CAPÍTULO 11
La mañana se asoma al borde de las montañas que se dibujan al final de la carretera. Un hermoso sol muestra su primera luz allá en la lejanía, y genera un contrastante sinsabor en el ambiente.
Hemos estado huyendo por horas, escabulléndonos entre el bosque. Pero ahora vamos en línea recta por la desolada calle. Ningún automóvil parece atreverse a pasar, y las personas han desaparecido de la tierra. Es como si todos en el mundo supieran lo que sucedió, como si todo el mundo temiera encontrarse con tres monstruos asesinos.
Ninguno se ha atrevido a decir alguna palabra, no es como si pudieran simplemente hablarme de su vida o yo de la mía. La tensión es palpable, es extrema. La punta de mi dedo podría cortar el hilo que de forma tensa nos separa.
Después de un rato comienza a dibujarse un pequeño edificio a la derecha del camino. Al parecer es la entrada a un pueblo.
—¿No estoy delirando, verdad? —pregunta Kaeil entre un suspiro—. Ustedes también lo ven.
No puedo articular ninguna palabra; pero cuando me mira hago un asentimiento, confirmando lo que sus ojos ven.
Cuando estamos al frente del edificio hago un repaso mental para comprobar que no haya nadie a los alrededores y casi al instante confirmo que es un pueblo fantasma, al ver desolada y desgastada imagen de pequeños establecimientos y casas casi a punto de derrumbarse
Blake es el primero en entrar al edificio y nos hace una seña con la mano para que lo sigamos.
Camino por inercia, traspasando la entrada. Puedo ver un montón de escritorios a mi derecha y a mi izquierda una especie de biblioteca. Decido caminar por el pasillo que se desprende delante de mí, siguiendo los pasos de Blake. Al final hay una especie de ascensor y a la izquierda de este unas escaleras.
Blake comienza a subir por las escaleras, omitiendo el ascensor, pero lejos de acompañarlo decido abrir las puertas del aparato. Con los hilos de mi poder en mis manos, abro las puertas con un movimiento que las hace separarse, al compás de mis brazos.
—¿Qué haces?
La primera frase que se recita en mi dirección por parte de Blake es nada más y nada menos que un reproche.
—¿No es obvio? —apuntó, siendo un poco más dura de lo que quise.
Me introduzco al pequeño cubículo y cuando veo el tablero de números advierto qué hay un botón con la letra S y el número uno. La intriga me parece demasiado presente.
—Hay un sótano.
Escucho las pisadas de Blake bajando las pocas escaleras, y veo a Kaeil acercándose al ascensor.
—Kaeil tú registra arriba, Lehia y yo iremos abajo.
—No hay nadie en el pueblo, no es necesario registrar todo el perímetro — señalo.
—Debemos buscar comida y agua. No hubiera entrado si no supiera que usaste tu poder para asegurarte de que estamos solos.
Claro, Blake lo tiene todo controlado.
—¿Cómo sabes que puedo hacer eso?
—No lo sabía, lo deduje cuando vi tus ojos color violeta.
—Nunca he oído de alguien con telepatía que pueda revisar el perímetro e identificar la presencia de seres vivos —comenta Kaeil con una mirada de confusión.
No sé qué decir, si ellos no saben de esta habilidad mucho menos sabré yo, así que alzo los hombros con desconcierto y lo dejo pasar.
Blake entra y se posiciona a mi lado mientras aprieta el botón S1. El ascensor se enciende, activando sus engranajes, y emite unos chirridos ensordecedores cuando comienza a bajar, acompañados de movimientos espasmódicos.
Finalmente, los sonidos cesan y el ascensor comienza abrir sus puertas, mostrándonos la escena.
—¡¿Qué mierda?! —Aunque lejano, escuchó claramente a Blake.
No soy capaz de procesar lo que estoy viendo. No lo puedo creer. En este momento mis emociones se arremolinan y hacen acto de presencia, haciendo que suelte un grito agudo de horror y que mis mejillas se comiencen a empapar.
No me he movido, pero incluso desde dentro del ascensor la imagen es fuerte y clara. En el centro del oscuro y tenebroso sótano hay una camilla bastante tétrico. Pero eso no es lo que causa tanta impresión. Al rededor de ella hay cuerpos inertes, desfigurados y ya pudriéndose. En las paredes hay infinidad de líquidos de diferentes texturas y colores.
Verde, azul, violeta, amarillo, rojo intenso. Sangre. Sangre de miles de personas.
Blake se adentra con cuidado y se acerca a un escritorio que se encuentra justo al lado de la camilla. Ahí toma lo que parecen ser unos documentos.
—Experimentos.
Por supuesto que son experimentos. Ante la mención de esto mi lloriqueo se intensifica y al fin soy capaz de moverme. Trato de acercarme a Blake para confirmar lo que ya sé, lo que mi intuición me grita.
—Doctor Kinn, científico de nivel genético.
Sus palabras me golpean y una carga más se acumula en mi pecho. Blake me mira y se sorprende. No parece que se hubiera percatado de mi llanto, hasta ahora.
—Lo... siento
No puedo dejar de llorar, y aunque el hecho de que Blake quiera confortarme en cierto modo me recompone, mis emociones son tan irreprimibles ahora mismo que ni eso me basta.
Él se acerca y pone su mano sobre mi hombro, tratando de ejercer un tipo de consuelo.
—¿Qué paso aquí?
No sé en qué momento el ascensor subió y volvió a bajar, trayendo a Kaeil.
—Experimentos —contesta—. Miles, su fuego me pudo quemar, cosa que no debería pasar —apunta Blake, conectando los experimentos a la monstruosidad en la que Miles se convirtió.
—Están obligando al código genético de un humano a recibir el nuestro, pero claramente no tiene la misma función, vimos que Miles explotó, y al parecer estos aquí tampoco tuvieron suerte.
—Deberíamos irnos de aquí —sugiere Blake, mirándome con preocupación—. ¿Lehia?
Vuelvo a encender mis ojos con la intención de borrar el sufrimiento de mi ser, pero cambio de idea. Tengo que dejar que esto pase, de otra forma nunca voy a descansar, y este es solo el comienzo.
—No —artículo cuando Blake exterioriza su llama para, presuntamente, incendiar el lugar. Me mira con confusión.
—Dame la carpeta... y no incendies nada, déjalo así —logro pronunciar la frase completa aun cuando unas pocas lagrimas siguen trazando un camino en mi rostro.
Me detengo en el medio de la sala, detallando todo. «Son. Eran humanos» pienso, porque si fueran Psyques probablemente no estarían muertos, estarían agonizando en un bucle de eterno dolor.
El lugar es tan colorido, pero sus colores solo representan muerte, por lo que lejos de ser bello, solo transmite una lúgubre angustia. No quiero creer que mi padre hubiera usado a humanos para experimentar, cuando él mismo quería protegerlos de nosotros ¿Cómo fui tan ciega? ¿Qué es lo que él en verdad busca?
Abro la carpeta y un montón de personas comienzan a dibujarse en las páginas, con millones de datos. Al parecer todos residían en este pueblo, todos tenían familia y todos fueron exterminados. De pronto me dirijo a la última página y veo una imagen que me desconcierta. Miles de hombres lanzando bombas y matando a humanos con sus armas, soldados del ejército de los campamentos.
—Ellos acabaron con el mundo —digo en voz baja, realizando la verdad.
Alzo la vista y Blake me mira con confusión.
—¿Qué quieres decir?
—M-Mike —titubeo—. Él me dijo que ustedes, nosotros habíamos acabado con el mundo, con las ciudades y los humanos, que todo estaba reducido a nada por sus acciones.
Blake comienza a enojarse, pero Kaeil lo toma por el hombro, tratando de calmarlo.
—Ya ves que no, los humanos son los responsables de su propio apocalipsis. Su ambición y egoísmo los llevo a destruir su naturaleza, sus ciudades y sus familias. Todos necesitan sentirse superiores, pero nunca lo serán —escupe Kaeil con odio.
Es apenas en este momento en que el peso de toda la verdad cae sobre mi. Diecinueve años de mi vida encerrada dentro de la mentira y nunca cuestioné nada de lo que sucedía, nada de lo que me decían. La rabia se arraiga a mi ser y desde este momento me prometo a mí misma no dejarme imponer nada de nadie.
Kaeil es el primero en salir, al parecer asqueado y horrorizado, lo sigo y al instante Blake sube al ascensor y presiona el botón del primer piso. Una vez estamos fuera del edificio, me permito respirar aire limpio para eliminar el recuerdo del hediondo olor a muerte que allí abajo se esparcía.
—¿Encontraste algo arriba?
—No hermano, solo laboratorios y más papeles.
Los dos Psyques que me acompañan comienzan a caminar en dirección al pueblo, pero yo me quedo estática mirando el edificio.
¿Por qué esta tan expuesto? ¿Acaso estas personas eran conscientes de lo que se realizaba en este lugar?... Claro que sí, Kaeil mismo lo dijo, ellos querían más. Y tampoco creo que el doctor Kinn les explicara los riesgos.
La impotencia crece en mi interior ante las incógnitas que se pasan por mi mente. Sin ser consciente, mi poder se desencadena como si tuviera vida propia. No muevo ningún centímetro de mi cuerpo, ningún dedo, ni siquiera mis pupilas giran al rededor. Solo actuó, actuó a través del control mental.
Como si de un comando se tratara, el edificio colapsa desde abajo, generando un estruendo colosal. Como si conociera la estructura a la perfección detonó las columnas vitales y el primer piso se sumerge sobre el sótano en medio de escombros haciendo que los cuerpos queden enterrados, aunque ninguna sepultura merezcan.
El polvo se levanta, haciendo que todos comencemos a toser frenéticamente, y es así como siento que el pigmento de mis ojos vuelve a ser gris.
Tapo mi visión con mi mano para evitar que las partículas se inserten en mis ojos. Al cabo de unos pocos minutos el polvo se está disipando y al fin soy consciente de lo que acabo de hacer. Enterré todos esos cadáveres justo en el lugar en que su desgracia ocurrió. Pero, de manera extraña, siento que mi pecho se desenreda un poco, siento que el llanto se encierra y que mi mente experimenta un poco de paz.
—¿Pero qu hicis...? ¿Cómo lo hiciste?
Miro a Kaeil, quien me devuelve una mirada de desconcierto.
—Solo lo pensé...
Blake mantiene su mirada petrificada en el edificio.
—No usaste tus manos, no necesitaste un conector físico para realizar telequinesia.
«¿Telequinesia?»
Me quedo callada, no pronuncio palabra alguna. Solo le demuestro mi confusión mediante mi mirada.
—Tenemos que irnos —exige Blake—. Fue una detonación, seguro se escuchó a kilómetros.
Los sigo dentro del pueblo. Pasamos por varias casas y finalmente Kaeil desaparece dentro de una mansión blanca. Me quedo observando el cielo, tratando de calmar mis respiraciones. Recuerdo lo que dijo Kaeil sobre no usar ningún móvil físico, y es cierto, solo usé mi mente. Hay muchas cosas por aprender
—¿Cómo te sientes? —La voz de Blake es casi un susurro, pero interrumpe mis cavilaciones. Levantó mi mirada y la dirijo a su rostro. No hay ninguna expresión que se haga notar, pero su tono de voz es acogedor.
—Todo esto es... demasiado —confieso mientras dejo caer mis hombros derrotada.
—Eres muy capaz, Lehia, con esto y con todo.
—Y también los engañé... Lo siento en verdad.
—No te culpes, lo importante es que estás de nuestro lado ahora —me mira expectante y dudoso, como si pensara que sacaré algún truco y lo volveré a engañar.
Asiento.
—Solo quiero saber la verdad, llegar al fondo de todo, porque créeme que no entiendo nada.
Su mirada trasmite compasión, pero es muy extraña. Sus ojos nunca abandonan la ira, el fuego, el caos. No importa qué pase por ellos, sus ojos siempre están nublados. Verlo compadeciéndose de mi, aun teniendo un deje de destrucción dentro de sí es, por extraño o macabro que suene, encantador.
—Y lo descubrirás —termina, dándome una sonrisa.
Kaeil regresa, agitando unas llaves un su mano, y en la otra trae unos paquetes.
—Estamos de suerte. Al parecer aquí vivieron personas lo suficientemente ricas como para dejarnos su coche. —Le lanza las llaves a Blake, y nos entrega a cada uno un paquete con galletas. Agradezco en silencio poder comer algo.
Blake saca el auto del garaje y Kail trepa al asiento del copiloto. Yo espero a que se acerque para poder subir.
—¿Nunca has robado un auto en tu vida? O ¿Por qué me miras como si estuviera loco? —pregunta Blake con diversión en su tono y expresión, mientras hace avanzar el carro, pasando por mi lado. Abro la puerta trasera y me adentro.
—Lo dices como si fuera una regla de vida —refuto, girando los ojos, pero me estoy riendo.
—Y lo es —termina con una sonrisa de medio lado que me deja sin palabras.
—¿Saben la dirección que debemos tomar?
—¡Claro! —Kaeil responde a mi pregunta con obviedad—. Conocemos estas calles de memoria, fue parte de nuestro entrenamiento previo para esta misión —aclara .
Asiento mostrando entendimiento. Claro que conocen las calles, los poderes, los rangos. Conocen todo lo que se necesita conocer, soy yo la que ha vivido bajo tierra durante años.
—¿Entonces, su misión se trataba de rescatar a los Psyques que estaban recluidos en el tercer campamento? —pregunto, ya no con el propósito de ganar su confianza o de obtener información para reportar, sino por curiosidad y porque quiero entender todo lo que pasó.
Kaeil se muestra un poco reacio a responder, endureciendo un poco sus facciones, en señal de incomodidad.
—Si, además de recopilar información sobre estos campamentos —explica Blake en lugar de su amigo, con mucha más soltura. Sonrío agradeciendo su confianza.
—Supongo que en la Academia estaban muy expectantes ante esta misión, imagino que sus padres estarán orgullosos —inquiero con cierta nostalgia.
Esta vez es Blake el que se pone tenso y la ira crece en su aura, lo puedo sentir. Tal vez he tocado terreno delicado. Dirijo mi mirada a sus nudillos y veo que están blancos de la fuerza que está ejerciendo al rededor del volante. Su respiración se vuelve un poco pesada y el ambiente se tensa.
—Lo siento —me disculpo de forma sincera, pues me es fácil empatizar con los sentimientos de otras personas. Entiendo que es un tema que abarca un terreno borrascoso e inestable.
—No te preocupes —me asegura Kaeil—. Mi padre no estuvo muy de acuerdo con esta iniciativa. Según él, poner nuestras vidas en peligro para salvar a almas condenadas y de menor rango era la cosa más estúpida que se nos podía ocurrir, pero contamos con el respaldo del concejo táctico, por lo que ni siquiera mi padre pudo impedir que viniéramos.
Suena como un padre realmente amoroso, que se preocupa al máximo por sus hijos y deja de lado su efectividad en campo cuando sus vidas están en peligro. En todos lados veo lo que desearía tener.
—Suena como un padre genial, se nota que se preocupa mucho por ti.
—No sé, a veces se siente como si solo estuviera a la defensiva, es muy molesto en realidad. —Me mira con algo de tristeza por el retrovisor—. A mi hermana pequeña no la trata muy bien que digamos, y se interesa mucho en mantener las razas puras. Está lleno de prejuicios y pretende ser perfecto y que toda la familia Magnum también lo sea.
—¿Lo dices por Rosaura? —Me mira con sospecha.
—¿Cómo sabes de ella? —pregunta con acusación, mientras arquea una ceja.
—Los escuche hablando hace días, antes de ir al campamento tres —admito apenada, mostrándole una sonrisa de disculpa.
Él asiente y me devuelve la sonrisa.
—No es solo por ella, porque en parte tiene razón en ese tema. Es por las reacciones y acciones que toma. Casi nunca estamos de acuerdo y se empeña mucho en infundirme que los Défteros y Tritós no merecen ser llamados almas puras ni poseer ningún tipo de habilidad. Blake no es mucho de su agrado y diría que ahí es donde más discrepamos. Este hombre —dice señalándolo—. Es mi hermano, no de sangre, pero sí de alma. Mi padre lo celebra mucho por sus habilidades ya que están muy por encima de cualquier défteros, aun cuando es un Tritós. Pero no pierde oportunidad para insinuar que deberían desaparecer.
«Almas puras»
Me doy cuenta que incluso entre ellos hay discriminación, incluso cuando se supone que todos predican tener el alma más pura que puede existir, no dejan de haber prejuicios y violencia.
No sé qué decir, así que en su lugar creo un puente de forma rápida hacia su mente y comienzo a derribar sus barreras.
—¡No, para! —ruge Blake y con su mano aparta a Kaeil de mi vista.
—No haré nada malo. —Levanto los brazos al aire para que sepa que en verdad no pretendo dañarlo—. Lo prometo.
Me mira por el retrovisor durante un pequeño lapso de tiempo, pero es más que suficiente para ver la desconfianza en sus ojos.
—Lo juro, no estoy mintiendo. No haría algo tan estúpido cuando puedes hacer que este auto se incendie y nos vuele en pedazos.
Relaja un poco su entrecejo que antes estaba arrugado. Pero sé que está atento, a la defensiva.
Miro a Kaeil buscando su permiso y el asiente. Cuando vuelvo a conectar ya no hay barreras, Kaeil las bajó todas para que pudiera entrar sin obstáculos.
Su vestíbulo es diferente. No en todas las personas es una habitación como tal. Esta vez parece que Kaeil me está mostrando su verdad.
Estoy en medio de una cúpula transparente que rodea un jardín lleno de árboles, flores, arbustos; lleno de naturaleza, de su naturaleza. El jardín tiene unos colores tan vivos como el aura de su poseedor. Me adentro un poco en el pequeño bosque y allí se forman unas escaleras gracias a que mi mente busca pasar al siguiente nivel, al subconsciente. Las escaleras son de un violeta traslucido, al igual que mis conocidos puentes.
A medida que subo y que la altura se hace presente, me veo envuelta en las nubes más hermosas que podrían existir. No son oscuras, no están anunciando ninguna tormenta. Son blancas, y tiene tintes rosas. Estoy en la cima de una montaña tan verde como los propios ojos de Kaeil. Estoy en la cima de su mundo, y aún me faltaría escalar. A mi alrededor no parecen haber más montañas y ningún otro paisaje. Solo un cielo infinito que se extiende más allá del horizonte.
Estando aquí solo tengo que concentrarme, no hay nada que me esté impidiendo estar aquí. No hay puertas llenas de trucos. Tengo cada uno de sus recuerdos, sus emociones, sus sentimientos a mi alcance. Pero no quiero invadirlo, quiero que confié en mí.
Me sitúo, mirando hacia ese cielo y me concentro en alcanzar la punta de sus sentimientos. Cuando soy capaz de sentir esa vibración, esa calma, y al mismo tiempo ese remolino que parece querer absorberme, me encargo de hacerme consciente de mis propios sentimientos. Añoranza, eso es lo primero que identifico dentro de mí. Después llega la comprensión y la familiaridad. Me encargo de transmitirle, de llevarle estos sentimientos que no puedo poner en palabras. Por medio de mi mente le entrego lo que siento para que él sepa que entiendo y que confió.
Poco a poco confirmo como los recibe. Se siente felicidad en la punta del iceberg que son sus sentimientos, y me lleno de euforia cuando recibo confianza por su parte. Comienzo a descender como si estuviera cayendo en un sueño profundo, pues todo comienza a hacerse borroso.
Parpadeo para acostumbrar a mis ojos a la verdadera realidad. Kaeil me otorga una sonrisa cargada de nostalgia y alegría, y en sus ojos veo que algo cambio. Ya no me ve como un enemigo o una amenaza, me ve por lo que soy, me ve por lo que le transmití.
—Blake tenía razón. Tu eres calma, eres serenidad y sosiego —dice aun sosteniendo su sonrisa—. Gracias.
Le devuelvo la sonrisa y me recuesto en el espaldar. Miro al espejo retrovisor y me encuentro con los ojos de Blake. Pareciera que están hablando, expresando su agradecimiento con mudas palabras. Estos dos tiene una conexión muy especial, en verdad que sus almas se convergen en una hermandad a prueba de todo.
—Lamento que no hayan podido rescatar a ningún Psyque. Que no lleven información que concluya su misión.
—Pero si la cumplimos —asegura Blake con una gran sonrisa—. Te rescatamos a ti y tú sabes todo lo que nosotros necesitamos para por fin acabar con todos esos maniáticos —termina con emoción.
Mi cara serena y dotada de alegría se tensa, ahora soy yo la que usa su mejor mirada de desconfianza y decepción.
Aprecio mucho que ellos me hubieran ayudado, incluso cuando yo los engañe, cuando los ataque. Pero lo que acaba de decir se siente como si la única razón por la que lo hicieron fuera para usarme y así ganar alguna medalla o reconocimiento vacío.
Tal vez sin ellos no hubiera salido viva de allí, pero no dejaré que se tomen el crédito por salvarme.
A Blake se le nota preocupado, sus ojos caen y la sonrisa tan vigorosa que antes mostraba ahora se traza en una línea.
—Porque si estas de nuestro lado, ¿verdad? Nos vas ayudar.
Es el turno de Kaeil para mirarme, expectante.
—Claro —fuerzo una sonrisa y sin decir una palabra más me recuesto sobre la ventana para mirar el paisaje que afuera se dibuja.
No es hasta que Blake me sacude para que salga de mi ensueño que me doy cuenta que caí dormida. Abro mis ojos con pereza y lo primero que encuentro cuando ven la luz son un par de perlas negras mirándome directamente a las grises mías.
—Se acabó el combustible, debemos parar aquí.
Comienza a caminar en dirección contraria a la mía; me acomodo, terminando de borrar cualquier rastro de sueño en mi cara.
Ay esos ojos negros. Cuanto deseo que me miren, pero cuando lo hacen solo quiero que se aparten. Es que son tan profundos y hermosos, son tan brillantes; al mismo tiempo son perdición, muerte y caos. Es una tentación dulce pero peligrosa, o tal vez es letal pero afectuosa. No sé.
Salgo del auto y me giro para encarar la nueva locación, y puedo decir que es de lo más hermoso que he visto desde que salí al exterior hace unas semanas. El cielo aún está claro, aún brinda suficiente luminosidad como para ver la enorme ciudad que se ciñe justo en frente.
He visto ciudades en las viejas películas que reproducía, en imágenes proyectadas a mi habitación, en libros y en revistas. Siempre eran un caos gris. Tenían cierta belleza, pero no me gustaban por completo debido a ese ruido tan fuerte que parecían transmitir. Sin embargo, aquí y ahora, parada frente a una, todo es muy diferente.
A cientos de kilómetros a la redonda hay una ciudad que se rivaliza con la naturaleza. Concreto gris se alcanza a divisar de vez en cuando, en aquellas partes donde la naturaleza aún no reina. Edificios gigantescos, que obstruyen la vista del cielo, parecen querer aplastarme. No hay ni una ventana intacta ni alguna puerta medio puesta. Todo está desolado, dentro de esas edificaciones solo se ven paredes, más estructuras, una que otra cama desbaratada y diferentes artículos que son irreconocibles desde mi pequeñez.
Es increíble la imagen de esta naturaleza comiéndose el concreto. Las calles están llenas de plantas que parecen nacer de sus grietas, incluso árboles que siguen el curso de sus raíces sobresalientes. El pavimento esta quebrantado en todos sus rincones.
—Otra cosa que no habías visto.
Le muestro una sonrisa a Blake en la que mis dientes inevitablemente salen a resplandecer. Él suelta una carcajada veraz y sonora.
Estoy llena de euforia, de alegría infinita, de gozo y de placer. Quiero saltar y gritar, quiero tirarme en el suelo y que este me susurre todos los secretos del universo.
El cielo contrasta perfectamente con la imagen de la ciudad. Mientras los colores allá arriba son vivas tonalidades de naranja, aquí abajo la seductora oscuridad se desnuda mostrando sus tonalidades verdosas. La ciudad no parece tener fin. Se siente que si llego a adentrarme en ella también me tragará en su oscuridad.
Caminamos y me aseguro de que el perímetro este solo. Está desolado. Blake toma la delantera y nos guía hacía uno de los edificios que se encuentran más cerca. Es más ancho que alto y parece tener más de quince pisos, lo cual vendría a ser muy pequeño en comparación a los cientos de otros edificios a su alrededor.
Cuando entramos, inmediatamente hay unas escaleras. No hay lugar para ir a la derecha o a la izquierda, solo hacia arriba. Subimos al segundo piso y allí hay una sola puerta a la derecha y luego las escaleras siguen subiendo. Decidimos entrar allí y nos encontramos con un salón grande con solo dos mesas, de las cuales una está totalmente destrozada, y una silla posicionada justo al centro del salón. Además, la pared que se ubica justo al frente de la entrada está cubierta por un espejo que la cubre por completo.
Me acerco con cautela hacía el espejo y cuando estoy lo suficientemente cerca veo mi reflejo allí, de forma detallada. Me veo igual de pálida que siempre, pero mis mejillas están tintadas de rosa. Mi cabello suelto esta enredado en algunas partes, así que comienzo a deslizar mis dedos para solucionar esto.
Decido activar mi poder y veo en el reflejo de mi ser que los ojos mutan a ser violetas y despiden una luminiscencia propia de su energía. Son bellísimos, nuestra naturaleza es bellísima.
—No está nada mal —rescata Kaeil—. Iré a buscar algo en donde podamos dormir.
Me acerco a una de las ventanas y de antemano sé que no podré dormir. Me quedo mirando el edificio que hay en frente y aunque solo se ve su parte baja no puedo evitar encontrar deleite en su estructura.
—Tus ojos están llenos de belleza, de pasión. —Lo miro—. Me gustan —dice levantando su comisura para desencadenar una sonrisa encantadora. Busco sus ojos y me acerco.
—Los míos grises..., o los de Psyque, los violetas —inquiero con suavidad.
—No sé cuáles me vuelven más loco —confiesa, transmitiéndome seguridad a través de su mirada.
Kaeil entra a la habitación, aclarándose la garganta más fuerte de lo que se necesita.
—Aquí hay tres mantas... creo que solo necesitamos dos —sonríe y Blake suelta una pequeña carcajada.
Me entrega la mía y decido acostarme junto a la ventana, tratando de calmar el ardor en mis mejillas.
Cierro los ojos, pero el sueño no viene a mi cabeza. Lo único que aparece en mi mente es la imagen de Lily muriendo y la de Ethan desangrándose.
Ya volvió la monstruosidad, supongo que me lo merezco.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro