Capítulo 5
AR
Caminaba de espaldas mirando como Santi después de una extensa charla y unas cuantas copas y cigarrillos se marchaba y... choqué con alguien.
¡Mierda!
Chocar con alguien en este lugar era sinónimo de problemas y mi amigo se había ido, no le temía a una pelea, solo que si eran más de tres, la cosa se pondría fea para mí. Me preparé para un enfrentamiento, sin embargo al girarme me encuentro con nada más y nada menos que la chica de la sonrisa maliciosa, pero ésta estaba sustituida por una cara de sorpresa y horror.
— No puede ser — murmuró ella.
Esta vez fui yo quién sonrió maliciosamente — Vaya, vaya mira quien está aquí.
La chica dio un paso hacia atrás y le señalé con mi dedo a un borracho que caminaba en dirección a ella, se giró y al verlo un leve grito de horror salió de ella y el instinto le dio por pegarse a mí. Estaba asustada y me iba a aprovechar un poco de ello, pero solo un poco.
Al irse el borracho, tocó mis brazos cayendo en la cuenta de lo que había hecho y se separó de mi de forma brusca.
— Me tengo que ir — declaró de forma rápida mientras su cabeza giraba como si fuese un ventilador en modo rápido, en busca de una salida.
Negué con la cabeza lentamente mientras me interponía en su camino, no iba a dejar que se fuera.
— ¿No?— preguntó asustada.
— Nop, no te vas a ir — le aseguré.
— ¿Y por qué no? — preguntó con insolencia, recuperando un poco del valor que había perdido.
— Porque a mi no me da la gana, fíjate lo que te digo — le respondí de la misma manera.
Levantó una ceja e hicimos una guerra de miradas donde ella ponía cara de pocos amigos y yo le dirigía mi mejor mirada indiferente.
— Pues a mi no me de la gana de quedarme, fíjate lo que te digo — dijo imitando mis palabras y mi chulería, ¿pero esta chica qué se creía?, me di cuenta de que estaba sonriendo, pero cambié rápido mi sonrisa de imbécil a una insolente. Su mandíbula se movió y cerró sus pequeñas manos haciendo puños con ellas. Estaba loca por darme un guantazo.
¡Dios está chica!, pensé, sin creerme lo que estaba viendo, y sonreí de manera tonta, todo mentalmente. Delante de ella no iba a hacerlo, ni en broma.
— Pero tu me debes algo y no te vas a ir hasta que me lo pagues — dije caminando hacia ella, que retrocedía con cada paso que yo daba.
— Yo no te debo nada — su voz tembló cuando me lo dijo, estaba asustada. Bien.
— Oh sí, creo que me debes mucho; por tu culpa me despidieron — le dije mientras yo continuaba caminando y ella retrocediendo — Cosa que no me importa, pero igual quiero que pagues por ello.
Su respiración estaba acelerada haciendo a su pecho subir y bajar con rapidez, tragó saliva ruidosamente haciéndome saber que tenía mucho miedo.
— Yo no tengo la culpa de nada. Si te hubieses disculpado nada de esto hubiera pasado — dijo con voz temblorosa.
Arqueé una ceja — Te hubieses ido con tu blusa manchada a tu casa sin hacer nada.
— Eso si que no,yo... —sus palabras murieron en su boca cuando se dio cuenta de que había chocado contra la pared y ya no podría retroceder más.
— ¿Tú qué...? — la reté acercándome peligrosamente a ella y colocando mis manos en la pared.
Olía de maravilla una especie de mezcla entre naturaleza y un perfume caro. Me miró y sus hermosos ojos color café desprendían desconfianza y miedo, más desconfianza que miedo.
— Yo no podía permitir que la cosas quedaran así — balbuceó bajando la mirada.
— Si hubieses dejado las cosas así, esto no habría ocurrido — le dije haciendo referencia a la situación en la que nos encontrábamos.
— Pero no dices que te da igual perder el trabajo, déjame irme — pidió.
Negué, lo del trabajo ya ni siquiera me importaba, solo quería tenerla cerca, era una necesidad que no sabía que tenía, era como estar cerca de una vieja amiga. Y eso era muy raro, lo mejor sería que me apartara de ella, pero mi cerebro y mis acciones iban a su bola, así que, en contra de mi voluntad cerebral acerqué mi boca a su oído y aspiré su olor de forma involuntaria, puedo jurar que tembló, pero no sabía si era por miedo o por otra emoción.
— Mi reputación no me permite dejarte ir sin antes vengarme — susurré y volvió a tragar saliva ruidosamente.
Acerqué mi cara a su rostro nuevamente.
— ¿Y qué me harás?— preguntó.
Acerqué mi mano a su rostro y la acaricié, lo hice sin pensar, demostrando nuevamente que mi cerebro y mi cuerpo estaban por completo desconectados.
—Puess...
— Alexa, Alexa eres tú — un grito de una voz conocida me interrumpió. Me giré para ver de quién se trataba. Era...
— Alexandra — gritó la chica, pasando por debajo de mi brazo y acercándose a Alex.
¿Alexandra conocía a esta chica? ¿De qué?
Se abrazan. ¿A caso eran amiga o familia?
Me acerco con la intención de averiguar y la chica jaló por el brazo a Alex con la intención de alejarla de aquí y especialmente de mí.
Si ella supiera, pensé, y sonreí solo de imaginar la cara que pondría.
— Alexandra — la saludé, vino hacia mí, arrastrando a la chica la cual estaba reacia a permanecer un segundo más aquí.
— ¿Qué tal AR? — me preguntó, dándome dos besos.
Iba a contestarle pero la chica me interrumpió, Alexa era su nombre, ahora que recordaba como Alex, le había gritado como loca.
— ¿Lo conoces? — preguntó.
— ¿La conoces? — pregunté al instante.
Alexandra nos miró confundida — ¿Os conocéis?
— Es el idiota que me derramó el refresco — contó Alexa.
— ¡Oh! el mundo es pequeño — declaró Alex con una sonrisa. — Pues mira ella es mi hermana, Alexa — presenta.
Vaya, vaya es la hermana de Alex, ahora si que estoy convencido de qué el mundo es un pañuelo.
—Y él es, AR, es un amigo de Kike y por tanto mío — declaró Alex guiñándome un ojo.
— Hola — saludé a Alexa y la besé en la mejilla.
Sonrió con falsedad y se limpió mi beso de la mejilla.
Ay Alexa no sabes lo que has hecho.
— Y a pesar de que me despidieron por su causa estoy aquí, ayudándola — declaré de forma inocente.
Alexa abrió los ojos con rabia e incredulidad. Chúpate esa, Alexa
—Pero...
— Tranquila no te guardo rencor, no es mi estilo — dije interrumpiéndola y haciéndola rechinar los dientes.
—Sí, eso si es cierto — concordó Alexandra.
— Oye, ¿qué tal Kike? — pregunté, mirando a la enfadada trigueña.
— Kike, genial, regresa mañana de su viaje.
— Joder que trabajo más absorbente, viaja más que una azafata — me quejé desviando mi mirada a Alex.
— Eso es cierto, a ver cuándo te pasas por casa y nos das una vuelta — Alexa la miró con horror como si hubiese dicho que iba a asesinar a un montón de niños.
Si el hecho de que yo visite la casa de su hermana la molestaba, entonces lo haría.
— Esta bien, avísame cuando regresen de su viaje y me pasaré por allá — dije sonriendo y mirando a Alexa, quien parecía una olla express a punto de explotar.
— Ok, entonces pasa pronto por casa — zanjó Alex.
— Lo haré, nos vemos — dije.
Le di dos besos a Alex y dos besos a su hermana, tardándome un poco más en esta última.
Alexa se las limpió con disimulo y sonreí.
Se alejaron y no pude evitar dirigir mi mirada al trasero de Alexa, ¡Dios!, tenía un buen trasero. Definitivamente era una chica 10, su cabello castaño oscuro, que le llegaba a mitad de la espalda, sus ojos color café que desprendían un no sé, que no lograba descifrar, y esa sensación extraña de que la conocía, eran factores que la hacían muy atractiva a mis ojos.
Se giró y me despedí de ella agitando los dedos de mi mano.
Me dirigió una mirada cargada de odio y me sacó el dedo corazón. Después se giró y continuó su camino.
Estaba sonriendo como un maldito imbécil. Esta chica me iba a volver loco.
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