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Capítulo 9

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¿En serio? ¿Cómo se atrevía? Se notaba que no sabía quién era yo, pero me encargaría de hacérselo saber, convertiría esta semana en una auténtica pesadilla para la pija de Alexa.

  Limpié la cocina, ya que odiaba las cocinas sucias.

  "El lugar donde cocinas siempre debe permanecer limpio".

  Recordé sus palabras y sonreí con nostalgia, pero no valía de nada recordar, así que bloqueé el recuerdo y continué con lo mío. Después de dejar la cocina impoluta, respiré mejor.

  Tomé mi bolsa negra y subí las escaleras, me dirigí a la habitación donde solía quedarme las pocas noches que dormí aquí. Abrí la puerta y paredes color arena me recibieron, había una cama frente a mí con mesillas de noche a ambos lados, un closet a la izquierda y una ventana a mi derecha, de ese mismo lado un escritorio de madera con algunos libros que Alex había dejado ahí para mí desde el momento en que vine a su casa a pasar unos días, no les había hecho mucho caso, pero veía que ella nunca perdía la esperanza de que volviera a ser el mismo de antes.  Sonreí, pensando en Alex, ella siempre fue tan buena conmigo desde que Kike nos presentó.

  Debajo de la ventana había una butaca gris desde la cual se podían apreciar las vistas mientras tomabas un café, o al menos eso fue lo que me dijo Alex la primera vez que entré aquí.

  — ¡Qué hambre! — Escuché la voz de Alexa quejarse desde la habitación contigua y reí. Alexa tenía hambre, cosa natural teniendo en cuenta que había preferido tirarme los espaguetis encima en lugar de disfrutarlos conmigo.

  Esta casa me hacía entender la frase: "Las paredes tienen oídos".

  Me despojé de mis prendas sucias, tomé una toalla azul marino del closet y me dirigí al baño solo en mis boxers. El baño era la primera puerta a la derecha del segundo piso, o sea que en la senda de la izquierda se encontraba mi habitación y la de Alexa y a la derecha el baño y la habitación de Alex y Kike.

  Alexa salió de su habitación con actitud precavida en el momento en que iba a cerrar la puerta del baño.

  Mira que coincidencia más buena para mí y mala para ella. Salí, en el momento exacto en que Alexa pasaba junto al baño, cortándole el paso con esa acción.

  — ¡Mierda! —exclamó llevándose la mano al pecho. Comenzó a respirar con fuerza por el susto y su pecho subía y bajaba al igual que aquella noche en el túnel.

  — No esperaba esa palabra de una chica como tú. Que modales son esos.

  Alzó un dedo amenazante. — Yo digo lo que me dé la gana.

  — Madre mía, como está la pija.

  — No me llames pija — me advirtió con un tono de voz amenazante.

  — Y si quiero seguir llamándote pija. ¿Qué vas a hacer? — Caminé un paso más cerca de ella, pero no retrocedió; hecho que me sorprendió.

  Una sonrisa burlona se instaló en su rostro. — ¿Qué? Creíste que iba a retroceder como esa noche. Ya no hay oscuridad ni marginales, ya no tengo miedo.

— ¿Le temes a los marginales, pija?

— Ya te he dicho que no vuelvas a llamarme pija. — Decidió ignorar mi pregunta y yo decidí molestarla.

— Dime qué vas a hacer, pija.

  Alexa me miró con odio. — Te lo advertí — murmuró antes de propinarme una patada en los huevos que me hizo doblarme y gruñir de dolor, un gancho en mi pómulo derecho fue lo siguiente que sentí, empleó tanta fuerza que mi cara se estampó contra la pared y sonreí dentro de mi aturdimiento, la pija los tenía bien puestos.

  Se acercó. — Esto es solo para que no vuelvas a llamarme pija en tu puta vida. — Su voz derrochaba triunfo y estaba tan cerca que su aliento rozaba el pómulo que ella misma había dañado.

  — Espero que hayas disfrutado tu victoria, porque llegó a su fin — susurré y a ella no le dio tiempo a reaccionar ante mis palabras. Me giré y la tomé de la barbilla sin ejercer mucha fuerza.

  El miedo se palpaba en el aire, mi reacción la había tomado por sorpresa, no esperaba que me recuperara con rápido, pero teniendo en cuenta que había tenido unas cuantas peleas mi cuerpo se había acostumbrado a recuperarse con velocidad.

  Sonreí. — Estoy sorprendido, estoy seguro de que fue la furia quien te dio esa fuerza.

  La pegué contra la pared. — Pero perdiste, ahora no podrás hacer nada y puedo hacer contigo lo que quiera. — Estaba tan perdido en sus ojos que olvidé varias cosas de suma importancia, en realidad pensaba que el miedo la paralizaría durante un tiempo, sin embargo, no esperé ser yo quien se quedara paralizado ante sus ojos cafés.

  Su rostro se llenó de determinación y sus manos apretaron mis huevos, la solté de golpe. — No me vas a hacer nada. — Me retorcí del dolor —. No volverás a llamarme pija y muy importante no voy a mantenerte ni a buscarte un trabajo. ¿Me has entendido?

  Asentí deseando que me soltara.

  — Perfecto, ya puedes ducharte y por favor no andas más en calzoncillos por la casa, no tengo necesidad de verte en ropa interior.

  Se dirigió escaleras abajo y sonreí, nunca había conocido a una chica tan atrevida como esta. Entré en el baño y me observé en el espejo, el inicio de un cardenal se extendía por mi pómulo derecho y otros más pequeños esparcidos por la cara debido al golpe que me había dado contra la pared comenzaban a hacer su aparición también, el tabique de mi nariz dolía mucho y ni hablar de mis partes bajas.

  Pero no haría nada por ahora, dejaría que las cosas se enfriaran un poco y le daría a conocer un dolor mucho más profundo que el dolor físico.

  Salí del baño sin dolor en mi entrepierna, solo quedaban los golpes en mi rostro que sanarían con el tiempo. Me enrosqué la toalla en la cintura y salí goteando agua. Mi cabello semi–mojado caía a ambos lados de mi cara. Entré en mi habitación y encontré a Alexa sentada en la butaca mirando un celular.

  — La niña pi..., perdón — me disculpé con falsedad. — La niña buena viene a disculparse.

  Soltó una risa por sus fosas nasales. — No tengo razones para disculparme, mas, si tenía razones para golpearte — aclaró mirando aún su celular. Se encontraba de espaldas a mí y pude ver como su cabello caía en una cascada castaña por su hombro izquierdo. Me golpeé mentalmente intentando seguir el hilo de nuestra conversación.

  — Entonces, ¿A qué ha venido la niña pi...? Lo siento, la costumbre — me excusé nuevamente.

  — Parece que mis golpes no te sirvieron de lección — declaró girándose en su silla —. Te ves hermoso — ironizó al verme.

  — Siempre.

  Se acercó a mí y examinó los golpes.

  — No es la gran cosa, sanará, solo necesitas un poco de hielo y quizás una crema antiséptica — intentó emprender camino, pero la tomé del brazo y la pegué a mí.

  En su rostro se plasmaba la confusión, dejando claro que no esperaba esto.

  — ¿A dónde vas? — susurré.

  — A por hielo — declaró, intentando sonar casual, pero fracasó, tenerme cerca le afectaba. Así que se apartó un poco de mí.

  — ¿Cómo puedes golpear a alguien para luego curarle?

  — Se llama humanidad.

  — Yo lo llamo bipolaridad. — Su rostro se enrojeció de la furia.

  — Me estás llamando loca — gritó.

  — No, nunca te llamaría loca — dije con burla en mi voz.

  — Eres un... — Extendió su mano para golpearme, pero la detuve sujetando su brazo, la pegué a mi cuerpo nuevamente para luego bajar hasta quedar a su altura, mis labios casi rozaron los suyos mientras hacia camino hasta su oído, Alexa respiraba con dificultad y sonreí con suficiencia —. Dime Alexa, dónde estaba esa supuesta humanidad mientras me agarrabas por los huevos — susurré.

  Alexa tomó aire con fuerza. — Me estás mojando — señaló con un hilo de voz.

  — No Alexa, yo creo que ya estás mojada. — Se estremeció ante mis palabras y pasé mi lengua por su oído, provocándole un pequeño gemido, el cual disfruté muchísimo, demasiado para mi gusto.

  — Yo... debo... — Colocó sus manos en mi torso y me apartó un poco — Debería ir a por el hielo — jadeó y se marchó casi corriendo de la habitación.

  Sonreí ante su reacción, Alexa era una mujer y había reaccionado como cualquier otra ante mi cercanía, Alexa no era especial así que no sería la excepción.

  Caminé hasta la cama y me senté, intentando calmar la reacción en mi entrepierna; el sol impactó contra un cristal y me dio de lleno en la cara,  entrecerré los ojos y vi algo en la butaca donde estaba sentada Alexa. Su teléfono. Me encaminé hacia allí por inercia y lo tomé, lo encendí y al momento me llevó a la pantalla principal,  arrugué mi entrecejo.

  — No tiene contraseña — pensé en voz alta.

  ¡Ay Alexa! Me estás poniendo las cosas demasiados fáciles, mi venganza llegará antes de lo que puedas decir: Abracadabra.

  Le di una ojeada y vislumbré algunas aplicaciones que no esperaba encontrar en su celular.

  — Vaya, vaya Alexa, eres un poco traviesa.

  Recordé que ella estaba haciendo algo en su teléfono, presioné dos veces el botón del centro y solo la galería aparecía allí, la abrí y Alexa se encontraba en una carpeta donde encima decía : "Alexa y Xavi".

   Dios que ridiculez. A veces me sorprendía y a veces hacía cosas muy comunes.

  Me centré en el teléfono, habían varias fotos de ella y el tal Xavi, miré algunas imágenes intentando averiguar quién era, aunque era obvio que era su novio, sin pruebas no podría asegurar nada, hasta que llegó la foto que disipó todas mis dudas. El tal Xavi era novio de Alexa, me quedé pasmado, esa idea nunca se me había pasado por la cabeza, parecía la típica chica que hablaría de su novio hasta por gusto, sin embargo,  en mi presencia no lo había mentado ni una vez.

  ¿Por qué Alexa? ¿Qué escondes?

  Agg, Alexa. Querer descubrir cosas de ti me cabrea y me hace odiarte aún más, pero la razón por la que más te odio ahora mismo es por tener novio y no tenía idea de por qué eso me jodía tanto.

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