47. Desgracias al acecho
La frescura de la noche mecía armoniosa y delicadamente las hojas de los árboles del Templo de las Sombras, mientras algunas por la fragilidad de su tallo caían con gracia al verdoso suelo.
La joven sheikah se encontraba sentada en una de las bancas del jardín, pensativa y seria debido a todas las preocupaciones que ocupaban su mente, sobre todo con la situación que se había dado en la tarde, donde el alter ego de su pupila había sido descubierto por su esposo, causando entre ellos una terrible polémica. A eso se sumaba la mentira que Zelda le había dicho debido a los largos días de ausencia que había tenido el mes pasado.
En la lejanía, Zelda observaba a su mentora, dudando si acercarse para hablar con ella. Se sentía muy mal y avergonzada de haberle mentido, pero tenía que actuar con madurez y asumir las consecuencias de sus actos.
Luego de haberlo meditado y acumulado el mayor valor posible, se acercó hacia Impa y se sentó a su lado, causando en ella una gran sorpresa.
- Princesa...
- Por favor, Impa, déjame hablar.
La sheikah guardó silencio ante la petición de la joven, mostrándose dispuesta a escuchar lo que tenía que decirle.
- Reconozco que hice mal en haberte mentido. Para serte sincera, mi plan inicial era simplemente ir a salvar a Link y regresar al templo cuanto antes, pero al final mis sentimientos terminaron por dominarme y decidí quedarme con él hasta que Grahim hiciera aparición.
- Una total insensatez. – dijo Impa, indignada.
- Sé que fue una locura, una completa insensatez con la que arriesgué mi vida y rompí tu confianza... pero al haberme reencontrado con él no pude ni quise separarme de su lado. Por ese momento mis deseos me dominaron por completo, pues desde que empezó todo este camino de sufrimiento y lucha constante, me he sentido muy sola...
- Zelda, yo...
- Por eso tomé esa decisión, una de la que ahora me arrepiento por lo que ocurrió el día de hoy. – relató la princesa, sintiéndose apenada con el asunto.
- Princesa... – expresó a sheikah, apenada.
- Espero puedas perdonarme. Lo que menos quiero es que estés decepcionada. No quiero que la imagen que tienes de mí se desvanezca por mi imprudencia.
Luego de que la princesa terminó con su explicación, Impa la observó con detenimiento. Percibió en ella profundo arrepentimiento y sobre todo sinceridad en cada una de sus palabras.
Siendo así las cosas, no le veía caso seguir enojada.
- Prin... No... Zelda, esta vez pienso hablarte como una amiga, no como tu mentora.
Zelda se sorprendió al escuchar a Impa llamarla solamente por su nombre, acción que la hizo sentir muy bien, pues desde hace tiempo anhelaba eso.
- Yo no tengo nada que perdonarte. Como te dije antes, tú ya eres una mujer adulta y sabes lo que haces. Es cierto, arriesgaste tu vida al haber hecho eso, pero yo no soy quién para juzgarte, pues todo lo hiciste siguiendo lo que dictaba tu corazón...
- Impa... – expresó Zelda, impresionada al haber escuchado sus palabras.
- Yo te admiro mucho por ser como eres, tan firme en tus deberes, pero a la vez valiente para asumir tus sentimientos. Esa capacidad que tienes para luchar por lo que amas es lo que verdaderamente te ha fortalecido, incluso mucho más que a los duros entrenamientos o a las largas horas de meditación. En ese sentido, quisiera tanto ser como tú, Zelda, por los motivos que tú ya conoces y deseo no mencionar. – comentó Impa, refiriéndose a su situación y a la de Azael, la cual le costaba aceptar debido a la dureza de su alma.
La princesa se quedó sorprendida al escuchar a su mentora. Nunca se imaginó que ella, una mujer tan fría y endurecida, la admirara por el hecho de haber cometido un error por amor.
Sin contenerse, se acercó a ella para abrazarla, sintiéndose tranquila de saber que había sido disculpada. Impa la correspondió de la misma manera.
- Tenía miedo que te decepciones de mí. – dijo la princesa, aliviada.
- Eso nunca... jamás podría hacerlo, princesa.
- Pensé que ya me tutearías.
- Bueno... lo hice para que la conversación entre nosotras sea más abierta, pero le pido que me dé tiempo para tratar de hablarle de manera más informal.
- Está bien. – dijo Zelda, aceptando con una sonrisa la condición de la sheikah.
- Por cierto, referente a las palabras que le dijo el príncipe esta tarde...
- Prefiero olvidarlas... Uno de los motivos por los que me arrepiento por mis acciones es que nada de eso fue valorado por él. – contestó la joven, resentida.
- Usted sabe perfectamente que todo lo que dijo fue producto del enojo. Él nunca restaría importancia a nada que tenga que ver con usted. De alguna manera me siento culpable por haberla obligado a callar, pero era necesario que usted no comente nada sobre Sheik, hasta que llegue el momento indicado.
- De todas maneras, él no debió reaccionar de esa manera. – dijo Zelda, sin dar su brazo a torcer.
- Se sintió burlado, es algo normal después de todas las cosas que han pasado, pero le aseguro que está arrepentido, lo percibí al ver su mirada. Así que le pido que lo perdone y no siga ofendida con él. No es por gusto que usted es la portadora del fragmento de la sabiduría. Reflexione.
Su orgullo herido de mujer no le permitía analizar las cosas más allá del resentimiento, pero con las palabras de Impa decidió ceder. Ella amaba profundamente a su príncipe y no iba a pensar lo contrario debido a los malos entendidos. No era la primera vez que pasaban por ese tipo de incomodidades y las superaban. Esta vez las cosas iban a ser de la misma manera.
- Tienes razón, Impa. Con tus palabras me he dado cuenta de que lo que dijo Link no era en serio... y la verdad, yo también actué mal por haberme dejado llevar por el enojo y despedirme de él en malos términos. Prometo que una vez que nos veamos, le pediré disculpas.
- Me parece bien que arreglen las cosas, no solo es importante que estén en armonía por el bien de su matrimonio, sino para que se apoyen mutuamente en la lucha contra Ganondorf.
- Lo sé, lo tengo muy presente. – dijo seria.
- ¡Qué bueno que las cosas están bien entre ustedes!
Azael había llegado de improvisto a visitar a Impa y a la princesa. Estaba preocupado de cómo estarían las cosas entre ellas después de lo ocurrido en la tarde, pero se sentía tranquilo de verlas conversando en paz.
- Ya todo está aclarado, Azael. Me disculpé con Impa de todo lo sucedido. – dijo Zelda, animada.
- Me alegro mucho, princesa.
- ¿Qué tienes en la mano? – preguntó Impa.
- ¿Esto? Bueno... es una caja de unos pasteles de carne que hizo mi vecina. Traje unos para que los prueben.
En el momento que el sheikah abrió la caja, la princesa percibió el aroma del bocadillo, causando en ella una mueca de desagrado; inmediatamente las náuseas regresaron con fuerza a su cuerpo, así que se levantó de la banca y caminó a paso acelerado a su habitación.
- ¡Princesa! – exclamó Impa, preocupada.
- ¿Qué le ha pasado? ¿Por qué se fue así? – preguntó Azael.
- Parece que se sintió mal, vamos a verla.
Los sheikahs siguieron a la princesa, preocupados por la razón que tuvo para irse de esa manera.
...
Luego de haber sacado todo lo que la molestaba, la princesa estaba sentada en su cama, tratando de aliviarse del mareo. Escuchó la voz de Impa llamándola, por lo que trató de parecer tranquila.
- Princesa, ¿se encuentra bien?
- Sí, Impa, solo me sentí un poco mal. Dile a Azael que me disculpe, por favor.
- No se preocupe, princesa. ¿Está segura que no desea que la revise para ver si se encuentra bien? – preguntó el sheikah.
- No es necesario. Solo quiero descansar, por favor.
- Está bien, la dejamos descansar. Hasta mañana. – dijo Impa.
- Hasta mañana.
Luego de que los sheikahs se retiraron, la princesa, una vez aliviada del mareo, se puso de pie y se acercó al espejo para ver su reflejo.
Desde hace unas semanas se sentía distinta, extraña. Al inicio relacionó esos síntomas con el cansancio o estrés al que estaba sometida desde hace tiempo, pero luego de analizarlo detenidamente y conocer los procesos naturales de su cuerpo, ya no tenía dudas de lo que le sucedía.
La vida crecía desde su interior, la que fue concebida como fruto del inmenso amor que ella y su esposo sentían el uno por el otro. La parte más importante y valiosa de cada uno se encontraba presente en esa pequeña criatura que se aferraba fuertemente a ella, transmitiendo la fortaleza que necesitaba para salir adelante.
Varias lágrimas de felicidad, acompañadas de una ligera sonrisa, se hicieron presentes en el rostro de la princesa. Reconocía estar muy feliz de saber que en su vientre llevaba un hijo del hombre que amaba... sin embargo, también se sentía preocupada de ver que esta maravillosa situación sucedía en caóticas circunstancias.
- Sin duda, esta es una de las pruebas a las que las Diosas se referían que llegarían a mi vida. Pienso aceptarla y asumirla con valentía, pues si has llegado justo en este momento, es porque eres sumamente especial. No sé cómo lo haré, pero sea como sea, yo voy a protegerte y vas a venir al mundo, mi pequeño. – pensó en sus adentros, mientras con una de sus manos acariciaba su vientre.
A pesar de que tenía poco tiempo, iba a encontrar la manera de proteger su embarazo, e incluso mantenerlo en silencio con Impa y Azael; temía en ellos su reacción al enterarse.
Por suerte faltaba muy poco para que todo el martirio termine y Ganondorf sea derrotado de una vez por todas. Debía encontrar la forma de apoyar a su amado, sin que eso perjudique su vida y la de su bebé.
Luego de su momento de reflexión, decidió prepararse para dormir, dichosa de que tendría una dulce compañía durante su sueño.
...
Desde la ventana de su hogar, Auru había presenciado la llegada del príncipe. Salió a recibirlo, descubriendo para su gracia como este interactuaba con su yegua.
- Buenas noches, alteza. Es un gusto tenerlo en mi hogar. – saludó con una reverencia.
- Buenas noches, señor Auru, el gusto es mío. Tiene una casa muy hermosa, lo felicito. - expresó Link, saludando de la misma a manera.
- Muchas gracias. La compré hace pocos meses. A mi esposa y a mí nos gusta por lo espaciosa que es, pues los caballos corren y pastan contentos.
- Eso se nota. Le agradezco tanto por haber cuidado a Epona. La veo en perfecto estado y su pelaje brilla maravillosamente.
- Eso se debe al alimento especial que le he dado, el mismo con el que alimento a mi corcel.
- Se ha tomado demasiadas molestias. Indíqueme cómo pagarle tanta generosidad.
- ¡Nada de eso! Lo he hecho con mucho gusto. Además, Epona es una yegua muy amigable; no he tratado de montarla porque a uno de mis empleados que intentó hacerlo lo tumbó al suelo, sin contemplaciones. – recordó el hombre, con gracia.
- Lo lamento, es que ella solo se deja montar por mí. – admitió Link, avergonzado.
- Como lo supuse, es muy consentida, pero eso solo es un valor agregado a su grandeza. Es un magnífico animal.
- Eso es cierto, Epona es una gran yegua.
- ¡Qué descortesía la mía! Ni siquiera lo he invitado a pasar a mi hogar. Espero que la cena que está haciendo mi esposa sea de su agrado.
- No quiero causar molestias...
- Es un gran honor tener al esposo de mi apreciada pupila en mi hogar. Acepte mi invitación, por favor.
- Está bien, señor Auru. Le tomó la palabra.
Aceptando el ofrecimiento del jubilado mentor, Link se dirigió con él a su hogar, donde seguirían conversando de su travesía por el Pico Nevado.
...
Ya una vez dentro de la casa, Estela, la esposa de Auru, recibió al príncipe con suma cordialidad. A pesar de que había oído hablar de Link, era la primera vez que lo conocía y se sentía orgullosa de tenerlo en su casa.
- Cuando Auru me comentó que el esposo de la princesa era la reencarnación del legendario Héroe Elegido por las Diosas, no lo podía creer. ¡Qué gran honor tenerlo en nuestro hogar! – expresó la mujer, completamente maravillada.
- Cariño, estás incomodando al príncipe. – dijo Auru.
- Oh, lo siento. Yo no quería...
- No se preocupe, señora, nada de lo que dice me molesta. Se lo aseguro. – contestó Link, mostrándose dispuesto a conversar del tema.
- Es muy cordial, no por gusto es el príncipe de nuestra tierra. Espero que lo que he preparado sea de su agrado.
- Todo se ve delicioso, se lo agradezco infinitamente.
La cena se llevó de manera tranquila. Link se dedicó a contar como fue el proceso que tuvo que seguir para encontrar la última llama sagrada, donde conoció el Dominio de los Zoras y exploró las desconocidas tierras del Pico Nevado. La pareja se maravilló y sorprendió con lo que Link estaba relatando, pero en ningún momento dudaron de sus palabras, pues ya el simple hecho de conocerlo era suficiente motivo para que le crean.
Una vez que terminó su relato, Estela levantó las cosas de la mesa y decidió retirarse para permitir que su esposo converse con el príncipe, pues sabía perfectamente que tenían importantes temas que tocar.
- Muchas gracias por la cena, señora. Todo estuvo delicioso. – expresó Link, con cortesía.
- Me alegro de que le haya gustado, príncipe. Me retiro para ir a preparar su habitación para que descanse.
- ¿Habitación? Yo no...
- Alteza, desde que llegó lo he notado muy cansado. Quédese a dormir esta noche, pues debe recuperar energías para su viaje al desierto. – dijo Auru.
- Planeaba viajar esta noche... – dijo Link.
- Le sugiero que lo haga mañana. Si no descansa puede enfermarse y eso puede retrasar las cosas.
Link se sentía apenado debido a tantas atenciones, pero tampoco quería ser grosero y rechazarlas.
- Bueno... aceptó su oferta. Muchas gracias a los dos.
- Gracias a usted por aceptar, príncipe. Iré a alistar su habitación.
Estela se retiró, dejando solos a su esposo y al príncipe, oportunidad que Auru aprovechó para conversar con él de cosas que sucedieron en su ausencia.
- Ahora que se encuentra en esta región, ¿ha ido a visitar a sus suegros? – preguntó el jubilado.
Link se apenó ante esa pregunta. Desde hace tiempo quería reencontrarse con sus suegros para comunicarles todo lo que había ocurrido en su viaje, pero existía una razón que le impedía acercarse.
- No he ido al castillo desde que empecé mi viaje. No tengo el valor de verlos a la cara sin traer a su hija de regreso, pues siempre me he sentido culpable de su secuestro. – expresó el joven con profundo pesar.
- ¿Por qué dice eso? Es absurdo.
- Es la verdad. Si hubiera estado en casa el día que Zelda fue secuestrada por Ganondorf... talvez hubiera podido protegerla.
- No se culpe por eso, por favor. Sea como sea, ya todo estaba escrito en el destino. Lo bueno es que la princesa ya no se encuentra en las garras de ese rufián.
- Y espero que siga siendo así. Por ese motivo quería salir de viaje esta misma noche; no quiero seguir perdiendo tiempo.
- ¡Como siempre los jóvenes acelerándose para todo! Es mejor ir a paso lento, pero seguro. Eso es algo que ya debe haber aprendido hace tiempo durante este viaje.
- Bueno... es cierto. – admitió Link, avergonzado por mostrarse impulsivo.
- No sé si haya analizado el viaje que usted está a punto de hacer, pero el Desierto Gerudo es un lugar sumamente peligroso, y si usted viaja sin las debidas precauciones, la muerte está asegurada. – dijo Auru con seriedad.
- Si lo he tenido en cuenta. Y no solo me preocupa mi vida, sino también la de Epona, pues necesito de ella para viajar y no sé cómo protegerla del abrasador clima.
- De eso no tiene de que preocuparse. Tengo el equipo necesario para que su yegua viaje segura y protegida de las altas temperaturas.
- ¿De verdad? Me da pena, ya ha tenido demasiadas atenciones conmigo.
- No es ninguna molestia, es un gusto colaborar con el héroe de Hyrule. Yo deseo de todo corazón que todo esto termine pronto, y si puedo ayudar de alguna manera, lo haré.
- Muchas gracias por tu gentileza. A pesar de que este viaje ha sido difícil, he contado con el apoyo de buenas personas. Me alegra saber que las cosas siguen siendo así.
- No hay nada que agradecer, alteza... Mi esposa ya debe haber arreglado su habitación para que descanse, así que lo voy a escoltar hasta allá. Espero que su estancia aquí sea de su agrado.
Luego de terminar su conversación, Link y Auru se dirigieron al piso de las habitaciones, mientras que en el camino conversaban sobre detalles del próximo viaje al Desierto Gerudo.
...
Una vez que el joven estuvo instalado en su habitación, sus acompañantes salieron para conversar con él de todo lo ocurrido en el día, incluyendo el problema con la princesa.
- Recién me doy cuenta de que no le contaste a Zelda que su amiga Ashei está viva. – dijo Midna, con mueca de burla.
- ¿Quieres dejar de hacerme sentir peor? Creo que no era el momento propicio para decírselo. Ni siquiera se lo comenté al señor Auru, pues pienso que así como él fue mentor de Zelda, pudo haberlo sido de Ashei.
- ¿Entonces no dirás nada? – preguntó Navi.
- Por ahora, no. Pienso hacerlo cuando las cosas estén más calmadas. Es un tema complicado y no hay que revelarlo a la ligera.
- El amo Link tiene razón. Es más conveniente que primero cumpla con su misión. – continuó Fi.
- Bueno, como sea. Ha sido un día sumamente complicado y es mejor que descansemos. Solo de pensar que volveré a estar en el desierto, me deprime, demasiada luz y calor para alguien como yo. De no haber sido por las sombras por las que me transporté, no sé qué habría sido de mí. – se quejó Midna, recordando su viaje por seco lugar.
- Al igual que en el Pico Nevado, encontraremos la manera de protegernos del devastador clima, eso es lo que menos debe preocuparles a todas ustedes. Vamos a dormir, mañana viajaremos apenas salga el sol. – dijo Link.
Cada uno, luego de terminar de conversar, fue a dormir a sus respectivos lugares. Al príncipe le costó conciliar el sueño debido a todo lo ocurrido en el día, principalmente por la fuerte discusión que tuvo con su esposa.
- Haré lo que sea para que perdones mi estupidez, mi amada princesa.
...
Poco antes de la llegada del amanecer, Link ya estaba listo para marcharse. Antes de ir a las caballerizas por su yegua, se acercó a la esposa de Auru para agradecerle por la hospitalidad con la que lo había tratado. La mujer se sintió contenta y preparó para su viaje las suficientes provisiones para que lo soporte, acción que el joven rechazó al inicio, pero luego de tanta insistencia terminó aceptando.
Luego de haberse despedido de Estela, se dirigió con Auru a las caballerizas, y se sorprendió en sobremanera al ver la nueva imagen de Epona. Su lomo estaba cubierto por una manta color verde y su hocico protegido por una red oscura.
- Sin la debida protección un caballo puede morir debido al abrasador clima y deshidratación, por ese motivo he equipado a Epona para que su viaje por el desierto sea lo menos peligroso. La manta encima de su lomo la cubrirá de los fuertes rayos del sol, mientras que la red en su hocico impedirá que su nariz se llene de arena y le impida respirar.
Auru se acercó hasta la yegua y equipó los extremos de la silla de montar con dos bolsas, luego se acercó hasta Link para explicarte sobre cada una.
- La que está a la derecha es postura hidratante. Solo tiene que colocarla en agua para que se suavice y pueda ser consumida por la yegua. Eso le permitirá mantenerse alimentada e hidratada. La bolsa de la izquierda contiene una jiba con agua, por medio de la manguera puede darle de beber agua cada que descansen.
- Me siento tan mal. Desde que llegué solo han tenido atenciones conmigo, y ahora lo hace por mi yegua.
- Lo hago con mucho gusto, además en este tiempo me encariñé mucho con Epona. Voy a extrañarla. – admitió Auru, acariciando el hocico del corcel.
- Muchas gracias por todo, señor Auru.
- No hay nada que agradecer. Es mejor dirigirnos a la entrada al desierto de una vez. Abriré las rejas para usted, pues solo yo tengo las llaves que permiten el acceso.
Listos para irse, Link y Auru se subieron cada uno a sus respectivos corceles, saliendo de la casa y encaminándose a la entrada al desierto.
...
Una vez llegado al sitio deseado, el príncipe y el jubilado mentor llegaron a una gran puerta cerrada por rejas metálicas. A lo lejos podía observarse como el verde pasto se iba haciendo menos visible, a medida que era reemplazado con superficie arenosa.
- Debido a que el desierto es muy peligroso, por medidas de precaución, este sitio está cerrado. Solo pueden acceder a él con una autorización del rey, pero como tu caso es de fuerza mayor, ese trámite queda omitido.
Link escuchó cada una de las palabras de Auru. Estaba obnubilado observando el desierto a la lejanía, pero debido a los vientos arenosos no podía distinguirlo bien.
- Sé que está ansioso por continuar su viaje, pero de ninguna manera se presione demasiado, tanto por la yegua como por usted.
- Seré cuidadoso en cada paso que dé, se lo prometo. Ha llegado la hora de partir, espero estar de regreso pronto.
- Que las Diosas lo protejan en esta temible batalla que lo espera. Estoy seguro de que hará pagar a Ganondorf por todas las fechorías que ha cometido.
- Así será, señor Auru. Muy pronto todo esto llegará a su fin. Una vez más, gracias por todo lo que ha hecho por mí, hasta pronto.
- Hasta pronto, alteza.
Armándose de valor, Link se adentró a los desconocidos terrenos del Desierto Gerudo, encomendándose a las Diosas de tener la fortaleza suficiente para poder enfrentar los peligros que le esperaban.
...
Dark Link se hallaba encerrado en la soledad de su alcoba, mientras las oscuras cortinas impedían que cualquier signo de iluminación irrumpa con la penumbra del ambiente. En ese momento realizaba unas investigaciones.
Desde que había regresado del Pico Nevado investigó con esmero todo lo relacionado con los sheikahs, pues sabía perfectamente que la princesa se encontraba bajo el cuidado de ellos.
- Según este escrito, Villa Kakariko era conocido en antaño como el Pueblo de las Sombras. Todo este mes me he dedicado a recorrer ese sitio y no he encontrado nada de esos malditos sheikahs. – se dijo así mismo el oscuro ente, demostrando frustración.
Volvió a leer con detenimiento los escritos, encontrando entre ellos, una vez más, el mapa de la región de Eldin, lugar donde estaba ubicada la Villa Kakariko. Por más que observaba el viejo papel no lograba encontrar algún rincón que no haya explorado... pero luego de mirarlo con más detenimiento se dio cuenta de algo sumamente extraño, pues el pueblo que él había visitado no aparecía en el mapa; este se ubicaba en otro sector.
- No entiendo, pero si aquí estaba Villa Kakariko...
Siguió revisando con más atención los escritos, hasta que descubrió algo sumamente impactante. La Villa Kakariko que había estado visitando todo ese tiempo, no tenía nada que ver con el Pueblo de las Sombras.
- ¡Maldición! Al parecer he ido al sitio equivocado... pero era de esperarse que Zelda no se escondería en un lugar tan transitado. Los sheikahs no la arriesgarían de esa manera.
Su desmedida furia fue reemplazada por una mueca de arrogancia y satisfacción, pues a pesar de que había perdido tiempo buscando a su anhelada mujer, ahora conocía el lugar donde posiblemente se encontraba.
- Mi esencia de las sombras me permitirá encontrarte de una vez por todas, querida. En muy poco tiempo estaremos disfrutándonos mutuamente y por fin te olvidarás de ese infeliz.
Las macabras carcajadas se hicieron más sonoras ante la idea de cumplir con sus planes. Por fin lograría obtener lo que más anhelaba en su oscura vida, y por si fuera poco lastimaría y derrotaría al ser que más había odiado desde siempre, usando la mayor de sus debilidades...
...
El manto oscuro de la noche hizo acto de presencia para cubrir la majestuosidad del firmamento, complementándose con el brillo de la luna y las estrellas que iluminaban con gracia el panorama.
El viaje a través del desierto fue más duro de lo que Link se había imaginado, pues el calor era insoportable y eso lo agotaba tanto física como mentalmente. De no haber sido porque su sayo protegía la mayor parte de su cuerpo, su piel se hubiera lesionado debido a las quemaduras, además tuvo la suerte de encontrar varias palmeras con frescas sombras que le permitían descansar y alimentarse con sus acompañantes. Referente a su fiel yegua, todas las cosas que Auru le había dado le sirvieron a la perfección, pues Epona pudo resistir el largo viaje gracias a las veces que paraban para que beba agua y se alimente con el pasto hidratante.
Todos esos descansos les permitieron recuperar fuerzas, por ese motivo lograron avanzar un gran camino hasta que la noche se hizo presente. Sin embargo, el clima tampoco estaba a su favor a esa hora, pues si en la mañana el calor los perjudicaba de manera inmisericorde, el frío nocturno estremecía intensamente cada parte de sus cuerpos.
- Nunca me imaginé que el desierto en la noche fuera tan helado. – dijo Navi, temblando.
- Yo tuve que pasar todas las noches por esas penurias. No tienes idea el alivio que sentí al haber salido de aquí. – comentó Midna.
- Tenemos que encontrar rápido un lugar donde dormir, pues ya es tiempo que Epona descanse. Además, es peligroso deambular a la deriva sin la debida protección. – dijo Link, mostrando ansiedad.
- Pienso que debemos hacer eso, pues el lugar donde está Ganondorf está lejos. – dijo la twili.
Link siguió con su camino, determinado a encontrar un sitio seguro donde pasar la noche, pero de repente ocurrió algo inesperado, pues una flecha impactó entre las patas delanteras de Epona, causando que se altere.
- ¡Epona!
Al notar la tensión de su amo, Fi hizo aparición para unirse a sus demás compañeras, alertando la amenaza que se acercaba.
- Amo Link, al parecer son personas quienes se acercan, pues vienen caballos.
- ¡Escóndanse de una vez! ¡No pueden dejar que las vean!
Una vez que sus tres acompañantes se escondieron, Link desvainó su espada para enfrentar la amenaza que se le estaba acercando, dándose cuenta más adelante que esta no venía sola, pues varios caballos, montados por encapuchados, lo acorralaron.
- ¿¡Quiénes son ustedes!? – preguntó Link, amenazante.
Ninguno de los encapuchados respondió la pregunta del príncipe, simplemente empezaron a reírse a carcajadas.
- Pobrecito, piensa que solo puede enfrentarnos.
- Lástima que sus aires de grandeza serán reducidos de un santiamén.
Al escuchar esas voces, el joven se dio cuenta de que eran mujeres quienes le estaban hablando, causando en él una gran impresión.
Sin embargo, antes de que pudiera agregar otra palabra, su cuello fue rodeado por múltiples lanzas, provocando que esto lo paralice y no tenga manera de escapar.
- Si valoras tu vida y la de tu yegua, vendrás con nosotras. Los hombres no son bienvenidos en nuestros terrenos, por eso será nuestra líder la que decida qué hacer contigo.
Viendo que se encontraba sin salida, Link decidió no forcejear con sus captoras. Se dejó guiar por ellas en un nuevo camino, en el que no le retiraron las lanzas del cuello bajo ningún concepto...
...
Luego de un largo recorrido, Link fue llevado a un alejado y desconocido terreno custodiado por más personajes encapuchados; también había varias viviendas rústicas, unidas unas a otras.
Las misteriosas mujeres llevaron al príncipe hasta la vivienda más grande y llamativa, la que usaba como puerta una larga manta estampada y colorida.
- Bájate del animal. – ordenó una de las mujeres.
Sin decir palabra alguna, Link siguió la orden y se bajó de Epona, posterior a eso las mujeres tomaron a la yegua por las riendas, causando en el joven un enorme impacto.
- ¡No la lastimen, por favor! – exclamó Link, alarmado.
- Eso lo decidirá nuestra líder, por el momento nos la llevaremos a las caballerizas.
Por más que Epona forcejeó para liberarse de sus captoras, estas se la llevaron, mientras que Link observó con pesar como se alejaba de él sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
- ¡Camina, mocoso! ¡Es tiempo de que conozcas a nuestra líder!
Con una filuda lanza apuntando en su espalda, Link avanzó a paso lento hasta el interior de la vivienda, rogando a las Diosas que nada malo lo reciba.
...
Sentada en una gran y suave cojín, se encontraba una exuberante y madura mujer de piel canela, larga cabellera rojiza, peinada en una trenza y profundos ojos color ámbar, cual la dulce miel. Físicamente, se podía apreciar la fortaleza de su fuerte y definida anatomía, más la fiereza de su alma superaba por completo todas esas características.
Desde hace poco tiempo se encontraba en posición de reflexión y meditación, liberando todas las tensiones que había acumulado en el día, hasta que de repente los pasos de sus súbditas la sacaron de su ensimismamiento.
- Mi señora, encontramos este intruso invadiendo nuestros territorios.
- ¡Yo no estaba invadiendo nada! Me encuentro en un largo viaje en el cual no puedo detenerme, por eso les pido que me liberen. – exigió Link.
- ¡Cállate, intruso! Mi señora, díganos qué hacer con este tipo, lo que sea que usted decida, lo haremos. – dijo una de las mujeres, dirigiéndose a su líder.
La mujer, sin decir palabra alguna, se puso de pie y empezó a observar con detenimiento a Link. Analizó su fortaleza física, no siendo esto un impedimento para que perciba la de su alma; miró con atención el sayo verde que cubría su cuerpo, causando que esto la estremezca en sobremanera, pues ese simple rasgo fue suficiente para saber de quién se trataba.
- Liberen a este joven. – ordenó la líder.
- Pero señora...
- ¡Hagan lo que les digo! ¡Libérenlo!
Siguiendo las órdenes de su ama, las mujeres liberaron al príncipe, causando en él una gran sorpresa al ver el cambio que se había dado.
- Déjenme hablar con él a solas. Retírense.
Extrañadas por la actitud de su señora, las mujeres se retiraron de la vivienda. Sin embargo, decidieron vigilar desde afuera como medida de seguridad.
Link observó con recelo a la mujer, pues no comprendía la razón por la que lo había liberado sin hacer tantas preguntas.
- Toma asiento, por favor.
Obedeciendo la orden, Link se sentó en el cojín que la mujer le había señalado.
- Bienvenido seas, Link, héroe elegido.
- ¿Cómo usted sabe que yo...?
- Lo sé simplemente con verte. No solo te delata el sayo verde que estás usando, sino esa fiereza de tu mirada, característica en el elegido por las Diosas.
- Yo le juro que mi intención no era invadir sus territorios. Me encuentro viajando de camino a...
- Al Patíbulo del Desierto, el lugar donde se encuentra Ganondorf. – dijo la líder, con determinación.
La mujer se puso de pie y caminó hasta una de las ventanas del cuarto, donde se podía visualizar los largos caminos de arena y la luna iluminándolos desde las alturas.
- Conozco a Ganondorf más de lo que piensas. Destruyó con sus propios poderes el lugar que lo vio nacer, así que era de esperar que invadiera ese sitio, el que no hace mucho tiempo estaba completamente destruido y deshabitado. – contó la mujer, con seriedad.
- ¿Cómo es posible que sepa esas cosas de Ganondorf? – preguntó Link, sorprendido.
Al inicio, la mujer no respondió ante la pregunta, solo se dio la vuelta para encontrarse con la inquietante mirada del príncipe, el cual, ansioso, esperaba una respuesta.
- La razón por la que conozco a Ganondorf se debe a que yo misma me encargue de su crianza.
- ¿Crianza? ¿Usted hizo de él lo que es ahora? – preguntó Link, pensando que podía estar ante un enemigo.
- No me malinterpretes, muchacho. Yo no soy culpable de la oscuridad que se encuentra en su alma. Me dediqué a criarlo por petición de su difunta madre, nuestra antigua reina. Ganondorf era el príncipe de nuestra tribu, tenía ese completo derecho por ser el único varón nacido entre nosotras, las Gerudos.
- ¿Gerudos?
- Mi nombre es Nabooru, y soy la líder de esta tribu y la reencarnación de la antigua sabia espiritual.
El príncipe se quedó impactado ante tal revelación, dándose cuenta de que en su vida pasada había conocido a la mujer, la que fue un gran apoyo en el transcurso de su misión.
Siguiendo en silencio, Link decidió seguir escuchando el relato de Nabooru, pues había muchas cosas que aún necesitaba saber.
- Desde pequeño Ganondorf manifestó la oscuridad que latía desde su interior, y por más que traté de canalizarla, se me hizo imposible. Reconozco que su madre era una mujer déspota y arrogante, pero nunca llegó al vil nivel de su hijo, quien varias veces acabó con la vida de varias integrantes de la tribu por el simple hecho que cometían errores en las cosas que pedía. El día en que descubrió quién era él en realidad, destruyó cada rincón del templo que habitábamos, y por más que quise detenerlo, no pude, pues había resultado herida en esa acción. Desde ese momento, todas nos hemos escondido aquí, esperando la llegada de la única persona capaz detenerlo.
La mujer se volvió a sentar en el cojín y miró con detenimiento a Link a los ojos, mientras que él la observó de la misma manera.
- Llevo años rogando a la Diosa de Arena, nuestra patrona, que así como el Rey del Mal había renacido, ocurra lo mismo con el héroe elegido por las deidades de oro. Al verte aquí, me siento dichosa de saber que mis peticiones fueron escuchadas. – dijo Nabooru, completamente aliviada.
- Yo no pienso detenerme hasta derrotar a Ganondorf, y mucho más ahora que me ha revelado todo esto. Me cuenta creer que fue capaz de traicionar a las personas de su misma raza. – dijo el príncipe, indignado.
- Él no tiene escrúpulos. Lo único que le importa es obtener más y más poder para ser el dueño del mundo, pues ese es el único objetivo que tiene en su vida.
- Esto terminará muy pronto, eso se lo aseguro. – dijo Link.
- Te lo agradezco tanto, muchacho. Conozco un atajo por el que puedes llegar al patíbulo rápidamente, pero es preferible recorrerlo de mañana, pues así puedes evitar algunas trampas de arenas movedizas. Quédate a dormir esta noche en una de las habitaciones, yo hablaré con las guardianas para que te lo preparen. Y disculpa la actitud de ellas para contigo, pero desde siempre hemos tenido recelo con los hombres, y solo los usamos como un fin reproductivo... si es que deseamos tener descendencia, claro está.
- Entiendo. Le agradezco y acepto su oferta, pero me gustaría que me indiquen el futuro de mi yegua. – indicó preocupado.
- No tienes que preocuparte por ella, nosotras seriamos incapaces de hacerle daño a un animal como ese. En estos momentos se encuentra en las caballerizas, te aseguro que estará bien y mañana podrás verla.
- Está bien.
- Vamos afuera. Les explicaré a todas que te quedarás aquí para que te preparen una habitación.
Link y Nabooru se pusieron de pie y se dirigieron camino a la salida. El joven se sentía agradecido con las Diosas de saber que una vez más se había encontrado con un aliado que pudiera apoyarlo en la etapa final de su misión.
...
La noche lo había alcanzado en su incansable búsqueda, pero finalmente sus esfuerzos fueron recompensados. Dark Link se encontraba frente al sello que protegía a la antigua Villa Kakariko, la que ahora era conocida como el Poblado Olvidado.
- Siendo atraído por el poder de las sombras, pude encontrar este sitio. Sin duda eso me hace superior al imbécil de Link, quien de ninguna manera hubiera podido encontrarlo. – admitió el oscuro ente, complacido.
Haciendo uso del poder de su oscura alma, atravesó el sello protector y llegó al pueblo de los sheikahs, el que estaba deshabitado debido a las altas horas de la noche.
- Todo está saliendo a mi favor. Ahora debo encontrar el sitio donde puede estar Zelda.
Empezó a buscar la esencia de la princesa, la que pudo notar que no se encontraba en ninguna de las casas. Sin embargo, esta se fue haciendo más fuerte a medida que se alejaba de ellas y se acercaba a la parte más profunda del pueblo. Había llegado a un templo, lugar donde la energía de la joven latía con intensidad.
- Te encontré...
Sin perder tiempo, atravesó el alto muro del templo, para luego esconderse entre las sombras para buscar a la princesa con mayor precaución.
Dark Link llegó a la sala sin ser visto. Caminó a paso acelerado por las habitaciones, y fue en una de esas puertas que logró percibir la energía que tanto estaba buscando y lo atraía.
Con cuidado abrió la puerta y la imagen que encontró ahí lo estremeció en sobremanera...
Ahí estaba el objeto de su deseo, cubierta de manera parcial por una de las sabanas de la cama, dándole la oportunidad de maravillarse con las descubiertas partes de su cuerpo debido a que el camisón que estaba usando se había subido un poco.
En completo estado de trance se acercó más hacia Zelda para observarla con detenimiento, sintiendo que perdía la completa razón al ver que su rostro era mucho más bello que en la imagen que Ganondorf le había mostrado.
La joven tenía una cálida sonrisa en los labios y las mejillas sonrojadas, signo de que en esos momentos estaba soñando algo agradable.
Dejándose llevar por la curiosidad, colocó su mano en la frente de la dama para descubrir lo que tanto la contentaba, sintiendo como la inmensa ira crecía dentro de sí mismo al haberlo descubierto. La veía a ella enardecida y extasiada, complaciendo a su amado en todas las cosas que este le pedía en los momentos de pasión e intimidad. Solo de ver de manera explícita cómo se deleitaba en los brazos de su contraparte provocaron en él el más profundo de los odios, pues no podía aceptar que sea Link el que goce de los placeres de la mujer que anhelaba. Ella debía ser solo para él y no iba a tolerar que las cosas sean contrarias, ni siquiera en un simple sueño.
Dejándose llevar por la rabia, tomó con fuerza uno de los mechones de la princesa, provocando que esta se despierte y se espante al ver la intensa y malévola mirada color sangre que la estaba observando.
- Hola, pequeña. – saludó, con una macabra sonrisa.
La joven no pudo articular palabra debido al pánico, pues una de sus más terroríficas pesadillas se encontraba frente a ella. No podía creer que aquel ser tan parecido a su amado existía.
- No pienso tolerar que sueñes ese tipo de cosas con alguien que no sea yo...
- ¿Quién...?
Zelda no pudo terminar con su pregunta, pues su frente fue tocada por la mano del oscuro ser, para después sentir como las fuerzas se le desvanecían. Poco a poco, todo a su alrededor comenzó a oscurecerse, hasta que cayó inconsciente en los brazos de su enemigo.
- Duerme, hermosa princesa. Desde ahora tú y yo empezaremos una nueva vida juntos.
Dark Link se disponía a retirarse, pero de repente, la puerta de la habitación se abrió de manera abrupta.
Impa, quien había percibido que su hogar estaba siendo invadido por una energía estremecedora, se había despertado para verificar que la princesa se encontrara bien, dándose cuenta para su terrible desgracia que esta yacía desmayada en los brazos de un extraño.
La sheikah se impactó al ver que el ser que sostenía a su pupila era idéntico al héroe elegido, pero supo que no se trataba del mismo, pues el aura que este emanaba era completamente opuesta a la de él.
- ¿¡Quién eres tú, maldito!? ¡Suéltala inmediatamente! – exigió Impa, amenazante.
- Llegas tarde, mujer, pues desde ahora ella viene conmigo... y con mi rey Ganondorf.
Su corazón estuvo a punto de salirse de su pecho al escuchar semejantes palabras salidas de los labios de Dark Link, pero sin perder tiempo, sacó su gran espada para acabar con su existencia. Sin embargo, en el momento en que el arma estuvo a punto de rozarlo, el villano desapareció sin dejar rastro, llevándose con él a la inconsciente y vulnerable princesa.
...
Comentarios finales:
Debido a las revelaciones que se dieron en este capítulo, las cosas van a complicarse mucho más para Link y Zelda, sobre todo por lo que muy pronto llegará a sus vidas.
A partir de este capítulo se irá marcando el final de esta historia, pues Ganondorf logrará con la princesa uno de los planes que tenía en mente.
Sin más que decir, espero les haya gustado este capítulo.
Saludos ^^
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