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46. Impensable

Sin saber cómo he llegado a los pasillos de un lúgubre y viejo lugar. Estoy completamente solo, sin mis compañeras y nadie cerca que me pueda explicar dónde me encuentro.

Todo está tan oscuro. Lo único que ilumina este eterno y largo pasillo son las antorchas que se encuentran colocadas en las paredes. Este ambiente es tan silencioso e insoportable, me causa escalofríos... pero por algún extraño motivo este lugar se me hace conocido, por no decir muy familiar.

A medida que avanzo mi camino, la ansiedad y la desesperación se apoderan de mí; es como si presintiera que algo desastroso está a punto de ocurrir... algo que sé me devastará por completo.

A pesar de ese pensamiento, sigo avanzando con paso seguro, pues tengo que salir de este sitio cuanto antes, o por lo menos averiguar dónde me encuentro.

Luego de varios minutos de caminata escucho unos desgarradores gritos, los que me estremecen desde lo más profundo de mi alma, incluso hasta me duele oírlos.

Cuando doy la última vuelta por los pasillos para encontrar su origen, mi corazón se paraliza con lo que descubro...

Ahí se encuentra mi esposa, con su vestido rasgado de la parte del escote, con el rostro invadido por las lágrimas y la desesperación. Estaba siendo arrinconada en la pared por ese maldito que tanto se parece a mí en físico.

- Link... – susurra angustiada, en el momento en el que descubre que estoy en este sitio.

- ¡Zelda!

No puedo moverme, mis pies se han paralizado por completo. ¿Qué voy a hacer? ¡Tengo que rescatarla!

- ¿Sorprendido, ah? ¿Qué te parece ver a la mujer de tu vida entre mis brazos? Toda mía. – preguntó con arrogancia en sus palabras.

- ¡Suéltala, imbécil! ¡No te atrevas a tocarla! – amenacé enfurecido.

- ¿A tocarla? ¿Acaso no te das cuenta en el estado en que se encuentra? Creo que tu advertencia llegó un poco tarde.

- Link, ayúdame... por favor.

Mi alma se destroza al verla llorar tan desconsoladamente mientras el terror la invade. Me siento impotente de ver como ese infeliz la atormenta y no poder hacer nada para evitarlo.

- No llores, pequeña princesa, te prometo que vamos a pasar muy bien juntos. – se dirige a Zelda, tomándole el mentón y obligándola a mirarlo a los ojos.

El indeseable acaricia con su lengua al cuello de mi esposa, acción que ella rechaza empujándolo lejos. Eso causa que la furia se apodere de él y la tome por el cabello con violencia.

- Con qué te resistes, ¿eh?

- ¡Suéltame!

- ¡Cierra la boca, princesa! ¡Tú harás lo que yo digo!

- ¡Poco hombre! ¿¡Cómo te atreves a lastimarla delante de mí!? – exclamé exaltado.

No entiendo por qué Zelda no se defiende. Ella es poderosa, podría sacarlo de su camino sin problemas.

Al ver mi desesperación, mi contraparte se ríe a carcajadas. Cómo disfruta de lastimarme con lo que más amo en este mundo. Cuando se trata de ella me vuelvo vulnerable, incapaz de planear una estrategia para poder acabar con la vida de mi enemigo, sin que eso perjudique a mi amada.

Una vez que su risa fue cesada, vuelve a posar sus ojos en mi esposa, la cual sigue aterrada ante sus agresiones.

- No te culpo tu manera de actuar, hermosa princesa. Eso es porque no has conocido la verdadera lujuria en brazos de este inútil... pero de eso no te preocupes, pues en este momento vas a saber lo que es compartir el placer conmigo.

Luego de aquellas palabras, toma bruscamente a mi esposa del brazo y la obliga a entrar por una puerta.

Justamente, en ese momento recupero la movilidad de mi cuerpo, y sin perder más tiempo me dirijo a aquel sitio donde entraron, el cual está cerrado; y por más golpes que dé sobre la estructura no cede ante nada.

Unos segundos después, cedo los golpes a la puerta, pues escucho los desgarrados gritos de mi princesa clamando mi nombre entre lágrimas.

- ¡Link! ¡Ayúdame, te lo suplico!

- Tranquila, te aseguro que nos vamos a divertir.

Los gritos en ella se intensifican mientras percibo como forcejea contra ese infeliz, mis puños sangrantes y mis piernas ya no son suficientes para derribar esta maldita puerta.

Me dejo caer al suelo mientras el dolor, la frustración y la impotencia se apoderan de mí a medida que escucho a mi amada llamándome desesperada para que la salve...

***

- ¡Suéltala, bastardo! ¡No la toques, Maldito!

- ¡Link, despierta! ¡Es una pesadilla! – pidió Midna, mientras zarandeaba al príncipe por los hombros.

- Por favor, amo, vuelva en sí. – pidió Fi.

- ¡Hey, Link! ¡Es solo un mal sueño! ¡Levántate! – exclamó el hada.

Luego del llamado de sus compañeras, el príncipe se despertó, sobresaltado y respirando con dificultad.

Después de un largo mes de viaje por las gélidas tierras, la noche anterior había llegado al dominio de los Zoras, siendo recibido de buena manera por la reina Rutela y sus hijos.

Cuando el joven estuvo a solas con la princesa y su madre, les contó con detalle sobre la búsqueda de la última llama sagrada y de la manera en la que conoció a Ashei y a su padre. Como era de esperarse, las mujeres lo felicitaron por su gran labor y se disculparon por su olvido de comentarle sobre los únicos habitantes de ese sitio.

Una vez terminada la conversación, el príncipe se despidió para continuar con su camino, pero en ese momento fue detenido por madre e hija, quienes le pidieron que se quede a dormir en el palacio debido a que ya era tarde. El joven, sintiéndose cansado, aceptó, sin imaginarse que esa noche tendría la peor de sus pesadillas.

- ¡Por las Diosas! ¡Por fin despiertas, Link! – exclamó Navi.

- Fue... una pesadilla.

- Y una terrible por lo que veo. Dinos, ¿qué estabas soñando? – preguntó Midna.

Ante la pregunta de la princesa crepuscular, el joven recordó con temor la pesadilla que había tenido, donde su macabra contraparte lastimaba a su amada en su presencia, y sin que él pueda hacer nada para rescatarla.

Sintiendo como las fuerzas se habían desvanecido de su espíritu, sus ojos se humedecieron ligeramente; la impotencia y el dolor de haber percibido la agresión a su amada lo habían devastado por completo, imaginando que esa horrorosa imagen podría hacerse realidad y él no pudiera hacer nada para evitarlo.

- Link... – mencionó Navi.

- Lo siento, es que fue tan real... demasiado real. – dijo consternado.

- No entiendo. ¿Qué estabas soñando? – volvió a preguntar la twili.

- Percibo que la pesadilla que invadió al amo tiene que ver con su contraparte. – habló Fi.

Navi y Midna observaron contrariadas al espíritu de la Espada Maestra, mientras que Link solamente la miró con tristeza, afirmando sus palabras.

- Lo que dice Fi es cierto, soñé con ese tipo. El muy desgraciado estaba... lastimando a mi esposa, y yo no podía hacer nada para evitarlo.

- Link... – susurró Midna.

- ¡No quiero que ese mal nacido se le acerque! Tengo que acabar con él antes de que le haga algo a Zelda. No soportaría que la agreda, o que ella...

- ¿Qué ella qué...? – preguntó Navi.

- Nada, no me hagas caso...

- ¿No me digas que piensas que Zelda podría sentirse atraída por él? – preguntó la princesa, sorprendida.

- Yo...

- ¡No seas tarado, por favor! – exclamó Midna.

- ¡Oye, no le hables así a Link! – reclamó Navi.

- ¡Solo digo la verdad! No puedo creer que te atrevas a dudar de Zelda, ella te ama con devoción y sería incapaz de fijarse en ese tipo.

- No quiero que se confunda. Dark Link puede aprovechar de que somos físicamente iguales y hacerse para por mí para salirse con la suya.

- Zelda no es ninguna tonta. Estoy segura de que podrá percibir que ese tipo no eres tú. La oscuridad de su aura es tan intensa que hasta un simple mortal podría percibirla. En serio, es aterradora.

- Por primera vez estoy de acuerdo con la princesita, tu esposa jamás se fijaría en él. – expresó el hada.

- Amo Link, recomiendo que haga caso a las palabras de sus acompañantes. Yo no tengo conocimiento con nada relacionado con el amor, pero la fidelidad de la encarnación de Hylia por usted es tan grande que las probabilidades de que se fije en el otro individuo son nulas. Así ha sido siempre y las cosas no tienen por qué cambiar.

De una manera u otra, sus compañeras lo estaban reconfortando. Se maldijo a sí mismo por haber pensado semejante situación, pues su amada de ninguna manera sería capaz de engañarlo, mucho menos después del valioso tiempo que pasaron juntos en las gélidas tierras, donde su relación se había fortalecido más que nunca.

- Es cierto lo que dicen, no sé cómo pude pensar en tantas tonterías.

- Es normal que te sientas así después de todo lo que ha ocurrido, sobre todo por el encuentro con ese tipo, pero debes tener la cabeza fría. Recuerda que alterado no podrás seguir con lo que queda de tu misión. – dijo Midna.

- Tienes razón. Les agradezco a todas por sus palabras de apoyo.

- No tienes nada que agradecer, Link. Cada una, a su manera, lo hacemos con gusto. – contestó el hada.

- Concuerdo con las palabras de hada Navi, amo.

- Bueno, creo que ha llegado la hora de levantarnos. Es mejor alistarnos para irnos del dominio e ir a buscar al señor Auru para que nos indique cómo llegar al Desierto Gerudo.

Luego de haberse tranquilizado un poco de las negativas emociones, el joven empezó a prepararse para regresar a los terrenos del lago Hylia. Tenía muchos deseos de ver a Epona, pues era la primera vez que se separaban por tanto tiempo.

...

Hace poco que el amanecer se había asomado por los cielos que cubrían el Poblado Olvidado, cuyos rayos iluminaban los terrenos del Templo de las Sombras.

Desde hace bastante tiempo Impa estaba esperando a que la princesa la acompañe a desayunar, como todas las mañanas, y se le hacía extraño que se tarde tanto, pues ella era muy cumplida y siempre se levantaba temprano.

Preocupada, la sheikah se dirigió a la habitación de la joven para averiguar sobre su demora, preguntándose en sus adentros los motivos de la misma. Sin embargo, se impactó enormemente al ver lo que tenía frente a sus ojos, pues la princesa yacía en el suelo, inconsciente.

- ¡Princesa!

Con cuidado, Impa subió a la princesa a la cama para comprobar su estado, preocupándose de verla tan pálida y con su rostro empapado de sudor.

Tendiendo sumo cuidado, la sheikah empezó a darle pequeñas palmadas en el rostro para que se restablezca, provocando que esta acción cause el efecto deseado, pues la joven, con dificultad, empezó a abrir los ojos.

- Impa...

- Princesa, ¿cómo se siente? – preguntó preocupada.

- Mareada... ¿Qué me pasó?

- La estaba esperando para desayunar, y como se estaba tardando la vine a buscar, y la encontré desmayada en el suelo. ¿Estuvo haciendo algo que le provocó ese desvanecimiento? ¿Algún hechizo que haya practicado o algo así?

La joven se quedó pensativa ante las preguntas de su compañera. Fue en ese momento que a su mente llegó la pesadilla en la que se le había aparecido ese ser tan similar a su amado, pero al mismo tiempo tan distinto. Referente al desmayo... no estaba muy segura de las causas del mismo.

- No sé qué me ocurrió. Sentí náuseas, mareo y me desmayé. – contestó, sintiéndose inexplicablemente ansiosa ante eso.

- ¿Quiere que llamen a Azael para que la revise? Pienso que eso sería...

- ¡No! No es necesario, de verdad. Solo fue un desmayo sin importancia. – contestó nerviosa.

- Si usted lo dice, las cosas serán así. Pienso que las náuseas se deben a que no ha comido lo suficiente, desde hace días la noto muy débil y con cansancio.

- Es solo estrés, Impa. Te lo aseguro.

- Bueno, de ser así, le traeré su desayuno aquí a su habitación.

- No, por favor. No me lo tomes a mal, me gusta todo lo que me brindas, pero... no se me antoja comer nada de eso. – contestó, demostrando malestar.

- Pero princesa...

- Solo quiero comer fruta, por favor.

Extrañada por la reacción de la princesa, la sheikah se retiró de la habitación a traer lo que había pedido, mientras que la joven se quedó pensativa en varias cuestiones que le estaban pasando, entre ellas, el mal sueño que la había perturbado.

- ¿Estarás bien, Link?

...

Una vez que el joven estuvo listo para retirarse, se dirigió con la reina y su hija al jardín donde las conoció, para despedirse.

- Muchas gracias por recibirme. – dijo Link, con sonrisa cordial.

- No tienes nada que agradecer, Link, es un gusto tenerte aquí. – contestó la reina.

- Ya no será necesario que nades para salir de estos dominios, con mucho gusto abriré un pasadizo para que salgas más rápido. – mencionó la princesa.

- Muchas gracias, Ruto. Por cierto, ¿ya fueron a visitar a mis suegros, digo, a los reyes? – preguntó Link.

- Aún tengo guardado el pase que me diste, pero he hablado con mi hija y hemos decido presentarnos ante el rey cuando termines tu misión. Creo que teniendo una persona que nos respalde será lo mejor para nuestra presentación, de la misma manera como lo hiciste con los gorons.

- Tiene razón, reina, creo que eso es lo mejor y lo más prudente. A estas alturas mis suegros ya deben saber sobre la existencia de los gorons, pero debido a la ausencia de mi esposa y la mía, no creo que tenga ánimos para organizar una bienvenida. Espero entiendan.

- Los entiendo más de lo que se imaginan, no olvides que soy madre y no me imagino lo que sería sentir la tristeza de saber que mis hijos están ausentes en una misión tan peligrosa.

- Lo sé... pero pronto todo acabará, ya no falta mucho.

Luego de haber terminado de conversar, Ruto, junto con su madre, llevaron al príncipe hacia el pasadizo secreto, abriéndolo de la misma manera en la que lo hicieron con el camino hacia el Pico Nevado.

- Que las Diosas te protejan en este último desafío, Link. – dijo la reina.

- Espero que nos veamos pronto, Link... y que me presentes a tu esposa. – continuó Ruto, ruborizándose en el proceso.

- Gracias por sus buenos deseos y espero podamos todos reunirnos pronto. Nos vemos.

Luego de despedirse, el joven se adentró a la oscuridad del pasadizo, sintiéndose ansioso de regresar a su entorno después de tanto tiempo de lejanía.

...

Pensativa, sentada en uno de los muebles cercanos a las habitaciones, estaba Impa mientras sostenía el tazón de frutas de la princesa.

Desde hace tiempo la actitud de la joven estaba sumamente extraña. La veía muy callada por momentos, pero por otros con semblante serio y preocupado, y por más que se lo preguntara ella se negaba a hablar, usando como siempre la inquebrantable máscara que siempre se imponía para opacar sus emociones.

- ¿Qué haces aquí?

La joven alzó la vista al ver que Azael había llegado al templo, enojándose con él, una vez más, por entrar sin el menor de los reparos.

- ¿Podrías tocar la puerta como una persona normal? – preguntó Impa, irónica.

- ¿Para qué? Sabes que puedo entrar por donde sea, además que más te da, pronto viviré en este sitio junto a ti y tendré tus mismos derechos. – contestó con una sonrisa a su compañera.

- ¡Eres un...!

- ¡Ya, cálmate! Solo era una broma... estás de un humor. ¿Ocurre algo?

- Es la princesa, creo que está enferma. Esta mañana que fui a verla a su habitación y estaba desmayada en el suelo. – comentó preocupada.

- ¿¡Qué!?

- No sé por qué le ocurrió eso, desde hace días está muy extraña. ¿Y si tiene algo grave?

- Ahora que lo dices, yo también la percibo extraña, pero no creo que tenga alguna enfermedad grave. Me gustaría revisarla para verificar que nada malo esté pasando.

- Ya se lo propuse y no quiere.

- Eso es porque se lo pediste tú, si se lo pido yo, mostrándome tan encantador y educado, va a ceder.

- Siempre diciendo barrabasadas...

- No te pongas celosa, yo veo a la princesa como una niña, como una hermana menor... yo solo tengo ojos para ti. – dijo, juntando su frente con la de la sheikah.

- ¡Basta, Azael! Mejor vamos a verla, además quiero que coma esta fruta, que es lo único que se le antojó.

Ambos jóvenes se dirigieron a la habitación de la princesa, pensando qué podría ser lo que estaba mortificándola, pero cuando abrieron la puerta, se impactaron en sobremanera, pues la joven no se encontraba en el sitio.

- Impa, ¿y la princesa?

- Ella estaba aquí...

La sheikah tocó la puerta del baño para ver si se encontraba ahí, y al no recibir respuesta decidió abrirla, comprobando, una vez más, que la joven tampoco estaba en ese sitio.

- ¡No está, Azael! ¡Zelda volvió a irse sin avisar! – exclamó horrorizada.

- ¡Por las Diosas! ¿Dónde habrá ido?

- No tengo idea, pero tenemos que encontrarla. Temo que su estado la traiga problemas, además ella sabe perfectamente que todavía no debe salir de aquí.

- Es cierto que ella no debe salir, pero ya no falta mucho para que el héroe elegido se enfrente a Ganondorf. Recuerda que ella debe ayudarlo con el poder de la luz que vive dentro de ella. – aclaró Azael.

- Sí, pero mientras ese momento no llegue, mi deber es resguardarla. Ese maldito desea absorber su alma entera para fortalecerse, el fragmento de la sabiduría no es lo único que le interesa. Lo sabes bien. – dijo Impa con firmeza.

- Es cierto, tienes razón.

Al ver como la angustia se apoderaba de su amada, Azael se acercó hacia ella y la tomó de los hombros para reconfortarla.

- Tenemos que resguardarla. Recuerda que yo prometí que te apoyaría en esto. Siempre has estado sola asumiendo tu destino, esta vez las cosas son distintas. – dijo, mostrándole una cálida sonrisa.

Ante las palabras de su compañero, la sheikah simplemente esbozó una sonrisa nada característica en ella, sintiéndose aliviada de tener apoyo en los momentos de incertidumbre.

- Vamos a buscarla, vas a ver que juntos la encontraremos.

- Gracias por tu apoyo, Azael. Salgamos de aquí cuanto antes.

Terminando de hablar, los jóvenes salieron en búsqueda de la princesa, rogando a las Diosas que nada malo pase con ella ahora que se encontraba vulnerable.

...

Después de un largo recorrido en el oscuro pasadizo, Link por fin había llegado a los terrenos de Lago Hylia.

El sitio estaba igual que como lo había dejado, con la única diferencia de que el puente que antes estaba en proceso de construcción, ahora estaba finalizado. Eso lo hizo sentir tranquilo, pues esta vez no tendría que nadar para poder llegar al otro lado.

- Por fin llegamos, Link. – dijo Navi.

- Si, el viaje fue tan largo, pero valió la pena. Ahora con la espada fortalecida no habrá nada que impida nuestra misión,

- Muy bien, ahora que estamos aquí, vamos a la casa del anciano para que te indique como llegar al desierto. – dijo Midna.

- Por cierto, ¿tú no vienes de allá? Perfectamente, podrías indicarnos cómo ir. – expresó Navi, dirigiéndose a la princesa.

- Es cierto, yo provengo de ahí, pero si llegué hasta acá fue gracias a la sombra de un murciélago y me trasladé hasta el bosque usando a ese tipo de animalejos. Ahora no cuento con ese apoyo, pues tengo que viajar con ustedes. Según lo que supe de mi antepasado, ella creó portales por todo el reino para moverse, pero debido a que olvidé ese importante detalle, no lo hice. – dijo Midna, mostrando malestar.

- Qué oportuna, princesita...

- ¡Cállate!

- Ya no peleen, vamos a la casa del señor Auru, debemos ir a buscarlo para que nos indique cómo llegar al desierto; y para ver a Epona, que espero que no se haya olvidado de mí.

- Ella jamás se olvidaría de ti, Link, es tu fiel amiga desde siempre. – aclaró el hada.

- Debo ser más agradecido con Epona, pues ha hecho que mi viaje sea lo más cómodo posible. Apenas la vea hablaré con ella.

- ¿A la yegua? No puedes hablar con los animales. – expresó Midna, con tono burlesco.

- Ella me entiende más de lo que piensas, además, me sorprende que digas eso, puesto que, según sé, tienes un lobo desde niña y es el mismo que cuida de tu hijo.

- Yo... es cierto, tienes razón. – mencionó la twili, aceptando su error.

- Bueno, es mejor que sigamos nuestro camino. Recuerdo que el señor Auru vivía por esa pequeña arboleda.

Siguiendo el camino de la arboleda, Link y sus acompañantes se dirigieron al sitio deseado, sin saber que un misterioso ser los seguía con sumo interés...

...

Sentada en uno de los árboles de la fresca arboleda, observando cada uno de los pasos del héroe elegido, se encontraba la princesa cubierta bajo su misterioso alter ego.

La joven sabía perfectamente que hizo mal en haberse ido sin avisarle a Impa, pero la preocupación por su amado era más fuerte. Ya habían ocurrido varias situaciones en las que la vida de él corrió peligro, y esta vez solo quería cerciorarse de que nada lo perjudique.

Por otro lado, el príncipe se había detenido un momento para ver qué camino debía tomar para llegar a la casa de Auru, sintiendo desde hace tiempo que estaba siendo observado, pero debido a lo alterado que estaba por culpa de su pesadilla, había decidido dejar esa sensación de lado.

- Link... siento que nos observan. – dijo Navi.

- ¿En serio? Yo siento lo mismo, pero no puedo distinguir si es amenazante o no.

Midna, sin tener que esforzarse mucho, supo perfectamente quien los estaba observando, causando que enseguida se pregunte la razón de la princesa de estar en ese sitio, sin embargo, para proteger su identidad, decidió incitar a que el príncipe se olvide del tema.

- Yo la verdad no siento nada, es mejor continuar.

- No, Midna, no es idea mía lo que siento. En serio, hay alguien cerca de nosotros.

Una vez que la princesa escuchó que estaba a punto de ser descubierta, los nervios la invadieron, quitándole toda capacidad de pensamiento. Intentó bajarse del árbol y alejarse, pero su alteración emocional causó que los mareos regresen a invadirla y hagan que, una vez más, se desvanezca en el suelo.

En ese momento, Link escuchó un ruido detrás de los arbustos, así que inmediatamente se acercó a averiguar qué pasaba. Midna lo detuvo en el camino.

- ¿A dónde vas? Por ahí no es el camino. – dijo Midna, aparentando calma.

- Escuché un ruido, debo ir a ver de qué se trata.

- Pero...

- ¡Puede ser un enemigo! ¡No olvides que siempre estamos en constante peligro!

Zafándose del agarre de la twili, Link se aproximó a los arbustos, siendo seguido por Navi; mientras que Midna realizó la misma acción, completamente nerviosa.

Una vez que despejó las verdosas ramas, se sobresaltó en sobremanera al ver al ser que estaba en frente.

- ¡Sheik!

El joven se agachó para tomar los brazos del desmayado sheikah de los hombros, y empezó a jalonearlo para que reaccione.

- ¡Sheik! ¿Qué te ha ocurrido? ¡Despierta, por favor! – exclamó preocupado.

A medida que el joven trataba de despertar a Sheik, un conocido aroma lo golpeó de lleno en su rostro, de la misma manera que le ocurrió aquella vez cuando fue empujado a sus brazos.

Aún impactado ante esa esencia, inconscientemente posó su mirada en una de las piernas del desmayado joven, en las cuales se encontraban varias dagas colocadas en una cinta de cuero alrededor de ellas. En ese momento, se detuvo a contemplarlas, sintiendo que ya había visto una de esas con anterioridad... y cuando lo descubrió, su corazón se paralizó por unos segundos.

El joven abrió su alforja y sacó el filudo objeto que había encontrado de manera misteriosa en la cabaña del Pico Nevado, lugar donde pasó con su amada, hermosos y apasionados momentos. Al comparar las dos armas y comprobar que eran exactamente iguales, un pensamiento estremecedor ocupó su mente. Era algo irreal e imposible de suceder, sin embargo, por más que se esforzara en sacárselo no podía.

Luego de comparar las dagas, observó con detenimiento el cubierto rostro del joven sheikah, el cual aún seguía inconsciente debido al desmayo. Fue entonces que tomó la decisión de descubrirlo para despejar de una buena vez las absurdas dudas que lo estaban consumiendo.

- Link, ¿qué vas a hacer?

Sin siquiera haber escuchado la voz de la twili, Link retiró la pañoleta que cubría el rostro del sheikah, mostrando por primera vez las finas facciones que este poseía.

- No puede ser...

Sin poder controlarse, desarmó la larga y dorada trenza que decoraba su cabeza, para luego palpar cada mechón de cabello que yacía desordenado a lo largo del césped, descubriendo que esa textura era única y conocida, y que su peculiar tonalidad no era un impedimento para analizar el resto de su imagen.

Su dulce semblante dormido, el que siempre lo había enternecido, era exactamente el mismo que lo acompañaba cada mañana que se despertaba. Con la yema de sus dedos, palpó la suavidad de sus mejillas, causando que esta acción le erice los dedos, de igual forma que le ocurría en el pasado.

Esas pequeñas acciones despejaron las dudas que tenía, las que causaron que en su corazón se forme la más dolorosa de las llagas. Quedó enmudecido, observando con impacto el conocido rostro que tenía en sus manos, sintiendo como el dolor de la traición se apoderaban de él.

- Link...

Se estremeció al escuchar tan conocida voz llamándolo, la que talvez en otras circunstancias hubiera causado regocijo en su corazón, pero ahora las cosas eran diferentes, pues lo único que lo ocupaba era el resentimiento.

- Zelda...

Al escuchar el llamado de su amado, la joven empezó a despertarse, sintiendo como su corazón se llenaba de felicidad al escuchar tan preciada voz llamándolo.

Por otra parte, Navi y Midna observaron impactadas aquella imagen. El hada simplemente no podía articular palabra, mientras que la twili se colocó una mano en la frente como signo de impotencia, pues ahora su amiga había sido descubierta de una manera inesperada.

Cuando la princesa abrió los ojos y se encontró con el rostro de su esposo, una ligera sonrisa se le dibujó en los labios, pero al recordar lo que estaba haciendo momentos antes, y al sentir la textura del traje que la cubría, esta se desvaneció para convertirse en una mueca de terror, causando que se separe de sus brazos.

- Link...

- ¿Cómo pudiste engañarme de esa manera? – preguntó Link, con voz quebrada.

En ese instante, los ojos de la princesa se humedecieron de manera tenue. Desde hace tiempo deseaba revelarle a su amado la verdad sobre su alter ego, sin embargo, nunca se imaginó que él se enteraría de esa manera.

...

Mientras tanto, los sheikahs habían llegado al Lago Hylia, sitio en el que pudieron localizar el aura de la princesa.

Sin perder tiempo y escabulléndose entre las sombras, los jóvenes se encaminaron a la arboleda donde percibieron a la princesa, rogando a las Diosas de encontrarla rápido, pues temían que por su debilidad no pudiera esconderse como era debido.

Una vez que llegaron al sitio deseado, notaron que la joven estaba cada vez más cerca de ellos, razón por la que aceleraron el paso.

Sin embargo, al llegar a donde ella se encontraba, sus pasos se paralizaron abruptamente, pues ahí se encontraba la princesa, bajo su esencia sheikah, con el rostro descubierto y en presencia de su esposo...

- No... puede ser. – dijo Impa, con voz entrecortada.

- ¡Por las Diosas! ¡El príncipe ya la descubrió! – exclamó Azael, espantado.

- ¡No grites, pueden descubrirnos! Ya sabía yo que esta salida iba a causarle problemas, debí ser más firme con ese tema. – exclamó la sheikah, enfurecida.

- Ya es tarde para que te lamentes. Solo ruega a las Diosas para que el joven héroe sea comprensivo con ella... aunque viendo su semblante, puedo notar todo lo contrario.

...

La princesa aún no salía del impacto de ver su esposo mirándola con resentimiento, todo debido a que había descubierto que ella y Sheik eran la misma persona.

- Link, déjame explicarte, por...

- Todo este tiempo estuviste tan cerca de mí. Me seguiste y me guiaste en cada uno de mis pasos en la búsqueda de las llamas sagradas, sin siquiera decirme nada. – dijo Link, resentido.

- ¡Todo tiene una explicación, te suplico que me escuches! – exclamó Zelda, desesperada.

No concebía el descubierto que su propia esposa, la mujer de su vida y en la que confiaba ciegamente, le había ocultado una cosa tan importante.

Sin poder evitarlo, los enojados ojos del príncipe se humedecieron mientras varios sentimientos contradictorios lo invadían sin piedad. Se sentía el hombre más estúpido del mundo, un simple juguete que su amada había utilizado para cumplir su misión.

Midna y Navi estaban perplejas, pero manteniéndose al margen de la conversación de la pareja de esposos.

- ¡Tú sabías lo desesperado que estaba por saber de ti, Zelda! – exclamó, con la voz entrecortada debido al dolor.

- Link...

El joven, dolido, se acercó a su esposa y la tomó despacio de los hombros para mirarla a los ojos con intensidad. De alguna manera se estremeció al ver la tristeza de su mirada, pero su herido orgullo no iba a ceder de ninguna manera ante eso. Ella lo había engañado ocultándole algo de mucha importancia.

- No hubo día ni noche en la que durmiera tranquilo pensando donde estarías, con qué clase de personas te relacionabas, si te encontrabas bien o si estabas alimentándote adecuadamente, y tenías con que abrigarte por las frías noches. No tienes idea cuánto te extrañaba, cuánto deseaba saber dónde estabas... mientras que tú solo te mantenías en el anonimato, burlándote del imbécil que estaba matándose por poder cumplir su misión para volver a verte. – expresó el príncipe, demostrando malestar en sus palabras.

- Mi amor, por favor, no digas eso. Sé que estás dolido por haberte ocultado que Sheik era mi alter ego, pero no podía hacerlo porque debía guardar silencio, pues los sheikahs siempre tenemos que actuar bajo el anonimato hasta culminar con nuestras misiones. Además, no quería que mi presencia interfiera con tu misión. – contestó Zelda, demostrando lo mal que se sentía ante la intensa mirada de su esposo.

- ¿Interfiera con mi misión? ¿Tan irresponsable me crees como para abandonar mi misión?

- Quiero que seas sincero conmigo. Si en nuestro primer encuentro te hubiera confesado quien era yo, ¿qué hubieras hecho? ¿Me habrías dejado ir apenas te supieras que era yo? ¡Sé honesto, por favor!

El joven se quedó en silencio ante esa acusación. Pudo haber respondido que la habría dejado ir sin problemas, pero poniéndose en esa situación, sabía que no iba a hacerlo, que de ninguna manera la iba a dejar irse de su lado.

- Ganondorf me tiene en la mira, si él me encuentra puede...

- ¿Puede qué?

- Puede... apoderarse de mi fragmento. Tú sabes que él los desea de manera enfermiza. – contestó, evadiendo las viles intenciones que tenía el rey del mal para con ella.

- Yo hubiera sido capaz de defenderte, jamás hubiera permitido que se acerque a ti.

- Las cosas no son tan fáciles, hubiera sido riesgoso para los dos.

- ¿Sabes lo que creo al escucharte? Que simplemente no querías que yo sepa tu paradero, y todo coincidió con el problema que tuvimos por mi supuesta infidelidad. ¿Acaso querías vengarte?

- ¡No puedo creer lo que estoy escuchando! Yo sería incapaz de hacerte algo como eso. ¡Me ofendes con tus palabras! – exclamó la princesa, indignada.

- Estuvimos juntos en el Pico Nevado por varios días. Pudiste habérmelo dicho en ese momento, pero simplemente te quedaste callada.

- Mi amor, perdóname...

- Con eso me doy cuenta de que esos días que pasamos juntos no significaron nada para ti, y viendo que las cosas son así... para mí tampoco fueron importantes. – expresó el joven, mostrando rabia en sus palabras.

...

Escuchando la discusión de la pareja, los sheikahs estaban sorprendidos y anonadados, sobre todo Impa, quien no podía articular palabra ante eso.

- Impa, al parecer la princesa te mintió.

- Sí, ya me di cuenta... y me cuesta creerlo. Creí que solo había ido a enfrentarse a ese sujeto, pero al parecer las cosas no fueron así. – expresó Impa, dolida.

- No te enojes con ella, debe haber tenido sus motivos.

- La princesa sabía perfectamente que no debía encontrarse con su esposo antes de tiempo. Arriesgó muchas cosas por su imprudencia.

- Es cierto, sobre todo por lo que acaba de decirle el príncipe. – dijo Azael, impactado.

- ¡Ya no pienso seguir de espectadora de esto, pues esta discusión se termina de una vez!

...

No podía creer las duras palabras que salieron de los labios de su amado. Su corazón se sintió destrozado ante ellas, y sin poder evitarlo las lágrimas que luchaba por retener salieron de sus ojos. Eso causó que su esposo se estremezca debido a la torpeza que había cometido.

- ¿Así que no fueron importantes? – preguntó la princesa, dolida.

- Zelda, yo no quise...

- ¿Cómo puedes decir eso después de todo lo que vivimos?

El remordimiento se apoderó completamente del joven héroe al ver a su amada llorar por su culpa, se maldijo a sí mismo por haber sido impulsivo y haberle dicho semejante ofensa.

- Yo no quise decir eso. – expresó, con sumo pesar.

- Ya fuiste muy claro. Ahora entiendo que nunca debí quedarme contigo esos días. Simplemente, me usaste a tu gusto como una estúpida. – reclamó la princesa, demostrando su dolor.

- ¡Eso no es cierto! Yo jamás te usaría, mi amor.

- ¡Princesa!

La joven, quien rápidamente se limpió las lágrimas al escuchar la conocida voz que la llamaba, se dio la vuelta para encontrarse con su mentora y su compañero. Mientras que Navi y Midna se escondieron entre unos arbustos.

Link se sorprendió enormemente al ver a las personas que aparecieron, haciendo que, por defensa, coloque su mano en su espada para desvainarla, pero al ver que la princesa no reaccionó mal, se tranquilizó.

- ¿Quiénes son ustedes? – preguntó Link con desconfianza.

- Mi nombre es Impa y mi compañero es Azael. Ambos somos individuos de raza Sheikah, y mi deber es velar por la seguridad de la princesa.

El príncipe se quedó en silencio analizando a los seres que tenía frente a él. Sabía que una mujer se estaba encargando de proteger a su esposa, pero no se imaginó que se trataría de una de ese tipo.

La princesa se mantuvo en silencio ante la aparición de Impa. Se sentía avergonzada de que la haya descubierto conversando con su esposo, aparte de que las palabras que este le había dicho la tenían profundamente dolida.

- Princesa, es momento de irnos. Es riesgoso que siga aquí, sobre todo en su estado. – dijo Impa.

- ¿En tu estado? ¿Te sientes mal? – preguntó Link a su esposa, preocupado.

- No es tu problema, Link. – contestó la joven con dureza.

- Zelda...

- Vámonos, Impa. Ya no tengo nada más que hablar con mi esposo.

Al ver que Impa se retiraba con su esposa, Link, inmediatamente iba a impedirlo, pero Azael lo detuvo.

- Alteza, con todo respeto, le pido que la deje ir.

- ¿Perdón? ¿Cómo puedes pedirme eso? Ella es mi mujer y no permitiré que se la lleven.

- Lo sé perfectamente, pero es riesgoso que la princesa siga aquí. Además, por lo que sé, ella no tiene deseos de hablar con usted.

Completamente enfurecido, Link tomó del cuello al joven sheikah por atreverse a hablarle de esa manera. Ante esa violenta acción, Zelda intervino para detenerlo.

- ¡Cómo te atreves! – exclamó el príncipe al sheikah.

- ¡Suéltalo, Link!

Al escuchar la petición de su esposa, el joven soltó al sheikah. Luego se dirigió a ella.

- ¡Ven conmigo, Zelda, no quiero que te vayas con esas personas!

- Tú no entiendes nada, yo no puedo ir contigo.

- La que no entiende, eres tú. Tu vida está en peligro, porque...

El príncipe se quedó en silencio ante las palabras que estaba a punto de decir. Lo que más temía era de que su contraparte encuentre a su amada y la lastime sin que él pueda evitarlo, por eso quería mantenerla a su lado para protegerla. Sin embargo, no sabía cómo explicarle a Zelda algo tan complicado, que una persona idéntica a él la estaba buscando; algo absurdo e irreal.

- No tengo por qué darte explicaciones, simplemente vendrás conmigo. – expresó Link, con firmeza.

- No iré contigo, no puedes obligarme.

- ¡Tú eres mi esposa y harás lo que yo digo!

- ¡Eso no te da derecho a nada! Nunca te has comportado de esta manera conmigo, tan desubicado y alterado. Con eso me doy cuenta de que todas estas pruebas por la que has pasado no te cambiaron para bien, sino todo lo contrario.

Ante esas palabras, el joven se dio cuenta de que la impulsividad le estaba ganando el juicio. Lo único que estaba logrando debido a su descontrol era decepcionar a la mujer que amaba y eso lo hacía odiarse a sí mismo.

Sin decir ninguna palabra, la princesa se soltó del agarre de su esposo para dirigirse hacia donde se encontraban los sheikahs. Posterior a eso, caminó con ellos hasta las sombras y se desvaneció del lugar sin dejar rastro.

Link estaba impactado por la fuerte discusión que tuvo con su amada, arrepentido de haberse comportado mal con ella. Lo que menos quería en el mundo era verla llorar, sin embargo, él fue el causante de aquello.

Al sentir la ausencia de personas, Midna y Navi se acercaron hacia él. La twili estaba indignada con el comportamiento que el joven había tenido con su esposa, y ante aquello no se quedó callada.

- ¡Eres un reverendo idiota! ¿¡Cómo pudiste hablarle a Zelda de esa manera!? ¡En vez de haberla entendido simplemente la juzgaste y le dijiste una sarta de estupideces!

- Sé que no debí hacerlo, pero ella me ha estado mintiendo, no confió en mí. Todo este tiempo pudo haberme contado sobre su alter ego y simplemente guardó silencio.

- ¡No podía decirte nada porque eso era parte de su misión! ¡Ella siempre estuvo mortificada por ocultarle algo como eso!

- ¡Espera...! ¡Espera un momento! ¿Por qué dices eso? ¿¡Acaso lo sabías!?

La twili se dio cuenta de la imprudencia que había cometido, pero ahora que había hablado, no iba a negarlo.

- Sí, yo lo sabía... pero Zelda me pidió que guarde silencio y por eso no te dije nada.

- Link, ¿recuerdas la primera vez que nos encontramos con Sheik? Bueno, ese día él se me hizo conocido, pero ahora que vi que se trataba de la princesa, recordé que tu vida pasada ella realizó la misma misión. Cubrirse bajo ese alter ego para que Ganondorf no la encuentre.

Al escuchar la revelación de sus amigas, la enervación de Link creció aún más. Ahora se sentía como un completo idiota, ignorante de todo lo que lo rodeaba.

- ¡Todo este tiempo he viajado con unas traidoras! – exclamó enfurecido.

- Link, ¿por qué nos dices eso? – preguntó el hada.

- Navi, tú, como siempre, tan oportuna olvidándote de las cosas importantes, mientras que tú, Midna, poco te importó mi angustia al no saber dónde estaba mi esposa.

- ¡No somos unas traidoras! La rabia está haciendo que nos ofendas, hasta con el hada te desquitas que no tiene la culpa de haberse olvidado.

- Link, lo siento... – expresó Navi, entristecida.

Link ya no sabía qué hacer o qué decir. Una mezcla de horribles emociones lo estaban consumiendo, y eso, sumado a sus miedos internos referentes a todo lo que le esperaba.

Sin decir palabra alguna, dejó a sus compañeras de lado y se dirigió a salir de la arboleda. En ese momento lo único que deseaba era estar solo...

...

Los Sheikahs, junto con la princesa, ya habían regresado al Templo de las Sombras. La joven, debido a la impresión que había sufrido debido a la discusión con su esposo, volvió a sentir malestares. Con ayuda de sus compañeros pudo llegar hasta su habitación para restablecerse.

Una vez que la joven llegó hasta su cama, Azael se retiró para dejarla con Impa a solas, pues tenían mucho que conversar.

Impa, sin decir palabra alguna de lo ocurrido, le dejó el desayuno que no había comido en la mañana, pues intuía que a eso se debía la debilidad que estaba presentando.

Zelda notó que su amiga estaba muy silenciosa y casi no la miraba. Eso la hizo sentir profundamente mal, pues sabía que podía sentirse enojada debido a que le había mentido.

- Impa...

- No tiene por qué explicarme nada, princesa. Usted ya es una mujer adulta y es dueña de sus propias decisiones.

- Sé que no debí mentirte, lo siento. – expresó, sintiéndose apenada.

- La verdad, no debió hacerlo, fue muy irresponsable de su parte, pues pudo haber arriesgado tanto su vida como la de su esposo. Usted conocía perfectamente cómo debía manejarse y rompió ese código a pesar de que conocía la seriedad del mismo. – contestó la sheikah, mostrando seriedad.

- Yo...

- Me retiro para que descanse.

Completamente seria, la sheikah se retiró de la habitación de la princesa. Quería dejarla para que piense en todo lo que había ocurrido.

Zelda, ahora que estaba sola, se entregó libremente al dolor que la estaba consumiendo. No solo se sentía mal que su compañera se había decepcionado de ella, sino por la fuerte discusión que tuvo con su esposo.

...

La intensidad y belleza de la luna llena se reflejaban en las cristalinas aguas del lago Hylia, mientras que las estrellas la rodeaban desde diferentes distancias.

Link estaba sentado a la orilla de las cristalinas aguas, reflexionando en todo lo que había pasado hace unas horas. El hecho de que su esposa le haya ocultado algo tan importante, lo tenía profundamente resentido, pero al mismo tiempo, se sentía arrepentido por haber sido grosero con ella y haber terminado la discusión en malos términos. No podía perdonarse el haber hecho sufrir a la mujer que amaba más que a su propia vida.

Sin poder evitarlo, sus ojos soltaron unas cuantas lágrimas debido a la rabia y la impotencia, pues a pesar de la distancia, la relación que tenía con su amada era buena, pero con lo que había ocurrido las cosas se habían convertido en algo desastroso.

Otra cosa que lo tenía avergonzado es la manera en la que se había comportado con sus compañeras al culparlas de todo. Por un lado, Midna tenía que guardar silencio debido a la petición de su esposa, pero por otro, Navi no tiene la culpa de haberse olvidado de un detalle tan importante, pues durante ese tiempo de reflexión, recordó que en su vida pasada había conocido a Sheik y le había reclamado al hada por lo mismo que a él le ocurrió.

- Fui un imbécil, nunca debí decirle eso. La lastimé horriblemente. – expresó el joven, pensando en su princesa con pesar.

Sin haber sido llamada, el espíritu de la Espada Maestra salió al percibir el malestar de su amo, por lo que decidió reconfortarlo de la manera que ella conocía.

- Amo Link, le sugiero que se recomponga cuanto antes, no es bueno que desgaste sus energías de esa manera.

- No me comporté bien con Zelda, Fi, le dije cosas sumamente duras. Además, fui grosero con Midna y Navi.

- No hay nada que la comunicación no pueda resolver. Simplemente, acérquese a ellas y manifiéstele su pesar. Y referente a la princesa Zelda, le aseguro que los problemas entre ustedes se arreglarán.

- No sé si ella pueda perdonarme...

- Las probabilidades de que lo haga son sumamente altas, pues ella y usted están unidos por un lazo que es irrompible... mucho más ahora.

- ¿Ahora? No creo que las cosas sean así, sobre todo por la pelea que tuvimos.

- Es mejor que se levante y se restablezca, mientras más rápido inicie su siguiente viaje, podrá volver a verla y disculparse con ella. Varias veces ha mencionado que todo lo que hace es por su esposa, así que demuéstrese así mismo que eso no ha cambiado a pesar de las circunstancias.

A pesar de no mostrar emoción alguna, las palabras del espíritu de la Espada Maestra animaron al joven héroe. No iba a estancarse en todo lo que había logrado por emociones inútiles, él iba a seguir con su misión y de esa manera demostrarle a su princesa que su amor por ella no había cambiado, y que las cosas que le había ocultado no significaban nada para impedir eso.

Poniéndose de pie, fue de regreso a ver a sus compañeras, pidiéndole a las Diosas que por lo menos ellas lo perdonen.

...

Una vez que el príncipe llegó a la arboleda, Midna y Navi estaban sentadas encima de un árbol. Al notar la presencia del joven, bajaron inmediatamente, pues vieron que este tenía intenciones de hablar con ellas.

- Link, perdóname por haberme olvidado, por favor. – expresó Navi, entristecida.

- Ninguna de las dos debe pedirme perdón, soy yo el que debe disculparse por la manera en la que les hablé, pues también fue mi responsabilidad no haber recordado ni entendido aquello sobre Zelda. Espero sepan entenderme.

- ¡Qué bueno que reflexionaste, Link! ¡Me alegra oír eso! – exclamó Navi, contenta.

- Vaya, me has sorprendido al haber cedido. Ya no tienes nada de que preocuparte, pues todo está olvidado. – dijo Midna.

- Gracias por su comprensión, amigas.

- Bueno, es mejor que vayamos a la casa de ese señor, debes ir a recoger a tu yegua y adentrarte al desierto cuanto antes.

Sintiéndose tranquilo de que por lo menos había conseguido el perdón de sus compañeras, Link siguió su camino a la casa de Auru. Estaba dispuesto a salir de viaje esa misma noche, pues ahora más que nunca tenía deseos de cumplir rápidamente con su misión.

...

Luego de seguir por un largo camino, Link llegó al hogar del mentor de la princesa. El sitio era más grande de lo que se había imaginado, pues era una gran casa rodeada por un enorme jardín, en el cual una alta torre estaba ubicada en uno de los extremos.

En el verde pasto, a unos pasos alejados de él, se encontraba la fiel Epona pastando tranquilamente. Al ver a su yegua después de mucho tiempo, Link corrió a paso apresurado a encontrarse con ella, la cual al escuchar a su amo llamándolo, se encaminó a su encuentro para abalanzársele encima y demostrarle la felicidad que sentía al reencontrarse con él después de tanto tiempo.

- Epona... – susurró, mientras la abrazaba del cuello.

La yegua solo respondió por medio de un ligero resoplo. Al igual que el príncipe, se sentía feliz de volverlo a ver.

- Temía tanto que te hayas olvidado de mí. Perdóname por haberte abandonado tanto tiempo, pero desde ahora ya no nos separaremos y seguiremos viajando juntos. Yo... me siento muy agradecido por tenerte conmigo, de no ser por ti este periplo hubiera sido más que complicado. Has sido un gran apoyo para mí, mi querida Epona.

La yegua movió sus patas en el suelo en símbolo de alegría, pues a pesar de que se encontraba en un lindo lugar, donde comodidades no le faltaban, estaba feliz de saber que volvería a viajar con su amo... pero a pesar de la alegría que la invadía, pudo percibir que el príncipe estaba entristecido, por lo que le dio un lametón en la cara, demostrándole que no le gustaba verlo así.

El príncipe, al tener una gran conexión con su fiel compañera, supo que esta había percibido su tristeza, por lo que decidió contarle lo sucedido.

- Veo que notaste que me siento apenado. Lo que pasa es que me encontré con Zelda y descubrí algo que no me agradó.

La yegua alejó un poco su cabeza de su amo y lo miró a los ojos con detenimiento para escucharlo.

- Ella y yo estuvimos juntos hace poco y fueron los días más maravilloso de mi vida... pero debido al enojo, le dije que ese tiempo no significó nada para mí. Sé que fui un idiota, pero lo dije sin... ¡Auch!

La yegua, al saber que su amo había ofendido a su esposa, a la cual apreciaba muchísimo desde el momento en el que abogó por ella el día que fue rescatada, mordió y haló uno de los mechones de cabello del joven, para luego resoplar con fuerza en su cara. Demostró el enojo que sintió con su actuar.

- Vaya, veo que eres más inteligente de lo que pensaba. Merezco que me hayas mordido, pues tienes razón, no debí actuar de esa manera, pero como te dije todo fue por la rabia que sentí en ese momento. Tú sabes que la amo con mi vida, lo has percibido por como la cuido y nos relacionamos cuando salimos de paseo contigo. Te prometo que una vez que me encuentre con ella, le pediré perdón de rodillas si es necesario. – expresó el príncipe, con profunda devoción.

Epona pudo percibir arrepentimiento en las palabras de su amo, sabía que a pesar de que actuó impulsivo, su corazón era noble y no se sentía contento al haber lastimado a la princesa. Al verlo de esa manera, colocó su pata alrededor de su cintura para abrazarlo, mientras que Link le correspondió de la misma manera.

Midna y Navi vieron desde la lejanía la interacción de Link con su yegua, riéndose de vez en cuando al ver todo lo que ocurría a medida que conversaba con ella. Poco después, se escondieron rápidamente en sus respectivos lugares, pues a lo lejos vieron como el maestro Auru observaba a Link y a la yegua con sumo interés, para luego acercarse a donde se encontraban.

...

Comentarios finales:

Bueno, después de mucho tiempo, Link descubrió la identidad de Sheik, y como era lógico se sintió terriblemente engañado por aquello... pero las cosas entre ellos se arreglarán más rápido de lo que piensan, pues muy pronto volverán a reunirse de una manera poco usual.

Sin más que decir, espero que este capítulo les haya gustado.

Un abrazo ^^

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