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26. Destino definido

Solo era cuestión de días para que Ganondorf realice lo que tanto había esperado, recuperar lo que desde tiempos inmemoriales le había pertenecido, el fragmento del poder de la Trifuerza.

El villano observaba de manera atenta cada detalle del seco terreno desde el balcón de sus aposentos. Regresar al Desierto Gerudo después de años lo satisfacía en sobremanera, pues ese era el lugar en donde reencarnó una vez más para terminar el asunto que en su anterior vida no pudo...

*.*.*.*.*

Las Gerudo fueron una tribu de ladronas del desierto conformada únicamente por mujeres. Se caracterizaban por aborrecer en sobremanera a los hombres, acudiendo a ellos solo con fines reproductivos.

Hubo una época en que las Gerudo estuvieron ausentes del desierto, pues debido a una extraña invasión, donde fueron cubiertas por un ocaso perpetuo, tuvieron que huir del Templo del Espíritu y esconderse en los rincones más refundidos del planeta. Una vez que todo finalizó, regresaron a su lugar de origen, ocupando su templo, de la misma forma que lo hicieron sus futuras descendientes...

...

La reina de las Gerudo, Kaira, vivía con sus súbditos en el Templo del Espíritu. Siempre fue reconocida por ser una mujer prepotente y déspota, y al igual que las de su clan, tenía a los hombres en un nivel inferior a la inmundicia. Era tal su desprecio por ellos que aborrecía enormemente una famosa leyenda de su tribu, donde un joven, proclamado el Héroe del Tiempo, fue el único de su género en ser aceptado como miembro de las Gerudo, solo porque demostró estar en contra del Príncipe de las Tinieblas, que las gobernó en algún momento, para luego pasar a apoderarse de otras tierras por conseguir el sagrado poder de la misma. Kaira, indignada, afirmaba que eso era solo un mito y que los hombres eran los seres más inútiles del mundo.

Llego un momento en el que la reina supo que tenía que concebir una heredera para que la sucediera en el momento de su muerte, así que buscó con quién procrearla, quedando así embarazada.

...

Los meses pasaron, y con ello, llegó el día del nacimiento de la heredera de la reina Kaira. El parto fue sumamente difícil y todas las Gerudo estuvieron a su lado, apoyándola.

Cuando la soberana dio su último esfuerzo, se escuchó un fuerte llanto, indicando que una nueva vida había llegado al mundo. Sin embargo, Kaira quedó muy débil debido al esfuerzo, pues había perdido mucha sangre y quienes la estaban atendiendo se dieron cuenta de que no quedaba nada que hacer por ella.

Kaira pidió que le entreguen a su hija para verla por última vez, pero las Gerudo estaban enmudecidas observando al pequeño bulto en sus brazos, parecían terriblemente impactadas a lo que tenían frente a sus ojos.

La reina no entendía lo que estaba pasando, así que exigió que le pasen a la niña, pensando que podía haber nacido con algún problema, pero una vez que la tomó, la revisó, y en ese momento comprendió todo.

No era una niña la que tenía en sus brazos, sino un varón.

Kaira recordó otra antigua creencia que se dio en su tribu siglos atrás, donde cada cien años nacía un hombre entre las Gerudo, y este pasaría a ser el gobernante de las mismas.

Lo extraño para la reina es que la leyenda ya tenía miles de años de antigüedad, es decir, que el último varón había llegado a ellas en ese mismo tiempo; por esa razón creyó que se trataba de un simple mito, pues ninguna de sus antepasadas de siglos anteriores había traído a un niño al mundo, y de repente, ella concibe a uno que nació mucho tiempo después de lo que establece tal creencia.

Kaira le ordenó a las Gerudo que cuiden al príncipe que las gobernaría y que lo formen para que sea a imagen y semejanza de ella, es decir, que lo eduquen con malicia y soberbia, pues con esas armas nadie iba a pisotearlo.

Las mujeres, a pesar de ser ladronas por naturaleza, nunca estuvieron de acuerdo con el actuar de su reina, pero por el simple hecho de ser Gerudos, tenían la obligación de ser leales y no tuvieron más remedio que acoger al recién llegado príncipe y educarlo como su madre había indicado.

Antes de morir, la reina le entregó a su hijo a la más fiel de sus mujeres, una joven llamada Nabooru, quien siempre fue su mano derecha. La mujer tomó al bebé en sus brazos y escuchó atentamente las últimas palabras que su soberana dirigió hacia ella y las demás Gerudos.

- Recuerden... serle fiel a su nuevo gobernante... Ahora he comprobado... que la leyenda ha sido cierta, a pesar de que se dio miles de años después, en vez de cien, como lo indica. – afirmó, con voz jadeante.

- Así es, majestad, este varón será nuestro actual gobernante, y en nombre de nuestro clan juro que me encargaré personalmente de su educación. – indicó Nabooru.

- Sé que puedo contar contigo para esa labor... pues siempre has sido mi más fiel servidora.

- Así ha sido siempre, mi reina, pero necesito me indique cómo llamarlo.

- El mismo nombre que sus generaciones pasadas... Ganondorf.

Luego de esas palabras, dio su último aliento y abandonó el mundo.

...

El cuidado y educación de Ganondorf fue encargado por Nabooru, tal y como se lo había prometido a la reina en su lecho de muerte.

La joven pudo notar que a medida que el príncipe crecía, la maldad de su corazón salía a flote de manera natural. Había cosas que ella ni siquiera le había enseñado y parecía haber nacido con esos aprendizajes.

Ganondorf desde pequeño mostró interés por las situaciones violentas, como ejecutar golpes de estado, guerras, destrucciones a otros reinos, y sobre todo la obtención de un poder desconocido, que ni él mismo entendía.

Un día, Nabooru se sorprendió al descubrir que el soberano practicaba magia, y a media que la perfeccionaba, realizaba un sin número de hechizos desconocidos, pero otra cosa que le sorprendía, era que Ganondorf se frustraba en cada práctica.

- ¿Qué es lo que le sucede, príncipe? Lo noto incómodo.

- ¿¡Acaso no te das cuenta!? ¡Se supone que heredé el don de la hechicería y no puedo sacar a flote mi verdadero poder!

- Pienso que con la práctica lo logrará.

- ¡Sí que eres estúpida! Siento que algo me hace falta para ser más poderoso. Tengo la sensación de que he perdido algo valioso y que es lo único que permitirá descubrir mi verdadera fuerza. ¡Maldición!

Nabooru estaba anonadada, no comprendía cuál era ese poder que el príncipe tanto anhelaba, cuál era esa falta que tenía si aparentemente lo tenía todo.

...

Llegó el día en el que Ganondorf se convirtió en rey, y al igual que su madre, fue un soberano prepotente y mal tratante, hasta el punto que asesinó a algunas de las Gerudo que lo contradecían, aterrando enormemente a las servidoras que aún quedaban en el Templo del Espíritu.

Una noche en la que Ganondorf se encontraba meditando sobre cuál era la falta que tanto lo aquejaba, vinieron a su mente una serie de imágenes.

Vio a un joven vestido de verde que siempre lo derrotaba, primero lo hizo en un oscuro cielo, luego fue entre unas ruinas, y finalmente sucedió en una pradera rodeada por el ocaso... fue en ese momento que se dio cuenta de que esas no eran simples imágenes, eran recuerdos de sus vidas pasadas.

Ahora entendía cuál era la falta que tenía, por culpa de aquel héroe perdió la única reliquia que le otorgaba el poder, ese elemento que sintió en falta desde el día en que nació.

Ganondorf sabía que había nacido con el don de la hechicería y que esta no era tan poderosa, sin embargo, eso no le impediría cumplir algunos planes.

Se concentró con todas sus fuerzas en sacar un poco del poder en su interior, y gracias a ello pudo crear un oráculo que le permitió ver con más detalle hechos de sus pasadas vidas, y en algunos casos el futuro.

Por medio del oráculo vio que el joven de verde no fue el único en estar involucrado en sus muertes, también tuvo que ver una mujer que siempre lo acompañaba, una princesa. Ella tenía algo que él necesitaba para hacerse más poderoso, su alma y su sangre.

Con esas imágenes pudo recordar más, esa mujer era la reencarnación de la Diosa que lo venció por primera vez, mucho antes que el joven héroe lo haga.

Se adelantó un poco a los hechos, justamente a su última vida, y vio como esa princesa lo atacaba con unas luminosas flechas a la distancia, luego como el héroe lo vencía, y al llegar su muerte, como desaparecía del dorso de su mano aquella reliquia que le había otorgado sus poderes, el fragmento del poder de la Trifuerza.

El rey de las Gerudo sintió una inmensa rabia al saber que por culpa de aquellos jóvenes había perdido el fragmento. ¿Qué había sido de aquella reliquia? Vio que al morir esta desaparecía del dorso de su mano, pero no tenía idea de dónde estaría.

Adelantó una vez más los hechos de oráculo y por fin descubrió donde se encontraba lo que tanto había buscado. El héroe, luego de haberlo vencido, se convirtió en el portador de aquel fragmento, pero en vez de conservarlo con él, lo devolvió al reino sagrado con ayuda de la princesa, para que de esa forma nunca más el rey de las tinieblas pueda apoderarse del mismo.

Ganondorf observó con ira como la joven, que se encontraba junto con el héroe en el Patíbulo del Desierto, apareció en sus manos una lira y por medio de una canción producida abría las puertas al reino sagrado. El muchacho elevó el dorso de su mano, y con ello, el fragmento del poder se encerró para siempre. Luego de eso, la princesa cerró la sagrada entrada por medio de su instrumento.

Ver esas imágenes para el rey de las Gerudo era desconcertante, ahora de qué manera abriría las puertas del reino sagrado si la única que podía hacerlo aún no llegaba al mundo, y desconocía cuándo llegaría. Fue tanta la rabia que sintió, que con sus pocos poderes destruyó todo el Templo del Espíritu, acabando con todas sus riquezas y haciendo huir a las Gerudos que quedaban vivas.

Nabooru intentó detenerlo, pero junto con la destrucción que el rey estaba causando, quedó malherida y sus compañeras tuvieron que sacarla temiendo por su vida, pues su estado era de gravedad.

Una vez que el templo quedó completamente destruido, Ganondorf se dirigió al Patíbulo del Desierto.

...

Al llegar, pudo darse cuenta de que el lugar estaba en completas ruinas y ya no poseía el mismo esplendor de hace miles de años.

Subió las largas escaleras de la construcción, hasta que llegó a una zona que tenía una especie de pedestal destruido y una enorme roca.

Estar en ese lugar lo llenó de inmensa rabia, pues ese no solo era el sitio donde se llevó a cabo el sello de su preciado fragmento, sino que también recordó hechos desagradables al ver aquella roca, pues fue ahí, que en su pasada vida, fue sentenciado a muerte y desterrado a un mundo cubierto por el ocaso, donde se encontraba cierta criatura que también tuvo que ver con su derrota.

...

Con el pasar de los años Ganondorf vivió en la soledad del abandonado patíbulo, se sentía impotente de ver que no podía recuperar el fragmento que tanto deseaba, sobre todo en ese momento, porque desde hace semanas había percibido una extraña y perturbadora fuerza latiendo a la distancia, una que se le hacía conocida y solo le causaba odio y desprecio. El alma del Héroe Elegido por las Diosas había regresado al mundo.

- Siento latir su presencia... muy pronto ese maldito vendrá al mundo. Puede ser que no tenga el fragmento del poder en mis manos, sin embargo, tengo las suficientes fuerzas para impedir que ese mocoso nazca y arruine mis planes...

*.*.*.*.*

Ganondorf se sentía indignado con tales recuerdos, pero ahora ya todo era parte del pasado, pues en sus manos tenía a la única persona que podía abrir el sello que contenía su preciado fragmento.

...

Link y su padre se alistaron rápidamente para ir a ver a Moy a su casa, pero antes, el joven hizo algunas preguntas.

- Si todo lo que relata mi vida es una leyenda, ¿cómo es posible que jamás la haya estudiado o escuchado? – preguntó confuso.

- Eso es porque... yo envié a incinerar toda esa información. – respondió el duque, incómodo.

- ¿Tan lejos llegaste por guardar este secreto? – preguntó indignado.

- Sé que no debí hacerlo y no soy el único culpable, Daphnes hizo lo mismo. Destruimos todo eso, a pesar de que tu madre y tu suegra jamás estuvieron de acuerdo, pero no te preocupes, las copias originales están en manos de tu madre.

- Así es, Link, tengo todo eso guardado bajo llave en mi despacho, justo de ahí saqué el libro de magia que le di a Zelda. – dijo la duquesa.

- No sabía que habías hecho eso con Zelda. – dijo el duque, sorprendido.

- Celine me pidió que lo haga porque quería que su hija aprenda todas esas técnicas.

- Ahora entiendo por qué Celine dijo que Zelda si se había preparado. Qué bueno que se lo diste.

- Papá, tengo otra pregunta. En el armario, donde estaba la espada, también hay dos cofres, uno de ellos guardaba esta ocarina y escudo. ¿De dónde salieron estas cosas?

- Esa es la Ocarina del Tiempo, según lo que he leído, es un instrumento muy poderoso y fue usado por e; legendario Héroe del Tiempo. ¿Eso estaba en el cofre? – preguntó la duquesa.

- ¿Acaso no sabían que estos objetos estaban en ese cofre? – preguntó Link.

- Claro que no, nosotros solo nos dedicamos a tener en buen recaudo esos cofres, pero jamás pudimos abrirlos, pues únicamente lo pueden hacer Zelda y tú, y por lo que veo dentro del tuyo estaban esos objetos. Alguna función tendrá para ti. – respondió el duque, tajante.

- Aún tengo demasiadas dudas respecto a mi destino, necesito saber más. – expresó ansioso.

- Hijo, hay cosas que deberás recordar por cuenta propia, nosotros solo te dijimos lo que relatan las leyendas, pero cosas más detalladas de tus vidas pasadas, únicamente lo sabrás cuando recuperes tus recuerdos. – indicó Aitana.

- ¿Qué recuerdos? No logro acordarme de nada. – expresó angustiado.

- No te fuerces, por favor, ahora que ya sabes la verdad, puede ser que con el tiempo recuerdes algunas cosas, pero por lo pronto céntrate en rescatar a tu esposa. – ordenó Demetrio.

- Vamos rápido a ver a Moy, necesito que me ayude a comunicarme con el espíritu de Latoan. Necesito rescatar a Zelda... así sea que al final terminemos separados. – dijo apenado.

- ¿Qué has dicho? ¿Por qué separados? – preguntó la duquesa, impactada.

- Hay cosas que aún desconoces, mamá, te las contaré apenas regresemos de hablar con Moy.

- Está bien, pero vayan ustedes dos. Prefiero quedarme, pues todo lo que ha ocurrido me ha hecho sentir muy mal. – dijo la duquesa.

- Descansa, mi papá y yo nos encargaremos de todo.

...

Al llegar la casa de Moy, el príncipe tocó la puerta con mucha ansiedad y esta fue abierta por el hijo mayor del general.

- Buenas noches, duque, es grato tenerlo aquí. – saludó con una reverencia.

- Buenas noches, Iván. ¿Se encuentra tu padre?

- Sí, él está en... ¡Príncipe Link, qué alegría verlo! – exclamó emocionado.

- Hola, Iván, ya te he dicho que no tienes que tratarme con tanta formalidad. También me alegra verte. – dijo, disimulando una sonrisa debido a la preocupación.

- Está bien, pero... ¿Por qué estás vestido así? – preguntó extrañado.

Debido a la prisa por buscar a Moy, Link se había olvidado que traía puestos los ropajes del héroe.

- Iván, lo que pasa es que...

En ese momento el general salió a recibir al príncipe y a su padre, evitando que el príncipe dé una poco creíble explicación referente a su aspecto.

- ¡Qué sorpresa, Li...!

El general se quedó enmudecido al ver al príncipe vestido con la túnica verde del héroe legendario, inmediatamente se imaginó que era lo que había sucedido.

- Hijo, ve con tu madre para que la ayudes a hacer dormir a tu hermanito, ya sabes que le cuesta conciliar el sueño por las noches.

- Está bien, papá... Link, espero que pronto me ayudes a perfeccionarme en la espada.

- Claro que sí, apenas haya oportunidad, lo haremos. – dijo animado.

- Me retiro, buenas noches. – se despidió con una reverencia.

Una vez que Iván se fue, Moy hizo pasar al duque y al príncipe a su despacho, pues estaba seguro de que el tema que iban a tocar era muy delicado.

- Link ya sabe toda la verdad. – dijo el duque.

- ¿Qué cosa? ¿Entonces él también lo sabía? Al parecer he sido el único idiota que no conocía sobre su propia historia. – refutó Link, enojado.

- ¡Controla esa boca, no seas irrespetuoso! – ordenó el duque.

- Todos lo sabían menos yo...

- ¡Ya no discutan! Es cierto, muchacho, yo también conocía tu historia, pero no podía revelarte nada porque tu padre me lo confió.

- Han pasado demasiadas cosas, Moy, ese maldito de Ganondorf secuestró a Zelda, necesito encontrar la manera de llegar a ella. Temo que ese infeliz la lastime... y sobre mi destino, aún tengo muchas preguntas sin respuesta. – indicó desesperado.

El general estaba muy apenado de ver al príncipe sumido en la ansiedad, sabía que la noticia de su destino iba a ser mal recibida, pero sumado a la desaparición de su esposa, era demasiada carga para alguien tan joven.

- Hemos venido a ti para que ayudes a Link. El espíritu de Farone se comunicó con él, pero lamentablemente no le dijo qué camino debía tomar.

- Entiendo...

- Yo he escuchado algunos rumores sobre ti, tú en serio podrías...

- ¿Comunicarme con el espíritu de Latoan? Yo no podría, pero le puedo indicar a tu hijo como hacerlo.

Moy sacó una hoja de su escritorio, empezó a escribir unas palabras y luego se las entregó al príncipe.

- Ve enseguida a la fuente de Latoan y lee esta invocación, pues el Héroe Elegido por las Diosas es el único que puede llamarlo.

- ¿Cómo es que tú sabes todo esto?

- Porque un antepasado mío conoció al héroe del ocaso, es decir, a aquel muchacho con tu misma alma que venció a Ganondorf. No tengo idea quién le habrá enseñado esa oración, pero en el diario de mi ancestro estaba escrita esta invocación.

- ¡Iré de inmediato para allá! ¡Ya regreso!

El príncipe salió de la casa rápidamente, mientras que el duque le empezó a relatar a su amigo todos los pesares que su esposa y él pasaron para revelarle la verdad a su hijo.

...

Link cabalgó en su yegua con prisa para llegar a la fuente de Latoan, estaba ansioso por ver a una deidad a la que creía escondida en los misterios, pero sobre todo, necesitaba urgentemente saber qué es lo que debía hacer para rescatar a su esposa.

Una vez que se bajó de Epona, se colocó frente a la fuente para recitar la invocación.

- Yo, Link, el Héroe Elegido por las Diosas, pido que tú, espíritu de Latoan, guardián de la tierra de Ordon, te muestres ante mí, pues necesito que acudas a mis más grandes inquietudes...

Luego de esa oración, una intensa luz iluminó toda la fuente, mostrando a una gran criatura de apariencia similar a las cabras de Ordon, el espíritu de Latoan.

- Soy Latoan, el espíritu que protege las tierras Ordonianas. Bienvenido seas, héroe elegido.

Link estaba completamente impresionado, le costó articular palabra por lo que tenía frente a él.

- Es un gran honor estar frente a usted, Latoan...

- El honor es mío... sé por qué acudiste a mí, tienes muchas dudas respecto a tu vida y sobre qué camino debes tomar.

- Así es, tengo que encontrar a mi es..., perdón, a la Princesa del Destino, pues ella fue secuestrada por Ganondorf.

- La Princesa del Destino, la portadora del alma de Hylia y el fragmento de la sabiduría de la Trifuerza. Ella se encuentra en manos de Ganondorf, quien porta la malévola alma del Rey de los Demonios, el Heraldo de la Muerte, a quien tú venciste en tu primera vida y fue el responsable de maldecirte junto con la Diosa para ser enemigos por toda la eternidad, y por esa razón, has reencarnado una y otra vez.

Link escuchó atento las palabras de Latoan, estaba totalmente impresionado por las cosas sobre su vida que se estaba enterando.

- Ganondorf se encuentra en el Desierto Gerudo junto con la princesa, pues por medio de ella, desea recuperar el fragmento del poder de la Trifuerza.

- Por favor, necesito que me indique si Zelda está bien, si algo le ha pasado o...

- No temas, joven héroe, la princesa se encuentra bien, sin embargo, en manos del villano, corre peligro, pero lamentablemente no podrás vencerlo si la Espada Maestra no ha recuperado sus poderes.

- ¡Debe haber alguna solución! ¡Le pido que me ayude, por favor! – rogó desesperado.

- Solo hay una solución, pero para eso deberás iniciar un peligroso y arriesgado periplo.

- ¡No importa, haré lo que sea!

- La espada fue forjada hace millones de años al ser imbuida por tres llamas sagradas, estas se encuentran en la región de Farone, Eldin y Lanayru, respectivamente.

En ese momento, Link recordó el sueño que tuvo el día que vio el pedestal vacío en el Templo del Tiempo. Pudo notar que tres llamas de colores distintos salían de la espada; a eso se refería Latoan al decir que la espada había perdido sus poderes.

- Es decir, ¿qué debo comenzar un viaje en búsqueda de esas llamas?

- Así es, joven héroe, debes buscar las tres llamas sagradas e imbuir a la Espada Maestra con ellas, pero lamentablemente las mismas están apagadas desde hace muchos siglos.

- ¿Entonces como haré para fortalecerla?

- Tú posees la Ocarina del Tiempo, que es más que un instrumento musical, con ella. En una de tus vidas pasadas fuiste capaz de viajar en el tiempo y resolver un sin número de problemas. Por medio de la ocarina no viajarás en el tiempo, pero si lograrás reactivar las llamas y que regresen del pasado.

- Yo no tengo conocimiento ni en este instrumento ni en ninguno.

- Tú aún no has logrado recuperar tus recuerdos, pero dentro de ti hay vastos conocimientos que los irás descubriendo a medida que avance tu travesía. Solo confía en mis palabras y busca las tres llamas sagradas. Toma primero en camino de la región de Farone e invoca al espíritu que protege dicho lugar, quien se encuentra en la fuente ubicada en el centro del bosque y te indicará dónde se encuentra la llama sagrada. Sin embargo... aún existe algo más importante que debes aprender.

- ¿Qué cosa?

- Entiendo la ansiedad que experimentas por encontrar a la princesa, sin embargo, no debes dejarte dominar únicamente por tus deseos personales. El deber principal del héroe es rescatar al mundo de las garras de la oscuridad, mas no pensar en su propio beneficio. Ten cuidado, legendario salvador, pues el deseo de tu alma se puede convertir en tu veneno.

Link se quedó impactado ante tales palabras. Por supuesto que le importaba el bienestar del mundo, siempre fue así, pues los que amaba formaban parte de él y jamás toleró las injusticias, sin embargo, no se sentía listo ni preparado para una misión tan grande.

Poco a poco el espíritu comenzó a desvanecerse de las aguas de la fuente.

- Espere, por favor, no se vaya. Necesito saber más cosas sobre mi destino, yo aún...

- Hay cosas que deberás descubrir tú mismo, pues como te indiqué antes son tus recuerdos los que están encerrados en tu inconsciente. Llegará el día en que estos se revelarán ante ti.

- Pero...

- Recuerda que el destino de la princesa y del mundo entero está en tus manos. Mucha suerte en tu búsqueda y que las Diosas te acompañen en este camino de madurez.

Luego de esas palabras, el espíritu de Latoan se retiró, dejando al joven príncipe con muchas dudas en su interior.

...

Después de la revelación de Latoan, Link regresó al palacio y fue a la casa de Moy a contarle a él y a su padre los hechos ocurridos.

- ¿Lograste hablar con el espíritu de Latoan? – preguntó Moy, ansioso.

- Sí, logré hablar con él y me indicó que debo buscar tres llamas sagradas que estuvieron activas hace muchos siglos.

- ¿Llamas? ¿Para qué? – preguntó Demetrio.

- Esas llamas son las que forjaron la Espada Maestra hace tiempo, y son las únicas que pueden devolverle sus poderes.

- Eso quiere decir... que debes partir cuanto antes. – dijo apenado.

- Sí, Moy, debo viajar a buscar esas llamas, y aparte de eso, las últimas palabras de Latoan me impactaron en sobremanera. No solo iniciaré este periplo para salvar a mi esposa, sino también para impedir que Ganondorf cumpla con sus malévolos planes sobre esta tierra. Estoy dispuesto a luchar contra él con tal de impedir que haga daño a personas inocentes. – determinó con ímpetu.

- Definitivamente, tu honor y lealtad a las causas justas demuestran que eres el legítimo héroe elegido por las Diosas. - dijo Moy, admirado.

El duque no pudo hablar en ese momento, él era consciente de que tarde o temprano iba a llegar el día en el que su hijo debía partir. Le dolía mucho tener que separarse de él de esa manera, pues sabía que en el camino le esperaban muchas dificultades, y esta vez no podría acompañarlo o invocar a un gran número de soldados para que lo apoyen, pues esa travesía le correspondía al príncipe hacerla solo.

- ¿Cuándo te irás? – preguntó Demetrio, apenado.

- Me iré en este mismo instante.

- No, muchacho, mejor parte antes del amanecer. Sé que estás ansioso por iniciar este viaje y salvar a la princesa, pero debes pensar las cosas con calma, o sino fracasarás en todo. – dijo Moy.

- Tienes razón, pero dudo que pueda dormir después de tantas cosas de las que me he enterado.

- Regresemos donde tu madre, debes informarle que mañana mismo partirás de aquí, y también debes explicarle lo que ha pasado entre Zelda y tú últimamente.

- Sí, se lo diré ahora mismo...

...

Antes de la llegada del amanecer, Demetrio, Aitana y Moy estaban en la entrada del palacio, listos para despedirse del príncipe. Todos se sentían sumamente consternados por el peligroso viaje que iba a iniciar.

- Link, antes de que te vayas, recuerda que es muy posible invocar a los demás espíritus por medio de la oración que te di. – recordó Moy.

- No lo olvidaré, gracias por la ayuda que me has brindado.

- Ten mucho cuidado, y si necesitas ayuda con el ejército, no dudes en escribirme e inmediatamente iremos a ayudarte.

- Debo hacer esto solo, pero si en serio necesito apoyo te prometo que acudiré a ti, que has sido como un padre para mí.

Luego de su despedida, el general y el príncipe se abrazaron con fuerza, apenados debido a la separación.

Una vez que terminó de despedirse de Moy, su madre se acercó hacia él con lágrimas en los ojos.

- Por tantos años temí que este día llegara, el momento en el que tendrías que iniciar un largo viaje para cumplir con tu destino.

- No llores, mamá, esto es demasiado difícil para mí, pero debo hacerlo para rescatar a Zelda e impedir que Ganondorf nos destruya a todos.

- Por favor, cuídate mucho, y referente a su separarte de tu esposa... estoy segura de que las cosas se arreglarán entre ustedes y podrán reconciliarse una vez que la rescates.

- Eso espero, mamá... – dijo apenado.

Después de que la duquesa se separó de su hijo, su marido se acercó a él a abrazarlo con fuerza, tratando de contener la tristeza.

- No permitas que las dificultades que pases endurezcan el bondadoso corazón que tienes. – indicó firme.

- Tendré siempre presente lo que me has enseñado, tanto tú como mamá se sentirán orgullosos de mí.

- Ya estamos orgullosos de ti desde el día en que naciste. – dijo Aitana, entristecida.

- Tu madre y yo queremos pedirte perdón por haberte mentido todos estos años, pero lo hicimos no solo por la Espada Maestra, también fue porque quisimos que tengas una infancia y crecimiento feliz, libre de preocupaciones.

- No tienen por qué pedirme perdón, sé que lo hicieron por mi bien, no los juzgaría por eso.

- Gracias por entendernos, y antes de que partas tengo algo que contarte. Hace un momento me llegó una carta de Celine indicándome que luego de que ustedes partieron de Hyrule, anunciaron al pueblo que Zelda estaba desaparecida. No dieron detalles del asunto para no perjudicarlos ni a ti ni a ella, pero dijeron que tú también te habías ausentado para buscarla. – comentó la duquesa.

- Mejor que hizo eso, de esa manera nadie sabrá que ese villano la tiene secuestrada. Bueno... ha llegado la hora de marcharme.

- Hasta luego, hijo, que las Diosas te protejan... – decretó Demetrio.

Link les dio un último abrazo a sus padres antes de marcharse, después se subió a la yegua, y con lágrimas en los ojos empezó la marcha para salir de Ordon, sin mirar atrás.

La duquesa soltó algunas lágrimas a medida que se alejaba su hijo y rogaba a las Diosas que lo protejan de todo peligro, pero el duque, sin poder contenerse, entró rápidamente al palacio sin decir palabra alguna.

- ¡Demetrio! – llamó el general.

El duque no respondió al llamado de su amigo, simplemente se encerró en su despacho y empezó a llorar con vehemencia, ya que las fuerzas para contener el dolor que lo estaba perturbando se habían agotado. Hace tiempo que no lloraba de esa manera, pues debido a la seriedad que siempre debía demostrar hacia los demás, tenía que disimular.

Luego de unos minutos su esposa entró al despacho, y sin decir nada lo abrazó, mientras que el hombre se aferró con fuerza a su regazo.

...

Link había decidido tomar el atajo que conectaba Ordon con la región de Farone. A pesar de que sabía que era peligroso, era la única manera de llegar más rápido a su destino.

Pasaron algunas horas y el príncipe ya tenía una mezcla de muchas emociones, la tristeza de no saber si su esposa estaba bien, el haberse enterado de su destino como héroe legendario y la dolorosa despedida con sus padres.

El joven, aparte de sus penas, estaba muy cansado y hambriento, así que decidió detenerse a tomar alguno de los alimentos que había traído consigo para el viaje y también permitir que Epona descanse.

Mientras comía, varias lágrimas empezaron a salir de sus ojos, pues estaba espantado solo de imaginar las cosas que Ganondorf podría hacerle a su amada para lastimarla; estaba desesperado, se preguntaba a sí mismo si ella estaría bien, si no estaba pasando hambre o alguna penuria que atente contra su vida.

- Princesa... – susurró entristecido.

Debido a la preocupación no terminó la manzana que estaba comiendo, así que decidió tratar de calmarse para no cometer errores en su travesía y se recostó debajo de un árbol a descansar.

Es cierto que estaba acostumbrado a las lujosas comodidades de su entorno, pero dormir en el suave pasto era algo reconfortante para él, un "lujo" que pocas veces se pudo dar. Desde niño su padre y los consejeros, cada vez que hacía eso, lo reprendían con las típicas frases de que el césped era un lugar sucio, que un príncipe no debía comportarse de esa manera, entre otras cosas.

Estuvo a punto de quedarse dormido en medio de sus recuerdos, pero lamentablemente su comodidad fue perturbada al escuchar una voz gritando.

- ¡Auxilio!

El joven se levantó exaltado debido a los gritos, así que enseguida tomó su espada con el escudo y fue a averiguar quién pedía ayuda.

Una vez que llegó al sitio donde provenían los gritos, vio que varios bokoblins estaban acorralando a una pequeña criatura.

- ¡Ayúdenme!

- ¡Suelten a esa criatura! – ordenó el joven, amenazante

Link no pudo distinguir de quién se trataba la víctima, pues debido al apuro de salvarla se acercó hacia los bokoblins y los atacó. Los monstruos sacaron sus espadas para defenderse, pero cuando intentaron lastimar al príncipe, este se cubrió con su escudo, y fue en ese momento que notó lo fuerte y resistente que era, mucho más de los que había usado en alguno de sus entrenamientos.

- Este escudo... me recuerda al que me prestaba mi maestro en mis entrenamientos, y ahora que lo pienso hasta se parece físicamente. – recordó con sorpresa

Cuando salió de sus recuerdos, se dispuso a seguir luchando contra los monstruos, sacó su espada y acabó con los bokoblins por medio de varios tajos, fue ahí que por primera vez notó lo poderosa que era su arma. Si así era no estando fortalecida, no se imaginaba cómo sería una vez que recupere sus poderes.

Ya una vez que acabó con los monstruos, se acercó hacia la criatura que se encontraba acurrucada y asustada debajo de un árbol. Fue entonces, que el príncipe se dio cuenta de que se trataba de un hada color azul.

- No temas, te aseguro que esos monstruos no volverán a molestarte. En serio me sorprende ver que seas un hada, creí que siempre salían por las noches, pues ahí nadie las podía descubrir. – expresó admirado.

La pequeña hada se sintió reconfortada por la voz, así que dejó de cubrirse con sus alas y decidió ver a su salvador.

- Gracias por haberme salvado, has sido muy...

El hada se quedó en silencio al ver al joven que tenía frente a ella.

- Link...

- ¿Ah? ¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó extrañado.

- ¿No me recuerdas?

- ¿Recordarte? Es la primera vez que te veo.

- ¡Soy yo, Navi!

- ¿Navi?

- Perdóname...

- ¿Qué dijiste?

- ¡Qué me perdones!

El hada salió volando del lugar, se sentía sumamente mal por las cosas que perturbaban su pequeña mente.

- ¡Espera, no te vayas!

El príncipe siguió a la pequeña hada, pues tenía curiosidad de saber cómo conocía su nombre y las razones por las que se había puesto a llorar... pero lo que no sabía, es que desde las sombras dos seres lo estaban observando.

- ¡Por fin lo encontramos! No puedo creer que el héroe elegido por las Diosas haya regresado. Este muchacho es sumamente hábil con la espada. ¡Estoy admirado!

- Yo también estoy sorprendida al haberlo visto, y con eso me doy cuenta de que mi sueño era profético. El príncipe de Ordon ha iniciado un viaje para recobrar el poder de la Espada Maestra, y de esa manera salvar a la princesa y a este mundo.

- ¿Pero cómo logrará encontrar las llamas? Ya tiene la ocarina, pero no tiene conocimiento de cómo usarla y poder...

- Lo sé, es por esa razón que debemos realizar lo planeado, pues tú y yo sabemos quién es capaz de ayudarle en esta travesía.

- A pesar de que, en teoría, eso solo te corresponde a ti, te acompañaré y apoyaré hasta el fin del mundo, sabes que por ti estoy dispuesto a hacer lo que sea. – dijo, tomándole la mano a su acompañante.

- ¡Suéltame, ya empezaste con lo mismo! No digas tonterías y planeemos como llegaremos a ese lugar rápidamente, mientras más tiempo perdamos, peor se pondrán las cosas.

- Sé que te gusta cómo me porto contigo, así lo disimules, pero tienes razón, es mejor centrarnos en lo que haremos para salir victoriosos en esta peligrosa misión.

...

Las reparaciones del Patíbulo del Desierto por fin habían finalizado, y con ello el momento de recuperar su preciado fragmento estaba cerca.

Ganondorf entró a la habitación donde la princesa se encontraba inconsciente. La observó detenidamente, y no pudo evitar pensar que era una joven muy hermosa. Durante tanto tiempo se dedicó a odiarla y jamás analizó detalles sobre su belleza u otras cosas que podía haber aprovechado de ella.

- Mejor a lo que vine, después me dedicaré a esos asuntos... – pensó para sí mismo.

Ganondorf realizó un movimiento con sus manos para despertar a la joven, y cuando terminó, la princesa abrió los ojos, pero su semblante era distinto, su mirada estaba completamente nublada y parecía que fuera un ser sin alma y voluntad propia.

- ¡Este hechizo dio resultado, ahora podré manipularla a mi antojo! – exclamó triunfante.

La princesa se puso de pie con una señal de la mano de Ganondorf, caminó tras él, y luego se dirigieron hacia unas largas y profundas escaleras.

...

Ganondorf llegó con la joven hasta el circo del viejo pedestal del espejo, ahí estaban reunidos varios de sus monstruosos esbirros, esperando las palabras que su amo les iba a dirigir.

- El momento de recuperar mi fragmento ha llegado, pues he aquí a la portadora del alma de Hylia, la única capaz de abrir las puertas al Reino Sagrado.

El villano le ordenó a Zelda ubicarse en el centro del lugar, luego le habló al oído.

- Entonando tu balada, abre las puertas del Reino Sagrado, hazlo por medio de tus más escondidos y poderosos recuerdos.

La princesa solo asintió con la cabeza, no era consciente de lo que estaba pasando, simplemente era una marioneta dispuesta a obedecer órdenes.

Colocó sus manos en su pecho, luego cerró los ojos y empezó a recitar una extraña invocación en hyliano antiguo.

- Yo, Zelda, portadora del alma de Hylia desde tiempos inmemoriales, reclamo mi sagrado instrumento, el único que me permitirá cumplir con lo encomendado y abrir las puertas del reino sagrado.

Luego de esa oración, una luz brillante apareció en medio de las manos de la princesa, y una vez que esta se desvaneció, mostró una majestuosa lira, provocando que todos los villanos, incluido Ganondorf, se queden estupefactos.

- ¡Perfecto! A pesar de que esta mocosa no recuerda su vida pasada, por medio de este hechizo he logrado excavar en lo más profundo de sus recuerdos. Esta tonta ni siquiera ha podido sacar a flote sus verdaderos poderes. – pensó complacido.

Todos observaron admirados la escena, no se imaginaban que la princesa fuera tan poderosa. Definitivamente, era la reencarnación de dicha Diosa.

Una vez que Zelda tomó la lira con sus manos, la colocó en posición a su pecho y entonó con ella una balada, la misma con la que se la honró en la época en la que ella fue inmortal, luego, la música proveniente de la misma, provocó que un portal se abra en medio del lugar abriendo las puertas del Reino Sagrado.

Ganondorf aprovechó esa oportunidad para pedirle a la inconsciente joven que atraiga a al fragmento del poder de la Trifuerza.

- Yo no puedo entrar a ese sitio. Atrae la reliquia del poder inmediatamente.

La princesa dejó de tocar la lira y con sus manos atrajo la reliquia del poder, y una vez que estuvo fuera del portal, Ganondorf la tocó, y de esa forma recuperó el poder que tanto había anhelado.

- ¡Por fin! ¡Luego de miles de años he recuperado el poder que desde siempre me perteneció! ¡Ahora nada ni nadie podrá impedirme conquistar este mundo! – dijo, riéndose a carcajadas.

Todos los presentes gritaron eufóricos, estaban contentos de saber que su amo había recuperado sus poderes.

Una vez que el portal se cerró, Zelda cayó desplomada al suelo, abrazando la lira. Ganondorf se acercó a ella.

- Llevaré a la princesita a su habitación, ha llegado el momento en el que despierte de verdad.

...

Una vez en la habitación donde se hospedaba la princesa, Ganondorf la sentó en una de las sillas del sitio, y con un movimiento de sus manos, empezó el proceso de despertarla.

- Despierta ya, princesa, ha llegado el momento de que nos veamos las caras.

Luego de unos segundos, Zelda abrió los ojos lentamente, y una vez que su visión estuvo clara, no pudo evitar ahogar un grito de terror al ver que se encontraba en un sitio desconocido.

- ¡Qué! ¿Dónde estoy? Yo...

La princesa estaba verdaderamente espantada, empezó a recorrer con la mirada el lúgubre cuarto donde se encontraba y observó que en sus manos tenía una desconocida lira.

- ¿Y esto? ¿Qué...?

Sus nerviosas preguntas a sí misma fueron interrumpidas, pues escuchó una macabra y desconocida risa. Volvió a buscar por el oscuro cuarto de dónde provenía, y se asustó al ver unos aterradores ojos ambarinos observándola desde las penumbras.

- Buenas noches, princesa. – dijo el villano saliendo de las sombras.

Zelda estaba enmudecida debido al pánico, no tenía idea de quién era ese hombre, pero lo que sí pudo percibir era que no era la primera vez que lo tenía en frente. Eso era seguro, en alguna parte ella lo había visto. Además, percibía la oscura y terrorífica aura que lo rodeaba. Era algo terrible.

- ¿Quién eres tú? – preguntó seria, fingiendo seguridad.

- ¿Yo? ¿Acaso no me recuerda?

Ganondorf distorsionó su voz para que suene de la misma manera que cuando estaba disfrazado del hechicero. En ese momento la princesa recordó todo.

- ¡Eres aquel hechicero! ¿Qué fue lo que me hiciste? Recuerdo que nos encontramos en la pradera cerca del castillo y de ahí no me acuerdo de más. ¿Quién eres en realidad? – preguntó enojada.

- ¿De verdad no te acuerdas de mí, princesita? Creo que tendré que presentarme ante ti para refrescarte la memoria. Mi nombre es Ganondorf y desde tiempos inmemoriales hemos sido enemigos a muerte.

La joven estaba confundida, no sabía a qué se refería ese hombre con esas palabras.

- La verdad no sé de qué hablas ni me interesa saberlo, así que en este momento me iré de aquí. – indicó firme.

- ¡Tú no te irás a ningún lado, maldita mocosa! Ahora que estás frente a mí no permitiré que te escapes. Durante miles de años has tenido que ver con mis derrotas. ¡Tú y ese maldito infeliz han desgraciado mi vida!

- ¡No sé de qué hablas, debes estar confundiéndome con alguien!

- Por lo que veo no recuerdas nada, ¡Oh, espera! Déjame adivinar. ¿Los papitos no le revelaron nada a su dulce princesa? – preguntó irónico.

La joven seguía callada, por más que quisiera entender a Ganondorf, no podía. Lo único que quería era salir de ese horrible lugar en donde se encontraba.

- No sé quién seas, pero por favor, déjame salir de aquí. – pidió desesperada

- Primero me escucharás, o mejor aún, verás a lo que me estoy refiriendo.

Ganondorf sacó su preciado oráculo, tomó a la princesa de forma brusca de los hombros y la obligó a mirar al mismo.

- ¿Ves eso? ¿Ves esa mujer volando en esa enorme ave? Esa eres tú cuando eras una Diosa. Oh, y mira quién está ahí, tu amado héroe, que a pesar de que me derrotó junto contigo, yace muerto en tus brazos.

- ¿Link? – preguntó impactada.

Zelda observó horrorizada el panorama, a pesar de que era la primera vez que veía esa escena, no pudo evitar que se le haga familiar, sobre todo el joven que yacía muerto en los brazos de la Diosa, quien se le pareció a su esposo de inmediato, aunque este tenía una apariencia más adulta.

- Creo que eso no es suficiente, será necesario que veas más. – indicó tajante.

Ganondorf empezó a mostrarle escenas de sus vidas pasadas. La primera fue cuando Link lo derrotó en su primera encarnación en el cielo; la segunda ocurrió varios siglos posteriores, donde el joven lo derrotó afuera de las ruinas del castillo, después como regresó siete años al pasado de esa misma época y lo acusó delante del rey de Hyrule como traidor, y a consecuencia de aquello, ser sentenciado a muerte, pero al fallar esta, fue desterrado al mundo del perpetuo ocaso.

- ¿Sabes quién es la joven que has visto en estas imágenes? ¡Eres tú, maldita! ¡Tú en tus anteriores vidas! Y ese hombre vestido de verde que siempre me ha vencido, es tu amado y querido esposo, al que no sé si odio tanto o más que a ti. Ambos se han encargado de impedir que cumpla con mis planes. – dijo irascible.

Zelda estaba estupefacta, con tantas imágenes en su mente no sabía cómo reaccionar. Cada una se le hizo extrañamente conocida, sin embargo, no lograba recordar nada.

- Yo... ¡Yo no puedo ser aquellas mujeres que me mostraste!

- Espera, lo que pasa es que físicamente no las miras parecidas a ti, pero con lo que te mostraré a continuación, saldrás de dudas completamente.

Ganondorf adelantó los hechos del oráculo a la época del ocaso, donde Link junto con Zelda, lo vencieron por medio de las flechas de luz, y posterior a eso el héroe lo derrotó con la Espada Maestra.

- ¿Lo notas? Ella es más parecida a ti... igual de irresistible. – dijo, acercándosele al cuello.

Sentir a Ganondorf cerca de su piel, fue algo horrorosamente nauseabundo para la joven, así que de manera brusca se alejó de él, provocando que caiga al suelo y se arrime a una de las paredes de la habitación.

- ¡No te me acerques! – le ordenó tajante.

- Ah, cierto... es que no soy ese imbécil. A él si lo dejas acercarse a ti, ¿verdad?

- ¡Déjame en paz!

- Espero que con lo que viste te hayas convencido. Tú eres la Princesa del Destino, la portadora del alma de Hylia y del fragmento de la sabiduría de la Trifuerza... y el imbécil de tu marido es el Héroe Elegido por las Diosas, el mocoso que me ha vencido sin límites en todas las eras.

- Eso no puede ser cierto... – dijo con voz ahogada.

- ¡Claro que es cierto! Y tus queridos padres lo sabían, pero no quisieron revelártelo por cobardes. Ellos te dijeron que ese fragmento lo habías heredado por casualidad, pero no fue así, las Diosas te bendijeron, o más bien, te maldijeron con esa reliquia, por esa razón somos enemigos acérrimos desde tiempos inmemoriales, y pienso acabar contigo y con el estúpido de tu marido, que por cierto...

Ganondorf empezó a reírse a carcajadas, la potencia de su risa era tal que a Zelda se le erizó la piel del terror.

- En serio eres la mujer más estúpida e ilusa del mundo, caíste en cada una de mis trampas. Esa tonta de Ilia me pudo ayudar con mis planes.

- ¿Ilia? ¿De dónde la conoces? – preguntó sorprendida.

- Ella es una mocosa que está enamorada de tu marido, le ofrecí mi ayuda para separarlos y por lo visto lo logré.

- ¿Qué has dicho? ¡Explícate mejor!

- En primer lugar, esos volantes donde quedaste como la peor de las mujeres, ¿quién crees que los hizo? ¡Yo, solamente yo y nadie más! Con eso provoqué que tu seguridad empiece a decaer, pues fuiste desprestigiada y todas las mujeres querían acercarse a tu esposo por creerlo víctima de tus infidelidades. ¡En serio no sé qué le ven a ese hombre, si es un don nadie e insignificante! – reveló irónico, riéndose a carcajadas.

La joven estaba impactada, jamás se imaginó que el ser que estaba frente a ella fuera capaz de semejantes cosas.

- Entonces... ¿Ilia siempre estuvo aliada contigo?

- Conmigo no, sino con el hechicero. Ella jamás se enteró de quién era en realidad, a pesar de que estuve a punto de matarla varias veces debido a su insistencia por saberlo, pero debido a que la necesitaba para muchas cosas, me contuve.

- ¡Maldito!

- ¡Sin insultos, querida! No es la manera en la que una persona de tu linaje debe hablar, además, espera... aún falta más por saber. Quiero que sepas que este lugar estaba en completas ruinas, ¿sabes cómo logré remodelarlo? Nada es gratis en esta vida, mi apreciada alteza, así que tuve que recorrer a ciertos negocios ilícitos en los que Ingo y Gorman me sirvieron bastante.

- ¿Ingo y Gorman? ¡Entonces tú eras su líder!

- Eres bien inteligente, princesita. Es que entiéndeme, debido a un ataque de rabia me quedé sin riquezas y necesitaba obtenerlas como sea.

- ¡Eres una basura! Ahora entiendo por qué sentí un aura maligna salir del palacio de Ordon, porque tú estabas ahí. – reclamó enfurecida.

- Bueno, directamente no estaba ahí, pero mi poco poder fue suficiente para acabar con esos inútiles que no asesinaron a tu marido, pues no creas que el contrabando lo planee solo para tener ganancias. ¿Por qué crees que involucré a Ordon en todo eso? Porque sabía que ese mocoso iba a intervenir, pues es tan estúpido que es capaz de dar su vida por su amada tierra.

- No puedo creer lo que estoy escuchando...

- Será mejor que me creas, porque aún faltan cosas que debes enterarte, y esta es la más interesante... tu amado esposo jamás te fue infiel con Ilia, todo lo que viste como evidencia fue preparado planeado por mí.

- ¿Qué...?

Ganondorf tomó a la princesa por el cuello y la obligó a mirar el oráculo una vez más.

- ¿Quieres saber a lo que me refiero? ¡Mira con atención!

Zelda vio impactada cada imagen que mostraba el oráculo. Como Ilia estaba siendo atacada por monstruos y Link la salvaba, luego como la joven lo desenmascaraba y le lanzaba un extraño polvo para dejarlo inconsciente, después pudo ver como lo escondía en unos arbustos y se robaba el anillo que él había comprado para ella.

El villano reía sin parar al ver el rostro de consternación de la princesa con las imágenes, estaba sumamente complacido por las lágrimas que salían de sus ojos.

- En serio fuiste la mujer más manipulable e ingenua. Todo estaba planeado, incluso esas conductas que mostraba contigo de indiferencia, fueron causadas por mí, pues en pocas cantidades le lancé ese polvo a la distancia para que se muriera de sueño. Supe cada uno de los movimientos de ese imbécil.

Los ojos de la princesa desbordaban en lágrimas, se sentía muy arrepentida de haber sido tan injusta con su esposo, se reprochó a sí misma el haber sido ciega y no haber confiado en el amor y lealtad que él demostraba hacia ella.

Aparte de su arrepentimiento, también sintió un enorme odio y rabia recorrerla, detestaba profundamente al causante de sus penas, así que en ese momento alzó la mano para darle una bofetada a Ganondorf, pero este la detuvo de inmediato.

- ¡Maldito! ¿Cómo pudiste cometer semejante bajeza?

- ¿Cómo pudiste tu desconfiar de tu fiel y amoroso esposo? Eres tan tonta que no le diste la oportunidad de que te explique, cegada por la rabia y el dolor, lo separaste de tu lado. – dijo mordaz

- ¿Qué ganabas con separarnos? ¡Contéstame! – preguntó dolida.

- Muchísimo, pues por años intenté acercarme a ese mocoso, pero jamás pude hacerlo por el fragmento del valor que posee. Él tiene la capacidad de proteger a todos los que lo rodean sin darse cuenta gracias a ese poder, lo mismo pasaba contigo, nunca pude estar cerca de ti por la misma razón, por eso provoqué que te separes de él, pues el dolor de su supuesta traición te volvió tan débil física y espiritualmente, que pude aproximarme a ti y obtenerte, pues ya no contabas con la protección de tu "amado" ni tampoco con la tuya propia. No tienes idea de las cosas que he hecho para acabar con ese bastardo, primero traté de impedir que nazca, por esa razón embrujé a su madre hasta el punto de casi matarla.

- ¿¡Provocaste la enfermedad de la duquesa!? – exclamó horrorizada.

- ¡Otra vez acertaste, querida!, pero espera, hay otras cosas. ¿Sabes por qué razón empezaron a haber tantos atracos y asaltos en Hyrule? Por mí... yo soy capaz de atraer y manipular a todo lo malo que rodea a este mundo, y lo hice porque sabía que en cualquiera de esos momentos en los que tu maridito salía a combatir, podría morir, pero como siempre fallaba, una y otra vez, aunque gracias a eso, al final conseguí que te separes de él. En Ordon fue lo mismo, empecé a manipular actos delictivos para que ese tonto saliera combatir, pero como siempre no me daba resultado. Por eso cuando el mocoso se fue a Hyrule a casarse contigo, dejé de manipular Ordon para hacer lo mismo con tu tierra, tenía que buscar la manera de acabarlo. Ah, y antes de que se me olvide, también los separé porque el odio que siento por ustedes es inmenso, verlos felices es algo que me repugna en sobremanera. ¡Ustedes no merecen nada más que la misma muerte!

- ¡Estás enfermo! ¡Solo una mente perturbada puede planear ese tipo de cosas!

- Más que enfermo soy estratega, no podía equivocarme como en mis pasadas vidas, de los errores se aprende y esta vez todo será diferente. Los padres de ambos creyeron que casándolos evitarían mis planes, estaban totalmente ciegos. El destino se cumplirá, pase lo que pase, pero no el que dicta derrotarme, sino el que me garantiza la victoria.

Ganondorf aventó a la princesa a la cama, la joven estaba completamente impactada con las cosas que se había enterado de manera brusca por el villano.

- Aún debes tener muchas preguntas, como por ejemplo, sobre esa lira que tienes en las manos. Tengo mucho que agradecerte, pues gracias a tus poderes pude recuperar mi preciado fragmento.

Ganondorf le mostró su mano a la princesa, y ella pudo ver que este poseía un signo parecido al de ella.

- Este es el fragmento del poder de la Trifuerza, gracias al mismo pude recuperar mi fuerza completamente. Por tu causa lo he recuperado.

- No entiendo que tengo que ver yo con eso...

- Cierto, es que estabas totalmente bajo mi dominio en ese momento. Bueno, te utilicé e indagué en lo más profundo de tus dormidos recuerdos. Tú, en tu pasada vida, por medio de esa lira, guardaste mi fragmento en el Reino Sagrado y ahora por tu misma mano pude recuperarlo.

- ¡No es posible! ¡Yo no pude haber hecho eso! – afirmó alterada.

- ¡Lo hiciste! ¡Gracias a tu apoyo logré recuperarla!

Zelda estaba confundida, no sabía hasta qué punto era dañino que Ganondorf tuviera ese fragmento.

- ¿Sabes que es lo mejor? Aún tienes dos cosas que me permitirán obtener más poder aparte del que ya poseo... pero antes de obtenerlas... volverás a estar bajo mi dominio.

El rey maligno fue hasta la cama donde estaba la princesa, la acorraló en la misma y se acercó a su rostro sin limitaciones. La mirada intensa y malévola del hombre llenó a la joven de verdadero pánico. Definitivamente, no tenía buenas intenciones.

- Tu sangre y el fragmento de la sabiduría son los únicos que pueden ayudarme a ser inmortal, pero antes de asesinarte para obtenerlos... voy a hacerte mía. Siempre me pareciste hermosa y mucho más ahora, no veo nada de malo disfrutar un poco de ti antes de terminar con tu existencia. Será una placentera despedida para ambos...

La princesa se asqueó enormemente al sentir como Ganondorf empezó a tocarla y a besar su cuello, estaba aterrada solo de imaginarse lo que él podría hacerle.

- ¡Suéltame! – exigió desesperada, tratando de separarlo de su cuerpo.

- No temas, te aseguró que te gustará. – dijo mientras la acorralaba con fuerza.

Zelda acumuló con esfuerzo la poca energía que le quedaba, con la que invocó el fuego de Din en su máximo poder. Gracias a ello aventó a Ganondorf, provocando que este se golpeara contra una de las paredes del lugar.

El villano quedó enfurecido por el actuar de la joven, así que se acercó a ella, mientras la observaba con intenso odio.

- ¡No te atrevas a tocarme nunca más! ¡No sabes con quién te estás metiendo! – reclamó enfurecida.

- ¡Estúpida zorra! – le gritó, mientras la abofeteaba con fuerza.

Zelda cayó al suelo debido a la fuerza de la cachetada, fue tan brutal el golpe recibido que un hilo de sangre salió de sus labios.

- ¡Ya me hartaste! Puedo tener a las mujeres que a mí me dé la gana, así que no pienso esperar más para obtener lo que quiero. ¡En este momento iniciaré tu ejecución y me apoderaré de tu sangre y del fragmento! – dijo irascible, agarrándola del cuello.

Ganondorf aprovechó lo aturdida que estaba la joven debido al golpe, así que la llevó hacia el circo del pedestal del espejo y enseguida invocó a todos sus súbditos para que presencien el sangriento acto.

...

La princesa se encontraba encadenada en la gran roca ubicada detrás del pedestal del espejo roto, estaba sumamente adolorida por el golpe recibido y también espantada debido a la muerte que le esperaba.

El fuego de Din que le había lanzado a Ganondorf acabó con las pocas fuerzas que le quedaban, ya no podía hacer nada para escapar. Definitivamente, su muerte en manos del rufián era un hecho.

- Los he reunido aquí para que presencien la muerte de esta maldita. Así como una vez yo estuve encadenado en aquella piedra, ahora ella lo está. Pagará por lo que alguna vez yo tuve que pasar, y para que la humillación sea completa, la ejecutaré con su propia espada. – indicó Ganondorf, enfurecido.

Todos los súbditos del villano aplaudían de manera inmisericorde por la próxima ejecución. Gritaban el nombre de su amo con verdadera vehemencia, mientras que a la princesa solo le lanzaban insultos y palabras procaces, pues querían que su muerte sea humillante en todos los sentidos.

Zelda vio a lo lejos como Ganondorf elevaba con su energía el florete que Link le había regalado... solo de verlo, varios recuerdos vinieron a su mente.

Recordó a sus amados padres. A pesar de que su vida era complicada, siempre fue feliz recibiendo todo el amor y cariño de ellos. No estaba resentida debido al silencio que guardaron referente a su destino, pues en su mente solo estaban los maravillosos seres que fueron.

Pensó en sus amigos, Cocu y Gracielle, que ya no podría compartir con ellos ni conocer al hermoso bebé que esperaban.

Luego otra persona vino a su mente, el hombre con el que fue obligada a casarse, con el que creyó sería un castigo compartir su vida, pero del que se enamoró hasta perder la razón y sentirse viva con cada beso y caricia que le regalaba.

Link, el único y gran amor de su vida, el primero con el que aprendió a amar en cuerpo y alma, con el que compartió lindos momentos y con el que deseaba cumplir tantos sueños a futuro.

Todo lo hermoso se había desvanecido, pues ahora se encontraba próxima a la muerte.

- Link, nunca pude pedirte perdón por haber desconfiado de ti. Te amo y te amaré siempre.

La joven cerró los ojos mientras las lágrimas salían descontroladas de sus ojos, pues estaba resignada a que nunca más volvería a ver a sus seres amados.

- ¡Muy bien, despídete de tu vida, princesa Zelda!

Ganondorf lanzó el florete en dirección al corazón de la princesa, mientras que esta cerró los ojos con fuerza para no ver el arma aproximarse hacia ella.

Pero de repente la joven escuchó un fuerte sonido metálico, era parecido al que hacían dos espadas al chocarse mutuamente. Decidió abrir los ojos y grande fue su sorpresa al ver que, frente a ella, de espaldas, estaban dos personas cubriéndola.

...

Comentarios finales:

Sé que este capítulo fue un poquito largo (tres páginas más de lo que normalmente escribo), pero no quería cortarlo debido a que se dejarían muchas cosas en el aire.

¿Quiénes serán las extrañas personas que impidieron la muerte de la princesa? Bueno, si no conocen la respuesta, eso lo sabrán en el siguiente capítulo. Pueden poner sus sugerencias en los comentarios.

Saludos ^^

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