sea cual sea la situación en la que nos encontremos. – contestó con ternura la princesa.
En ese momento la joven se incorporó para aferrarse con más fuerza a los brazos de su adorado, sintiendo como su corazón se llenaba de sublimes emociones con aquel contacto. Fue en ese momento, que el príncipe salió de su ensimismamiento, pues se puso a observar con suma atención el sitio en donde se encontraban, lugar que no era nada digno para su esposa y futura madre de su hijo.
- Zelda, tenemos que salir de aquí... – indicó el joven con determinación.
- Eso no es posible, mi amor. Lo siento. – expresó la joven, mostrando pena.
- ¿Por qué dices eso? ¡Sea como sea yo romperé las rejas de la celda, no pienso permitir que la madre de mi hijo esté en un sitio como este! – exclamó exaltado.
- Link, esta no es una celda cualquiera, pues Ganondorf la ha sellado con su magia y nada ni nadie puede abrirla.
- ¡Maldita sea! Encerrados aquí no podremos hacer nada. Además, estoy preocupado por Midna y Navi, espero que Ganondorf no las haya aniquilado.
- Tranquilo, no sé en dónde se encontrarán, pero puedo percibir que siguen en el palacio y que aún están con vida.
A pesar de las esperanzadoras palabras de su esposa, el príncipe no podía evitar sentirse impotente. Estaba dispuesto a hacer lo que sea para salvaguardar la vida de su amada y su hijo. Sin embargo, encerrado en una impenetrable celda, lo estaba llevando al borde de la desesperación.
En ese momento, el joven acarició el vientre de su amada, sin poder evitar que las lágrimas salgan de sus ojos por no poder hacer nada para sacarlos de aquel encierro. Zelda limpió su llanto con suaves caricias, mientras le esbozaba una sonrisa esperanzadora.
- Mientras yo este a tu lado, nada temo, mi amor. Vas a ver que las Diosas no nos van a abandonar en este duro momento, y esta es una prueba más para fortalecer nuestro lazo de amor, el que es ahora compartido por nuestro hijo. – expresó la joven, mirando con dulzura a su amado.
- Al menos por un tiempo, hambre y frío, no vas a pasar, pues por suerte aún cuento con algunas provisiones para poder cuidarte a ti y a nuestro bebé... pero de todas formas tú mereces un lugar mejor. – contestó consternado.
- El mejor lugar para mí es estar contigo, eso es todo lo que necesito para seguir adelante.
Ante las emotivas palabras de su amada, el guerrero besó sus manos con delicadeza y admiración, sintiéndose dichoso de tener el amor y el apoyo de tan maravillosa mujer, quien estaba dispuesta a estar a su lado en todo momento, como lo habían jurado el día que sellaron su amor frente al altar. Fue entonces, al recordar aquel hecho, que supo que tenía que entregarle dos valiosos objetos que le pertenecían.
- Creo que esto te pertenece, Zelda. – indicó el joven, sacando de su bolsillo el anillo solitario.
El joven colocó la valiosa joya en el delicado dedo de su amada, provocando en ella que la dicha la embargara, pues creyó que el ente de la oscuridad había destruido el anillo que simbolizaba el juramento de amor que hizo con su amado en las tierras nevadas.
- Cuando derroté a ese infeliz, se desvaneció como la sombra que era, pero en ese proceso dejó tu anillo, y aparte esta esfera que posee una energía extraña. Fi me dijo que te pertenecía. – indicó el joven, recordando a su contraparte con repudio.
- ¡Es mi esencia de las sombras! ¡La que me permite transfórmame en sheikah! – exclamó la princesa al recuperar sus poderes.
En el momento en que tuvo su poder en las manos, la joven lo colocó en el centro de su pecho, causando que su cuerpo atraiga dicha energía a su interior. Eso causó que su anatomía se modifique a la de su alter ego, provocando en el príncipe suma sorpresa.
- Gracias, mi amor. Por ti he podido recuperar una parte sumamente importante de mí. – expresó la joven, quien en ese momento había dejado su apariencia habitual.
El joven ni siquiera respondió a las palabras de su amada, pues se encontraba embelesado observando cada uno de sus rasgos, los que a pesar de tratar de asemejarse a un varón, no podían ocultar que una hermosa mujer de finas facciones y esbelta figura se encontraba detrás de aquella máscara. Sus mejillas se sonrojaron ante la otra cara de su amada.
- Sé que es extraño verme en esta forma, pero soy la misma mujer que conoces, solo que este traje camufla muy bien mis caracteres femeninos, y con eso puedo...
La joven sheikah no pudo finalizar su frase, pues asombrada observó cómo el príncipe bajaba aquel pañuelo que le cubría el rostro y besaba sus labios con apasionamiento, arrastrándola a ella a ese maravilloso y ferviente mar de sensaciones, mientras acariciaba con sus manos sus acaloradas mejillas.
- ¡Link! – expresó sorprendida.
- ¿Pasa algo? ¿No te gustó el beso?
- No es eso, sabes que tus besos me encantan... pero... ¿No te sientes extraño al besarme? Me veo distinta.
- Para mí eres la misma mujer de la que estoy enamorado. Además, tus dorados cabellos te hacen ver muy atractiva, incluso me causa una misteriosa nostalgia verte de esa manera
- Link...
- Me gustaría mucho que lo uses de vez en cuando, sobre todo cuando estemos solos. – expresó el joven, demostrando el apasionamiento que sentía.
La joven no pudo responder ante aquel halago e indecorosa proposición, simplemente se sonrojó y escondió su rostro en el pecho de su príncipe, provocando que este se enternezca ante aquella reacción y la abrace. Minutos después abandonó aquella forma y regresó a como antes.
- Lo afirmo, me siento muy bien a tu lado. – indicó Zelda, mientras abrazaba al guerrero.
- Y yo al tuyo... pero sigo con la idea fija de que no me gusta que estés en este sitio. No sé qué pretende Ganondorf con esto.
- Yo también desconozco lo que está planeando, pero sea lo que sea, estoy segura de que no es nada bueno, y por ese motivo nos necesita juntos y con vida.
Ante las fatales palabras de la princesa, tanto el joven como ella, dieron una silenciosa plegaria a las Diosas, rogándoles que el Rey del Mal no esté maquinando alguna manera de arremeter contra sus vidas; y si aquella prueba era difícil, que les den la fortaleza para superarla, siempre en la compañía del otro.
...
Pocos días transcurrieron desde que los Sheikahs habían salvado al jubilado mentor de la princesa, sin embargo, para la Impa transcurrieron peor que miles de años, pues junto con su compañero tuvo que planear la manera de poder adentrar en los pasadizos secretos del palacio para evadir las posibles trampas que el rey del mal hubiera interpuesto.
Luego de haberse despedido de Auru, la pareja se escabulló por las sombras, traspasando aquella pequeña arboleda que llevaba hacia el lago Hylia, camino que iban a tomar para poder llegar con rapidez al palacio para cumplir con su misión.
Fue entonces, que al llegar a los terrenos del lago, descubrieron una imagen que los sorprendió en sobremanera, pues observaron cómo algunos de sus compañeros de las sombras, junto con los Zoras, luchaban contra unos recién llegados Moblins, quienes habían invadido la zona, dispuestos a acabar con la vida de los habitantes que aún quedaban resguardados en sus hogares. A pesar de la preocupación de ver a sus aliados luchar contra aquellas bestias, los Sheikahs se sintieron tranquilos de saber que estaban defendiéndose y batallando con fortaleza y valentía.
- No tienes nada de que preocuparte, Impa. Como te darás cuenta, todos se están defendiendo bien, sobre todo los Zoras, quienes al parecer han sido muy bien asesorados. – expresó el guerrero.
- Tienes razón. Vámonos antes de llenarme de dudas... los padres de la princesa nos esperan.
Determinados a continuar con su camino, los Sheikahs se dirigieron a la ciudadela, rogándole a las Diosas que los obstáculos que se les presente para llegar a los reyes puedan ser fácilmente superados.
...
Los deseos de sembrar el terror por medio de la destrucción y la desesperanza, no solo estaban presentes en la región de Lanayru, pues en los terrenos de Eldin las cosas no estaban del todo diferentes.
Oscuros seres dominados por sus bajas pasiones habían llegado a la Villa Kakariko, dispuestos a arrasar con todo lo que se cruzara en su camino para cumplir con los deseos de su amo, quien deseaba vivir en un mundo desolado de todo lo que significara la luz y la bondad, y solo fuera habitado por la soledad, la desesperanza y destrucción.
Las bestias arribaron la villa, destruyendo casas y atemorizando a familias, satisfechos de presenciar el terror que causaban, mientras las lágrimas de los habitantes eran como alimento para sus almas, sin intuir que en menos de lo que se imaginaban iban a detener las bajezas que planeaban.
Gigantescas rocas cayeron del cielo, causando que los villanos se espanten y se escabullan como desorbitados para evitar ser aplastados, situación que a algunos les tocó asumir al no haber podido desviar a tiempo las agresiones recibidas.
Fue entonces, que los gorons, los autores de dichas acciones, se hicieron presentes, dispuestos a defender su amado pueblo usando la gran fuerza que por muchos siglos habían reprimido, su más poderosa arma que les permitiría luchar de manera incansable.
Darunia hizo acto de presencia, llevando en su mano su poderoso martillo, mientras era seguido por varios de sus pupilos. Todo el grupo se estaba dirigiendo a donde estaban sus enemigos, quienes enfurecidos corrieron hacia ellos, alzando sus armas y lanzando gritos de furia para vengarse por el violento recibimiento que tuvieron, sin siquiera saber que aquellas agresiones solo habían sido el inicio, pues la verdadera batalla estaba a punto de empezar.
Los gorons se abalanzaron hacia ellos, usando sus armas, puños y cuerpos como poderosos instrumentos de pelea, masacrando por medio de ellas a sus enemigos, mientras que el líder arrasaba con varios de ellos usando su poderoso martillo, acabando de manera inmediata con cada una de sus malévolas vidas.
Por otra parte, impactado de la pelea que se estaba llevando a cabo, Shad buscaba la manera de llegar a su hogar, pues quería encerrarse para evitar ser víctima de alguna agresión que atentara contra su vida.
- ¡En mala hora rechacé aprender el arte del manejo de la espada! ¡Soy un imbécil!
Arrepintiéndose de no haber seguido los consejos de su padre y por no tener afición por aquella actividad preferida por los varones, el joven siguió con su camino hasta que tuvo el privilegio de llegar a la puerta de su casa, haciendo que en ese momento acelere el paso para entrar. Sin embargo, para su mala suerte, su camino se vio interrumpido por una de sus peores pesadillas...
Un Bokoblin, empuñando un peligroso y filoso sable, se estaba acercando de manera amenazante al investigador, quien aterrorizado, retrocedió unos pasos buscando una manera de escapar. Sin embargo, para su desgracia, su camino fue detenido al haberse tropezado con una roca, dándole ventaja al villano para poder cumplir con su objetivo de aniquilarlo.
Shad cerró los ojos con fuerza, pensando que de esa manera el dolor de perder la cabeza sería reducido por aquella acción. Sin embargo, cada partícula de su piel se estremeció al escuchar un horrible grito de dolor por parte de su posible agresor, haciendo que la curiosidad lo domine y vea lo que había ocurrido, encontrándose con el monstruo interne en el suelo, y sin muestras de ningún signo de vida.
- ¿¡Pero qué...!?
Shad, aterrorizado, alzó la mirada, descubriendo que un misterioso y cubierto recién llegado se encontraba detrás del muerto villano, empuñando una espada.
Ambos personajes se miraron uno al otro sin decir palabra alguna, sintiendo dentro de cada uno como contradictorias emociones los invadían.
Shad no entendía por qué la nostalgia lo había embargado, mientras que aquel recién llegado tampoco tenía claras sus emociones, haciendo que en ese momento decida dejar de lado aquellas consternaciones y seguir con sus planes.
- Sígueme...
Al escuchar aquella voz, descubrió que se trataba de una mujer. Sin embargo, una punzada en el pecho lo había molestado, sintiendo como la tristeza y la nostalgia se apoderaba de sí mismo con ese simple llamado.
Shad decidió no decir nada y seguir a su salvadora, hasta que llegaron a un escondido lugar donde se encontraba un caballo blanco esperando la llegada de su amo.
- Muchas gracias por salvarme... pero me gustaría saber quién eres. – preguntó, aún sumido en el terror.
Ante esa pregunta, la espadachín no respondió, simplemente se bajó la capucha que cubría su rostro para revelar su identidad, causando que el investigador se impacte terriblemente, mientras sus ojos se desorbitaban en medio de las lágrimas.
- No puede ser...
- Créelo... nunca me fui. – respondió, apenada y fría.
El joven no pudo articular palabra, pues sintió como las fuerzas se le agotaban debido a la impresión.
- Ashei... eres tú...
Shad cayó desplomado al suelo, perdiendo todo signo de conciencia. Ashei, desconsolada, detuvo su caída.
...
El terror y el caos se encontraban presentes en la ciudadela del palacio, pues una vez más, los esbirros del Rey del Mal se encontraban arrasando con todo lo que se encontraba a su paso, sembrando la desolación y la desesperanza en los habitantes, quienes buscaban una supuesta seguridad en sus hogares, los que eran perturbados por aquellas temibles criaturas, cuya única motivación era alimentar su espíritu con las lágrimas y el dolor de sus víctimas.
Y fue entonces, que un rayo de esperanza se hizo presente en la desolada ciudadela del palacio, pues los tan esperados refuerzos había por fin llegado.
El ejército real de Ordon, luego de días de viaje, habían llegado a la ciudadela, dispuestos a defender a sus habitantes e impedir que el Rey del Mal siga con sus planes.
Los soldados, comandados por el general Moy, empuñaron sus armas para acabar con aquellas bestias que estaban en su proceso de destrucción, causando en estas una terrible furia al verse interrumpidos en su placentera actividad. El duque de Ordon y el marqués Cocu no se quedaron atrás, pues ahora que contaban con todo el apoyo necesario, iban a luchar junto a sus aliados para poder salvar la sagrada tierra, sabiendo que aquel valiente gesto apoyaría significativamente a la familia real, quienes se encontraban ajenos a lo que estaba sucediendo.
Los villanos se abalanzaron a sus rivales para aniquilarlos por su atrevimiento, dispuestos a no permitir que los planes de su amo se vean perturbados, pero muy a su pesar, los solados de Ordon los superaban en números, quienes sin contemplación alguna, se defendieron haciendo uso de sus habilidades y fortalezas, destruyendo a aquellos seres de la oscuridad.
Sin embargo, la esperanza de triunfar no duró mucho, pues de todos los rincones de la ciudadela, aparecieron más esbirros dispuestos a apoyar a sus compinches, superando a los soldados de Ordon, quienes en número pasaron a tomar en lugar inferior.
Decididos a no detenerse, los aliados siguieron en su lucha, sintiendo como la preocupación los embargaba al ver que el número de sus contrincantes aumentaba, pero como les dictaba su honor, ellos seguirán luchando hasta su último aliento.
Hubo un momento de desesperanza para el duque y el marqués, quienes llegaron a ser acorralados por varios monstruos, los que se disponían a acabar con sus vidas, aprovechando que sus aliados se encontraban concentrados en otros sectores.
Uno de los Moblins levantó su arma, dispuesto a acabar con la vida de aquellas acorraladas almas. Sin embargo, un intenso dolor lo invadió por completo en su articulación, pues una misteriosa flecha lo había impactado de manera devastadora.
Enfurecido, el rufián buscó la dirección de donde aquella saeta había procedido, viendo como del techo descendían un numeroso grupo de mujeres, quienes se abalanzaron a hacia él y sus compañeros para aniquilarlos por completo.
Al igual que el reino de Ordon, las doncellas del desierto habían hecho aparición, quienes eran comandadas por Nabooru, la que terminó convenciendo a sus aliadas para que apoyen en esta causa, sabiendo que así no solamente ayudarían a los elegidos por las Diosas y salvarían a los inocentes, sino que también harían justicia para su tribu, la que vivió la época más oscura cuando el regente del mal las dominaba y las maltrataba.
Las Gerudos y el ejército de Ordon unieron sus fuerzas, demostrando de esa manera que no importaba cuánto aumentaran en número sus enemigos, pues lucharían hasta el final por salvar la sagrada tierra de las Diosas.
...
Ajenos a la batalla que se estaba dando en la ciudadela, pero determinados a salvar a los regentes del reino, se encontraban Impa y Azael escabulléndose entre las sombras de los lúgubres pasillos, sabiendo que estaban más cerca de cumplir con su anhelado objetivo.
Luego de superar varios obstáculos, finalmente llegaron a las torres del palacio, sitio donde podían percibir la presencia de los reyes, quienes estaban ajenos a que muy pronto iban a ser rescatados.
Fue entonces, que la pareja estaba determinada a tumbar la puerta que sellaba aquella prisión, ansiosos de poder salvar a los padres de la joven que tanto estimaban. Sin embargo, sus acciones fueron detenidas al encontrarse con un viejo enemigo, con quien la Sheikah se enfrentó la primera vez que llegó a los desérticos terrenos.
- ¿Quiénes son ustedes? ¡Cómo se atreven a pisar este lugar!
Frente a los guerreros de las sombras se había aparecido Ferrus, quien estaba encargado de vigilar el encierro de los regentes. Se sentía sorprendido de ver que la pareja pudo llegar a su escondido sitio sin la menor de las dificultades.
- ¡Quítate de mi camino, pedazo de hojalata! ¡No me hagas perder el tiempo! – exclamó enfurecida la sheikah.
- ¡Ya sé quiénes son ustedes! ¡Son aquellos sheikahs que llegaron al Patíbulo del Desierto! ¡Ustedes se llevaron a la princesa!
- Y no olvides que por mí recibiste la peor paliza de tu vida, ni siquiera pudiste tocarme un pelo. – espetó Impa con arrogancia.
- Ya escuchaste a mi compañera. Si aprecias tu vida, déjanos pasar. – amenazó Azael, soltando una carcajada.
- ¡De ninguna manera! ¡Sobre mi cadáver traspasarán esta puerta!
- Por favor, déjamelo a mí, Azael. En medio de tanta tensión, creo que un poco de distracción nos ayudaría mucho.
- Si tú lo dices... adelante.
Y terminando su conversación con su compañero, Impa desenvainó su gran espada, provocando que Ferrus presente su arma, dispuesto a defenderse a como dé lugar.
El Ferrus se encaminó hacia donde estaba Impa, dispuesto a abalanzársele para fulminarla. Sin embargo, la sheikah lo sorprendió dando un gran salto sobre su cabeza, momento en el que aprovechó para arremeter contra su casco y desaparecerlo.
Sintiendo como la humillación lo invadía al ver que su rostro había sido revelado, Ferrus volvió a arremeter contra la guerrera, pero esta simplemente rodó en el suelo, golpeando el lado izquierdo de su armadura, y haciendo que toda esa zona caiga por pedazos.
La ira aumentó en el villano por completo, pues se sentía un completo objeto de diversión de la sheikah, quien estaba luchando sin la menor de las dificultades, sin siquiera sentirse cansada.
- ¿Eso es todo lo que tienes? En serio, me arrepiento tanto de no haberte aniquilado antes. Me he perdido de demasiada diversión. – espetó la guerrera de las sombras con burla.
- ¡Cállate, estúpida! ¡Esta vez no vas a...!
En ese momento, Ferrus no pudo completar su frase, pues sintió como el resto de su armadura se caía en pedazos, haciendo que en ese momento se dé la vuelta, y vea que Azael se la había desvanecido por medio de orbes de luz que tenía formados en sus manos.
- Lo siento, Impa, pero no pude contenerme, en serio este sujeto es un competo inútil. En siglos pasados los Ferrus eran más fuertes, casi invencibles, pero este sí es una vergüenza para su raza. Ahora entiendo por qué Ganondorf no le dio mayor importancia en sus deberes. – expresó el joven sin poder contener la risa.
- ¡Pagarás pos tus palabras, miserable!
Dolido y avergonzado por la humillación que le estaba dando Azael, Ferrus se disponía a lanzársele encima para acabarlo con sus propias manos, sin importarle que se encontrara despojado de su armadura. Sin embargo, sus acciones se vieron detenidas, pues en ese momento sintió como un terrible dolor lo embargaba en la totalidad de su cuerpo mientras lentamente iba perdiendo la conciencia, pues esta vez, cansada de perder tanto tiempo, Impa lo había vencido de una sola estocada.
- Al menos nos desquitamos de ese sujeto, pues sea como sea, él tuvo que ver con el secuestro de la princesa. Nadie que sea aliado de Ganondorf es digno de seguir con vida. – expresó la guerrera de las sombras con seriedad.
- Ahora que el estorbo ha sido desechado, tenemos que liberar a los regentes. Percibo la tensión invadiéndolos a ambos, pues han escuchado toda la pelea que se ha dado en este momento. – indicó Azael.
- Yo percibo lo mismo, así que tumbemos la puerta de una vez.
Haciendo acopio de su fuerza, los sheikahs tumbaron la puerta que tenía encerrados a los regentes, quienes se encontraban en el fondo de la habitación con el semblante perturbado y con grandes signos de cansancio.
La reina se encontraba entre los brazos de sus esposos a medida que las lágrimas resbalaban por sus mejillas de manera desorbitada, mientras que el soberano simplemente la consolaba de su pesar, observando con dureza a los recién llegados, sintiendo como la ansiedad lo invadía al desconocer lo que estos planeaban para con él y su señora.
Ante la tensión que emanaban los reyes, Impa decidió dar un paso adelante y presentarse ante ellos, sabiendo que la mención de su nombre sería la clave para que toda la desconfianza se esfume.
- Mi nombre es Impa. Mi compañero y yo hemos venido a rescatarlos. No tienen nada que temer. – indicó la guerrera, mientras esbozaba una cálida sonrisa.
Al escuchar tan conocido nombre, los soberanos suavizaron la perturbación de su rostro, causando que la guerrera se sienta satisfecha al ver que sus acciones habían salido como deseaba.
- ¿Impa? ¿Acaso tú...? – preguntó el regente.
- No hay tiempo para hablar, tenemos que irnos de aquí cuanto antes. – indicó el sheikah.
- ¡No quiero irme de aquí sin saber nada de mi hija! – exclamó la reina, sin salir aún de su estado de terror.
- Le aseguro que la princesa estará bien, su esposo la va a rescatar. – indicó Impa.
- ¿Link ya ha llegado? – preguntó el rey.
- Así es. Les contaremos todo apenas los llevemos a un lugar seguro. No perdamos más tiempo, por favor.
Dudosos de abandonar el palacio al saber que su hija aún se encontraba en peligro, pero sabiendo que en sus manos no estaba la solución para salvarla, los regentes terminaron aceptando el ofrecimiento de los sheikahs y se dejaron guiar por ellos para abandonar su encierro, rogándole a las Diosas que tanto su princesa como su yerno salgan con vida de cualquier situación que se encontraran por culpa del villano de la oscuridad.
...
Gotas de agua chocaban con el suelo de aquel lúgubre sitio, haciendo un sonoro eco que se convertía en el único sonido que se escuchaba en la soledad de las penumbras.
Lentamente, con suma dificultad, Midna empezó a despertar de su inconciencia, sintiendo como un terrible dolor de cuerpo la perturbaba a medida que se movía para restablecerse.
Al abrir los ojos por completo, se dio cuenta de que junto a ella estaba inconsciente el hada Navi, con quien se encontraba encerrada en una apartada y terrorífica celda. En ese momento su mente se aclaró y recordó los motivos que la llevaron a ese lugar, provocando que una mueca de desagrado se le dibuje en los labios al saber que el causante de todo había sido Ganondorf, quien había secuestrado a su apreciada amiga.
Sin perder tiempo, despertó al hada con suma ansiedad, la que no demoró mucho en abrir los ojos al sentir los bruscos movimientos de la princesa crepuscular. Una vez despierta, se encontró con la irascible mirada de ella, haciendo que en ese momento, las imágenes de su mente se aclaren por completo, y su espíritu se llene de profundo terror.
- ¿Qué es lo que hacemos en este horrible lugar? – preguntó alarmada Navi.
- ¡Eso es lo de menos! ¡Ese maldito se llevó a Zelda, tenemos que ir a salvarla! – exclamó la twili, enfurecida.
- ¡Pero no sabemos en dónde está! Y si ese villano ya la...
- ¡Claro que no, puedo percibir su presencia, y en estos momentos se encuentra con Link!
- ¿¡Con Link!? Eso quiere decir... que también lo tiene secuestrado
- ¡Así es, por eso tenemos que salir de aquí para salvarlos!
- ¿Cómo vamos a escapar? Las rejas de esta celda son pequeñas, ninguna de la dos pasamos por ahí.
- ¡Ya lo sé! ¿Crees que no me di cuenta de eso? Ya una vez me encontré en una situación parecida, y la única manera en la que logré escapar fue usando a un...
Y en ese momento, un peculiar sonido invadió el ambiente, pues de un agujero ubicado del otro lado de las rejas, apareció un pequeño roedor, quien se encontraba haciendo sus salidas nocturnas para buscar alimentos. Fue entonces, que la twili encontró la manera de poder escapar. Sin embargo, sabía que no podía dejar a Navi sola.
- Vamos a usar a ese ratón para poder escapar, pues voy a fundirme en su sombra. – indicó la princesa.
- ¿Y yo como voy a salir? Sabes perfectamente que yo no puedo...
Navi no pudo finalizar sus palabras, pues en ese momento, la twili la encerró en un orbe, el cual era capaz de fundirse con su esencia, y de esa manera podría escapar sin dejar a su compañera de lado.
- ¿Qué es lo que has hecho? – preguntó el hada, exaltada.
- Ahora que he recuperado la sombra fundida, varios poderes que creía escondidos en mí, han regresado. Ya que eres un ser de minúsculo tamaño, puedo manipularte sin dificultades, así que por eso pude fundirte con mi esencia.
- ¡Está bien, ya entendí! ¡Ahora, deja de perder tiempo y vámonos de aquí antes de que el ratón escape!
- Una vez en la sombra de ese animalejo, lo manipularé a mi antojo.
Decididas a encontrar a sus amigos, Midna y Navi se fundieron con la sombra del roedor, el que fue el medio que las llevó hacia donde se encontraban encerrados los elegidos por las Diosas...
...
El encierro en aquella oscura celda no era lo único que perturbaba a la pareja, pues en esos momentos ambos estaban pasando por una terrible situación, la que podía atentar contra la vida del preciado hijo de ambos.
Desde el inicio del día la princesa empezó a manifestar los terribles malestares de su estado, los que había logrado disipar por un buen tiempo gracias al brebaje que había preparado, pero el que lamentablemente no tenía debido a que lo había perdido durante el forcejeo que tuvo con la oscura contraparte.
Desesperado, sintiendo como su alma y corazón se quebraban por no saber cómo ayudar a su amada, Link se dejó embargar por el terror al sentir como la piel de esta aumentaba su temperatura, demostrando que estaba a punto adquirir una terrible fiebre, la que podía ser letal para el fruto de su vientre.
La princesa, en medio de su malestar, notó la perturbación en los ojos de su amado, haciendo que en ese momento pose una mano en su rostro para tratar de tranquilizarlo por medio de sus caricias.
- Mi amor...
- Tiene que haber una manera de reducir esa fiebre. Todo el día te has sentido muy mal... me siento tan impotente de no poder hacer nada. – expresó el guerrero, sintiendo como sus nervios se salían de control.
- No te preocupes, pronto me sentiré mejor. – expresó la joven, mostrando dificultad para hablar.
- Pasan los minutos y te veo peor, no quiero que ni tú ni nuestro bebé se perjudiquen. No poseo ningún remedio para curarte, mucho menos tan poderoso como el que...
Fue entonces, que una idea vino a la mente del guerrero, la única opción que podía mejorar el estado de salud de su amada, y el que lo había salvado a él.
- ¿Has oído hablar del elixir de las hadas? – preguntó el príncipe.
- ¿Elixir de las hadas? He estudiado sobre ella y sé que es muy poderosa, pero muy difícil de conseguir porque no todas las hadas pueden producirla. ¿Por qué me preguntas eso?
- Porque yo tengo un poco de ese elixir. Gracias a esa esencia pude recuperar la movilidad de mis manos cuando derroté a Grahim. Estoy seguro de que eso podrá ayudarte.
Sin perder ni un solo minuto, el joven sacó la sanadora esencia de su alforja y se la dio de beber a su amada, quien a los pocos segundos sintió como recuperaba la vitalidad que había perdido debido a los terribles síntomas que la embargaban. Su esposo dio una silenciosa plegaria a las Diosas, agradeciendo que su princesa se haya restablecido.
- Muchas gracias, Link... ya me siento mucho mejor.
- Nunca le dejaré de agradecer a Navi por habérmela dado, pues con ella no solo pude salvarme a mí, sino a ti. Espero que el efecto dure por mu...
El guerrero no pudo completar su frase, pues en ese momento, de manera inesperada, aparecieron Midna y Navi del otro lado de la reja, quienes se sentían contentas de haber encontrado a sus amigos juntos, sanos y salvos.
- ¡Midna, Navi! – exclamó el príncipe.
- ¡Gracias a las Diosas que los encontramos, sobre todo que están con vida! – expresó complacida el hada.
- ¿Dónde estaban? Zelda y yo hemos estado muy preocupados por ustedes.
- Al igual que ustedes, estuvimos encerradas, pero gracias a la sombra de un roedor pudimos llegar hasta aquí. Veo que esta celda está protegida por una fuerte magia, casi impenetrable. – dijo Midna.
- No hay manera de romper esta barrera, ni siquiera lo hemos intentado porque sabemos que nuestras acciones se revertirían, y eso podría perjudicarnos. – indicó Zelda, mostrando pesar en sus palabras.
- Zelda, ¿no se te hace conocida la esencia de esta barrera?
Al escuchar la pregunta de Midna, Zelda guardó silencio, tratando de buscar en su inconsciente la respuesta de aquella cuestión, la que no tardo mucho tiempo en salir a flote.
- Esto es...
- Así es... posee la misma hechicería con la que tu palacio fue encerrado hace miles de años, y la única manera de romper ese sello es usando...
- La Sombra Fundida... – continuó Link, quien había recordado aquellos hechos.
- Vaya, veo que también has recordado, Link... pues siendo así, creo que es mejor actuar de una buena vez.
- ¿Estás segura que podrás hacerlo? – preguntó Zelda, preocupada.
- Considero que a estas alturas puedo dominar mis propios poderes. Háganse a un lado que voy a romper este sello.
Inmediatamente, el príncipe tomó a su esposa y se dirigió con ella a una esquina de la celda, mientras que Navi hizo lo mismo desde la zona donde se encontraba. Fue entonces que del cuerpo de la twili aparecieron los fragmentos de su sombrío poder, los que al reconocer a su legítima dueña se unieron a esta formando un solo ser.
El cuerpo de la princesa crepuscular empezó a modificarse, a medida que se iluminaba con los colores del ocaso. De su pequeña anatomía nacieron varias extremidades, las que usó para tomar aquellas rejas y empezar a desvanecerlas hasta que no quede ni un rastro de ellas, rompiendo de esa manera aquel oscuro conjuro.
Una vez finalizada su acción, los fragmentos de la sombra regresaron a su lugar de origen, dejado en el suelo a una muy agotada twili, pero satisfecha de ver que sus amigos se encontraban libres de aquel encierro.
Sintiendo como la dicha los embargaba al verse libres, Link y Zelda se aproximaron a su agotada amiga, a quien abrazaron con cariño y le agradecieron por su gran hazaña.
- Gracias por habernos liberado, Midna. De no ser por ti, quién sabe cuánto tiempo hubiéramos estado encerrados. – expresó Zelda.
- Nunca dejaré de estar agradecido contigo por lo que acabas de hacer por nosotros... ¿Te sientes bien? – preguntó Link.
- No se preocupen por mí, pronto voy a estar mejor. Link, es momento de que vayas a enfrentar ese villano, pues estoy segura de que el motivo por el que los encerró no fue en vano... algo terrible ha de estar planeando. – indicó Midna.
Ante esas palabras, sintiendo como la furia se apoderaba por completo de su espíritu, el príncipe se puso de pie con el semblante endurecido, pues ahora que se encontraba en libertad estaba decidido a cobrar venganza a su peor enemigo, quien había sido el causante de crear en su mente y corazón semillas de desesperanza e incertidumbre, pero sobre todo, lo haría pagar por haber atentado contra la vida de la mujer que significaba la vida misma para él, y eso es algo que de ninguna manera iba a perdonar.
- Yo me enfrentaré a ese sujeto por mi propia cuenta. Ustedes escapen de aquí, por favor. – ordenó el guerrero.
- ¡De ninguna manera pienso dejarte solo! – expresó la princesa, enfurecida.
- ¡Zelda!
- ¿Acaso has olvidado lo que hemos hablado en todo este tiempo? Cuando estoy a tu lado nada malo puede pasarme, y mientras tú estés conmigo, lucharé por proteger tu vida. Sigamos juntos este último recorrido del oscuro túnel en donde nos encontramos, que la luz al final es el hermoso futuro que nos espera. – expresó la joven acariciando con cariño la mejilla de su príncipe.
Al escuchar las reconfortantes palabras de su princesa, Link decidió no refutar más, pues sentía como su alma y corazón se llenaban de orgullo de saber que tenía una maravillosa mujer a su lado, la que lo apoyaría en todo momento, sin importar las devastadoras pruebas por las que tenía que pasar.
Luego de terminar con aquella conversación, la pareja y sus amigas se fueron de las mazmorras, dispuestos a seguir el camino que los llevaba a la sala del trono del palacio. Ahí se encontraba el regente de la oscuridad, armando el más letal y terrible de los escenarios...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro