CAPÍTULO 1
Lehia
Silencio: tan odiado y marginado, y yo solo estoy rodeada de él.
Siempre me ha gustado la idea del silencio, de la tranquilidad y la soledad; a veces incluso me encontraba deseándolo con locura, y lo preciaba como un galante tesoro.
De pronto, un estruendo se oye y volteo en dirección al sonido, encontrándome de frente con un león salvaje, al parecer genéticamente modificado, ya que algunas venas se le ven brotadas de color violeta. Trato de mantener la calma y respirar de forma mecánica, mientras siento al viento meneando algunos mechones de mi cabello fuera de mi rostro. El león se posa tranquilo en medio de dos árboles, pero no baja la guardia. Como si pudiera leer mi mente, de repente se levanta y comienza a avanzar rápidamente en mi dirección, con clara intención de atacar.
No debo matarlo, esa no es la orden que recibí, así que busco en mi interior mi poder y de inmediato percibo que mis ojos, con un cosquilleo, cambian de color; mi mente se siente expandida y sé que es momento de actuar. Miro fijamente al león, justo en los ojos, y concentro mi energía en convencer a su cerebro de que debe parar, de que no soy un objetivo; siento las ondas llegando a su ser y me relajo cuando finalmente se detiene para recostar su cuerpo en el suelo.
Con una sonrisa de triunfo levanto mi cabeza y me dirijo a la pequeña pantalla, cerca de la puerta del salón, para desactivar la simulación. Mientras tanto veo cómo los médicos veterinarios toman al león, que ahora parece mucho menos peligroso. Dejo a un lado las pequeñas dagas que tomé cuando empecé la prueba, en caso de no poder manejar al animal, y me dispongo a abandonar el salón de simulaciones.
Camino por un pasillo lleno de puertas, hasta que llego a una especie de patio lleno de plantas artificiales. Me tomo un momento para admirar lo que podría ser una planta real. Acto seguido, tomo el pasillo de la derecha y me dirijo a la última habitación: la mía.
Es un pequeño cuadrado que aloja una cama sencilla, un armario monocromático y un pequeño escritorio con una silla, todo en color gris. Al fondo hay una puerta que corresponde al baño, y allí es a donde me dirijo.
Tomo una ducha rápida y me pongo frente al espejo, después de vestirme, mientras observo mi hombro derecho lleno de moretones, que contrastan de forma aterradora con mi blanca piel alrededor. Subo a mi negra cabellera y me quedo observándola durante un momento.
—¿Disfrutando de la vista?
Me sobresalto, pero al ver quién es solo sonrío y asiento.
—Eres muy hermosa, mi preciada Próta —dice mientras me otorga un guiño.
—¿Por qué siempre me dice Próta, Doctor Kinn? —inquiero con una ceja levantada.
Desde que tengo memoria me ha llamado de esta forma. Sin embargo, no tiene sentido para mí.
—Sáltate el protocolo, hija mía. —Sonríe—. ¿Descansaste bien?, hoy tendremos que usar mucho nuestra cabeza.
—Descansé todo lo que pude, considerando mi situación en esta habitación, padre —digo a modo de reproche mientras ruedo los ojos, aun sabiendo que esta ha sido mi situación durante toda la vida.
—Sabes que es por tu bien, no puedes estar expuesta ante esos desalmados.
—¿Tan malos son?
Sin responderme, se da media vuelta y me hace un gesto para que le siga. Comenzamos a caminar por los estrechos pasillos que están iluminados por grandes lámparas incrustadas al techo; cada medio metro hay una puerta como la de mi habitación, y aunque no se me permite entrar en ellas, sé que allí se alojan otros como yo, pero no exactamente buenos.
Yo siempre me he preguntado por qué mi padre afirma que los que son como yo no tienen alma, él siempre deja mi pregunta en el aire, pero entonces otra cuestión llega a mi mente: ¿no soy yo, entonces, igual de desalmada que ellos? Ciertamente no me gusta creer que no tengo alma, pero a veces siento que es cierto; he sido entrenada toda mi vida para actuar como si no sintiera nada, como si no tuviera alma, para pelear por los humanos, lo cual es bastante irónico. Mi padre solo dice que necesito ser dura y no debo simpatizar con los de mi clase, porque soy un soldado en servicio de la humanidad. Solo espero que, como todos los demás, yo también tenga salvación.
Al cabo de unos cinco minutos, llegamos a un auditorio grande: el gimnasio que ambientaron para ser mi centro de entrenamiento personal, pero, esta vez, se ve distinto: irreconocible; no está lleno de máquinas, está totalmente vacío, a excepción de una mesa y cuatro sillas al rededor.
—Buenos días, Doctor Kinn —vociferan dos personas al mismo tiempo. A ambos los puedo distinguir.
—Doctora Flinch. —Mi padre hace un asentimiento—. Doctor Moore. —Repite la acción—. Ya conocen a Lehia.
Doy un paso al frente y asiento a modo de saludo.
—Vamos al grano, Colton, no hay tiempo que perder —exige la doctora Flinch.
Mi padre suelta una pequeña risa.
—Por supuesto, es de mi interés terminar con esto de una forma rápida y eficiente.
Tomamos asiento y mi padre saca varios papeles de una maleta.
—Lehia, este es el momento en que nos demostraras que estás a la altura de nuestros ideales.
Mantengo mi rostro carente de emociones, al no saber qué quiere decir mi padre con eso.
—Respetados compañeros, hemos esperado años para tener una Psyque tan fuerte y poderosa, que sea capaz de entender nuestra misión y apoyarla con su vida —realiza una pausa y continúa—. Pues me alegro de anunciar que al fin ha llegado el día.
Todos en la mesa parecen muy calmados y satisfechos con aquella declaración; yo, sin embargo, me llevo una sorpresa mientras me concentro en no demostrarles lo confundida que estoy. Me han entrenado, pero nunca me dijeron para qué. Solo sé que es en pro de los humanos, de los que deberían temerme.
—Lehia, para mí es un honor llamarte hija. —Hace una media sonrisa que desaparece tan rápido como llega, para darle paso a la siguiente afirmación—: Espero no me quites ese sentimiento por uno de decepción, creo que no sería conveniente.
Me estremezco ante esa ¿amenaza? Nunca se había dirigido a mí con un tono tan vacío, pero al mismo tiempo tan lleno de asco y rencor.
Mantengo mi usual expresión, no dejando que mis barreras se caigan con esto.
—Estarás más que orgullosos de mí, padre, solo instrúyeme para la misión.
—Esto ha estado planeado desde hace años ya, nosotros tres hemos investigado juntos desde los tres campamentos para tener un resultado exitoso; eres afortunada de que la Doctora Flinch, el Doctor Moore y yo te hayamos escogido —explica con orgullo.
»Tenemos dos objetivos, son dos espías que vienen de la Gran Academia de Psyques, pero no sabemos cuál es su misión, qué es lo que pretenden. Se infiltrarán en una banda de criminales, porque estos colaboran con nosotros. —Pone cara de disgusto y prosigue—. Tú tendrás que infiltrarte en las instalaciones de este grupo. Ellos no pueden saber que eres una enviada de nosotros, porque no confían en los de tu raza; si la información de tu verdadera naturaleza se filtra, perderemos apoyo por parte de los cabecillas de la organización. Los dos objetivos ya estarán allá cuando llegues.
Aprovecho la pausa que hace para ordenar mis ideas. De alguna forma esta información es bastante abrumadora, pero me las arreglo para demostrar por qué es que soy un soldado.
—Por supuesto que los criminales no sabrán que están infiltrados, ni tú ni los dos Psyques —continúa—. Esta información se reduce a un círculo muy pequeño de personas; lo que casi todo el mundo piensa es que tanto los objetivos como tú son humanos buscando contribuir a sus negocios ilegales. Por esto tú debes actuar como los humanos, tratar de que los objetivos no te descubran y capturarlos para ser traídos a esta central, si los humanos te descubren tendrás apoyo dentro, pero en lo posible mantente al margen.
—Entiendo —aseguro con confianza.
—Estos objetivos son importantes dentro de la milicia Psyque, por lo que están muy bien entrenados y han sido expuestos al campo en la realidad; tal vez te quedes corta con tu entrenamiento individual —comenta Flinch de forma despectiva.
—Ella podrá manejarlo, Flinch, por esto la escogimos —dice el Doctor Moore sin emoción en su tono de voz.
—Ella tiene razón —apunta mi padre refiriéndose a la doctora—. Tu entrenamiento no está al nivel de ellos y, por supuesto, tu experiencia en el campo es nula; por eso no debes actuar de forma precipitada, espera al mejor momento para atacar y, si es necesario, no sientas ningún impedimento a la hora de asesinar. Esto va para cualquiera que amenace la operación, sea humano o sea Psyque.
El Doctor Moore rueda los ojos.
—Como sea, yo recomiendo que los dejes inconscientes, porque en verdad los necesitamos vivos. Si en algún momento necesitas ayuda nosotros lo sabremos, pero es importante que no los mates, porque, al igual que ellos, nosotros necesitamos información.
»Esta es la carpeta con los objetivos, si tienes alguna pregunta no dudes en hacerla.
Asiento mientras me pasa la carpeta negra, con un grabado en el frente que dice «CONFIDENCIAL» en color rojo. La abro y de inmediato diviso la foto de un hombre joven, tal vez en sus veinte, de piel oscura, cabello claro corto y ojos verdes. Solo se ve su cara, y a un lado están escritos una serie de datos.
NOMBRE: Kaeil Magnum.
EDAD: 25 años.
HABILIDAD: Fitoquinesis (habilidad quinética que tiene que ver con la vegetación).
RANGO: No especificado.
POSICIÓN: Oficial superior.
No me pareció que fuera mucha información, dadas las circunstancias, pero supongo que ocultan muchos datos a personas como yo.
Cambio de hoja y encuentro el rostro del segundo objetivo: un hombre, también entre sus veinte, de piel clara, un poco bronceado, cabello castaño y lacio, ojos negros y algo adicional: en su cuello se puede ver el rastro de una figura, un tatuaje, tal vez, tiene forma de serpiente, como la parte final de esta, aunque no puedo estar muy segura. Tiene un atractivo bastante peculiar.
Seguido a esto encuentro los mismos datos que en el objetivo anterior.
NOMBRE: Blake Laun.
EDAD: 22 años.
HABILIDAD: Desconocida.
RANGO: No especificado.
POSICIÓN: Soldado de tropa A.
—Solo tengo una pregunta: ¿qué es el rango?
El Doctor Moore suelta una risa.
—¿Solo una pregunta?, debes ser muy buena con tu habilidad, querida.
—Es confidencial, incluso para ti, pero no te preocupes no necesitas saberlo para ejecutar la misión —afirma Flinch con sarcasmo, y su tono de voz parece tener la intención de asesinarme.
La miro con los ojos entrecerrados tratando de mostrarle que no me intimida. Desde que soy pequeña siempre me ha menospreciado.
—Ahora que todo parece claro espero que no cometas un error que te cueste la vida, Lehia —advierte una vez más mi padre con un tono amenazador—. Mañana es el comienzo de la misión, nosotros te llevaremos a la frontera, pero definitivamente tu tendrás que llegar al lugar por tu cuenta. Es importante que no se enteren de tu naturaleza, así que debes usar tu poder de forma moderada y precavida. En cuanto a tus ojos, no hay mucho que podamos hacer —entiendo que se refiere a los momentos en que cambian de color por el uso de mi poder—, entonces tendrás que ejercer algún dominio mental si alguien lo nota.
—Entendido.
—Perfecto, entonces puedes retirarte, yo iré más tarde a revisar cómo vas.
Me levanto sin pronunciar palabra alguna, mientras recojo la carpeta con la información y me dirijo a mi habitación.
Llego y me siento sobre el pequeño escritorio, mientras abro la carpeta, llegando a la página en la que se describen los objetivos de la misión.
─Lograr infiltrar con éxito al sujeto de prueba.
«¿Sujeto de prueba?», me pregunto.
─Identificar a los objetivos militares en calidad de enemigo.
─Neutralizar cualquier intento, que pueda resultar exitoso, en materia de recaudar conocimiento y/o información de nuestra organización de experimentación.
─Reunir información contundente que conduzca al paradero de la Gran Academia de Psyques.
─En lo posible, capturar y traer a las instalaciones a los objetivos antes mencionados.
Me quedo por un momento retroalimentando lo que acabo de leer. Me mentalizo a cumplir mi misión ya sabiendo cuales son mis objetivos, pero sería mucho mejor si hubiera más pautas, no solo una lista de cosas que hacer sin ningún método que seguir.
Me devuelvo a la página de los objetivos y le doy una ojeada más. Observo al objetivo dos, Blake Laun. A diferencia de su compañero, este no parece tener ese aire mágico, diferente, único. Puede, fácilmente, ser confundido con un humano, pues las peculiares combinaciones físicas que los Psyques presentan no se reflejan en él.
Miro otra vez lo que se muestra de su tatuaje y de inmediato me pregunto cómo se verá completo, sin ningún pedazo de tela que lo cubra.
Antes de cerrar la carpeta me voy al mapa de la ciudad a la que me llevaran: CEPTIA. La ciudad es bastante grande, por lo que no me queda claro cuál será el lugar exacto al que arribaré.
Después de ojear algunas otras piezas de información básica, como las especificaciones de los objetivos, me dirijo a la última página y mi rostro aparece en el blanco papel casi camuflándose con este.
Hay una breve descripción física que contiene datos como que mi cabello es negro, que mis ojos son grises, que mi poder es Telepatía y el historial de procedimientos a los que he sido sometida:
─ 377 procedimientos de experimentación.
A pesar de la agonía, el dolor y la tortura, creo que ha valido la pena, todo por ayudar a aquellos que no pueden defenderse de los más atroces. No puedo decir que me gusta, o que lo hago sin titubear, pero me siento orgullosa de haber pasado por todo eso solo para poder llegar a este día, al día en que al fin demostrare de lo que estoy hecha.
Cierro la carpeta y me levanto de la silla, quedándome de pie con los ojos cerrados mientras estiro mis extremidades. El día de hoy ha sido abrumador, fue un punto de quiebre entre el pasado y mi futuro que se comienza a dibujar en mi presente.
En busca de un poco de calma proyecto un bosque inundado en neblina en las paredes. Dado que los campamentos son subterráneos nunca he podido ver el exterior y sus paisajes, así que me permiten proyectar imágenes en movimiento de lo que se supone son los lugares afuera. Hay mucha tecnología aquí abajo, y poder ver cómo es el exterior me motiva para comenzar mi misión el día de mañana. Los bosques son mis ambientes favoritos, más aún cuando se ven así de misteriosos, pero tan llenos de calma y serenidad; así que relajada y sintiéndome pura, regreso a mi preciado silencio para observarme una vez más en el espejo.
No he tenido más que un par de interacciones con personas, a parte del personal fijo, porque casi todos son prisioneros o soldados elegibles que se quedan en el campamento de forma temporal, y teniendo en cuenta que los hologramas no cuentan en esta historia, no puedo decir que conozco el concepto de belleza dentro de la sociedad que afuera me espera. Pero así, mirándome fijamente, puedo reconocer que hay belleza en mí.
Mi padre me dice que en mis diecinueve años siempre he tenido la piel igual de blanca, rozando la palidez, que se refleja gracias a que mi cabello es completamente negro y lacio. También he podido encontrar belleza en mi poder: la Telepatía; gracias a este, mis ojos grises de forma natural se tornan violetas cuando hago uso de él.
Retiro mi camisa con lentitud y lo que el reflejo me devuelve es una desnudez casi perfecta. Mi cuerpo delgado y alto contrasta perfectamente con las curvas en mis extremidades inferiores. Mis pechos, no muy prominentes, se sostienen desafiando la gravedad y mis venas verdes y violetas sobresalen en el blanco lienzo; sin embargo, en mis costados, hay dos pequeñas cicatrices en forma de espiral que arrugan y manchan la prolija piel alrededor.
Aunque los Psyques tenemos la capacidad de acelerar los procesos de curación, al punto de eliminar las cicatrices casi por completo, parece que estos dos puntos, el costado izquierdo y el costado derecho, perdieron la capacidad de enlazar el tejido de forma uniforme, dejando que la agresividad de los aparatos que siempre posicionan en esas zonas acabe con la lisa piel que antes allí se encontraba. Hace varios años, tal vez tres o cuatro que estas aparecieron: un día simplemente deje de cicatrizar y el relieve de espiral se quedó plasmado en mi piel como un tatuaje. Recuerdo que mi padre me dijo que era un sacrificio, pero que no sabía cómo esto había pasado.
Paso alrededor de una hora mirando mi reflejo en el espejo cuando el sueño llega a mis facciones y a mi conciencia, así que decido comer algo rápido de cena, para irme a dormir después de tantas emociones e incógnitas que viví el día de hoy.
Por la media noche siento que alguien entra a mi habitación, pero no le presto mucha atención, ya que mi padre había dicho horas antes que vendría.
Con el sonido de la nada, con el silencio azotando mis oídos duermo apaciblemente en la mentira de la que estoy a punto de salir.
Lehia.
Doctor Colton Kinn
~
Bienvenidos a este mágico viaje que comienza a partir de la vida de nuestra protagonista.
¿Qué te ha parecido este primer capítulo?
¡Nos iremos leyendo, almas de esta tierra! 🤍✨
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