10. Aceptando la derrota
Link y su amigo Cocu se encontraban sentados en la gran roca a las afueras del castillo. En ese momento estaban teniendo una importante conversación sobre la confesión del príncipe, la cual la tenía muy mortificado.
- ¿Estás seguro de que estás enamorado de Zelda? Ustedes se casaron sin sentir el mínimo sentimiento. Pienso que estás confundido y te has dejado impactar por su belleza. – preguntó el marqués, preocupado.
- No, Cocu, al principio creí lo mismo, pero no es así. No te voy a negar que Zelda es una mujer increíblemente bella, pero en este viaje aprendí a conocer su esencia y eso fue lo que me enamoró. Inexplicablemente, cada día que pasaba a su lado, mi alma se sentía atraída a la de ella. Empecé a acoger este sentimiento con cada sonrisa que me regalaba, con cada agradecimiento que me daba por mis atenciones para con ella, pero me di cuenta de que me había enamorado cuando tuvimos una fuerte discusión.
- ¿Discusión? – preguntó sorprendido.
- Sí... cuando fuimos a visitar la región de Farone, se encontró con un amigo de su infancia, y una vez que se despidieron se abrazaron cariñosamente; ver esa escena, me llenó de una rabia y celos incontrolables. – confesó, avergonzado.
- Si no me equivoco, el hombre con el que se encontró Zelda, es Vilan. Es un amigo de nuestra infancia que vivió en la ciudadela, luego se mudó a la región de Farone por los negocios de sus padres. Hace poco supe que se casó y es muy feliz en su matrimonio. Él siempre ha visto a Zelda como una hermana, no debiste desconfiar de ella al verla abrazándolo. – recriminó el joven.
- Lo sé, pero no pude evitarlo. Me sentí tan enfurecido al ver esa escena que le reclamé duramente su actuar con ofensivas palabras. Ella se sintió lastimada y me abofeteó... y en ese momento me di cuenta lo mal que me había portado, pero cuando quise pedirle perdón, ella no quiso escucharme, entonces salió rápidamente de la cabaña donde nos hospedábamos y se adentró al bosque. La busqué por varias horas, y una vez que la encontré estaba desmayada por el intenso frío que hacía esa noche. Verla en ese estado me devastó totalmente, tuve miedo que por mi culpa le pase algo, así que me quedé cuidándola y abrigándola toda la noche. – relató, entristecido.
Cocu escuchó atentamente todo el relato de su amigo, estaba sorprendido de ver hasta donde habían llegado sus celos por la princesa.
- Le pedí perdón por mi forma de actuar y ella me perdonó enseguida. A partir de ese momento, asimilé cuanto la amaba. Todos los días me lo negaba a mí mismo diciendo que era simple atracción física, pero con el tiempo, mis sentimientos se hicieron más fuertes e intensos. Nos hicimos más unidos desde esa pelea, pero solo como amigos, porque ella no desea nada más allá que una bonita amistad conmigo. – reconoció, sumamente apenado.
- Lamento lo que te pasa, amigo. Hace años que conozco la actitud negativa que tiene Zelda hacia el amor, y todo eso nació a raíz de la muerte de Ashei.
- Lo sé, ella me lo contó todo antes de casarnos. Al principio no me afectó tanto su actitud, pues aparentemente yo no sentía nada por ella y acepté mi matrimonio como un simple formalismo, pero en este viaje me di cuenta de que la amé desde la primera vez que la vi. Desde el día que nos conocimos, sentí algo muy especial al verla, como si la conociera desde siempre. – recordó con una sonrisa.
- Creo que es mejor que hables con ella y le confieses tus sentimientos.
- ¡No pienso decirle nada! Si ella llega a saber lo que siento, se alejará de mí. Prefiero estar como ahora. Nos llevamos muy bien y nos tratamos con cariño, y no quiero que eso cambie. – explicó, preocupado.
- Puede ser que ahora te conformes con eso, pero llegará un momento en el que te cansarás de ser visto como un amigo y pedirás que te vea como un hombre, y como tal, desearás compartir momentos más intensos con ella... momentos únicos que solo les compete a un hombre y a una mujer casados... tú sabes muy bien a qué me refiero – afirmó el marqués.
- Ya me he sentido así, pero puedo controlarlo. ¿Sabes? Creí que el estar casado con ella no iba a hacer de todo malo, nos llevaríamos bien y seríamos buenos amigos, pero no conté con que me enamoraría de esta manera.
- Espero que las cosas no se salgan de control, pues un matrimonio sin amor puede convertirse en el peor de los infiernos para la pareja, pero en este caso, el infierno sería solo para ti...
Link se quedó en silencio analizando cada una de las palabras de su amigo, eran fuertes, pero a la vez ciertas. Él ya estaba empezando a vivir la tristeza de amar sin ser correspondido y no sabía hasta qué punto iba a tolerar su actual situación.
- Ya está anocheciendo, Link, tengo que regresar a casa, sino Gracielle se preocupará.
- No te preocupes y te agradezco tanto que me hayas escuchado. Por favor, te pido que no comentes esto con nadie. – pidió, avergonzado.
- No agradezcas, para eso estamos los amigos, y pierde cuidado, que de mi boca no saldrá ni una palabra. Buenas noches.
- Gracias, que descanses.
El marqués se retiró, dejando al príncipe perdido en lo único que abarcaba su mente... su amada princesa.
...
Link se perdió tanto en sus pensamientos que regresó a su casa a la media noche.
El joven subió a las habitaciones de su nueva casa para decidir en cuál iba a descansar, pero de pronto notó que una de estas estaba con la puerta entreabierta. Se asomó al sitio y vio a Zelda profundamente dormida en su cama, descubriendo que no estaba cubierta, así que silenciosamente entró para abrigarla.
Una vez que llegó hacia donde se encontraba la dormida joven, no pudo evitar sonrojarse. Verla dormir con sus cabellos alborotados y los labios entreabiertos lo enloquecía en sobremanera, sentía unos enormes deseos de compartir el lecho con ella y deleitarse con el sabor de sus besos; también sintió que perdería completamente los estribos cuando vio que ella estaba usando una pequeña bata que mostraba sus hermosas piernas, provocando que sienta, una vez más, intensas sensaciones recorrer su cuerpo al observarla, pero al mismo tiempo, verla dormir plácidamente le produjo ternura y deseos de protegerla en sus brazos. El príncipe veía en su esposa el amor y la pasión juntos en una misma mujer.
Link la cubrió con las cobijas y suavemente le acarició el rostro para luego pasarse a los labios. Tocar estos últimos se había convertido en una obsesión para él.
El joven, en el fondo, sabía que estaba mal aprovechar que su princesa dormía para acariciarla de esa forma, pero no podía evitarlo, la amaba tanto que su cuerpo y corazón reaccionaban al verla.
Luego de grabar la suave piel de su amada en sus dedos, salió silenciosamente de la habitación, pero antes de cerrar la puerta, volteó para verla dormir una vez más, para después marcharse a compartir sus reprimidos sentimientos con la soledad de su alcoba.
...
Después de una semana de haberse instalado en su nuevo hogar, Link y Zelda se reunieron con los reyes para organizar sus nuevas labores en el palacio. Una vez que llegaron a la sala de juntas, también se encontraron con sus amigos, Cocu y Gracielle.
- Nos hemos reunido aquí para empezar a investigar sobre posibles cambios positivos que debemos realizar en el manejo de nuestro reino, entre ellos, evaluar el estado del ejército real, la seguridad en la totalidad de la región, el estado en los niveles de educación y salud, y manejar posibles alianzas con otros reinos. Ahora que mi hija se ha casado con el heredero de Ordon, estos procesos se llevarán a cabo de manera inmediata. – explicó el rey.
- Propongo que lo primero que debemos hacer es velar por la seguridad ciudadana, pues solo en un ambiente estable y libre de peligros, se llevarán a cabo los procesos mencionados por usted de forma ininterrumpida. – sugirió Link.
- Aceptada tu propuesta, Link. Tengo entendido por el Duque Demetrio que tú conoces todos los procesos y estrategias de seguridad.
- Así es, en Ordon el general de la guardia real, mi madre y yo, nos encargábamos de reclutar a los soldados más aptos para proteger el reino. Si usted me lo permite, encantado realizaría esa misma labor aquí en Hyrule.
- Pues no se diga más, eso será lo primero de lo que te encargarás, hijo.
- Lo primero que hay que hacer es evaluar al general de la guardia real, pues si la cabeza del equipo falla, la gente a su cargo también lo hará. – propuso el marqués.
- Concuerdo contigo, Cocu, eso será lo primero que se hará. ¿Está de acuerdo, mi rey? – preguntó el príncipe.
- Ustedes también son autoridades aquí, muchachos, hagan lo que crean conveniente.
- Su majestad, ¿desea que Zelda y yo aún nos encarguemos del área de la salud y educación? – preguntó la marquesa.
- Por supuesto que sí, Gracielle, desde que te casaste con Cocu has desempeñado esa labor de manera eficiente junto con Zelda, y ahora que ella se ha casado, creo que lo más factible es que junto con sus esposos, también se encarguen de administrar el comercio con el extranjero.
- Es una buena idea, papá, propongo que...
Las palabras de Zelda fueron interrumpidas por la llegada de un noble a la sala... alguien que ni siquiera había anunciado que llegaría.
- Alteza, lamento interrumpir esta importante reunión, pero acaba de llegar el Conde Uriel. Desea saludarlos y conversar sobre una posible propuesta en mente.
- Entiendo... dígale que pase, por favor. – ordenó el rey en tono serio.
El noble abrió las grandes puertas de madera y dejó pasar a un joven alto de cabello negro recogido por una coleta.
- Buenos días a todos.
- Buenos días, Uriel, ¿a qué se debe el honor de tu visita? – preguntó el rey con poco interés.
- Me da mucho gusto volverlo a ver, su majestad. Lamento haber llegado sin avisar, pero tenía deseos de saludarlos y conversar sobre una interesante propuesta para el reino.
- Toma asiento, por favor. – indicó cortante.
Una vez que el conde se sentó, sus ojos se direccionaron directo hacia la princesa.
- Buenos días, Zelda, es un placer verte de nuevo. – saludó con mirada libidinosa.
- Buenos días, Uriel, igualmente. – respondió seca.
- Felicidades por tu matrimonio. Lamento no haber podido venir al festejo, pero tuve que resolver unos asuntos en mi reino.
- Gracias... y entiendo tus razones, no tienes de qué preocuparte.
- Déjame decirte que te has puesto mucho más hermosa que la última vez que te vi. Ya eres toda una mujer. – dijo en tono seductor.
Zelda se incomodó con el comentario del recién llegado, y, por otra parte, Uriel observó con arrogancia al joven sentado al lado de la princesa.
Link tampoco pudo evitar devolverle la mirada con desprecio después de ver la forma tan atrevida en la que halagó a su esposa, sin importarle que él esté presente.
- Disculpa... ¿y tú eres?
- Mi nombre es Link, soy el esposo de Zelda. – respondió educado, pero cortante.
- Ah, ¿así que tú eres el esposo de la princesa? ¿Y a qué familia perteneces?
- Pertenezco a la familia real de Ordon. Soy el hijo de los duques que gobiernan ese reino.
- Interesante... Si mal no recuerdo, Ordon hace muchos años fue un pueblito, casi desconocido, ¿cierto? – preguntó con arrogancia.
Link se enfureció al escuchar la forma tan despectiva de hablar del conde, pero trató de contenerse y contestar con altura.
- Ordon fue hace muchos años un pueblo humilde que poco a poco fue saliendo adelante gracias a sus habitantes. Mis antepasados fueron los primeros duques de esa nación.
- Ya veo, ¿entonces quiere decir que tú eres descendiente de esos aldeanos que sacaron adelante esas pobres tierras? – preguntó displicente.
- Así es, y no me avergüenzo de ello, si hay algo de lo que me siento orgulloso es de mis orígenes. – respondió con seguridad.
Luego de escuchar al príncipe, el conde dirigió unas palabras al rey de forma indignada.
- Me siento muy ofendido con usted, su majestad.
- ¿Y a qué se debe el motivo de tu ofensa? – preguntó el rey.
- Me conoce desde niño y sabe cuántas veces le pedí autorización para cortejar a su hija y jamás me lo permitió. Me sorprende que haya permitido que un joven originario de un pueblo como Ordon, tome a Zelda como esposa.
- Primero, te exijo que cambies el tono de la voz al dirigirte a mi yerno; y en segundo lugar, jamás permití que mi hija se involucre contigo, porque ella ya estaba comprometida con Link desde que vino a este mundo... y referente a Ordon, te informo que dejó de ser un pueblo hace muchos siglos, ahora es una inmensa nación con tanto poder como Hyrule.
- Pero majestad...
- Además, creo que viniste aquí para otro asunto más importante que hablar del esposo de mi hija.
El conde se molestó al ser interrumpido por el rey, pero trató de mantener la calma, sonriendo con falsedad.
- Así es, majestad. Le indico que he traído una propuesta para mejorar las alianzas del comercio entre Hyrule y mi reino. Me gustaría que la revise y obtener su aprobación.
El rey empezó a leer la propuesta del conde y sus ojos se mostraron impresionados por lo escrito.
- Me parece muy buena tu propuesta, así que tienes mi autorización para agilizarla. Se la entregaré a mi yerno para que la verifique junto con mi hija.
El rey le entregó la propuesta a Link para que la revise, pero el conde, de forma altanera, se la arrebató de las manos. Eso provocó que Link le reclame enojado.
- ¿Qué es lo que haces? ¿Dónde quedaron tus modales? – reclamó molesto.
El conde no respondió al príncipe el reclamo, simplemente se dirigió a hablar con el rey.
- Su majestad, sé que esta propuesta beneficiará tanto a mi reino como a Hyrule... pero tengo una condición para que este se lleve a cabo.
Los reyes estaban enojados debido a la pésima actitud del conde, pero sin perder la compostura se dispusieron a escucharlo.
- ¿Qué condición? – preguntó la reina seria.
- Quiero que estrictamente se me relacione con su hija para trabajar en la propuesta.
Con esas palabras, Link perdió la poca paciencia que le quedaba y le reclamó al conde su impertinencia.
- ¡Eso es imposible! Ese tipo de asuntos los debemos manejar estrictamente mi esposa y yo en conjunto, pues los dos somos los únicos autorizados en aprobar la propuesta.
- ¡Esas son mis condiciones! Además, no creo que tú sepas mucho de estos asuntos, aquí vamos a trabajar de verdad, no vamos a arar en la tierra, ni cuidar animales como lo hacen en tu pueblito.
Link estaba a punto de perder el control de sí mismo, pero al sentir a su esposa tomarle la mano cariñosamente, lo tranquilizó
Sin soltar la mano del príncipe, Zelda se dirigió, seria, a hablar con el irrespetuoso conde.
- ¡Uriel, te exijo que respetes a mi esposo! No pienso permitir que te dirijas así ante él y mucho menos en mi presencia.
Uriel se quedó pasmado ante la altivez de la joven, mientras que Link sentía que su corazón se le saldría del pecho al ver cómo lo defendía.
- Link es un hombre que ha recibido la mejor educación a nivel de la nobleza, y el lugar del que viene es una tierra llena de prestigio por las trabajadoras manos que lo levantaron hace miles de años, pues un reino no lo hace "la sangre azul" de sus gobernantes, sino el esfuerzo y dedicación de los mismos, por amor a su hogar. Mi esposo, por derecho y deber, está autorizado en aprobar la propuesta tanto como yo.
- Pero Zelda...
- Tu condición para trabajar conmigo está denegada, pues no deseo relacionarme con una persona tan arrogante y prepotente como tú. Ahora entiendo por qué mi padre no permitió que me cortejaras y se lo agradezco enormemente. – dijo la princesa, sonriéndole a su padre.
- No agradezcas nada, hija, yo siempre he buscado lo mejor para ti... y referente a ti, Uriel, para ser sincero, solo te recibí por educación y por el aprecio que le tengo a tu familia, pero lamentablemente, tú eres muy diferente a ellos, pues no heredaste su bondad y efectivo liderazgo para gobernar.
El conde se sintió indignado de no ser apoyado por los presentes, su rostro marcaba signos de profunda ira a la situación.
- Ahora ya lo sabes, Uriel, no nos interesa ninguna alianza contigo. ¡Retírate, por favor!
- Pero Zelda...
- ¡Ya escuchaste a mi esposa, retírate de una vez! – ordenó Link con firmeza.
El conde se descontroló y lanzó por la borda toda la supuesta educación recibida. Le dedicó una mirada irascible a Link y le alzó la voz en tono airado.
- ¡Debería darte vergüenza que tu mujer te defienda! ¡Aprende a ser un verdadero hombre!
- ¡No me interesa lo que tengas que decir, sal de aquí si no quieres que te saquen los guardias!
- ¿Llamarás a los guardias como un cobarde? ¡Si fueras verdaderamente valiente, te enfrentarías a mí!
- ¿Eso es lo que quieres? – preguntó Link amenazante, mientras se ponía de pie.
- ¡Así es!
El conde caminó unos pasos hasta ponerse frente al príncipe, con mirada desafiante.
- Si eres tan hombrecito, te espero en una hora en la plaza central para un duelo de espadas... claro, si es que sabes usarla. Si te crees tan caballero, arreglaremos este asunto como tal.
Zelda se impactó al escuchar el desafío del conde, así que inmediatamente tomó el brazo de su esposo.
- ¡No lo hagas, Link!, por...
- Acepto, en una hora estaré ahí. – respondió tajante.
La princesa no pudo evitar angustiarse ante la respuesta de su esposo, por nada deseaba que él se enfrentara a un duelo.
- Link...
- Muy bien, nos vemos en una hora, aunque no me sorprendería que no asistas, pues se nota que no tienes oportunidad de ganarme. – afirmó el conde con arrogancia.
Uriel se retiró de la sala dando un fuerte portazo frente a todos, mientras que Zelda se dirigió a hablar con su padre, angustiada por lo que acabó de pasar.
- Papá, por favor, no permitas este duelo. – pidió angustiada.
- Lo siento, hija, pero le doy la razón a Link. Hizo bien en aceptar el desafío de Uriel. Él responderá como el caballero que es y lo pondrá en su lugar por su altanería. – dijo con firmeza.
Los reyes y los marqueses se retiraron de la sala, dejando a la pareja a solas. La princesa, una vez más, volvió a insistirle a Link que suspenda el duelo.
- Por favor, Link, no lo hagas. – suplicó angustiada.
Zelda se sentía muy asustada por el duelo al que acudiría su esposo, tenía miedo que salga herido. Link se acercó hasta ella y le puso las manos en los hombros para calmarla.
- Tranquila, Zelda, yo estaré bien, además sé muy bien manejar la espada, he practicado con ella desde niño. – respondió sonriendo.
- Pero... no quiero que te lastime. – dijo entristecida.
El corazón de Link se sobresaltó de la emoción al ver los tristes ojos de su esposa. Por primera se sintió importante para ella; estaba tan feliz en el fondo que no pudo evitar abrazarla cálidamente.
- No te preocupes, estaré bien... te lo prometo.
La princesa abrazó con todas sus fuerzas a su esposo, mientras se daba cuenta de que sus sentimientos hacia él habían cambiado. El cariño que le tenía se había convertido en algo más profundo, pues el solo hecho de pensar que el conde podía lastimarlo la destrozaba por dentro.
- No... no quiero sentir esto. – pensó asustada.
Una vez que dejaron de abrazarse, salieron de la sala, ya que Link debía ir a preparar todo para su duelo en la plaza central.
...
Toda la ciudadela se reunió en la plaza central, pues el rumor del duelo entre el príncipe y el conde se esparció rápidamente. Uriel se encontraba esperando la llegada de su contrincante de manera impaciente. Estaba ansioso por dejarlo en ridículo delante de los presentes.
- No me sorprendería que ese pueblerino se eche para atrás, él no es rival para mí.
- Eso lo veremos...
Uriel se dio la vuelta y se encontró con Link mirándolo de manera desafiante, pero sobre todo decidida.
- Pensé que no llegarías, pero te informo que aún estás a tiempo de arrepentirte, pues no creo que sea nada agradable para ti ser humillado en público. – dijo Uriel.
- ¡Deja de hablar y empecemos esto de una vez! – ordenó Link con firmeza.
- ¡Cómo te atreves...!
Las palabras del conde fueron interrumpidas por la llegada del noble que iba a dar inicio al duelo, y mientras daba indicaciones de la pelea, Zelda se puso detrás de su esposo para darle ánimos.
- Ten cuidado, por favor.
- Lo tendré, y te prometo que mi triunfo será dedicado a ti, así que espero que cuando gane vengas a abrazarme. – dijo ruborizado.
- Link...
Zelda se sonrojó enormemente con las palabras del joven y le afirmó su respuesta con una sonrisa.
Una vez que el noble terminó de hablar, dio la orden a empezar el duelo.
- ¡Empiecen!
El primero en atacar fue el conde Uriel, estaba tan ofuscado por el enojo que ni siquiera planificó una estrategia para vencer al príncipe. Link, por su parte, se sentía muy tranquilo, esquivaba los ataques del hombre sin la menor de las dificultades.
Pretendiendo hacer un ataque sorpresa, el conde se lanzó directo a la cabeza del príncipe, pero él, rápidamente con su espada, se protegió de la agresión...
...
Mientras se estaba dando la pelea entre los jóvenes, Ilia pasó junto con Shad por la plaza central.
- ¿Qué es lo que pasa ahí? – preguntó intrigada.
- No lo sé, pero no quiero averi...
Ilia corrió llevada por la curiosidad a ver el evento que se estaba llevando a cabo, y una vez que se dio cuenta de qué se trataba, no pudo evitar sorprenderse al ver quién era uno de los involucrados.
- Link...
...
El conde se esforzó para hacer caer a Link, pero para su sorpresa este lo mandó al suelo, provocando que su espada ruede por los aires. Una vez que se dio cuenta de que había perdido su arma, se asustó al ver a su oponente apuntándole con la espada en la cabeza.
Link dirigió el arma directo al conde, mientras que este cerró los ojos esperando su derrota, pero para su sorpresa se dio cuenta de que el príncipe solamente había clavado la espada al suelo, junto a su oreja.
- ¡Se acabó! ¡El ganador es su majestad, el príncipe Link! – anunció el noble.
Todo el pueblo gritó eufórico por la victoria del príncipe, mientras que el conde se levantó y le reclamó descontrolado.
- ¡Ni creas que haré alianza con ustedes después de semejante humillación!
Cocu, indignado, le respondió al conde sus incoherentes reclamos.
- Link ganó limpiamente esta pelea, así que es mejor que aceptes tu derrota como un verdadero hombre... además no nos interesa formar una alianza con tu reino. ¡Sal de la ciudadela y no regreses más! – ordenó con ímpetu.
El conde salió de la ciudadela, seguido de sus soldados, mientras iba refunfuñando que no quería volver a pisar las despreciables tierras hylianas.
Zelda sintió un enorme alivio al ver que su esposo había resultado ganador, pero sobre todo, de que no hubiera recibido daño. Pausadamente, caminó entre el tumulto de personas para encontrarse con él y abrazarlo como se lo había prometido.
Link, por su parte, estaba contento con la victoria. Se posicionó frente al pueblo para dirigir unas palabras, entre ellas, dedicarle el triunfo a su esposa, pero sus intenciones fueron interrumpidas al sentir que alguien le acariciaba el brazo, y una vez se dio cuenta quién era la responsable se sobresaltó en sobremanera.
- ¿Ilia?
La joven se encontraba tocando los fuertes brazos del príncipe, mientras lo miraba con picardía. Debido a la algarabía nadie se había dado cuenta de eso, excepto cierta persona.
La sonrisa de Zelda se borró de su rostro al ver a la mujer acariciando de manera impropia el brazo de su esposo, no pudo evitar sentir una opresión en el pecho mientras sus ojos se humedecían, así que sin saber qué hacer, se dio la vuelta y rápidamente se retiró del lugar sin que nadie la viera, a excepción de su amiga Gracielle, que se preocupó al verla irse de esa forma.
- ¡Zelda! ¿A dónde vas?
La pelirroja siguió a su amiga rápidamente, no entendía qué era lo que le estaba pasando.
...
Mientras la princesa se retiraba de la plaza, Ilia observaba a Link seductoramente.
- Felicidades, eres muy fuerte.
Link retiró el brazo de las manos de la joven de manera brusca, luego la miró completamente incómodo y serio
- ¿Por qué retiras el brazo? ¿Acaso no te gusta que te acaricie?
- No me agrada en lo absoluto. Recuerda que soy un hombre casado y no quiero malos entendidos. – respondió en tono serio.
Ilia estaba a punto de volver a tocar el brazo del príncipe, pero fue interrumpida por la llegada de Shad.
- ¡Te dije que no vinieras, Ilia, vámonos de aquí! – ordenó enojado.
Shad tomó del brazo a Ilia de manera poco delicada, se sentía muy enojado, pues a lo lejos visualizó el atrevido actuar de la joven.
- ¡Suéltame, me lastimas!
- ¡Te dije que no quería verte cerca del marido de Zelda! – reclamó el joven.
- ¡Solo lo felicitaba! – reclamó resentida.
- ¿Me crees imbécil? ¡Camina más rápido!
Shad se retiró del lugar junto con Ilia, y en todo ese momento no la soltó del brazo.
Una vez que la pareja se retiró, Link buscó con la mirada a su esposa. Se sorprendió mucho al no verla por ningún lado.
- ¿Dónde se habrá ido Zelda? – se preguntó apenado.
Link se entristeció al ver que su esposa no estaba presente. Tenía deseos de dedicarle su victoria en público, pero sobre todo, esperaba ser abrazado por ella como lo había prometido. Al parecer, el interés y preocupación de la joven por él no eran tan reales como parecían.
...
Zelda entró a su mansión rápidamente y no pudo evitar sentarse en uno de los muebles de la sala a llorar silenciosamente. Se sentía muy mal de haber visto a Ilia tocando de manera impropia a su esposo y que este no hiciera nada para evitarlo. Además, estaba decepcionada al ver que no le dedicó su triunfo como se lo había prometido.
- ¡Soy una tonta, debí mantenerme firme en mis convicciones! ¡Nunca debí enamorarme de Link! – dijo entre lágrimas.
- ¿Zelda?
La princesa se sobresaltó al escuchar a su amiga llamarla, quien había escuchado muy claramente todo lo que había dicho.
- Gracielle...
- ¿Te enamoraste de Link? – preguntó impactada.
La princesa trató de tranquilizarse y disimular su tristeza delante de su amiga. No quería mostrarse ante ella derrotada en sus ideales.
- ¿Qué cosa? No entiendo a qué te refieres. – dijo haciéndose la desentendida.
- ¡No me mientas, Zelda, dejaste la puerta abierta y pude escuchar todo lo que dijiste!
La joven se dio cuenta de que no podía engañar a su amiga, así que con dificultad le confesó la verdad.
- Sí, Gracielle. Sí estoy enamorada. – confesó sonrojada.
La marquesa se sentó junto a su amiga y la miró fijamente a los ojos para seguir escuchado su confesión.
- Yo no quise aceptar que me sentía atraída hacia él. Traté de mantener los ideales de no enamorarme nunca por miedo al sufrimiento, pero a partir de nuestro viaje por el reino, todo cambió. Link empezó a tratarme con dulzura, siempre estuvo atento a lo que necesitara, tenía hermosos detalles conmigo y me trataba con inmenso cariño. A pesar de que en ese entonces no quise aceptar que sentía amor por él, fueron los días más felices de mi vida, me sentía tan segura y reconfortada cada vez que me abrazaba o acariciaba el rostro. Traté varias veces de distanciarme, y al principio lo lograba, pero después mi corazón y la necesidad de recibir su afecto me hacían ceder y corresponderle de la misma manera. – relató entristecida.
A pesar de ver las lágrimas que su amiga derramaba, Gracielle no pudo evitar emocionarse al escucharla.
- Zelda, la noticia que me estás dando es lo mejor que he podido escuchar. ¡Qué bendición que te hayas enamorado del hombre con el que te casaste obligada! Link es un excelente chico, estoy segura de que junto a él serás inmensamente feliz.
- ¡No es ninguna bendición amarlo como lo hago! Pensé que él sentía lo mismo que yo, pero con lo que acabo de ver me di cuenta de lo equivocada que estaba. – respondió exaltada.
- No entiendo. ¿Qué fue lo que viste? – preguntó sorprendida.
- Vi como Ilia le acariciaba los brazos provocativamente y él no hizo nada para evitarlo. – dijo enojada.
- Debe haber alguna explicación, talvez te confundiste y viste mal. Sabes que esa mujer no es de fiar, y pienso que Link no tuvo nada que ver.
- ¡Vi todo perfectamente! Fue en ese momento que me di cuenta de que fueron imaginaciones mías creer que él sentía algo por mí.
- Zelda...
- Volveré a ser la misma de antes; fui educada para mantener una imagen calmada y seria, así que voy a retomar esta postura y no dejar que mis sentimientos me dominen. – indicó decidida.
La princesa se limpió las lágrimas rápidamente y mostró una postura seria ante la decisión que había tomado, mientras que su amiga, se sintió sumamente consternada por la equivocada postura que había decidido tomar.
...
Al llegar la noche, la sirvienta de la mansión de los recién casados se encontraba sirviéndoles la cena. La pareja no decía nada, solo comían en silencio.
- ¿Necesitan algo más, altezas?
- Nada más, Elvira, puede retirarse a descansar. – ordenó la princesa.
La sirvienta se retiró de la mansión, dejando a la pareja sola en el comedor.
Ambos jóvenes estaban muy callados y sin mirarse en lo absoluto. Se sentían muy ofendidos el uno con el otro por lo ocurrido en la plaza de la ciudadela. Estuvieron en silencio, hasta que el príncipe decidió romperlo de una vez por todas.
- ¿Se puede saber a dónde te fuiste después del duelo?
- ¿Para qué deseas saberlo? – respondió en tono serio.
- ¡Porque esperé que estuvieras a mi lado celebrando mi victoria! – reclamó enojado.
- No lo vi necesario, tenías a muchas personas alrededor tuyo felicitándote.
- Es cierto, pero yo quería que estés ahí conmigo como me lo habías prometido.
- ¡No fui la única que rompió su promesa! Dijiste que me dedicarías tu triunfo y al final no lo hiciste, pues estabas muy ocupado coqueteando con la mujer de Shad. – reclamó enojada.
Link se sorprendió en sobremanera al escuchar las palabras de su esposa, creía que sus oídos lo estaban engañando de la peor manera.
- ¿Qué has dicho? – preguntó confundido.
- ¡Me tiene sin cuidado lo que hagas, Link! Es cierto que estamos casados, pero eres libre de enredarte con quien desees. Lo único que te pido es que no lo hagas en público por respeto a mí, pues no quiero ser la burla de todo el reino porque mi esposo coquetea con otras mujeres.
Link se levantó de la mesa, completamente furioso, y se acercó a su esposa con mirada amenazante.
- ¿Qué te pasa, Zelda? ¡No voy a permitir que me calumnies de esa forma! ¡Yo no he coqueteado con nadie, yo respeto nuestro matrimonio!
- ¡No tienes por qué respetarlo, nuestro matrimonio es una farsa, es solo una imagen social!
- ¡Para mí no lo es! – afirmó angustiado.
- ¡Pórtate como un verdadero hombre y asume las verdades que te he dicho!
Zelda se levantó dispuesta a retirarse del comedor, pero el príncipe la tomó por los hombros y la obligó a mirarlo a los ojos.
- ¡No he terminado de hablar! – reclamó enojado.
- ¡Pero yo sí! ¡Suéltame!
Zelda se soltó de los brazos de su esposo, pero rápidamente él la tomó de la nuca, y una vez que sus rostros se aproximaron... la besó con fuerza desmedida.
Link besó con desenfreno los labios de su esposa, mientras ella trataba de empujarlo para librarse de su boca, pero su lucha resultó inútil, pues el joven la sostenía con extrema firmeza... pero a medida que el beso se volvió más profundo, Zelda se dejó llevar y le rodeó el cuello con sus brazos.
Ambos se besaron con verdadera y desmedida pasión. Sentir sus bocas entrelazarse la una con la otra provocó que sus cuerpos reaccionen tan intensamente, que por instinto empezaron a rozarse mientras intercambiaban pequeños gemidos en el proceso. Era la primera vez que se besaban de manera tan violenta. Era diferente al dulce contacto que tuvieron el día de su boda, pues este beso revelaba la gran pasión entre un marido y su mujer.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro