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Capítulo 3

AR

Solté el humo del cigarrillo sintiendo la paz que me producía fumar invadir mi cuerpo. Di otra calada y apoyado de espaldas a la pared me dejé caer en el suelo, estaba sucio pero hace seis meses que asuntos como esos me importaban una mierda. Solté el humo y disfruté del silencio y la soledad, dos cosas que adoraba.

Santi abrió la puerta con la preocupación reflejada en su rostro.  Me levanté alarmado y le miré.
No dijo nada, solo me miró, traía malas noticias, le puse un cuño a eso.

La última vez que alguien me había mirado así, me habían contado una muy mala noticia, demasiado malditamente mala.

— Habla — bramé con preocupación, aunque en realidad no tenía nada por qué preocuparme, yo mismo me había encargado de eso.
— Pues... Uribe quiere verte — mencionó en voz baja.

Al instante me relajé y solté un suspiro de alivio — Creía que era algo peor.

Por mucho que lo intentara aún me preocupaba un poco por las personas que me rodeaban, hecho que odiaba, pero en el que estaba trabajando, cada día que pasaba mi interés por la vida disminuía considerablemente.

— Es que no lo entiendes.

— ¿Entender qué? — pregunté con confusión.

— Recuerdas esa chica, a la que le derramaste el refresco encima —preguntó.

Como olvidarla con esos aires de niñata pija y burguesa, exigiendo disculpas y todo, qué valor. Esa fresca lo hace porque no me conoce.

— ¿Qué sucede con ella? — interrogué.

— Pues, después de eso ella fue a la oficina de Uribe con furia destilando en su rostro y ahora él te manda a llamar — contó como si de una descripción se tratara.

Entendimiento cruzó por mi cara — Ya veo lo que sucede. Voy para allá.

Doy una última calada a mi ya casi difunto cigarrillo, lo tiro al suelo y lo aplasto. Paso por el lado de Santi, quien me da una palmada en la espalda en señal de ánimo.

Me giro en la puerta y algo dentro de mí, me empuja a hacerle una pregunta a Santi.

— ¿Te gusta?

— ¿Qué?

Respiré intentando calmarme, no sé porque estaba alterado, solo sé que quería escuchar la maldita respuesta.

— ¿Que si esa chica te gusta?

Se quedó un poco ido hasta que...— ¡Ah!, la burguesa; esta buena, pero no, ella no me gusta, tranquilo que no me uniré al enemigo — me aseguró con un sonrisa.

Asentí y salí de mi escondite, Santi piensa que se lo pregunté con la intención de saber si me iba a traicionar por una chica, pero la verdad es que ni yo tenía la más mínima idea de por qué lo había hecho, el caso es que escuchar esa respuesta negativa de su boca me gustó demasiado y no sabía la razón.

Caminé hacia la oficina y la ví sentada en una mesa, mirando hacia todos lados, parecía un ventilador girando en modo rápido, aunque no creo que ningún ventilador vaya a esa velocidad, a no ser que se vuelva loco.

Su mirada se cruza con la mía y una sonrisa maliciosa toca sus frondosos labios y sin siquiera planearlo me encuentro mordiendo los míos y perdiéndome en sus ojos color café, los cuales resultaban extrañamente conocidos.

Parpadeé intentado volver a la realidad y entré en el despacho, bajo su mirada.

— Como siempre entras sin tocar — me saludó Uribe con malas formas.

— Buenas tardes a ti también — dije con ironía.

— No te hagas el gracioso. Esta semana he recibido 3 quejas de ti — anunció.

— Solo son 3 quejas — dije restándole importancia al asunto y dejándome caer en la silla frente a él despreocupadamente.

— Pero si las sumamos a todas las que llevas en el mes, ¿cuantas son AR? — preguntó.

Suspiré, tenía razón, al principio lo había hecho a posta, no quería este trabajo, así que me comporté mal, pero ahora si lo quería.

— ¿Por qué te aferras al trabajo, tú no lo quieras? — preguntó, sin entender mi comportamiento.

— Ahora sí lo quiero, lo necesito — contesté con sinceridad.

— ¿Para qué, para drogarte? — grita enfadado.

— A ti no te importa en lo que tus empleados gasten el sueldo — imité su tono de voz.

— Claro que lo usas para eso. Si sé eso, no te doy trabajo — vuelve gritar.

— No me lo hubieses dado — grité levantándome de la silla y acercándome peligrosamente a él.

— Lo hice por ella — declaró con voz baja, se le hacia imposible gritar cuando hablaba de ella y yo solo pude alejarme de él. — A ella no pude salvarla, pero aún puedo salvarte a ti.

— No quiero que me salves, no quiero ser salvado, así que no lo intentes más. Métete eso en la puta cabeza — dije en un tono moderado pero con rabia en cada una de mis palabras.

—AR...

Alcé la mano y se calló — Ya no digas nada, no es necesario que me eches, yo me voy  — anuncié y salí del despacho echo una furia.

Esto tenía que pasar sí o sí, quería tener el trabajo para comprarme un celular y eso lo hacen las personas normales y yo no quería ser como las demás personas. A pesar de su inconsciente ayuda, la maldita burguesa se merecía una lección por todo esto, y yo, me iba a encargar de dársela.

La chica estaba parada en la puerta del local, su sonrisa maliciosa a la vez que triunfante me hacen saber que había escuchado los gritos y que los había disfrutado.

Esa chica todavía no sabía lo que era de verdad disfrutar por unos gritos. Pero de seguro que yo me ofrecería para hacérselo saber.

Venga AR, deja de pensar en estupideces, me regañé mentalmente.

Le dediqué una mirada llena de odio y amenazante, nunca tocaría a una mujer, pero se merecía que la asustara.
Sin embargo, ella ni si quiera pestañeó, solo levantó la ceja como diciendo "en serio". Soltó una sonora y hermosa carcajada y se fue con su cabello castaño oscuro ondeando por la brisa veraniega.

¿Su risa es hermosa?, ¿de verdad estas diciendo estas estupideces?, me golpeé la cabeza por mis palabras.

Joder estas muy mal, me volví a reñir mentalmente.

Me quedé mirando la puerta incluso después de que ella se fuera.
Esa chica ni siquiera se había inmutado, había planeado todo fríamente y se había ido como si nada, pero esto no se iba a quedar así, el destino la iba poner en mi camino para hacerla pagar por todo lo que me había hecho. De eso estaba seguro.

— AR, ¿qué miras en la puerta? ¿Esperas a alguien? — preguntó Santi a mi lado, estaba tan enterrado en mis pensamientos que ni siquiera lo había escuchado llegar.

— No es nada — dije sonriendo y aún mirando hacia la puerta.

— ¿Qué ha pasado allá dentro? — preguntó.

— ¿No has escuchado los gritos? — le miré frunciendo el ceño.

— Pues no, salí a fumarme un piti — contó.

— Me han echado — declaré.

Santi abrió los ojos sorprendido para luego bufar enfadado — Maldita cría — siseó entre dientes.

— Tranquilo, la haré pagar por esto — le aseguré.

Asintió orgulloso y una sonrisa maliciosa tocó mis labios. Y no pude evitar pensar en la de esa chica, su sonrisa maliciosa me hacia querer borrarla de su cara con un beso.

Si hacia eso de seguro esa sonrisa iba a ser reemplazada por una mirada de enfado y una mano impactando contra mi mejilla, sería tan típico.

Sonreí solo de pensarlo y ganas de comprobar si mi teoría era cierta invadieron cada parte de mí.

Mierda AR , ¿qué coño te pasa con esa maldita burguesita a la que acabas de conocer?

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