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CAPÍTULO 8

Blake

Me despierto cuando la luz del sol, que se cuela por la ventana, se posa en mi cara, atropellando mis ojos y obligándome a abrirlos. ¡Maldita sea!, quisiera seguir durmiendo; la guardia de ayer no estuvo ajetreada, pero, aun así, no dormí en toda la noche.

Me levanto para tomar un baño. Abro la llave que da paso a la helada agua y me posiciono debajo de esta. Aún estoy conmocionado por la laguna que la situación de ayer me dejó. Es como si no hubiera estado presente en lo sucedido y, aun así, supiera qué pasaba. Y Amara. Juro haber visto sus ojos convertidos en dos faros violetas. Se veía realmente atractiva en aquella oscuridad, con una malicia rondando su ser y con sus curvas destilando sensualidad. Remuevo mi cabeza y dejo que el agua fría caiga en mi rostro para que borre esos pensamientos. Amara es una belleza, pero es una débil y patética humana.

Será mejor que acabemos rápido esta estúpida misión, porque no tengo idea de lo que sería capaz si los científicos se enteran de nuestra presencia. Seguro los rostizaría vivos sin ningún tipo de remordimiento, pero prefiero evitar las consecuencias que eso me traería con la Academia.

Salgo de la ducha y me visto.

Me dirijo al armario para tomar el dispositivo de comunicación e intentar una vez más repararlo, pues es bastante importante que desde la Academia nos informen de posibles objetivos y nos den coordenadas y demás recursos para llevar a cabo la misión. Resulta que, en medio de mis ataques de violencia, lo rompí por la rabia que inundaba mi torrente sanguíneo. Ni siquiera recuerdo qué fue lo que me enojo tanto para terminar dañándolo.

Llevamos alrededor de tres semanas, y solo hemos contribuido a que los campamentos se sigan abasteciendo de armas y drogas.

—¡Mierda! —exclamo con exasperación. El maldito aparato no está en su lugar. Levanto mi puño y lo estrello contra la puerta del armario, sin llegar a causarme daño.

Espero que sea Kaeil quien lo tenga. Pero algo me dice que otra persona más se atrevió a invadir mi espacio y robármelo. Si esto es así, significa que ya hemos sido descubiertos y que el tiempo llego a su fin.

Salgo de mi cuarto con dirección a la habitación de Kaeil, manteniendo las manos empuñadas de la rabia. Cierro de un portazo la puerta de mi habitación y bajo, ya que la habitación de mi amigo está en la planta principal. Llego a la puerta café y estrello mis puños con exageración para que la abra.

Kaeil entreabre la puerta y asoma su cabeza. Acto seguido, la empujo con rudeza para que me deje entrar.

—Hey, hey, calma —dice con las manos en el aire, como tratando de tranquilizarme—. ¿Qué sucede?

Ruedo los ojos mientras una sonrisa maliciosa crece en mi rostro.

—¿Qué sucede? —Suelto una risa carente de sentimiento—. ¡¿Qué sucede?! —Me altero y siento cómo las llamas comienzan a salir de mi sistema, siento el poder concentrándose en mis ojos que cambian de color y en mis manos que se encienden con el fuego en la punta de los dedos.

Kaeil corre a cerrar la puerta, temeroso de que alguien nos vea. Es ridículo, ya saben qué somos, no tiene que tratar de prevenir lo que ya no tiene remedio.

—Tienes que calmarte, vas a rostizarnos a todos vivos si no piensas con la cabeza fría.

—Alguien lo tomó, ¡alguien lo tomó y algo me dice que no fuiste tú! —grito haciendo que la llama crezca y se expanda por todo mi brazo.

—Calma, calma. —Kaeil se acerca a mí con cuidado y trata de tomarme del brazo, pero la llama crece y lo alcanza—. ¡Mierda! ¡¿Qué te pasa?!

Miro su mano y, efectivamente, está roja; no es grave, pero sé que le ha dolido. Poco a poco comienzo a relajarme y a inhibir mi poder haciendo que se resguarde tras mi piel, otra vez. Él tiene razón, no quiero rostizar a todos sin antes conseguir información. No quiero rostizar a todos sin antes saber si nos descubrieron o solo me estoy apresurando.

—Alguien tomo el dispositivo, Kaeil, ¿fuiste tú? —pregunto un poco más calmado, pero con la rabia arraigada en la superficie de mi piel y me temo que si pierdo el control de nuevo no me recuperare.

—No, ¿por qué tomaría el dispositivo?, se supone que tú lo arreglarías.

—Entonces alguien más se coló en mi cuarto y lo robo, seguramente mientras estaba en esa estúpida guardia —digo mientras tomo asiento en el borde de su cama para tratar de relajarme y que el fuego no vuelva a invadir el espacio.

—Perdiste el control Blake, no debería pasar.

—No me digas, no lo había notado, querido amigo —hablo con sarcasmo. No tengo ganas de que me recalquen mis errores.

—Somos soldados, no podemos cometer errores estando en la boca del lobo. Sabes que ellos tienen todas las armas necesarias para inmovilizarnos y usarnos como sus ratas de laboratorio —dice como si ya no lo tuviera claro—. No querría tener que dejarte atrás por un error, hermano.

—No serías capaz de abandonarme jamás. —Lo observo con diversión. Kaeil siempre ha estado a mi lado, es prácticamente un hermano. A su padre nunca le he agradado, siempre me ha menospreciado por mi rango, pero a Kaeil no parece importarle y eso nos ha unido aún más, su imparcialidad y lealtad—. Sé que somos soldados y estamos entrenados para evitar que estas cosas pasen. Pero sabes que mi explosividad nunca ha sido erradicada.

—Bueno, tienes que esforzarte más por mantener a raya esas emociones —resuelve sentándose a mi lado y palmeándome el hombro—. Y tienes razón hombre en llamas, jamás te abandonaría, ni siquiera por tu terquedad.

Sonrío y me levanto de la cama con la intención de salir de vuelta a mi habitación, tal vez haya puesto el dispositivo en otro lugar y lo haya olvidado.

—Ayer por la mañana vi que Mike subió, se me hizo extraño, porque no es frecuente que este allí, ya que su habitación está abajo —me informa y me detengo a escucharlo—. Pero ahora que mencionas esto, podría haber sido él quien entrara —termina y veo como el arrepentimiento arremete contra sus facciones.

Entonces la resolución me invade y llega junto a la ira y el deseo de matarlo.

—Ese imbécil va a ver que se metió con quien no debía —digo destilando ira en mi tono de voz, y, de pronto, siento la arremetedora sensación en la que mis ojos cambian de color y las llamas se arremolinan en cada rincón de mi cuerpo para ser expulsadas con violencia.

Antes de siquiera poner un pie fuera de la habitación o de que mi poder se libere, Kaeil me toma del brazo girándome hacia él y aprovecha que aún las llamas no alcanzan la superficie para proporcionarme un puñetazo en la cara que me aturde, ahuyentando el acrecentado poder.

—¡¿Pero qu-qué te pasa?! —titubeo mientras llevo mi mano hacia mi pómulo, conteniendo el dolor repentino.

—Me obligaste a hacerlo, ¿o querías que te dejara salir convertido en un demonio escupe fuego para que nos expusieras frente a todos? —pregunta serio con los brazos en jarras sobre su cadera.

Rápidamente el enojo se esfuma siendo reemplazado por una risotada sonora que lo deja confundido.

—Pa-pareces tu abuela cu...ando se enoj-ja —medio articulo mientras las risas me siguen atacando.

Rápidamente suelta sus brazos dándose cuenta a lo que me refiero.

—Eres un idiota, Blake —dice y me pega otro puño en el pecho, esta vez menos doloroso—. Déjala descansar en paz, no la invoques.

—Pero soy tu idiota favorito —digo con fingida coquetería omitiendo la última parte.

Kaeil rueda los ojos, pero no puede evitar reírse de mi comentario.

Él es apenas unos centímetros más bajo que yo, ni se nota. Y, aunque nuestra estatura es similar, en el resto somos totalmente opuestos. Mientras mi piel es clara, un poco bronceada, él es moreno. Yo tengo cabello castaño oscuro y lacio y el suyo es claro, encrespado. Mis ojos son negros y los suyos verdes como los árboles, igual de oscuros. Yo poseo infinidad de tatuajes mientras que el solo lleva unos cuantos, en sus brazos, de plantas y otras cosas como símbolos y frases relacionadas a su poder.

Kaeil es un narcisista, pero en el fondo todos los somos. Entre él y yo, definitivamente yo me llevo la corona a la mierda más grande.

—No tienes derecho a robarme el rol, querido amigo, soy yo el bromista entre los dos —dice con fingida indignación.

—Si, y de los dos también eres el que se toma en serio las misiones. Yo, por el contrario... —Abro los ojos desorbitadamente y Kaeil se ríe—. Si no fuera por ti, estaría muerto —confieso con pesar.

De forma repentina veo como sus ojos cambian y su expresión pasa a ser una seria.

—No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

Entonces la rabia vuelve a mi sistema, pero tomo el consejo de mi amigo aquí presente y trato de mantenerme sereno.

—Tengo que enfrentarlo, si fue él quien lo tomo, entonces ya sabe quiénes somos, así que pelearemos con todo nuestro poder. Pero prometo no adelantarme a los hechos —asiente con más tranquilidad y listo para seguirme.

Comienzo a caminar en busca de Mike por toda la casa, subo las escaleras hacia la segunda planta, luego de haber buscado por toda la primera. Sin éxito alguno decido salir al patio trasero y luego de otro fracaso me dirijo al garaje y al frente de la casa. Nada. Vuelvo a la cocina donde vi a Miles reposar y decido preguntarle por el paradero de su jefe.

—¿Dónde está Mike? —pregunto, escudriñándolo con una mirada cargada de odio.

—¿Por qué debería saberlo? —escupe débilmente. Se ve terrible, demacrado y sudoroso. Parece que le dio alguna de esas enfermedades humanas. Se está doblegando ante el dolor, lo puedo ver en su mirada.

Resuelvo que Miles no es de mucha ayuda en este momento, así que decido esperar a que Mike llegue ya que obviamente no se encuentra en la casa y, al parecer, Miles no quiere decirme nada. Me giro y comienzo a caminar con dirección a mi habitación para descansar un poco, pero me detengo en seco cuando recuerdo que Miles no estuvo presente ayer durante mi guardia, tal vez cuando llegó decidio dirigirse a mi habitación y tomar lo que no es suyo.

Me devuelvo con la intención de molerlo a golpes hasta que me diga qué es lo que pretende. Lo tomo por el cuello y lo estrello contra la pared pegándole un puño en el abdomen que lo deja sin aliento.

—Q-qu-qué te pasa Jus... —No lo dejo terminar, lo suelto y cae desahuciado en el piso, arrastrándose como la basura que es su raza.

Tengo que contenerme en sobremanera para no romperle la cara y arrancarle la garganta, porque sin vida no podrá hablar.

—¡¿Qué carajos hacías anoche?!, ¡¿dónde estabas?! ¡¿Entraste y decidiste robarme en mi maldita cara?! —asevero mientras le sujeto el rostro obligándolo a mirarme.

—No... s-sé de qué hablas —responde con un susurro.

Mi paciencia está siendo testeada en este momento, y me temo que estoy al límite. Hecho el brazo atrás doblándolo con la intención de pegarle de nuevo, pero Kaeil, que había estado inmóvil, presenciando la escena, decide interrumpirme tomándome y apartándome.

—Calma, no te alteres, si lo matas no tendremos lo que necesitamos —dice de forma serena.

Asiento, incitándolo a que me suelte, pero sé que aún la ira corre por mis venas. Kaeil me suelta con cautela y yo retrocedo tratando de recuperar la compostura.

Acto seguido, me acerco cuidadosamente hasta Miles de nuevo.

—¿Dónde estabas ayer? —pregunto, esta vez más calmado.

—¿Por qué te lo diría? — Levanta el rostro tratando de hacerse el suficiente.

—Ahora mismo no te conviene jugar con mi paciencia, animal. —Le clavo una mirada afilada que no parece tener efecto en él.

Odio que me colmen la paciencia, y, teniendo en cuenta que no tengo mucha, este hombre acaba de terminar con ella.

—¿Ves? —hablo dirigiéndome a Kaeil—, este no me deja llevar las cosas en paz.

Miro a Miles sin expresión. Cuando está desprevenido me lanzo, pegándole una patada en las costillas que lo hace retorcerse en el suelo. Kaeil trata de acercarse, pero levanto mi brazo en señal de que pare, lo tengo bajo control.

—¿Ahora si te sientes inspirado para responder mi pregunta, o necesitas de otro golpe que te deleite?

Niega con la cabeza mientras trata de reincorporarse. Miles es un poco más viejo que Mike, unos cinco años más tal vez. Pero en este estado parece aún mayor, de repente su escualidez parece resaltarse y su rostro refleja cansancio absoluto.

—No puedo decirte donde estaba. —Me mira juntando las cejas—. Pero te aseguro que no estaba en casa, puedes preguntarle a quien quieras, cuando volvieron yo no estaba.

No quedo muy satisfecho con esa vaga respuesta.

—Y qué hay de todo el tiempo que estuvimos fuera, todos —hago énfasis en la última palabra para que se entere que no estoy de juegos.

—No entre a tu habitación, no tendría por qué hacerlo. —Rueda los ojos y yo vuelvo a preparar mi puño—. En serio, no entre, lo j-juro —termina mientras interpone sus flacos brazos entre mi puño y su cara, tratando de protegerse.

—Ya déjalo, es obvio que no fue él, mira el estado en el que está, no pudo haber matado una hormiga —me tranquiliza Kaeil.

Tiene razón, parece genuino cuando dice que no entró, y no estoy de humor para seguir con esto.

Ya sé que Mike es el responsable, no me cabe la menor duda. Por qué dejarle tal tarea a una de sus ratas si él puede hacerla perfectamente bien. Además, si sabe quién soy en realidad es obvio que no lo compartió con el resto, entonces solo queda él.

Salgo por la puerta trasera con la intención de alejarme. Escucho que Kaeil me llama, pero no le prestó atención. Prefiero explotar lejos de él y del caos que causaría frente a los patéticos mortales que habitan la casa.

No me detengo por unos cinco minutos en los que corro. A mi alrededor no se ve nada más que árboles y tierra, y siento que mi ira se sale de control. Me acerco a la dura corteza de un árbol altísimo y sin previo aviso descargo todo contra él, empuñando mis manos y lanzándole golpes violentos acompañados de gritos. Grito, rujo hasta quedarme sin aliento.

No es suficiente. No sirve. Todo es borroso, mi cuerpo entero lucha y siento cómo el control se resbala de mi ser, como el agua que se desliza en las cascadas.

Mis ojos comienzan a recibir pigmentación y percibo la llama surgir en la punta de mis dedos. Mi respiración es agitada y poco cuidadosa, haciendo que mi pecho suba y baje frenéticamente, mientras miro en dirección al árbol con la rabia impresa en mis ojos, como si con esto alguien pudiera morir. De repente estoy en llamas, mis brazos están envueltos en el familiar calor y no me puedo desprender del fuego. Grito y descargo todo mi poder contra el árbol que tengo al frente. Las llamas se extienden rápidamente al tiempo que vuelvo a conectar mis puños con la corteza aplicando más fuerza de lo que calculé.

No sé en qué momento todo a mi alrededor es fuego. Los árboles cercanos también se prendieron, y el suelo con sus raíces parecen querer escupir lava del centro de la tierra. Aún mis brazos están envueltos en llamas. La rabia quema mis intestinos. No puede ser que después de tanto no haya encontrado algo valioso, algo que me permita aniquilar hasta al último asqueroso ser que ose llamarse a sí mismo científico.

Miro al cielo, lo único que veo es humo. Todo está oscuro. Estoy atrapado en mi propia trampa.

No es hasta este momento en el que soy realmente consiente de lo que estoy haciendo. De forma lenta mi llama vuelve a encerrarse y mis ojos pierden su brillante color para volver al negro. Mi cuerpo está débil y tiembla, cayendo desahuciado junto a un árbol.

Pierdo la noción del tiempo y no puedo dejar de pensar en ciertos ojos grisáceos que me traen tanta tranquilidad. Ella me hace sentir que puedo flotar en una nube y no tener que preocuparme por los problemas, me hace pensar que puedo ser cauteloso y pensar tranquilamente, pero luego llega mi ira y las ganas de matar y todo eso se esfuma. Seguro es solo la calma tan típica que rodea su aura, tal vez tiene el mismo efecto sedante en todos los que la rodean y no soy yo el único que teme a caer en la adicción como si de morfina se tratara.

Me río suavemente al notar mis pensamientos. Apenas la conozco y ya me transmite algún que otro sentimiento, es realmente estúpido. Seguro solo estoy cansado y divagando en mis pensamientos, es imposible que esa humana me pueda ayudar en nada. Ahora mismo es el cansancio el que me tiene tranquilo, bajo ninguna circunstancia me dejare convencer de que ella, de ojos grisáceos y malditamente perfectos, sea la responsable de mis extraños y constantes cambios.

El humo del desastre que cause horas antes comienza a colarse por mis dos fosas nasales, ahuyentando la inconsciencia de mi dormir. Abro los ojos con cautela.

Un humano o cualquier otro Psyque, que no sea de mi categoría, probablemente estaría intoxicado en este preciso momento, gracias a la inhalación del denso gas; pero como estoy básicamente hecho de fuego, al menos desde mi alma, la intoxicación no es algo por lo que deba preocuparme.

Me levanto de forma suave siendo aún consciente del cansancio que le sigue a la semejante cantidad de poder que liberé el día de hoy. Miro a todo mi alrededor, notando la densa y oscura masa de humo que se forma sobre la arboleda, pero que cada vez parece estarse consumiendo en ella misma. Puede ser que al guardar mi poder, las llamas se extinguieran por sí solas, al no ser naturales.

Tomo el camino de vuelta a casa y después de un rato por fin alcanzo a ver el borde de la carretera, que está acompañado de un colorido atardecer. El rojo y violeta del cielo hacen una danza armónic, pero nunca se mezcla. Coexisten, se coquetean.

Violeta. Aquí, mirando el cielo que comienza a oscurecer, soy capaz de recordar el efímero momento en mi habitación ayer, cuando creí haber visto sus vivos ojos color gris mutar a una extraña tonalidad de violeta que la hacía brillar aún más. Y entonces la certeza de que la luna, aunque divina, no tuvo nada que ver con su belleza en la noche de ayer, crece. Me siento más seguro de que la luz no hizo ningún reflejo y que sus ojos simplemente mutaron mostrando su verdadero ser.

¿Pero cómo una humana puede mostrar semejante belleza, belleza que solo un alma pura sería capaz de transmutar?

Revuelvo mi cabeza y me percato de inmediato del calor que me rodea. Mis llamas se acrecientan y suben por mis brazos casi alcanzando mi cuello; como acto reflejo muevo mis brazos de forma frenética, mientras intento que mi mente me ayude a abrazar el poder dentro de mí. El fuego se extingue de mi ser; sin embargo, mi frustración no cede a extinguirse y, por el contrario, se crece. Tomo una inspiración profunda, dejando que mis brazos desfallezcan a mis costados, y sigo caminando.

Pronto veo la fachada desgastada de la casa, y mi deseo de partirle la cara a Mike me hace reemplazar mi expresión tensa por una pequeña sonrisa de malicia.

Entro y de inmediato me dirijo a buscarlo en la cocina.

—Blake —susurran mi nombre cuando estoy junto a las escaleras—. Aquí.—Me giro en dirección al pasillo y veo a Kaeil parado de forma ridícula en un intento por esconderse.

Ruedo los ojos, producto de mi exasperación, y me dirijo de mala gana a enfrentarlo. Veo que entra a su habitación y lo sigo entrando también mientras, cerrando a mi paso.

—¡¿Dónde te metiste todo este tiempo?! —Me mira con ganas de matarme y así me doy cuenta de que en realidad estaba preocupado, no es muy común que el más correcto de todos los Psyques quiera matar por puro deseo.

—Tranquilo, hermano. —Me rio con la intención de alivianar el ambiente.

—¿En serio todo te vale mierda? Te vas como si nada sucediera mientras yo me tengo que quedar aquí lidiando con el espectáculo que montaste. —Tiene el entrecejo fruncido y el rostro levemente rojo—. Te vas y ni siquiera sé a dónde. Pudiste haber reducido a nada nuestros esfuerzos en la misión —reprocha, mirándome con su conocida cara de decepción y coraje.

Mis risas se van y lo miro amenazante. Acaba de joder la poca paciencia que tenía. Kaeil es como un hermano desde que tengo conciencia, pero si hay algo que odio es que me tire en cara todo lo que él es y yo no, todo lo que se supone que debería ser. Por mucho que tenga razón, me niego a dársela. Es mi vida y no necesita meter sus perfectas narices en mis asuntos. No es mi padre para reclamarme como si hubiera roto algo. No lo necesito.

—Jódete. —Lo miro de forma fría y penetrante, dejando de esconder mis impulsos, y le doy la espalda agarrando el pomo de la puerta.

—La misión sí que se iba a joder —dice sarcástico.

Me colma la paciencia, así que con agresividad abro la puerta saliendo y dando zancadas que me acerquen a mi objetivo. Por suerte, el malnacido está parado justo en el umbral de la puerta de la cocina, por lo que llego allí rápidamente.

Mis impulsos más primitivos me inducen a poner un puño en su cara, y así lo hago.

—Dónde... —Le proporciono un puño en el pómulo derecho, mientras lo sostengo con mi mano izquierda, enrollada en su camisa—. Lo... —Otro puño que esta vez impacta en su nariz—. Tienes. —Otro puño sobre su cien.

Alguien me agarra de la camisa y me aparta de él, pero rápidamente me deshago de esa persona, aún sin saber quién es, proporcionándole un puñetazo en el estómago. Regreso a Mike que se encuentra tirando en el suelo.

Con toda mi fuerza le pateo las costillas y lo recojo del piso con ambas manos para seguir con mi hazaña en su cara.

Mike comienza a toser sangre, salpicándome.

—No s-se dé... —toma una pausa mientras recobra el aliento—, de q-qué ha-blas. —Sonríe de medio lado.

Impacto mi puño nuevamente en su cara y me ayudo de mi pierna, que también impacta contra su costado. Pero esta vez algo diferente me detiene, un agudo, pero corto grito.

—¡¿Qué es lo que te pasa, animal?!

Suelto a Mike y me giro lentamente, enfrentándome a esos ojos grises.

—¡¿Por qué le pegas así, bla...?! —se queda en silencio por un instante, acrecentando su cara de horror—. Idiota —Amara me insulta aún en gritos.

Veo que Kaeil se acerca corriendo, pero antes de que siquiera pueda llegar a mí, Amara se me abalanza abofeteándome.

—¡Contesta la maldita pregunta, ¿es que no tienes un mínimo de tacto para que te importe?! —pregunta y siento una vez más el odio arraigarse y apoderarse de mí.

Acaba de tirarme en cara exactamente lo mismo que Kaeil, y la odio por eso. No tiene derecho, ni si quiera me conoce. ¿Por qué me importa?

—¡¿Y a ti te importa mucho este maldito engendro entrometido?! —pregunto con un tono significativamente más bajo que el de ella, pero mucho más frío y calculador.

—¡Sí! —responde sin titubear—. Él no es un maldito asesino, un monstruo como tú.

Mi intento por mantener una expresión vacía y carente de emoción se desmorona cuando dice esas últimas palabras. ¿Cómo puede pensar eso de mí? Mi rostro se deforma mientras mis ojos destilan veneno, y mi entrecejo se arruga violentamente. Aun así, no puedo contener el deseo de besarla, justo ahora que se encuentra histérica, quiero que vea el monstruo que en realidad puedo llegar a ser.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por un cuerpo que, encima del mío, está devolviendo todos los golpes que hace un momento yo proporcioné. Ni siquiera me di cuenta de cuando caí, estaba muy absorto en el peso de sus labios que imaginariamente se posaban sobre los míos. Trato de defenderme, pero el moreno que golpee hace rato, en la mañana, no parece querer darme tregua.

Ahora mismo dista tanto de la imagen que proporcionaba hace rato. Ahora se ve fornido y su fuerza aumentó considerablemente, además, antes estaba muy débil y ahora parece recién levantado de un sueño reparador.

Después de unos pocos golpes más alguien lo aparta de mí. Enseguida me pongo de pie y me lanzo al cuerpo de Mike, alcanzando a conectar mi bota con su pecho de forma violenta, pero Kaeil me toma y me aparta.

—Amara, ven conmigo ahora —digo de forma cortante mientras me suelto del agarre de Kaeil.

Necesito que ella me comparta su calidez y calme mi interior que se revuelve como un tormentoso remolino. No es muy sensato, pero ahora no estoy para meditar las cosas. Simplemente ella es lo que necesito ahora.

—¿Por qué iría contigo? —dice en el mismo tono cortante, inflando su pecho y alzándose, queriendo parecer más alta, más desafiante.

—¡Porque te lo estoy diciendo, maldita sea! —pierdo los estribos una vez más y le grito.

No veo ningún movimiento de su parte que me indique que vendrá, por lo que comienzo a moverme en su dirección para llevármela, si es que ella no lo hará por su cuenta. No estoy pensando. Pero mi intento se ve frustrado cuando Kaeil me patea en las costillas, dejándome sin aire y me toma a la fuerza llevándome a su habitación.

—Si te mueves con la intención de volver, la siguiente patada ira a un lugar al que seguro no quieres que vaya —amenaza.

Miro hacia atrás con la intención de volver, pero la imagen que veo me impulsa a seguir adelante. Amara esta al pie de Mike, curándolo con un botiquín que no sabía que habían traído. ¿En qué mierda estaba pensando?

Finalmente entramos a la habitación y me tiro sobre la cama de Kaeil, con cansancio.

—Eres increíble, ahora si la misión se fue a la mierda. Todo por tu culpa, Blake.

Lo escucho, pero no me interesa responder, bastante tengo con que ya hoy me hayan reprochado dos veces como para aceptar una tercera.

—¡¿Es que no me estas escuchando? jodiste la misión, Blake y...

—Si escuche, pero no me interesa —respondo aún en cólera, levantándome de la cama y acercándome a él de forma amenazante—. Ahórrate el discurso de lo bueno y lo malo, ya me lo sé de memoria. Pero no me malentiendas, estoy seguro de que hay alguien que esté dispuesto a escucharlo y seguir tus divinos consejos. Sucede que yo no soy esa persona, obviamente.

Kaeil aparta bruscamente mi brazo.

—Eres el idiota más grande que ha existido, fallaste dos veces y seguramente esta vez la misión si se jodió. ¿Y qué, con Amara, te la quieres coger o qué? para que andes tras ella exigiéndole que te siga. —Si, lo acepto, parezco un idiota—. Estúpido no ves que pones en riesgo todo, nuestras vidas, por ejemplo, si es que cabe la mínima posibilidad de que eso te importe.

La rabia parece ser parte de mi sangre en este momento, porque sin ella no estaría parado empujando a Kaeil.

—¿Y ahora me empujas? —dice con las manos en alto—. ¿Quieres acaso caer más bajo?, porque en este momento solo veo lo que hace tiempo vi.

Tenso mis músculos ante la mención de sus últimas palabras, sé a lo que se refiere, ya caí muy bajo hace tiempo, hice cosas que nadie me podría perdonar. Pero Kaeil me perdonó, estuvo ahí y me ayudo. Mi mente distribuye el poco autocontrol que tengo por mi cuerpo y me relajo, sentándome de nuevo en la cama y llevando mis manos a mi cabeza resguardándome en ellas. Las palabras de Kaeil fueron como anestesia para mi locura.

—Yo...

—No tienes que decir nada, amigo, sé que lo sientes, te conozco —dice aún con un tono de reproche, pero su voz se ha suavizado notablemente.

Me conforta que al menos él sepa que no soy del todo lo que fui, que sepa que estoy tratando.

—Ahora en serio, cuéntame que fue eso.

—Pues necesitaba saber si él lo había robado o...

—No, sabes a lo que me refiero, ¿Amara?

Me paralizo por un momento. No sé, la verdad no sé; solo sé que la quería conmigo.

—No... sé

—Vamos, no por nada casi te vas a una tercera ronda de golpes solo porque querías que te siguiera, más aún después de que dijo lo que dijo.

—Aunque suene raro, ella me trasmite mucha calma, y mi subconsciente sabía que paz es lo que necesitaba, además, no quiero que ella piense todo eso de mí—me sincero, pues a él no le puedo mentir, no en esto. —Necesito saber que alguien me ve diferente, que no me teme, que no me conoce.

—Te entiendo, su aura es muy pasiva... —Veo que amaga para decir otra cosa, pero por alguna razón decide callárselo.

—¿Puedes creer que prefirió quedarse con Mike? Asquerosos humanos y sus estúpidas decisiones.

Kaeil se burla con una risa que me irrita.

—¿Te preocupa más que ella no te hablemque el hecho de que acabas de joder la misión? —Me mira con intriga y otra cosa que no puedo descifrar, como si tuviéramos un secreto.

—Si, bueno, hablando de eso... seguramente ya todos afuera deben saber que somos Psyques, así que prepárate para correr.

Comienzo a reírme restándole importancia a la situación, aunque seguramente tendremos muchos problemas en la Academia.




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