CAPÍTULO 19
Nicolá se yergue mostrando su respeto ante la figura que sospecho esta justo detrás de mí. Blake se levanta con rapidez parándose derecho y Kaeil se gira en dirección a la puerta haciendo lo mismo.
—Creo que le hice una pregunta, coronel Magnum —reprende con mucha autoridad.
Me levanto con lentitud para verle la cara a aquella mujer que se dirige con tanta seguridad al padre de Kaeil, y cuando al fin me giro para darle la cara, mi rostro se contrae en confusión. La imagen que veo es de dos guardias que esperan al pie de la entrada, pero eso no es lo que me sorprende, es la figura, o más bien figuras de la mujer. Frente a mi está ella bien erguida, pero su piel es translucida, y tras esa figura se viene meneando a paso firme la misma mujer, pero con su cuerpo totalmente normal. Es como si la figura translucida fuera una ilusión y la que viene caminando es la verdadera poseedora del cuerpo.
—Sólo recibiendo el informe de la misión, directora Kimera.
La mujer translucida se desvanece cuando la al parecer directora se posiciona frente a mí mientras hace un movimiento en forma de circulo con sus manos.
—No me mires así, querida —habla en medio de una sonrisa—. Me hace pensar que estoy despeinada.
Trato de sonreír excusándome, pero lo único que consigo es que mi mueca se intensifique. ¿Qué es lo que acabo de ver? Definitivamente me estoy volviendo loca.
—Ella no está muy familiarizada con nuestro mundo, Cassandra —explica Blake mientras suelta una risa que me trae a la realidad. Lo volteo a ver fulminándolo con la mirada y él sólo agita su mano quitándole importancia.
—En ese caso, déjame presentarme, linda, soy la directora Cassandra Kimera y como pudiste observar, mi habilidad quinética es la omnipresencia.
Me quedo pasmada en mi lugar. No creí que eso fuera posible, vamos que ni siquiera lo llegué a imaginar.
Siento un codazo en mi costado y cuando alzo la vista veo que quien lo propicio es Kaeil, me mira con una amplia sonrisa y señala a la mujer invitándome a que le responda.
—Mucho gusto... Mi nombre es Lehia —logro articular aún sorprendida—. Lehia Winters, y mi habilidad es la telepatía.
Ella extiende su brazo para alcanzar mi mano y yo la acerco a ella para apretarla en señal de saludo.
—Bien —comienza a hablar mientras suelta mi mano y se posiciona junto a Nicolá—. Todos salgan, necesito hablar con ella a solas.
Nicolá abre la boca para refutar, pero de inmediato se arrepiente y decide salir de la oficina. Al salir, Blake me mira con una amplia sonrisa y cierra la puerta.
—Winters...
La miro y ella señala una de las sillas en la que estaba sentada anteriormente para que tome asiento y escuche lo que ella tiene que decir. Antes de yo sentarme observo como ella se relaja en la gran silla negra y acto seguido también me relajo en la más pequeña.
—Conocí a tus padres, Lehia, eran verdaderamente inseparables, una gran pareja.
Sonrío con incomodidad, pues no sé qué responder. No puedo hacerme a la idea de que mis padres fueron unidos o románticos, y es que durante años pensé que mi madre había traicionado a mi supuesto padre alejando cualquier amor que podría haber existido; pero ahora, ni siquiera sé cómo son sus rostros, sus ojos, sus cabellos, ni siquiera sus nombres—.
—En fin, no hablaremos de eso ahora —dice con voz templada cuando se da cuenta de mi expresión.
Sonrío, agradeciéndole.
—Ahora cuéntame, ¿qué pasó en la ciudad perdida? ¿Quiénes atacaron?
—No sé quiénes eran; pero puedo asegurar que no eran del campamento, al menos desde lo que yo conozco.
—Gracias a la madre que Rosaura estaba con ustedes, sino temería lo peor.
Le dedico una sonrisa en parte por la fascinación de escuchar esas palabras y cómo adoran a su creadora incluso después de tanto tiempo; y en parte porque yo también estoy feliz de que Rosa estuviera ahí para todos.
—Bien, es todo lo que quería saber, Lehia. Puedes salir y conocer los alrededores. Disfruta de este nuevo comienzo, lo mereces —asegura con ternura—. Después revisaremos los detalles de tu situación —termina con el rostro frío y eso me da escalofríos. Sin embargo, en seguida cambia su expresión y vuelve a su habitual sonrisa amplia.
Me levanto de la silla sin saber muy bien qué hacer. Se me cruza por la mente hacer una venia; pero en seguida desecho la idea ¿Por qué lo haría? no es una reina y no es la madre de los Psyques. Le sonrío una última vez y me doy la vuelta para comenzar a caminar.
Cuando estoy a punto de llegar a la puerta para girar el pomo, la misma figura de hace rato se forma de la nada dejándome ver una Cassandra translucida y carente colores. Me asusto y salto en mi lugar disimuladamente para luego girar a ver el escritorio y encontrar a la directora saludándome con su mano. Entonces me relajo y vuelvo a mi posición mirando a lo que parece un fantasma y dándole las gracias mientras abre la puerta por mí.
—!¿Espeluznante, no?! —grita Blake poniendo sus manos en mi rostro cuando estoy afuera. Me asusto un poco; pero no lo demuestro con reacciones físicas involuntarias.
—Ahora te crees muy gracioso —lo miro rodando los ojos; pero mostrándole una sonrisa de diversión.
—Tú me haces ser muchas cosas, preciosa —afirma mientras me guiña un ojo—. Tú puedes decidir cuál —termina en un tono seductor pero divertido.
Suelto una carcajada que me hace perder la compostura y veo como Blake ilumina su rostro mientras me sostiene. Una vez agoto todas mis fuerzas de tanto reír me recompongo y paso mis brazos al rededor del cuello de mi chico para envolverlo en un abrazo. Él me sostiene de la cintura y planta un casto beso en mi frente.
—Será mejor que vayas a tu nueva habitación y te des un increíble baño —propone mientras me aleja lentamente.
Lo miro con el ceño fruncido, pero con una gran sonrisa en mi rostro.
—En ese caso usted también debería, "señor te doy ordenes" —digo y me giro para encaminarme a no sé dónde sin dejar de mirarlo sobre mi hombro.
—¡¿Qué?! —exclama mientras se ríe—. Es sólo para que relajes tus lindos músculos —dice al tiempo en que baja su ardiente mirada por todo mi cuerpo—. Además, tú tendrás que seguir mis órdenes en muchos aspectos.
—¡No tienes remedio! —aseguro mientras me giro volviendo a estar frente a él una vez más—. Y eso que no llevo ni dos meses de concerté.
Un carraspeo agudo y sorprendentemente tierno rompe el momento.
—Siento interrumpir tan bello momento —escucho la suave voz de Rosa—. Pero debo llevarme a Lehia —dice apenada.
—Pero debes devolvérmela, quedas advertida —amenaza entre una risa mientras se acerca a mí y planta un beso en mi mejilla para luego comenzar a caminar en dirección al pasillo que se extiende a mi derecha.
—¿Qué pasa, Rosa?
—Vamos, me enviaron a llevarte a un lugar. ¡Te va a encantar tu nueva habitación! —anuncia con emoción mientras se eleva en un pequeño salto.
Comienza a caminar hacia el elevador y la sigo.
—¿Quién te envío?
—La directora Kimera —resuelve mostrándome una sonrisa.
—Pero ella no salió de... —me detengo cuando entiendo que usó su poder para hablar con la rubia a mi lado—. Oh.
Rosa se ríe con sonoridad y pone su brazo sobre mi hombro, para lo cual debe alzarlo considerablemente pues soy más alta que ella. Presiona el botón del piso cinco.
—Ya te acostumbraras —dice para reconfortarme—. Una vez entró a mi habitación a mitad de la noche mientras dormía, fue aterrador.
Me río al compás de ella y me imagino la escena. Cassandra tiene un carácter bastante extraño; pero comparte la misma alegría que Rosa, por lo que veo en mi mente un par de chicas riendo ante el tremendo susto de una.
El elevador se abre y antes de salir me pongo de curiosa a ver el piso en el que estamos, es el quinto. Entonces me encamino a salir del pequeño cubículo.
Una vez afuera me permito revisar el lugar por completo. Es un gran salón con los pisos de piedra y con el mismo tapete de color negro cortando por la mitad y dejando al descubierto los lados. El salón está rodeado de vigas, y en cada extremo del circulo hay un pasillo, un total de seis puntos en la circunferencia abren paso a un camino recto y con la amplitud de unas cinco personas.
En el techo también hay un candelabro, pero la luz es muy tenue; tanto, que el lugar se ve sombrío y fantasmagórico. Las tonalidades oscuras decoran el lugar, y justo en el centro del circulo hay una abertura en el suelo cubierta por un cristal que permite ver lo que hay en el piso cuatro. Me acerco para curiosear qué es eso tan importante que debe ser visto y quedo asombrada al ver una parte de una gran biblioteca.
—¿Es genial, no? —pregunta más para ella misma que para mí—. Aun así, cansa ver sólo esto todos los días —dice con la voz un poco apagada.
Me giro para verla con los ojos agrandados. Este castillo es enorme, seguro que hay rincones que ni ella misma conoce, cómo podría estar harta ya de esto. Ella parece entender mis pensamientos porque en seguida abre la boca para hablar.
—No me malinterpretes, amo la academia. Pero he vivido aquí toda mi vida.
Sonrío dándole a entender que la comprendo y ella comienza a caminar en dirección a uno de los pasillos, sin decir nada más la comienzo a seguir. Una vez estamos consumidas por las dos paredes a lado y lado que nos encierran dejando solo lugar para caminar al frente, comienzo a ver un montón de puertas que se alzan con imponencia por las paredes. Cada quince pasos exactamente hay una nueva puerta de madera color café oscuro, tal vez vinotinto, todas están decoradas con una perilla y alguna forma que no logro identificar en algún metal. Luego de caminar por lo que pareciera una eternidad, finalmente nos detenemos al final del pasillo, donde solo queda una última puerta que está justo al frente y donde los demás pasillos parecen congeniar pues uno nuevo se abre a la derecha y a la izquierda.
Rosa abre la puerta con delicadeza y con la característica sonrisa pintada en su rostro
—Bienvenida ahora si, a tu nuevo hogar.
Me adentro antes que ella y lo primero que mis ojos capturan es el gran ventanal que se posa en la pared del frente. Es parecido al que vi en la oficina del padre de Kaeil, pero este no está tapado por nada, muestra toda la luz que hay en el exterior y tan solo tiene unos cuantos barrotes de protección. Justo debajo hay un gran escritorio color negro con algunos papeles y libretas, y una silla a juego.
Luego paseo mi mirada por el lugar y me topo con una gran cama que está escoltada en cada esquina por unos palos de madera negra que llegan al techo y que están tallados con diversas formas, parecieran rosas. Sobre el colchón desnudo hay algunas sábanas y otros implementos de aseo. Al lado está la pequeña mesita de noche, sobre ella sólo esta posada una lámpara y los cajones están cerrados. Desvió mi mirada a la derecha y veo una puerta negra que supongo lleva al baño.
Entro un poco más para ver la pared frente a la cama y me encuentro con un gran armario y un librero justo al lado de este, los dos con la misma madera negra que todo lo demás en el cuarto. Pero ambos escaparates están vacíos, esperando a ser llenados con mis inexistentes pertenecías.
Siento un par de brazos sobre mis hombros por lo que me giro hacia Rosa.
—¿Te gusta?
—Me encanta —confirmo con una gran sonrisa en mi rostro.
—Sé que no tienes nada que poner por aquí y por allá; pero no te preocupes, hasta que consigas todo lo que necesites me tendrás a mi como tu estilista personal —se ofrece mientras se ríe—. Tengo muchas más cosas de las que puedo guardar en mi habitación.
Sonrío ante su penosa confesión. Definitivamente Rosa parece una chica muy vanidosa, y eso solo me hace sentir más fascinada con ella. Es tan tierna pero tan fuerte.
—Bien, ahora viene la explicación —comienza—. Este, el piso cinco esta exclusivamente destinado a las habitaciones de todos los residentes a excepción del personal que administra y de los militares con rangos mayores. Para hacerlo más fácil, aquí encontraras a todos los jóvenes.
Asiento entendiendo lo que me quiere explicar.
—¿Y los demás?
—Bueno, algunos como la directora o el coronel tiene su habitación justo en sus oficinas, otros como los soldados mayores duermen en los sótanos dónde hay otra porción de habitaciones. Y algunas otras están repartidas en la última planta, aunque son pocas. Los demás viven en las colonias fuera de la academia.
Las colonias, las aldeas que se forman, igual que aquella en la que estuve.
—Entiendo —digo acompañando esa simple palabra con un suspiro.
—¿Qué pasa?
Todo. Nada. No sé.
—Tengo mucho que aprender —contesto mientras dejo caer mi peso sobre la cama.
Rosa se acerca y se sienta a mi lado pasando su brazo por mis hombros.
—Y yo estaré aquí para ayudarte, y lo estará Blake, y Daerien, incluso Elektra —afirma buscando mi mirada—. Y Kaeil...
Dejo de lado mi preocupación y me concentro en ella, debe de estar pasándola bastante mal.
—¿Cómo te sientes?
Veo como sus ojos se cierra un momento y me permito apreciar sus hermosas y largas pestañas.
—Es duro, desde que hablamos de forma definitiva hemos estado juntos, pero no realmente juntos, y ese día, cuando creí que... —respira con pesadez y aprieta sus ojos—. Me sentí muerta yo también, me sentí perdida y aunque suene loco estaba dispuesta a darle toda mi alma para salvarlo.
No sé qué decir. Nunca he amado tanto, nunca me han amado tanto.
—Ay, Rosa...
—Es sólo que, eso me asusta; no debería ser así, no debería quererlo con tanta fuerza. No debería querer morir sólo para que él viva. No debería amarlo ya, él decidió hace tiempo estar lejos de mí, no puedo tratar de acercarlo más —refuta con la voz quebrada y las lágrimas saliendo como torrenciales quebradas— Tengo que sacarlo de mi ser. Y lo haré.
Comienza a secarse las mejillas con ayuda del dorso de su mano, pero su pecho sigue subiendo y bajando con frenesí, así que la ayudo a calmarse mientras acaricio su cabello; no quiero usar mi poder para influenciar sus emociones, es mejor que ella lo afronte.
—Lo harás, tu aura está llena de fortaleza, tú estás llena de poder sanatorio, y no sólo con los demás.
Me sonríe en señal de agradecimiento.
—Gracias, Lehia, no sabía que necesitaba a alguien que me escuchara hasta que te conocí, una amiga.
—Yo no sabía que podía tener una amiga siquiera, pero es imposible no querer ser tu amiga ¡Mírate!, eres fabulosa.
Ella ríe con sonoridad y posa con grandeza alzando sus manos al aire mientras se señala a sí misma, haciendo que mi punto sea completamente probado como cierto. A pesar de sentirse así de mal, no para de divertirse y de contagiar con sus ocurrencias.
—Bien, ya debo irme, tengo que ayudar a algunos de mis niños —comenta; pero la miro con extrañeza por lo que procede a explicar—. Soy tutora, ayudo a los niños que apenas comienzan a utilizar la medicina energética.
—Te queda ser profesora —digo con una sonrisa de medio lado.
—Ni lo digas, a veces me planteo mi lugar aquí en la Academia —dice mientras se dirige a la salida—. ¡Esos mocosos!
Y es así cómo me quedo sola en mi nueva habitación. Mía. Suena extraño, pero es cierto. Ya no soy propiedad de nadie, ya no estoy bajo el poder de nadie, ya no soy solo un objetivo, y no soy sólo un sujeto de prueba.
Me levanto queriendo ir al baño y remover toda la mugre junto a estos malditos sentimientos que me han empapado durante días. Es entonces cuando recuerdo que no tengo ropa de cambio por lo que me dirijo al armario con la esperanza de encontrar algún ropaje. Y así es, puedo cantar vitoria. Hay un vestido corto color crema, un pantalón negro y una blusa de tirantes color azul. Decido usar el vestido porque quiero probar cosas nuevas, así que lo saco y me dirijo a la ducha.
Al instante en que entro al baño quedo asombrada. Al igual que las paredes de la habitación, el baño las tiene de piedra, y todos los implementos son negros a excepción de algunos objetos de decoración que se lucen con colores blancos. No puedo decir que es muy lujoso, pues es prácticamente todo lo opuesto a lo que había en el campamento; pero tiene un encanto de fantasía, es rustico, pero elegante.
Me meto a la tina y me sumerjo bajo el chorro de la ducha que sale con violencia y con una frialdad abismal. No puedo pedir que al menos sea caliente teniendo en cuenta que eso sería una tarea difícil; pero la verdad así fría hace que me sienta mucho más reconfortada. Me quedo alrededor de diez minutos sintiendo la presión sobre mi rostro y mi cuerpo, y luego me obligo a salir prometiéndome no dejarme derrotar por ellos.
Salgo y me pongo el vestido para mirar mi reflejo en el gran espejo que hay al lado de la cama. Repaso mis facciones y encuentro que me veo un poco más pálida y demacrada de lo normal, me veo magullada y sin duda los estragos de la batalla y el uso de mi poder se ven reflejados allí. Sin embargo, no me afecta, no puedo perderme en mi apariencia si quiero ser fuerte.
Por otro lado, el vestido esta hermoso, a pesar de que no tengo mucho busto, se ciñe a mi pecho haciendo que resalte, y el resto de mi figura se pierde en lo ancho del vestido que me llega más arriba de la rodilla. Sin dudas es algo totalmente diferente a lo que usaría; pero me hace ver hermosa, y a pesar de que acentúa mi palidez, la resalta de una forma casi mortífera, bella.
—Preciosa.
Me sobresalto al escuchar su voz y de inmediato busco su silueta a través del espejo. Está recostado en el umbral de la puerta con una gran sonrisa en su rostro. Me giro para verlo caminar hacia mí.
—Hola —saludo mientras enredo mis brazos alrededor de su cuello y él posa sus manos en mi cintura.
—Das un espectáculo con sólo estar parada ahí, estaba disfrutando de la vista —dice con suavidad y una sonrisa pícara sobre sus labios.
Me empino un poco para alcanzar su boca y plantar un casto beso allí con la intención de borrar esa tonta sonrisa; pero cuando me despego sólo la veo más grande aun.
—Seguro no le gano a tus espectáculos.
—Oh, eso es más que seguro —dice y me estruja contra él aun más mientras su sonrisa crece para mostrarme sus dientes—. No puedo esperar para mostrarte.
—Y yo no puedo esperar para ver —digo en medio de una risa.
Blake me alza del suelo y da un par de vueltas conmigo en el aire haciendo que me aferre a él con fuerza y que varias carcajadas salgan del fondo de mi garganta.
—Bien, vamos a la galería —dice y lo miro extrañada.
—¿A la galería?
—Si, a ver a tus padres —explica—. No todos están expuestos en los pasillos, algunos están en la galería, en el sexto piso junto a las salas de entrenamiento.
Sonrío entendiendo y lo tomo de la mano para que me guíe. Salimos de mi habitación y recorremos el mismo pasillo de antes hasta llegar al elevador, una vez allí Blake presiona el botón correspondiente y tras los chirridos y movimientos del aparato llegamos al lugar.
Caminamos por el pasillo y veo algunas decoraciones y lámparas, hasta que llegamos a un gran portón del mismo color que todas las puertas. Blake abre la puerta y se adentra conmigo aún prendida de su mano. A la izquierda de la puerta hay un pequeño cubículo con una señora detrás mirando unos papeles.
—Megana, vamos a entrar a la galería.
La señora levanta su vista y la posa en el rostro de Blake, luego se detiene en el mío y me mira con los ojos entrecerrados. Su mirada se ve muy vieja y cansada, y parece ser que es una mujer bastante anciana; sin embargo, no está encorvada y su piel no está tan arrugada.
—Niño, es que no tienes modales. Preséntame a esta bella jovencita como debe de ser —replica la señora cuyo nombre es Megana.
—Por supuesto —dice Blake con sarcasmo, pero la mira con mucho respeto—. Ella es Lehia Winters.
—Es un gusto, señora...
—Winters, hmmm —pronuncia mi apellido con misterio y esa mirada de inquisición no se borra de sus ojos—. Me dicen señora Linos, jovencita; pero para ti es Megara a secas —ordena con la voz dura y el semblante frío—. Si, pasen pasen, Leurie y Maxiano están al final del salón —indica y vuelve a lo suyo dejándome con la palabra en la boca.
Blake me jala y comenzamos a caminar en dirección al final. ¿Leurie y Maxiano? ¿Son esos sus nombres?
Después de lo que parece una eternidad finalmente nos plantamos frente a dos retratos. Miro a la mujer, de tez blanca como el papel, casi traslucida; pero con las mejillas sonrosadas; cabello blanco como la nieve y unos ojos azules demasiado claro, casi grises; sus labios son grandes y rosados, su nariz es delgada y redonda, sus cejas son delgadas. Es hermosa. En el marco negro está marcado el nombre Leurie Cad Winters con letras doradas que resaltan.
Dirijo mi mirada a la derecha, un hombre de piel más rosada, cabello negro, un infinito negro, labios delgados, nariz ancha y ojos azules oscuro, profundos. Tiene un rastro de barba y su mirada es intimidante, pero muy cálida. El nombre Maxiano Winters está inscrito justo debajo.
Mis padres. Son mis verdaderos padres. Y no puede tener más sentido, soy idéntica a ellos. Mi piel, mi cabello, mis cejas, mi nariz, mis labios. Son mis padres y no los recuerdo.
Una lágrima se escapa de mi ojo derecho; pero es acompañada por una pequeña sonrisa que me libera la carga del pecho, al menos un poco. Se ven preciosos, hermosos, se ven tan vivos en esos retratos que quisiera entrar y abrazarlos, abrazar a mis verdaderos padres. Mi corazón se parte y se repara al tiempo más veces de las que puedo contar a causa de mirar sus ojos.
Blake me rodea queriéndome proteger del dolor, y entonces un sollozo acompañado de una carcajada de escapa de mi ser. Es increíblemente extraño lo que siento. Soy feliz por saber la verdad, me hace sentir plena; pero al mismo tiempo me rompo, me atormento con violencia al saber que nuca podré volver a tocarlos, que no recuerdo sus voces, sus olores, sus palabras. Sus poderes. ¿Cómo se verían sus ojos al cambiar a sus poderes? ¿Qué sensaciones transmitían sus auras? ¿Qué tan poderosos eran? Me duele no saber, pero me alivia acercarme a la verdad.
—No lo puedo creer, soy idéntica a ellos —digo con emoción; pero con el tono bajo.
Escucho a Blake sonreír, aunque no lo puedo ver estando acurrucada en su cuello.
—Eres idéntica a ellos —me asegura.
Me tomo mi tiempo para respirar y volver a la calma. Una vez lo consigo me permito mirar una vez más sus rostros y grabar sus lindas miradas en mi mente.
—Gracias —susurro—. Por acompañarme —agrego dirigiéndome a Blake.
—No tienes que agradecerlo, haría más por ti si pudiera, primor.
Sonrío. Nunca me cansaré de que me llame así, me hace sentir protegida, me hace sentir querida. Pasamos un rato en silencio mientras contemplo los retratos, pero entonces la satisfacción se arraiga a mí y quiero simplemente seguir.
—¿Y tus padres? —suelto sin siquiera darme cuenta. Blake se tensa de inmediato y se separa un poco de mí sin soltar mi mano, sino ejerciendo más presión en ella.
—¿Qué con ellos? —pregunta con dureza, pero siento en su aura dejes de miedo, debilidad.
—¿Dónde están? ¿Qué pasó con ellos?
—¿Por qué querrías saber, Lehia? —pregunta imprimiendo desdén en su tono y mi nombre se resbala de su boca sin delicadeza, muy diferente a la forma en que siempre lo ha pronunciado.
—Porque quiero conocerte, tu vida, todo —respondo con simpleza; pero dándole a entender que me importa.
Entonces se aleja evitando cualquier contacto conmigo. Sus ojos se encienden con furia y puedo ver que se trata de controlar, aunque le cuesta.
—¡Qué tienen que ver ellos conmigo, ellos no me definen, a través de ellos no me conocerás! —ruge en un tono moderado pero cargado de violencia y dolor.
Me quedo inmóvil, quieta, ¿y ahora qué rayos está pasando?
—Yo sólo...
—¡No me interesa, ellos no importan, ellos no te deberían importar, deja la estupidez de pregunta por ellos, Lehia!
Cassandra Kimera, la directora cambia su color de ojos a un amarillo intenso cuando usa su poder.
He aquí los padres de Lehia Winters Cad, su verdadero nombre y apellidos. Son igual de hermosos que ella.
¿Qué te ha parecido el capítulo?
¿Qué te parecen los padres de nuestra protagonista?
Váyanse agarrando porque ya viene el clímax de la historia y no se lo pueden perder 🙌. Dejen su comentario indicando sus teorías y pensamientos, me encantaría leer todo lo que en sus mentes pueden imaginar.
¡Nos iremos leyendo, Almas de esta tierra! ✨🤍
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