CAPÍTULO 3
Mike me dirige unas calles más arriba para alejarnos de la casa y encontrar privacidad. Nos adentramos a los escombros de lo que solía ser un edificio residencial y toma asiento en un sillón viejo y amarillento.
—No es lo mejor, pero aquí tendremos privacidad.
—No tengo problema alguno —digo con sinceridad mientras tomo asiento—. Supongo que ahora procederás a explicarme todo –, algo de irritación se cuela en mi voz.
—Los objetivos ya están infiltrados, entonces cuando llegues debes convertirte inmediatamente en Amara. Nuestros apellidos no salen a luz por temas de la organización, entonces no reveles información que no se te pide.
Hago un leve asentimiento para que continúe.
—Por ahora debes ganarte la confianza de ambos Psyques, pero no puedes dejarles descubrir que eres uno de ellos, ni a ellos ni a los demás en la organización. Solo puedes confiar en mí. —Sonríe de medio lado, gesto que me parece frío y calculador.
—Trata de sacarles información sobre cualquier cosa, trata de que confíen. No será algo fácil teniendo en cuenta que este plan no tiene pasos específicos a seguir, dada la poca información que tenemos. —Chasquea la lengua—. Piensa que tú eres la encargada de encontrar esa información para poder elaborar un plan que nos lleve al fondo de sus operaciones militares.
Me decepciona un poco el hecho de que mi padre me haya puesto en la posición de encontrar información y no de ejecutar misiones concretas; creí que tenían un plan elaborado, y basándome en lo que él dijo sobre la importancia de esta primera misión, me hace creer que tal vez mintió. No sé con qué motivo, pero sospecho que no confía plenamente en mí. Tal vez habían estado rastreando a estos dos objetivos desde hacía años, pero, de ser así, ¿no deberían tener más información sobre ellos?
De pronto recuerdo las carpetas que vi ayer con toda su información y el hecho de que había datos ocultos, al menos para mí. Esto solo hace que mis sospechas crezcan. Quiero pensar que mi padre confía en mí, pero debo admitir que nunca lo ha demostrado; la emoción de pensar que al fin iba a mostrarle lo valiosa que soy me hizo olvidar lo distante que siempre ha sido conmigo.
—¿No hay dudas?, ¡perfecto! —decide con entusiasmo.
—De hecho, sí. Tiene que ver con el territorio —confieso, un poco apenada. Él me mira expectante.
—Nunca he estado en el campo real, como seguramente ya sabes, y me resulta muy extraño ver que cerca al campamento todo era muerte, el paisaje era bastante desastroso, pero por acá hay mucho más color, incluso si todavía se ven rastros del desastre.
Su rostro es de pura diversión, como si estuviera hablando con una criatura desconocida.
—Los campamentos generan mucha contaminación, los químicos que liberan son nocivos en un nivel crítico, por lo que los alrededores están perdidos en la pudrición. Además, los pueblos y pequeñas ciudades están deshabitadas desde hace mucho tiempo, todo gracias a las atrocidades de los Psyques
Asiento agradeciendo su explicación. Es extraño que aún con las consecuencias de los campamentos se sigan llevando a cabo los experimentos; pero también es cierto que ese es el resultado del poder desbordado que nos dieron, y que esa destrucción será revertida cuando ganemos.
—¿No hay nada más que deba saber? —pregunto, esperando que alguna de las piezas del rompecabezas aparezca—. Digo, solo repetiste lo que ya sabía.
Por un momento su expresión se torna agresiva, condescendiente, pero con rapidez es reemplazada con una de reflexión.
—No lo creo —resuelve—. Todo es muy relativo y depende de ti. En tu habitación hay más armas y también ropa. —Cambia de tema rápidamente y sonríe.
—A lo largo de la misión te estaré guiando en algunas cosas, tal vez alguna tarea llegará a ti, pero recuerda enfocarte en la información y esconder tu naturaleza a toda costa. La violencia es el último recurso que quieres usar, ya que en el momento en que la misión se vaya al campo la oportunidad de recaudar información se habrá ido.
—Lo sé.
Reflexiono un momento sobre lo que me rodea, y no puedo evitar que la pregunta me atormente:
—¿Qué le ha sucedido al mundo?
Se ríe de forma sonora y me mira como si fuera el ser más ingenuo en la tierra.
—El mundo... —dice con media sonrisa—. Se acabó hace mucho más de lo que piensas, Tu clase ha acabado con estos pueblos y mucho más, con sus habilidades sobrenaturales han acabado con la naturaleza.
No tengo nada que decir, me siento culpable porque es mi raza la que ha destruido a la humanidad, pero debo recordarme que yo estoy aquí para remediar esos infernales errores.
Mike se levanta del sillón y me guía de vuelta por la calle hacia la casa de fachada color crema —más bien negra por el polvo y la grasa—. Tomó una bocanada de aire seguida de otra, porque ciertamente me encuentro nerviosa, pero me enfoco en igualar mis respiraciones y exhalaciones hasta volverlas en un compás casi musical y lleno de la paz que deseo transmitir. Cuando la puerta principal se abre solo veo oscuridad. Siento un poco de gusto ante la incertidumbre.
De cara a la ancha espalda de Mike avanzo, y a mi pasó la puerta es cerrada por un hombre de complexión delgada y de piel morena; tiene una cara increíblemente sería y en mis facciones parece reflejarse la misma expresión.
Llegamos al principio de unas escalas rectas, con la madera desteñida y delgada por el uso.
—Tu recinto está en la segunda planta. —Señala el final de las escaleras—. La habitación del fondo a la izquierda es la tuya, ahí tendrás todo lo necesario.
Lo miró fijamente unos segundos y luego recojo mi maleta para comenzar a subir. Llego finalmente a una puerta color verde militar, giro el pomo y me adentro. Todo es muy sencillo, una cama sin espaldar y con sábanas blancas, aparentemente recién lavadas; al lado de la cama hay una mesita pequeña de color café, que va a juego con un pequeño closet del mismo color y de tamaño perfecto para mis pocas prendas. Enfoco una puerta al fondo de la habitación, esta vez blanca, y resuelvo que lleva al baño.
Mientras descargo mi maleta sobre la cama me recuesto en ella y comienzo a pensar sobre Amara. No sé si se me dé bien actuar, pero no es que tenga que cambiar mucho de mi personalidad, se supone que soy una criminal, un soldado, la dureza y la frialdad es lo que se me ha enseñado y se supone que es cómo actúan esta clase de personas. No siempre hay una sonrisa genuina en mi cara, pero no puedo decir que soy infeliz; tal vez Amará pueda ser un poco más simpática. Pero en realidad no importa mucho, porque nadie me conoce, no saben de mi existencia, puedo solo ser yo, si es que en este contexto eso es posible.
Me levanto de la cama haciendo que mis pensamientos se esfumen, pero el nudo en mi estomago no deja de crecer. Me dirijo al armario y, justo como me informó Mike, aquí tengo todo lo que necesito: hay ropa muy colorida, y muchas otras armas que compensan que no haya podido traer todo lo que hubiese querido. También hay algunos productos de cuidado personal y en la parte de arriba hay algunas sábanas.
Decido salir de la habitación para buscar a Mike y conocer a los miembros; más importante aún, a los objetivos.
Cierro la puerta mientras me encamino por el largo pasillo del segundo piso. Cuando llego al principio de las escaleras, alcanzo a ver a un hombre parado al final de estas. Lleva una camisa negra y su cabello es castaño oscuro. Al parecer tiene algo entre sus manos, algún dispositivo que trata de hacer funcionar.
Tomo aire con la intensión de relajarme.
Me aclaro la garganta con fuerza para que él me escuche, y funciona; se gira en mi dirección y me quedo petrificada. Es Blake, el segundo objetivo, veintidós años, soldado de tropa A. La información que conozco pasa por mi cabeza como un relámpago. De inmediato guarda el artefacto y se concentra en mí.
Él se permite escanearme con sus ojos de arriba hacia abajo, para luego volver a subir. Esta acción me genera cierta incomodidad, así que para salir de ella decido comenzar a bajar.
—Soy Amara —digo cuando apenas me faltan unos escalones para alcanzar su nivel—. La nueva. —Me yergo demostrando confianza.
Me paro frente a él una vez estoy en el suelo y lo miro directo a los ojos.
La foto que estaba en la carpeta no le hace justicia. Es mucho más atractivo de lo que pude haber pensado; su quijada está bien marcada y su griega nariz es recta. Sus ojos son de un color negro intenso que parece nunca terminar, y su cabello lacio color castaño oscuro se extiende con gracia hasta su nuca.
Diviso el tatuaje que le rodea el cuello y confirmo que se trata de una serpiente que lo rodea. Sus brazos están descubiertos y veo que allí también tiene muchos tatuajes. Alcanzo a distinguir llamas de fuego, calaveras, símbolos que desconozco, dibujos a los que no les puedo descifrar la forma y frases que no puedo alcanzar a leer.
No puedo dejar de admirar su imponente figura.
—Justin —dice, haciendo alusión a su supuesto nombre mientras mantiene una expresión neutral.
—Es un gusto. — Le otorgo una sonrisa amistosa.
Él no parece prestarle mucha atención a mi comentario.
—¡Justin! ¿Ya conoces a Amara? Es una gran espía y está muy bien entrenada en combate. —Aparece Mike y se dirige a Blake, quién lo mira con incredulidad, quitándole peso a toda mi supuesta experiencia. —Tal vez te patee el trasero en un entrenamiento, ¿te gustaría apostar? —se mofa y Blake sonríe con altanería para luego mirarme.
—No parece muy ágil... —dice con sarcasmo—. Pero, en fin, tú reclutas a quien te venga en gana, no es mi asunto. —Se retira con un guiño.
Cuando solo estamos Mike y yo, me siento en completa libertad de rodar los ojos. Se cree invencible, con razón los Psyques tenemos semejante reputación.
—Ven, todos están reunidos en la cocina. —Mike comienza a caminar y lo sigo.
El temor de conocer a todas estas personas parece querer salir a pasear por mis intestinos, pero me obligo a mantenerlo encerrado.
—Siempre han sido unos cobardes —asegura un hombre.
—Deberíamos cargárnoslos a todos.
—Seriamos capaces de hacerlo sin duda, los superamos en número y claramente también en habilidades.
Por lo poco que alcanzó a oír de la conversación deduzco que hablan de algún otro grupo que está en contra de ellos.
—¡Cállense! —En la cocina hay ocho personas sentadas en diferentes lugares, y toda la atención allí se enfoca en Mike cuando esté les demanda silencio—. Creí que estarían más alegres de conocer a la nueva. —Me señala.
—¿Quién es esta exquisitez? —pregunta un hombre no más alto que yo, de cabello rubio. Me río ante su comentario.
—Es muy extraña —dice una chica de cabello rosa teñido, mientras me guiña un ojo.
—Amara. —Ensancho la sonrisa más encantadora que puedo poner en mi tenso rostro—. Es un gusto.
—Es una espía de alto nivel, experta en combate e inteligencia. Les recomendaría que no se metan con ella, pero sé que todos terminan haciendo lo que quieren cuando están calientes —dice Mike dirigiéndose especialmente al rubio, mientras su sarcástica expresión crece. Todos se ríen en compas, porque al parecer esa es una afirmación muy cierta.
No diviso al primer objetivo en la cocina.
Las personas aquí son muy diferentes entre sí. Hay solo tres chicas, la peli rosa que me guiñó, de piel pálida, una morena y una chica de pelo negro y rojo teñido. Por lo demás hay cinco hombres, sin incluir a Mike, y todos están en diferentes rangos de edad.
—Me alegra conocerlos a todos. —Imprimo amabilidad en mi tono, pero no cambio mi gélida expresión.
—No te preocupes, linda, no vas a estar muy sola con nosotros —dice un castaño con cuerpo de gimnasio para luego tirarme un beso en el aire.
—Ten cuidado Ethan, yo soy quien puso los ojos en ella primero —refuta el rubio.
—Eso no me preocupa, Carl, no eres competencia.
—Dejen a la chica en paz, cerdos —interviene la chica de pelo rosa—. Mi nombre es Valery y eres muy bienvenida a nuestro equipo. —Se acerca y me ofrece su mano—. Pareces letal, luego lo comprobaremos —dice con fiereza.
—Sin duda lo comprobaran —digo muy segura de mí misma.
—Bien, ya conoces a Valery, Ethan y Carl —me comenta Mike—. Ella es Lily —dice señalando a la morena—. Sarah. —Señala a la chica teñida de rojo y negro—. Ben, Charlie y Dante. —Señala a tres tipos callados en el fondo, uno trigueño, y dos morenos. No parecen muy amigables conmigo ni con nadie, así que desvío rápidamente la mirada.
—Deberían dejar sus idioteces de una buena vez. —El hombre escuálido que cerró la puerta cuando entré aparece en la cocina—. Depositan su confianza en ella muy rápido —dice con sospecha mientras arruga su entrecejo, dejándome ver que mi presencia no es muy placentera para él.
—Vamos viejo, tenemos que darle un cálida bienvenida —se queja Carl.
—Ah sí, él es Miles. —Mike señala al moreno y yo asiento con cierta desconfianza.
Este hombre me hace sentir que conoce mis secretos, que en cualquier momento va a revelarlos y toda la misión estará jodida, y eso que ni hemos cruzado palabras.
Tras Miles aparece Blake y el primer objetivo: Kaeil Magnum, veinticinco años, Fitoquinesis, oficial superior. Parece que los tres hubieran estado escuchando la conversación, pero no le doy mucha importancia.
Me dirijo hacia Kaeil con la intención de probar su carácter.
—Soy Amara, la nueva espía. —Levanto la comisura derecha de mi labio y ladeo la cabeza.
—Hola nueva, soy Henry —dice con una sonrisa ancha—. No serás uno de esos engendros de casualidad, ¿verdad?, porque tienes características bastante peculiares.
Me rio exageradamente, tal vez un poco más de lo que una persona cuerda debería, pero cumplo mi propósito, pues todos me ven de forma extraña. Como si estuviera loca.
—No creo que si alguno de esos engendros estuviera aquí estaría respirando. —Mi rostro se transforma deliberadamente en una mueca macabra y volteo a ver a los objetivos como si guardáramos un secreto.
No estoy segura de qué transmite la expresión de Kaeil, veo un auge de miedo, o tal vez precaución, pero luego me rio nuevamente y la tensión en el ambiente se esfuma.
Me doy la vuelta moviendo mi mano encima de mi cabeza como en señal de despedida, al tiempo que los objetivos salen del lugar. Pero antes de que pueda alcanzar las escaleras para acceder al segundo piso alguien toma mi mano.
Me volteo con tranquilidad y me encuentro con Carl.
—¿Carl, cierto? —pregunto, restándole importancia a que sé su nombre.
Él sonríe.
—El mismo.
Lo miro con expectación para que agilice su discurso. Él parece percatarse de mi impaciencia y prosigue.
—Nunca había escuchado hablar de ti... y créeme, conozco a muchos espías que colaboran con los campamentos —dice como si estuviera confesando algún crimen y al mismo tiempo interrogándome por uno.
—Soy muy buena, tanto que ni siquiera tu podrías seguir mi rastro —resuelvo guiñándole un ojo para que me crea.
Me mira con inquisición, debatiéndose en si hacer alguna pregunta o no. Parece desistir de la idea y por el contrario sonríe con coquetería.
—Así me gusta, rodearme de los mejores —dice con superioridad—. Así que, ¿qué edad tienes?
Suelto una risa suave, un poco forzada, pero trato de que suene lo más natural posible.
—Eso es información clasificada. —Sonrío de medio lado.
—No es problema si es nuestro secreto, yo tengo veinte.
—Gracias por la confianza —digo mientras hago que mis labios se presionen en una línea.
—¡Hey! ¿Qué haces, Carl?, te dije que yo le hablaría primero.
—Eres muy lento, Ethan, no me importa.
Me deshago del agarre de Carl, puesto que no me soltó durante la pequeña conversación y este ni se da cuenta.
Decido comenzar a subir las escalas con rapidez, antes de que esos dos se percaten de que me fui y me sigan. Cruzo por el pasillo a toda velocidad hasta llegar a mi puerta y cuando estoy allí miro atrás y veo cómo Blake me mira con diversión y confusión. Se asoma por las escalas y su expresión cambia a una de resolución.
—Ya veo tu afán —dice con lástima.
Yo solo alzo los hombros y me río para luego adentrarme en la habitación.
Finalmente sé que descansaré cuando mi cabeza cae en la almohada. No sé qué pensar de lo que está sucediendo, no me siento muy convencida de estar haciendo lo correcto. Siento que mi padre me mintió en muchas más cosas, cosas más trascendentales que la simple apariencia del exterior, y eso no me gusta; se supone que debería haber confianza entre ambos, que debería haber una comunicación más asertiva, pero supongo que ser un científico que tiene que ver todos los días a una hija producto de una mujer que amó y que le traicionó no es algo fácil para nadie.
Sé que no debo decepcionar a mi padre, esta es mi oportunidad de mostrarle que puedo ser la heredera de todo su conocimiento, de que soy digna de todo lo que me ha dado; pero no puedo evitar sentir la traición quemando bajo mi piel, la ansiedad y el miedo descendiendo por mi garganta. Siento que faltan un montón de fichas en un rompecabezas que yo no estoy armando, pero del que soy parte.
Blake
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