3. Amor sellado
Los cuatro gobernantes quedaron impactados al ver que los fragmentos de sus hijos no brillaron al hacer contacto, se sentían confundidos con esa situación. Incluso les pidieron que la repitan, pero nada sucedió.
- No es posible, deberían estar brillando en este momento... – dijo la reina, preocupada.
Los jóvenes se quedaron extrañados al ver la sorpresa de sus padres, pues no comprendían lo grave de la situación de que sus fragmentos no brillaran. Al menos Link pensaba que eso era algo que nunca había ocurrido con el suyo.
Dejando de lado la preocupación de sus padres y futuros suegros, el príncipe se dio cuenta de que aún tenía sus dedos entrelazados con los de Zelda. Por alguna extraña razón no quería dejar de tocarlos, pues sentía una calidez agradable al tener contacto con ellos.
La joven empezó a soltar la mano de su prometido, pero grande fue su sorpresa al ver que este la sostenía con firmeza, motivo por el que se sintió incómoda. Se zafó, sobresaltando enormemente al príncipe con su actuar.
- Lo siento. ¿Te estaba sosteniendo muy fuerte? – preguntó apenado, sin siquiera entender los motivos por los que no la soltaba.
- Ya quería soltarme. – respondió, tranquila, pero seria.
- Entiendo...
Link se sintió muy avergonzado al no haberse dado cuenta que sostenía la mano de su prometida, pero al mismo tiempo no le agradó la seriedad con la que le habló. Sin entenderlo, estaba algo resentido.
Luego de haber soltado sus manos, siguieron escuchando la conversación de sus padres, sintiendo curiosidad de saber el motivo de alarme por algo que para ellos no era importante.
- Tranquila, Celine, debe de haber alguna explicación. Recuerda que recién se están conociendo y talvez por eso no han brillado. – le indicó el duque a su futura consuegra, tratando de calmarla.
- Sí... ha de ser eso. – contestó la duquesa, preocupada.
Después de unos minutos de silencio, el rey pensó que lo mejor era que los jóvenes se retiren, así que encontró la excusa perfecta para que lo hagan.
- Zelda, ¿por qué no vas a visitar a tus amigos? Sería muy bueno que les presentes a tu prometido.
- ¿Yo? Pero es que...
El rey le hizo una señal seria a su hija, indicándole que obedezca su orden sin quejarse. Eso causó que la princesa, muy a su pesar, acate de inmediato, pues no quería que su padre la regañe delante de todos.
- Está bien, lo llevaré a conocer a mis amigos. – dijo disimulando su incomodidad.
- Me parece una excelente idea, Zelda. A Link le hará muy bien hacer nuevos amigos. Hijo, debes cuidar a tu prometida en todo momento, ¿sí? – pidió la duquesa, tomándole con cariño el brazo.
- Sí, mamá, no te preocupes. – respondió incómodo.
Link caminó hacia la salida del despacho, abrió la puerta y le indicó a la princesa que salga primero. La joven observó a su prometido unos segundos, para luego pasar, siendo seguida por él.
Y fue así, que una vez que la pareja se retiró, los gobernantes, exaltados, se pusieron a conversar.
- ¿¡Qué es lo que acaba de pasar!? ¿¡Por qué no brillaron los fragmentos al hacer contacto!? – se quejó la duquesa, alarmada.
- Tranquila, querida. Ya te dije que no hay que tomarlo tan en serio. Recién se están conociendo y pienso que es algo normal. – respondió el duque.
- Físicamente, sí se están conociendo, pero sus almas se conocen desde siempre y lo sabes. – dijo la mujer, impaciente.
- ¡Cálmate, Aitana!
Viendo que entre los duques iba a empezar una discusión, el rey decidió intervenir para tranquilizarlos.
- ¡Guarden la calma! La verdad esto es muy extraño, pero no debemos perder la cordura. Creo que lo mejor que podemos hacer es buscar a alguien que nos ayude, y quien mejor que el sabio en estos casos.
- ¿Rauru? – preguntó el duque, sorprendido.
- Así es. Él es el único que nos dará una explicación. Esta noche iremos a verlo.
...
La joven pareja se encontraba caminando por las afueras del palacio. En todo el recorrido no se dirigieron la palabra. Link, inexplicablemente, tenía muchos deseos de hablarle a su prometida, pero presentía que quería estar callada.
Luego de caminar por varios minutos, llegaron a un gran condominio cuya elegancia era parecida al palacio. Estaban ubicadas varias mansiones decoradas por enormes y majestuosos jardines.
- ¿Qué es este lugar? – preguntó el joven.
- Es el condominio real. Aquí viven los marqueses del reino junto con sus familias. – contestó Zelda.
- Ya veo. En Ordon hay algo parecido, pero en vez de marqueses viven la comunidad de los condes.
Luego de intercambiar unas cuantas palabras, la princesa observó que de una de las mansiones salía una joven de piel blanca, cabello rojizo y ojos celestes; utilizaba un elegante vestido color verde claro y su peinado estaba conformado por una larga cola a un lado, cayendo sobre su hombro.
- ¡Gracielle!
Cuando la joven escuchó el llamado de la princesa, aceleró el paso hacia ella y la abrazó con cariño.
- ¡Zelda, qué bueno que vienes a visitarme! Hace una semana que no te veo, incluso fui a buscarte, pero el rey me dijo que te sentías mal. ¿Qué es lo que te ha pasado? – preguntó preocupada.
La princesa se quedó callada ante la pregunta de su amiga, pues prefirió evadir el tema por el momento, sobre todo si Link se encontraba a su lado.
- No te preocupes, ya estoy mejor. Quiero que conozcas a alguien.
La princesa tomó del brazo a Link y lo puso frente a su amiga para presentarlo.
- Gracielle, te presento a Link. Él es el príncipe del reino de Ordon y también... es mi prometido. – señaló, cabizbaja.
Los ojos de la joven se abrieron desorbitadamente al escuchar la noticia que su amiga le acabó de anunciar.
- ¿Tu... prometido? – preguntó impactada.
- Así es, yo soy el prometido de la princesa. Es un gusto conocerte, Gracielle. – dijo, mientras tomaba su mano para besársela cortésmente.
- Mu... mucho gusto, Link. – dijo entrecortada.
Gracielle seguía sorprendida y sin saber cómo actuar. Estaba dispuesta a preguntar sobre el asunto con más detalle, pero sus palabras se vieron interrumpidas al sentir cómo detrás de ella aparecía una persona, abrazándola por la cintura.
- Hola, mi amor. Ya regresé.
Al escuchar aquella voz, se dio la vuelta y mostró una sonrisa, para luego regalarle un cálido beso en los labios a la persona que estaba frente a ella.
- Hola, cariño, me alegro de verte. – expresó emocionada.
Luego de haberse abrazado, Gracielle presentó al joven recién llegado, quien observó con curiosidad al acompañante de la princesa.
- Link, te presentó a Cocu. Mi esposo.
Cocu era uno de los marqueses del reino, un joven de buen porte al igual que el príncipe. Su cabello era castaño y sus ojos de la misma tonalidad que los de su esposa. Estaba utilizando una chaqueta marrón con unas hombreras de acero y un pantalón negro con botas color café.
- Hola, Link, me alegra conocerte. – dijo, estrechándole la mano.
- Hola, Cocu. Igualmente, el gusto es mío. – respondió de la misma manera.
- Cocu y Gracielle son unos de los marqueses de este reino, y somos amigos desde que éramos niños. Los dos están casados desde hace dos años. – indicó la princesa a su prometido.
- Me alegra mucho verte, Zelda. No tienes idea cómo Gracielle me ha enloquecido, quejándose porque no ha podido ver a su mejor amiga en todos estos días. – comentó Cocu, riéndose.
- A mí también me alegra verte, Cocu. He estado un poco indispuesta y por eso no he venido. – dijo, agachando la cabeza.
- Querido, Link es el príncipe de Ordon... y también es el prometido de Zelda. – mencionó Gracielle.
El joven se quedó de piedra al escuchar la noticia que le dio su esposa, aunque disimuló muy bien el impacto que le había causado.
- ¿Prometidos? Vaya, qué sorpresa. Felicidades a los dos.
La pareja solo se limitó a sonrojarse y a sonreír a la felicitación del marqués, pues agradecer por algo que era forzado, les pareció poco honesto. Cocu notó que su felicitación no fue del todo bien aceptada, así que para acabar con el incómodo momento decidió hacerle al príncipe una pregunta.
- Link, ¿sabes usar el arco y la flecha?
- Claro que sí, desde niño lo he practicado. – contestó animado.
- ¿Qué te parece si me acompañas al campo de entrenamiento y practicamos un poco? Así también dejamos que las amigas conversen.
- Me parece bien, gracias por la invitación. – respondió sonriendo.
Los dos jóvenes se dirigieron a entrenar y dejaron a sus parejas solas en el lugar. En ese momento, Gracielle agarró a la princesa fuertemente del brazo, y le pidió una explicación de lo que se acababa de enterar.
- ¿Por qué no me dijiste nada? Creí que éramos amigas. – reclamó resentida.
- Perdóname, pero yo me enteré hace poco de esto. – respondió seria.
- ¿Qué cosa? – preguntó impactada.
- Yo no sabía que estaba comprometida. Me enteré hace una semana, por esa razón no pude verte, pues estaba tan deprimida por mi compromiso que quería solamente estar encerrada.
- ¿Deprimida? ¿Acaso no estás...?
- No, Gracielle, no estoy enamorada.
La joven se quedó impactada por las palabras de su amiga, no tuvo mucho que decir o preguntar al respecto.
- Es decir que...
- Me casaré con Link, obligada.
- ¿¡Qué!? Pero... Zelda, no deberías casarte sin amor.
- Nuestros padres nos comprometieron desde pequeños, pues según ellos, las Diosas así lo han designado.
- Las Diosas desean que uno sea feliz, y tú no lo estás.
- Es cierto, pero ya no puedo hacer nada, tengo que casarme con él. Lo veo como un simple deber de honor a las Diosas, pues sabes perfectamente que yo no pienso enamorarme, así que unirme en matrimonio carente de ese sentimiento no me afecta en lo más mínimo. – respondió, fría.
- No deberías pensar así, el amor es algo valioso. Solo míranos a Cocu y a mí, nuestra relación no es perfecta, pero nos amamos profundamente y él jamás me ha herido. Somos muy felices.
- Ustedes son una excepción, porque con Ashei no pasó lo mismo.
- Zelda, yo también lamento lo que le pasó a Ashei. Extraño tanto como nos reuníamos a conversar las tres juntas... pero no por eso debes pensar que el amor es algo malo. – indicó entristecida, recordando hechos pasados.
- Para mí el amor no existe. – expresó, al borde de las lágrimas.
La joven prefirió no seguir presionando a su amiga, solo se limitó a abrazarla y a consolarla debido a su tristeza. No le gustaba en lo absoluto que se casara sin estar enamorada, pero viendo lo cerrada que estaba en querer cumplir con su matrimonio, no dijo más.
...
En el campo de entrenamiento, alejados de todo bullicio, Link y Cocu se encontraban practicando con el arco y la flecha. El marqués se quedó sorprendido al ver la habilidad del príncipe utilizando el arma, incluso lo superaba a él mismo en todo sentido; y eso que siempre se lo consideró el mejor entre los de su rango.
- ¡Eres muy bueno, Link! Me sorprende que no has fallado ni una sola vez.
- Gracias, tú también eres muy bueno en esto. – contestó con una sonrisa.
Mientras el príncipe seguía lanzando flechas, Cocu decidió iniciar una conversación con él. Tenía mucha curiosidad de que le dijera algo relacionado con su prometida.
- Imagino que te debes sentir muy feliz de casarte con Zelda. No solo es una hermosa mujer, también tiene un buen corazón. Todo el reino la quiere mucho. – dijo el marqués.
Al escuchar el comentario del joven, Link dejó su interesante actividad para responderle. Aunque lo hizo con suma seriedad.
- Sí, es muy bella... pero para ser sincero recién la conocí hace unas horas.
- ¿En serio? – preguntó sorprendido.
- Sí, nosotros estamos comprometidos desde pequeños, cosa que me enteré hace una semana de manera abrupta. Fue una decisión de nuestros padres. – contestó cabizbajo.
- ¿Quieres decir que no están enamorados?
- No. Es difícil amar a una persona que recién conoces, pero de lo que si estoy seguro.... es que Zelda me provoca curiosidad. – admitió sonrojado.
- ¿Curiosidad? ¿A qué te refieres?
- No sé cómo explicarlo, pero siento que dentro de ella se esconde un gran misterio que me gustaría descubrir.
- No te entiendo muy bien, pero ahora que será tu esposa será mejor que la conozcas mejor.
- Si lo sé, y eso es lo que voy a tratar de hacer, pues si vamos a ser marido y mujer, debemos saber cosas del uno y del otro.
Luego de que los jóvenes terminaran su conversación, siguieron entrenando. Link se quedó pensando en las palabras de su reciente amigo, en cómo sería conocer un poco más a la que sería su esposa.
...
A la llegada del ocaso, las estrellas empezaron a brillar de manera tenue en el colorido cielo, anunciando que la noche estaba a punto de comenzar. Justamente a esa hora, Link escoltó a su prometida a sus aposentos, y al igual que en la mañana se mantuvieron en completo silencio durante el recorrido. Una vez que llegaron a la puerta, el príncipe le dirigió unas palabras antes de despedirse e irse a descansar.
- Gracias por haberme presentado a tus amigos. Son una pareja muy agradable. – dijo Link con cortesía.
- No tienes nada que agradecer, me alegro de que se hayan llevado bien. Que descanses. – expresó la joven, dispuesta a despedirse.
- ¡Espera, Zelda! Quiero decirte algo.
Antes de cerrar la puerta, la princesa prestó atención a su prometido para escuchar lo que le iba a decir.
- ¿Qué es lo que quieres decirme? Te escucho. – dijo con seriedad.
- Quisiera... quisiera conocerte mejor. – contestó sonrojado.
- ¿Conocerme? No te entiendo. – dijo confundida.
- Quiero que nos conozcamos el uno al otro. Vamos a casarnos, es algo normal y sano que una pareja se trate de esa manera.
La princesa se ruborizó ligeramente ante las palabras de su prometido, aunque al mismo tiempo la hicieron sentir incómoda, por lo que antes de que él note su sonrojo, le respondió fría y distante.
- Link, no tienes por qué forzarte conmigo.
- ¿Ah? ¿Forzarme? – preguntó confundido.
- Sé que seremos esposos, pero eso no quiere decir que tengamos que conocernos más de lo debido. Eso sería normal si es que estuviéramos enamorados.
- Lo sé, pero también es importante conocernos más a fondo. Una vez que nos casemos compartiremos nuestra vida, por eso pienso que es mejor...
- Nos casaremos porque es nuestro deber, no porque nuestros sentimientos nos lo ordenen... aunque eso es lo que menos me preocupa, pues el amor no es algo que me interese conocer o experimentar. – contestó tajante.
El príncipe se quedó impactado al escuchar las frías palabras de su prometida, estaba incrédulo de que una joven tan hermosa como ella no creyera en el amor, algo muy normal para cualquiera que estuviera en su situación. Sin embargo, frente a él estaba lo más parecido a una muñeca sin alma, que solo mostraba en su mirada dureza y rechazo a conocer aquel sentimiento.
- ¿No crees en el amor? – preguntó con la voz entrecortada.
- No, yo no creo en el amor. – respondió con firmeza.
- ¿Por qué? ¿Acaso alguien te lastimó?
Link pensó que talvez hubo alguien en la vida de la princesa antes de que él llegara, lo que provocó, inexplicablemente, que en su interior nazca una profunda molestia. No entendía los motivos, pero simplemente no le agradaba imaginarse aquello.
- Yo jamás me he enamorado ni he estado con nadie, solo que he visto algunas situaciones donde las personas que dicen amar son los que más lastiman. No lo veo como un sentimiento auténtico.
- Estás equivocada. Pienso que el amor es lo más sublime y dulce que puede sentir una persona hacia otra. Y si hay quienes hacen daño, es porque simplemente carecen de ese sentimiento. – expresó el príncipe con firmeza.
- ¿Por qué lo afirmas? ¿Acaso tú si te has enamorado? – preguntó seria.
- Jamás me he enamorado, pero eso no cambia mi concepto del amor.
- El único amor genuino que yo he sentido es el que mis padres me transmiten, y por supuesto, el que yo siento por ellos.
- Estoy de acuerdo contigo, pero el amor entre un hombre y una mujer es el que se da por el enlace de las almas.
- No deberías creer en eso, porque si fuera así, tu historia y la mía sería diferente.
- Zelda...
- La prueba más grande de ello es que nuestros fragmentos no se reconocieron, y por eso he llegado a la conclusión de que, talvez, las Diosas se equivocaron al pensar que nuestras almas estaban enlazadas.
Link enmudeció ante las duras palabras de la princesa. No entendía por qué, pero se sintió dolido al escucharlas, sobre todo con la frialdad que se veía reflejada en su mirada.
- Lamento si te incomodé al decir que quería conocerte mejor. Te prometo que no lo volveré a hacer. Me retiro a descansar, te deseo buenas noches.
Sin darle oportunidad a despedirse, el joven se retiró del lugar, mientras que Zelda entró a su cuarto y se arrimó a la puerta a llorar desconsoladamente, dejando que las lágrimas caigan en su rostro de manera desorbitada y dolorosa.
...
Bajo las sombras, el silencio y la soledad del ambiente nocturno, los cuatro gobernantes, cubiertos con capuchas, caminaban por la ciudadela y buscaban de manera ansiosa un lugar en específico, el que esperaba a recibirlos.
- ¿Crees que Rauru nos pueda ayudar? – preguntó la reina Celine.
- ¡Claro que sí! Por algo es considerado el hombre más sabio del reino. – afirmó el rey.
Una vez que los soberanos llegaron a una gran y antigua casa, se dispusieron a tocar la puerta, haciendo que los reciba un hombre mayor con cabellera y barba blanca.
- ¿Pero qué es lo que veo? ¡Los reyes del reino junto a los duques de Ordon! – expresó el hombre con emoción.
- Hola, Rauru, ha pasado mucho tiempo. – contestó el duque de la misma manera.
- Pues por ninguno de ustedes han pasado los años, están igual o mejor que antes; ni hablar de los reyes, muy bien conservados.
Después de un momento de saludos y halagos, el sabio hizo pasar a los soberanos a su casa para entrar a su despacho. Una sirvienta sirvió a cada uno una taza de té, y en ese momento se dispusieron a conversar.
- Si los veo a los cuatro juntos es porque está pasando lo que me imagino. – dijo Rauru.
- Así es. Como lo sabes, desde hace años nuestros hijos están comprometidos, pues poseen el alma de Hylia y el héroe legendario. – afirmó el rey Daphnes.
- Correcto, desde tiempos inmemoriales las Diosas los han unido. – respondió el sabio.
- Sí, pero estamos preocupados. Hoy les pedí que entrelacen sus manos para que sus fragmentos se reconozcan, pero no reaccionaron ni un poco. – dijo la reina, entristecida.
El sabio se sorprendió al escuchar lo ocurrido, así que se tomó unos minutos de silencio para analizar debidamente la situación.
- Lo que ha pasado es que el amor que sus almas se han tenido por siempre no se ha despertado del todo. A diferencia del fragmento del poder, el fragmento del valor y la sabiduría están enlazados por una fuerte energía, la que se activa cuando los elegidos se reconocen. Lamentablemente, sus hijos no han sentido nada porque estuvieron separados por mucho tiempo, son completos extraños. No sienten amor el uno por el otro, no porque este no exista, sino porque está sellado en su interior. Aquel sentimiento es el motor para que las reliquias sagradas se enlacen, y si no existe estas no brillarán jamás.
Los gobernantes se quedaron de piedra al escuchar al sabio. Se sentían inseguros ante sus palabras y temían que la unión de sus hijos, en vez de ser una bendición para ellos, termine siendo la peor de sus pesadillas.
- Rauru, ¿qué debemos hacer para que nuestros hijos se reconozcan? Sabes muy bien que ellos deben estar juntos, tanto porque sus almas están unidas y también por su importante misión. – dijo el duque, preocupado.
- Pienso que lo mejor que podemos hacer es posponer su boda por tiempo indefinido, para que poco a poco se conozcan mejor. Talvez de esa manera...
- ¡De ninguna manera, Daphnes! Eso complicaría las cosas y los separaría más, pues en este momento están distantes y retrasar las cosas no los ayudaría a conocerse mejor. Ellos ya deben empezar a convivir, y lo mejor para eso es que se casen lo más pronto posible. – expresó el sabio con suma seriedad.
Las parejas escucharon atentas las palabras del sabio. Ahora todo tenía lógica para ellos. La única manera de que las almas de los elegidos se enlacen, era uniéndolas en matrimonio de inmediato.
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