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39. Simples amantes

A medida que pasaban por el secreto pasadizo, notaron el brutal cambio de temperatura. Una ráfaga de aire rozó el rostro del héroe, la que cada vez se iba tornando más gélida como señal de que la salida estaba próxima.

El joven y sus compañeras habían llegado al Pico Nevado.

El príncipe no cabía en la impresión del paisaje que lo rodeaba. Enormes llanuras y lejanas montañas cubiertas de hielo y nieve eran los protagonistas del entorno. El clima estaba tranquilo, pero el frío comenzaba a calarlo, por lo que sacó de su alforja su apreciado manto sagrado para cubrirse. A Midna le entregó una pequeña capucha gris y en uno de los bolsillos colocó a Navi para que esté protegida.

- ¿Tengo que compartir mi abrigo con el hada? – preguntó la twili con desgano.

- Sí, precisamente compré esta capucha con bolsillos para que Navi entre ahí. Tienen que aprender compartir las cosas y llevarse mejor. – respondió el joven con firmeza.

- Por primera vez me compadeceré del hada, pues este frío es insoportable. Incluso es peor que el invierno que se da en mi mundo.

- No creas que me siento feliz de compartir algo contigo, princesita. Solo lo hago para cooperar con Link. – dijo Navi.

- ¡Mal agradecida!

- ¡Basta! Lo que importa es que no tengan frío, pues ninguna de ustedes usa ropa y pueden enfermarse.

- Ese maldito de Zant debió dignarse a convertirme en un monstruo con algo que me cubra el cuerpo, pero bueno... antes no es que usara tanta topa tampoco. – rio la princesa al recordar su verdadera forma.

- Si nos quedamos aquí parados el frío nos matará. Continuemos, por favor. – ordenó el joven.

Link se disponía a dar el primer paso para iniciar el largo recorrido, pero un sonido interrumpió su acción... La dulce entonación de las cuerdas se hizo presente en el gélido ambiente.

De un alto y verdoso pino descendió Sheik, cayendo frente al Héroe Elegido por las Diosas, quien se sorprendió de verlo una vez más.

- Nos encontramos de nuevo, héroe elegido.

- Un gusto volver a verte, Sheik.

Inexplicablemente, y sin que el otro lo sepa, los nervios invadieron a los jóvenes. Por una parte, Link recordó el último encuentro con el sheikah, en donde por alguna desconocida razón fue empujado a sus brazos y pudo aspirar su aroma, el cual le recordó mucho a cierta persona que lo volvía loco.

Por otro lado, a Sheik le costaba mucho más trabajo mantener su seriedad frente a Link, pues aún seguía impactada debido a la discusión que este tuvo con Ruto, en donde defendió su matrimonio por sobre todas las cosas y manifestó cuánto amaba a su esposa... cuánto la amaba a ella.

Mientras los dos seguían insertados en sus pensamientos, Midna se acercó hasta a Sheik para saludarla, o más bien, molestarla.

- Hola, Sheik, es un gusto tenerte aquí. – saludó con sarcasmo.

El sheikah no respondió, simplemente le lanzó a la Twili una mirada inquisidora, como amenaza de que no se le ocurra abrir la boca.

- Sheik, ¿conoces a Midna? – preguntó Link, sorprendido.

- Sí... en nuestro último encuentro la vi escondida entre las sombras. Pude verla debido a que las... los dos tenemos poderes parecidos. – dijo el joven de las sombras.

- Sheik es muy callado, pero también percibo que tiene un carácter muy fuerte para defender ciertas cosas. – añadió Midna aguantándose la risa.

- ¿Ah? ¿A qué te refieres, Midna? – preguntó el héroe, confundido.

- Link, es mejor centrarnos a lo que vine. – dijo Sheik, nerviosa debido a las palabras de la Twili.

- Sí, tienes razón. Imagino a lo que has venido.

- Antes que nada, quiero felicitarte, pues has pasado todos los retos que se te han dado a lo largo de tu periplo de manera exitosa. Tu valor y fortaleza son los únicos que te han traído hasta aquí, donde se encuentra la última llama sagrada que te ayudará a imbuir tu espada. – dijo Sheik con profunda admiración.

- Solo he cumplido con mi deber. Haré lo que sea por proteger estar tierras de las garras de Ganondorf. – contestó el príncipe con seriedad.

- Al igual que las veces anteriores, debes despertar la Llama Sagrada de Lanayru entonando la canción que logrará devolverla a la vida. He aquí, héroe elegido, el cántico sagrado. Sabiduría de Nayru.

El héroe y la sheikah sacaron sus preciados instrumentos para entonar el sagrado cantar, y una vez que las notas se enlazaron para formar la dulce melodía, zarcos destellos se desprendieron en el aire, estremeciendo los corazones de los presentes.

Dejándose llevar por la curiosidad, Sheik abrió los ojos y comenzó a analizar al héroe, quien estaba sumido en el encantamiento de la armonía. En ese momento no existió el ser de las sombras, solo una princesa maravillada observando a su amado tocando una hermosa canción junto a ella.

Cuando finalizaron su armonioso acto, Sheik tomó la palabra.

- Has aprendido correctamente el último cántico sagrado. Cada vez estás más cerca de conseguir la victoria y derrocar a Ganondorf.

- Gracias por toda tu ayuda. – dijo Link.

- Te deseo mucha suerte. Me retiro.

Sheik se había dado la vuelta para desaparecer de la vista de todos, pero las palabras de Link lo detuvieron.

- ¡Espera, Sheik! ¿Nos volveremos a ver?

El silencio se hizo presente unos segundos, causando que el sheikah no sepa qué responder en esos momentos. ¿Cuándo volvería a ver al héroe? ¿Usando su misteriosa identidad o como la princesa Zelda, una esposa y mujer?

Sin darse la vuelta para no poner en evidencia la expresión de su mirada, respondió.

- Dejemos que las Diosas decidan nuestro destino. Si ellas designan que nos reencontremos, así será.

- Espero que así sea. Te agradezco por todo el apoyo que me has dado. – contestó Link, sonriendo.

- No tienes que agradecer. He cumplido con mi...

- ¿Es que no has entendido mis palabras? Gracias a tu ayuda he podido fortalecer mi espada, el arma que me permitirá vencer a Ganondorf y salvar estas tierras... la que me permitirá rescatar a una persona muy importante para mí, mi esposa. – contestó el joven con vehemencia.

Sintió que su corazón se le saldría del pecho al escuchar semejantes palabras, pero no omitió comentario.

- Ella es la mujer que amo, por ella estoy dispuesto a derramar toda mi sangre con tal de verla sana y salva. Lucharé incansablemente para salir con mi vida de este periplo y poder estar a su lado. Quiero que ella se sienta orgullosa de mí.

- ¡Ella está orgullosa de ti! – exclamó Sheik con devoción.

- ¿Ah?

- Quiero decir, que estoy seguro de que ella está muy orgullosa de ti, de eso no tengas dudas. – contestó, acomodando la imprudencia que estuvo a punto de cometer.

- Cuando me reúna con ella lo primero que haré será hablarle de ti y de cómo me ayudaste. Lástima que no pudiste conocerla, te hubiera caído muy bien, pues es muy agradable. Al igual que tú, es una hechicera.

El sheikah dejó salir una lágrima de sus ojos al escuchar las palabras del príncipe. Agradeció estar de espaldas a él para que no pudiera verla.

- Quién sabe si nos lleguemos a conocer, eso solo lo dirá el destino. Bueno, ha llegado el momento de retirarme. Que las Diosas te acompañen, héroe elegido. – respondió, esforzándose para que su voz no se quiebre.

Sheik, lanzó una esfera de energía al suelo y desapareció sin dejar rastro. El príncipe observó el sitio en donde estuvo por algunos segundos, hasta que Midna lo sacó de su trance.

- Estoy segura de que muy pronto volverás a Sheik.

- ¿Por qué estás tan segura de eso?

- No sé, intuición. – contestó con una gran sonrisa y desviando la mirada.

- Bueno, ya tengo el cántico sagrado para la llama de Lanayru. Es mejor que sigamos con nuestro viaje. Me preocupa todo el camino que debemos recorrer.

Después de la charla continuaron con el largo trayecto. Por primera vez Link se preocupó por su seguridad y la de sus compañeras, pues a la vista no se encontraba ningún refugio en el que podían pasar la noche o hacer una fogata para calmar el frío. Decidió no pensar en eso por el momento, continuaría con todo y luego pensaría cómo resolverlo.

...

Impa se encontraba en las afueras del Templo de las Sombras esperando el regreso de su pupila. Estaba ansiosa de poder hablar con ella, pues quería saber si su última misión con Link había sido exitosa.

Desde hace tiempo había notado a la joven entristecida y cabizbaja, sin embargo, en la actualidad las cosas se habían complicado, pues la veía muy nerviosa y con una tremenda ansiedad de ir a ver al héroe; una actitud nada común en ella que era reservada en ese tipo de asuntos. Temía que la fortaleza que la caracterizaba se hubiera desvanecido, y que dejándose llevar por un arrebato emocional se revele ante su esposo y le muestre su verdadera identidad.

Luego de unos minutos, Sheik hizo aparición en la entrada del templo, causando que la Impa corra ansiosa a su encuentro.

- Me alegra que haya regresado. Espero todo haya salido bien. – dijo la Sheikah.

- Sí, Impa, todo salió bien. Le enseñé a Link el último cántico y lo aprendió a la perfección. – contestó con poco interés.

- Me alegro mucho. El héroe pronto estará listo para vencer a Ganondorf.

- Sí...

La Sheikah notó tristeza en los ojos de su pupila, quien a pesar de que estaba bajo la identidad de su alter ego, no podía ocultar lo que la aquejaba.

- Desde hace días la veo muy cabizbaja, y justamente esta mañana la noté muy nerviosa. – comentó preocupada.

- No dormí bien. No te preocupes.

- ¿Qué es lo que tanto la aqueja? Dígamelo, por favor.

Liberándose de toda discreción, decidió hacerle una pregunta a su mentora, esperando que su respuesta resulte positiva.

- Impa, ¿hasta cuándo tendré que ocultarme de Link?

- Cuando él llegue hasta Ganondorf usted podrá ayudarlo, pero para eso aún necesita preparación y seguir entrenando en sus poderes. Recuerde que practicar con su identidad sheikah no es su única función.

- Pienso que decirle la verdad a Link sería prudente.

- ¡Sabes muy bien que eso no es posible! – indicó con ímpetu.

- ¿Por qué? Ya ha pasado mucho tiempo desde que inició todo este proceso de cambio. Ya es tiempo de que sepa la verdad. – contestó la joven, olvidándose de toda prudencia y manifestando enojo.

- Princesa, usted sabe que eso solo entorpecería su misión.

- No lo haría. Él es muy responsable y sé que cumpliría con su misión sin distracciones. – aseguró Zelda, con firmeza.

Impa percibió consternación en el espíritu de la princesa, le preocupaba que eso interfiera con todo lo planeado.

- Usted sabe mejor que nadie que su presencia si complicaría su misión, pues él se dedicaría a cuidarla por sobre todo, hasta por su deber. – comentó con preocupación.

- Solo pienso que debería saber la verdad. Ya es tiempo.

- Con todo respeto, es mejor dejar este asunto de lado. Usted adquirió un compromiso y debe acatarlo a como dé lugar. Es un deber con las Diosas que no debe traicionar.

La joven se quedó en silencio analizando las palabras de la sheikah, las cuales eran muy ciertas. Su presencia solo haría tambalear a su amado, quien desesperado la pondría como única prioridad. No debía ser egoísta.

En el fondo de su alma, ella sabía que sus deseos de revelarse ante su esposo no eran únicamente por consideración a él, también lo anhelaba por ella misma, pues quería poder estar con él de manera honesta, sin mentiras ni secretos que al final de todo podrían terminar lastimándolos a ambos.

Decidió dejar de lado sus cuestiones y seguir con las órdenes de Impa, pues hasta ahora, todo lo planeado había salido perfecto gracias a su discreción y prudencia.

- Creo que es mejor que vaya a descansar. Como le comenté hace un momento, la he visto nerviosa desde la mañana.

- Eso haré. – dijo Zelda, seria.

- No es necesario que mantenga esa imagen, regrese a su original personalidad para que se sienta más cómoda.

- Me quedaré de esta manera un rato más.

- Está bien, si eso es lo que usted desea.

La razón por la que la princesa decidió no cambiar su físico fue para recordarse a sí misma el deber que tenía que cumplir. Quería dejar encerrada a la mujer dolida y solitaria que era en realidad.

...

Al igual que Ganondorf, el Señor de los Demonios se encontraba encerrado en las penumbras de su habitación realizando una peculiar danza.

Se sentía complacido de ver que su plan había resultado, ya que gracias a sus oscuros poderes pudo adentrarse a la conciencia de la princesa y mortificarla con perturbadoras imágenes de su esposo.

- Solo es cuestión de tiempo para que pierda el juicio. Mientras más la torture con lo que más ama, menos tiempo tardará en mostrarse, pues se nota que esa mocosa haría lo que sea para defender a ese imbécil. – comentó, deleitándose con su propia danza mientras se observaba en el espejo.

Empezó a reír macabramente con solo imaginarse el rostro de la princesa llorando desgarrada al ver a su esposo morir por sus propias manos. Regocijarse con el dolor ajeno era el manjar más delicioso para el paladar de su podrida alma; después de sí mismo, la cosa más hermosa del mundo era la maldad y el sufrimiento de los demás; más aún si él era el autor.

...

La princesa permaneció encerrada en su habitación todo el día, hasta la llegada del anochecer. No tenía deseos de ver ni de hablar con nadie. Simplemente, deseaba estar sola y pensar en todo lo que la mortificaba.

No le confesó la verdad a la Sheikah para no preocuparla, pero la pesadilla de la noche anterior la tenía muy mortificada, pues ella conocía perfectamente al malévolo ser que se apareció frente a ella agrediendo a su amado.

- ¿Por qué habré soñado con él? Se supone que dejó de existir hace mucho tiempo. – se dijo a sí misma con consternación.

En medio de los recuerdos despertados de su inconsciente, había visto al Señor de los Demonios tratando de atraparla una y otra vez para obtener la resurrección de su amo, pero también sabía que el mismo había sido vencido y sellado en la Espada Maestra junto con el Heraldo de la Muerte, el alma podrida que Ganondorf poseía.

- Creo que todas las cosas por las que he pasado me están jugando una mala pasada. Él ya no existe, no va a regresar.

La joven sacudió la cabeza para dejar sus temores de lado. Ahora que había finalizado una de las etapas más importantes de su destino, no podía darse por vencida y debía fortalecerse para lo que se aproximaba, la batalla contra Ganondorf, en la que lucharía junto a su héroe.

Se colocó su ropa de dormir para entregarse al sueño una vez más, y esta vez sin derramar ni una sola lágrima, pues ahora más que nunca debía mantenerse fuerte y no permitir que nada ni nadie la perturbe.

Lentamente, el sueño fue apoderándose de ella, trasladándola a un escenario nuevo y desconocido para ella...

***

¿Qué es lo que sucede? ¿En qué momento llegué a esta oscura habitación? Puedo ver a través de la ventana que está dándose una horrorosa tormenta en la parte de afuera. No puedo distinguir donde me encuentro, pero lo que sí percibo es que es un lugar espantoso.

Sin perder tiempo salgo por la puerta de la habitación y empiezo a caminar sin rumbo fijo. ¡Necesito encontrar una salida! ¡Ya no quiero estar en este lugar!

Acelero el paso, pues siento que los nervios están traicionándome. De repente escucho una voz gritando mi nombre.

- ¡Zelda!

No puede ser... esa voz... esa voz es de...

- ¡Link!

Rápidamente, me dirijo a buscar el sitio de donde proviene su voz. Al parecer está en problemas, pues me sigue llamando con gritos desgarradores.

Después de varios minutos, que para mí fueron más que una eternidad, logré encontrar la puerta de donde provenían los gritos. La abro y me encuentro con una imagen espantosa... mi amado se encuentra en el suelo con varias heridas en su desnudo torso.

Inmediatamente, me lanzo a su lado mientras el dolor empieza a empapar mi rostro. Lo acojo en mis brazos tratando de no lastimarlo.

- Mi amor, ¿quién te hizo esto?

- Vete... es peligroso.

- ¡No! ¡No voy a abandonarte! Dime, ¿quién te hizo esto?

¿Quién pudo atreverse a hacerle esto? No sé quién será, pero desde este momento lo odio... lo odio con todas las fuerzas de mi alma.

Me sobresalto al escuchar una ensordecedora risa alrededor mío. Yo la he escuchado antes... No puede tratarse de él.

- ¡Muéstrate!

Luego de mi exigencia, la risa cesa, y en ese momento me responde de manera mordaz.

- ¡Qué maravilloso ver a los enamorados juntos!

- ¡Cállate! ¡Sal de tu escondite y enfréntame! – exigí enfurecida.

- ¿Quieres enfrentarme? Solo hay una manera en que puedes hacerlo. ¿Acaso permitirás que tu amado quede a mi merced?

Enmudezco ante las preguntas que me está haciendo. Nunca permitiría que nada malo le pase a Link.

- La vida de tu amado está en tus manos, de ti depende que él siga viviendo...

***

Una vez más, los gritos de horror y las lágrimas se hicieron presentes en la habitación de la princesa. Otra perturbadora pesadilla había vuelto a invadir su sueño.

Consternada, se colocó una mano en su pecho para calmar su acelerado corazón y tratar de mentalizarse de que nada de lo que la mortificaba era verdadero.

- Esto no es real... so... solo es una pesadilla causada por mis propios recuerdos. Nada malo le pasará a Link. – se dijo buscando seguridad en sus palabras.

Cuando su aceleramiento se calmó trató de volver a conciliar el sueño, rogándole a las Diosas que ese tormentoso episodio no se vuelva a repetir, pero sobre todo que protejan la vida del hombre que amaba.

...

Una semana transcurrió en las gélidas tierras, y Link y sus acompañantes seguían viajando. De no haber sido por el poco calor que le otorgaban sus mantos, más la suerte de haber encontrado pequeños e improvisados refugios donde descansar, hubieran caído presas del estremecedor clima.

Link se sentía completamente perdido en su camino, no sabía si estaba tomando el rumbo correcto. A veces tenía el presentimiento que andaba en círculos, pues era difícil orientarse en unas tierras que solo estaban rodeadas por nieve y montañas, sin ninguna civilización presente.

- ¡Eternos días de viaje! ¡Nunca encontraremos ese dichoso barco! – exclamó Navi, impaciente.

- No pierdan la calma. Tenemos que seguir con nuestro camino como sea. Ya es la última llama sagrada, no podemos detenernos ahora que nos encontramos tan...

La frase del joven no pudo ser finalizada, pues un estremecedor aullido se escuchó en el sitio.

Link preparó su espada y escudo para defenderse, pues percibía que su enemigo se encontraba muy cerca. Se estaban acercando a él por unos congelados arbustos que se encontraban a la vista. Sus percepciones no estaban equivocadas, pues frente a él se presentó un gran Wolfo invernal.

- Es un lobo, pero no se ve nada amigable. – manifestó la Twili, atemorizada.

- ¡Apártense las dos! ¡En cualquier momento se nos abalanza! – exclamó Link.

Las palabras del príncipe estuvieron más que acertadas, pues enseguida el Wolfo se abalanzó hacia él y sus compañeras. De no haber sido por que rápidamente se cubrió con el escudo hubieran caído presa de sus colmillos.

El principal objetivo para el Wolfo era saciar el hambre que lo aquejaba. Fijó su vista en las criaturas más pequeñas y más fáciles de atrapar, Navi y Midna.

Navi estaba completamente aterrada de ver a la abominable bestia que la estaba observando, sabía que su pequeño tamaño era una desventaja para ella, pues sería devorada en un respiro. Por otro lado, Midna se sentía más que impactada, pues en su mundo los lobos eran criaturas amigables, siempre y cuando se los tratara bien. Ahora se veía a merced de uno sediento de sangre, el cual no poseía la mirada de su fiel amigo Wolflink, el amigo que la cuidó desde niña y ahora se encargaba de proteger a su pequeño.

La reacción del héroe no se hizo esperar, pues ver que sus compañeras serían devoradas por la bestia, lo preocupó enormemente, y mucho más cuando la observó posicionarse para su ataque.

El lobo dio un gran salto para abalanzarse a las pequeñas presas, pero un punzante dolor en una de sus patas, más el golpe recibido en la fría nieve por el impacto, lo detuvo, ya que el héroe elegido se había acercado hacia él para atacarlo.

En ese momento dos fieras miradas se enlazaron entre sí. Ahora las condiciones de la lucha habían cambiado. La bestia primero acabaría con la más difícil de sus presas, para luego hacer lo mismo con las otras restantes.

El príncipe de ninguna manera iba a permitir que el depredador acabe con la vida de sus acompañantes, él iba a protegerlas a como dé lugar.

Aprovechando que el joven se había perdido dentro de sus angustias, el Wolfo se le lanzó encima, enviándolo al suelo. Link, con una fuerte patada en el estómago, lo alejo de su cuerpo, y en ese instante se acercó con su espada para herirlo en el cuello.

La bestia, enfurecida al haber sido agredida, reaccionó rápidamente y clavó sus dientes en el brazo izquierdo del joven, causando que este se queje de dolor inmisericorde.

La angustia de la Twili y el hada, al ver a su amigo siendo atacado, las había preocupado enormemente, y armándose de un poco de valor, Midna se acercó para poder auxiliarlo, sin embargo, su acción no fue necesaria, pues el joven una vez más había alejado a la bestia con un golpe.

Acelerando el paso, Link se acercó a la bestia para volver a incrustarle su espada, y fue ahí donde comenzó una ardua pelea entre ellos, ya sea porque se protegía de las posibles mordidas que esta podía darle o porque el Wolfo esquivaba los golpes con una agilidad impresionante.

Cuando la peluda bestia notó que el joven empezaba agotarse debido al esfuerzo, sin perder tiempo, se lanzó encima de él para provocar que caiga al suelo, mientras mostraba intenciones de perforarle el cuello con sus largos y filudos colmillos.

Por acto reflejo, el joven agarró el cuello del animal para evitar que le incruste su hocico en el cuello. Durante el forcejeo, ambos comenzaron a dar vueltas en el congelado suelo, sin liberarse de su agarre.

Midna y Navi observaban aterradas la lucha cuerpo a cuerpo que se estaba dando entre Link y el Wolfo, quienes estaban tan centrados en su ajetreo que no notaron la proximidad de algo terrible.

- ¡Cuidado, Link! – gritó Navi.

Link y el lobo se estaban aproximando a un barranco; el joven ni siquiera escuchaba los gritos de sus compañeras advirtiéndolo de lo que venía.

Midna y Navi se aproximaron hasta Link para tratar de detener su caída, pero se impactaron en sobremanera al ver que habían llegado demasiado tarde, pues vieron como el joven y la bestia caían por el precipicio.

Ambas escucharon el aullido del lobo cayendo, así que se aproximaron al filo del mismo y vieron a Link sosteniéndose de una delgada rama, la cual estaba a pocos momentos de romperse.

El hada comenzó a desesperarse, mientras que la Twili tomó la mano del joven para ayudarlo a subir, pero su minúsculo tamaño le impedía sostenerlo con más fuerza.

- ¡Suéltame! ¡Vamos a caer los dos! – exclamó el príncipe, desesperado.

- ¡No voy a soltarte! ¡Trata de subir mientras te sostengo!

La fuerza que utilizó Link para poder subir fue la causante de que la rama se rompiera. La gravedad fue la encargada de atraer su cuerpo a las oscuridades del abismo.

- ¡NOOOO! ¡LINK! – gritó la Twili.

- ¡NO PUEDE SER! ¡LINK! – vociferó Navi.

Los gritos desgarrados de la Twili y el hada, al ver que su amigo había caído al abismo, eran incontrolables. Dolorosas lágrimas empezaron a invadir sus rostros, pues su fiel amigo y compañero se había entregado a los brazos de una muerte segura sin que ellas pudieran evitarlo.

...

Desde hace varios días las cosas no estaban nada bien en el Templo de las Sombras, pues la princesa había comenzado a presentar signos de depresión y ansiedad tan alarmantes que provocaban que se alimente poco y que sus entrenamientos no sean óptimos.

Impa y Azael estaban muy preocupados por el cambio que había sufrido la dama, incluso el joven sheikah revisó su estado de salud y conversó con ella para saber la razón de su pesar. Zelda, completamente impermeable, mentía diciendo que todo era producto del cansancio.

Por más que le mintiera a los demás, no podía hacerlo consigo misma, pues ella conocía las verdaderas razones por las que se encontraba mal, hasta el punto de haberse echado al abandono de cierta manera. Las pesadillas.

Cada noche, sin poder hacer nada para evitarlo, tenía que presenciar la más cruel y dolorosa de las muertes para su amado. Su corazón se desgarraba de ver cada agresión que sufría o cada mirada suplicante que este le dirigía, donde le rogaba que se aleje de él para que no comparta su sufrimiento.

¿Qué había hecho ella para ser torturada de tan vil manera? Ya era suficiente infierno estar alejada de su esposo y sentirse en las más amarga de las soledades. Ahora le tocaba soportar angustiantes noches causadas por una de las alimañas más grandes que pudo haber creado la encarnación del mal.

Lo odiaba, detestaba a ese demonio con toda su alma. Por primera vez en su vida deseó aniquilarlo con sus propias manos por el sufrimiento que le estaba causando.

No sabía hasta qué punto iba a soportar tan dolorosas puñaladas en su corazón.

...

Las tonalidades tornasoles del cielo estaban desapareciendo para dar paso al manto oscuro y estrellado de la noche. Zelda, escondida bajo el misterio de su alter ego, regresaba a su habitación luego de dar una pequeña caminata por el pueblo.

En ese momento se disponía a alistarse para irse a dormir, pero cuando se colocó frente al espejo para ver su reflejo, su espíritu se estremeció por una razón que antes no había analizado, o más bien que evadió hacerlo.

¿Quién era la persona que veía reflejada?

Antes talvez le hubiera parecido la pregunta más absurda que se pudo haber planteado, pero en ese instante significaba todo. ¿Quién era ella en realidad? ¿Una sheikah? ¿Una hechicera? ¿Una princesa? ¿Una mujer?

Mientras estaba obnubilada observando su reflejo, retiró la pañoleta que la cubría, a medida que desbarataba la larga trenza que adornada su cabeza. Cuando su acción se vio finalizada, colocó una mano en su rostro para analizarlo con más curiosidad.

Era una imagen que le pertenecía, pero a la vez tan ajena a ella.

La joven se trasladó al día que su vida comenzó a cambiar. La época en la que descubrió quién era ella en realidad; también en los que conoció que dentro de ella existía otra imagen diferente a la que conocía.

*.*.*.*.*

Habían transcurrido dos días desde que los sheikahs rescataron a la princesa de las garras de Ganondorf. Esa mañana ya se sentía más recuperada, pues la impresión de las noticias recibidas y el peligro al que estuvo sometida se había apaciguado un poco.

Se quitó la ropa de dormir que tenía puesta y la reemplazó por su vestido, el cual estaba completamente limpio y arreglado. Supuso que Impa había sido la encargada de ello.

Se disponía a salir de su habitación para ir a buscar a su salvadora, pero antes de que eso ocurra la puerta sonó, así que se dispuso a abrirla.

- Buenos días, Princesa. Espero haya amanecido más recuperada.

- Buenos días, Impa. He amanecido mucho mejor. Te agradezco mucho por las atenciones que has tenido conmigo. – dijo la princesa, tratando de sonreír.

- No tiene nada que agradecer, lo he hecho con mucho gusto. Primero vamos juntas a desayunar y después la acompañaré a la capilla del templo, pues ha llegado el momento de que recupere sus recuerdos.

- ¿Mis recuerdos? – preguntó, confusa.

- Debe orarle a las Diosas. Ellas le ayudarán a abrirle las puertas de sus poderes escondidos.

La joven simplemente se quedó callada, no sabía qué responder en ese momento. Tantas cosas perturbando su mente, la abrupta misión que tenía que cumplir; todo era demasiado complicado de asimilar para ella.

- Le aseguro que a medida que vaya orando verá las cosas más claras. Confié en mis palabras, por favor.

- Entiendo...

...

Con el pasar de los días la princesa se dedicó a orar frente a la estatua de las tres Diosas sagradas. A medida que lo iba haciendo, poco a poco, muchos recuerdos comenzaron a llegar a su mente, y todos esos coincidían con las visiones que Ganondorf le había enseñado durante su secuestro.

Cada ráfaga de situaciones que visualizaba provocaba que una serie de sensaciones y energías desconocidas recorran su espíritu, descubriendo que ella era la encarnación de una Diosa que renunció a su divinidad para proteger la Trifuerza. Desde entonces reencarnó como una princesa en varias eras, para participar en la erradicación del mal junto con el héroe elegido, es decir, el alma que poseía su actual marido.

Cada vez que terminaba de orar sentía una sensación de alivio al saber que las cosas estaban más claras en su vida. Sin embargo, existía algo que la inquietaba no le permitía sentirse tranquila en su vida actual.

Llegó un momento en el que recordó cómo tocar la lira sagrada. La tomó en sus manos y comenzó a entonar varias baladas que escuchó en sus recuerdos; unas que creó en sus primeras vidas para poder guiar al héroe elegido para que cumpla su misión encomendada.

A pesar de que aún le faltaba seguir orando y purificarse para recordar más hechos, Impa le indicó que ya estaba lista para su primera labor.

- La felicito, princesa, puedo ver que su semblante ha cambiado. En tan solo días ha logrado recuperar gran parte de sus recuerdos y poderes, y eso es gracias a que su esencia de hechicera es muy poderosa. – admitió la sheikah, llena de admiración.

- A pesar de que recuerdo ciertas cosas de mis pasadas vidas, aún tengo demasiadas dudas.

- Todavía le falta seguirse entrenando espiritualmente. No pierda la calma, le aseguro que muy pronto recuperará la totalidad de los hechos de su vida.

- Espero que así sea, pues hay unos recuerdos en especial que deseos recuperar.

- Ha llegado el momento de que le dé a su lira un buen uso, con ella podrá ayudar al príncipe Link a revivir las llamas sagradas.

- ¿Las llamas sagradas? Recuerdo unas baladas que entoné para que Link pueda adquirir ciertos artículos para llegar a las llamas.

- Así es, pero ahora esos cánticos le ayudarán a devolverle la vida a las llamas. Será usted quien le enseñe al joven a entonarlos.

- ¿En serio? ¿Eso quiere decir que podré ver a Link? – preguntó, dejándose llevar por la emoción.

- Podrá verlo, pero no de la manera que usted desea.

- No entiendo...

- Ya le dije que usted debe dejar toda emoción de lado. Entiendo perfectamente que se trate de su pareja, pero ese sentimentalismo solo entorpecerá todo lo planeado.

- ¿Entonces como le enseñaré el cántico si no puedo verlo? – cuestionó angustiada.

- ¿Acaso no sabe que dentro de usted se esconde otro ser?

- ¿Otro ser?

- Así es. Haga memoria... usted posee un alter ego muy poderoso.

Las palabras de Impa la estremecieron en lo más profundo de su alma, y fue entonces que a su mente vino un importante suceso en el que ella se trasformaba en un ser con grandes poderes.

- Una sheikah...

- Así es. Usted guarda esos poderes en su interior.

- Transformada podré ayudar a Link. ¿Cómo puedo hacer eso?

- Cierre los ojos y no piense en nada.

Impa colocó su mano en la frente de la princesa. A medida que ella se concentraba sus labios pronunciaban unas antiguas y poderosas palabras.

- Joven sheikah, que ayudaste al héroe elegido de antaño, vuelve a hacer tu aparición para cumplir con tu cometido, y así acabar con el mal que aqueja a este mundo.

El cuerpo de la princesa fue rodeado por una brillante luz dorada. Esta se hacía más intensa, sentía que un fuerte dolor se apoderaba de ella. Era una sensación desagradable, pero tenía la suficiente capacidad de tolerarla.

Cuando el brillo se despejó, la joven se acercó a un espejo para contemplar su nueva imagen.

Ya no se encontraba usando su vestido, este había sido reemplazado por un enterizo azulado con varios detalles. Su larga cabellera ya no poseía esa tonalidad castaña que la caracterizaba, ahora era dorada como los rayos del sol y le recordaba a como lo tenía en sus anteriores vidas. Su azulina mirada era otro rasgo que había desaparecido de su rostro, ahora sus pupilas carmesí guardaban en su interior misteriosos secretos.

Le costaba admitirlo, pero le perturbaba un poco ver que ya no era ella la que se reflejaba en el espejo...

*.*.*.*.*

Así como en ese momento se sintió extraña con su apariencia, esa incomodidad había regresado a invadirla. No le gustaba sentirse dos personas al mismo tiempo, ella solo quería ser una, Zelda. No toleraba una doble vida.

No pensaba en la Diosa ni en la princesa, simplemente pensaba en Zelda, la mujer con sangre en las venas, la que tenía un corazón latiendo, minuto por minuto, por las personas que quería, por el hombre que amaba con toda su alma y al que deseaba proteger por encima de todo.

El dolor y las amargas lágrimas se hicieron presentes. La joven se quejó por las heridas de su espíritu.

- ¿Quién es ella? Esta no soy yo... no soy yo.

Sus sentimientos de tristeza fueron reemplazados bruscamente por una furia desmedida, donde impulsiva formó una esfera de energía en sus manos y destrozó el espejo en el que se estaba reflejando.

- ¡Estoy harta de los misterios! ¡De las mentiras! ¿¡Hasta cuándo!? ¿¡Cuánto tiempo tendré que fingir algo que no soy!? ¿¡De sentirme tan sola y vacía!?

Dejó su alter ego al olvido y se transformó en la persona que era en realidad. Ya estaba cansada de aparentar fortaleza cuando por dentro estaba más frágil que un cristal.

Sin poder soportarlo cayó de rodillas al suelo a llorar con desenfreno, pues las pesadas cargas que tenía sobre sus hombros se habían tornado nefastas. Sentía que el valor y las fuerzas con la que asimiló su destino se habían esfumado para siempre, y lamentablemente ese era un lujo que no podía darse.

Se disponía a levantarse del suelo, pero tuvo una horrible sensación en el pecho, una dolorosa punzada que la quemaba y ardía profundamente No era la primera vez que lo sentía.

- Link...

El raciocinio se desvaneció por completo, simplemente tomó una decisión sin tener en consideración ninguna consecuencia...

...

Los congelados vientos de las montañosas tierras se volvieron arrasadores con la llegada de la noche, anunciando la llegada de una terrible tormenta.

Haciendo uso de sus grandes hechizos para movilizarse libremente, la princesa llegó a los rincones más escondidos del Pico Nevado con un solo objetivo, encontrar a su esposo. Debido al enlace que existía entre sus espíritus, presentía que se encontraba en grave peligro.

Antes de partir sigilosamente del Poblado Olvidado, se había cubierto con su capucha para protegerse del frío, pero no analizó que podría darse una terrible tormenta y que su protección no le serviría de mucho.

Largas horas que parecían una tortuosa eternidad transcurrieron, mientras que la tormenta arrasaba con todo lo que tenía a su paso. La joven comenzaba a sentir como el cuerpo la traicionada, pues el frío penetraba en su delicada piel como lastimeros puñales.

- No pienso detenerme hasta encontrarte, Link. – se dijo con firmeza.

De ninguna manera iba a permitir que el clima la detenga, no iba a descansar hasta encontrar a su amado con vida. Durante todo su matrimonio él se había desvivido por cuidarla y protegerla con fiereza, incluso lo hizo en el tiempo en el que ella era más fría que la misma tormenta. Esta vez ella iba a protegerlo, a luchar contra lo que sea con tal ver esa hermosa sonrisa que tanto le encantaba... que tanto amaba.

Luego de una incesante búsqueda, sus deseos fueron cumplidos, pues debajo de un árbol encontró el cuerpo de su amado junto a una bestia de blanco pelaje.

- ¡No puede ser! ¡Link!

Sin poder contener el dolor que sintió en su corazón al ver a su amado en el suelo, la joven corrió inmediatamente a socorrerlo, rogándole a las Diosas que no estuviera muerto, pues ese sería un impacto que no podría soportar.

Al pasar junto al Wolfo pudo darse cuenta de que este se encontraba muerto, pues su cabeza estaba encima de una ensangrentada roca que se encontraba en el sitio; temió que su príncipe se encuentre en las mismas condiciones.

Con pánico colocó sus dedos en el cuello del joven para buscarle palpitaciones, y su corazón se llenó de regocijo al ver que había signos de vida en él.

- ¡Gracias, divinas Diosas! ¡Gracias por devolverme la vida!

Se sentó en el suelo y tomó el cuerpo de su amado para abrazarlo. No pudo evitar sorprenderse de ver que hubiera sobrevivido a la caída, pero al notar que alrededor de él había varias ramas, supuso que estas antes se encontraban en el árbol y fueron las encargadas de lentificar su caída.

Mientras la princesa acariciaba el rostro de su héroe con sumo cariño y devoción, vio como sus dedos se tintaron de carmesí; se apenó al ver que el líquido salía de una pequeña herida de la frente. Se dispuso a sanarla con sus poderes, sin importarle que su cuerpo se debilite por el intenso frío que estaba sintiendo.

Cuando Zelda se terminó de realizar su sanadora labor en todo el cuerpo de su esposo, un ruido estremecedor la impresionó, pues ante ella se presentó una extraña criatura conformada por un macizo y congelado cuerpo. Un Chilfo.

La calma que sintió la joven hace unos momentos se había desvanecido, pues ahora lo único que la invadía era la furia, pues jamás iba a permitir que ese ser se acerque a lastimar a su esposo.

Despacio volvió a colocar al príncipe en el suelo, mientras lo cubría con su ligera capucha. No le importaba tener frío con tal de protegerlo.

La gélida bestia, al ver las intenciones de la princesa, se puso a la defensiva, pues no iba a permitir que nada ni nadie impida conseguir su objetivo de acabar con la vida de ella y el príncipe.

La joven, haciendo uso de sus hechizos, apareció en sus manos su preciado florete, y en ese momento se puso en guardia para enfrentarse a su enemigo.

El engendro de hielo fue el primero en iniciar el ataque. Blandió su lanza contra la princesa con la intención de atacarla, creyendo que tan vulnerable joven no era rival para él; pero lo que no se esperó es que ella esquivaría su ataque con gran agilidad, para después impactar su espada contra la de sí mismo.

La joven, sintiendo el peso del arma contra la suya, hizo un rápido movimiento de evasión y ensartó su florete en el escuálido pecho de su enemigo, provocando que este gritara debido al dolor, mientras una parte de su diminuta cintura se trizaba.

Satisfecha de haber logrado su primer ataque, la joven aprovechó la perturbación de su enemigo para volverlo a agredir, tratando de dejar de lado que el frío comenzaba a perjudicarla a una velocidad alarmante.

Una vez más, la princesa clavó su florete en el pecho de la criatura, quien volvió a estremecerse de dolor debido a las agresiones. Sin embargo, eso no le impidió descubrir que las cosas que ocurrían estaban a su favor.

Cuando notó que la joven se estaba debilitando, sacó las pocas fuerzas que tenía para acabar con ella, así que con un solo movimiento de su lanza la golpeó en la cabeza. Zelda lanzó un grito de dolor al ser impactada.

Sumado al frío que causaba que sus labios se tornen azulados, la princesa vio con terror como la congelada criatura se acercaba a ella para aniquilarla.

Ya no tenía fuerzas para defenderse. Nada podía hacer para impedir su deceso.

Cerró los ojos y sintió como frías lágrimas salían de sus ojos al saberse vencida de la peor manera. Sin embargo, el Chilfo lanzó de su boca un estremecedor grito, mientras su cuerpo se desmembraba completamente y caía a la nieve.

Cuando la cabeza de la criatura fue la última en tocar el suelo, la joven no creyó en lo que sus ojos veían. Link, quien empuñaba la Espada Maestra en su mano, la había rescatado, impidiendo que caiga presa de las garras de la muerte.

Debido a la impresión e inmensa emoción de haber visto a su amado despierto frente a ella, la joven se desvaneció en un estado casi inconsciente. Link evitó que se impacte contra el suelo.

- Zelda, no... no puedo creer que estés aquí. – dijo completamente impactado.

- Vine por ti, mi amor. Supe que estabas en peligro y quise rescatarte. – respondió con angustia debido al frío que la invadía.

- No debiste venir, te expusiste a un gran peligro.

- No importa... nada se podría comparar a perderte.

El príncipe se sintió desesperado por el estado de su esposa. Sabía que su cuerpo era muy vulnerable al frío, y al ver que sus labios aumentaban su tonalidad azulada lo preocupó enormemente. La rodeó con el manto sagrado que y con la capucha con la ella que lo había cubierto para luchar contra el Chilfo.

- Te agradezco tanto por haber venido a salvarme, mi hermosa princesa. – manifestó el joven con profunda devoción.

- Link, yo no te he salvado, fuiste tú el que lo hizo conmigo.

- De no haber sido por ti, por el calor que me brindaste, no hubiera despertado. Vámonos de aquí, encontremos un refugio en donde protegernos de esta tormenta.

Link tomó en brazos a su princesa para comenzar la búsqueda de un refugio. Mientras la joven se abrazaba a él, buscando un poco de su calor, en su conciencia rogaba a las Diosas que lo ayuden a encontrar un buen sitio donde resguardarse, pues a pesar de que su amada yacía segura y protegida en sí mismo, sentirla tiritar lo mataba.

Caminó por varios minutos, que parecieron convertirse en horas debido a los sentimientos de angustia y desesperación, pero estos se disiparon al ver que a lo lejos se levantaba lo que parecía ser una cabaña.

Link se extrañó al ver semejante lugar en un sitio tan inhóspito, mucho menos si no había personas que lo habitaban, pero en ese momento decidió no pensar en eso y se dirigió al descubierto lugar.

...

El lugar al que la pareja llegó era una pequeña cabaña. Lo único que había era una cama, una mesa con dos sillas, un armario y una chimenea. El joven se preocupó de ver a donde habían llegado, temía que sea propiedad de alguien y se metan en problemas por estar invadiéndola.

Con cuidado sentó a su esposa en una de las sillas mientras comenzó a revisar el sitio. Abrió el armario y se dio cuenta de que estaba vacío, ese fue el primer indicio de que nadie habitaba la casa, cosa que lo tranquilizó.

Sacudió lo mejor que pudo las sabanas de la cama para hacerla más acogedora para Zelda. La cargó y la acostó mientras la cubría con una manta que tenía guardada en su alforja. En silencio agradeció a las Diosas el haber comprado varias de ellas antes de partir de viaje.

Luego de que su amada estuvo lo suficientemente arropada, juntó unas cuantas hojas de papel entre la vieja madera de la chimenea y la encendió con unos fósforos que tenía guardados. El fuego le brindó vida al pequeño lugar.

Sin perder más tiempo, Link se acostó a lado de su amada para brindarle su calor. Tenerla abrazada de esa manera hizo que a su mente venga un especial recuerdo, la primera discusión que tuvieron a los pocos días de casados, en la que, dejándose llevar por los celos, la trató mal y causó que se esconda en los cofines del bosque, donde perdió el conocimiento debido al frío.

Ese día, en el que el miedo y la desesperación se apoderaron de él, se quedó abrazándola toda la noche, sin imaginarse que ese terrible suceso sería el detonante para descubrir el gran amor que sentía por ella.

Una vez que el príncipe salió de su trance, besó con delicadeza la frente de su amada.

- A pesar de estar en esta situación, me siento feliz de tenerte entre mis brazos. – dijo, mientras juntaba más su cuerpo con el de ella.

- Yo también me siento muy feliz de estar contigo. Te he extrañado mucho. – respondió Zelda, sintiendo como la alegría invadía su corazón.

Se quedaron en silencio un momento, transmitiendo con su agarre lo que las palabras no podían hacer, pues la felicidad de estar juntos después de tanto tiempo llenaba de verdadera paz a sus solitarias almas.

El príncipe se sintió aliviado de ver que el temblor de su esposa se estaba reduciendo, sin embargo, esa tranquilidad comenzó a convertirse en tristeza, pues sabía que una vez que la joven esté recuperada, se iría.

- Tu cuerpo ya no está tan frío, pero debes esperar a estar completamente mejor antes de irte, por favor. – indicó Link, sintiendo como el dolor se apoderaba de su corazón.

La princesa escuchó las tristes y ciertas palabras de su esposo. Ella debía regresar al lugar que por el momento pertenecía, tenía que irse y hacer que las cosas sigan su determinado curso. Sin embargo, en ese momento, sintió un impulso y deseos crecer en su corazón de manera desorbitada. Fue entonces que encontró la respuesta que tanto necesitaba.

- No voy a irme...

Los apagados ojos del príncipe se iluminaron al escuchar esas palabras. Por un momento creyó que el frío estaba haciéndole una mala jugada.

- ¿Qué di...?

- Voy a quedarme contigo. No sé si me iré mañana, pasado mañana o luego de una semana, solo sé que esta noche pienso quedarme contigo.

La princesa se liberó del abrazo de su esposo para sentarse y mirarlo a los ojos de manera intensa, haciendo que este tome la misma posición de ella. Entrelazó sus labios con los de él en un ferviente y apasionado beso. Link no pudo ni quiso rechazar aquel afecto.

Ambos se entregaron con vehemencia a la caricia que sus labios se estaban otorgando. La humedad y calidez causaba en ellos enormes y placenteros deseos que se hallaban escondidos desde hace tiempo.

Para intensificar más la unión, el príncipe tomó la cintura de su amada con desesperación, sin permitir que esta acción acabe con el mágico momento. La joven, por su parte, se abrazó a su cuello acogiendo el mismo ansioso sentimiento. Subió una de sus manos y tomó el gorro que cubría su cabeza, el cual lanzó por los aires.

Link se sorprendió en sobremanera ante el actuar de su esposa, pero sin que él tenga oportunidad de refutar. Ella lo lanzó a la cama con poca delicadeza.

El sonrojo cubrió las mejillas del joven al haber presenciado tan atrevido acto por parte de su esposa, pero este aumentó al ver como esta se deshacía de la capucha que la cubría.

- Zelda...

- Te noto sorprendido. ¿No te gusta lo que hago? – peguntó, usando un tono seductor en su voz.

- Me encanta. Solo que siempre he sido yo el que ha tomado la iniciativa en estas situaciones, pues hay momentos en los que eres un poco tímida. Tomas las riendas cuando te sientes completamente enardecida por el placer que te estoy dando y quieres alcanzar el clímax.

- Las cosas pueden cambiar de vez en cuando, ¿no crees?

- Ahora lo creo. Y verte así es fascinante y atrayente... más que antes. – respondió el joven.

Zelda acarició con dulzura el rostro de su amado, para luego mirarlo a los ojos con más intensidad que la primera vez.

- Esta noche la princesa y el héroe dejaron de existir. Hoy simplemente seremos un marido y su mujer, dos amantes que se han deseado con angustia desde hace tiempo. Esta noche solo seremos Link y Zelda.

Esas palabras fueron suficientes para acabar con toda preocupación o duda que la pareja tenía. Su mente no abarcaba nada relacionado al destino que los marcaba ni al deber que tenían designado por las Diosas; lo único que existía en ese momento para ellos era y el inmenso amor y pasión que sentían el uno por el otro.

Zelda se sentó sobre el cuerpo de su amado y lentamente se bajó las tiras de su vestido hasta quitárselo por completo. El rostro de éxtasis del príncipe no pudo ser disimulado al ver a su mujer desnuda ante él. Comenzó a tocarla con hambre y necesidad.

- Estás más hermosa que nunca... – confesó hasta el punto de perder la voz.

- Los entrenamientos a los que he sido sometida han tenido algunos frutos, por eso mi cuerpo ha mejorado. – contestó la joven, orgullosa.

- Se ha embellecido. Me impactas.

Con ansiedad, Link se deshizo de la túnica que lo cubría para igualarse al estado en el que su amada se encontraba.

La princesa tuvo una reacción parecida a la de su esposo al tenerlo desnudo frente a ella. Mordió sutilmente los labios al deleitarse con la firmeza de sus músculos y torso, los cuales habían mejorado debido a las batallas que tuvo que enfrentar. Sin embargo, al mismo tiempo, se entristeció de ver las cicatrices marcando su piel.

- Estás muy atractivo, más que antes. – admitió impactada.

- No eres la única que ha mejorado. Solo espero que estas cicatrices no cambien la impresión que tienes de mí. – dijo apenado.

- Es lo que más me gusta.... Simbolizan tu fortaleza y hombría.

- Toda esta lucha ha sido únicamente por ti.

- Al igual que tú, todo lo que he luchado y soportado ha sido por ti. Por eso esta noche te demostraré las ganas que te tengo.

Zelda tomó una de las manos de su amado y la llevó hasta sus labios para besar sus dedos con seducción y frenesí, mientras lo miraba a los ojos con ferviente pasión. Link, al ver y sentir tal acción, enloqueció terriblemente, mientras su boca lanzaba un desbocado suspiro.

La princesa, al ver que sus tratos causaban el efecto deseado, bajó la mano de su esposo a uno de sus pechos, para luego dedicarle unas palabras.

- Quiero que me tomes como nunca antes lo hayas hecho. Hazme tuya con la fuerza que tanto me enciende.

Las palabras no fueron respuesta ante la petición de la joven, pues Link se aferró fuertemente a su cuerpo para comenzar con ella el ritual de amor en el que siempre eran los protagonistas.

...

Las llamas de la vieja chimenea danzaban de diversas formas, siendo testigos del encuentro que se llevaba desenfrenado cerca de ellas.

Los cuerpos de los amantes se entrelazaban entre intensos besos y caricias, mientras que los gemidos de ambos se escuchaban por todo el sitio, como símbolo del regocijo que los invadía.

No hubo zona que Link no haya recorrido en el cuerpo de su mujer. Saborear con deleite sus apetecibles pechos y llenarse de la exquisita sensación con los rincones más íntimos de ella lo tenían a merced del desfallecimiento. Cada caricia, cada palabra de amor que su princesa le regalaba llenaba de gozo su piel, haciendo que tan placentera sensación sea trasladada a su corazón, el cual latía con fuerza debido a las fuertes y sublimes sensaciones que estaba experimentando.

El joven no era el único que disfrutaba de las delicias del arte amatorio, pues la princesa, quien se encontraba dominada por el éxtasis, se retorcía con cada caricia que su amante le otorgaba. De su boca no salían quejas ni indicaciones, se dejaba llevar por los labios y manos que la estaban poseyendo, los cuales conocían perfectamente el recorrido que tenían que hacer para llevarla a los gritos y sensaciones más desaforadas y embriagantes.

Luego de que sus cuerpos suplicaron más, los jóvenes se unieron entre sí, consumando los deseos que los estaba quemando. Sus labios se bebían con una sed inmisericorde que trataban de apaciguar mediante en enlace de sus lenguas, las que se disfrutaban acompañadas de sublimes y ensordecedores jadeos.

El vaivén de las caderas de ambos se convirtió en una danza desenfrenada, donde los violentos movimientos iban al compás de los intensos gemidos que la pareja desprendía. Las congeladas ventanas del sitio que acogían su entrega se empañaron por completo sin dejar ni un rastro de hielo. Sus cuerpos perlados por el sudor brillaban tornasoles a la luz de la fogata.

Regalándose unos últimos momentos de entrega, la pareja soltó un intenso y sonoro suspiro, disfrutando la explosión brutal de sus placeres. La fría soledad de sus espíritus se había disipado, ahora solo existía en ellos la vehemencia del amor y la pasión cubriéndolos por completo.

Completamente agotados, mientras sus cuerpos se estremecían con espasmos orgásmicos, se tumbaron en la cama a medida que sus respiraciones se normalizaban. Las lágrimas salieron de los ojos de ambos; no lloraban por tristeza, sino por una inmensa alegría al ver que sus almas se habían reencontrado.

Se quedaron dormidos y abrazados, sin poder disimular la sonrisa en sus labios debido a tan apasionado encuentro. Eran felices al saber que al amanecer estarían rodeados por el calor de sus encadenados corazones.

...

Comentarios finales:

¿Qué les pareció este hermoso encuentro? Espero les haya parecido fascinante.

En lo que me concierne me siento contenta de que las cosas se hayan dado así, pues no quería que esta historia sea como las demás, donde recién al final los enamorados puedan estar juntos y felices. Además, que mejor excusa que un frío clima para esta clase de sucesos.

Puede ser que luego sus caminos terminen separados, pero el que se haya dado esta situación fortaleció su lazo de amor, pues desde hace tiempo que se extrañaban y tenían que dejar de verse como los salvadores del mundo. Ahora eran un hombre y una mujer terriblemente enamorados que dieron rienda a suelta a lo que sentían sin ninguna atadura que los mortifique.

En lo relacionado con la parte de acción, quiero agradecer a Fox McCloude. Me dio sugerencias para detallar más las peleas, aún sigo en proceso de mejora, pero esta vez me esforcé para describirlas mejor.

Les adelanto que el siguiente capítulo también será romántico, aunque también entre la pareja se dará una conversación muy dolorosa. Ya descubrirán de qué se trata.

Una vez más, gracias a todos por seguir mi historia. Me interesa la opinión que tienen de este capítulo en especial; espero haber cumplido con sus expectativas.

¡Hasta la próxima! ^^

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