CAPÍTULO 13
La oscuridad se comienza a disipar, dándole paso a un grisáceo mundo. Mientras mis ojos se abren con lentitud veo que alguien se acerca a mi, sosteniendo su costado con una mano. Su caminado es desigual y desequilibrado, haciendo que parezca que en cualquier momento puede caer. Logro reconocer la oscura cabellera de Blake.
—¿Estas bien? —Asiento, un poco aturdida, pero mi vista me falla y mis ojos vuelven a cerrarse, buscando descanso. —¡Primor! —exclama en la lejanía.
Trato con todas mis fuerzas de mantenerme cuerda y no perderme de nuevo en la negra noche del sueño.
—¡Lehia, no te atrevas a irte! —Siento que golpea mis mejillas con suavidad y mis ojos se abren con la alarma latente.
—Tenemos que irnos, nos acaban de atacar. —Explica con más calma. Asiento, esta vez un poco más consciente de lo que pasó. El equipo de rescate, un helicóptero, una bomba, una explosión.
Dejo que Blake me recoja suavemente y veo la sangre que empapa su camisa. Trato de encontrar sus ojos, pero él me sostiene fuerte impidiéndome seguir viendo en dirección a sus heridas. Entonces enfoco mi vista a mi alrededor, veo a un soldado recostado en la pared con su cabeza colgando de forma inerte. El miedo comienza a invadir mi pecho y busco a los demás.
Rosaura está junto a Kaeil que yace en el piso de abajo; ella trata de curarlo y que vuelva a estar consciente. Elevo la mirada hacia el final de las escaleras, en el pasillo, y diviso el pelo rojizo de Elektra derramado en el suelo junto con su cuerpo; veo que los últimos escalones no están allí, han caído como escombros justo encima del cuerpo de Kaeil. Uno de los soldados aparece cojeando por la puerta que lleva a la terraza, lleva un lado de la cara quemada, a pesar de esto se agacha para ayudar a Elektra.
Daerien no se ve por ningún lado.
Blake me lleva hasta las escaleras con su brazo alrededor de mi cintura, sirviéndome como apoyo, con la intención de que bajemos hasta salir de este edificio. Cuando pasamos al lado de Kaeil veo que sus ojos, antes cerrados, comienzan a abrirse, pero de inmediato sus guturales gritos inundan los oídos de todos. Rosaura está enjuagada en lágrimas, pero, increíblemente, se mantiene en calma haciendo su trabajo.
Cuando estamos al frente de los escombros Blake aprieta su agarre, buscando estabilidad. De inmediato me retuerzo, a causa dolor tan desgarrador que esta acción provoca. Por inercia, me suelta, pero mis piernas no responden por sí solas y caigo, haciendo que mi espalda impacte una vez más, esta vez contra el suelo.
Rosaura se percata de mi dolor y deja a Kaeil, aún adolorido, para acercarse a mí.
—¿Qué pasa? —pregunta notablemente preocupada. Señalo débilmente mi espalda.
Blake se tumba a mi lado y me toma de la mano.
—¡Haz algo, Rosaura! —dice con desesperación. En este momento nadie mide sus palabras. Ella no dice nada, activa su poder, haciendo que sus hermosos ojos azul rey se tornen de un verde agua intenso y luminoso. Sus manos también son envueltas por una energía del mismo color. Las pasa haciendo un sondeo y sus ojos se alarman.
—Tienes algunas costillas levemente fracturadas y tu columna vertebral recibió un golpe muy traumático que... —deja de hablar de forma repentina—. Voltéala Blake, necesito que esté boca abajo.
Blake posiciona una de sus manos en mi abdomen y la otra la posa con cuidado en mi espalda baja, para luego ejercer una presión en dirección rotatoria. Mi cara se contrae al instante. Blake también contrae sus cejas con preocupación y trata de hacer movimientos con extrema cautela.
Finalmente, mi cara se encuentra de forma directa con el concreto desecho y estoy prácticamente respirando todo el polvo que en el suelo se encuentra. Siento que la energía de Rosaura comienza a penetrar sobre mi carne, posicionándose en el interior de mis huesos.
Aunque es cierto que los Psyques tenemos una capacidad de curación mucho mayor a la de los humanos, un hueso roto no se cura en minutos, y no es que tengamos mucho tiempo.
Escucho cómo mis huesos se mueven, acomodándose en mi interior. No sé cuaátno pasa hasta que la morena se levanta y vuelve al lado de Kaeil. Entonces yo comienzo a levantarme también, poniendo mis codos sobre los escombros, pero antes de que pueda hacer la fuerza para levantarme, Blake coloca sus brazos en mi cintura y con fuerza me levanta. Su cara transmite algo de alivio, pero la preocupación no lo abandona con Kaeil en semejante estado.
—Rosaura ya resolvió tus fracturas, pero es normal que aún sientas dolor y dificultad para caminar, se tiene que cicatrizar. —Asiento y me dirijo a ella.
—Gracias —digo con una sonrisa.
Ella solo me mira y asiente. Puedo ver que su atención sigue puesta en Kaeil. Me percato de que tiene una pierna doblada en una posición antinatural y que su pecho este comprimido.
La impresión me golpea con dureza y de inmediato me giro a Blake, que tiene su mirada llena de miedo.
—¿Estará bien? —pregunto, refiriéndome a Kaeil.
—Rosaura es la mejor medica que hay, por eso la enviaron, tiene total dominio sobre su poder. —Procesa unos segundos lo que acaba de decir, y parece que su terror florece—. Tus fracturas fueron leves, pero... las de él.
Una idea se instala en mi cabezA: ¿estuvo muerto? Ella estaba llorando desconsolada y el cuerpo de Kaeil no parecía moverse. Cuando al fin llego a la consciencia lo único que se escuchó fue un grito lleno de tortura. ¿Cabe la posibilidad de que ella lo haya traído de vuelta a la vida?
Prefiero no hacer alusión a esto, ya que la cara de Blake lo dice todo. Es como si me lo confirmara solo con ese miedo que tanto refleja.
Elektra aparece detras de mí y enseguida pongo toda mi atención en ella. Al parecer la explosión no la afecto tanto como a los demás, al igual que a Blake. Viene sosteniéndose el brazo izquierdo y sus ojos están manchados de sangre. Como si hubiera estado llorando este líquido. Tal vez algunas astillas se le incrustaron allí.
Me impresiono cuando ella toma su brazo y con su propia fuerza lo gira, para volver a ponerlo en su lugar. Suelta un grito no muy fuerte, que contrasta con el crujiente sonido de su hueso volviendo a su estado natural.
El soldado al que vi ayudándola arriba aparece con el tercero, que se ve mejor que todos aquí. Ambos se quedan mirando al soldado que murió y sus miradas se llenan de lamento.
Escucho un quejido que proviene de abajo. Decido bajar las escalas y averiguar de quien se trata. Veo unos mechones rubios sobresaliendo de un montón de escombros.
—¡Es Daerien! —advierto, elevando mi tono de voz.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, dejo que mi poder se deslice hasta mis dedos y hago que cada uno de los escombros se eleven, siguiendo una dirección diferente a la de Daerien. Los escombros se mantienen en el aire mientras Blake va hasta Daerien y lo levanta para sacarlo de la zona. Una vez Blake lo deja sentado a un lado, yo retiro mi poder y los escombros vuelven a caer de forma ruidosa. Mientras recupera su aliento, veo que tiene varias heridas profundas, pero parece que ningún hueso sufrió.
—¿Estas bien? —Asiente.
—Gracias —dice con timidez—. Ya no podía respirar más.
—Tus heridas...
—Estoy bien, solo un dedo fracturado. —Hace que su dedo se enderece y veo que cierra sus ojos tratando de que el proceso de curación se acelere.
Vuelvo a ver el estado de Kaeil y de lo primero que me doy cuenta es de que Rosaura está muy débil. Ha estado usando su poder por más de diez minutos y aún le falta más. Kaeil ya no tiene la pierna fracturada, pues ahora está extendida y la chica se concentra en su pecho, que aún se ve hundido.
—Tienes que agilizar Rosaura, van a llegar —dice Blake con desespero refiriéndose al ejército de los campamentos. Rosaura esta tan exhausta que sus lágrimas se derraman por voluntad propia.
—¡Ya lo sé, no tienes que decirlo! — Estalla.
Está bastante alterada y eso no ayuda a que pueda concentrarse en su tarea sin desperdiciar energía. Decido transmitirle mi calma para que pueda hacer su trabajo. Me acerco, pero Elektra se posa en mi camino impidiéndome seguir.
—Déjala seguir, tú no tienes nada que hacer aquí —dice con un tono de voz áspero e imprime todo el cinismo que puede, mostrándome cuan disgustada esta con mi presencia.
—Puedo ayudarla —explico con un tono de voz suplicante.
—Déjala ya, Elektra —la regaña Blake.
—Como digas. —Gira los ojos, pero no se aparta del camino.
La rodeo y me dirijo a la morena. Hago que mis ojos se tornen violeta y poso mi mano sobre su hombro, sacando de mí toda la calma que tengo, concentro mi mente en mi energía tangible, para que mi mano derecha se encienda. Cuando logro mi cometido, se la entrego totalmente a ella, dejándola sosegada. Ella me mira con agradecimiento. La calma le ha permitido robarme energía.
Pero la calma al rededor dura poco. En la terraza escuchamos de repente un montón de botas cayendo pesadamente sobre el suelo, indicando que al fin están aquí. Blake comienza a subir las escalas, preparado para enfrentarlos, pero Kaeil lo detiene.
—Espera, hermano. —Blake se detiene y se gira para encarar a su amigo.
Sorprendentemente este ya está sentado y su pecho se ve mucho más normal que antes. Rosaura se levanta y lo ayuda a imitarla.
Una serie de disparos son liberados en el aire, de forma increíble veo cómo varias balas pasan justo en frente de mí, cómo siguen su camino sin que impacten en mi cuerpo.
Comienzo a correr en dirección hacia abajo, saltándome muchas escaleras en el proceso. Kaeil es quien lidera la huida pues ponerse a salvo es lo primordial, ya que si intentara pelear podría sufrir un colapso. Las siguientes en la línea somos Rosaura y yo que vamos corriendo a la par.
Un estrepitoso estruendo retumba en el ambiente, que al parecer pertenece a un trueno. Todos dejamos de correr y prestamos especial atención a las escalas de arriba. Acto seguido una potente luz cegadora bloquea mi vista por unos segundos y desencadena un ruido acompasado que parece indicar la caída de muchos escombros.
El polvo cae sobre mi cabeza haciendo que comencemos a toser. Elektra aparece en el campo de visión, portando sus intensos ojos color naranja y un semblante muy poderoso.
—¿Piensan quedarse ahí mirando? Acabo de comprarnos un poco de tiempo.
Sin esperar, emprende una corrida hacia abajo y todos reanudamos nuestra marcha con la misma velocidad. Una vez abajo, corremos hacia las afueras de la ciudad, por donde llegamos anteriormente. Sin embargo, en la frontera de la ciudad se despliega una gran cantidad de soldados; estos no portan el característico uniforme verde militar al que estaba tan acostumbrada, y tampoco parece haber ningún científico liderándolos.
—¡¿Quiénes son?! —pregunto a nadie en concreto con confusión, elevando la voz.
—Tus amigos —contesta Elektra, riéndose de forma sarcástica, pero imprimiendo cierta malicia.
—¡Ellos no son de los campamentos! —declaro con decisión.
Elektra me mira con violencia, dejándome ver su exasperación y rabia.
—¿Tan rápido piensas traicionarnos, bruja? —Entrecierra los ojos.
Hago acopio de toda mi serenidad para no abofetearla, o peor, elevar su cuerpo y lanzarla lejos. Ruedo los ojos y corro en dirección contraria a los nuevos enemigos.
Escucho cómo los demás me siguen y no me detengo; pero justo cuando creí que podíamos estar a salvo, un dolor intenso se instala en mi pierna derecha, haciéndome tropezar y caer dándome unos buenos golpes. Cuando mi cuerpo deja de dar vueltas sobre el suelo, me reviso la zona y encuentro una gran herida que supura sangre y que le da refugio a una bala bastante grande.
Rosaura se acerca a mí, pero antes de que ella trate de sacar su poder con mis propias manos saco la bala, causando que un pequeño grito se escape de mi garganta. Ignorando el dolor me levanto y voy en busca de la persona que causo esto. Con facilidad encuentro a un hombre sosteniendo un arma de largo alcance, está sentado sobre una de las estructuras de un edificio cercano.
Una sonrisa de placer y malicia se instala en mi rostro mientras corro en su dirección en su dirección. Estando lo suficientemente cerca, le ordeno a mi poder expresarse y con rapidez la energía se sitúa en la punta de mis dedos, permitiéndome entonces hacer que el francotirador, que antes se ubicaba en uno de los últimos pisos de la edificación, se mantenga suspendido en el aire y comience a ser acercado hasta mí.
Cuando lo tengo justo en frente, hago algo que nunca he hecho, ni si quiera pensado. Le ordeno a mi mente separar su cuerpo en dos, tan facil como arrancar una rama de un árbol. Mis brazos hacen caso, se separan de forma vertical, con lentitud y con bastante esfuerzo, haciendo que el cuerpo del soldado imite la separación. El sonido de sus tendones desgarrándose y de sus gritos de dolor me hacen erizar, pero no me detienen. Es así como ahora con la mano derecha sostengo su torso, en el aire, y con la izquierda sostengo sus piernas.
Dejo caer mis brazos a mis costados, abrumada por la sensación de complacencia; por consecuencia, la gravedad arroja su cuerpo al suelo. Su tren superior cae más cerca de mí que el inferior, y puedo ver la cantidad de sangre que sale de sus intestinos desgarrados.
Me quedo observando por un momento aquella escena sin emoción alguna, pero mi mente me muestra lo que acabo de hacer con pesadez y entonces vuelvo a la realidad. Pongo mi mano derecha sobre mi frente, haciéndome consciente de mi anterior acción. ¿Qué acaba de pasar? Mi mente estaba en un trance que cayó en decadencia junto al cuerpo de este hombre. Quiero devolver el tiempo y meditar la situación. Que monstruosidad la que acabo de hacer.
Me volteo con lentitud para enfrentarme al juicio de los demás. Todos están petrificados, ninguno se mueve, a excepción de Blake que está corriendo en mi dirección. Cuando me alcanza me envuelve en un abrazo protector que pretende aislarme de todo esto, pero yo no puedo dejar de pensar en lo que hice.
—Está bien —dice con suavidad—. Te entiendo.
—Yo no soy... así —confieso para que en realidad entienda—. No soy insensible, no soy una asesina.
Se aleja un poco y me mira con unos ojos llenos de comprensión, logro reconocer un ápice de culpa.
Veo que Rosaura se acerca y me ofrece la mano. Aunque reacia, la tomo y ella me jala para darme un abrazo que no dura más de un respiro.
—Todos lo hemos hecho. Kaeil me contó que eres nueva en esto. —Se detiene un momento para darle un vistazo al cuerpo. —No te atormentes.
De pronto, el sonido mecánico de los disparos se hace presente y me concentro en quienes nos atacan. Aparto cualquier sentimiento o pensamiento de mi cabeza y dirijo toda mi atención a los hombres que con furia se acercan. No son más de quince, pues al parecer los demás se quedaron en la frontera.
—¡No queremos que esto resulte en su muerte! —vocifera uno de ellos desde la distancia—. ¡Entreguense y no habrá batalla alguna!
—¡Lastima que nosotros si queremos que esto termine en una matanza! —ruge Elektra, mostrando una sonrisa maliciosa.
Ante esta amenaza los soldados se preparan, alzando sus armas y apuntando con vigor. Entonces un moreno se adelanta, exigiéndoles que bajen las armas, y se acerca a nosotros.
—Lehia, te hemos estado vigilando. —Su voz es suave y melodiosa, se siente como una caricia. —Sabemos que necesitas ayuda. —Estira su brazo, ofreciéndome su mano. Pero, al ver en sus ojos el odio y la avaricia, me alejo. Es una trampa.
Ante mi reacción, el hombre se tensa y vocifera:
—¡Entréguenos a Lehia Winters y podrán marcharse en paz!
Por un momento temo que quieran entregarme, pero al ver que empiezan a posicionarse a mi lado, mis dudas se esfuman.
—¿Para que luego nos sigas y des con la Academia?, no, gracias —Elektra hace sentido. El hombre suelta una risa incrédula y le indica a sus soldados que disparen.
Me adelanto, quedando al frente de todos, para impedir que las balas impacten con alguno de mis compañeros. Mi poder se arremolina en la punta de mis dedos y mi mente comienza a emitir ordenes exactas. Cuando los gatillos son presionados un centenar de balas salen disparadas en nuestra dirección, es en ese momento en el que mis brazos, que antes estaban doblados cerca de mi rostro, se estiran con fuerza y determinación, dejando que las palmas de mis manos apunten hacia el enemigo.
Durante un momento pienso que no voy a ser capaz, pues son muchos los objetivos que debo detener. Sin embargo, ese segundo de duda se esfuma y le da paso a lo que parece como si el tiempo se hubiera frisado. Las pequeñas balas están sostenidas en el aire sin seguir ninguna dirección, simplemente flotando. Un grito se desencadena de todo mi esfuerzo mental cuando hago que los proyectiles giren la dirección al compás que mis manos dictan, para luego lanzarlas devuelta a los agresores en un movimiento hacia el frente.
Blake aprovecha que los soldados están distraídos, tratando de esquivar su propia trampa, y avanza, posicionándose a mi lado. Me lanza una mirada de aprobación y se concentra en que sus llamas alcancen la superficie. Unas cuantas balas logran impactar, pero varios de ellos escapan el destino final. Al menos por esta vez.
Cuando sus brazos están encendidos, apunta con fiereza al frente y las llamas comienzan a desplazarse en esa dirección, haciendo que todo lo que toquen se prenda por naturaleza. Cuando los enemigos menos piensan, están corriendo en diferentes direcciones, tratando de apagar el fuego, pero les es inservible. Las llamas de Blake jamás se apagan.
Uno a uno van cayendo al suelo, desahuciados, aun envueltos en las calientes brasas del fuego. Los aullidos que emiten son infernales pues reflejan su dolor y lucha. A lo lejos se escucha un grito de guerra en conjunto, que cada vez se va haciendo más audible, y un montón de soldados aparecen en el campo de visión, dirigiéndose hacia acá mientras una gran cantidad de diversos proyectiles son liberados.
Trato de buscar la fuerza para liberar mi poder una vez más, pero usarlo en más de un centenar de balas ya me ha dejado bastante debilitada. En mi lugar, Elektra se eleva en un salto e invoca a millones de rayos con sus manos apuntando al brillante cielo azul. Estas descargas caen en muchos de los proyectiles haciendo que estos exploten en compas.
Por instinto, cubro mi cara, evitando que alguna esquirla de todas esas explosiones se incruste en mi visión; al cabo de unos segundos vuelvo a enfocarme en la batalla.
Rosaura y Daerien comienzan a correr, feroces, en dirección a nuestro enemigo y sostienen un par de armas que no había notado. Rosaura lleva dos pistolas color blanco, una en cada mano, y mientras corre las está apuntando al frente y apretando el gatillo; con cada una de las balas se lleva una vida. Tiene una excelente puntería, porque, a pesar de estar corriendo, sus manos se mueven de objetivo en objetivo con una estabilidad impresionante.
Por el contrario, Daerien tiene dos palos, uno en cada mano, y con un movimiento desenvolvente y fuerte hace que cada uno se expanda, dejándome ver un par de espadas tipo Gladius*. Comienza blandirlas y a atacar, manchándolas de sangre y perforando varios cuerpos con ellas. Es muy adiestrado con esta arma y agregando que los Psyque tienen mayor fuerza bruta que un humano, no es para nada difícil penetrar la carne de ellos.
Kaeil se ve un poco más recompuesto, aunque no corre, sino que se queda en su lugar haciendo que varias plantas se reúnan, creando especies de jaulas. Las dirige a cada uno de sus objetivos, haciendo que estos no puedan escapar; una vez están atrapados, hace que varias ramas se introduzcan como agujas en todas las partes de su cuerpo, desagrandolos con rapidez.
Dirijo mi mirada a los dos solados que nos acompañan, están peleando con fiereza, elevando sus armas para contener a los enemigos que desde un lado se arremolinan sobre ellos. Al ver que están siendo acorralados me acerco corriendo para intentar ayudarlos, pero, antes de que si quiera pueda llegar, uno de los soldados es acribillado, su rostro lleno de balínes. La imagen me hace querer arrancar las cabezas de los responsables, así es como cuando llego me paro justo al frente del único soldado de nuestro lado que queda, intentando protegerlo.
Hago que mi poder salga por obligación y presto atención a los quince o veinte soldados que sin perdón atacaban a solo dos de los nuestros.
Creo un puente que se une en todos los frentes, haciendo que la conexión tenga acceso a cada una de las mentes de estos asquerosos seres.
Una vez la conexión está hecha, comienzo a atravesar el puente. Soy consciente de que mi cuerpo físico cae, sosteniéndose gracias a mis rodillas. Me está indicando que mi limite está cerca, pero me obligo a seguir cruzando el puente con mi cuerpo astral. Una vez estoy dentro de la mente de cada uno, me encuentro en un gran salón de paredes blancas que parece no tener fin.
La desesperación cruza mi corriente cuando no veo ninguna salida, ningún lugar en el cuál posar mi unión, mi enlace con el siguiente nivel. Sobrecargo el poder de mi mente, haciendo que mi vista del interior se agudice y pueda ver cosas aun cuando aparentemente no las hay. Me cuesta mucho, por más que dirijo mi visión a cada rincón accesible no parece que encuentre nada.
La conexión comienza a flaquear, porque muchos de ellos pelean para salga de su cabeza. Si solo estuviera en la mente de unos cuantos no sería un problema que trataran de negarme el paso. Sin embargo, no puedo evitar que con mi debilidad y su fuerza conjunta la imagen del salón en el que estoy comience a agrietarse con potentes aberturas de energía violeta que casi me quieren dejar ciega.
Siento cómo las apretadas cuerdas de la rendición comienzan a estrangular mi torrente sanguíneo, causando que mi cuerpo físico se entumezca y mi visión astral comience a borrarse.Cuando siento que voy a caer en el vacío sueño, me reprendo a mí misma. Yo soy capaz de contener a estos humanos. ¿Cuándo no he sido capaz? He podido hasta penetrar en la mente de un Psyque, cosa que nunca antes pensé que fuera posible, ¿y ahora me digo a mí misma que no podre con unos seres tan débiles y mortales como estos?
Mi fuerza de voluntad se sobrepone y llevo mi ser al límite, haciendo que cada centímetro de mi ser arda en dolor. Sin embargo, trato de ignorar las punzadas incesantes y me concentro en que la habitación no se desintegre.
Alargo mis brazos y dentro del salón los apunto a esas partes donde las grietas parecen querer expandirse, aplicando cierta presión para que no se dividan más.
El dolor de cabeza se intensifica cuando me obligo a ver algún camino que seguir, y casi al borde del desmayo encuentro por fin un pequeño túnel. Me acerco con celeridad y me adentro en el, creando un suelo color violeta que me ayuda a trascender al subconsciente. Una vez allí veo un campo minado. Cada una de las minas es una grieta, y me temo que si la piso caeré haciendo que mi esfuerzo sea en vano.
Entonces emito un grito que no sé si se escucha también en la realidad, pero que acompañado de mis últimos esfuerzos me permite elevarme por encima del verde campo y atravesarlo desde el aire.
Finalmente llego a un oscuro valle en el que millones de lápidas reposan, incrustadas en el suelo. Esta tenebrosa imagen hace que por un momento mi voluntad flaquee, pero de inmediato saco cualquier pensamiento negativo y me propongo hacer lo que tengo que hacer.
Con ayuda de mis manos, genero una energía que nunca antes había creado. Hago que de cada una de las lápidas se eleve mi energía, buscando el punto de origen de las acciones de cada individuo. Al encontrar el centro, les ordeno a sus inconscientes que eleven el brazo con el que sostiene el arma y apunten a un objetivo específico, cada uno apunta a uno de sus compañeros. Y entonces les ordeno apretar el gatillo. Los disparos salen al tiempo, generando un sonido en compás.
En ese momento la conexión se rompe, tanto porque sus mentes abandonan la vida, al igual que sus cuerpos, como porque mi propia vitalidad se esfuma.
Mi cuerpo termina de caer al suelo y por un momento siento como la lucidez se escapa de mis dedos. Pero antes de que pueda dedicarme a descansar, el soldado que tenía la mitad de su cara quemada, al que yo trataba de proteger, es asesinado justo frente a mis ojos. Un hombre acaba de incrustar una bala en su cráneo y su cuerpo cae hacia al frente, desahuciado y carente de vida. Me quedo por un momento divisando la escena, horrorizada mientras la rabia se arremolina en mi sistema. Veo que su energía color azul se eleva, saliendo de su cuerpo y la pierdo de vista.
Al parecer, el asesino quiere convertirme en su nueva víctima, pues con una fuerte patada impacta en mi cabeza, haciendo que quede desorientada y que el dolor me invada mientras caigo al suelo como si no fuera dueña de mi cuerpo, dejándome inmóvil. Lo veo apuntar su arma en cámara lenta y temo lo peor.
Un rayo lo atraviesa, haciendo que la descarga eléctrica lo haga convulsionar y caer al suelo con el cuerpo quemado. Busco la fuente de este poder y Elektra me saluda, dándome la mano para levantarme. La tomo, pero no puedo ponerme en pie, así que ella simplemente me deja recostada sobre una piedra que hay en medio de la calle.
Dirijo mi mirada al soldado que acaba de morir y es entonces cuando me doy cuenta de que las balas que usan no son convencionales. Su cara esta azul. Están envenenadas. Me alarmo y levanto la bota de mi pantalón para revisar mi herida. Un torrente de miedo se pasa por todo mi cuerpo cuando veo que la zona esta verde y destila un líquido del mismo color. Recuesto mi cabeza sobre la piedra y cierro los ojos, tratando de apartar cualquier miedo, buscando la calma.
Al abrir los ojos veo que Blake esta tirado en el suelo, tras haber recibido una bala en el hombro. Me alarmo y trato de levantarme cuando veo que un grupo de soldados se acercan a él, pero me relajo cuando Elektra se interpone y con su rayo los rostiza vivos, haciendo que sus corazones dejen de funcionar después de que un rayo que se divide en varias partes los atraviesa.
Dirijo mi mirada uno a uno. Rosaura ya no tiene municiones y debe aceptar la pelea cuerpo a cuerpo. Daerien aún sigue peleando, aunque solo con una de sus dos espadas. Kaeil ahora está esquivando deliberadamente, pero está tan mal que cuando uno de los soldados lo golpea enseguida cae al suelo.
Blake se recompone y ya en pie sus brazos comienzan a incendiarse. Esta vez parece que toda su llama quiere expandirse por su cuerpo, pues comienza a extenderse por sus demás extremidades. Sin aviso alguno lanza el fuego hacia los últimos soldados que quedan. No mata solamente a los que vienen en frente por él, también aniquila a los que aún estaban batallando contra sus amigos.
Solo cuando veo que la batalla acaba, me permito cerrar los ojos en busca de paz.
—Lehia. —Escucho la voz de Blake muy cerca, y con ese dulce sonido me deslizo sin miedo a la inconsciencia.
*Gladius: es un término latino utilizado para designar una espada, el cual se aplica de manera moderna al arma utilizada por las legiones de la Antigua Roma desde el siglo III a. C. hasta el siglo III aproximadamente. Tenía una longitud de aproximadamente medio metro (aunque se podían hacer a medida del usuario) y una hoja recta y ancha de doble filo. (Wikipedia).
Daerien
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