Capítulo 3. Lluvia de estrellas
No fue difícil la escapada de la humana con los saiyajins. Logró manipular por más de treinta segundos las cámaras de vigilancia al igual que el panel de la puerta por la que marcharon. Bulma se felicitaba por tener esos conocimientos, pero luego su mente se nublaba al ver que no era capaz de hacer lo mismo con una nave para huir de la base.
Todo allí estaba bien vigilado. Había cámaras grabando las veinticuatro horas del día, en pasillos y comedores. Antes también se encontraban en las salas de entrenamientos, pero Bulma improvisó un plan bastante agotador. Reconstruyó las salas para poder eliminar las cámaras y así tener privacidad cuando fuera a ver a sus amigos.
Miró al frente estando atrás del todo junto con Raditz. Veía a Nappa hablar con el príncipe, el cual no le contestaba, que caminaba firme delante del grupo.
–En tu planeta no se hacían picnics ¿verdad?–Raditz miró a Bulma que intentó sacar un tema de conversación entre ellos.
–Claro que no–el saiyajin se cruzó de brazos haciendo notar su musculatura–. Esas cosas son una gran pérdida de tiempo, y nosotros lo gastamos en entrenar. –
–Te haces el duro pero en realidad adoras la idea de mi picnic–Bulma cargaba una cesta la cual le mostró a Raditz que pronto observó con una sonrisa al oler el aroma que desprendía–. Serán una pérdida de tiempo pero uno de los motivos son del agrado de vuestra raza. La comida.–
–Espero por tu bien que esa comida la hiciera la cocinera–Bulma miró al frente para ver a Nappa que paró para esperar a los jóvenes y andar a su lado. El príncipe estaba irritado y su presencia sólo acrecentó aquel estado, dándole un grito seco donde le ordenaba su retirada antes de que conociera la muerte–. Cocinas muy mal, mocosa. –
–¡No me saques el tema de nuevo, Nappa!–la chica infló sus mofletes dejando verse infantil, molestando notoriamente a los dos guerreros. Odiaban sus extraños comportamientos, el mayor porque lo veía ridículo y el joven porque lo veía insinuante aunque no lo fuese–. Sólo cociné una vez y... –
–Y será la última–Bulma miró con el ceño fruncido al guerrero de larga melena que reía con fuerza para molestar más a la científica–. Si algún día pretendes matar a un ser superior a ti dale de comer. Conseguirás el puesto de Freezer.–
–No es gracioso, bobo–antes de recibir reproches por el insulto Bulma cambió la conversación al ver las botellas que Nappa cargaba–. ¿Y eso?–
–Las robe en la última misión–Nappa miró una de las botellas negras que portaba–. No sé que demonios pone, pero sabe bien. Me recuerda a los licores de mi planeta.–
Bulma hizo un gesto de asco arrugando la nariz al escuchar al calvo. Odiaba los licores, no había probado ninguno y ni falta le hacía. Había visto sus efectos y también olido su aroma en los labios de Raditz, que al estar más o menos en un estado de embriaguez se le acercaba más haciendo que su aliento chocara contra su rostro juvenil. Suficiente para decir que jamás probaría tal veneno.
Volvió su mirada al frente viendo como Vegeta paraba delante del pequeño lago verdoso que había en aquel bosque. No dijo nada, sólo se fue hacia el lado de la orilla y se dejó caer sentado en la hierba. Los demás le siguieron, Nappa y Raditz andando y la peliazul corriendo para poner el mantel blanco y dejar la cesta sobre este.
–Siéntate en la tela, Vegeta–el nombrado miró de reojo a la joven. La oscuridad la hacía verse hermosa, y por ende, peligrosa. Él apartó su mirada y la clavó en el horrible lago del cual salían burbujas que rompían soltando un gas amarillento–. Como el príncipe dese.–
Ella tomó asiento en el mantel y pronto los demás la siguieron. Ante la insistencia de los guerreros por comer algo, sacó de la cesta todo lo que Tara la había preparado a ella y sus amigos, pero no era suficiente para alimentar a tanto saiyajin.
Prefirió no comer y dejar que ellos zamparan a su gusto, después de todo ella sólo quería ver la lluvia de estrellas, y si fuera junto al príncipe sería mucho mejor. Agarró su plato y se acercó al saiyajin que no había apartado la mirada del lago, pero cuando escuchó los pasos de la humana se giró a verla como tomaba asiento a su lado.
–Te he traído algo para que comas–Vegeta miró el plato que ella le ofrecía–. Será mejor que comas antes de que alguno de esos dos se lo zampen todo.–
Vegeta miró por el rabillo del ojo a sus dos soldados. Les veía comer como animales y reír sobre anécdotas baratas que no valían la pena ni de ser escuchadas. Volvió la vista a la joven delante de él. Ofrecía el plato blanco lleno de carne y algunas verduras, su rostro reflejaba inocencia y alegría, sus ojos azules brillaban más por culpa de la luz lunar que la iluminaban.
Corriendo le arrebató el plato de las manos y empezó a comer bajo la mirada furiosa de la chica.
–¿Cómo dices? ¡Oh, por favor, Vegeta! ¡No me agradezcas el gesto que he tenido!–Vegeta la miró con una ceja alzada al escuchar hablarle con ironía y molestia. Aunque le hizo gracia verla irritada, prefirió ocultarlo–. ¿Podrías ser amable?–
–¿Podrías ser menos irritable?–la peliazul frunció el ceño ganando una sonrisa burlona en los labios del príncipe, que siguió comiendo lo que ella le ofreció.
–Te debe de parecer genial tratar así a la persona que te arregla todo lo que pides–bufó ella mirando al frente. Vegeta se encogió de hombros mientras arrasaba con toda la comida del plato–. ¿No te dieron una educación como príncipe?–
Vegeta la miró observándole molesta. No comprendía que ella se enfadase cuando en esos cinco años que se habían conocido él jamás agradeció un gesto. Al contrario de ella que siempre soltaba un gracias acompañada de una sonrisa radiante.
–Por supuesto–dijo en un gruñido.
–¿Entonces? ¡Puedes darme las gracias!–refunfuñó ella, haciendo verle al príncipe que no se trataba de una pelea seria, sino de discutir y complacer a una niña pequeña.
–Mi educación como príncipe se basaba en tratar con otros de título igual o similar al mío–contestó terminando su último bocado de carne–. Tú eres una mocosa humana debilucha, no una princesa o una reina.–
–¿Y por eso no me tratas como merezco?–Vegeta dejó el plato sobre la hierba volviendo a recostarse.
–Ya te trato como mereces, niña–Bulma vio a Vegeta cerrar los ojos. Quería darle un grito y romper la calma que le envolvía en ese momento, más no pudo. Se perdió en observar sus facciones varolines relajadas. Todo se reducía a poco cuando recordaba lo muy atractivo que era para su vista–. Y por esa regla de tres yo podría echarte en cara no nombrarme con mi título. No estás en condiciones de exigir.–
–No voy a llamarte príncipe sólo para recibir un gracias–se cruzó de brazos inflando sus mofletes. Gesto que pronto le pareció ridículo ya que no podía verla.
–Haces bien–los ojos azules de Bulma se agrandaron al ver la sonrisa burlesca que se formó en sus labios. Le pareció aún más guapo si cabía–. Aunque lo hicieras yo no te daría tus ansiadas gracias.–
–Borde–soltó con odio que sólo provocó en Vegeta la continuidad de su sonrisa.
Bulma se levantó para volver con los otros dos saiyajins. Si fuera por ella se quedaba ahí sentada a su lado, observando su rostro y escuchando su tranquila respiración, pero no quería que los demás vieran en ella ese actuar con él. Temía que uno fuera corriendo a decirle al príncipe que le miraba como una niña enamorada tonta, siendo así como se sentía.
Se sentó al lado de Nappa y observó que ellos ya habían empezado la fiesta bebiendo de ese licor que había traído el grandullón.
–El picnic fue una buena idea, niña–dijo Nappa después de darle un trago a la botella–. La comida estaba deliciosa.–
–Lo mejor será la lluvia de estrellas–Bulma miró al cielo pensando en que dentro habría una cortina brillante decorándola. Sabía que sería lo más hermoso que vería en muchos años.
–En 10 minutos–informó Raditz viendo la hora en su nuevo scouter–. ¿Nunca viste una lluvia de estrellas?–
–No–dijo ella sin dejar de mirar al cielo–. Sólo por la televisión cuando era niña.–
–En nuestro planeta había muchas lluvias de estrellas–mencionó Nappa recordando su lugar de nacimiento–. Podías verlas desde la ventana de tu casa, pero desde el Palacio se veía mejor que en ningún sitio.–
–¿Tú viviste en el Palacio?–preguntó Bulma dudosa.
–No siempre–la joven se dio cuenta de que los ojos negros del saiyajin se dirigieron hacia el príncipe–. Cuando Vegeta nació el Rey me nombró su Escudero Real. Me mandaba junto a él a las misiones para enseñarle o protegerle si hacía falta, pero nunca fue así.–
–Es muy fuerte–habló Bulma con una sonrisa–. No necesita protección.–
–Efectivamente–concluyó Nappa para volver a darle un trago a su botella.
–¿Cómo eran los padres de Vegeta, Nappa?–Bulma siguió preguntando al gran saiyajin. Era el único que podía hablarle del príncipe, y cuando ella quería saberlo todo, preguntaba de todo.
–Vegeta se parece mucho al Rey–recordó Nappa con orgullo–. El físico sin duda es igual al de él, salvo que nuestro monarca tenía barba y el cabello más castaño que negro. Por otro lado la Reina era bastante peculiar–Bulma miró curiosa al saiyajin, pero no era el único. Raditz también escuchó con atención la historia narrada–. Era la saiyajin más hermosa pero también la más diferente. La gente decía que el príncipe sería débil teniendo a una madre tan poco "saiyajin".–
–Lo recuerdo–los ojos azules de Bulma vagaron enseguida a Raditz–. La Reina Arwen. Escuchaba decir que estaba debilitando al Rey y que el príncipe nunca llegaría a ser el más fuerte por su culpa.–
–Pero no entiendo–Bulma miró en la dirección de Vegeta que estaba ajeno a la conversación que tanto le concernía–. ¿Poco saiyajin?–
–Tenía sentimientos poco conocedores y que son calificados como débiles para nuestra raza–Bulma frunció el ceño al escuchar a Nappa–. Contando con que la Reina pudiera haber sido una guerrera de tercera.–
Los ojos de Bulma se abrieron tanto como pudieron. Había escuchado antes el término guerrero de tercera, Nappa se lo dijo y Vegeta muchas veces descalificaba a Raditz utilizándolo como un insulto. Por lo que conocía, eran los saiyajins con el rango más inferior que había. Eran fuertes, pero no tanto como eran el caso de Nappa y Vegeta, los cuales se mofaban de ellos menospreciándolos con tales palabras.
–Nunca se confirmó pero eran unas sospechas que todo el mundo tenía–siguió Nappa–. No era muy fuerte, y nunca se la vio con guerreros de primera, por lo que pronto levantó rumores de que la Reina era una de tercera, que el Rey se encaprichó y que eso le llevó a la locura y la debilidad.–
Bulma no expresó sus sentimientos de rabia ante lo descubierto. ¿Locura y debilidad? ¿Por enamorarse? Porque eso es lo que ocurrió con el Rey. Él se enamoró de una mujer que no pertenecía a su rango, la hizo Reina y tuvieron a Vegeta, el cual ha dejado más que demostrado que no era débil, sino uno de los guerreros más fuertes que podían existir.
–¿Qué estáis hablando?–los tres dieron un salto asustados al escuchar a su lado al príncipe. Tragaron saliva y pidieron a todo dios que no hubiera escuchado la conversación sobre su familia–. La lluvia de estrellas empezará en un minuto.–
Tres suspiros de alivio sonaron al mismo tiempo, tanto que molestó al príncipe que tomó asiento en el mantel. Ya desde lejos le incordiaba escucharles cuchichear de quien sabe qué, a él poco le importaban esas cosas, pero empezaba a incordiarle los susurros que habían a su alrededor.
Lo primero que hizo al sentarse fue mirar cuidadoso a la peliazul. Le pareció extraño la postura que tenía. Parecía preocupada y pensativa, cuando creyó que la vería gritando emocionada por su anhelada lluvia de estrellas.
–Allí–Vegeta miró donde Raditz apuntó. Levantó la mirada al cielo y vio como era adornado por un montón de estrellas que dejaban a su paso una estela de luz.
–¡Que hermoso!–sus ojos azabaches bajaron para ver a Bulma. Ahí estaba la chica con la que esperaba encontrarse. Una gritona y ensoñadora, hermosa y con los ojos brillantes. Era muy predecible.
Volvió la vista en el paisaje que había delante de ellos. Él ya había visto muchas lluvias de estrellas, en su planeta y en otros a los que iba a purgar. Siempre le pareció lo mismo, un acontecimiento aburrido, pero la emoción que ella ponía la transmitía a los demás.
Bulma miraba con admiración la hermosa lluvia. Sus ojos intentaban seguir el camino que recreaban para luego volver a empezar con las nuevas. Era imposible que su sonrisa se borrara. Había aparecido junto con aquel bello acontecimiento.
Cualquier pensamiento de tristeza por lo que había sufrido la madre de Vegeta se había ido junto con las estrellas. Ahora sólo podía pensar que, a pesar de vivir en aquel infierno y bajo las órdenes de esa bestia, mientras estuviera con los saiyajins tendría momentos como aquel para guardarlos en su memoria. Sentía que no todo era tan malo, y que podía disfrutar de la vida si ellos estaban con ella.
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Después de media hora la lluvia había acabado y, aunque Vegeta había ordenado que volvieran a la base, continuaron sentados en la hierba. Bulma había acompañado a los saiyajins a beber de aquel licor que Nappa había traído. Después del hermoso acontecimiento pensó que no sería malo probar un poco de la bebida y divertirse un poco más.
Entre los cuatro estaban bebiendo pero no había ninguno afectado por sus síntomas, excepto una. Bulma le había dado seis tragos contados, largos y ardientes, que fueron suficientes para hacerla efecto. Se reía cada dos por tres, sus mejillas estaban ardiendo y pedía volver a darle un trago.
–Podíamos haberla dado de beber hace tiempo–comentó con burla Raditz viendo como discutía con Nappa para que le diera la botella–. Es más divertida.–
–Gritona también–frunció Vegeta el ceño al escuchar el chillido de la joven a Nappa, que soltó la botella para tapar sus sensibles oídos.
–¡Es mía!–Bulma le volvió a dar un trago largo mientras Nappa gruñía.
–Has bebido mucho, niña–Vegeta le arrebato la botella a la joven, que hizo un puchero al príncipe. Él frunció el ceño molesto al verla. Odiaba sus comportamientos infantiles que la hacían verse irresistible–. Hora de ir a dormir.–
–Vegeta, eres un aburri...–ante de terminar de hablar Bulma, se levantó y salió corriendo hacia los arbustos llamando la atención de los tres guerreros. Éstos no tardaron en reír al escuchar a la joven vomitar todo lo que había tomado.
–Suficiente diversión por hoy–Vegeta se levantó y miró a los dos guerreros–. Guardad las cosas. Iré a por la borracha.–
Los dos guerreros rieron ante como fue llamada la peliazul. Vegeta por su lado sonrió burlón mientras se encaminaba a buscar a la chica.
La encontró vomitando a un arbusto, apoyada con una mano en un árbol y con la otra echando hacia atrás sus mechones azules para no mancharlos. Vegeta se acercó y la miró con su sonrisa. Bulma al oír las pisadas poco sigilosas del príncipe levantó la mirada para verle a los ojos negros. Sonrió por culpa del alcohol.
–Por eso las niñas no deberían beber–dijo una vez estando a su lado. Arrugó la nariz al oler el horrible aroma que salía de los arbustos.
–¡Veggi!–Bulma saltó al cuello de Vegeta colgándose de él. El príncipe se sorprendió quedándose en shock. ¿Veggi?–¿me das un abrazo?–
Vegeta frunció el ceño y la miró a los ojos. Obviamente no pensaba dejar que volviera a beber nunca más.
–No–la apartó de él con delicadeza. Suspiró al verla reír mientras su mejillas aún mantenía el rojo carmín a causa del licor.
–Andaaaa, Vegeta–el príncipe la esquivó al ver que iba a volver a lanzarse a él. Tragó saliva al verla de nuevo sonriente.
–Te dije que no, enana borracha–Vegeta se cruzó de brazos y la miró con frialdad, como si con ello pudiera echarla atrás.
–¿Y un besito?–y la compostura del príncipe se fue al traste. ¿Un beso? ¿Ella quería un beso de él?–Mira. Aquí en la mejilla ¿vale?–
Vegeta volvió a gruñir mientras la veía señalarse la sonrojada mejilla.
–Se acabó, mocosa–sin notar la rapidez, Bulma, vio a Vegeta desvanecerse y aparecer delante de ella. La agarró por la cintura y la tiró encima suya, cargándola en su hombro con poco cuidado–. Ahora nos vamos.–
–¿Y me llevas a mi habitación?–siguió preguntando cosas que irritaban al joven príncipe. ¿Era consciente de lo que provocaban sus palabras? Sentía que su maldita borrachera le pedía a gritos que la hiciera suya por culpa de todo lo que decía bajo sus síntomas.
–No–dijo rápido y mordaz. Ni de broma se jugaría la vida cuando Freezer le viera por los pasillos con la humana en su hombro estando borracha, dirección a su habitación.
–¡No! ¡No! ¡No!–Bulma intentó imitar la voz de Vegeta sin lograr mucho éxito a que se pareciera, pero logró que él se diera por aludido y dijera un desprecio que ella no escuchó–El príncipe que sólo sabe decir no.–
–Deja de ladrar–Vegeta la movió en su hombro como si lograse hacerla callar, pero se arrepintió cuando la escuchó gritar dañando sus tímpanos –. Efectivamente no volverás a beber, al menos no en mi presencia. –
Vegeta salió volando con la chica en su hombro. Bulma, al no verlo venir, dio un fuerte grito por el susto. En el camino se encontraron con los dos saiyajins. Raditz observaba la escena molesto. Si hubiera ido a buscar a la humana ahora sería él el privilegiado de llevarla en brazos. Por otro lado Nappa estaba poco pendiente de lo que ocurría. Al grandullón le tocó llevar la cesta e intentaba llevarla de la forma que pareciera varonil, pero no había manera.
Al llegar a la entrada por la que habían salido, Vegeta encendió su scouter. Le dio al botón para que Freezer no pudiera estudiar nada de lo que hacía con él, e introdujo un código que utilizó Bulma para hackear la puerta.
La puerta se abrió y rápido entraron, ya que eran treinta segundos de lo que disponían. Vegeta soltó a Bulma que ante el vuelo perdió todo síntoma de alcohol en su cuerpo, para dejar paso a una chica mareada y confusa.
–Vete ahora a dormir, niña–Bulma miró a Vegeta confusa. Éste estudió su mirada cansada y entonces lo peor supo que llegaba ahora.
La chica cayó al suelo a causa de que las piernas le flaqueaban.
–Hay que llevarla a su habitación, Vegeta–Nappa miró a la niña en el suelo. No estaba desmayada ni dormida, pero si fatigada y extraña, con los ojos cansados y el cuerpo débil.
–¿La llevo?–Vegeta miró rápido a Raditz. Le echó una mirada de arriba abajo con frialdad que hizo al saiyajin arrepentirse.
–¿Para que te aproveches del momento? Ni hablar–Vegeta se agachó hasta quedar frente a la humana. Paso una de sus manos por sus piernas y la otra por su espalda. Sin dificultad la levantó entre sus brazos.
Raditz apretó los puños con rabia. Ya no sólo porque él la tocaba, sino porque le había dejado como un violador. Puede que no fuera un buen hombre, era despiadado y alguna vez haya tomado a una mujer a la fuerza, pero la humana era diferente. Para los saiyajins lo era. Si Bulma decía adelante él lo haría, pero si le decía que no, esperaría. No era capaz de robarle la inocencia a la persona que la ayudaba en ese lugar.
Vegeta se marchó sin decir nada. Iba junto con la chica hasta su habitación. Era consciente de lo que ocurriría mañana. Freezer le haría llamar, le interrogaría por lo que vio en las cámaras y recibiría una brutal paliza. Y pedía porque fuera aquello, no quería morir ante el enemigo y menos con tanta diferencia de fuerzas. Quería que Bulma hiciera aquella cámara de gravedad, hacerse fuerte y convertirse en el Super Saiyajin. Entonces el lagarto no tendría escapatoria y él sería el más fuerte del Universo.
Mientras tanto sólo pedía por que le dieran una paliza que pudiera cuidarse bien. Pensó en que ella podría curarle como siempre. Aunque muchas veces la negaba era por reacciones justificadas. Nunca en su vida había sentido unas manos tan suaves y finas. Nadie jamás le tocaba con el cuidado con él que ella le tocaba.
Al llegar a la puerta de la habitación miró el panel. Él no sabía su código. Bajó la mirada hacia ella que parecía dormida entre sus brazos. Bufó molesto.
Recordó el día de ayer, cuando ella tecleó su código. Le llevó un tiempo recordarlo pero estaba seguro de que sabía cual era. Lo memorizó bien y lo puso en el panel. Sonrió satisfecho al ver que las puertas se abrían ante ellos.
Entró corriendo, quería dejarla rápido y salir cuanto antes para que las cámaras lo grabasen. No encendió la luz de la habitación cuando las puertas se cerraron, él podía ver bien en aquella oscuridad, por lo que caminar hasta la cama de la chica y dejarla en ella no fue ningún dilema.
La dejó sobre el colchón y la observó detenidamente. Bulma se removió al sentir la comodidad de la superficie en la que estaba. La vio abrir los ojos pesadamente y buscar algo. Pronto supo que le buscaba a él.
–Vegeta–el príncipe se sorprendió de ver que con su mano le buscaba. Finalmente llegó hasta tocarle la mano y agarrarla. Iba a quitarse, pero el contacto era demasiado agradable para negárselo–, gracias.–
–Duérmete, mocosa–observó la débil sonrisa que le regaló.
–¿No me darás un beso de buenas noches?–Vegeta alzó una ceja.
–Te has portado mal–contestó con burla.
Bulma soltó la mano del príncipe y se acomodó en su cama mientras sonreía cual niña feliz.
–¿Me lo darás cuando me porte bien?–volvió a preguntar sin problemas. No pensaba cuanto se arrepentiría cuando todo rastro de alcohol desapareciera al amanecer.
Vegeta se quedó mirando a la risueña e infantil humana. Pensaba que era tentadora, mucho para su gusto. Ella tan parecida a su raza físicamente, aunque posiblemente más hermosa que la mayoría de las mujeres saiyajins, era el veneno más letal que había conocido. Si se hubieran dado otras circunstancias en las cuales Freezer no hubiera recalcado que ella no podía ser tocada, él hubiera asegurado haber compartido algún momento íntimo con la joven. Uno diferente al cual estaba teniendo ahora.
–Duerme ya–sentenció mientras se daba la vuelta. Bulma le miró perezosa, podía reconocer un poco su figura en aquella oscuridad que los envolvía.
–Buenas noches–susurró ella antes de volver a cerrar los ojos y esperar que el sueño la llamase.
El príncipe escuchó su última frase. No contestó. Salió de su habitación y sin temor alguno caminó hacia la suya. Él sabía que estaba grabado. Que las cámaras de la base habían captado como él la llevaba en brazos y la metió en su habitación. No estuvo mucho tiempo, pero todo lo que se hubiera podido ver ya podría ser malinterpretado.
No odiaba a la chica por su insistencia, ni mucho menos la despreciaba. Él reconocía necesitarla, tanto como sabía que ella necesitaba de su escuadrón. El problema estaba en que ella era una trabajadora de Freezer que no podía tocarse y que él era un soldado a su mando que compartía una cercanía con ellos que los demás hombres de la base envidiaban.
Con sus ojos vio el paso del tiempo en la chiquilla con la que convivía. Llegó siendo una niña. Una pequeña novedad. Las mujeres en la base no trabajaban de otra cosa que no fueran de cocineras o prostitutas. Freezer no las quería ni de enfermeras. Él no creía en la inteligencia femenina pero con Bulma... ella le hizo cambiar de opinión sólo una vez.
Ahora, aunque no era una mujer todavía, había crecido y por norma de la vida su cuerpo se adaptaba a esas etapas. El de la joven se desarrolló pronto y había llamado la atención de todos.
Él intentaba mantenerse alejado y frío, pero ella era una mosca incordiando. Su aroma y su felicidad le irritaban cada vez que se acercaban, y sólo le producía ese sentimiento porque ella era provocativa sin querer serlo.
(Flash Back)
~Un año atrás~
El príncipe llegó a su habitación agotado. Miró la hora en la alarma sobre la pequeña mesa de noche. Marcaban las 02:17 a.m.
Se dejó caer en la cama agotado. Su día fue largo e intenso desde el comienzo hasta el final. Esa misma mañana había vuelto de una misión de tres largos meses. Quiso descansar después de ello pero Freezer le mandó presentarse ante él para informar de todo lo acontecido en su trabajo.
La tarde la pasó entrenando y escuchando a la joven humana que no dudó en ir a verlos una vez supo de ellos. Vegeta odiaba que cada vez que volvía de una misión la veía mejor que antes, más bella y mujer. Para apartarla de ellos le ordenó que arreglase su scouter, el cual estaba destrozado tras la misión.
La noche la pasó visitando al prostíbulo hasta que llegó a su habitación. Pesadamente se levantó de su cama y se dirigió hacia la ducha para borrar de su cuerpo cualquier olor de mujer que pudiera tener.
Se quitó la armadura y los guantes, pero antes de quitarse las botas y proseguir con el uniforme escuchó el ruido de la puerta. Frunció el ceño odiando no tener su scouter. ¿Quién demonios llamaba a esa hora a su habitación?
No sabía si podía ser uno de sus soldados o tal vez el lagarto enano que quería perturbar su sueño antes de tocarlo.
Molesto se dirigió al panel y tecleó su clave. Iba a ponerse delante de la puerta para ver a su visitante pero mientras se abría la puerta alguien se coló en su habitación. No hizo falta deducir de quien se trataba cuando unos reflejos azules pasaron delante de sus ojos negros.
Miró a la joven chica de, por entonces, 14 años. Le miraba con los ojos llorosos y el labio inferior temblando. Vegeta iba a reprimirla y echarla a patadas, nadie más que él y el maldito lagarto entraban a su habitación. Ni siquiera una mujer llegó a pisar aquel dormitorio. Pero verla de esa forma le hizo olvidar su idea principal y cuestionarse que la pasaba. Pronto muchas ideas le pasaron por la cabeza. Pensó en que algo malo la había ocurrido, algo como que alguien la hubiese herido u obligado a hacer algo que no quería. Su cabeza pensó en un soldado propasándose con ella.
–¡Vegeta!–el príncipe no pudo reaccionar a lo ocurrido. Ella, a sabiendas de como era él, se atrevió a lanzarse sobre su cuerpo para abrazarlo. Había rodeado su cintura y su cabeza se escondía en su pecho humedeciendo su traje azul.
Él no supo que hacer. No sabía si apartarla o abrazarla o preguntarla. Sólo podía observar como se rompía en un mar de lágrimas acrecentando la idea de que alguien la hubiera hecho algo.
–¿Qué ha pasado?–finalmente reaccionó. La agarró de los brazos con cuidado y la apartó de su pecho para ver sus ojos azules repletos de lágrimas–. ¿Alguien te hizo daño? Dime su nombre y lo mataré ahora.–
–¿Eh?–ella le miró con sus ojos grandes y dudosos–. ¿Matar? ¡No! Nadie me hizo nada, Vegeta.–
–¿Qué?–la contempló en silencio y odiosamente vio como de nuevo mordía su labio inferior. Bajó la mirada a su cuerpo arrepintiéndose de ello al momento. Llevaba puesto una camiseta de tirantes azul ajustada a su cuerpo marcando escote y curvas, mientras que sus pantalones eran grises y cortos, dejando ver sus largas y brillantes piernas. Luchó por levantar la mirada y perderse en sus brillantes ojos–. ¿Entonces qué ocurre? ¿Por qué has venido llorando, mocosa?–
–Tuve... tuve una horrible pesadilla–Vegeta gruñó al oírla. La apartó con brusquedad pero con el cuidado suficiente de no dañarla. Ella le miró con los ojos tristes.
–¿Me molestas por una estúpida pesadilla?–se quejó el áspero príncipe–. ¿No tenías un juguete con el que dormías, mocosa?–
–Abracitos–nombró ella nostálgica–. Zarbón me lo rompió.–
–Pues le abrazas y lloras a tu almohada–Bulma miró los ojos negros de Vegeta–. No me molestes por tonterías y no vuelvas a colarte en mi habitación. Sabes que... –
–Odias que entren a tu habitación–le interrumpió ella terminando su frase. Vegeta la pulverizó de una sola mirada pero ella no se inmutó. Ya le conocía lo suficiente para saber cuando debía o no temerlo. Se abrazó a si misma y agachó la mirada mientras jugaba con sus pies–. ¿Podrías hacer hoy una excepción?–
–¿Qué?–Vegeta la miró de arriba abajo con cierto desprecio. Pero no valió la pena ya que ella miraba al suelo y él se volvió a perder en su imagen.
–¿Me dejas dormir contigo?–ella levantó la mirada para encontrarse con el príncipe saiyajin estático en su lugar.
Vegeta tragó saliva al escucharla. ¿Ella dormir en su habitación? ¿Con él? ¿Es que ella quería su muerte? Frunció el ceño y abrió la boca dispuesto a recriminar, pero ella se adelantó.
–Cuando tú y los demás os vais a misiones largas siempre tengo pesadillas en las que os veo morir a manos de Freezer–dijo ella con un tono apagado, fue como si algo se colara en el pecho del príncipe–. Normalmente cuando volvéis no vuelvo a tener esos sueños pero esta noche se ha repetido... pero sólo te mataba a ti.–
Desde hacía tiempo él era consciente de que ella se preocupaba por él y los otros dos saiyajins. Siempre les cuidaba cuando estaban heridos y tenía el valor de enfrentarse a uno de los tres en los entrenamientos por, según ella, ser muy brutos con los demás.
Al principio creyó que lo hacía por el mero hecho de que si ellos caían, ella no tendría posibilidad alguna de salir de allí sola, pero con el paso del tiempo supo que se equivocaba. Ella se preocupaba porque era su forma de ser. Le parecía asqueroso que alguien tuviera esos sentimientos, ya que sólo la hacían débil, cosa que ella era.
Antes lo veía insufrible, que ella se preocupase por ellos de tal forma, pero con el tiempo se adaptó y lo aceptó. La dejó ser débil como era, con sus sentimientos y miedos. Él la vio como a una persona que hacía mucho partió al otro mundo, siendo él un niño. Nadie se preocupó por él, y pensó no quererlo, pero ahora ya se había acostumbrado a que Bulma le prestase ese tipo de atenciones.
–Sólo ha sido una pesadilla, niña–contestó no sabiendo que más palabras utilizar.
–Pero debía comprobar que estabas bien–internamente él sonrió. Nuevamente su expuesta preocupación por él–. Sólo será esta noche, Vegeta. Te juro que no molestaré.–
–No–Vegeta volvió a teclear el código haciendo que las puertas se abrieran. Miró a la chica que le observaba aún apagada–. Si no quieres verme como en tu pesadilla harías bien en volver a tu habitación.–
–No–frunció el ceño al escucharla y verla sonreír débilmente–. Tú no morirás a manos de Freezer.–
–Entonces sigue la norma–reprimió el guerrero–. Si quieres vivir y que viva, vete.–
Bulma asintió aún no convencida de lo que hacía, pero sabía que ponía a Vegeta en un duro aprieto. Salió de la habitación mientras se perdía observando los oscuros ojos del príncipe hasta que las puertas se cerraron.
El príncipe suspiró una vez ella se había marchado. Se acercó hacia su cama y se dejó caer sobre ella. Miró al techo mientras recordaba como ella le pedía dormir junto a él. Pensó que era una loca osada y que por ciertos caprichos que le daba acabaría costando caro con Freezer. Para él fue mucho no pulverizarla en ese momento que violó su privacidad entrando a su prohibida habitación.
No lo hizo por dos razones obvias, la primera era que Freezer le mandaría junto a ella en cuanto se enterase y la segunda porque la necesitaba. Ella era la única que podía ayudarle a aumentar su fuerza gracias a sus inventos en las salas de combates.
No quiso pensar más. Dejó por sentado que la locura de la chica sería difícil de cambiar, y que debería aguantarla quisiera o no, así que de la misma forma a la preocupación que mostraba por él y sus soldados. Por mucho que molestase ya no le quedaba más que aceptar y asumirlo, después de todo su madre era igual de terca y cercana que la humana.
Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño. Aquella niña empezaba a afectarle, pues hacía mucho que no recordaba a su sentimental y extraña madre saiyajin.
(Fin Flash Back)
Vegeta caminó firme y tranquilo por los pasillos de la base. Iba rumbo a su habitación sin preocuparse de los soldados ebrios que se cruzaba en su camino. Evitó cualquier contacto visual con ellos, al igual que prefirió hacer oídos sordos a sus comentarios llenos de desprecio a su casi extinta raza.
Sólo se paró cuando notó una figura apoyada en la puerta de la sala de su escuadrón. Siguió con su postura indiferente, pero a cada paso que daba y que reconocía al visitante su rabia y odio acrecentó junto con su paso.
–Vaya, Vegeta–rechinó los dientes al escuchar la irritante voz del soldado delante suya–. ¿Terminaste tu visita nocturna con la humana?–
Vegeta miró de arriba abajo al soldado de ojos dorados. Zarbon estaba recargado en la puerta cerrada, de brazos cruzados y con el semblante divertido. Lo último que deseaba aquella noche era un enfrentamiento con uno de los guerreros más cercanos al lagarto.
–Vamos a entrar a charlar–se apartó de la puerta y le dio la espalda esperando a que el príncipe teclease su código–. Hay algo importante que debemos tratar, pequeño simio.–
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~Nephim
*Just.Tonight92 (fanfiction)
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