41. Reanudando el camino
El astro rey se ocultaba en el horizonte de las gélidas tierras del Pico Nevado, dándole al cielo esa coloración tornasol que causaba una mezcla de alegría y melancolía a quien lo contemplase.
Siendo partícipes del espectáculo, estaba la pareja a unos pocos metros de la cabaña, sentados encima de un tronco caído que se encontraba en el sitio, mientras se abrazaban y compartían una suave cobija de lana. Link había formado una fogata para que él y su amada pudieran calentarse.
El príncipe había localizado una superficie de hielo frágil donde se podían visualizar varios barbos nadando debajo, así que usando su espada rompió el frágil suelo para luego ubicar la caña de pescar en medio de unas rocas para que se sostenga, esperando que algún pez cayera en la trampa. Finalizada su acción, se dirigió a sentarse con su esposa en el tronco para conversar.
Juntos habían pasado una mañana y tarde maravillosas, donde una vez más los juramentos de amor se convirtieron en los testigos del eterno lazo que los unía, haciendo que desaparezcan las inseguridades que sentían debido a las duras pruebas que aún les tocaba enfrentar.
- Guardaré este hermoso día en lo más profundo de mi corazón. – dijo la joven, sintiéndose dichosa.
- Quise que tengas un cumpleaños feliz a pesar de no estar en la capacidad de organizarte algo importante. – contestó el príncipe, sintiéndose un poco apenado por no darle a su esposa lo que merecía.
- No necesito de esas cosas, reconozco que las fiestas son divertidas, pero nada se compara a estar contigo viendo esta hermosa puesta de sol.
La princesa, una vez más, se puso a contemplar el anillo que su esposo le había regalado. Desde siempre había estado rodeada por las joyas más lujosas por su alto rango, ya sea porque sus padres u otros nobles, con los que se había relacionado, se las habían obsequiado, sin embargo, ninguna se comparaba a la de su amado, pues aparte de ser exquisitamente bella, simbolizaba el compromiso de amor entre ambos.
- Veo que te ha gustado mucho el anillo. – dijo el joven, complacido.
- Es hermoso, simbolizan las valiosas palabras que me dijiste en este día.
- ¿Sabes una cosa? Shad tuvo mucho que ver en esto. Él pulió la piedra y el oro que lo forman.
- ¿En serio? Ahora recuerdo que su padre se dedicaba al negocio de la orfebrería. Era muy próspero.
- Una de las razones por las que me quede en Villa Kakariko fue para a ayudarlo a salir de la banca rota. Gracias a mis conocimientos pude ayudarlo, y en agradecimiento él creó la joya usando el Objeto Perdido de la Diosa.
- ¿Objeto Perdido de la Diosa? – preguntó sorprendida.
- Sí, me dijo que perteneció a una antigua Diosa cuyo nombre desconocía, pero que su tipo estaba completamente extinto. Nadie tiene tu anillo, Zelda, pues esta piedra es única e irrepetible, al igual que tú. – respondió, dándole a su amada una tierna caricia en el rostro.
A medida el joven relataba la historia de la piedra, la princesa se la quedó observando con sumo interés. No era la primera vez que tenía en sus manos un objeto como ese, el cual estaba íntimamente relacionado con ella y con su príncipe. Sin embargo, la memoria la seguía traicionando, pues todo lo que tenía que ver con la relación entre ellos no lograba recordar.
Luego de dejar sus pensamientos de lado, vio que el joven portaba la ocarina en sus manos, mientras la limpiada cuidadosamente con una franela.
- La ocarina... ¿Puedo verla? – preguntó Zelda, estirando la mano para que Link se la dé.
Una vez que el joven le entregó la ocarina a su esposa, ella se puso a observarla detenidamente. Algunos recuerdos de su pasada vida relacionados con el instrumento comenzaron a invadirla; y sin poder visualizar algunos de ellos de manera clara, le hicieron sentir una mezcla de felicidad y angustia al tenerlos. Trató de controlarse para no preocupar a su amado.
- Ahora que sé usarla, voy a entonar para ti la canción que bailamos en nuestra boda. Disculpa si no me sale tan bien como a ti con el violín, pero deseo darte ese pequeño detalle. – dijo el príncipe.
Link tomó el instrumento y comenzó a entonar la hermosa melodía. La princesa se maravilló inmensamente por ver al hombre que amaba entonar su canción favorita. Por un momento deseó sacar su preciada lira y acompañarlo, pero se contuvo a hacerlo por razones obvias.
No pudo evitar sentir un poco de nostalgia al escuchar cada nota de la música, siempre que la tocaba en el violín le ocurría eso, pero en esos momentos su felicidad estaba por sobre cualquier cosa.
Una vez que el príncipe finalizó la melodía, la joven le agradeció besando sus labios con delicadeza.
- Gracias, mi amor. La tocaste maravillosamente, no cometiste ningún error.
- He aprendido a tocarla en poco tiempo, cosa que me sorprende de mí mismo, pues la clase de música nunca fue mi fuerte cuando era estudiante. – confesó el joven, sintiéndose un poco avergonzado.
- Cuando regresemos a nuestro hogar te enseñaré a leer notas musicales. No es tan difícil como parece.
El joven estrechó con más fuerza a su amada entre sus brazos y le dio un tierno beso en la frente. Luego continuó acariciando su rostro.
- Muchas gracias, pero eso no es lo único que deseo hacer contigo.
- ¿Ah?
- Una vez que todo esto termine, prometo que nos iremos a un largo viaje, tú y yo solos. Quiero que conozcamos lugares ajenos a Hyrule, que nos relajemos y nos dediquemos únicamente a nosotros. Será como una segunda luna de miel, solo que esta tendrá más situaciones que la anterior, claro está. – dijo el joven, sonrojándose.
- Será un placer viajar contigo una vez más. – contestó, sonriendo.
Luego de que la joven le respondió a su esposo, este empezó a observarla detenidamente. Se sentía muy feliz de tenerla junto a él, de poder abrazarla, besarla y decirle lo mucho que la amaba de manera directa, pero sobre todo, poder protegerla de cualquier cosa que quisiera dañarla... y fue en ese instante que, de un momento a otro, su regocijo se vio afectado.
Zelda notó el brusco cambio de semblante que había tenido su amado, así que inmediatamente le preguntó la razón.
- Mi amor, ¿qué te ocurre? – preguntó preocupada.
El joven se quedó en silencio unos segundos ante la pregunta de su esposa, luego decidió contestarle con determinación.
- Zelda... ya no quiero que sigas en esto. – dijo con seriedad.
- ¿Qué?
- Ya no quiero que estés involucrada en toda esta lucha. Desde ahora voy a encargarme de todo.
- Link...
- ¡No voy a permitir que salgas lastimada! No me perdonaría si Ganondorf llega a hacerte daño. – exclamó el joven, consternado.
- Espera... no puedes impedirme eso. Así como tú, yo tengo un destino que cumplir. – contestó seria.
- Voy a enviarte a una tierra lejana, una donde nadie pueda encontrarte. Ahí estarás escondida hasta que derrote a Ganondorf; cuando acabe con él iré por ti.
- Pero Link...
- ¡No me contradigas, Zelda! Ya tomé una decisión y pienso cumplirla, te guste o no. – ordenó el joven, con descontrol.
A pesar del enojo que mostró en sus autoritarias palabras, el dolor y la desesperación se hicieron presentes en la mirada del héroe elegido, haciendo que su esposa lo perciba y se sienta entristecida. Era imposible que ella huya de su destino, escondiéndose no iba a impedir que el Rey del Mal la encuentre. De ninguna manera iba a dejar a su esposo solo con la pesada carga que debían compartir para impedir la destrucción de su sagrada tierra.
Posando sus manos en su rostro, juntó sus labios con los de él en un cálido y tierno beso, tratando de confortar la consternación que sentía en su alma.
- Mi amor, tú y yo debemos estar unidos siempre, no solo para amarnos, sino también para luchar juntos contra Ganondorf. Ninguno de los dos saldrá triunfador por separado, pues el enlace de nuestras almas es el único que nos dará la fortaleza para triunfar. – aclaró, dándole a su amado una sonrisa.
- Princesa, solo quiero protegerte. – dijo entristecido.
- Lo sé y te lo agradezco infinitamente, pero enviándome lejos no solucionarás nada, al contrario, solo complicaría las cosas con Ganondorf, yo sé porque te lo digo. Yo deseo luchar junto a ti y que ambos seamos el soporte del otro; al igual que tú, me he entrenado y preparado todo este tiempo para cuidarte y protegerte de todo mal. Confía en mis palabras, por favor, no olvides que cuando nos casamos juramos ante el altar que estaríamos juntos en las buenas y en las malas.
De alguna manera la suave voz de su princesa consiguió calmar la angustia que su corazón sentía. La tranquilidad le permitió pensar las cosas con cabeza fría, pues la sobreprotección que quería otorgarle solo podía complicar las cosas, tanto para ella como para él.
Decidió dejar sus pensamientos de lado y abrazarla con fuerza, agradeciéndole no solo el consuelo que le estaba brindando, sino la seguridad de saber que podía contar con ella y que juntos cargarían con el dolor y las penas del otro.
- Perdóname, mi amor, no quise alzarte la voz ni ser autoritario contigo, pero en serio tengo miedo de que salgas lastimada, por esa razón se me ocurrió enviarte lejos... pero tus palabras me han reconfortado y ayudado a reflexionar. – contestó, sintiéndose avergonzado por tu actitud.
- No te preocupes, al igual que tú, siento la misma desesperación, pero he decidido no pensar en eso y centrarme únicamente en la felicidad de estar contigo. Has hecho de este día maravilloso e inolvidable, eso es lo único que me tiene feliz ahora.
- No quiero que te vayas, quisiera que estos momentos sean eternos.
- Yo deseo lo mismo, mi amor, pero como te dije no sé qué día exactamente me iré, solo sé que aprovecharé al máximo el tiempo que estoy pasando contigo... sin pensar en el futuro.
Link se acercó a su esposa para besarla apasionadamente. A pesar de la tristeza, estaba decidido a pasar con su amada el mayor tiempo posible.
Siguieron besándose con la vehemencia que los caracterizaba, hasta que un sonido interrumpió su placentera acción.
- Disculpa, pero al parecer un pez ya mordió el anzuelo. Iré a tomarlo antes de que se escape. – dijo, sintiéndose internamente molesto por la interrupción.
El joven se dirigió a la caña de pescar, mientras que la princesa se quedó observando el horizonte. De repente, una extraña energía la hizo estremecer, y fue entonces que su mirada se dirigió a la Espada Maestra.
- Solo un poco... espera un poco más.
...
Las estrellas se encontraban iluminando los arenosos terrenos del Patíbulo del Desierto, y en uno de los balcones de la centenaria edificación estaba el Señor de los Demonios.
Una enorme emoción invadía a su malévolo espíritu al mismo tiempo que la macabra sonrisa que lo caracterizaba se posaba en su rostro, pues su plan de poder acceder a la portadora del alma de Hylia estaba resultando mejor de lo esperado.
Haciendo uso de sus grandes poderes, pudo provocar que la princesa tenga horrendas pesadillas en las que visualizaba a su amado sufrir frente a sus ojos, sin que ella pueda hacer nada para evitarlo; en cada él aparecía burlándose con sorna de su dolor, deleitándose con las amargas lágrimas que resbalaban de sus mejillas y en los reclamos de la joven hacia él por ser el causante de su desdicha.
- Por más poderosa que sea esta mocosa, al final de todo se dejó llevar por los sentimientos. ¡Qué repugnancia! Definitivamente, los seres que tienen el corazón por sobre la razón son los más débiles y patéticos de este mundo. – dijo asqueado.
Empezó a reírse a carcajadas producto de sus propias palabras, pues lo que consideraba una debilidad por parte de la joven, representaba una enorme ventaja para cumplir con sus planes de capturarla y entregarla en bandeja de plata a su amo. Estaba complacido solo de imaginarse de que Ganondorf lo pondría sobre un pedestal por semejante hazaña.
- Mi búsqueda está a pocos días de llegar a su fin. Prepárate, Hylia, tu verdadero destino está a punto de cumplirse...
...
Días de inmensa felicidad transcurrieron en la cabaña abandonada del Pico Nevado, donde la pareja vivió a plenitud el tiempo que las Diosas les habían regalado para estar juntos.
En las mañanas salían a caminar por los campos de nieve, donde conversaban y se reían de temas triviales; de sus bocas no salía nada relacionado con su destino, simplemente se comportaban como una pareja cuya única atadura era el inmenso amor que sentían el uno por el otro.
Al llegar la noche las palabras sobraban, pues estas eran reemplazadas por la exquisitez de los gemidos de ambos, entremezclándose en sus aceleradas bocas que suplicaban desesperadamente acabar con la sed de placer que los consumía. Los besos y las caricias eran los encargados de calmar la ansiedad de amor y pasión que los embargaba, siguiendo el recorrido que los llevaba a la cúspide del éxtasis.
Sin dejarse llevar por el agotamiento provocado por la intensidad del encuentro, la dulce caricia de sus bocas entrelazadas eran las únicas que lograban calmar los fuertes latidos de sus corazones, hasta que finalmente se quedaban dormidos, aferrados a la calidez que ambos se brindaban.
Link se durmió abrazando a su esposa, mientras que ella se tardó un poco en conciliar el sueño. Fue en ese instante que este se vería perturbada por una de sus más grandes mortificaciones...
***
Se supone que debería estar dormida y bajo la protección de los brazos de mi amado. No entiendo en qué momento me trasladé a los campos del Pico Nevado, tan alejados de la cabaña.
Me pongo a caminar sin rumbo fijo, sintiendo como los nervios comienzan a invadirme. No importa a que dirección dirija mi mirada, lo único que me rodea son las lejanas montañas de hielo, las que no me sirven como referencia para regresar a donde se encuentra mi esposo.
De repente, una sonora carcajada se hace presente en el entorno, causando que mi cuerpo se paralice debido al terror que me causa con solo escucharla; dándome cuenta unos segundos más tarde que no es la primera que me siento de esa manera, pues ese ensordecedor ruido ya lo había escuchado antes.
Sin previo aviso, ante mí se aparece la peor de mis pesadillas, el sadismo y la maldad representados en un solo ser, y el causante de uno de los dolores más grandes que mi alma podía recibir, pues hería al hombre que amaba en mi presencia, mientras no podía hacer nada para evitarlo.
- Tú...
- La peor de tus pesadillas puede volverse realidad... y solo tú puedes evitarlo. Observa detenidamente a tú alrededor, pues aquí te estaré esperando.
Luego de esas palabras volvió a invadir el ambiente con esa macabra risa que tanto detesto. Por fuera no demuestro ni un ápice de intimidación ante él, sin embargo, por dentro siento como mi corazón se despedaza lenta y dolorosamente, temiendo que este sujeto atente contra la vida de lo más puro y maravilloso que tengo en la vida... y eso no pienso permitirlo bajo ninguna circunstancia...
***
La princesa se levantó de la cama, liberándose del agarre en el que su esposo la tenía. Las lágrimas y los ahogados sollozos no tardaron en hacerse presentes en la tranquilidad de la cabaña, provocando que el príncipe se despierte confundido por lo que estaba ocurriendo.
- ¿Qué pasa, Zelda? ¿Por qué estás llorando? – preguntó impactado.
- No es nada, solo tuve una pesadilla sin importancia. – contestó, intentando calmarse.
- Si te tiene así debe ser importante. ¿Deseas contarme?
- No, por favor, prefiero no hablar de eso. Además, ya no recuerdo mucho sobre qué trataba.
Link decidió no seguir haciendo preguntas, simplemente atrajo a su esposa a su pecho y la abrazó para reconfortarla. La princesa lloró en silencio mientras su amado la rodeaba con sus brazos, pues sabía perfectamente que el momento de alejarse había llegado.
Luego de unos minutos se separó del joven y tomó su rostro para mirarlo a los ojos, tratando de camuflar la tristeza que sentía y regalarle la mejor de sus sonrisas.
- Te amo. – dijo Zelda
- Yo también te amo. – retornó Link.
- Nunca olvides que no importa cuánto tiempo estemos separados. Volveremos a reunirnos.
Link se extrañó por las palabras de su esposa. Inexplicablemente, sintió una dolorosa punzada en el pecho, como un presentimiento de que un inmenso dolor se aproximaba para él.
- ¿Por qué me dices eso? – preguntó preocupado.
- Porque deseo convertirme en tu fortaleza, así como tú eres la mía.
Luego de una última caricia en el rostro de su amado, se acercó a sus labios para besarlos con extremo apasionamiento. A medida que el príncipe correspondía, el cansancio se iba apoderando de su cuerpo, hasta que, sin haber podido evitarlo, cayó dormido sobre el pecho de su esposa.
Muy a su pesar, Zelda tuvo que recurrir a sus poderes para dormir al príncipe y que no note su ausencia; la única manera en la que pudo conseguirlo, sin levantar sospechas, fue usando sus encantos y besándolo de la manera en la que a él le gustaba. Esa acción no la tenía contenta, se sentía muy deshonesta al haber recurrido a ese método, pero debido a las circunstancias no tuvo otra opción.
Luego de que recostó a su esposo en la cama y lo cubrió con las mantas, sacó un papel para escribir unas palabras, las que guardaban toda la tristeza que sentía, pues estas se reflejaban en las lágrimas que empezaron a salir de sus azulinos ojos de manera desorbitada.
Una vez finalizó su escritura, colocó la nota entre los dedos del príncipe y comenzó a vestirse con prisa. Se cubrió con su larga capucha y abrió la puerta de la cabaña para emprender su retirada... pero antes le dio una última mirada al responsable de los días más felices que había pasado en el último tiempo.
- Perdóname, Link.
Limpiándose las lágrimas por última vez, cerró la puerta y se encaminó al lugar que había visualizado en su sueño. Sabía perfectamente contra quién se iba a enfrentar....
...
Luego de un largo y agobiante recorrido, la princesa llegó al lugar que visualizó en sus pesadillas. Era tal y como lo había visto, lúgubre y con los árboles más aterradores y bizarros rodeándolo.
Se mantuvo impactada, observando el panorama, hasta que sintió que una presencia estaba acercándose a ella; no dudó un instante en saber de quién se trataba.
- Buenas noches, Alteza.
Al escuchar la voz dirigirse a ella, se dio la vuelta para encontrarse con el causante de todos sus males. Uno de los seres más despiadados con el que se había relacionado en su vida pasada, y ahora, se encontraba frente a ella brindándole una de esas mordaces sonrisas.
- Grahim...
- Vaya, pero qué honor que su magnificencia me recuerde. Créame, yo tampoco la he olvidado en lo absoluto.
El Señor de los Demonios comenzó a analizar detenidamente a la joven que tenía frente a él. Era la primera vez que se encontraba con la princesa desde que regresó a la vida gracias a su amo. En su cabeza solo estaba la imagen de una adolescente de cabellos dorados a la que tuvo que buscar incansablemente por las tierras inferiores. Ahora delante de él estaba una mujer joven, pero al mismo tiempo altiva y madura, con una mirada de frialdad hacia su persona. Si bien podía percibir que el alma de Hylia estaba presente en la actual Zelda, en físico era distinta.
- Debo reconocer que tu elegancia y gran belleza me han cautivado, eres una mujer en todo el sentido de la palabra. Espero que te des por bien servida con mis halagos, pues un ser de tal hermosura y categoría como yo no reconoce otros encantos que no sean de mi pertenencia.
- ¡Ahórrate tus adulaciones, no las necesito! ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué me has estado molestando todo este tiempo? – preguntó Zelda, enfurecida.
El villano comenzó a reírse a carcajadas a raíz de las preguntas de la princesa, se sintió orgulloso de ver que todo estaba saliendo como lo había planeado.
- ¿Eres tan tonta que ni siquiera te has dado cuenta? Me sorprende que una mujer como tú no sepa la respuesta.
La joven solo permaneció en silencio ante las palabras del Señor de los Demonios, alerta a la continuación de su diálogo.
- No hay nada más patético en este mundo que la dominancia de los sentimientos por sobre la razón. Solo los estrategas son capaces de cumplir con sus objetivos, y tú rompiste esa regla de la peor manera. Conozco la gran devoción y el irrompible lazo que tienes con el bastardo del Héroe Elegido por las Diosas. Las pesadillas que te causé fueron para que salgas de la madriguera en donde te estabas escondiendo, pues por alguna extraña razón, ni mi amo ni yo hemos podido encontrarla; y mira, no me equivoqué, causé tanta desesperación en ti que no dudaste en venir a buscar a tu esposo, que sé muy bien que se encuentra deambulando por aquí en búsqueda de la llama sagrada.
El sonar de la ventisca se apoderó del ambiente, causando un gran estremecimiento en la joven, pues las palabras de Grahim la habían impactado. Para ella no era nada nuevo enterarse de que el Señor de los Demonios era el causante de sus perturbaciones, pero jamás se imaginó que todo lo había planeado con el único fin de que ella se revele al exterior. Al mismo tiempo, no pudo evitar sorprenderse por una contradicción que este le había dicho, pues al parecer el villano desconocía que ella había estado con su esposo todo ese tiempo, lo que fue un alivio para ella, ya que si este creía que aún se encontraba en su travesía, no iba a hallar la cabaña en donde descansaba. Lo que ahora la preocupaba y la hacía sentir la más ingenua de todas las mujeres, es que había caído en su trampa. Ahora debía idear un plan para escapar de las garras de su enemigo.
- ¿Sorprendida? En serio fuiste ingenua. Has salido de la burbuja que te protegía para una búsqueda completamente inútil, pues al fin y al cabo no lograste reunirte con tu marido.
Sabiéndose presa de lar artimañas del Señor de los Demonios, la joven no pudo evitar sentir miedo invadiendo su ser. Sin embargo, hizo uso de la máscara de la frialdad e indiferencia para armarse de valor.
- ¿Sorprendida, yo? Al parecer has olvidado con quién estás tratando. ¿Acaso crees que tus poderes podrían compararse a los míos? Yo soy la reencarnación de una diosa, mi linaje proviene directamente de la divinidad... en cambio, tú naciste y morirás siendo el sirviente de Ganondorf.
- ¿Perdón?
- Por más poderoso que seas, no eres más que la alfombra que él pisotea para engrandecer su egolatría; en otras palabras, no eres más que la marioneta que él creó para que otro se ensucie las manos por él.
La ira se apoderó del oscuro espíritu de Grahim al escuchar la manera en la que la princesa pisoteó su dignidad. De ninguna manera iba a permitir que nadie lo humille, y el que se atreviera a hacerlo pagaría con sangre la osadía de haberse burlado de su persona.
- ¡Mocosa arrogante! ¿¡Cómo osas a dirigirte a mí de esa manera!?
Dominado por la furia, el Señor de los Demonios hizo aparición de su afilada espada para atacar a la princesa; con gran velocidad corrió hacia ella dispuesto a lograr su cometido, pero lo que no se esperó es que la joven apareció un campo de energía para protegerse del posible impacto.
Zelda dio uso a una de las técnicas de magia que aprendió en la época en la que estudiaba magia, Amor de Nayru.
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro de la joven al ver la impotencia que sentía Grahim. Por más que este golpeara la fortaleza, una y otra vez, esta no cedía en lo absoluto. Sin embargo, el efecto no duraría mucho tiempo, pues debido al desgaste de energía su cuerpo podía perjudicarse.
Observando que el villano seguía concentrado en perforar la mágica fortaleza, la princesa aprovechó la oportunidad para aparecer su florete e impactarlo directo en la joya de su capa.
Un grito de dolor y frustración lanzó el villano cuando su cuerpo tocó el suelo, el haber sido noqueado por la princesa solo provocó que su enojo hacia ella crezca más. Se puso de pie y direccionó su espada a su oponente, la cual inmediatamente bloqueó el ataque protegiéndose con la hoja de su propio florete.
En vez de tomar la altura del Señor de los Demonios como una desventaja, la joven vio esa característica como algo a su favor, pues eso le permitía moverse con gran facilidad y evadir los ataques.
Por primera vez Grahim se había dejado llevar por sus irascibles sentimientos en vez de usar la razón. Parecía que había dejado de lado sus deseos de secuestrar a la joven y llevarla ente su amo, pues ahora lo único que le importaba era acabar con ella; de ninguna manera podía perdonar el atrevimiento que tuvo para su magnífica persona.
Grahim trató de hacerla caer golpeándola con su espada en las piernas, pero la joven, dando un salto para atrás, logró evitar ser impactada. El villano, dándose cuenta de que ese tipo de ataques no darían resultado, chasqueó sus dedos y desapareció ante los ojos de la princesa, dejándola completamente sorprendida.
Zelda no lograba ver a Grahim, pero podía sentir su presencia dando vueltas alrededor de ella, esperando el momento propicio para atacarla ahora que estaba camuflado por la invisibilidad. Fue entonces que la princesa recordó una técnica que le enseño Impa, en la que ella mantenía sus ojos cerrados y por sus sentidos podía localizarla justo en el momento en que se colocaba frente a ella.
Serenándose y dejando de lado todo tipo de perturbación, la joven cerró los ojos y se centró únicamente en localizar los movimientos del villano, los cuales se hacían cada vez más tangibles a medida que se concentraba.
El Señor de los Demonios se sintió triunfador al ver que la joven se había desentendido de la batalla, pensando para sí cómo pudo haber bajado la guardia de esa manera. Ya nada podía impedirle la victoria, ahora sí, la princesa había caído en sus manos.
Sin embargo, la arrogante sonrisa se borró de su rostro, pues en el momento que se dirigía frente a la joven para dañarla con su espada, una esfera de energía luminosa lo impactó de manera inmisericorde en la totalidad de su cuerpo, provocando que caiga de espaldas a uno de los troncos de los árboles y se golpee la cabeza, quedando inconsciente.
La paz había regresado a su alma. Más que agotada físicamente, el cansancio de Zelda era mental y espiritual, pues enfrentarse a uno de los seres que más pánico le había causado en su pasado y en la actualidad, la hicieron tambalear en su valor; sin embargo, centrándose en sacar lo mejor de sí, se esforzó por proteger a lo que más amaba y a ella misma.
Se acercó a al villano para verificar si se encontraba en completa inconsciencia, o si acaso este estaba fingiendo, pero de repente una extraña mano le cubrió la boca y con fuerza la llevó a uno de los arbustos que se encontraba en la zona.
Aterrada, sin saber quién la había acorralado, la joven preparó una esfera de energía para atacar a su agresor, pero una conocida voz se dirigió a ella de manera calmada, haciendo que la esencia que tenía casi formada se desvanezca poco a poco.
Retiró la mano de su boca con prisa, y se dio la vuelta para encontrarse con la mirada ansiosa de la persona que la había tomado.
- ¡Impa!
- ¡Vámonos de aquí cuanto antes!
- Pero y Grahim...
- ¡Olvídese de ese sujeto! Debemos irnos antes de que despierte sino la llevará con Ganondorf. – ordenó Impa con suma ansiedad.
No dándole la oportunidad para responder, la sheikah formó un hechizo en sus manos, el cual lanzó al suelo en medio de ella y la princesa, desvaneciéndolas del Pico Nevado.
Luego de unos minutos de su retirada, el Señor de los Demonios se despertó, sintiendo como el dolor de cabeza lo atormentaba por completo.
Después de unos segundos, donde recordó su lucha contra la princesa, inmediatamente la buscó por todos los alrededores con el objetivo de encontrarla y llevarla ante su amo; dándose que la joven se había desvanecido cual sombra de la noche.
- No... No pu... ¡No puede ser! ¡La mocosa se me escapó! – exclamó, sintiendo como la rabia lo invadía en sobremanera.
Halándose los pelos de su adolorida cabeza, el villano comenzó a gritar blasfemias como un descontrolado debido a su fracaso, sintiéndose el más inútil de todos, pues un ser el cual se consideraba así mismo como sinónimo de perfección había sido vencido por una mujer menor en edad y tamaño.
Se maldijo a sí mismo por haberse equivocado, pues subestimó por completo a la princesa, dándose cuenta de que ya no tenía absolutamente nada que ver con la joven que persiguió milenios atrás.
...
Una vez que las jóvenes pisaron los terrenos del Templo de las Sombras, la princesa se dirigió a su habitación, seguida por Impa. Se sentía un poco apenada de haberse encontrado con ella de manera tan abrupta, pues no sabía qué explicación iba a darle debido a tantos días de ausencia.
Cuando llegó a su alcoba, notó que un nuevo espejo se encontraba en su cómoda, y fue entonces que Impa se dirigió a ella.
- Princesa, me alegra mucho de haberla encontrado. Veo que no me equivoqué al haber intuido que se encontraba en las zonas del Pico Nevado, pues el héroe elegido se encuentra viajando en ese sitio. Ese lugar era completamente inexplorado para mí, pero gracias a mis poderes pude llegar.
- Lamento tantos días de ausencia. No te lo había comentado antes, pero la razón por la que me fui se debe a que hace tiempo he tenido pesadillas con Grahim.
- ¿Pesadillas?
- Así es. Horribles visiones en las que lastimaba a Link se hacían presentes todas las noches en mi mente, y en la última él se apareció ante mí con amenazas. Por esa razón fui a buscarlo y a encararlo.
- Con lo que cuenta, es más que obvio que le había preparado una trampa. No debió asistir al llamado de ese demonio, su vida corrió un terrible riesgo.
- Lo sé, para mi suerte logré noquearlo por un momento. De no haber sido por tu llegada, talvez seguiría luchando contra él, y quién sabe si habría tenido suerte. Te agradezco tanto por haber acudido a mí, Impa. – dijo con una sonrisa.
- No agradezca, solo cumplí con mi deber de protegerla.
- No fue solo por el deber, eso lo sabes bien.
- Es cierto, princesa. Bueno, ya es un poco tarde, me retiro para dejarla descansar.
La sheikah ya se disponía a retirarse, pero antes le hizo a la princesa una última pregunta.
- Princesa, no se habrá reunido con el héroe, ¿verdad? – preguntó, mostrando seriedad en su rostro.
Esa pregunta provocó que los nervios de la princesa se disparen, pues había roto con uno de los juramentos más importantes que había hecho desde que asimiló sus deberes. No podía confesarle a Impa que su corazón le ganó a la razón y que había pasado con su esposo tantos días. No quería que la sheikah piense que era una egoísta e irresponsable por haberse dado ese lujo.
- Por supuesto que no, Impa. Entre nosotros no deben existir distracciones. – contesto, esforzándose por parecer sincera.
- Me alegra que lo haya tenido en cuenta. De todas maneras, ya fue de mucha ayuda para él su enfrentamiento contra ese demonio.
- Lo sé...
- Bueno, ahora si me retiro, que descanse.
- Descansa, Impa.
Cuando la sheikah se retiró, la princesa se sentó en el borde de la cama, sin poder evitar que las lágrimas se desborden de sus ojos. Le dolía profundamente que el cuento de hadas haya llegado a su fin, pues una vez más la soledad comenzó a invadir su alma al no saberse junto al gran amor de su vida.
...
Una vez más, la mañana se hizo presente en las heladas tierras del Pico Nevado, haciendo que los rayos del sol se enfoquen en la pequeña cabaña ubicada en la zona.
Desde hace unos minutos el frío empezó a incomodar al Héroe Elegido por las Diosas, quien aún se encontraba sumido en el sueño, mientras las sabanas le cubrían el cuerpo. Ese cambio de temperatura no se debía tanto a que el fuego de la chimenea se había extinguido, sino porque se sentía vacío, como si algo importante le faltara.
Lentamente, abrió los ojos y esperó encontrarse con su amada acostada a su lado, pero grande fue su sorpresa al ver que no había rastro de ella. Se sentó en la cama y se dio cuenta de que en su mano izquierda tenía un papel, así que son suma ansiedad lo abrió para ver qué contenía.
.
Link,
Lamento decirte que ha llegado el momento de separarnos. Como sabrás, no puedo revelarte los motivos, pero te aseguro que todo se debe a nuestro destino y a mi promesa de protegerte con todas mis fuerzas.
Perdóname por el gran dolor que te estoy causando, hubiera hecho lo que sea con tal de evitártelo, pero nada de eso me es posible por ahora.
Me voy de aquí con el corazón terriblemente destrozado, pues voy a extrañar los besos y las caricias en las que me has transmitido el gran amor que sientes por mí. Sin embargo, también me voy llevando la inmensa felicidad que me hiciste sentir en estos pocos días, los cuales estoy segura de que se repetirán una vez que volvamos a encontrarnos... y esta vez durarán para siempre.
Nunca olvides que eres el amor de mi vida y que todo lo que hago es solamente por ti, mi amado héroe.
Por siempre tuya,
Zelda
.
Antes de que terminara de leer la carta, las lágrimas habían diluido la tinta de algunas de sus palabras. El príncipe no pudo evitar que el dolor embargue su corazón al saberse solo, una vez más.
- Zelda...
Dejándose llevar por sus emociones, abrazó la carta sintiendo como la angustia lo invadía. Le costaba asimilar que los días que pasó junto a Zelda habían terminado, mas no le guardaba ningún rencor por haberse ido sin avisarle, pues él sabía perfectamente que en cualquier momento eso podía suceder. No era una despedida, simplemente era una pequeña y última separación por la que tenían que pasar antes de estar juntos para siempre.
- Gracias por estos hermosos días, mi amada princesa.
Se quedó acostado un tiempo, esperando que la tristeza se disipe un poco de su espíritu. La cama aún tenía un ligero aroma a su amada y deseaba deleitarse con el mismo por el mayor tiempo posible. Ya una vez recuperado, se iría inmediatamente de la cabaña y seguiría con la responsabilidad que había adquirido, pero sobre todo comenzaría a buscar a sus preciadas compañeras...
...
Luego de unas horas de haber aceptado que su esposa ya no se encontraba a su lado, el príncipe ya estaba listo para partir de la cabaña.
Antes de irse dio una última mirada al sitio, soltando un entristecido suspiro al saber lo hermoso e inolvidable que quedaba grabado en cada una de sus paredes.
El joven ya se disponía a cerrar la puerta, pero su acción fue detenida al ver que en el suelo se encontraba uno de los pétalos del azafrán, con un extraño objeto ubicado junto a este. Rápidamente, esto captó su atención y se acercó a ver de qué se trataba.
- ¿Y esto...?
El joven estaba sosteniendo una pequeña y puntiaguda lanza, la cual por alguna e inexplicable razón se le hacía conocida. Sin embargo, no lograba recordar exactamente dónde la había visto.
Decido a no perder más tiempo, guardó la pequeña arma en su alforja y se dispuso a seguir con su camino, dejando de lado la tristeza que aún se encontraba impregnada en el fondo de su corazón.
...
Después de horas de caminata, la estrellada noche cubrió el cielo de las gélidas tierras, llenando de preocupación al príncipe, quien no había hallado ningún rastro de sus compañeras.
Desde que había iniciado su recorrido se dedicó a gritar los nombres de Midna y Navi con la esperanza de ser escuchado por ellas, pero muy a su pesar, la esperada respuesta nunca llegó a sus oídos.
Resignándose por completo a que ese día no encontraría a sus amigas, se direccionó a un árbol con luminosas hojas para tomar un descanso, logrando visualizar con cada paso que daba unas siluetas recostadas debajo del mismo.
Al inicio creyó que el cansancio le estaba jugando una mala pasada, pues le parecía ver a sus amigas debajo del árbol, pero su rostro se iluminó con una enorme sonrisa al ver que su visión estaba en lo correcto. Ahí se encontraban Midna y Navi, sentadas en la blanca nieve.
- ¡Navi! ¡Midna!
Las siluetas se sobresaltaron al escuchar una conocida voz gritar sus nombres, por un momento creyeron que estaban equivocadas, pero al ver que a ellas se estaba cercando una sombra color verde oscura, se emocionaron y corrieron a su encuentro, sintiéndose completamente dichosas.
- ¡Link! – gritaron al unísono.
El héroe corrió al encuentro con sus compañeras, abrazándose a estas una y otra vez debido a la emoción de haberse reencontrado. Midna y Navi no cabían en la felicidad al ver que su amigo se estaba sano y nuevamente reunido con ellas.
- ¡Link, estás vivo por gracia de las Diosas! - gritó el hada, emocionada.
- ¡Si ves, hada! ¡Te dije que el muchacho estaba bien! – continuó la twili, compartiendo el sentimiento.
- ¡No saben la alegría que siento por haberlas encontrado! ¡Creí que habían desaparecido por completo! – expresó Link.
- Hemos estado en este árbol esperando tu regreso, pues ambas presentíamos que tú estabas con vida. Quisimos quedarnos en un sitio en específico para que te sea más fácil encontrarnos.
- Buena idea, Midna. Me ahorraste muchos días de búsqueda.
- Para que veas que mi inteligencia vas más allá de todo. – admitió la twili con arrogancia.
- Deben tener hambre. Les daré algo de comer. – dijo Link, preocupado.
- No te preocupes, niño. Tanto el hada como yo hemos comido bien. No sé si lo notaste, pero desde que salimos del dominio de los Zoras, tomé algunas frutas de tu alforja sin que te dieras cuenta. Lo siento, pero no pude evitar hacerlo. – admitió Midna, soltando una carcajada.
- ¿Ah, sí? Ahora entiendo por qué sentía que me faltaba comida...
- Link, ¿dónde has estado todo este tiempo? – preguntó el hada, ansiosa.
Por un momento, Link deseó contarles a sus compañeras los días que pasó junto a su amada, pero luego decidió no hacerlo, pues no quería que ellas piensen que solo se dedicó a pasar bien en vez buscarlas. Temía que lo tomen como alguien egoísta y desconsiderado.
Por otra parte, la intuitiva princesa del crepúsculo sabía perfectamente lo que estaba pensando su amigo, pues para ella no era una un misterio que Zelda había sido la responsable de salvarlo. No tenía que pensar mucho para adivinar que todos esos días Link había estado con ella. No iba a juzgarlo por eso.
- ¿Te sucede algo, Link? El hada te hizo una pregunta. – preguntó Midna, burlona.
- ¿Ah? Yo... estuve descansando en una pequeña cabaña abandonada que encontré en el camino. Ahí pude sanar mis heridas. – respondió, tratando de no parecer nervioso.
- Así que descansando, ¿eh?
- Sí, ¿qué otra cosa iba a hacer? – contestó a la defensiva.
- ¿Una cabaña abandonada? Pero se supone que en esta zona no viven personas. – dijo Navi, confundida.
- Lo mismo pensé cuando la vi, me resultó sumamente extraño...
El grupo se quedó en silencio reflexionando sobre la misteriosa cabaña, hasta que el príncipe posó sus ojos en las luminosas hojas del árbol.
- Qué hojas más extrañas...
- Sí que los son, pero son muy divertidas. – contestó Midna, riéndose.
- Sí, Link. La princesa se ha dedicado a sentarse encima de ellas para deslizarse por el suelo.
- Así es, mira...
La princesa golpeó el tronco del árbol, provocando que de este caiga una de las hojas. Link se acercó a observarlas y se dio cuenta de que la forma de estas era un poco cóncava; sin mencionar que estaban completamente congeladas.
- Se me ha ocurrido una idea...
- ¿Idea? – preguntó Midna.
- Sí, usaré esta hoja para deslizarme y ahorrarme la caminata.
- ¡Qué buena idea, Link! – dijo Navi.
- ¡Fue mi idea, yo descubrí la hoja! – se quejó la Twili.
- ¡Bueno, ya!
El príncipe se ubicó encima de la hoja, y con el pie comenzó a deslizarla. A medida que iba tomando más confianza, aceleraba el paso, hasta que llegó un punto en el que se sintió completamente preparado para correr a toda velocidad.
Para no quedarse atrás, Navi se escondió en el sombrero del joven, dejando una ligera abertura para poder observar lo que tenía en frente, mientras que la twili se sostuvo por los hombros del príncipe, sintiendo como el viento golpeaba sus mejillas.
Link estaba completamente extasiado por las emociones, nunca antes había sentido tanta adrenalina recorrerlo entero, pues el sentir la velocidad y el viento golpear su rostro era una sensación extraordinaria.
Siguieron varias curvas y entrantes, incluso lanzaron algunos gritos debido a algunas rampas que encontraron en el camino, pero las carcajadas no faltaron. Sin duda alguna se estaban divirtiendo gracias al uso de la congelada y luminosa hoja.
Siguieron ese recorrido hasta que su camino fue detenido por una inesperada imagen. Frente al príncipe y compañía se alzaba con altura una enorme mansión.
- No puede ser... – dijo la twili, sorprendida.
- Es una mansión. Esto es demasiado extraño, primero la cabaña y ahora esto. No entiendo nada, se supone que este sitio está completamente deshabitado. – continuó Link, sintiendo como la confusión se apoderaba de él.
De repente, el joven sintió que un escalofrío se apoderó de su cuerpo, era una sensación que ya había tenido antes y pocas veces se equivocaba en la misma. Sus músculos se tensaron enormemente al sentir que estaban siendo observados.
- Escóndanse...
- Link... – dijo Navi.
- ¡Hagan lo que les digo! ¡Escóndanse de una vez! – ordenó enojado.
Omitiendo preguntas, sus compañeras se escondieron en sus respectivos lugares, preocupadas al no entender las razones que tuvo el joven para haberles ordenado tal acción. Link desvainó su espada sintiendo como la furia lo recorría.
- ¡Preséntate de una vez! ¡Sé que estás ahí! – exclamó irascible.
La respuesta no llegó con palabras, pues estas fueron reemplazadas por una fugaz flecha que se direccionó con gran velocidad hacia el joven. Si no hubiera sido porque se cubrió con el escudo, pudo haberlo herido de gravedad.
Cuando bajó el escudo, vio que de las alturas de la mansión salía un extraño ser cubierto por una capucha de piel blanca, con una extraña máscara cubriéndole la cabeza.
El joven no podía visualizar de quién se trataba el recién llegado. Sin embargo, pudo analizar algunas características del mismo. Poseía una estatura media y su caminar indicaba que se trataba de una persona... pero las cosas que más llamaron su atención fue ver que de la capucha salían unos cuantos cabellos negros. Sus piernas eran torneadas y estilizadas, cubiertas por unas mallas rojas con unas botas de bronce.
Fue en ese momento que se estremeció al ver que frente a él se encontraba una misteriosa mujer...
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