CAPÍTULO 33
—¿Quién carajos eres? —rechisto tratando de zafarme del fuerte pisotón que me mantienen inmóvil contra el barro.
—Níki Acatharti, un gusto —se presenta con desdén y superioridad—. ¿Crees que podemos hablar con tranquilidad? ¿Qué tal si te libero y conversamos de forma amena?
Entrecierro mis ojos con desconfianza y asiento de forma segura, a pesar de que planeo romperle hasta el último hueso de su cuerpo por haberme hecho esto.
—¿Qué me asegura que no explotaras como lo haces normalmente, Blake Laun? Tengo entendido que su impulsividad es peligrosa, pero yo lo soy más y no quisiera dañarlo.
—¿Cómo sabe eso de mí? ¿Cómo sabe mi nombre?
—No he venido solo por diversión, Blake. Te he estado observando, porque eres un objetivo muy importante para mí y el futuro que tengo planeado. —Comienza a levantar su píe, dejándome respirar con calma una vez más—. Pero no lo hice sola: Zlara Prontis te manda saludos.
Me estremezco al oír su nombre. Apenas comienzo a ser consciente de lo desaparecida que está Zlara desde que me interceptó para proponerme una estupidez de unirme a un grupo revolucionario sin sentido. Zlara no estuvo en CAVAN. Zlara lleva meses sin aparecer en la Academia, y eso solo puede significar que está con el grupo revolucionario, con esta mujer.
Me levanto con recelo, pero me propongo mantener la calma para no explotar.
—¿Qué quiere de mí? ¿Por qué la agresividad?
—De antemano sé que eres un revolucionario de alma, que naciste con el gen de la rebeldía, eso que llaman impureza. También puedo percibir que quieres liberarte, que quieres que la bestia que una vez corrió libre vuelva al ruedo. —Camina de un lado a otro, mareándome—. Por eso te propongo que te unas a mí, a nuestra nueva fuerza, a la nueva definición de pureza: el libre albedrío y el poder en su máximo furor.
El cólera me impregna dejándome casi ciego. Ella no tiene derecho a hablar como si me conociera, como si supiera a lo que me enfrento día tras día por mantenerme a raya, por no dejar que mis impulsos más primitivos me lleven a derramar la sangre que tanto debo defender, como soldado. Que me pida que les deje vía libre a esos demonios que pudren mi alma para beneficio de su estúpida causa es lo más vil y cruel que podría proponer, como si yo fuera algún tipo de arma contra mi propia gente.
—Esas personas no son tú gente, Blake. Ellos te aborrecen por tu pasado, te han juzgado y humillado llamándote impuro y marginándote. O se te olvidan los tortuosos días en una celda putrefacta.
El recuerdo calcina cada neurona de mi cerebro. Claro que rememoro aquellos días de infierno, cuando no era más que un perro sediento por libertad que se torturaba por lo que hizo, un fantasma que dejaba que su propia consciencia lo consumiera.
—Claro que lo recuerdo.
—Entonces no luches contra ti mismo, porque tú eres ese pasado macabro, eres lo cruel que va a gobernar, eres un futuro lleno de huesos y almas en el cielo.
—No tengo por qué escuchar o hacer lo que dices. Mucho menos tengo que unirme a una patética lucha de reprimidos que no aceptan sus rangos.
—¡Exacto!, ese es el propósito. ¿Por qué siquiera deben existir rangos? Somos todos libres, somos todos poderosos. —Eleva sus brazos haciendo más que claro su punto—. Quiero que te unas y luches por tus propios ideales, que derroquemos esa jerarquía inescrupulosa que consagra casas y rangos. Todos merecemos la igualdad, y la doctrina de la madre ya está muy obsoleta, es hora de que evolucionemos como la raza que somos, sin necesidad de un futuro borrascoso.
»Por años nos han inculcado que somos puros en el alma, pero son falacias y estupideces para incitar la Gran Guerra contra los humanos; en verdad todas las almas están condenadas a la eternidad, ya sea en su purgatorio o en paz, pero, mientras estemos con vida, el libre albedrío es lo que deberíamos profesar. Yo quiero vivir libremente, con mi gente. No quiero leyes que condenen a nuestros hermanos, que masacren familias y llenen los pasillos de corrupción. Queremos igualdad y paz, no una guerra destructiva que nos lleva a huir a las aldeas corriendo peligro.
Tienen razón. Por siglos la raza ha sido dirigida por la gran aristocracia del poder; los que somos invisibles en ese radar hemos tenido que sufrir las consecuencias. Pero no sé si podría hacerle esto a ellos, a Cassandra, a Kaeil. No sé si debería aceptar que mi lado malévolo se muestre y tome control de mí, porque sé que entonces ya no habrá vuelta atrás, entonces ya no tendré salvación y perderé el respeto por mi propia carne.
—No debería siquiera considerar tu propuesta —me sincero.
—No me des una respuesta ya, solo quiero que lo pienses —Afirma con afabilidad, suavizando su voz—. Pero, a cambio de esta crucial revelación, quiero que me ayudes con una pequeña cosa. Darte mi conocimiento sin nada a cambio sería un suicidio.
—¿Qué quieres? —Ruedo los ojos.
—Información. —Esboza una sonrisa maliciosa—. Estoy enterada de una reciente traición, un engaño que te afecta directamente.
Suspiro con pesadez. Lo último que necesito es que me haga hablar de esa bruja sin sentimientos que jugó con mi cabeza. Niego y retrocedo con la intención de marcharme.
—Ella es pieza clave en esto, Blake. Parte de derrocar a la Academia es derrocar a los científicos humanos. —Me detengo abruptamente ante esto, cuanto ansiaría derrocarla a ella y a esos malditos—. Ella te traicionó, te mostró que no puedes confiar en nadie más que en tus instintos. Si quieres saber su misión, es la de conquistarnos y eliminarnos a todos nosotros. Ella tiene el poder, ella es la clave para derrocar las ilusiones marchitas de la madre.
—¿De qué hablas?
—Desde el principio los engaño, ¿no es así? La misión de Amara Kinn o Lehia Winters es la de tomar control de todos los Psyques para conquistar el mundo entero.
—Pero el mundo es una simple bola de escombros.
—¿Quién te hizo creer eso? Su poder es el elixir de toda la vida conceptual, con ella podríamos consagrar un santuario impenetrable. Entrégame su vida.
—¿Por qué haría eso? ¿Qué me garantiza que no mientes? —digo aún dudoso.
Níki respira profundamente, cansada de la situación. Pero la paciencia la invade y continua con su relato.
—Yo podría ayudarte a encontrar a tu madre... —Me paralizo—. En mis filas tengo contactos, con mi ayuda ella regresará a ti.
Mi cuerpo entero tiembla. La veré una vez más, a la mujer que me dio la vida. A pesar del rencor que escuece en mi corazón, soy consciente de que palpita más rápido ante la mención de aquella mujer. Los impulsos me arrebatan consciencia, ya no soy yo, ahora soy un manojo de ansiedad que quiere conseguir su objetivo.
—¿Qué quieres saber? —me apresuro a preguntar sin titubear.
Su sonrisa victoriosa crece.
—Todo.
No me lo pienso dos veces, acepto con un gesto desesperado.
—Solo tienes que abrir tu mente, déjame ver a Lehia Winters en todo su esplendor.
Hago lo que me pide: le doy acceso fácil a mi mente, sin poner barreras ni resistirme. Quiero que entre y encuentre todo, que me despoje de ella. Rápidamente me siento invadido, experimento su bullicioso poder dentro de mi mente, buscando y haciendo añicos mi fuerza de voluntad. Es muy tarde para echarse atrás, si lo jodí entonces no tengo oportunidad de redención, como siempre me decía Cassandra.
Luego de lo que pasan como incesantes minutos, al fin soy libre de las garras de la mujer.
—¿Qué harás con eso?
—¿Conoces la leyenda Mentioum? —Asiento, es una tontería, algo fantasioso y sin fundamentos—. Es cierta, pero tenemos tiempo de prevenirla. Así no habrá obstáculo entre nuestra victoria y la madre farsante.
«¿Qué tiene todo esto que ver con Lehia?»
—¿Entonces? —inquiero con molestia. La leyenda Mentioum no es más que una falacia. No hay ningún salvador, no hay ningún psíquico supremo que nos salve de nada, porque nosotros podemos salvarnos de los humanos.
—La mataré. —Mi mudo se tambalea—. Necesitaba corroborar que era ella, así como saber la ubicación de los campamentos. La mataré y tu traición será pagada. Gracias por tan preciada información, Blake.
—¡¿Cómo que la matarás?! —pregunto tropezándome con las palabras, pues me agité de un momento a otro, con tan solo escucharla decir eso.
—Por favor, piensa en la propuesta. Contigo podremos derrotarlos y ganarnos el trono que merecemos. —habla rápidamente, aparentemente arrepintiéndose de lo que dijo. Comienza a avanzar, dejándome perplejo.
Me pongo en marcha tras ella y la tomo violentamente del brazo. Ella no la matará, no la dejaré.
—No te vayas, hija de...
Me paralizo con su mirada, literalmente. Sus ojos se han tornado violetas, casi rosados. Está usando su poder en mí y me ha dejado petrificado, sin poder mover ni un solo músculo. Solo puedo pensar: «¿qué me ha hecho?».
«—He llegado a tu inconsciente, inmovilizando tu cuerpo entero».
Me estremezco por dentro. Ella es como Lehia. Tienen el mismo poder. Pero Níki es mucho más experta en el control mental, no demoró ni un segundo en invadir mi mente y paralizar mi caminar. Asusta.
Sin darme tiempo a reclamar, se larga, dejándome en mi posición por largo rato.
¿Qué he hecho? La matará. La matará por mi culpa, por mi egoísmo y mi ceguera. ¿Qué tal si Antagon tiene razón y ella está sufriendo ahora? Incluso si ella me hubiera traicionado, la matará y me sentiré culpable por el resto de mi vida. Con su muerte no puedo cargar, no cuando siento lo que siento. Antes muerto que dejar que alguien la toque, aunque la tenga que odiar ella tiene que vivir para verme odiarla, para vivir el karma de engañarme, pero no tiene que morir, no si lo puedo impedir.
Si Níki dijo que su poder es capaz de combatir todo y darles un santuario, quiere decir que antes de matarla necesita tomar su poder, lo que la define como Mentioum, de ser verdad lo que dijo esta loca.
Horas después, por fin vuelve a mí la capacidad de moverme, pero el ánimo me ha abandonado desde que medí lo que hice. Todo por una mujer que nunca me quiso, que ni siquiera sé si me quiere ver. Una madre que no es mía, porque yo no tengo madre, nunca la tuve, solo a Cassandra. La venganza es tentadora y embaucadora.
Emprendo marcha devuelta a la Academia con un solo objetivo en mente: ir a buscar a Lehia antes de que Níki la encuentre. Ella dijo que necesitaba saber la ubicación de los campamentos, y yo como estúpido se la cedí. Dado que son secretos, y que ni siquiera el gobierno ha dado con ellos, solo la Academia en sus misiones había podido encontrar la forma de ubicarlos, pero ahora todo un grupo revolucionario que quiere asesinar a Lehia lo sabe.
Llegando a la Academia, corro hasta la habitación de Antagon, esperando encontrarlo allí. Acierto, está fundido en su uniforme que hace tiempo no lo había visto usar, y está empacado sus armas, incluida la gran espada de los Khamos.
—Blake, ¿qué haces aquí?
—Tenemos que ir por ella ahora —omito que están a nada de matarla, por mi culpa. No tienen que saberlo si llegamos a tiempo.
—Si, si, vamos en camino.
—¿Cuántos irán?
—Elektra, Quil, Rosa, Daerien y yo.
—Yo también.
Una vez está listo, bajamos al jardín delantero. En el lugar nos encontramos con los demás. Elektra nos informa que el helicóptero está listo, pero antes de poder emprender camino Nicolá nos interrumpe.
—Nadie saldrá de la Academia hasta nuevo aviso —estipula—. Son órdenes del concejo sagrado, por su seguridad. No dejaré que se pongan en peligro por esa traidora.
—No lo entiendes, inútil. Vamos a ir por ella ya mismo y... —me veo interrumpido por otra voz de autoridad.
—Está prohibido salir. Violar las reglas sería un atentado contra la integridad del legado de la madre, y por ende sería traición. —Se impone Cassandra.
—Pero... —el discurso de Quil queda al aire.
—El calabozo es su única opción si siguen insistiendo.
Nadie se rinde, pero Nicolá no se atreve a llevarnos a esas malditas celdas. Por el contrario, varios de sus soldados nos toman a la fuerza llevándonos a las habitaciones, donde somos escolados día y noche, sin poder salir y recibiendo alimentos como si de una cárcel se tratará.
La matará y es mi culpa.
Lehia
No sé cuántos procedimientos van. Me he desmayado tantas veces que mi cuerpo cosquillea a cada tanto. He sido testigo de torturas inhumanas. Lo primero fueron agujas, pero, lejos de ser lo peor, ese era un lugar seguro. Han abierto mi piel con cuchillos, tratando de medir mi agilidad de sanación bajo el efecto de la droga que me suministran constantemente. Han introducido tubos por mi boca. Han arrancado mis uñas y mi piel, y lo llaman experimento. Han probado químicos que calcinan mis cabellos y traspasan mi carne. Han inyectado diferentes sustancias que me hacen alucinar. Me han colocado diferentes máquinas de tortura, que emiten rayos electromagnéticos y láser.
Las muestras de sangre son recurrentes, pero el descanso es casi nulo. Por lo que dicen ellos, no llevo ni dos días aquí, pero el dolor es incesante. Desde que salí de la habitación no he vuelto a entrar.
—Ya volvió en sí, doctor —anuncia uno de los asistentes cuando ve mis ojos abiertos.
—Pequeña... —Se acerca a mi oído—. Lo estás haciendo muy bien. En treinta y un horas no has colapsado por completo. Los demás duran quince, a lo mucho. Otra muestra de que eres excepcional.
—Iniciando simulación de la mente. —Un contador comienza a enumerar, de forma descendente, los números del diez al uno.
—Suerte en está, mi Próta.
Mis sienes escuecen al sentir la laceración de mi piel, a causa de dos agujas gigantes que introducen dos tubos en mi cerebro. Me siento mareada, la vista se oscurece y me tiembla el cuerpo de frío. Soy consciente de la activación de mi poder, no sé ni cómo pueden hacer eso en contra de mi voluntad.
—Es maravilloso ¿no crees? Esta máquina se conecta a tu mente, por lo que tenemos total control sobre los órganos del cerebro y sus funciones; entre ellas, la función única de un Psyque para controlar su poder. —Se acerca a la puerta de la sala—. Así es, estamos dentro de tu mente, escuchando y viendo tus pensamientos. ¿Qué se siente estar invadida, Lehia? como tú invades a otros.
—¿Qué... se s-siente no... conseguir nada? —medio formulo mi pregunta, tratando de mantener mi espíritu intacto, a pesar de que siento cómo se desploma a pedazos.
—Oh, te equivocas. Explorando los sistemas de tu cerebro, podremos replicarlos y mejorarlos para acabar con la basura que son ustedes. —Sale dejándome sola en la fría y blanca sala, que lejos de sentirse como un lugar seguro y tranquilo, se siente como el mismísimo infierno.
Todo se activa provocándome un intenso dolor en la cabeza. Tengo la sensación de un gusano que se pasea por mi cerebro, buscando entre el, desordenando mis pensamientos. Soy consciente que una pantalla comienza a reflejar mis memorias, a medida que voy recordando sucesos. Ver las imágenes me causa también un dolor interno, recordar a Blake y nuestra relación, a mis amigos y las primeras veces que nos vimos.
El gusano en mi cabeza se choca con algo que no debería y de inmediato mi cuerpo se paraliza, haciendo que vaya perdiendo la consciencia de lo que sucede a mi alrededor. Me duele el alma y el cuerpo. Ya no aguanto con todas las heridas que me rodean y que escuecen sangre a cada nada, porque no logran sanar por completo.
Mi voluntad flaquea y dejo que la vida se me escape, dejando mi cuerpo, permitiendo que mi alama vuele por los cielos. Mis ojos se van cerrando, poco a poco. Ya no siento dolor, pero una tremenda euforia me corroe, es como si la adrenalina estuviera a punto de explotar a mi cuerpo.
Antes de perder todo conocimiento, veo a Antagon que me grita, que trata de alcanzarme, pero se desvanece en menos de lo que apareció, dejándome vacía y ciega. A lo mejor la naturaleza me llama, porque solo escucho sus dulces aguas y no veo nada. Si la muerte es está, me alegra que al fin me vaya a reunir con mis padres y con la niña que era.
Me despierto sin sentir mi cuerpo. Mi alma se siente pesada, arrastrándome a penumbras hasta el sótano del infierno, mi propio purgatorio por mis pecados de inocencia. Abro los ojos para comprobar si es como lo pintan en libros viejos: fuego y desastre. Pero me decepciono profundamente al ver unos ojos azules que me miran con desdén. Mi infierno está aquí en vida, porque si de algo estoy segura es de que muerta no vería a Colton Kinn.
—Canté victoria muy rápido.
Me río, al menos es un intento de risa, porque mi voz apenas y sale.
—Nun... —Mi voz se corta de forma abrupta a falta de saliva que humecte mi garganta—. Nunca ten-dras una vic-victoria completa... —consigo formular y levantar la comisura de mi labio.
—No todavía, pero estoy cerca.
Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de llenar mis pulmones de un poco más de vida, a pesar de que lo único que me rodea es muerte. Al abrir mis orbes nuevamente, voy siendo consciente de que estoy atrapada en el mismo cubículo en el que desperté para apreciar mi nueva desgracia. Estoy en la cárcel pálida, grisácea, poco iluminada que me hace sentir enterrada con vida, atrapada. Estoy atrapada.
Colton se levanta y, como de costumbre, se pasea con altanería por la reducida instancia, mostrando su supuesta superioridad que por debajo está manchada de insolencia y tortuosa arrogancia.
—Antes todo era más fácil. Los experimentos eran cortos pero eficientes. El dolor era mínimo y la satisfacción gigante. Todo estaba perfecto. Pero tú lo arruinaste.
Es cierto que antes no era tan malo. Sufría, pero tenía un propósito, una meta, un destino escrito y voluntad. La voluntad les dejaba camino libre, yo no me resistía por lo que no necesitaban hacer las cosas apresuradas. Nunca duré más de diez horas en una sala de experimentación, porque siempre había más tiempo. Nunca sentí lo que era estár al límite de la muerte, porque siempre había otro día para hacer pruebas. Nunca sentí mi piel arrancada, ni mi poder inhibido, ni mi mente desorientada, ni las alucinaciones. Ahora, a falta de tiempo y ganas, ellos se proponen drenar mi alma, experimentando de formas infernales. Ahora arrancan todo mi ser a pedazos, poco a poco, sin importar mi mirada de dolor.
—Tú... me sacaste d-de aquí. —Tomo aire para volver a hablar—: En todo caso, te lo... agradezco, fue tu culpa que yo encontrara la ve-verdad.
Suspira y se agacha, quedando a mi desgarbada altura.
—Teníamos que hacerlo. Yo no quería. —Levanta su mirada apagada, que me demuestra que tal vez si puede sentir—. Pero te di otra oportunidad, cuando huías con ellos, de volver —Se levanta y su semblante vuelve a ese estado de frialdad y desinterés. Él solo sabe actuar, lo ha hecho toda mi vida, no tengo por qué creer en sus vagas expresiones de dolor o antiguo cariño.
Recuerdo a Moore aquel día, tratando de disuadirme de partir, de convencerme de volver. Agradezco no haberlo hecho. Pero ahora no parece importar, porque estoy en el lugar al que siempre hubiera vuelto. Tal vez es cierto que ya no soy nada, tan solo un triste experimento, una supuesta salvadora de la raza que ha sido traicionada y no puede salvarse ni a sí misma. Un supuesto símbolo de unidad que solo quiere huir y dejar al resto calcinándose en ese infierno de la maldita vida.
—¿Qué me estás haciendo? —la insolente y absurda pregunta se resbala de mis labios. Ya no sé ni qué hacer o decir. ¿Pero qué se dice cuando estás muriendo?
—En cinco horas volveremos por ti. Los experimentos están lejos de terminar, pero soy consciente de que no puedo sobreexponer a la portadora de la profecía Psyque.
—¿De qué... hablas? —Lo miro confundida, sin fuerzas, como puedo.
—Veo que no te contaron. En verdad siempre has sido una leyenda. Siempre lo supe, pero ahora no hay duda. —Sale de la habitación—. Después te contaré cuál es realmente tu potencial, querida psíquica, sabrás lo que hubieras podido hacer de haberte quedado a mi lado.
El portazo me indica que una vez más estoy completamente sola, en silencio. Me asusto, porque lo que antes apreciaba como mi vida misma, lo que antes disfrutaba, ahora solo me recuerda que estoy cruzando la delgada línea de la muerte. La soledad me acorrala, ya no me acompaña, ahora me mata y me tortura susurrándome que así moriré.
Ellos no vendrán por mí. Soy una traidora. Moriré aquí sola.
En la celda contigua, unos gemidos cavernosos y lúgubres que auguran muerte me comienzan a atormentar, casi dejándome sorda. No quiero ni imaginar lo que le hicieron a ese Psyque. ¿Le cortaron alguna extremidad? ¿Le arrancaron la piel? ¿Lo despojaron de su alma?
Tantos años aquí, encerrada bajo tierra, escuchando los mismos quejidos y nunca me atreví a cuestionarlo. En qué mente cabe que alguien quiera ofrecerse como experimento para morir en torturas. Pero yo no pensaba en nada de eso. Dejé que ellos murieran, dejé que todos sintieran el terror.
Yo también fui torturada, pero lo consentía; yo fui maltratada y abusada, pero no le prestaba atención a mi dolor ni al dolor ajeno. Pero yo también fui torturada, y sobreviví por mis propios medios. No puedo dejar que me maten estando aquí, sola, olvidada.
Me propongo salir, como sea, pero salir.
Hago el esfuerzo de ponerme de píe, consiguiéndolo al tercer intento, y me mantengo en equilibrio caminando en círculos.
Megana me lo dijo, yo soy importante para la Gran Guerra Final, soy pieza clave de un rompecabezas sin inicio y sin final. No puedo dejar que me dobleguen o me amedrenten. Yo soy capaz, puedo con lo que sea. Puedo con mi propia mente, y si puedo con ella puedo con todo. Me venceré primero a mí y luego aniquilaré a los otros que en mi camino se crucen.
Abro los brazos, dejando que mi pecho se exponga. Cierro los ojos, pero abro mi alma, dejándole paso libre a mi poder que cabalga sobre mi corazón palpitante. El derroche de poder comienza a ser exprimido, casi hasta la última gota. Entro a mi mente a pasos agigantados, como si no hubiera un mañana. Pero aún no veo nada. Todo está negro, vacío.
«Yo puedo», me recuerdo.
Aprieto los párpados, consiguiendo que mi vista se comience a borrar con putos rojos. De mi mente aún no veo nada, pero no me rindo. Sigo intentando ver más allá de la oscuridad, ver algún valle, o tal vez un bosque, o una playa. Nada.
«Tú eres la espada que no se rinde, que no flaquea, la espada que aun estando en pedazos lacera el alma de sus enemigos en cortes perfectos y victoriosos. No te rindas, porque estás forjada del hierro que nace del centro de la tierra, del metal que llueve del universo, estás forjada con vida eterna». Me digo unas palabras que no parecen formuladas por mí, pero que me llenan de valentía y hambre de poder.
En mí mente todo es negro, hasta que ya no lo es. Mis piernas flaquean y caigo, pero mis rodillas jamás impactan contra el suelo, porque siento que mi poder me eleva. Estoy levitando sobre mis derrotas. Abro los ojos, tentada por la inusual experiencia, y casi me desmayo al ver que mi cuerpo, literalmente, vuela. Estoy totalmente envuelta en energía violeta que me aleja del pavimento oscuro, casi tocando el techo.
Una sonrisa me ataca, y no le peleo, le doy la fuerza para que se ensanche y con victoria me haga saber que lo estoy consiguiendo. Con mis ojos aún abiertos, me concentro en divisar mi consciente, incluso cuando los quejidos de al lado me bombardean la mente.
Y sí: «Al fin».
Un bosque profundo y oscuro me saluda con la familiar energía violeta que deambula dándole aura al lugar. La noche rodea los árboles, al parecer siempre es noche en mi mente. La luna se alza divina, penetrante, decorosamente perfecta, recordándome que su camino es también el mío. No hay animales alrededor, pero las plantas parecen cobrar vida. Algunas de color verde flotan, parecen algas; otras de colores fluorescentes rebotan gracias a sus anatomías redondas; incluso veo unas lindas flores rosas que lanzan una especia de puntillas a cada nada, pero sin lastimarme. Los árboles están respirando y el patrón de sus tallos va cambiando, escribiendo diferentes y nuevos pensamientos en mi mente. Hay tantos seres aquí que no logro divisarlos todos por completo. Es hermoso.
Cada cosa parece tener su función en la maquinaria de mi consciente.
Al mirar al suelo veo algunos caminos de agua y otros de sangre, caudales rojos y cristalinos que parecen asemejarse a las venas de mi cuerpo, pero que sé que refieren a otros pensamientos de mi mente. En mi forma astral me permito respirar y cerrar mis ojos, impregnándome del olor vegetal y fresco que me rodea.
Mi consiente es el lugar en el que soy libre, es la parte de mi mente que me permite ser quién soy, con todos mis matices y colores, con cada pensamiento y conocimiento, con todo lo que aparentemente me compone. En mi consciente soy yo. Gracias al consciente todos somos lo que somos, porque allí es donde vemos nuestra vida pasar, la mayor parte de ella, sin ser manchada por recuerdos o emociones, sino solo por decisiones y opciones, por pensamientos razonables y tontos. Es por eso que se me muestra este bosque: es mi esencia que no está influenciada por nada más que yo, un bosque libre e igual de extraño como lo soy yo.
Me dispongo a avanzar queriendo alcanzar el siguiente nivel, el subconsciente, descubrir todo aquello que guardan mis emociones y recuerdos.
Llego a un risco, un acantilado cuyo final es incierto. Al asomarme veo espinas, sangre, arbustos desnudos de hojas y muerte; escucho lamentos y gritos de ayuda, pero también escucho una melodiosa sinfonía que alude elegancia y alegría. Me siento confundida ante este extraño lugar. Parece estár colmado de muerte, pero no me parece muy aterrador, en cambio, es cautivador.
Haciendo caso omiso a mis cavilaciones, comienzo a darle forma al nuevo puente que me llevará más allá. Una vez que los hilos de energía están entrelazados, y bien formados —no muy fácilmente, a decir verdad—, comienzo a atravesarlo con angustia y ansiedad.
Una vez piso tierra firme —al menos es mi mente—, me doy cuenta de que hay una puerta en medio de la nada, por lo que decido entrar. Al atravesar el umbral, me acribilla la sorpresa. Es una sala de espejos, incluso el techo y el suelo con vidrios en los que mi cuerpo se multiplica de forma abrumadora. Todo comienza a tambalearse y a moverse, parece que un terremoto azota mi mente, porque los espejos se rompen deformando mi figura y haciéndome caer. Poco a poco todo muta, y ahora la blancura de un gran salón me ciegan. No me siento para nada bien al notar dónde estoy: sala de experimentación número siete, la sala que siempre he ocupado.
A esto me refería conque en mi consciente soy yo realmente, porque aquí, en el subconsciente, mis recuerdos y emociones influencian todo, por eso estoy atrapada en el pasado que ahora me duele por montones. Me giro y veo un cuerpo en la camilla. Es el mío, pero no tiene rostro, es un cuerpo inerte y desconocido, es la vieja yo, la que no sabía quién era de verdad. Quiero gritarle, azotarla y reprocharle que deje de ser tan tonta. Y lo hago, no me contengo al gritar mi nombre de forma aguda. Las lágrimas se resbalan, pero sé que solo es en mi mente, hace días me juré no llorar por esto más, y así lo cumpliré, solo la rabia de mi interior solloza.
Acelero el paso queriendo salir para encontrarme con mi inconsciente, pero todo esfuerzo se ve fracasado cuando mis huesos traquean, sacándome de mi ilusión.
—¿Te dejamos sola por cuatro horas y esto es lo que haces? —reprocha la doctora Flinch.
Rápidamente repaso todo y me encuentro con que estoy en el suelo, con los músculos adoloridos, las piernas rojas, y los huesos prácticamente temblando por el golpe. Ella me sacó de mi poder, ella no me dejó ver más allá
—Arruinaste lo que estaba haciendo, Flinch, necesitábamos saber hasta dónde podía llegar. —Moore se adentra en la instancia alegando con la mujer.
—No podía dejar que hiciera algún desastre. No podía dejar que consiguiera todo su poder. —Se dirige a Kinn que la mira con desaprobación.
—Moore tiene razón, necesitábamos ver más —afirma con fascinación.
Me siento débil y necesitada, y lo odio. Mi cuerpo se siente lánguido, mi mente está menguando y mi alma se siente frágil, pero no dejaré que ellos vean que mi corazón parece dejar de latir junto a mis pensamientos. Podrán ver mi cuerpo destruido, pero jamás mi voluntad, porque siempre ha sido fuerte, pero ahora está encaminada en otra dirección.
—Leer la profecía es una cosa, pero verla supera cualquier expectativa que podía tener —aclama Kinn de forma decorosa, mostrándose genuinamente sorprendido.
—¿Cuál profecía? —pregunta Flinch adelantándose a mí, que tengo la misma duda.
—Eres la Psíquica suprema, es cierto, eres la portadora de la leyenda Mentioum.
Me sorprendo al oír ese nombre, pues ya lo había escuchado y leído. Se supone que es el mensajero de la madre, la reencarnación de la naturaleza que porta los poderes que ella alguna vez tuvo. Pero yo no puedo ser eso, yo no puedo ser la cosa que los salvará.
«Los salvará, la pieza importante en la Guerra Final». De ser cierto, Megana se ha referido a esto todo el tiempo, aunque nunca me lo dijo. Entonces recuerdo la conversación que ella y Antagon tenían cuando lo conocí por primera vez, ella lo sabía, se lo dijo, pero no me permitió saberlo a mí: «No lo sabrá porque yo lo digo; yo sí sé qué es lo mejor, y ella debe descubrirlo por sí misma».
«Tramadora», pienso. Todo hubiera sido más fácil si me lo dijera.
—¿Y no te dignaste a decírnoslo? —Flinch se enoja, pero Kinn alza la mano quitándole importancia a su réplica, ordenándole que se calle.
—No hay tiempo para tus dramas. —La mira como si fuera transparente, no le importa ni ella ni nadie—. ¡Tráiganla!
De inmediato cinco guardias entran a la instancia, con dificultad por el espacio, y me toman con fuerza sacándome a rastas de la habitación.
—¡Suéltenme! —reprocho con la poca fuerza que me queda—, ¡suéltenme o lo lamentaran!
Mis demandas son en vano, en menos de lo que a mí me tomaría dar un respiro, ellos ya me están atando a la camilla. Me siento inútil. Si es cierto eso de que soy la Mentioum, entonces soy un completo fracaso al no poder con unos guardias que ni siquiera son Psyques, son simples humanos.
«Pero estás inhibida con la droga. Ellos te tienen controlada. No es tu culpa, tu podrás», mi consiente me tranquiliza con pensamientos positivos, pero no puedo evitar temer al ver mi situación. Un arma divina que está siendo doblegada a manos de los fariseos increyentes de mi capacidad.
—Comiencen. —Kinn se voltea molesto hacia la habitación de monitores, al ver que los asistentes no hacen lo que pide—. ¡Ya!
Todos están en aparente estado de shock por lo que sucederá a continuación, todos menos yo que estoy a ciegas.
Unos aparatos para nada bonitos se acercan a mi cuerpo. Tienen unas pinzas, parecen robots poseídos por las ganas de asesinar. Me sorprende ver que las esposas que me ataban a la camilla se liberan, pero antes de poder pensar en escapar, los robots agarran mis extremidades y comienzan a torcerlas y jalarlas. El hueso de mi rodilla truena y se desencaja. Al ver mi pierna noto que está toda torcida y que parece una gelatina. El dolor me acribilla, como si un millón de cuchillos estuvieran siendo enterrados en mi carne.
—¡¿Qué me estás haciendo?! —grito con todas las fuerzas que tengo, casi si entiendo mi vida resbalarse de mis dedos.
Otro hueso truena, esta vez el de mi brazo derecho que ha sido partido por la mitad. Grito, berreo, reprocho, hago todo lo que puedo por parar está maldita tortura que me acecha y me hace perder la cordura. Otro hueso, mi muslo. Siento el dolor desde adentro quemando mi alma. Mi pecho se infla y duele, cada respiro me toma un poco de la existencia, dejando manchas de dolor por todo mi cuerpo, al punto en que noto que el aire no entra de verdad en mi sistema.
Otro más: mi pantorrilla. No pienso nada, solo dolor, solo ardor y calcinación. Mi estomago gira dentro de mí, quiero vomitar y morir. Mi mente se apaga a momentos, pero no lo suficiente como para dejar que mi ser se esfume. Otro más, y otro, seguido de otro. No puedo más. Tengo por seguro que mi cadera está hecha pedazos, que mis piernas parecen de mentira y que mis brazos no se volverán a mover jamás.
Mi espalda truena. Esto es inhumano, una tortura que nadie debería ser capaz de pensar o maquinar. Huelo la sangre, pero no la alcanzo a ver, también la siento saliendo de mi cuerpo a borbotones, porque los huesos laceran mi piel, cortándola como si fuera un trozo de papel.
La desquicia sigue, ahora mi alma parece rendirse y por poco la veo salir, pero no sucede, no sucede porque Colton me inyecta con el suero naranja que aumenta mi dolor, pero quita las esperanzas de morir.
Pinchazos, girones, cortadas, dolores. Ahora mismo soy el cáliz vacío y roto, uno que no puede ser reconstruido, ¿cómo se supone que sane mis huesos y cierre mi piel? Me siento como la espada que se quiebra, pero no rompe a ningún enemigo. Soy falsa, ahora lo sé, mientras mis gritos inundan mis oídos y el dolor me hace querer perderme en mi ser.
—Te estoy llevando a la muerte, hija mía. Sé que volverás, pero tú alma me pertenecerá. Necesito que mueras y me entregues tu poder.
Está loco, es un maniaco, y yo soy una desahuciada en medio de un valle incoloro.
Más huesos que se rompen como mi espíritu que en forma de espada flameante se apaga y se vuelve polvo. No quiero vivir en este mundo ni un segundo más, prefiero morir e ir a la infinidad, a mi propio lugar, porque compartir el universo es mucho para mí que necesito la clave de la existencia misma.
No quiero vivir en este mundo ni un segundo más, donde todos me matan y me calcinan, me abusan, me humillan, me matan en vida. No quiero vivir junto a la sociedad que aniquila de verdad.
¡¡Siguiente capítulo para la maratón!! 2/4
Me costó mucho escribir este incesante sufrimiento para Lehia, créanme, no soy mala :(
¿Ustedes qué piensan de lo que le están haciendo, de lo que ella va pensando a lo largo de ese arduo camino?
¿Y la traición de Blake?
Todo anda mal para nuestra Próta; pero, hey, ya descubrió su verdadero poder, ese es su gran comienzo.
En fin. Dejen sus teorías y opiniones, me encantaría leer lo que piensan que va a suceder a nada de llegar al final.
¡Nos iremos leyendo, almas de este mundo🤍✨!
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