4. Sentimientos estremecedores
A muy altas horas de la noche, cuando todos dormían y nadie notaba su ausencia, los gobernantes regresaron al palacio. Las mujeres se separaron de sus maridos y se dirigieron a descansar a sus aposentos, mientras que estos decidieron darles alcance un poco más tarde, pues aún tenían que conversar de todo lo sucedido en el día, lo que por supuesto se relacionaba a sus hijos.
- Demetrio, ¿cómo tomará tu hijo la noticia de casarse antes de lo pensado? – preguntó preocupado.
- No lo sé, amigo. Para ser sincero, Link no está nada contento con esta boda forzada. Sin embargo, él es un caballero y el valor de la palabra empeñada es sumamente valiosa para él, sin importar si está por sobre sus deseos. La que me preocupa es tu princesa, puedo notar que no está feliz con la idea de casarse con mi hijo. – expresó consternado.
- Te pido disculpas, no quiero que te sientas ofendido por la reacción de mi hija.
- No te disculpes. Zelda es una jovencita muy dulce y educada. Es normal que se sienta así, pues recién conoce a Link.
- Deseo que con el tiempo se hagan buenos amigos y que esa amistad se convierta en amor. También espero que mi hija se adapte de la mejor manera a la vida en Ordon. Es la primera vez que se separará de nosotros. – comentó el rey, sintiéndose apenado.
Al escuchar eso, el semblante del duque se tornó serio, sabiendo que el momento de hacerle a su amigo una importante petición había llegado. Esperaba tener todo su apoyo en aquello.
- Daphnes, de eso quería hablarte... Quisiera pedirte un gran favor. – dijo preocupado.
- Lo que quieras. Sabes que puedes contar conmigo.
- La razón por la que te escribí hace una semana no solamente fue para que Link conozca a Zelda, sino porque necesito que se aleje de Ordon. Por ese motivo, me atrevo a preguntarte si podrías aceptar que sea él quien se traslade a vivir aquí, en vez de que tu hija se vaya de este reino.
- ¿Qué cosa? – preguntó el rey, sorprendido.
- Sé que la tradición siempre ha sido que la mujer viva en la tierra del marido, pero te pido que por esta vez hagas una excepción. Por favor.
El rey se sintió extrañado por la petición de su amigo, era algo inusual y fuera de las tradiciones. Sin embargo, no podía dejar que este siga preocupado.
- Por supuesto, Demetrio, encantado acepto que tu hijo viva en mi reino. Es más, créeme que me estás haciendo el hombre más feliz del mundo, pues Celine y yo ya estábamos desconsolados al saber que nos separaríamos de nuestra amada hija.
- Te lo agradezco, amigo. Me quitas un gran peso de encima. – indicó aliviado.
El rey sentía curiosidad por saber la razón por la que el duque deseaba que su hijo no regrese a Ordon. No dudó en preguntárselo.
- Demetrio, ¿por qué deseas alejar a Link de tu reino?
- Hay cosas que no sabes. En primer lugar, deseo que Link se aleje del palacio porque cada día que pasa la curiosidad por abrir el armario del sótano aumenta. Temo que si me llegó a descuidar, lo haga.
- ¿Te refieres al armario donde guardas la...? – preguntó impactado.
- Sí, ese mismo. Sabes muy bien que eso sería muy peligroso para él... y para todos.
- Lo comprendo perfectamente.
- Y en segundo lugar, deseo que Link se aleje de mi reino porque... ahí él es un héroe misterioso que lucha contra la delincuencia.
- ¿Un héroe misterioso?
- Así es. Sabes que Link desde pequeño se escapa del palacio, pues siente una enorme responsabilidad por defender a los más débiles. Por esa razón, él se creó la identidad del "Héroe Enmascarado" para salir a la ciudadela de Ordon a proteger a los vulnerables de la delincuencia. Todos en mi pueblo aman y respetan al paladín, sin imaginarse que se trata del mismo príncipe del reino.
- Qué increíble muchacho...
- Sé que no puedo luchar contra su deseo de ayudar a otros, pero temo que sea descubierto y le hagan daño. Por eso deseo que se aleje de Ordon y viva aquí una vida tranquila, hasta que llegue el momento en el que deba enfrentar su destino. – relató apenado.
El rey escuchó las palabras de su amigo, entendía perfectamente el temor que lo embargaba, cosa que él padecía casi a diario.
- ¿No te duele separarte de Link?
- Claro que sí, sobre todo a mi esposa, la relación entre ellos es maravillosa, pero preferimos mil veces que tenga una vida despreocupada en este reino, que sea como sea, también es su hogar, pues su alma siempre ha pertenecido aquí.
- Entiendo, y de una vez te digo que Link será tratado como un hijo más, tanto por mí como por Celine.
- De eso no tengo ninguna duda, no hay mejores personas que ustedes para estar cerca de mi hijo.
- Gracias por considerarnos tanto, Demetrio.
- No agradezcas, y por favor, no cuentes a nadie sobre lo que te dije del Héroe Enmascarado. Mi esposa y yo somos los únicos que conocemos ese secreto.
- Pierde cuidado, de mi boca no saldrá ni una palabra.
El rey abrazó a su amigo enérgicamente, apoyándolo en todas las cosas que le había contado, siendo correspondido por este de la misma manera. Luego de eso, se dirigieron a sus respectivas habitaciones a descansar.
...
Al día siguiente, ambas familias desayunaban en el comedor, lugar donde los mayores conversaban, a excepción de los más jóvenes. Mientras comían, Link observaba a Zelda con curiosidad, quien estaba vestida de una manera distinta al día anterior. Su traje púrpura con falda blanca estaba adornado por unas hombreras doradas, su cabello lo traía medio suelto, pero con una trenza al final de este y dos mechones con listones entrelazados, su frente estaba adornada por una tiara cruzada de oro con un zafiro en el centro. El príncipe estaba sonrojado contemplándola, pues se veía increíblemente fascinante para él.
- ¿Por qué me sentí tan afectado con su respuesta de ayer? No debería importarme, pero me afecta. No sé por qué quiere ser distante conmigo. – pensó en sus adentros, inexplicablemente incómodo.
Por su parte, Zelda prefería comer sin cruzar la mirada con su prometido. El solo hecho de hacerlo la hacía sentir incómoda, y más aún porque este se veía mucho más atractivo que el día anterior. Ahora vestía una chaqueta roja con una camisa clara por dentro y un pañuelo rodeándole el cuello, portando un pantalón oscuro y botas color café. Y por supuesto, el cabello curiosamente peinado y sus pendientes colgando de sus orejas. No podía negar que era un muchacho bien parecido, se veía educado y de buenos modales, pero ni eso lograba convencerla ni estremecerla.
- Talvez ayer fui un poco dura con él... pero no puedo evitarlo, tenerlo cerca me hace sentir inquieta. – pensó incómoda, observándolo en los momentos que el joven no la miraba.
Los jóvenes siguieron sumidos en sus pensamientos sobre el uno y el otro, hasta que se escuchó la voz del padre de Link hablando en el lugar, pues tenía un importante anuncio que hacer.
- Hay una noticia que queremos anunciarles.
Los jóvenes miraron con atención al duque de Ordon ante su llamado. Inexplicablemente, Link tuvo un mal presentimiento, como si su padre fuera a anunciar una mala noticia.
- Los cuatro hemos decidido que su matrimonio se llevará a cabo en un mes. Este fin de semana haremos el anuncio a todo el reino.
Link y Zelda se quedaron de piedra al escuchar al duque. Más que una noticia parecía una sentencia para ellos, pues ninguno de los dos deseaba contraer matrimonio de manera obligada. Ahora el tiempo de la unión se había aproximado.
La princesa tuvo unas inmensas ganas de llorar ante aquello, sabiendo que su vida y libertad se verían perjudicadas por la convivencia con un completo desconocido, por quien no llegaría a sentir el mínimo aprecio. A quien tendría que seguir y obedecer por su condición femenina, lo que a pesar de no haber visto con estrictez en sus padres, era parte de su entorno. ¿Cómo iba a afrontar aquello? ¿Asimilaría el hecho de separarse de sus seres queridos y trasladarse a una tierra lejana? ¿Soportaría... compartir la cama con su esposo e intimar con él todas las noches? ¿Cumplir con sus deberes maritales? La misma idea le aterraba, y no porque su prometido se le hacía desagradable, sino porque no se imaginaba a sí misma en aquellos actos carnales, de los que solo había leído en uno que otro libro erótico. Todo fue rechazado desde el momento en que el amor dejó de significar algo para ella, aparte del bochorno y la vergüenza que la embargaba.
Link se sentía igual de consternado que su prometida. Desde pequeño supo que lo que más deseaba era casarse por amor, tema que siempre conversó con sus padres y con otra persona de su extrema confianza, la que a pesar del paso de los años, no olvidaba y recordaba con cariño. Aparte de aquello, sabía que la princesa estaría bajo su cuidado, y temía cometer algún error que pudiera ofenderla o lastimarla, sobre todo si esta viviría en un sitio extraño, lejos de sus padres y amigos.
Aunque el tema que más le preocupaba era la convivencia con ella, de quien no conocía nada. ¿Cómo ser el buen marido de una mujer que no amaba? ¿Cómo llevaría a cabo la... consumación de su matrimonio? Para ser sincero, aquella última imagen mental no se le hacía nada desagradable ni dificultosa, pues cualquier hombre daría su vida por descubrir a una dama tan hermosa y delicada. ¿Pero y si ella no lo deseaba? ¿Cómo afrontaría esa situación?
El rey pudo notar el rostro desencajado de los jóvenes al escuchar la noticia, sobre todo el de su hija, quien se veía atormentada a pesar de que lo disimulaba bien. No quería que su amigo Demetrio se dé cuenta y lo tome como una ofensa para a su hijo, por ese motivo trató de disipar el intranquilo ambiente.
- Hija, sé que esta noticia te ha impactado, pero es prioritario que se casen cuanto antes. Necesitan conocerse mejor y la única manera es conviviendo entre ustedes.
- Me duele saber que en un mes me separaré de ustedes. – contestó apenada.
- No tendrás que separarte de tus padres, Zelda, pues será Link el que vivirá en este reino a tu lado. – dijo el duque con seriedad.
Al escuchar las palabras de su padre, Link, incrédulo, sintió que el corazón iba a salírsele del pecho, pues todas sus expectativas y planes se habían ido por la borda en un solo segundo, transformando por completo su vida.
- ¿Qué has dicho? No puedes hacer eso, la tradición es que la esposa se traslade a donde vive el marido. Zelda debe venir conmigo a Ordon. Pensé que solamente permaneceríamos aquí hasta el matrimonio, y luego de eso nos marcharíamos. – refutó con malestar.
- Lo sé, hijo. Sé que la idea inicial era que permanezcas aquí hasta que te casaras, pero tu madre y yo creemos que lo mejor es que vivas en este reino, pues será más seguro para ti.
Link sabía perfectamente la razón por la que su padre quería alejarlo de su reino. En ese momento, también miró a su madre con reproche, no podía creer que ella también estaba de acuerdo en aquello.
- Mamá, tú sabías esto desde el principio, ¿verdad? – preguntó entristecido.
Los ojos de la duquesa Aitana se humedecieron al ver el resentimiento de su hijo, no quería que por nada del mundo se sienta lastimado por su causa, así tuviera buenas intenciones.
- Sí, lo sabía, pero entiende que esto es por tu bien. Aquí estarás mejor, además yo te prometí que no tenías de qué preocuparte, nuestro reino estará seguro.
- Sabes que no solo me preocupa la seguridad del reino... me están alejando de mi hogar, de ustedes.
Una enorme tristeza invadió a Link en sobremanera, se sintió terriblemente traicionado por sus padres al haberle ocultado que se quedaría a vivir en Hyrule.
- Majestad, lamento mucho haberlos involucrado en esta discusión de familia, pero esto me tomó por completa sorpresa. – indicó el joven, apenado.
- No te preocupes, hijo. – dijo el rey.
- Le agradezco su comprensión y también me disculpo por retirarme en este momento, pues no me siento bien. Con permiso.
Link hizo una reverencia a todos en la mesa y se retiró, con prisa. La duquesa rápidamente se levantó para seguirlo, pero su esposo detuvo su acción.
- Déjalo, cariño, necesita estar solo. – dijo el duque con seriedad.
- No quiero que nuestro hijo nos odie, Demetrio.
- Él no nos odia, solamente se siente ofendido por no haberle consultado nuestra decisión. Espera a que se calme para que más tarde hables con él.
La reina Celine tomó la mano de su amiga para consolarla, pues esta empezó a llorar en silencio debido al resentimiento del príncipe.
Por otra parte, Zelda estaba feliz al saber que no abandonaría a sus padres, pero al mismo tiempo se sintió inexplicablemente dolida al ver a su prometido triste.
...
Link se encontraba en el jardín del palacio sentado en una banca, sumamente triste al saber que no regresaría a su amado reino. Temía que en su permanente ausencia los delincuentes lastimen a los más necesitados, pero lo que más le dolía era que sus padres hayan decidido por él tantas cosas sin consultarle. Sin duda, se sentía tratado peor que un objeto y no como una persona.
- No solo me obligan a casarme sin amor, ahora también me exigen quedarme aquí y no regresar a Ordon. – susurró, impotente y frustrado.
Link estaba tan inmerso en su frustración que ni siquiera se dio cuenta de que una persona se sentó a su lado.
- Hola...
Al escuchar aquella voz, no pudo evitar sorprenderse, pues no se esperó para nada que aquella joven vendría a buscarlo.
- Zelda...
- Lamento todo esto, Link. No te voy a negar que me siento feliz de no alejarme de mis padres, sin embargo... me apena que tú no regresarás a Ordon.
- No te preocupes, de todas formas tengo que aceptarlo. Es parte de mi compromiso contigo.
La princesa quiso encontrar una manera para que su prometido se sienta mejor, así que se decidió cambiar de tema para animarlo.
- Link, ya que tú también gobernarás en este reino, deberías conocer un poco del mismo. Sería una buena idea que empieces por la ciudadela.
Link escuchó atentamente la sugerencia de su prometida. Le pareció buena idea hacerlo, aunque para eso tenía una pequeña, pero significativa condición.
- Creo que es buena idea, pero solo lo recorreré si tú vienes conmigo.
Zelda se sonrojó terriblemente al escuchar la condición de su prometido. Ella le había sugerido que debía conocer la ciudadela para cambiar de tema, mas no se imaginó que le pediría recorrerlo junto a ella. Link tampoco comprendía por qué le hizo aquella petición, pero en el fondo deseaba hacerlo desde hace tiempo.
- Yo...
- Vamos, Zelda. Solo será un momento, además yo no conozco este lugar, necesito que me guíes. – expresó con una sonrisa.
La joven empezó a ponerse nerviosa, no sabía qué decir en ese instante, pero en el fondo quería acompañarlo.
- Está bien, Link, vamos a recorrer la ciudadela. – indicó sonriente.
Los jóvenes se sonrojaron al saber que saldrían solos a recorrer la ciudadela. Inmediatamente, Link cedió su brazo a su prometida y juntos salieron del palacio.
...
Todos los habitantes se encontraban realizando sus correspondientes actividades, las que habían iniciado muy temprano en la mañana. Link y Zelda estaban caminando por la plaza central, donde el joven no pudo evitar sorprenderse del animado movimiento de las personas, le agradaba mucho. Fue entonces, que muchos de los transeúntes saludaban cordialmente a la princesa, teniendo las mismas atenciones para con él. Con esas acciones se dio cuenta de que su prometida era muy apreciada, lo que hablaba muy bien de ella y sus padres.
- Se ve que todos te quieren mucho.
- El cariño es mutuo. El pueblo es muy importante para mis padres y para mí. – expresó la joven, dándole una sonrisa a su prometido.
Siguieron caminando, observando los puestos y hogares de los habitantes, hasta que los jóvenes se sobresaltaron por un desgarrador sonido. Link, desde la lejanía, pudo ver que un hombre arrastraba a un gran caballo color marrón con crin blanca por el suelo, y debido a eso el pobre animal daba alaridos de dolor. Ante esa imagen se sintió encolerizado, así que se separó de su prometida y se dirigió a reclamar al mal tratante individuo.
- ¿Pero qué es lo que hace? ¡Suelte a ese caballo, lo está lastimando! – reclamó enojado.
- ¡No sé quién seas, pero no te metas en mis asuntos! Me costó bastante trabajo cazar a esta yegua y pienso venderla a un buen precio.
Zelda también se sintió indignada al ver cómo ese rufián maltrataba a la yegua, así que sin dudarlo, se acercó a encararlo.
- ¡Suelte a esa yegua! ¿Acaso no sabe que en este reino el maltrato animal es penado? – reclamó la princesa, enojada.
La princesa se acercó a la herida yegua para acariciarla, se sentía entristecida de verla tan lastimada, pero el hombre la tomó del brazo bruscamente y la empujó para que se aleje de ella.
- ¡No te metas en mis asuntos, niña! – gritó el hombre violentamente.
Al ver que el hombre empujó a la princesa, Link sintió que la ira se apoderaba de su raciocinio, así que se acercó a este y le dio un fuerte golpe en la cara.
- ¡Bastardo! ¿Cómo te atreves a tocarla? – reclamó, irascible.
El príncipe estaba indignado por el trato poco delicado que tuvo el delincuente con su prometida. Zelda se sintió muy asustada al verlos, así que inmediatamente pidió ayuda a los guardias.
- ¡Guardias, vengan inmediatamente!
Cocu, que se encontraba en la ciudadela conversando con unos cuantos ministros, escuchó los gritos de la princesa en la lejanía, así que inmediatamente abandonó lo que estaba haciendo y se aproximó con los guardias a impedir la pelea. Al llegar, el joven marqués agarró a Link por los hombros, separándolo del rufián, mientras que uno de los soldados sostenía al violento hombre.
- ¿Qué es lo que pasa aquí, Link? – gritó Cocu, alarmado.
- Este mal nacido estaba maltratando a esta yegua. Y eso no es todo, empujó a Zelda el muy poco hombre. – respondió ofuscado.
Cocu frunció el ceño y se puso frente al rufián detenido por el guardia para reclamarle su actuar.
- ¡No tienes idea en el problema que te has metido! Has osado a maltratar físicamente a dos figuras importantes de la realeza. La joven a la que empujaste es la princesa de este reino, y el hombre con el que te peleaste es el príncipe de Ordon; y para empeorar las cosas, has violado una de las leyes más importantes de este reino al herir a este animal. El rey de Hyrule decidirá tu sentencia. ¡Llévenselo!
Los guardias obedecieron la orden de Cocu y encadenaron las manos del rufián para llevarlo a la prisión del reino.
Link se dirigió hacia donde se encontraba la princesa, temía que el hombre la haya lastimado al empujarla. Él nunca había sido de las personas que perdían el control tan fácilmente, pero el haber visto cómo el rufián agredió a su prometida, lo desequilibró. No comprendía lo que le había ocurrido, pero no se arrepentía de sus acciones.
- ¿Estás bien? ¿Te hizo daño ese infeliz? – preguntó preocupado.
- Estoy bien, gracias por haberme defendido. – dijo sonrojada.
La pareja se quedó mirando a los ojos por unos segundos, no entendían por qué no podían salir del trance de verse... hasta que Cocu los sacó de su ensimismamiento.
- Pobre yegua, está muy herida.
El príncipe observó al animal herido con tristeza, se sentía molesto al ver cómo había sido maltratada de tan brutal manera.
- Cocu, por favor, pide a los guardias que trasladen a esta yegua al palacio, le pediré al veterinario que sane sus heridas.
- Ya escucharon al príncipe, busquen una carreta para llevar a este animal al palacio. Inmediatamente.
Los guardias buscaron una carreta, y con mucho esfuerzo subieron a la yegua. Esta estaba tan débil que no opuso ninguna resistencia. Una vez que se alejó del sitio, la pareja regresó al palacio junto con el marqués, pues sabían que el rey iba a enterarse de lo que había ocurrido.
Lo que ellos no sabían, es que un personaje los observaba desde las sombras...
...
Cuando Link y Zelda llegaron al palacio, fueron recibidos por los reyes, alarmados, pues de inmediato se enteraron de que el príncipe se había enfrentado a un delincuente por defender a su hija.
- Hija, ¿te encuentras bien? Me acaba de llegar un informe sobre un rufián que maltrató a una yegua, y que encima de eso se atrevió a empujarte. – dijo el rey, exasperado.
- Sí, papá, estoy bien. Link me defendió de las manos de ese hombre. – indicó la joven, sonriendo.
- Gracias, Link, es un alivio saber que mi hija está segura a tu lado. – respondió la reina, aliviada.
- No agradezcan nada, es mi deber velar por ella.
- No se preocupen, chicos, castigaré a este hombre enviándolo a la horca por haber cometido semejantes faltas. Tanto por haber maltratado a ese pobre animal, como por haberse atrevido a tocarlos. – refutó el rey, enfurecido.
- ¡No, padre, no lo hagas, por favor! Él se portó mal, pero no quiero que le quites la vida.
- Hija...
- Por favor, rey, yo tampoco deseo que ejecuten a ese hombre. No resolveríamos nada haciendo eso, al contrario, solo nos convertiríamos en alguien como él. – dijo Link, poniendo seriedad en sus palabras.
El rey se quedó sorprendido por la compasión desplegada por los jóvenes. De su hija no le sorprendía, pues la conocía desde siempre, pero Link lo impactó en sobremanera.
- Está bien, no ordenaré su ejecución, pero si lo dejaré encarcelado un buen tiempo y se le prohibirá que vuelva a entrar a este reino.
- Gracias por escuchar nuestra petición. Ahora, con el permiso de ustedes, me retiro. – dijo Link, alejándose de la familia de su prometida.
...
Al entrar al palacio, Link se dirigió a su habitación. Encontró a su madre sentada en su cama, quien se veía sumamente entristecida.
- Hijo...
- Hola, mamá. – dijo sorprendido, pues no esperaba que estuviera ahí.
- Por favor, hablemos de lo que pasó. Todo esto es por tu bien, entiende que...
- No necesito que me expliques nada, mamá. Mi deber como hijo es obedecer lo que ustedes digan. – respondió con una sonrisa.
- No quiero que te alejes de mí, sabes que te quiero mucho.
- Y yo a ti. Perdona mi comportamiento de esta mañana, nunca me alejaré de ti. No importa que tan lejos viva.
El joven se sentó en la cama y abrazó a su madre con cariño, quien se sentía muy tranquila de ver que su hijo no estaba enojado con ella.
De manera inesperada, su padre entró a la habitación e interrumpió el momento, mostrándose enojado y preocupado.
- Dahpnes me acaba de contar sobre el escándalo que hubo en la ciudadela. Me alegro de que estés bien, que hayas defendido a Zelda y a ese pobre animal, pero no debiste pelear como un callejero.
- ¿Qué cosa? ¡Link! – exclamó Aitana.
- Papá...
- ¡Debiste llamar a los guardias en vez de pelear tú! Eres un príncipe y debes comportarte como tal ¿Acaso también planeas jugar al Héroe Enmascarado en esta tierra? – reclamó molesto el duque.
- Sabes perfectamente que no me quedaré de brazos cruzados cuando veo injusticias, muchos menos si se maltrata a un animal, y sobre todo a una mujer, que sobre todo es mi prometida. Podrás llevarme hasta el fin del mundo, pero sea donde sea, no toleraré abusos de esa índole. – respondió con firmeza.
El príncipe hizo una reverencia a su padre, para luego retirarse de la habitación. Enojada por la actitud del duque, Aitana se levantó de la cama y le dirigió a su esposo una mirada llena de reproche.
- Eres muy duro con él...
- ¿Duro? He sido muy tolerante con Link. Es cierto que lo he tratado con extrema firmeza, pero jamás me he atrevido a insultarlo y mucho menos a golpearlo, porque por sobre todas las cosas amo y respeto a mi hijo. – respondió ofuscado.
- ¡Sí, pero lo cuestionas por todo! Hizo bien en defender a ese animal y a su prometida. ¿Qué esperabas? ¿Que no haga nada y vea cómo ese hombre actuaba así?
El duque se quedó callado ante los reclamos de su esposa, se sintió sumamente culpable ante ellos.
- Es cierto, cuestiono demasiado a nuestro hijo, pero lo hago porque tengo miedo de que esto se salga de control.
- ¡Debes dejar que él forme su propio camino! Nosotros viviremos lejos de él así que no podremos controlarlo como antes. Si él es feliz defendiendo a los demás, deja que lo haga. Ya es suficiente su matrimonio obligado, no le arrebatemos eso también. Sabes perfectamente que su alma es la que lo obliga actuar así. Es inevitable.
La duquesa se retiró de la habitación, mientras que el duque se quedó en silencio pensando en lo sucedido. No le gustaba pugnar de esa manera con sus seres amados, pero desde que se había enterado de todo lo relacionado con el destino de su hijo, pocas fueron las noches en las que durmió tranquilo.
...
A la llegada del anochecer, Link se dirigió a las caballerizas del palacio. Estaba preocupado por el estado de salud de la yegua y necesitaba escuchar la opinión del veterinario.
- Buenas noches. Por favor, indíqueme cómo está la yegua.
- Ya he curado todas sus heridas, en unas cuantas semanas estará mejor. – respondió el veterinario, acariciando al animal.
- Me alegro mucho. Una vez que esté completamente recuperada la liberaré en la pradera. – indicó, mostrándose animado.
El veterinario se retiró, dejando al príncipe solo con la yegua. El joven no pudo evitar acariciarla, provocando que el animal relinche de alegría al tenerlo cerca.
- Eres una linda yegua, muy amigable.
Link sentía que la yegua era diferente a los demás animales que había conocido. Por alguna extraña razón estaba muy cómodo con ella, como si ya se hubieran visto antes. Y lo que no sabía es que el noble animal sentía exactamente lo mismo.
...
Zelda también estaba preocupada por la yegua herida, así que fue a la cocina a tomar algunas manzanas para alimentarla, y se dirigió a las caballerizas a ver cómo se encontraba.
Cuando la princesa llegó ahí, se sorprendió al ver a su prometido hablándole cariñosamente al animal, acción por la que no pudo evitar conmoverse como nunca antes lo había hecho.
- No sabía que Link fuera tan dulce... – pensó en sus adentros, esbozando una sonrisa.
Al darse cuenta de lo que pensó, su corazón empezó a palpitar aceleradamente. Se sintió tan asustada que se fue de las caballerizas, dejando caer las manzanas al suelo.
Al escuchar un ruido, Link se dirigió a la parte de afuera a averiguar de qué se trataba, pero lo único que encontró fue a la fruta. Intrigado, las tomó y las llevó hacia donde estaba la yegua, quien estaba muy hambrienta y no demoró mucho en devorarlas.
...
Con el corazón acelerado, Zelda llegó a su habitación. Se acercó al espejo y notó que sus mejillas estaban totalmente rojas, mientras hiperventilaba debido a los nervios.
- ¿Qué me pasó? ¿Por qué me sentí así cerca de Link? – se dijo a sí misma, espantada.
La princesa apretó su pecho con fuerza. No entendía por qué tenía esos sentimientos, y lo que es peor, la razón por la que empezó a sentirlos luego de haber visto a su prometido actuando de manera tan dulce y enternecida.
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