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Capítulo 7

AR

Era domingo en la tarde y deambulaba por las calles pensando en qué hacer, estaba aburrido, ahora que no tenía trabajo, contaba con demasiado tiempo libre. Saqué la cajetilla de mi bolsillo y tomé un cigarro, lo encendí y me senté en el espaldar de un banco para fumar con tranquilidad.

El parque contaba con hermosos árboles de hojas de un verde vivo, un césped bien podado, pequeñas plantas donde sobresalían margaritas, tulipanes y rosas, las personas de la zona norte paseaban a sus cachorros, hacían footing o simplemente caminaban por aquí. Ninguno me miró mientras pasaba frente a mí, la mala fama me perseguía desde hace 6 meses y estaba feliz con ello, que esa panda de pijos burgueses mirara mi cara, me ofreciera una sonrisa o saludo hipócrita, era lo que menos me apetecía.

Una mano tocó mi hombro, sorprendiéndome, me giré con la tensión presente en mi cuerpo, pero me relajé, al encontrarme frente a mí, a Kike vestido con un traje gris.

— Kike —saludé y le di la mano.

— ¿Qué tal AR? —preguntó, sentándose a mi lado y echándose hacia adelante al igual que yo.

— ¿Y eso que estás rompiendo las reglas? —le pregunté, al verlo sentarse en el espaldar, en lugar de en el banco.

Se encogió de hombros. — Hace tiempo no rompía las reglas.

— A veces es bueno hacerlo, te lo recomiendo —le dije.

— Gracias. No respondiste mi pregunta — me hizo notar.

— Bueno, creo que me va bien, aunque ahora mismo, estoy sin curro —anuncié.

— ¿Y eso? ¿Te fuiste? —preguntó.

— Nah, me echaron —dije restándole importancia al asunto.

— No me digas —se lamentó.

— Si una...— me di cuenta de que era su cuñada —. Pues resulta ser que tu cuñada, Alexa, puso una queja contra mi y Uribe me echó —conté.

— Espera, cómo sabes que Alexa es mi cuñada.

—Eso no importa, que Alex te cuente todo después.

— Bueno vale, pero ahora me da mucha curiosidad saber por qué Alexa te haría eso —comentó confuso.

— Porque es una burguesa y una niña pija —siseé.

— Tu también fuiste un burgués y ahora no lo eres por las razones que sabemos —me recordó.

Le miré arqueando una ceja. — Mira como saca las garras por su cuñadita.

— Es que Alexa es una buena chica y está pasando por un mal momento. Además no creo que haya puesto una queja por nada.

Arqueó las cejas y me preguntó con la mirada.

— Yo le tiré un refresco encima, pero fue un accidente —me excusé.

— Y no te disculpaste y por eso se quejó —adivinó.

— ¡Ves que es una pija! — exclamé levantando los brazos —.Oye por cierto, nos conoces muy bien a los dos —dije sorprendido.

— No es pija, y sí, os conozco muy bien —declaró.

— Pero sabes, no creo que el hecho de estar pasando por un mal momento le de derecho a tratar a la gente así — alegué.

— Sí, tienes razón, pero bueno, al menos yo intento ser compresivo y no juzgarla, sobre todo porque conozco la situación por lo que está pasando y me pongo en sus zapatos; además ella está en mi casa, quiere que la ayudemos, no se alejó —me hizo saber.

—Ya basta, prefiero que no toques más ese tema — le dije.

— Pero...

Su teléfono sonó haciéndolo callar, el destino sabía lo que hacía, esto terminaría mal, no quería discutir con Kike, pero si continuaba hablando de ese tema no me quedaría más remedio que ser con él, la persona en la que me había convertido hace 6 meses, porque a pesar de mis cambios Enrique era una de esas pocas personas a las que todavía sentía le necesidad de tratar bien, además no me salía tratarlo de otra forma, no podía, algo dentro de mí, no me lo permitía.

— Es Alex —anunció al sacar el celular de su bolsillo.

— Cariño —dijo al descolgar el teléfono.

— Es que tenía el celular en modo avión, lo siento — se disculpó Kike.

Alex lo tenía enrollado en su dedo, agradecía con el alma el saber que eso nunca me sucedería a mí, jamás me dejaría enrollar.

— Si, todo bien, ahora voy para casa.

— ¿Como dices? — preguntó confuso.

— ¿Estas segura? Tiene 26 años — dijo Kike con el ceño fruncido.

¿Hablaban de Alexa?

— Si claro, tranquila yo conseguiré una —prometió.

— De verdad —sonrió.

— Te amo —dijo y colgó.

Resopló con la incredulidad presente en su rostro.

— ¿Qué ha pasado? —pregunté con curiosidad.

— Resulta ser que para poder irnos de viaje, voy a tener que conseguir a alguien que se ocupe de Alexa —dijo sin poder creerlo.

— ¿Cómo? —pregunté pasmado.

— Lo que oyes —respondió.

Sonreí. —Yo esto lo cuento y no se lo cree nadie.

— Eso mismo pienso yo. ¡Dios Alexandra! —se quejó y miró a cielo resoplando—. Ahora de dónde saco yo, una niñera que quiera cuidar de una adulta hecha y derecha.

Me quedé pensativo, una niñera para Alexa.

— Yo te conseguiré la niñera —le dije a Kike.

Este me miró con los ojos abiertos.
— ¿En serio?

— Si.

— Pero de dónde la vas a sacar —preguntó.

— Tranquilo, todavía conozco a personas de esta zona de la ciudad, recuerda que yo también viví aquí — le dije.

— No me refería a eso, pero ya que sacas el tema te diré que aunque ahora te hagas llamar AR y pertenezcas supuestamente a la zona sur del pueblo, para mi siempre serás Aaron, el chico de la casa que todos envidian —confesó.

Otra persona me hubiese llamado por mi nombre y se hubiera ganado un boleto directo al hospital, desde que dejé claro que quería que me llamaran AR, algunos se habían hecho los graciosos y me habían llamado Aaron y les había dado tal paliza que los había enviado al hospital. Después de que la voz se corrió todos me comenzaron a llamar AR, pero a Kike no podía hacerle eso, además hacia tiempo nadie me llamaba por mi nombre y me di cuenta de que echaba de menos que alguien lo hiciera, se sentía bien, aunque eso no lo iba a admitir en voz alta.

Le sonreí y la duda de la noche anterior me asaltó.

— Kike, puedo preguntarte algo.

Asintió con una arruga en su entrecejo.

— Ayer cuando Alex encontró a Alexa...

— ¿Encontró?

— Cierto que Alex aún no te ha contado nada.

— Pues no.

— Bueno no pasa nada, ya mejor se lo pregunto a ella.

— También puedes hacérmela a mí.

— No creo que la puedas responder — dije con pesar, en serio quería salir de la duda.

— Tú, solo pregunta. ¿Qué puedes perder?

— Nada —me encogí de hombros —. Pues cuando la encontró, Alexa estaba conmigo y yo la tenía, digamos, acorralada —los ojos de Kike se ampliaron —, y Alex no me dijo nada por ello, crees saber por qué.

Kike sonrió y ese gesto fue suficiente para saber que él conocía la razón.

Se levantó del espaldar bajo mi atónita mirada. ¿En serio se iba a marchar?

— Si lo sé, y quizás algún día tu también lo sepas.

¿Qué significaba eso?

Me dio una palmada en la espalda a modo de despedida y se marchó.

— Recuerda la niñera, la quiero el lunes en mi casa a las 10 de la mañana — exigió mientras caminaba hacia su coche.

Asentí.

Es cierto, la niñera para Alexa, sonreí
maliciosamente, solo quería ver su cara cuando viera llegar a su "niñera".

Ahora el aburrimiento no sería un problema, haría pagar a la causante de que yo esté aburrido en estos momentos, y bueno, venganza, más un poco de diversión no eran una mala combinación y era algo que me venía extremadamente bien. Tenía grandes planes para esa niñera.

¡Ay Alexa! Te vas a arrepentir de haberte cruzado en mi camino.

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