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CAPÍTULO 26

Por fin la semana termino, y no puedo estar más agotada. Durante las clases con Antagon repasamos la historia del mundo y de la humanidad, sus guerras y sus aciertos, porque, quiera o no, la historia de la humanidad es también la historia de los Psyques; a pesar de todo, siempre hemos vivido junto a ellos en este gran mundo. Me sorprendió saber que desde siempre el ser humano ha resuelto todo con violencia, como si matar fuera la única respuesta, aun así, ha llegado muy lejos, cosa que parecería imposible. Tal vez el dicho de que hierba mala nunca muere es cierto, porque al revisar las salas de historia en la biblioteca, me di cuenta de tantas catástrofes que azotaron a la sociedad por su propia mano, e incluso, la más reciente, la guerra nuclear que acabo con el 90% del planeta. En ninguna se extinguió su raza, pero cada vez parecen acercarse más a eso.

Mis entrenamientos con Megana para fortalecer mi poder y mi mente no parecen dar frutos: me canso muy rápido al tener que intentar acceder a su mente, y, claramente, aún no consigo ni descubrir la mía. Me lleno de impotencia al ser consiente de todo el camino que aún debo recorrer, porque incluso un chico que esté en escuela especializada es más útil que yo. Ella constantemente me recuerda todo lo que se supone debería hacer, aprender a entrar a la mente de múltiples psyques sin ser detectada por ellos y sin que me delaten mis ojos, camuflaje... En conclusión, suena imposible. Me siento pérdida, y no logro entender cómo es que mi mente está tan limitada cuando creí tener total control de ella.

Por otro lado, los entrenamientos físicos han estado cada vez más exigentes. Por órdenes de Megana, son mis amigos los que me entrenan constantemente, sin embargo, le agradezco enormemente a Blake, porque a pesar de que en los últimos días ha estado muy ocupado, siempre saca unas horas para ayudarme a avanzar. Y es que aquel día que tuvo que asistir a la reunión con el concejo táctico, le anunciaron que sería parte de una nueva misión que comienza mañana, por lo que ha tenido que correr de aquí a allá para preparase, mientras recibe ordenes e información.

El día apenas está comenzando, pero no quiero hacer nada más que quedarme en cama junto a Blake. La mayoría de la semana me he quedado en su habitación después de las largas jornadas en las salas de entrenamiento. Lo único que debo hacer hoy es ir a la cena que preparará la madre de Quil y Kaeil, Blake también está invitado, pero eso será por la tarde, no hay afán.

—No quiero que vayas a esa misión —digo haciendo un puchero que lo hace sacar una sonrisa.

—Tengo que ir, no importa cuánto te vaya a extrañar —afirma mientras pasa su brazo alrededor de mi cintura—. Aunque vendré algunas veces y así nos podremos ver.

—Lo sé, pero serán varios meses... Me encantaría ir contigo.

—A mi no.

Me giro para fulminarlo con la mirada.

—¡Ah! Entonces no me extrañaras tanto como dices.

Se ríe suavemente.

—No es eso —asegura y pasa sus nudillos por el contorno de mi rostro—. Es solo que no quiero que tengas que volver a esos malditos campamentos, y mucho menos por tanto tiempo.

—Mjmmm —articulo.

—Es en serio.

—Igual tengo muchas cosas que hacer —digo de forma condescendiente solo para molestarlo, pero rápidamente él queda encima de mi apretando mis muñecas.

—Mmm no, no —dice suavemente mientras niega con su cabeza—. Sé que pensarás en mí todo el tiempo, primor. Lo sé, porque yo no dejaré de pensar en ti tampoco —asegura con un tono casi inaudible que me hace remover, presa de un escalofrío.

—No creo que vaya a pensar, en lo absoluto, en ti —digo para alargar el chiste, mientras giro mi cabeza hacia un lado escapando de su profunda mirada—, quiero decir, hay mejores cosas en las que perder mi tiempo...

No logro terminar mi frase cuando su mano toma mi rostro para plantar un beso en mis labios.

—Ambos sabemos que es tu forma favorita de perder el tiempo.

No me da tiempo a responder cuando se levanta de la cama dirigiéndose al baño.

—¡Hey! —grito indignado—. ¿A dónde vas?

Su sonrisa crece mostrándose victorioso, y yo me abofeteo mentalmente. Aun así, vuelve a acercarse lo suficiente para dejar otro casto beso.

—Tengo cosas que hacer —dice con simpleza imitando mi tono de hace unos momentos.

Arrugo mi entrecejo, es un idiota. Mi siguiente movimiento es mi puño dirigiéndose a su pecho.

—No hagas eso.

—¿Qué?

—No te hagas el desentendido, Blake.

—No sé de qué hablas —asegura con una sonrisa ladeada y una mirada juguetona.

—Jugar conmigo de esa forma.

—¿De qué forma? ¿De está? —dice mientras se va acercando más a mí.

Sonrío al ver una pequeña oportunidad para cambiar los roles y ser yo la que lo saque de quicio, pero entonces amaga con levantarse arruinándolo todo.

—Eso sí que no —afirmo y lo tomo del cuello haciendo que caiga sobre la cama para entonces ser yo la que está encima—. Yo gano.

—¿Y qué ganas? —inquiere en medio de su sorpresa con una sonrisa socarrona en sus labios.

—¿Qué me merezco?

—Todo.

Rápidamente su cuerpo se levanta queriendo volverme a hundir en la sabana, pero soy más rápida y ejerzo la fuerza necesaria para evitar quedar de nuevo a su merced. Sin embargo, ambos fracasamos arduamente en nuestros intentos y terminamos en el suelo.

—Mi-ra lo que hicimos —dice en medio de una risa que me contagia.

—Eres un intenso, Blake.

Él rueda sus ojos y yo no puedo respirar bien cuando la risa se intensifica, haciendo que me ponga colorada.

Al cabo de un momento al fin suspiro tratando de volver a llenar mis pulmones de aire. Sus brazos me rodean aun estando en el suelo y nos recostamos en el borde de la cama con las piernas extendidas.

—Nunca había estado tan... tranquilo —confiesa.

Lo miro buscando sus ojos y los encuentro perdidos en la pared, por lo que tomo su rostro haciendo que me mire. No sé muy bien qué decir, por lo que lo abrazo de forma protectora hundiendo su rostro en mi cuello a la vez que sus brazos también me rodean.

—Gracias.

—No tienes nada que agradecer, no me cuesta estar así contigo —afirmo—. Tú me complementas, así como yo lo hago en ti.

—Exactamente.

Nos quedamos en la misma posición por un largo tiempo, su respiración es calmada y suave, pero sé que sus pensamientos no lo son.

—¿Puedo preguntar algo?

—Mjmm.

—No te enojes.

—No me voy a enojar —susurra.

—Hace días encontré unos papeles en tu escritorio y... los leí.

De inmediato alza su rostro para mirarme con sospecha.

—¿Qué papeles?

—Algunos escritos...

—Poesía —resuelve.

Asiento esperando su furia, pero, en su lugar, su mirada se torna oscura y melancólica.

—¿Te pido mucho si te digo que me leas alguna?

Su mirada es dubitativa ante mi petición; parece querer decir un rotundo no, pero se levanta derrotado y se dirige al escritorio. Vuelve a mi lado con un solo papel en mano.

—Hechicera gris apareció
cuando la luna me atrapaba entre sus redes,
cuando me apresaba y retenía.
Hechicera gris apareció
y con el pretexto de salir de la noche
me hipnotizo
y me convenció de engañar a Selene.
Y así fue, así lo hice:
con esa hechicera traicionera me fui
me envolví en su mañana y su color
engañe a mi vieja amada para en ese gris vivir
y traicionándome me salvo,
me salvo con un beso
esa diosa hechicera
me salvo con la mirada amoratada
me saco de mi infierno
lo absorbió
y lo absorbe con sed y fulgor
me absorbe y me escupe
me tiene en su interior
y al siguiente día me tiene rogando por otra mirada a su color.

Hechicera del día
que de la noche me rescato
hechicera grisácea
que con violetas me regocijó.

Mi pecho está agitado sin siquiera correr, y mis ojos lo miran con una sonrisa. Es verdaderamente hermoso lo que en ese papel plasmó, me siento aludida y halagada, querida, adorada. La duda se cruza en mi cabeza, a pesar de que sus palabras parecen ser obvias, pero, lo cierto, es que no puedo ni llegar a pensar que sus palabras sean para alguien más.

Su vista se despega por fin del papel y me mira con ojos cansados.

—¿Qué te parece? —pregunta con suavidad e inseguridad en su tono.

Mi sonrisa se ensancha ante su pregunta, tal vez estoy tan conmocionada que mi expresión lo hace perderse en mi reacción, así que me dispongo a responder:

—Es hermoso, Blake, no sé cómo poner en palabras el sentimiento y la emoción que escucharte recitar esas líneas me hace sentir —aseguro con sinceridad—. Es... primoroso.

Sus labios se curvan de inmediato, ante mi respuesta, y coloca su mano sobre mi pómulo acariciando mi rostro.

—Es curioso que digas eso, primor, porque tú eres esa diosa hechicera que de la noche me arrancó, eres esa primorosa inspiración.

A pesar de que la idea ya estuviera en mi mente, oírlo de sus propios labios me eleva a una altura imposible y me hace caer desde allí, sintiendo la presión en mi pecho y garganta a la falta de aire que me despierte de este sueño profundo y encantador.

No dejo que el tiempo pase más, y me lanzo a sus labios en busca de sus tiernos besos; solo que está vez no recibo ternura por su parte. En su lugar, recibo todo lo que ese poema escondía, recibo ese misterio y esa oscura pasión, recibo su infierno lleno de fuego y oscuridad en un beso que me deja sin respiración.

—Me siento halagada —digo cuando nos separamos y mis labios se curvan hacia un lado.

—No fue difícil escribirte.

—¿Cuándo lo hiciste? —pregunto en medio de una risa.

—La noche que Cassandra nos... interrumpió.

Ante el recuerdo es inevitable no sonrojarme, evocando la vergüenza de mi primer día en la academia.

—Qué... conveniente momento.

La risa de Blake inunda la habitación, lo que causa que me olvide, poco a poco, del sentimiento de pena.

Pasan los minutos y nuestras respiraciones se comienzan a compasar en medio del perfecto silencio, mientras permanecemos abrazados el uno al otro. Estar en total sigilo siempre hace que mi mente comience a maquinar de todo, en parte es por lo que me gusta la soledad. Sin embargo, siempre hay lugar para que mi cabeza piense en cosas no tan lindas, y, al parecer, está vez se quiere empeñar en alimentar mi duda.

—¿Confías en mí? —suelto la pregunta de repente, lo que causa que él se remueva buscando mis ojos.

—¿Por qué lo preguntas? —inquiere con lentitud, cautela y recelo.

—Solo... necesito saber si mi confianza ciega hacía ti en verdad es correspondida. Aunque siempre he sido transparente —confieso implorante por su respuesta.

Blake alza las cejas como si no pudiera creer mi pregunta.

—Es más que obvio, Lehia. Por su puesto que confío en ti, tengo más razones para entregarte mi vida entera y saber que la cuidaras —explica con suavidad mientras acaricia mi cabello llenándome de tranquilidad.

—Bien —digo dejando que todo el aire que estaba conteniendo salga—. No puedo evitarlo, es todo.

—¿Qué cosa?

—Dudar sobre tu confianza. Yo acepte estar en la penumbra respecto a ti, y lo acepte solo con la esperanza de que algún día te abras a mí, que me muestres tu alma y no solo tu fachada y tu cuerpo. Pero, una vez más, te escondes dándome solo la parte de ti que tiene que ver conmigo, leyéndome un poema sobre mí.

Blake sonríe pesaroso y se levanta de a poco, tendiéndome la mano para que lo imite. Una vez de pie me envuelve en un abrazo y besa mi cabeza.

—Tengo que irme a preparar algunas cosas para la misión.

Pensé que mi día se resumiría en dormir al lado de Blake, pero aquí estoy: peleando contra él en una de las salas de entrenamiento. Después de salir de la habitación, fuimos a almorzar y luego llegamos a la sala de entrenamiento para que Blake se acople a lo que posiblemente tendrá que enfrentar, aunque es más por mí, para que siga avanzando; por eso, hicimos que las computadoras proyectaran a nuestro alrededor el campamento tres.

—No querrás rendirte ya, ¿verdad?

—¿Ves esto? —le muestro mis brazos llenos de moretones—. No me rendiré hasta que te haga lo mismo a ti.

—Mmm, entonces te haré otras cosas para que me toque recibirlas también.

—Tal vez en otro momento, amor —digo, y aprovecho su distracción para barrer sus pies y que caiga al suelo. Acto seguido, me agacho y le propicio varios puñetazos en el abdomen que lo hacen contraerse y girarse para huir de mis represarías.

—Qué tramposa, primor.

Alzo los hombros con suficiencia y corro hacia él con la intención de estampar mi pie en su abdomen, pero sus manos se enredan en mi pierna haciendo que caiga y me golpee la columna. Me levanto rápidamente, pero cualquier ataque que hubiera estado planeado, se ve frustrado cuando me atropella con su cuerpo, llevándome hacia la pared con fuerza y provocando que mi cabeza rebote y el dolor se extienda hasta mi cien.

—Estás atrapada... lo que significa que estás muerta.

Sonrío quitándole la razón. Impulso mi cabeza hacía adelante provocando que retroceda cuando mi frente colisiona contra su nariz. Aprovecho su aturdimiento y me dirijo a la mesa de armas para tomar un par de dagas.

—Atrapada, si... Muerto estás tú.

Blake sonríe coqueto y niega con la cabeza, a la vez que comienza a acercarse a mí. Cuando menos pienso, lo tengo frente a mí tratando de inmovilizarme, pero soy rápida y lanzo la daga hacia su cuello con mi mano derecha, pero él la detiene justo a tiempo y me arrebata la otra daga para hacerme girar y que mi espalda quede contra su pecho. Finamente, termino con las manos atrapadas entre la suya y con un cuerpo filoso contra mi garganta.

—Cómo decía... muerta —reitera mientras acaricia el lóbulo de mi orea con sus labios, como si estar muerta fuera lo más idílico.

Ruedo los ojos. Siempre encuentra la forma de desarmarme y subyugarme ante él. No he podido ganar ni una sola vez, y yo que pensaba que pelear contra Lily, en la antigua casa de CEPTIA, era lo más difícil que había enfrentado. No tenía idea.

—Bueno ya puedes soltarme, hiciste claro tu punto —resoplo con furia.

—No tienes que enojarte conmigo, preciosa.

—No estoy enojada contigo, estoy enojada conmigo —explico cuando me suelta.

Su sonrisa crece y la desesperación también lo hace en mi interior.

—¿Qué es tan gracioso, Blake?

—Hace calor, ¿no?

Lo miro incrédula. Claro, calor. La peor excusa para sacarse la camisa es esa, porque el calor no le molesta, ni siquiera lo percibe, a diferencia de nosotros los desdichados que no poseemos el inmortal poder del fuego.

—Claro... —digo con ironía cuando su pecho está descubierto mostrando sus líneas de definición, sus tatuajes y sus marcas.

—Es que me gusta verte enojada, te hace ver letal y sensual, primor. ¿No te gusta a ti lo que ves ahora?

Contengo las ganas de sonreír que me invaden, pero, por el contrario, arrugo más mi entrecejo apoyando mi cuerpo contra la mesa llena de armas letales. Mala idea. Blake se acerca como si estuviera acechando a su presa.

—¿Mentirás diciendo que no?

Me alcanza y me rodea con sus brazos acorralándome entre las armas y él. No sé cuál es más letal, pero seguro que él no me dejaría ilesa jamás.

—Me gustaría mentir, pero se me da fatal contigo.

—Lo sabía —dice, y se puede sentir cómo su ego crece por toda la habitación.

Desesperadamente atrapa mis labios y los obliga a danzar una vez más sin poder resistirme. Mis manos viajan a su pecho y se deslizan dibujando sus relieves por doquier. Su respiración se hace cada vez más pesada mostrando lo mucho que le afecta mi contacto, y yo no me quedo atrás, pues mi pecho sube y baja con frenetismo, casi como si el órgano que bombea mi sangre quisiera salir disparado hacia su cuerpo.

Las puertas de la sala se abren emitiendo un pitido por toda la sala, por lo que nos giramos en esa dirección. Elektra entra con el entrecejo fruncido, como de costumbre.

—Elektra...

—No quiero saber a qué iban a llegar —me interrumpe antes de siquiera saludar—. Blake, te necesitan en la sala del concejo táctico, y a ti también, Lehia.

—¿A mí?

—Si, así que acaben y salgan.

—Elektra, ¿por qué siempre eres tan inoportuna? —pregunta Blake con una sonrisa que exaspera a la pelirroja.

—Solo vamos.

Salimos de la sala, no sin antes apagar todo, y tomamos dirección a la octava planta. Sin embargo, en el camino Zlara nos detiene.

—Blake, vamos a hablar.

Blake la ignora y sigue su camino, por lo que Elektra y yo seguimos también caminando.

—Por favor, por lo que solíamos tener.

Nadie se detiene.

—Esto te interesa, Blake, es sobre tu época de...

—¡Cállate! —alega Blake mientras se devuelve hasta la chica.

—Por favor, es importante.

Blake parece estar deliberando su próximo movimiento, y cuando al fin se decide, toma a Zlara del brazo arrastrándola de forma brusca hasta el balcón.

Me molesta en demasía que ella sepa sobre ese pasado, sobre sus demonios, sus temores, sus acciones. Me molesta que, aun así, no se digne en contármelo a mí. La tonta esa lo sabe todo, pero tal vez la tonta soy yo que siempre está al margen de toda situación, que siempre me conformo con la media verdad. Elektra parece notar mi furia, porque coloca su mano sobre mi hombro tratando de calmarme, pero yo ya estoy muy alterada, no hay vuelta atrás.

—No la soporto.

—¿Alguien la soporta? No, nunca nadie la ha soportado —asegura la pelirroja.

Me recuesto en la pared y cierro los ojos.

—Es pasado, Lehia.

—Precisamente, es un pasado del que estoy totalmente desentendida.

Los minutos comienzan a avanzar, y mi desesperación hace estragos haciendo que mi pierna rebote y mi cabeza comience a divagar.

—¿Quieres escuchar? —propone con una sonrisa maliciosa.

La miro como si le hubiera crecido otra cabeza.

—¿Qué? esa una estúpida y no me sorprendería que tratará de enredar a Blake.

—¿Así que solo... los espío?

—Exacto querida, no es como si le fuera a afectar a la tonta esa, se lo tiene más que merecido y tu estarías ganando.

—¿Por qué me propones eso, Elektra?

Ella resopla.

—A veces estas cosas se hacen por los amigos, y dado que a ella no la soporto, no me pesa ayudarte a ti, a una amiga.

Sonrío con la intención de decir algo lindo que la moleste, pero enseguida levanta su mano.

—Si, eso dije, así que supéralo y no digas nada, porque fue muy empalagoso, incluso para ti.

Me río y asiento comenzando a caminar en dirección al balcón seguida de la ojiazul que me acompaña con cautela.

Comienzo a captar sus voces que suenan casi en un susurro.

—Tienes que hacerlo, aquí nadie da una mierda por ti —dice Zlara con desesperación.

—Eso no lo sabes.

—Ellos te necesitan, necesitan a ese asesino que sabes aún no ha muerto en ti. Yo te necesito a mi lado, Blake, estamos creando algo grande.

—Ya dije que no, Zlara, jamás traicionaría todo esto por una estupidez como esa, es prácticamente un suicidio.

—¿Y si no lo fuera? Estamos preparados.

—Ni siquiera sé de quiénes hablas.

—Lo sabrías si dijeras sí.

—Olvídalo, a ti si te queda bien traicionar, yo ya tuve mucho de eso.

—¡Espera!, prométeme que lo pensaras.

—Yo no hago promesas que sé que no voy a cumplir.

Sus pasos comienzan a resonar acercándose a nuestra posición, así que me devuelvo, casi corriendo, con Elektra a mi lado. Entonces veo a Blake caminando hacia nosotras con la furia destilando por cada uno de sus poros.

—Entonces podríamos comer todas juntas, ¿no? —le digo a Elektra para que me siga la corriente y que Blake no se entere de que lo estaba espiando.

—Si, yo le aviso a Rosa, tú a Quil. Pero no quiero más personas, solo nosotras.

—Vamos —exige Blake cuando pasa a nuestro lado.

Respiro cuando lo veo caminar sin decir palabra alguna, por lo que me relajo.

Continuamos nuestro camino hasta llegar a la sala de juntas del concejo táctico. Proseguimos a entrar. Esta sala es parecida a la de docentes, tiene una mesa grande en el centro y la iluminación, como en todos los demás lugares del castillo, es débil, escasa. La única persona que está adentro es la directora Kimera, que está buscando con desesperación algo en uno de los estantes que se ubican en la pared del fondo.

—Cassandra

La mujer se sobresalta y voltea a mirarnos, en sus ojos también se ve plasmada la desesperación, es como si la hubiéramos atrapado haciendo algo indebido.

—Oh, chicos, hola —dice aún conmocionada, mientras hace un intento de sonrisa que termina en una mueca de incomodidad.

—¿Qué sucede directora Kimera? —pregunta Elektra.

—N-nada mis niños.

—Cassandra, ¿qué pasa? —la reprende Blake.

La mujer se rinde dejándose caer en la silla que encabeza la mesa, y perdiendo la compostura ante nosotros cuando su cabeza cae entre sus manos.

—Han secuestrado a los mellizos Thronus. ¿Saben lo que es la casa Thronus? es uno de los pilares más importantes y hemos perdido a sus cabezas. Por la madre, esto está mal.

Me alarmo al instante. Secuestro. Esa palabra me pone los pelos de punta, y saber que dos personas han sido raptadas para, seguramente, experimentar en ellas me parte el corazón una vez más.

—¿Quién se los llevo? —pregunto con urgencia mientras me acerco a la directora que está a punto de romper en lágrimas.

—No s-sé, no sé.

—Los científicos, ¿quién más Cassandra? —asegura Blake mezclando la furia y el rencor en su tono.

Me abstengo de decir algo, porque es lo más probable y no quiero discutir ahora mismo.

—Tienes que calmarte —constata Elektra.

—¿Calmarme?, ¿cómo? Se llevaron a dos Psyque Próta, a dos Thronus cuya casa está que se viene abajo.

La incomodidad se cuela de forma sutil por mi sistema cuando mi cabeza me bombardea con preguntas. ¿Si no fueran Próta, se estaría preocupando igual? ¿Si no fueran Próta, irían a rescatarlos? Claro que si, al menos eso quiero creer, es imposible que estás almas proclamándose puras traten a sus iguales tan mal como los humanos entre ellos mismos. Somo mejores, somos Psyque, la primera raza pura.

—Con más razón debemos ir a esa misión Cassandra. Iremos y los sacaremos.

—Eso no va a suceder —asevera un voz masculina y grave.

—¡Nicolá! —exclama Cassandra.

El coronel, seguido del general y del oficial superior de tropa A, Kaeil, se adentran en la sala con el semblante decaído. Los siguen los demás oficiales y suboficiales importantes, además de los jefes de inteligencia.

—Está misión es de infiltración y reconocimiento, bajo ningún motivo es de rescate, y mucho menos de procedimiento. No habrá una guerra justo en mis narices.

—Pero, Nicolá...

—Es coronel Magnum, Blake, coronel Magnum.

Blake aprieta la mandíbula y le lanza una mirada que por poco y lo mata. Su aura comienza a tornarse oscura y violenta, así que tomo su mano para que se calme y esto no termine en un desagradable espectáculo; sin embargo, de inmediato se suelta y se aleja de mí posicionándose en una esquina. La molestia me invade sumándose al mal rato de hace unos minutos con Zlara.

—La tropa A se dirigirá al campamento tres y permanecerá por los alrededores durante una semana identificando el terreno. Las tropas B y C estarán fuera de terreno, pero listas para cualquier caso de emergencia. No podemos arriesgar nada, esta misión es de vital importancia para...

—¿Para qué? es exactamente lo mismo que la anterior. No entiendo por qué no nos mandas de una vez al campamento uno ya que tenemos a Lehia, y acabamos de una vez con esto —reprocha Blake.

—Es mejor tomarnos todo con calma —Kaeil respalda a su padre.

—Esta misión es de vital importancia para acabar con el campamento tres... primero —asevera Nicolá.

—Pero eso no es muy estratégico —resalto—. Lo mejor es atacar el campamento uno y así los otros dos caen, como ya les expliqué.

—Nadie pidió su opinión, señorita Winters —advierte el general Grantios.

—No, no, Cannan. Déjala que hable, aprecio su criterio tanto como lo hice con su padre.

Sonrío apreciando su revelación.

—Interceptar primero el campamento tres es una pérdida de tiempo, ahí no hay nada valioso aparte de los Psyques, en ese caso sería más conveniente una misión de rescate y recolección de evidencia. Pero todo eso se puede hacer una vez se haya destruido el sistema desde adentro, o sea desde el campamento uno.

—Entiendo tu punto, pero, créeme, yo he estado construyendo estrategias por más tiempo del que tú has respirado, y aunque creas tener la razón, yo veo las cosas de otra forma.

—coronel, tal vez podríamos evaluar entre todos la proposición de Lehia.

—He dicho que no, y es no, Elektra. A menos que Cassandra se interponga, lo cual creo que no hará —sonríe con suficiencia y ella se remueve en su puesto.

Es extraño que la directora no haya dicho nada en todo lo que va de reunión. Normalmente ella habla mucho, incluso cuando no es necesario, pero hoy parece haber dejado su lengua en otra parte, al igual que su mente. Además, está actuando de una forma muy extraña, desde que entramos está sudando y con la mirada pérdida, también está muy nerviosa y desesperada. Tal vez el secuestro de los mellizos la dejó muy conmocionada, pero ella siempre parece tener control de todo.

—¿Entonces para qué me llamarón? —inquiero un poco exasperada. Nicolá está cometiendo un error garrafal. Lo único que puede pasar es que los descubran y los maten, en el mejor de los casos.

—Informe de su progreso —pregunta un chico que se nota mayor que yo, pero al que no había visto hasta ahora.

—Nulo —responde Megana, a quién, hasta ahora, no había notado dentro de la sala.

—¿Nulo? —pregunta Nicolá cómo si lo estuvieran tomando del pelo.

—Nulo —reitera la señora.

—Entonces no sé qué haces aquí, Lehia, vete a trabajar en eso —responde Nicolá con dureza—. Iba a evaluar la posibilidad de que fueras a la misión, pero dada tu condición no deberías ni dar tu opinión ni escuchar siquiera el plan a ejecutar.

Frunzo el ceño. Todo esto me está estresando mucho, lo único que le faltaba a mi día era que me humillaran en frente de todas estas personas poderosas y hábiles. Nulo. Mi progreso es nulo.

—Amm, Lehia, no le dirás a nadie que los mellizos desaparecieron —ordena Cassandra antes de que yo salga—, ¿no? Ni tampoco ninguno de ustedes, nadie puede saber que ellos no están. No quiero que el desorden se arme y todos comiencen a temer —su tono se vuelve más agudo e inseguro. Su voz sale casi en una súplica. Siempre había parecido tan segura, pero hoy su fachada se cayó. La descubrieron y su mascara le pesa demasiado como para no llorar.

Asiento y me retiro con la cabeza gacha. Estoy cansada de ser un fracaso, y eso que solo llevo algunos días siéndolo, qué tal será cuando pasen más meses aquí. Antes estaba acostumbrada a brillar en mis pruebas, a domar a los animales y a los humanos, a sacar los mejores resultados en los experimentos; ahora soy un fracaso que no puede pelear sin salir ilesa ni victoriosa. Solo la vergüenza me acompaña como recompensa.

Me quedo afuera esperando a que todos salgan para hablar con Cassandra. Al pasar de una hora ya la sala cuenta con la única presencia de la directora y de Blake, así que entro.

Blake está revisando los planos del campamento tres, y Cassandra se ve tranquila otra vez, erguida y fría.

—Cassandra —la llamo.

Se gira y su semblante vuelve a caer, sus cejas se arrugan al igual que su nariz, y su espalda se encorva mientras sus manos juguetean de forma nerviosa.

—Los mellizos. Ella es más alta que él, algún día los conocerás, lo sé.

—Tranquila, los rescataremos como hicimos con Daerien, no importa si Magnum no accede —asegura Blake.

—¡No! —exclama ella con prisa y los nervios a flor de piel.

Blake se levanta y me toma del brazo con más fuerza de la necesaria.

—Descansa, Cassandra —se despide él y me saca.

—Pero, necesito...

—Es mejor que se quede sola, al parecer solo así se calma.

Asiente y me dejo llevar derrotada. Tiene razón, ahora no necesita que la bombardee con preguntas. En su lugar, decido bombardear al pelinegro.

—¿Qué sucedió con Zlara?

Él me mira con enojo.

—Tú lo sabrás, o qué hacías tras la pared, ¿planeando una tarde de chicas con Elektra?

Cierro los ojos con fuerza. Claro que me descubrió.

—¿A qué se refería entonces?

—No lo sé, está loca.

—Pero dijo mucho más antes de que yo escuchará, ¿no?

—Nada importante.

—¿Seguro?

No responde nada. En su lugar, me suelta bruscamente y se va dejándome sola en medio del pasillo. Me estoy volviendo loca, y todavía falta ir a la dichosa cena en la que sé habrá más de un silencio incomodo y más de una mirada de odio.

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