CAPÍTULO EXTRA
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Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino.
–Esquilo de Eleusis.
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El final del año estaba cerca en la Oceanía, por lo que los preparativos en aquella peculiar edificación estaban en su máximo furor. La Gran Academia estaba lista para profesar un año más, y Leurie estaba también lista para cumplir sus dieciocho joviales años junto a los demás Psyques, en la maravillosa celebración de CAVAN.
Las luces tenues aumentaban el rumor y la excitación por tan mágica noche. El vigoroso frío envolvía los salones de blanco, haciendo tiritar a los presentes y, aunque increíble, también los hacía sentir más desesperados por empezar la velada.
La habitación de la recién mujer de pelo blanco, estaba colmada de risas cantarinas y melodiosas, que sin dudas inundaban los oídos de los allegados, pero a nadie le importaba el ruido, querían más. Leurie estaba en compañía de su fiel y siempre gran amiga: Amantora Nilss, una Psyque Próta que no pertenecía a una casa sagrada como su amiga, pero que igualmente era poderosa y tenía una gran habilidad de persuasión.
Leurie estaba envuelta en ropajes color lila, de la época, evocando su palidez aguda que, sin dudar, ponía en el centro de atención a la ojiazul. Mientras que ella estaba sentada frente al antiguo tocador de madera, su amiga peinaba su cabello con suma delicadeza, como si de una reina se tratase. La segunda vestía un hermoso vestido esmeralda —color escogido a plena conciencia para llamar la atención de cierto caballero—, muy vistoso y con un escote bastante inapropiado para la opinión de otros, pero que la hacía lucir tan de la realeza como a su pulcra amiga.
—Encantada de hacer semejante trabajo en usted —proclamaba de forma diplomática, pero cariñosa—. Eres una luz muy intensa, Leur.
—Que brilla gracias a la incandescente presencia de tan gran artista —musitó en respuesta la aludida.
Amantora no pudo resistirse de abrazar a su compañera, cómplice y hermana, pues desde pequeñas siempre han estado juntas, cenando en la misma mesa y durmiendo bajo el mismo techo.
—Debemos irnos ya, no queremos que tu futuro esposo espere más de lo debido —bromeó la morena, causando que Leurie se ruborizara notoriamente al imaginar tan apresurada situación.
—A Maxi no le molesta esperarme unos minutos, y yo, claramente, puedo vivir más de un segundo sin pensar en él. —Meneó su larga cabellera en clara expresión de superioridad, fingida, sin embargo—. Tú, por otro lado... No imagino lo ansiosa que estás de que cierto oficial superior pose sus agigantadas manos sobre tu aporcelanada piel.
Amantora abrió sus ojos en desmesura, siendo consciente del tono de su amiga, que decía de todo menos inocencia. En respuesta, propicio un leve y sutil empujón a la chica, resultando en un estalle de risas contenidas.
—Deja de presumir que Maxi te presta toda la atención del mundo, posando sus agigantadas manos sobre tu aporcelanada piel.
—Lo siento, Ami —dice entre risas—. Seguro que hoy lo conquistas, no tengo dudas viéndote en ese vestido.
Amantora sonreía de forma soñadora, imaginando un futuro perfecto con él, en el que su amor se consumara de todas las formas posibles y perdurara en los años. Amantora soñaba con su arte siendo realidad, pero no sabía que estaba condenando a su tierno corazón a varios años de sufrimiento, y varios otros de dolor y luto.
Las dos amigas finamente salieron, esperanzadas ante la novicia noche. Juntas se dirigieron al salón, que ese año estaba decorado de interminables tonos de plateado.
Leurie sentía las típicas mariposas en su estómago, pero no aleteaban de forma irreverente e inestable, no; sus mariposas eran melodiosas, rítmicas, suaves, se sentían como las caricias de su jovial amado, se sentían correctas y premonitorias de una vida tranquila en un amor eterno.
Y entonces, cuando al fin vio aquel rostro perfilado que mostraba una radiante sonrisa, su cuerpo entero se tambaleo, preso de una descarga eléctrica que aquella mirada seductora le provocó. Todas estas sensaciones no eran en vano, pues su sincero noviazgo ya se alargaba por casi dos años, años en los que experimentaron muchas emociones, y todas ellas estaban ahí, en ese momento, como un hecho de resolución, como si la firma de que ese romance sería eterno se acabara de grabar con tinta de fuego en sus corazones.
Leurie solo miró a su amiga con una sonrisa, indicándole lo que ella ya sabía. Así que, mientras su amiga se volvía una mancha blanca en la lejanía, Amantora se sintió feliz y completa, por el simple hecho de que Leurie era feliz, genuinamente, después de todo el horror que soportó en su infancia.
Sin embargo, ante la ausencia de su amiga, se quedó estática, pues se sentía incomoda entre tanta gente, se sentía recluida en medio de la mirada de todos, menos la de aquel que su mente le prometía. Pero, al ver a un joven soldado entrando de forma decorosa y elegante, su mirada recobró el brillo de admiración que siempre tenía cuando lo veía a él.
El soldado, cuyo apellido pertenecía a una de las casas sagradas más importantes en la historia de la Academia, portaba pulcramente su uniforme de gala, lleno de medallas, y una mirada que retaba al desafío, también se enterneció al ver a la mujer tan candente que lo apreciaba cerca a la alfombra roja de la entrada. Y si, Nicola siempre había sido así de orgulloso con sus medallas y habilidades, mucho más, porque su poder tan poco útil, para la mayoría de personas, le demandaba mejorar sus demás habilidades.
Nicola, al igual que la adorada Amantora, había estado guardando su corazón latiente para ella, pues, a pesar de las notorias señales que la morena le lanzaba, él nunca podía llegar a creer que una chica con su porte y elegancia, con su poder y su gran impacto pudiera fijarse por más de un suspiro en alguien tan vacío como él. A pesar de eso, ese día iba decidido a confesar los deseos de su alma, esos que se expresaban en sus pensamientos e, incluso, en interminables sueños amorosos con la mujer.
Para Nicola, Amantora era como una sombra encantadora que le perseguía a todos lados, con su aura oscura y ostentosa, con esos ojos y cabello profundamente negros, con su forma de mirar tan penetrante; para él, ella era la mejor obra de arte que jamás se podría crear, y siempre fantaseaba con poder tenerla, con poder gastar sus años bajo la atenta mirada de una diosa silenciosa.
Amantora de pronto sintió la necesidad de declarar todo lo que su alma le pedía, sin ninguna restricción; así que, abandonando su timidez y miedo, se encaminó hacia el caballero con la decisión en su mirada. Al ver esto, Nicola también se armó de valor, creyendo que lo que la chica haría sería soltar gritos y regaños por alguna razón que desconocía, por lo que diría todos sus deseos antes de que el caos se desatara.
—Preciosa Amantora, un gusto...
—¡Déjame hablar! —espetó la chica. Al darse cuenta de la no intencionada rudeza en su tono, dio dos pasos atrás, siendo consciente de que podría haber estado arruinando lo que por tanto tiempo anhelo. Sin embargo, no todo estaba perdido... aún.
—Bueno, si me dejas primero decir unas palabras importantes, podría dejarte reprenderme después, por lo que sea que hice mal —afirmó con nerviosismo, siendo consciente del tono tan personal que empleó.
—Yo también tengo algo important...
—Mi bella dama, no puedo retener más estos sentimientos atorados en el fondo de mi alma —susurraba con temor, pero la confianza crecía en su interior—. No puedo más que esperar que esto sea recíproco, pues un amor de uno no es placentero ni duradero, así que le pregunto con atrevimiento: ¿siente esta llama crecer cada que me ve, así como yo cuando noto su presencia?
Amantora no consiguió retener la sonrisa que inmediatamente se desplegó por su rostro, llegando a inundar también sus ojos. Estaba colmada de una euforia infinita, y como reacción natural se lanzó a los brazos del joven con facilidad, como si hace rato hubieran estado listos sus brazos para recibirla, y así fue. Amantora, tan eufórica y extrovertida como siempre, no pudo más que completar su respuesta:
—Mi llama crece y me consume, Nico, cada vez que te siento cerca...
Leurie, que mientras reía con su pareja, vio la escena que le seguía a las previas palabras, exclamó casi dejando sordo a Maxiano cuando los labios de Nicola se dirigieron con premura a los de su amiga. No podía creer que al fin su ella estuviera allí, con el hombre por el que fantaseó por años, y que al fin parecía haber dado el paso.
Hoy ambas estaban felices, al menos hasta ahora.
La música inundó el recinto justo a tiempo para agregarle más romance al beso, que los recientes enamorados decidieron profundizar. Un vaivén suave y delicioso los guiaba en un baile, que pronto llevó a todas las parejas al centro.
—Finalmente. No podía soportar las miradas de esos dos en la lejanía, cuando podían hablar con la verdad —comentó Maxiano con una sonrisa—. Si los hubiéramos juntado nosotros mismos estarían juntos hace mucho.
—Ay, corazón, si los hubiéramos juntado antes, no hubiera sido tan mágico. —Leurie lo besó apasionadamente, casi recordando la primera vez que se fusionó con esos sedientos labios.
—Sí... Como nosotros. Aún recuerdo mis palabras, tu respuesta, lo hermosa que estabas... y lo mucho que te deseaba.
En respuesta Leurie lo abrazó, queriendo entrar hasta su alma, aunque eso lo ha hecho hace ya mucho tiempo.
Recordar la vez en que se hablaron con la verdad la hizo estremecer: «Leurie, debo confesar esto que me aqueja, como si de un pecado se tratase, porque no puedo vivir sin que lo sepas. Mi alma te amó primero que mi consciencia o mi cuerpo, pero ten por seguro que hoy todo mi ser te adora, mi pasado, mi presente y mi futuro te adoran y...» dijo él, mientras sentía que su cuerpo ardía con tan solo verla. «...No puedo vivir sin ti, no sé cómo he vivido sin ti, Maxi. Tal vez es que mi alma estaba con la tuya antes de siquiera saber que me enamoraba de ti» completó ella la frase de él, proclamándose así el uno del otro.
Leurie bailaba con Maxiano en medio del profundo recuerdo que se sentía tan real gracias al perfume que emitían ambos, como si el aroma pudiera transportarlos al pasado.
Entonces, Leurie sintió una penetrante mirada fija en su cuerpo; alzo la cabeza, que antes reposaba escondida entre el cuello del hombre, y se encontró con los revoltosos ojos azules de Antagon, su amigo fiel desde la infancia, que rápidamente se despegaron de ella para ser posados en su acompañante: Elena. Al instante Leurie sonrío silenciosamente, hinchando su pecho mientras que su corazón se aceleraba.
Antagon siempre escondió sus sentimientos de Leurie, cuidando su linda y larga amistad; pero, lo que él no sabía, es que Leurie siempre estuvo al tanto de su eterno enamoramiento y se sentía igualmente halagada y enternecida. Sin embargo, algo que ni siquiera ella misma quería llegar a aceptar, es que, en algunas ocasiones, como en esa, su corazón latía con más fuerza, expectante a lo que Antagon pudiera hacer, pues su mente incluso maquinaba y fantaseaba con escenarios en los que Maxiano no existía y Antagon era el amor de su vida.
Se sentía culpable por ver al amigo suyo y de su novio como algo más, incluso si solo estaba en su cabeza, pero no podía evitar verlo y pensar en toda la perfección que emanaba, en las posibilidades y en el futuro que él podría darle. Pero también sabía que esas cosas solo se quedarían en su mente, porque al igual que él, la amistad era más valiosa que un amor imposible, por muchas razones. Aunque su corazón parecía estar dividido, ella sabía perfectamente quién podía raparlo y con quién podía hacerlo uno, y por eso se dejaba guiar por él en esa pieza de baile.
Todo iba perfecto, nada podía arruinar la belleza que todos los presentas aportaban. Pero el poder es sigiloso y peligroso, es impredecible y acecha a la felicidad.
Leurie comenzó a perder el ritmo, no a causa de cansancio ni de aburrimiento, sino a causa de su inoportuno derroche de poder. Imágenes rondaban su mente, y eso la hacía tambalear presa del miedo, pues estaba teniendo una premonición que se estaba saliendo de control. Se detuvo, abruptamente.
El llanto de una pequeña niña inundaba el recinto de su mente, mientras un lago se mostraba en la oscuridad de un bosque desierto. Veía hombres de negro, veía gente corriendo, veía fuego, pero no había otro sonido que el llanto de la bebé.
Leurie estaba impresionada ante la escena. Cada que daba un paso un nuevo cuerpo yacía frente a sus pies. Más fuego, más hombres de negro, pero no había rastro de la bebé. La desesperación la consumía, quería que su maldito poder cesase de torturarla, pues nunca había presenciado una visión tan espantosa y dolorosa como esta. Su cuerpo dolía, sus extremidades tiritaban, pero su consciencia le decía que fuera por la niña.
Pronto, los colores en el cielo comenzaron a cegarla, siendo consciente de que la muerte la rodeaba. Entonces cayó al suelo, de rodillas, a manos de uno de los humanos. Desesperada recordó a su amado, y con el corazón desgarrado lo vio allí, siendo atravesado por una espada de muerte. Su corazón se rompió, su vida se desmoronó, decidió que no había más camino que entregarse a la muerte. El hombre le dio final a su vida, pero antes de que su visión se cerrara pudo ver a la bebé siendo raptada, llevada por uno de esos desalmados...
Saliendo de su terrorífica visión, Leurie cayó al suelo, a los pies del amor al que vio morir. Estando tan asustada como era posible decidió dos cosas en su mente: jamás podría estar con él y mucho menos permitir que la vida se formara en su interior. Estaba segura de que la niña en su visión sería su futura hija, pero tendría que sacrificar tal regalo para evitar el dolor que seguramente padecería al crecer en soledad y bajo la posesión de los humanos.
Maxiano la levantó del suelo y le habló, trataba de hacerla volver a la razón, le decía cosas tranquilizadoras y le preguntaba qué pasaba, pero nada funcionaba.
—¿Leurie, que sucedió? —Su pregunta lo llevaría a escuchar palabras que romperían su corazón, pero eso él no lo sabía.
—No podemos seguir juntos. —Sin sopesar las consecuencias, Leurie emprendió camino hacia su habitación. En medio de sus rápidos pasos su corazón rugía, sus ojos lloraban a mares y su pecho se comprimía obligándola a respirar de forma inestable.
Al llegar allí azotó la puerta, pero lejos de encontrar calma, se sorprendió al ver a la mujer que la esperaba.
—Joven Cad, respire y déjeme hablar.
—Profesora Linos...
Megana hizo un ademán mandándola a callar.
La mujer lucía vivaz y hermosa, pero su espíritu era igual de frío y directo. Su poder era tan desmesurado que logró darse cuenta de lo que le sucedía a Leurie y lo que había en su visión antes de que acabara, y ella sabía exactamente lo que eso significaba.
—Siéntate, mi niña, y escucha. —Leurie hizo lo que ella le pidió, pues siempre había confiado en su poder y en su buena fe, la veía como a una madre, la que nunca tuvo—. Harás justo lo que piensas que no deberías hacer.
Leurie sabía que se refería a su visión, Megana quería que ella hiciera todo lo que llevaría a la destrucción del amor de su vida, de su hija y de su propia vida.
—No, Megana, no. No puedo, no puedo hacerles esto —medio decía entre sollozos.
—Sí. Te casaras son Maxiano y vivirán su romance hermoso y tendrán a su preciosa hija. Pero tienen que irse ahora. Resguárdense en una de las colonias y vivan una vida hermosa mientras puedan. —Megana frotaba la espalda de la chica, que desconsolada sopesaba la idea de la anciana—. Ya sabes lo que pasará, así que no habrá sorpresas. Lo único que tienes que hacer es darle vida a esa niña, traerla al mundo e irte de él sin temor, porque la niña está destinada a vivir, así que no la mates antes de siquiera nacer.
—Pero no entiendo: ¿por qué yo?, ¿por qué mi hija?, ¿por qué tengo que irme a una colonia?
—Las leyendas tiene que ser cumplidas, Leurie Cad. Cásate, conviértete en una Winters y dale vida a la próxima Psíquica Suprema. No por nada la casa Winters ascendió a sagrada hace años.
Leurie se sorprendió enormemente ante sus palabras. Si eso era cierto —que ella por supuesto confiaba en que sí—, su hija sería la famosa Mentioum, la salvadora de la raza. Le dolía, pero debía aceptar que su vida con Maxiano podía ser hermosa, incluso con su hija, pero que no valía nada a comparación de la vida de la Mentioum.
—Sé la madre de la salvadora, Leurie, y guíala en tu muerte. Ella seguro honrará tu memoria.
Una vez más por aquí, solo para traerles algo del pasado de la Academia.
¿Qué les ha parecido este extra?
Muchas gracias por seguirme leyendo 🤍✨.
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