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18. Descubrimientos misteriosos

Moy y sus soldados se habían despertado hace poco de su sueño. El descanso había sido de gran ayuda para ellos, pues necesitaban urgentemente reponer energías por los pesados días de viaje.

El general se encontraba recorriendo la cabaña entera y las afueras de la misma, ya que buscaba al duque y a su hijo, pero no halló rastro de ninguno de ellos.

- Qué extraño. ¿Dónde habrán ido Demetrio y Link? – se preguntó a sí mismo en sus pensamientos.

De repente, pudo escuchar que unos pasos se aproximaban hacia él, y grande fue su sorpresa al ver a su amigo cargando a su hijo en su espalda, quien estaba inconsciente.

- ¡Demetrio! ¿Qué le paso a Link? – preguntó alarmado.

- No lo sé, simplemente se desmayó. Diles a los soldados que vayan al pueblo por el médico. ¡Mi hijo no reacciona! – rogó desesperado.

- ¡Muchachos, el príncipe se ha desmayado! ¡Vayan al pueblo inmediatamente a traer al médico, rápido!

Mientas los soldados, preocupados, se apresuraron a buscar al médico. El general ayudó al duque a llevar al joven a su habitación.

...

Ya una vez que Link estuvo acostado en su cama, el general pudo notar que el duque estaba demasiado nervioso. Entendía la preocupación que tenía por el príncipe, pero presentía que había algo más que lo perturbaba.

- ¿Qué fue lo que sucedió?

El duque empezó a recordar con detalle lo que pasó antes del desmayo de su hijo, tenía en mente algunas posibles hipótesis sobre la razón de ello, pero por nada del mundo podía revelarle a su amigo las cosas que él sabía.

- No lo sé, salimos a caminar un poco y se desmayó. Me imagino que no ha descansado lo suficiente. – mintió para evadir el tema.

- ¿Estás seguro de que es por eso?

- ¡Eso fue lo que pasó, Link se desmayó de la nada! ¿Qué más quieres que te diga? – respondió defensivo.

Moy estaba seguro de que el duque no le estaba siendo sincero, se conocían desde pequeños y sabía perfectamente cuando él ocultaba algo.

El general estaba dispuesto a refutarle una vez más, pero en ese momento llegó el médico a la cabaña.

- Aquí está el médico, su majestad. – indicó uno de los soldados.

- Buenos días, su majestad. Les pido de favor que todos se retiren de la habitación para examinar al príncipe. Apenas tenga un diagnóstico, se los haré saber inmediatamente.

Los hombres salieron de la habitación y dejaron al médico solo con el príncipe, y mientras la espera se hacía eterna, el duque no dejaba de pedirle a las Diosas que su hijo se recupere lo más rápido posible.

...

Después de un tiempo el médico salió de la habitación del joven, el duque y el general se acercaron a él ansiosos a preguntar el motivo del malestar de este.

- Dígame, doctor, ¿qué tiene mi hijo? – preguntó preocupado.

- Físicamente, el príncipe está muy bien, pero al parecer su malestar es debido a un fuerte impacto emocional.

- ¿Impacto emocional?

- Así es, al parecer sufrió un impacto grave. Algo debe haber alterado en sobremanera sus emociones. ¿Qué es lo que el joven estaba haciendo antes de caer inconsciente?

- Nosotros... estábamos caminando por el bosque, solo eso... – mintió nervioso.

- ¿Solo eso? Pues es muy extraño, los síntomas que él presenta son señal de haber recibido una fuerte impresión, como si alguna situación indeseada lo hubiera perturbado enormemente. No podrán notarlo a simple vista, pero el príncipe está muy consternado.

El duque sintió que en ese momento él también caería desplomado con cada palabra que decía el médico.

- Por el momento es mejor dejarlo descansar y no permitir que pase por situaciones estresantes. Dejaré unas pociones relajantes para que el príncipe las beba una vez que se despierte, pues es muy posible que se levante alterado. Esta medicina es a base de valeriana y pasiflora, son naturales, así que no le causarán ningún daño a nivel orgánico.

- Gracias por su ayuda, doctor. Moy, por favor, encárgate de pagarle sus honorarios, mientras tanto yo iré a ver a mi hijo. – indicó cabizbajo.

El general se quedó con el médico arreglando la cancelación de sus servicios, mientras que el duque entró a la habitación del príncipe.

...

Efectivamente, como el médico indicó, el semblante de Link estaba perturbado. A simple vista se podía ver que no se encontraba nada cómodo en su actual situación, eso provocó que su padre se angustie en extremo, pues no sabía de qué manera podía ayudarlo.

Mientras él seguía observando la triste imagen del príncipe inconsciente, Moy entró a la habitación empujado por los mismos motivos que su amigo.

- Espero que despierte pronto. Me preocupó lo que el médico dijo. ¿De verdad no ocurrió nada? Porque...

- Ya te dije que solo estábamos caminando y de repente se desmayó. Solo eso ocurrió. – contestó impaciente.

Los hombres estuvieron callados varios minutos, hasta que el duque decidió pedirle un favor a su amigo.

- Moy, ¿podrías quedarte con Link un momento? Voy a salir.

- ¿A salir? ¿A dónde vas? – preguntó extrañado.

- Lo que pasa es que... dejé olvidada mi espada por la zona donde caminé con mi hijo, voy a buscarla.

- ¿Quieres que alguno de los soldados te acompañe?

- No te preocupes, no me voy a tardar mucho.

- Está bien, pierde cuidado que yo estaré atento al muchacho.

- Gracias, ya regreso.

El duque se retiró de la habitación con urgencia, dejando confundido al general debido a su comportamiento.

...

En la zona más oculta y escondida del bosque se encontraba una pequeña criatura llorando encima de un pedestal roto. Su llanto era incontrolable y se escuchaba sonoramente por todo el lugar.

- ¿Por qué? ¿Por qué tuvo que pasar todo esto? ¿Por qué no fui capaz de protegerlas? Por mi culpa mi amigo se desmayó. ¿Por qué tuvo que...?

Las palabras de Skullkid fueron interrumpidas al sentir que alguien le tomaba su pequeño hombro, y al darse la vuelta se sorprendió al ver al duque.

- Tú eres...

- Necesito que me expliques qué fue lo que pasó aquí.

- ¿Cómo está el héroe? Por mi culpa él se puso triste y se desmayó. ¡Todo es mi culpa!

- No es tu culpa. Nada de lo que pasó aquí te hace responsable, de eso estoy seguro. Mi hijo está dormido en su cama, no te preocupes por él.

- ¿En serio?

- En serio. Ahora te ruego que me cuentes algunas cosas. ¿Quién destrozó este lugar? ¿Hace cuánto tiempo ocurrió? – le preguntó tratando de verse calmado.

- ¡No recuerdo! Veinte o treinta años, no sé exactamente cuándo vino ese villano a destruir todo.

- ¿Por qué hay sangre por todos lados? ¿Acaso ella...?

- La sangre es de mi amiga, de la sabia que vivía en el templo; por mi culpa ese hombre malo asesinó a...

- Saria...

- ¡Sí, a ella! Saria murió tratando de defenderme a mí y a la espada, porque ese villano quería... ¡No recuerdo, todo es tan confuso, no me acuerdo de nada!

El duque se entristeció al ver a la pequeña criatura frente a él tan perturbada, pero necesitaba saber urgentemente lo que ocurrió en el lugar donde se encontraba, así que con cuidado lo tomó por los hombros y lo agitó despacio para que se tranquilice.

- Tranquilízate, debes calmarte para explicarme todo.

- Lo siento, pero en serio no puedo hacerlo. Todo está tan confuso, no puedo acordarme de muchas cosas.

- Te pido que hagas un esfuerzo y trates de recordar. ¿Qué sucedió aquí? Este es el Templo del Tiempo, ¿verdad?

- Así es. Este es el Templo del Tiempo, y desde hace miles de años se me ha encargado impedir que cualquier persona entre a profanar este sagrado lugar, pues aquí descansa la legendaria Espada Maestra, única arma capaz de repeler el mal, y el único que puede portarla es el Héroe Elegido por las Diosas, el mismo niño que vino contigo hace un momento. No entiendo cómo ese mal hombre logró entrar aquí, no pude sentir su presencia en la Arboleda Sagrada, y sobre todo cómo pudo romper el pedestal y remover el arma de ahí. Él dio unas razones muy extrañas, todo está tan poco claro en mi mente...

*.*.*.*.*

Skullkid se encontraba jugando en la Arboleda Sagrada con algunas de sus marionetas de un lado a otro, estaban tan animados saltando y corriendo por los árboles que sin darse cuenta se adentraron al Templo del Tiempo, hasta llegar al pedestal donde la Espada Maestra descansaba.

En el momento que Skullkid se puso frente al arma, empezó a recordar al antiguo héroe dueño de la misma. Le daba nostalgia pensar en él y se preguntaba qué había sido de su vida desde hace años. No tenía muy claro cuánto tiempo había pasado desde la última vez que lo vio, pues por su condición de criatura del bosque, él podía vivir indefinidamente hasta que las Diosas lo designaran.

Cara a cara solo se habían visto tres veces. Eso fue en los momentos en los que tenía que desafiarlo para que logre llegar al Templo del Tiempo de manera exitosa, aunque reconoció que cuando vino a devolver la espada a su pedestal, lo hizo únicamente para divertirse con las caras de frustración que el héroe ponía al no encontrar al ser que lo molestaba con su trompeta y marionetas... pero a pesar de que no se habían visto, escondido desde las sombras del bosque, pudo verlo a lo lejos un par de veces que regresó al templo. La primera ocasión, fue cuando vino a visitar el lugar junto con una hermosa joven de cabello castaño, y la segunda fue unos años más tarde, que regresó junto con la misma persona a contemplar la espada, solo que ambos acompañados de unos pequeños que observaban animados la sagrada arma, mientras el joven los tomaba en brazos afectuosamente y les relataba unas historias, algunas conocidas por él. Esas fueron las últimas veces que lo volvió a ver.

Recordar eso para Skullkid era gratificante, pues en su milenaria vida nunca había conocido a nadie como él. En ese momento empezó a conversar con las marionetas sobre sus recuerdos.

- ¿Se acuerdan del chico de verde que se podía convertir en lobo? Me pregunto qué habrá sido de...

De repente sus palabras fueron interrumpidas por una fuerte explosión que se dio en la parte de afuera del templo, se podía escuchar como todo estaba siendo destrozado. Las criaturas del bosque decidieron ir a averiguar qué estaba ocurriendo, y sintieron un escalofrío recorrerles al ver al maléfico ser que estaba destruyendo todo. Arrancó cada uno de los árboles de raíz, para aventarlos por los aires, cortó por la mitad el par de estatuas que custodiaban la entrada a la Espada Maestra, entre otros daños que provocó por el lugar.

- ¡Maldita sea! ¿Cómo es posible que haya sobrevivido? ¿En qué rayos fallé? – refutaba irascible.

Skullkid se llenó de terror al ver que el villano se dirigía hacia ellos, o más bien hacia la espada; no podía permitir que se acerque a ella.

- ¿Quién eres tú? ¿Cómo pudiste entrar a este lugar sagrado? – preguntó amenazante.

- ¡Este sitio dejó de ser sagrado desde hace miles de años! ¿Acaso eres tan estúpido que no te has dado cuenta? Han pasado tantos siglos que ha perdido gran cantidad de sus poderes, lo mismo ocurre con esa espada, pues hace mucho que su dueño no viene a portarla. Por esa razón pienso destruirla, ya que de esa forma ese maldito mocoso, que debió morirse junto con su madre, no podrá hacer nada para detener mis planes. Sin su arma estará tan vulnerable que aniquilarlo será muy fácil y solo así podré extraer el increíble poder que late dentro de él. Ya nada podrá impedir que conquiste este mundo y consiga la divina reliquia de las Diosas.

Skullkid se aterró enormemente con esas palabras. ¿Cómo era posible que la espada haya perdido sus poderes sagrados? No daba cabida a eso.

- ¡No creo en nada de lo que dices, la espada jamás perdería sus poderes!

- ¿No me crees? ¡Si es así, es mejor que lo verifiques con tus propios ojos! – exclamó amenazante.

El villano alzó una de sus manos para formar una esfera de energía oscura, y cuando esta tomó un tamaño considerable, la lanzó directo al pedestal, provocando que este se rompa y la espada vuele por los aires para quedarse clavada en el suelo.

Tanto Skullkid como las marionetas observaron la imagen con pánico, no podían creer que la espada haya podido ser sacada de su pedestal.

- ¿Ahora te convences, maldito duende? La única manera que la espada recupere su poder, es que su portador la reclame. Y ya que mi plan de aniquilarlo fue un fracaso, por el momento, la destruiré ahora que ha perdido su esencia.

- ¡No pienso permitirlo, no dejaré que la destruyas!

Skullkid tocó su trompeta e invocó a una gran horda de marionetas, debía impedir a toda costa que el mal hombre logre tocar la espada.

- ¿Te estás burlando de mí? ¡Fíjate como acabo con cada una de estas basuras! – indicó arrogante.

A pesar de que el número de marionetas era considerable, ninguna pudo ser capaz de detener al villano; poco a poco acabó con ellas y se aproximó a la espada, sin la mayor de las dificultades.

Skullkid se puso delante de la espada para impedir que el villano se acerque, estaba muy asustado, pero tenía que intentar alejarlo. Una vez que el mal hombre estuvo con la espada a sus pies, tomó a la criatura por la cabeza y lo observó con verdadero odio.

- ¡Despídete de tu patética vida, no pudiste impedir que yo...!

Las palabras del villano fueron calladas por un violento golpe que recibió, la fuerza del impacto fue tal, que cayó directo a una pared y esto le causó considerables heridas.

Cuando el mal hombre visualizó al responsable de tal agresión, pudo ver que frente a él se encontraba una mujer con una esfera de energía verde en su mano.

- ¡Saria! – gritó Skullkid espantado.

- ¿Cómo osas a golpearme de esa manera? – reclamó enervado.

- ¡Cómo te atreves tú a invadir este lugar sagrado! Los seres de la oscuridad no son bienvenidos aquí, y ahora que percibo tu aura maligna, he descubierto que eres el responsable del mal que sufrió la soberana de Ordon. ¡Tú intentaste matarla a ella y a su hijo! – reclamo indignada.

- ¡Por supuesto! Desde que percibí la esencia del alma de ese maldito entrometido dentro de esa mujer, tenía que impedir a toda costa que regrese al mundo. Ese fue mi mayor error en el pasado, simplemente esperar a que él venga a mí para enfrentarnos, por eso decidí acabar con el problema de raíz, pero todo me salió mal y pienso que parte de la culpa es tuya.

- Yo no soy responsable de nada. Las Diosas, junto al esfuerzo de sus padres, impidieron que la criatura muera. Tú no puedes contra él, ahora es indefenso, pero más adelante te dará tu merecido como siempre lo ha hecho. Y si tanto querías impedir que nazca, ¿por qué no te acercaste a la madre directamente a aniquilarla? ¿Conoces la razón de ello?

El hombre simplemente se quedó en silencio, no pudo responder a las intrigas de la sabia.

- La energía que late dentro de ese pequeño impidió que te acerques, por eso decidiste atacarlo desde la distancia. Así como la Espada Maestra y este lugar han perdido sus poderes por el paso implacable del tiempo, tú también has renacido menos fuerte, pues en tu última batalla perdiste el fragmento que te otorgaba la energía maligna, por eso como un cobarde te atreviste a meterte con la vida de una criatura inocente, incluso desde antes que naciera.

- ¿En serio crees que no tengo el fragmento en mi poder? Es cierto que lo perdí en mi última batalla, pero sé dónde está. Mis poderes se han reducido, pero eso no me impedirá cumplir con mis planes, pues más adelante llegará el camino por el que recuperaré mi fuerza, y cuando eso pase, todo este mundo estará a mis pies.

El villano se acercó a tomar la espada, pero grande fue su sorpresa que al tocarla sintió un intenso ardor en las manos.

- La espada no acepta ser tocada por seres de mal corazón como tú, y si fuera lo contrario, tampoco podrías manipularla, pues sería demasiado pesada para ti.

- ¡Maldita! – gritó enfurecido.

El villano creó otra esfera de energía maligna y la lanzó directo a la sabia, ella logró esquivarla con rapidez, pero él empezó a perseguirla tratando de impactarla de nuevo.

Saria no se dio por vencida, por medio de su magia comenzó a atacarlo de la misma manera, y a pesar de que era consciente que su fuerza no se comparaba a la del villano, tenía que hacer lo posible para que no destruyera la espada.

Fue una pelea demasiado fuerte, donde Saria terminó con graves heridas y con dificultad empezó a arrastrarse hacia el pedestal, para luego dirigirse a la espada desvainada. Sentía que las fuerzas se le agotaban; ya no había esperanzas de nada...

Skullkid observó aterrado toda la pelea, temía por la vida de su amiga, pero su pánico aumentó al ver que el villano caminaba lentamente hacia ella para darle el golpe al final, mientras se burlaba por como la joven protegía la espada.

- ¡Saria! – gritó llorando.

- ¡No te acerques! ¡Huye de aquí, rápido! – le pidió hablando con dificultad.

La criatura no escuchó la petición de la joven, así que corrió con todas sus fuerzas, acercándose al villano para tratar de agredirlo, pero el hombre, con un simple movimiento del brazo, lo lanzó al suelo. Sin poder moverse, poco a poco comenzó a perder el conocimiento.

- Ahora sí, la Espada Maestra y tú... ¡Despídanse de este mundo!

...

Horas después, Skullkid despertó con un intenso dolor de cabeza, y una vez que visualizó el lugar donde se encontraba, se horrorizó en sobremanera. La espada y su amiga habían desaparecido y las manchas de sangre por el lugar eran muy evidentes. Ver esa aterradora imagen lo hizo entrar en la desesperación, lloraba desgarradamente mientras la culpa lo consumía al ver que no fue capaz de salvar al objeto de su responsabilidad, ni a la amiga que lo acompañaba en el bosque.

Lo único que Skullkid pudo recordar antes de caer en la inconciencia, fue una esfera de energía maligna aproximándose a Saria, también escuchó como la joven decía sus últimas palabras. No las entendió con claridad en ese momento, pero hubo un nombre que mencionó que sí se le quedó grabado en su memoria, uno que le llenaba de escalofríos simplemente con decirlo... Ganondorf.

*.*.*.*.*

Los ojos del duque se humedecieron ligeramente al escuchar la historia de la criatura frente a él. Ahora conocía más a fondo la manera en la que Saria perdió la vida.

- ¡Me siento tan mal! Ese día me puse como loco a buscarla por todos lados, incluso fui a su templo a ver si se encontraba, pero todo estaba cerrado, ramas y troncos demasiado fuertes cubrían la entrada. ¡Es mi culpa! ¡La espada y ella desaparecieron por mi culpa! – gritaba entre espasmos de llanto.

- ¡Cálmate! Necesito que me...

Skullkid no pudo soportar más su pena, así que dio un salto hacia atrás y se desvaneció del lugar, dejando al duque totalmente impactado.

El padre del príncipe se sentía terriblemente mal, ahora que conocía con detalle los hechos, varias cosas que tenía guardadas en su mente encajaban; las dudas que tuvo por años por fin fueron disipadas.

...

El duque regresó a la cabaña, totalmente consternado, pues aún no salía del impacto de todo lo que Skullkid le había contado. Cuando estaba a punto de entrar a la habitación de su hijo, fue interrumpido por el general.

- ¿Encontraste tu espada?

El duque recordó la mentira que le dijo a su amigo para salir; rápidamente inventó algo para zafarse del problema.

- Lamentablemente no, deben habérsela robado, pues como sabes era una buena...

El soberano enmudeció al ver su espada en las manos de su amigo. Ahora sí, no sabía qué excusa iba a poner

- ¿Ah sí? Pues yo sí la encontré, siempre estuvo en la entrada de la cabaña. – dijo con ironía.

- Moy, lo que pasa es que...

- Demetrio, no me importa que me mientas, lo que me preocupa es que tú estás ocultando algo y que eso te mortifica. Tiene que ver con Link y esa salida que tuvieron, ¿verdad?

- Sí... tiene que ver con eso.

El general se acercó hacia el duque y le puso una mano en su hombro para tranquilizarlo.

- Somos amigos desde siempre, hemos estado juntos en las buenas y en las malas. Confía en mí, dime lo qué te ocurre.

El duque se quedó en silencio varios minutos, dudando en contarle a su amigo la verdadera historia de su hijo, pero se dio cuenta de que necesitaba hablar con alguien. Además, Moy era alguien de confianza, por esa razón decidió confesarle toda la verdad.

...

Moy escuchó, por el lapso de una hora o más, todo lo que le relataba el duque; desde el nacimiento del príncipe; la razón de haber arreglado su matrimonio con la princesa de Hyrule; hasta su conversación con Skullkid y como lo que este le confesó encajó con ciertos retazos de su memoria. El general por fin entendió por qué por tantos años su amigo se había obsesionado un poco con la educación y seguridad de su hijo, hasta en prepararlo físicamente con la espada; ahora comprendía todo.

- Moy, ahora sabes que mi hijo no es un muchacho común, él ha venido con una importante misión a este mundo.

El duque observó el semblante serio de su amigo y sintió extraño al notar que no parecía sorprendido con nada de lo que le contó.

- Con lo que me has contado, simplemente despejaste algunas dudas que tenía... porque yo ya sabía perfectamente quién era tu hijo en realidad.

- ¿Qué has dicho? – preguntó sorprendido.

- Siempre supe que tu hijo es el Héroe Elegido por las Diosas

- ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que...?

- ¿Recuerdas la época cuando estabas con Aitana arreglando el tratado de paz con el reino de Nortus?

- Claro que lo recuerdo. No pudimos estar con nuestro hijo en todo ese tiempo. Cuando nos íbamos al amanecer, él dormía, y cuando regresábamos al anochecer, ya estaba dormido de nuevo. Un mes demasiado difícil para mi esposa y para mí. En ese entonces, Link tenía cinco años. – recordó entristecido.

- Bueno, como recordarás, desde el momento en que nació, me ascendiste de soldado a escolta personal de él, y en todo ese tiempo, entre Link y yo, nació una relación especial, como la de un padre hacia un hijo. Fue en esa época, que sin quererlo, descubrí algo de él que me llamó mucho la atención...

*.*.*.*.*

En ese entonces, Moy era el escolta personal de príncipe de Ordon. Aparte de encargarse de velar por su seguridad, lo entrenaba en el manejo de la espada y supervisaba que asista a todas las clases con sus tutores. Desde hace unas semanas sus padres no podían pasar mucho tiempo con él, pues las reuniones con el consejo del reino de Nortus los tenían muy ocupados.

Una tarde, Moy estaba buscando a Link por todas partes de manera desesperada, hasta que lo encontró dormido encima del suave pasto de uno de los jardines del palacio.

- ¡Este niño me va a matar de un susto un día de estos! Despierte, príncipe, no es bueno que duerma aquí.

El príncipe no respondió al llamado de su escolta, estaba profundamente dormido.

- ¡No puedo creer que puedas dormirte donde sea! ¡Me tocará llevarte cargado hasta tu habitación! - exclamó entre risas.

Moy tomó al pequeño niño en brazos, y lo llevó hasta sus aposentos para que descanse más cómodo.

...

Una vez que llegaron a la alcoba, acostó al príncipe en su cama, y cuando se disponía a retirarse se dio cuenta de que algo le faltaba por hacer.

- Es mejor quitarle el cinturón, las botas y los guantes para que duerma más cómodo. – se dijo a sí mismo.

El hombre se acercó al pequeño para retirarle el cinturón y las botas, luego de eso pasó a hacer lo mismo con sus guantes. Fue en ese momento que sus ojos se sobresaltaron en sobremanera, pues observó que en su mano izquierda se encontraba el símbolo de la Trifuerza. Él sabía que en Ordon no era muy conocida esa reliquia, sin embargo, él la reconoció perfectamente.

- Esta marca... ¿Será posible que...? – se preguntó impactado.

En ese momento prefirió retirarse de la habitación. Ya al anochecer iría a su casa a salir de las dudas que lo intrigaban.

...

Cuando Moy llegó a su hogar, el mismo que estaba ubicada en uno de los rincones del palacio, saludó a su esposa Juli con afecto. Luego entró a un pequeño estudio que la casa poseía.

En el escritorio tenía un cajón bajo llave, lo abrió y de ahí sacó un viejo libro, un diario que perteneció a un antepasado suyo que vivió en Ordon hace miles de años. Ahí relataba la historia de un joven que cuidó junto con su esposa cuando sus padres murieron en un accidente, el cual era portador de unas de las reliquias divinas de las Diosas; y de cómo, más adelante, se convirtió en el héroe más reconocido de todos los tiempos...

*.*.*.*.*

El duque estaba totalmente pálido ante la historia de su amigo, no tenía palabras para describir las emociones que invadían su ser.

- En ese entonces no te dije nada porque no lo creí prudente. Ahora entiendo por qué siempre estabas atento a que Link no se quitara los guantes, te obsesionaras tanto con su educación y lo comprometieras con la que ahora es su esposa. Eso último fue lo que más me sorprendió, pues precisamente tú, que te casaste enamorado y no obligado, presionaste a tu hijo para que se case con una desconocida. Ya tengo muy clara la razón de tu decisión.

- Las almas de Link y Zelda siempre han estado destinadas a estar juntas. En su anterior vida se casaron y fueron muy felices. Es gracias a los descendientes del héroe de esa época que nuestra tierra es un reino grande actualmente, pues fue su hijo, el primer duque de Ordon, quien decidió, por amor a su padre, trabajar duro para mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo.

- Lo sé perfectamente, todo eso consta en la historia de nuestra tierra.

- Así es, y referente a la estrictez para con mi hijo, tenía que comportarme de esa manera con él, pues tener en mis manos la vida del portador de alma del Héroe Elegido por las Diosas, no era nada fácil. Tenía que hacer de él un hombre de bien y correcto en todo sentido, para que realice exitosamente la misión por la que vino a este mundo y también cumpla su deber como príncipe de nuestra nación.

- Lo sé, con el pasar de los años entendí todo eso. Desde que Link nació sentí con él una conexión muy peculiar, como si no fuera la primera vez que nos conocíamos, por eso lo quiero como si fuera otro de mis hijos. Tengo una inferencia sobre eso, talvez yo soy la reencarnación de aquel hombre que vivió hace muchos años en Ordon y cuidó a ese pequeño niño, pues hay muchas situaciones que me han hecho visualizar mentalmente momentos relacionados con él, que actualmente no he vivido. ¿Has oído hablar de los Déjà vu? Pienso que eso es lo que pasa, pero es solo una hipótesis. – relató emocionado.

- Si he oído hablar de eso, y lo que más me entristece es que ni Aitana ni yo hemos experimentado esa sensación. La única vez que lo sentimos fue cuando nuestro hijo nació, pero de ahí no hemos tenido ni un vago recuerdo de vidas pasadas. – comentó triste.

- Eso ha de ser porque en todas las vidas de tu hijo, ustedes no pudieron estar a su lado. Recuerda que el héroe siempre fue huérfano.

- Le agradezco a las Diosas que por esta vez hayan permitido que la vida de Link no sea tan dura y que pueda tener a sus padres con él.

- Así es. No eres perfecto, pero me consta que has sido un excelente padre. Has educado a tu hijo de la mejor manera y por eso ahora es un joven de bien, noble y dispuesto a defender lo que ama con vehemencia.

- Gracias, tú sabes que mi familia es lo más valioso que tengo. Desde que perdí a mis padres son lo único que me ha permitido seguir adelante.

Los hombres se quedaron en silencio varios minutos, hasta que al general se le ocurrió hacerle una confesión a su amigo.

- Actualmente, aún poseo ese diario en mi poder, y no solo eso, también tengo todos los textos que hablan sobre la leyenda del héroe del ocaso, entre otras más.

- ¡Yo ordené que todo eso sea incinerado! ¿Por qué aún lo tienes contigo? – preguntó alarmado.

- Discúlpame, pero a pesar de que no te refuté nada en esa época, jamás podría acabar con algo que también tuvo que ver con mi familia. No sabes el orgullo que es el saber que uno de ellos acogió al Héroe Elegido por las Diosas de antaño, no es algo que se ve todos los días. Pierde cuidado, te juro que nadie sabe que lo tengo, ni siquiera mi esposa e hijos.

- Está bien, no eres el único que guarda secretos. Hay veces que me arrepiento de haber tomado esa decisión, pero en ese entonces lo único que quise es que mi hijo tenga una vida normal... por lo menos hasta que llegue el momento en que se deba enfrentar a su destino.

- Gracias por haberme contado todo esto, y te juro por nuestra amistad que nadie se enterará. Has sido un buen amigo para mí en todo sentido, jamás olvidaré que gracias a ti fui ascendiendo poco a poco en el ejército de Ordon, hasta convertirme en General de la Guardia Real. Mi calidad de vida y la de mi familia prosperó enormemente.

- No me agradezcas nada, tú te ganaste eso con tu esfuerzo y sobre todo con tu enorme lealtad. Demostraste ser así cuando mi padre vivía, hasta ahora conmigo, por esa razón pienso ascenderte al generalísimo cuando terminemos esta misión.

- No es necesario...

- De ninguna manera. Ya es tiempo que subas de categoría. Tu fidelidad en este y muchos momentos de desesperación me han demostrado que lo mereces. Eres un buen ciudadano de Ordon y un gran amigo para mí.

- Gracias... – respondió conmovido.

Los hombres se abrazaron luego de haber conversado tan desinhibidos. Sin duda, el duque se sentía más aliviado de ver que aún podía contar con amigos para apoyarlo.

...

Una vez que el duque terminó de conversar con Moy, entró al cuarto de su hijo para ver cómo se encontraba. Pudo observar que tenía el semblante más perturbado que antes, eso lo preocupó mucho y decidió acercarse para tranquilizarlo.

- Hijo, tranquilo. – le pidió apenado.

- La espada...

El duque se sorprendió al escuchar a su hijo hablar, o más bien delirar.

- ¿Qué dijiste? – preguntó preocupado.

- La espada... yo dejé la espada en su lugar. ¿Quién se atrevió a tomarla? Ten... tengo que recuperarla...

***

¿En qué momento llegué a este gran cielo? ¿Por qué me siento tan cansado y lleno de heridas por todo el cuerpo? Puedo notar que estoy usando una extraña túnica verde y al parecer está un poco estropeada. ¿Qué es lo que está pasando?

¿Y ese sonido? Alguien frente a mí, a quien no puedo visualizar bien, está respirando agitadamente. Al parecer está igual de cansado que yo, aunque más que agotado, parece agonizante. Después de tomar un poco la compostura, veo que sus intensos ojos rojos me observan con verdadero odio. A pesar de que no puedo ver su cuerpo, esa mirada carmesí se ven muy clara.

- "¡Me has vencido! Tu fuerza es increíble... Te felicito... Pero te lo advierto... Esto no acaba aquí. Yo... te condeno... a la maldición de los demonios... te perseguirá para siempre en un círculo sin fin. ¡No lo olvides! ¡La nuestra será una lucha eterna! Ustedes, los poseedores de la sangre de la Diosa y el alma del Héroe... nunca escaparán a este ciclo interminable al que yo los condeno. Mi odio resurgirá y los perseguirá una y otra vez. ¡Esta batalla seguirá por toda la eternidad!"

¿Y esas palabras? ¿A qué Diosa y a qué héroe maldijo? Escucharlas me hace tener una sensación incómoda, como si eso hubiera causado un cambio letal en mi vida... y la voz que las produce, me hace sentir una mezcla de miedo y desprecio hacia el autor de las mismas. ¿Me pregunto quién será ese sujeto?

Noto que a mi lado está una extraña criatura flotante, parece una mujer... su físico es realmente extraño, no tiene expresión en su mirada y su color de piel es celeste y púrpura metálico, mientras que su ropa también es bastante peculiar.

Lo que más me sorprende, es que a pesar de que parece un ser etéreo, sin sentimientos y emociones, me observa de una manera deprimente, como si algo malo le estuviera ocurriendo en ese momento. Cuando deseo preguntarle qué tanto la aqueja, pega un salto y se desvanece en mi espalda, o más bien, en un objeto que tengo en esa parte de mi cuerpo.

Cuando giro mi cabeza para ver qué es lo que tengo ahí, descubro que es una espada, y cuando la tomo en mis manos para visualizarla mejor, todo el cielo que me rodea se oscurece y del arma empiezan a salir tres llamas de colores distintos, verde, rojo y azul; en ese momento, la espada se desvanece en mis manos y sin entenderlo caigo en la desesperación. ¿Por qué me afecta tanto haberla perdido? ¿Qué es lo que ocurrió para que desaparezca en mis manos? Tengo unas ganas incontrolables de llorar a gritos al no tenerla conmigo. No sé por qué siento que sin ella no podré salvar a las personas que quiero, entre ellos a mi esposa.

Zelda, la única mujer a la que he amado hasta perder la cabeza, a la que considero mi amante y mejor amiga, la única por la que sería capaz de dar mi vida entera sin pensarlo, pues si ella no está a mi lado, amándome espiritual y físicamente, prefiero la muerte... ese sería mi único consuelo para soportar el dolor de perderla...

***

- No... No... ¡No! ¡No puedo perderla! ¡No puedo! ¡Necesito la espada! ¡No!

El príncipe empezó a gritar desesperadamente por la pesadilla que lo estaba mortificando, eso provocó que su padre se angustie más al verlo así.

- ¡Cálmate, hijo! ¡Despierta, por favor! – rogó asustado.

El duque empezó a agitar a su hijo bruscamente para que se despierte, cosa que resultó efectiva, pues el joven abrió los ojos de inmediato, pero sin dejar de sentirse alterado

- ¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó? Me duele mucho la cabeza. – dijo entrecortado.

- Estamos en la cabaña, sufriste un desmayo.

- ¿Me desmayé? Estábamos en ese lugar... el Templo del Tiempo.

- ¿Cómo sabes que eres lugar es el Templo del Tiempo? – preguntó exaltado.

- No lo sé... no sé por qué mencioné ese nombre, simplemente se me ocurrió.

- Link, ¿qué estabas soñando?

- ¿Soñando? No lo recuerdo, no puedo acordarme que estaba soñando. Lo único que recuerdo es un espada desapareciendo en mis manos.

El duque estaba impactado, no sabía qué decirle a su hijo, pues las palabras simplemente se habían anulado de sí mismo.

- Papá, ¿qué ocurrió con el pedestal del templo? ¿Por qué la espada no estaba ahí? – preguntó angustiado.

- Por favor, tranquilízate, no sé por qué te sientes tan afectado por eso.

- ¡No lo sé! Tengo una sensación horrible en el pecho, como si hubiera perdido algo valioso para mí... algo que forma parte de mi esencia.

El duque sentía que ya no podría soportar más tanta presión. Por un momento tuvo la violenta necesidad de confesarle a su hijo toda la verdad.

- ¿Qué hago? ¿Le digo la verdad? ¿Le revelo la razón por la que vino a este mundo? Le confieso que... no... aún no es tiempo. Además, sería muy peligroso si se entera, eso solo provocaría que... – pensó consternado.

- Papá...

- Hijo, ya deja de sentirte mal. Si ese pedestal está destruido no es tu culpa, no te lamentes por algo que no tiene que ver contigo. – le dijo con firmeza.

- Tienes razón, sin embargo, no sé por qué siento que sí tiene que ver conmigo. No entiendo por qué. – dijo, apenado.

- Debes descansar, pues aún sigues enfermo... Y sobre esta misión, he decidido que mañana temprano regreses a Ordon. Estar aquí no te hará nada bien.

- ¡Qué! ¡De ninguna manera! Mañana tenemos la reunión con el Ministro de Comercio, debemos descubrir si ese tipo tiene que ver con el contrabando.

- ¡No estás bien! Tienes que descansar y alejarte de este lugar, ir a ese templo te han afectado demasiado. – le ordenó enojado.

- ¡Basta, papá! Ya no soy un niño. Me estás ofendiendo, quiero ayudarte y no me lo permites. No voy a regresar a Ordon, mi deber es estar a tu lado apoyándote. Así que ya lo sabes, no pienso volver, y si eso provoca que te enojes conmigo, no me importa, no pienso dejarte solo.

- ¡Muchacho insolente! ¿Qué manera de hablarme es esa? Tú harás lo que yo ordene, soy tu padre y tu obligación es...

- Deja que el muchacho vaya...

Padre e hijo se dieron la vuelta y se sorprendieron al encontrarse con Moy en la entrada de la alcoba.

- Deja que Link vaya contigo mañana a la audiencia.

- ¿Te has vuelto loco? ¡Él regresará a Ordon y punto! ¡No permitiré que haga lo que se le dé la gana!

- ¡El único que hizo lo que se le dio la gana, en su juventud, fuiste tú, Demetrio! ¿O acaso has olvidado la razón por la que el duque Genaro, que en paz descanse, contrató a la señora Aitana?

El duque se puso totalmente rojo ante la pregunta de su amigo. Por otra parte, Link se sintió confundido por el tema.

- Moy... no te atrevas a... – le advirtió amenazante.

- Moy, ¿por qué estás mencionando eso? Mi papá me dijo que mi abuelo contrató a mi mamá como su institutriz porque tenía problemas en algunas asignaturas.

El general empezó a reírse a carcajadas ante la inocencia del príncipe para defender la versión que su padre lo había dado.

- ¿Eso te dijo? ¡Es un mentiroso! La razón por la que tu abuelo contrató a tu madre, fue porque tu padre era un mocoso rebelde que siempre hacía lo que se le daba la gana y ahuyentaba a sus maestros. La señora Aitana fue la única que pudo domarlo, porque el resto casi no vivió para contarlo, pues con lo insolente que era, nadie quería darle clases. No tienes idea los dolores de cabeza que le provocó a tu abuelo.

- Yo... yo no era tan mal educado. Solo fue un par de veces que les pedí a mis maestros que se retiraran porque no me sentía cómodo con ellos. – dijo avergonzado.

- ¿Les pedías que se vayan? Con tu horroroso carácter los espantabas del lugar. No quieras ocultar las cosas porque esa fue tu realidad. Ya después que conociste a tu esposa, te hiciste un hombre responsable y educado, hasta el punto de a veces exagerar con tus deberes.

El príncipe no pudo evitar reírse a carcajadas al escuchar la confesión del general, jamás creyó que un hombre tan estricto como su padre hubiera sido un rebelde sin causa; por otra parte, el duque estaba totalmente rojo e indignado.

- Vaya, vaya... así que fuiste un chico osado e insolente, no puedo creer que detrás de esa firmeza haya un pasado tan contradictorio a lo que eres ahora. – indicó burlón.

- Yo...yo... era un chiquillo inmaduro en ese entonces, y en esa época tuve algunos problemas, pero lo que importa es que retomé el camino de la rectitud y la obediencia. Y ahora que te has enterado de esto, solo espero una cosa de ti... ¡No re atrevas a perderme el respeto solo porque conociste esa parte oscura de mí!

- ¡Papá, no te enojes, solo estaba bromeando! Sabes perfectamente que no me gusta desobedecerte, pero esta vez haré una excepción. No pienso dejarte solo en esto.

- Pero Link...

- ¿Si ves, Demetrio? Tu hijo no es ni la sombra del muchacho rebelde que eras en tu juventud, él quiere quedarse a tu lado y no te ha perdido el respeto, a pesar de haberse enterado lo de vándalo que eras...

- ¡Cállate! – gritó sonrojado.

- Ya, papá, relájate, deberías recordar esa época con humor, sobre todo porque ahí conociste a mi mamá. – le dijo riéndose sonoramente.

- Ay, Link, era que veas la cara de bobo que ponía al ver a tu madre. Como se arreglaba frente al espejo antes de que llegara, como se perfumaba para deleitarla cuando se sentaba cerca de ella, y si algún otro maestro entraba a la biblioteca y tenía alguna atención con ella, él le reclamaba histérico con la excusa que no interrumpan la clase, y obvio, posterior a eso, tu madre lo regañaba por su falta de respeto. – recordó, ahogándose de la risa.

Ambos hombres se burlaron, mientras que el duque no sabía dónde esconderse debido a la vergüenza que sentía. Ya después reírse por un buen rato, el príncipe retomó con seriedad el tema por el que iniciaron la conversación.

- Por favor, papá, déjame quedarme contigo. Yo no hago esto por el soberano de Ordon, lo hago por mi padre, porque quiero ser leal a él.

El duque se conmovió ante las palabras de su hijo. Definitivamente, su nobleza iba más allá de la educación que él le dio, y esto estaba relacionado con su esencia.

- Está bien, hijo, pero la única condición es que descanses todo el día, para que mañana estés repuesto y listo para ir conmigo a ver al ministro.

- Te lo prometo. – aceptó sonriente.

El duque se acercó a la mesita junto a la cama y de ahí tomó uno de los frascos que el médico recetó.

- Bebe esto para que no estés tan nervioso, así dormirás plácidamente y no tendrás pesadillas.

- Está bien, gracias.

Una vez que el príncipe bebió la medicina, empezó a invadirlo el sueño, pero antes de dormirse, su padre se acercó a él para abrazarlo, de la misma forma que lo hacía como cuando era un niño.

- Descansa, hijo... y referente a lo que soñaste, olvídalo.

- Sí, papá... – dijo somnoliento.

Una vez que el príncipe quedó profundamente dormido, el general y el duque salieron de la habitación, dispuestos a conversar sobre la audiencia que tendrían mañana con el posible culpable del contrabando.

...

En Ordon el atardecer estaba llegando a su fin para darle la bienvenida al ocaso. Zelda se encontraba contemplando la caída de sol por la terraza principal del palacio, se sentía a gusto con tan magnífico panorama, pero inexplicablemente, en ese momento se acordó de su esposo; desde hace días lo relacionaba con nostalgia en esa etapa del día.

A pesar de que solo habían pasado pocos días, extrañaba al joven enormemente. Desde que se entregaron por primera vez a los brazos del otro, dormían juntos, y esta era la primera vez que lo hacían separados. Necesitaba tenerlo cerca, contemplar sus hermosos ojos azules en los que ella se perdía con cada mirada de ternura por parte de él, añoraba cada abrazo y palabra de amor que él le dedicaba, y aunque le diera un poco de vergüenza, extrañaba las ardientes noches de pasión que pasaban juntos. Como la besaba, como la tocaba, como la acariciaba con verdadera devoción en cada sensible rincón de sí misma; había momentos en los que él estaba tan apasionado en el acto, que a veces, sin llegar a lastimarla, era un poco rudo y salvaje con ella, como por ejemplo, las ocasiones en las que tiraba de su cabello con locura mientras se movía con vehemencia encima de ella o cuando los papeles estaban invertidos, no le dolía en absoluto que lo hiciera, al contrario, era muy placentero; o algunas veces en las que él, le dejaba ligeros rasguños en la piel, sobre todo en las zonas más íntimas de su cuerpo; le enternecía la culpabilidad que sentía su esposo al haberla marcado, y ella solo se le reía ante aquello, pues en primer lugar, porque hacía lo mismo con él las veces que no sabía dónde reprimir tanto placer, y también porque la ropa y el maquillaje camuflaban las señas de la pasión.

Recordar aquello para la princesa era emocionante y excitante, jamás se imaginó que en toda su vida recatada y llena de principios, haría ese tipo de cosas con un hombre. Talvez antes de enamorarse eso le hubiera parecido impropio, pero ahora que era tan feliz con su esposo, le encantaba que su relación se basara en un inmenso amor combinado con erotismo. Amar de esa forma era maravilloso, pero lo era más que Link fuera parte de esa increíble sensación.

- Es hermosa la puesta de sol, ¿verdad?

La joven se sobresaltó increíblemente al escuchar la voz de la duquesa detrás de ella.

- ¡Duquesa! Sí... toda la vista es hermosa. – respondió nerviosa.

- ¿Te sientes bien? Estás totalmente roja. – preguntó extrañada.

- Claro que me siento bien, ha de ser el calor. – fingió tranquilidad.

- A esta hora no hace calor.

- Bueno, es que yo...

- No tienes por qué avergonzarte, me imagino que pensabas en mi hijo. – le dijo emocionada.

Ahora sí, Zelda estaba totalmente nerviosa, tenía vergüenza que la intuitiva mujer que tenía frente a ella descubriera los íntimos pensamientos que la estaban invadiendo.

- Puedo ver en tus ojos un brillo muy especial, entre mujeres nos lo podemos reconocer inmediatamente.

- Bueno... si pensaba en su hijo, es que lo extraño mucho. – indicó entristecida.

- Ya somos dos que extrañamos a nuestros esposos, pero muy pronto estarán de regreso, sanos y salvos. – respondió calmada.

- Así es, solo que el tiempo pasa demasiado lento para mí.

- ¿Por qué mejor no sales a dar un paseo por la ciudadela?

- ¿Ah?

- ¿De pequeña no te escapabas del palacio a pasear por la ciudadela de Hyrule? Tu madre me contó que lo hacías. – dijo divertida.

- Si lo hacía, pero a veces a escondidas, pues mi padre se enojaba... y además a Link tampoco le gusta que salga sola, teme que me pase algo.

- Los hombres a veces son muy sobre protectores. Recuerdo que muchas veces para salir de la rutina del palacio y cuando no teníamos hijos, Demetrio y yo nos escapábamos, pues necesitábamos despejarnos de tantas presiones. Nos gustaba comer cosas diferentes a las del castillo y también visitar bares con música agradable. Ya cuando tuvimos a Link, yo era la que me escapaba con él, lo llevaba a los parques para que se divierta o también nos íbamos a la fuente de Latoan a mojar nuestros pies en el agua. A Demetrio le disgustaba eso, pues temía que nos pase algo, pero ya después empezó a compartir esos momentos con nosotros, aunque sea unas pocas veces, pues como entenderás, las presiones que él tenía eran demasiadas. Yo tenía un poco más de libertad por tener que estar atenta a mi hijo, pues no quisimos que tenga una nodriza de recién nacido o una tutora a la que vea más como su madre que a mí. Fue difícil combinar el ducado con la paternidad para ambos, pero poco a poco lo logramos. Moy, sus maestros y algunas doncellas también ayudaron mucho en su crianza.

- Me alegra saber que hacían lo posible para que Link tenga una infancia feliz, a pesar de las presiones del reino. Mi mamá también me llevaba de pequeña a jugar por la ciudadela, pero la diferencia es que solo se nos permitía salir con un montón de escoltas, pues mi papá siempre se preocupaba por nosotras. Si me divertía, pero hubiera preferido tener un poco más de libertad en ese entonces.

- Es normal, los padres con las niñas se vuelven más obsesivos con su seguridad, pero ahora ni tu padre ni mi hijo están aquí, así que te sugiero que vayas a dar un paseo por la ciudadela. Sería interesante que conozcas todo el lugar, solo te recomiendo que vayas cubierta para que nadie te reconozca, pues si eso pasa, no te sacarás de encima a la gente. Disculpa que no te pueda acompañar, pero en un momento tengo una reunión.

- No se preocupe y gracias por la sugerencia, en este momento me iré a preparar para salir.

...

Zelda comenzó su paseo por la ciudadela. Definitivamente, la hermosa vegetación bajo el ocaso formaba un ambiente encantador. En su recorrido se maravilló por todos los negocios que había, compró chocolates artesanales rellenos de licor para llevarlos al palacio y comerlos con su suegra, pero hubo un local que le llamó la atención de manera especial, así que decidió entrar y de esa forma saciar su curiosidad.

La princesa salió satisfecha por lo que había acabado de descubrir. Hace tiempo estaba pensando hacerle a su esposo un regalo muy especial por las atenciones y el cariño que ha tenido con ella, por esa razón le envió a hacer un objeto que, estaba segura, le encantaría.

Luego de recorrer un montón de lugares y ver las actuaciones de algunos músicos y artistas urbanos, decidió preguntar a algún transeúnte dónde se encontraba la fuente de Latoan. Cuando se le indicó como llegar, inmediatamente se dirigió hacia allá.

...

Cuando llegó a la maravillosa fuente, no pudo evitar estremecerse por lo cristalina y pura que se veía; se quitó los zapatos para mojarse los pies ante tan refrescantes aguas. Después de un momento se colocó los zapatos y se puso a recorrer los otros rincones de la fuente. Empezó a caminar tan obnubilada, observando todo el terreno alterno a la fuente, que sin darse cuenta se tropezó y cayó dentro de una unas ramas, que antes creía era una pared cubierta por hierbas.

Sus ojos se abrieron desorbitadamente al descubrir el lugar al que había llegado. Estaba cerrado y en el centro se encontraba un gran árbol, que en su parte superior tenía una vieja y destartalada casita.

La princesa tuvo una sensación extraña al ver ese lugar. Por un instante vino a su mente la idea de que ya lo conocía, y lo que más le sorprendió es que relacionó a su príncipe con el mismo.

Cuando se acercó al árbol pudo ver que había unas desgastadas escaleras que direccionaban a la casa; no pudo resistir la curiosidad y con cuidado subió para conocerla más de cerca.

Para su sorpresa la casita estaba sin puerta y con cuidado entró, fijándose dónde pisar para no caerse. Pudo notar que había unos cuantos libros comidos por las polillas, y todos escritos en hylian antiguo, pero lo que más le sorprendió fue encontrar un cofre color marrón entreabierto.

Al abrir el extraño baúl, vio que había un montón de cartas escritas en el mismo idioma de los viejos libros. Al principio creyó que era incorrecto abrirlas si no eran suyas, pero su curiosidad pudo más y al revisarlas se impactó.

Todas esas cartas estaban firmadas por una mujer con el mismo nombre que ella...

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