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Capítulo 2. Favor por favor.

Aquel horrible sonido taladraba su cabeza de forma tortuosa como había ocurrido diariamente durante los cinco años que llevaba en la base. Sus ojos azules se abrieron perezosos mirando la alarma al lado de su cama mientras tanteaba con su mano el lugar del botón para callar tal escándalo, logrando su cometido después de varios golpes dados.

Se sentó con pereza sobre la cama mientras se estiraba y soltaba un largo y sonoro bostezo. Por ella hubiera seguido en su cama toda la vida, pero la labor la llamaba o, más bien, el lagarto la obligaba.

Se levantó de la cama restregando sus ojos como una niña pequeña mientras se metía en el baño para poder limpiar su cara y así despertar por completo. Se peinó la desmelenada cabellera y se empezó a desnudar para ponerse su ropa de trabajo.

Volvió a ir hacia su habitación dejando su pijama tirado en el suelo del baño. Abrió su armario y agarró lo más cómodo para trabajar, una camisa violeta con tres botones en el escote, los cuales cerró dos dejando que se apreciara un poco de él, y se puso unos pantalones largos y blancos. Se calzó con zapatillas cómodas y se preparó para salir.

Pasando por los pasillos donde se chocaba con diversos soldados resaltó ante su vista la larga melena de Raditz. Corriendo se acercó a alcanzarle mientras le veía caminar tranquilo hacia el comedor, donde iban a ir todos a desayunar.

–¡Raditz!–el nombrado se dio la vuelta para ver corriendo a la humana en su dirección, apartando a algún que otro soldado que la insultaba por su gesto.

–¿Qué haces?–se sorprendió por el comportamiento de la joven.

Ellos no solían verse por la mañana. El desayuno era la única comida que saiyajins y humana no compartían juntos, pues ellos tenían un humor de perros y ella tampoco era soportable a primera hora de la mañana.

–Acompañarte–contestó con una sonrisa una vez estuvo delante del guerrero. Éste alzó la mirada a los demás soldados que le miraban con cierto recelo. Todo el mundo conocía la cercanía entre ambas razas, pero verlo siempre incordiaba–. ¿Puedo desayunar hoy con vosotros?–

Raditz meditó un poco su propuesta. El comedor era el único lugar donde se reunían todos los guerreros, y algún que otro trabajador de Freezer, como solían ser los científicos del laboratorio o los médicos de la enfermería. Allí empezaban a hablar cada escuadrón entre ellos hasta que se acoplaban otros a las conversaciones. Los desayunos específicamente lo gastaban en su noche de sexo o si había alguna novedad en cuanto a las misiones.

Muchas veces tenían tiempo de sobra para molestar a los soldados que no eran de su agrado, en los cuales estaba el escuadrón saiyajin. También atormentaban a los débiles, así que Bulma no sería ninguna excepción.

–¿Para qué?–se cruzó de brazos el hombre mientras seguía el lento andar de la chica–. Pasas el tiempo con nosotros. Por las mañanas podrías dejarnos descansar de ti, niña.–

–¡Eso es mentira!–Raditz sonrió ante la molestia de la chica. La miró analizándola un instante, logrando que su mirada se detuviera en el poco escote que dejaba a la vista–. No paso todo el día con vosotros. Sólo en las comidas y cenas, y en algún momento que me pedís que os arregle alguna tontería o cuando tengo que curaros. El resto de tiempo lo pasáis entrenando y yo lo paso en mi laboratorio. ¿Y qué hay del tiempo en el que os vais de misión? ¿Eso no lo has contado?–

–Tu voz por las mañanas es muy molesta–al guerrero le costó alzar la mirada para ver los ojos de Bulma. Él, como muchos en la base, soñaban con ver lo que ella ocultaba tras sus conjuntos de ropa–. Luego si quieres puedes aparecer por la sala de entrenamiento.–

–No es justo–frunció las cejas molesta–. Vegeta ayer me pidió un arreglo a vuestros scouters, por eso deberías dejarme ir con vosotros.–

–A veces no te comprendo–suspiró irritado el saiyajin–. Siempre te quejas de que los soldados te molestan y por eso evitas las comidas con ellos. En cambio ahora quieres desayunar en el comedor a sabiendas de sus consecuencias. ¿Qué tramas?–

Bulma apartó la mirada de la de Raditz al verse descubierta, él sonrió alagándose mentalmente de su inteligencia por haberla pillado. La peliazul se sintió incitada a ver a Vegeta por la mañana, quería hablar con él con la excusa de los scouters, y así sentir nuevamente su cercanía.

–Mensaje captado, os veré después–el soldado la miró de arriba abajo molesto. ¿Por qué no le contaba lo que tramaba? Siempre ella acababa contándolo todo, a veces a la primera, otras veces bajo amenazas, pero siempre hablaba–. Antes de que empecéis a entrenar que uno de vosotros se pase por el laboratorio para traerme los scouters.–

Él asintió mientras la veía salir corriendo en otra dirección. Se mordió el labio bajando la mirada en las curvas de su cuerpo mientras su cabeza imaginaba que desnuda sería aún más hermosa, y bajo su cuerpo ya no cabían palabras para poder describirla.

Bulma rodeó el comedor para pasar por la puerta del servicio del personal. Ésta llevaba a un pequeño comedor que estaba al lado de la cocina. Allí solían comer los esclavos, por ende los que trabajaban en la limpieza, la cocina o las mismas prostitutas. Ella siempre desayunaba allí, y cuando los saiyajins marchaban de misión, también comía y cenaba en ese lugar.

No dudó en ir a echarse en una bandeja todo lo que vio apetecible para la mañana. Lo más parecido que vio a lo terrícola era un líquido amarillento claro que sabía muy parecido a la vainilla, tomó dos bollos rojizos que estaban enrollados y un pequeño vaso de agua.

Miró las mesas hasta encontrar la que era ocupada sólo por dos mujeres, cuando la mayoría estaban repletas. Corriendo con cuidado con su bandeja en las manos, se sentó junto a ellas que la saludaron con una cálida sonrisa, gesto que Bulma respondió de igual forma.

Tomó asiento al lado la más mayor. Era una mujer bajita, de piel rosada, con el cabello largo canoso, los ojos negros y el rostro lleno de arrugas. Ella era una de las cocineras, solía tener la suerte de verla en contadas ocasiones a lo largo del día porque era la que les servía a ella y a los saiyajins cuando almorzaban y cenaban a solas.

Miró a la mujer que tenía enfrente. Bulma siempre se quedaba mirándola, sorprendida de la belleza que desprendía. No era una jovencita, podía aparentar ser su madre sin problemas, pero su cuerpo no decía lo mismo. Tenía el cuerpo de una mujer explosiva, con hermosas curvas, anchas piernas y destacados atributos. Muy parecido al canon de mujer de los años 50. Su piel era de color cian, con ojos felinos amarillos, nariz pequeña puntiaguda y labios carnosos. Su cabello era largo y ondulado igual de negro que el carbón.

–Buenos días–sonrió la peliazul mirando a las mujeres que desayunaban tranquilamente–. ¿Qué tal estáis?–

–Como todos los días–suspiró la anciana. Bulma la miró con pena viendo sus ojos apagados–. Me ha dicho Nella que ya terminaste de arreglar el tanque de recuperación.–

La peliazul observó a la mujer de delante que la miraba con una gran sonrisa.

–¿Cómo sabes eso? No se lo dije a nadie más aparte de los saiyajins–preguntó Bulma mirándola dudosa.

–Ayer estuve con tu amigo Nappa–incómoda por el nombramiento del guerrero empezó a desayunar apartando la mirada a su comida–. Fue él quien me lo dijo.–

–Sí... anoche creo que los tres fueron de visita por allí–mencionó con rabia en la voz. Al notar su estado le dio un trago a lo que ella le parecía batido de vainilla.

–¿Los tres? Sólo vinieron dos–recordó Nella malamente.

–De Radtiz es raro–pensó Bulma un momento. No se daba cuenta de las intenciones del guerrero en cuanto a ella respectaba, pero sabía que le gustaban las mujeres igual que una buena batalla.

–¿Raditz? No–negó enseguida la prostituta–. Ese estuvo ahí el primero. Vegeta es quien no vino.–

–¿Vegeta?–la sorpresa invadió el corazón de la peliazul. Él salió para ir al prostíbulo y según su amiga no había llegado a ir.

–Bulma, cuidado con lo que piensas, haces o dices–Bulma despertó de su pensamiento mirando a la anciana.

–¿De que me hablas, Tara?–la cocinera volvió la mirada a Nella que la respondió con una sonrisa cómplice. Bulma las miró a ambas molesta.

–Es evidente que te gusta el joven príncipe, muchacha–habló Nella con un tono suave y bajo, audible sólo para las mujeres de aquella mesa–. Siempre que te digo que él frecuenta el prostíbulo refunfuñas y dejas de hablar, y cuando te digo que no lo hace se te queda una sonrisa de tonta enamorada en la cara.–

–Eso... eso es estúpido–se sonrojó la peliazul al escucharla–. Los saiyajins son mis amigos. Ellos nos liberarán de ese lagarto, me necesitan y yo los necesito. Lo que Vegeta haga me da igual.–

–Miéntete lo que quieras, niña–la joven volvió la mirada a la mayor de ellas–, pero no metas en problemas al príncipe.–

–¿Problemas? ¡Yo no le meto en ningún problema!–habló alterada. Su tono llamó la atención de varios presentes, ganándose la reprimenda de Tara.

Nella ya le confesó a la cocinera que Bulma estaba bajo algún plan ideado por Freezer, en el que había prohibido a sus hombres tocar a la humana. Así ambas comprendieron porque todavía no había sido forzada en un lugar como aquel, y más con cercana compañía. La prostituta sabía como era los instintos de los saiyajins, y con una chica como ella habrían caído si el tirano hubiera dado permiso para tocarla.

–¿Sabéis una cosa?–Nella intentó cambiar de conversación–en la madrugada habrá una lluvia de estrellas.–

–¿También te informaron de ello?–preguntó con un leve humor la cocinera. Ella asintió con una sonrisa.

–El idiota de Ginyu–Bulma sintió revolverse su estómago con solo pensar en su amiga y el soldado. ¿Como podía soportarlo?–. Las lluvias de estrellas son lo más bello del mundo.–

–Nunca he visto alguna–mencionó Bulma curiosa.

–Antes de ser raptada mi marido y yo íbamos al bosque con una manta, nos tirábamos en la hierba y esperábamos bebiendo a que apareciera. Era mágico–Nella aguantó no llorar al recordarle. Miró a la peliazul que la observaba atenta–. Luego hacíamos el amor hasta que amanecía. Realmente era bello.–

La joven se ruborizó al escucharla. Nella fue raptada hacía ya diez años. Durante ese tiempo tuvo que vivir como Bulma, pero en peores condiciones. Tuvo que ser obligada a olvidar el contacto con su marido para suplantarlo por el de otros hombres. Con la experiencia y los años, aprendió trucos y cómo manejar su cuerpo para complacer a los hombres a cambio de información, tanto valiosa como irrelevante.

–Me gustaría ver esa lluvia–pensó en alto Bulma.

El silencio ganó en la mesa. Las tres mujeres desayunaron tranquilamente hasta que terminaron para llegar a sus labores. Tara volvió a la cocina para limpiar, Nella volvió al prostíbulo por si algún hombre tenía ganas de empezar bien la mañana y Bulma a sus labores en el laboratorio.

~~~~

En la sala de entrenamiento Vegeta observaba a los dos saiyajins pelear. No le gustaba dejar su entrenamiento de lado, pero pensó que ellos lo necesitaban más, al ser más débiles que él, para ir al laboratorio y entregarle a Bulma los scouters.

Después de haberla visto anoche no fue capaz de ir al prostíbulo. ¿Motivo? Ni él mismo lo sabía. Sólo recordaba a la joven incordiarlo con sus canciones tarareadas por el camino. ¿Cómo podía ser tan irritante? Pero lejos de todo eso, él, como muchos otros, no podía dejar de verla como a una chica hermosa. Y como un idiota, en vez de ir a desahogarse con una mujer prefirió volver a su habitación, darse una ducha fría y dormir.

¿Cuántas malditas duchas frías se ha dado desde que la adolescente se empezó a desarrollar? Perdió la cuenta hacía bastante tiempo. La maldita utilizaba ropa que provocaría hasta al ser más puro del mundo. Faldas cortas, escotes insinuantes o pantalones cortos o apretados. La condenada tenía un cuerpo apetecible y todo el mundo debía quedarse con las ganas de siquiera olerla. Pero él ya había traspasado esa primera barrera.

El aroma de Bulma se podía reconocer en cualquier parte. Las esclavas no olían tan bien o femeninas como ella, puesto que siempre desprendían olor a hombre y sudor, mientras que la peliazul olía a flores frescas mezcladas con su pureza.

Cuando llegó al laboratorio la reconoció en su pequeño y apartado escritorio. La vio con un plano azul observándolo con interés. La contempló en silencio mientras se acercaba a ella. Su cabello estaba recogido, dejando pequeños mechones caer por su pálido rostro. Sus ojos fijados en lo que tenía delante, brillando como un cielo de día despejado, sus pómulos aún algo regordetes por la adolescencia que atravesaba tenían un color más rosado pálido y sus labios eran pequeños y finos. Se mordía el inferior concentrada en su labor. Era una de sus peores manías, pues todo quien la veía haciéndolo, no podía evitar provocarse, y el príncipe no era menos.

Una vez que estaba delante de ella vio que seguía con su mirada en el plano sin percatarse de su presencia. Él tomó ese tiempo para seguir con su espionaje y perderse en el cuerpo, ahora cubierto por la bata blanca abierta, y parar en el mismo punto que antes paró Raditz. Su escote. En la comodidad de su laboratorio desabrochó un botón más dejando ver todavía más.

–Niña–una vez recompuesto de la visión, la miró al rostro y la habló. Bulma parpadeó dos veces y levantó la cabeza para mirarle con una sonrisa–. Los scouters.–

–Déjalos en la mesa de ahí–apuntó a la que tenía detrás de ella. El bufó molesto y obedeció–. Ya tengo ideado lo que haré con ellos.–

–¿En qué pensaste?–ella sonrió viendo como se colocaba a su lado observando el plano.

–Y... ¿Qué me darás a cambio?–Vegeta alzó una ceja desviando su mirada al de la chica.

–¿Qué?–preguntó incrédulo ante su pregunta.

–Ya sabes. Favor por favor–el príncipe se cruzó de brazos sin parar de mirarla–. Ayer me acompañaste a dejar el informe y a cambio yo te arreglo los scouters. Tu quieres saber como los mejoraré y tú...–

–¿Eres consciente de que podría esperar a que los tuvieras para saberlo?–Bulma se quedó callada al escucharle. Él sabía chantajearla pero ella... ella era otro cantar–me haces perder el tiempo, mocosa.–

–Pues bien. Vete–se cruzó de brazos mientras le daba la espalda para ir a la mesa y mirar los scouters–. Ya te enterarás después cuando lo tenga todo listo.–

–Soportaré la amarga espera–habló irónico Vegeta mientras se reía. Ella le miró molesta por su burla–. No tardes, niña.–

El príncipe abandonó el laboratorio dejando a una Bulma bastante frustrada. Ella quería hacerle chantaje para que la llevara a ver la lluvia de estrellas. No pensaba rehusarse a la idea de irse a dormir y perderse tal acontecimiento, por lo que buscaría algo lo suficientemente atrayente para que Vegeta aceptara ir con ella a ver la lluvia. Después de como Nella le explicó como fue con su marido, sintió unas ganas tremendas de sentir algo así con el saiyajin... aunque quería evitar el detalle de "hacer el amor hasta el amanecer".

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Bulma no se presentó a ver a los saiyajins durante la mañana, ni siquiera comieron juntos. Estaba sumergida en el laboratorio arreglando los scouters y planificando un invento que atrajera a los guerreros. Sí... a los tres. Pensó que no sería buena idea que ella y Vegeta salieran fuera de la base, pues Freezer se enteraría, pero si salía con Nappa y Raditz también puede que no hubiera problema.

Por otro lado los guerreros notaron la ausencia de la humana, pero no la añoraron. Más bien agradecieron no tener la presencia de ella. Cada día que pasaba se hacía más insoportable tenerla al lado por culpa de su crecimiento, y ella no lo facilitaba con sus vestimentas. Apartarse de ella de vez en cuando tampoco era tan malo.

Ellos después de comer se encontraban en la sala donde vio Vegeta entrar a Bulma. Allí estaban reunidos con el tirano y sus dos leales soldados. Los saiyajins estaban de rodillas ante él, con la cabeza agachada y los puños apretados. El lagarto sentado en su silla elevadora, movía una copa de vino entre sus manos mientras el soldado de piel verde leía los documentos que tenía entre sus manos.

–...llevando como un máximo de cinco días la purgación del planeta Kios–Vegeta miraba atentamente al soldado que leía–. El viaje será de cuatro días de ida y cuatro días de vuelta.–

–Bien, Zarbon–mencionó Freezer una vez que el soldado concluyó–. Dentro de una semana partiréis al planeta Kios, Vegeta.–

–Como ordene, Gran Freezer–el nombrado bebió de su copa de vino mientras disfrutaba del sufrimiento del guerrero. Por muy bien que ocultase su odio hacia el lagarto, no podía esconder la humillación que sentía al verse doblegado.

–Nappa, Raditz–los nombrados por la villana voz miraron al lagarto–. Retiraos ahora mismo. Quiero hablar con vuestro... príncipe.–

–A sus órdenes, Gran Freezer–ambos nombrados se levantaron dándole una última reverencia para finalmente dejar solos al saiyajin de alto título junto con el tirano y los dos soldados a su lado.

Vegeta sintió un horrible recorrido por su espalda al escuchar el tono que utilizó para llamarle príncipe. Ese lagarto no se tomaba las molestias de llamarle como se merecía, siempre era mono o algo parecido, pero nunca por su rango real.

–Levántate, Vegeta–tras su orden realizada con un tono estricto, el príncipe se levantó del suelo para contemplar con sus oscuros ojos los sangrientos del tirano–. Hay un tema que merece ser tratado cuanto antes.–

–¿Qué sucede, Gran Freezer?–el saiyajin mantuvo su figura de soldado bajo órdenes de Freezer, pero su cabeza imaginaba como era tener su cuello bajo el fuerte agarre de su mano.

–Anoche... Malaka vino para darme informes–Vegeta frunció el ceño. El bastardo se atrevió a hablar con Freezer de lo de la mocosa, estaba seguro–. Al parecer la humana esa tuvo que llevarle unos papeles y me dijo que tu estabas con ella. ¿Podrías explicar qué hacías con ella, pequeño mono?–

–La acompañaba–la ira recorría su cuerpo junto con la impotencia de no poder hacer nada–. Era tarde para que anduviera por los pasillos sola. Está grabado, Gran Freezer. Sólo la acompañaba a darle los informes a Malaka.–

Freezer miró en silencio al príncipe. Éste no parecía angustiado o intimidado, en cambio notaba la cólera rodearle. Sonrió de medio lado sin apartar la mirada de su soldado. Él era consciente de la cercanía de la humana con los saiyajins y no hizo demasiados esfuerzos para evitarlo. Amenazó al escuadrón más que a cualquier otro soldado por si se atrevían a tocarla pero ahora le resultaba divertida la situación en la que se encontraba el saiyajin. Teniendo que justificar que hacía con la científica, con la que seguro ya habría tenido instintos de asaltarla.

–Sé que no eres tan necio para desobedecer órdenes mías–Vegeta vio bajar a Freezer de su medio de transporte. Eso no le gustaba–. Si tú o uno de los tuyos pone una sola mano a la hembra... No habrá planeta al que huir.–

–No existe intención ninguna por mi parte o por las de mi escuadrón, Gran Freezer–se defendió rápido el príncipe, sin apartar la mirada al tirano mostrando seguridad en sí mismo.

–Es sólo un aviso, Vegeta–sin darse cuenta del gran movimiento del lagarto, Freezer se puso delante de él propinándole una fuerte patada en el estómago, provocando su caída y el brote de sangre salir por su boca–. Puedes retirarte.–

El lagarto le dio la espalda, miró a sus soldados mirarle riéndose se su postura. ¿Es qué siempre tenía que estar arrodillado ante tal bestia? Se levantó con la mano en su abdomen, mientras escupía la sangre que aún le recorría su boca. Reverenció una vez más al tirano a regañadientes y se marchó de la sala.

Una vez las puertas se cerraron chocó su espalda contra la pared. Agradeció no ver a ningún soldado por los pasillos que le encontrase en tal situación. En su cabeza no dejaba de pensar en la amenaza de Freezer acompañado del hermoso rostro de Bulma.

A veces le gustaría tomarla, forzarla y que los planes de ese bastardo se fueran a la mierda, pero no podía. Por una parte estaba que él aún no era lo suficientemente fuerte para enfrentarlo tras sus actos y luego estaba ella. Ella, como él, estaba siendo obligada a trabajar para la bestia. No eran tan distintos al final del todo. No merecía sufrir más de lo que ya tenía que padecer en tal infierno.

Ya casi sería la hora de la cena. Los saiyajins entrenaban como de costumbre. Vegeta se recuperó del golpe y silenció su encuentro con el tirano. Los dos guerreros le incordiaban para que le revelaran lo que dijeron dentro de aquella sala, pero el príncipe les amenazaba con una fría y dura mirada.

Nappa vio extraño el comportamiento del joven saiyajin. Entrenaba con más rabia que nunca, tanto que prefirieron dejar que su duelo fuera con un enemigo invisible antes que con uno de ellos. Él desde el suelo contemplaba los fuertes puñetazos que daba a nadie, se perdía en su oscura y fría mirada. Quería saber que era lo que tanto le atormentaba, y sin ser un genio supo que era algo referente a Freezer.

–¡Chicos!–los saiyajins miraron hacia la puerta que se cerró tras la entrada de Bulma. Apareció con una amplia sonrisa portando sus scouters y un papel.

Tanto Vegeta como Raditz bajaron hasta el suelo a la vez que Nappa se acercaba a ella.

–Ya tengo los scouters–dijo una vez todos estaban junto a ella–. He creado un nuevo sistema sólo para vosotros tres.–

–Consigue sorprendernos–dijo Nappa agarrando su scouter azul poniéndolo en su oreja.

–Obviamente no podía dejar que los scouters estuvieran conectados unos a otros privando a Freezer descubrir vuestras conversaciones–Bulma se puso en su oreja el que era de color verde, el cual pertenecía a Raditz–. Aquí arriba he incorporado un pequeño botón que hará iniciar una comunicación privada en la cual sólo vosotros tres podréis hablar. Ahora mismo esta en este modo, para evitar que el lagarto nos escuche.–

–¿Botón?–Vegeta agarró el suyo y miró la parte superior del scouter viendo el pequeño botón blanco que se camuflaba con el objeto–. Si le doy otra vez ¿qué pasará?–

–Que Freezer escuchará tal y como siempre lo hizo–Bulma sonrió mientras se quitaba el scouter y se lo daba a Raditz–. Cuando establezcáis conversación entre vosotros lo que el equipo de comunicaciones escuchará será un fondo similar en el que estáis. Por ejemplo si es en la base puede que oigan soldados de fondo. Depende de donde os encontréis.–

–Interesante–Raditz se puso su scouter–. Supongo que si uno deja la comunicación privada ya no podrá oír a los demás si ellos siguen conectados entre sí ¿verdad?–

–¡Exacto!–Bulma miró a Vegeta y le entregó un papel–he pensado que para que iniciéis una comunicación sin llamar la atención utilicéis palabras claves, que no sean tampoco extrañas.–

–Una de las palabras es lagarto–señaló Vegeta en la hoja mientras Bulma sonreía.

–No tiene porque ser Freezer... puede ser un simple lagarto–Vegeta evitó emitir la sonrisa al escucharla. Obviamente no pondría esa palabra como una clave. Su vida valía más que una simple broma, pero el intento fue divertido.

–Ahora ya tenemos todo lo necesario–dijo Nappa mientras revolvía el cabello de Bulma cual niña pequeña.

–¡Aún no he terminado!–los guerreros miraron a la peliazul–tengo un proyecto en mente que os puede resultar fascinante.–

–¿Un proyecto?–Vegeta dudo de sus palabras. Había algo que no le gustaba en ellas.

–Sí... bueno–Bulma se puso a jugar con sus dedos haciendo que chocaran entre sí–. He pensado transformar vuestra sala de entrenamientos en una cámara de gravedad. Así podríais intensificar vuestra fuerza.–

Los tres saiyajins se miraron al unísono tan sólo escucharla. Las miradas fueron rápidas a Vegeta que la desvió a la humana.

–Pero... todo tiene un precio–el príncipe puso los ojos en blanco–. Esta noche habrá una lluvia de estrellas en el planeta. Será en la madrugada. Había pensado hacer un picnic e ir todos ¿qué os parece?–

–¿Un picnic?–preguntó Nappa mientras algo en el interior de Vegeta palpitaba.

¿Ella con ellos fuera de la base? ¿De madrugada? No podían salir de allí sin autorización de Freezer y ahora ella proponía que todos fueran al bosque del planeta. ¿Estaba loca?

–En un picnic se lleva un mantel para ponerlo en la hierba y un montón de comida y bebida–sonrió Bulma mientra se lo explicaba a Nappa.

–¿Cómo una segunda cena?–preguntó curioso Raditz mientras se unía a la conversación de Nappa y Bulma.

–¡Para los saiyajins debería ser toda una gozada!–bromeó la científica mientras sonreía radiante. Veía que los guerreros estaban dispuestos a ir al picnic y ver la lluvia de estrellas, pero claro, todo debía pasar por el príncipe–Tara nos dará todo lo que necesitemos.–

–Suficiente–Vegeta se adelantó mirando a la chica con el ceño fruncido. Bulma le miro dubitativa, pensaba que ya estaban más que convencidos con el tema de la comida. El príncipe miró a los dos soldados que reconocieron su sombrío rostro–. ¡Fuera!–

Los dos soldados salieron sin objetar mientras le daban un último vistazo a la humana que observaba sin comprender bien lo que ocurría. Ajena a todo lo sucedido con Freezer y la rabia que tenía acumulada el príncipe, éste rompió su furia ante la estúpida propuesta que ella recién había expuesto.

–¿Qué ocurre, Vegeta?–una vez los guerreros abandonaron la sala, él la miró aún más fríamente si cabía. Bulma no solía temer al príncipe, y aunque en ese momento debió sentir miedo o algo parecido, ella se quedó estática observando preocupada el semblante del saiyajin–no te gustó la propuesta ¿verdad?–

–Inteligente para inventar pero no para razonar–quieta en su sitio vio como el guerrero daba vueltas a su alrededor observándola con atención. Él había sido golpeado por su mayor enemigo por culpa de ella, y ahora la ilusa le ofrecía otro acercamiento. Sabía que debía pararla los pies, pero también era consciente de que la necesitaba–. Estoy harto de tus estúpidos comportamientos humanos, mocosa. Ayer perdí el tiempo contigo para llevar esa mierda de informe y ahora... ahora ¿quieres ir de excursión por el planeta? ¿Qué demonios quieres?–

Vegeta paró al instante frente a ella. Contemplaba sus ojos azules buscando una respuesta certera, pero sólo encontró inseguridad e incomodidad.

–Yo no quiero molestaros pero... me gustaría tanto ir, Vegeta–sintiéndose expuesta apartó la mirada. Él rechinó los dientes al ver su comportamiento, privándole de su estudio–. Por favor... Quiero ir con vosotros.–

–No–sentenció rápido. Bulma volvió a mirarle para ver como la daba la espalda. Se dirigía a la salida–. De ahora en adelante no deberías tener tanta confianza con este escuadrón. Si quieres buscarte problemas hazlo tu sola, pero no involucres a ningún saiyajin en tus caprichos de niña.–

Bulma tragó saliva viendo como se dirigía al panel a teclear el código. ¿Caprichos de niña? Ella sólo quería pasar más tiempo con los guerreros o, más bien, con él. Su mente recordó el aviso de Tara "No metas al príncipe en problemas". ¿Problemas? Ella sólo quería algo a cambio de dar también.

–¡Vegeta!–el nombrado frunció el ceño al oírla, molesto por su insistencia. No detuvo su intención de teclear en el panel para que se abriera la puerta y se largara dejándola sola con sus tonterías infantiles–No me has dicho nada sobre el proyecto...–

Sus ojos se abrieron al instante. Había olvidado por completo cual era el motivo por el que insistía. Molesto consigo mismo por haberse dado la vuelta y haberla mirado dándola el placer de ver que había llamado su atención.

–Sobre la Cámara de Gravedad... ¿qué piensas?–preguntó ella acercándose a él. Parecía no haber oído que no quería de su cercanía.

–Ni siquiera me has informado para que harás tal arreglo a la sala de entrenamiento–sus ojos se volvieron a encontrar cuando ella se puso frente a él.

–Para aumentar la fuerza del escuadrón saiyajin–el príncipe no quería rehusarse a tal invención. Quería que empezase en ese mismo momento. Conocía tan bien la mente de la humana que confiaba en que todo saldría tal y como lo maquinaba, pero aceptar era también tener que deber un favor, después de todo, ellos funcionaban así.

–No quiero tal invento si todo gira alrededor de tu picnic raro y tu maldita lluvia de estrellas–la humana suspiró y, como de horrible costumbre, se mordió el labio inferior–. No concibo bien que utilices mi fuerza para tus caprichos, mocosa.–

–¡No la utilizo para mis caprichos!–soltó enseguida llamando la atención del saiyajin–¡yo sólo quiero que te conviertas en el Super Saiyajin lo más rápido posible para que puedas matar a ese lagarto!–

Bulma habló sin pensar en sus palabras, claro que eran tan sinceras como lo demostraba su mirada. Vegeta sintió un dolor en el pecho al verla tan inocente y pura hablándole con aquel tono que no se acentuaba a su postura. Estaba rabiando pero a la vez suplicaba porque la creyera.

No sabía que hacer. Su asombro aumentaba cada vez que sus palabras volvían a su mente. Ella que después de soltar sus frases calló como si hubiera cometido un error, pero no fue así. La peliazul ayudaba a los guerreros para salvarse, que era lo más normal.

–¿Tan segura estás de que con tu invento lograré tal proeza?–Bulma abrió los ojos al escucharle. No pudo evitar soltar una larga y radiante sonrisa.

–No solo con mi invento... Tu fuerza también es un factor importante–Vegeta sonrió de medio lado mostrando un porte de orgullo. Ella supo reconocer enseguida su ego y arrogancia, después de todo fue la culpable de su presencia–. Yo confío en ti, Vegeta. Nunca he dejado de hacerlo.–

El príncipe vio en los ojos de la joven humana un orgullo que hacía tiempo no veía en nadie, ni siquiera en sus más leales compañeros. Ella mezclaba ese sentimiento con lo que ella denominaba cariño. Él sabía que hacía mal, que posiblemente hubiera otra amenaza del lagarto, pero no podía negarse. Terrícola y saiyajin se necesitaban más de lo que creían, él la necesitaba para aumentar su fuerza y matar a Freezer, y ella a él para protegerla, ayudarle con su entrenamiento y así salvarse de las garras de la bestia.

–Empezarás mañana mismo–Bulma sonrió al escucharle. Estaba dispuesta a saltar a abrazarle como hacía con Nappa, pero Vegeta era precavido y conocía sus intenciones, antes de que ella se acercara la detuvo poniendo la mano al frente exigiendo que se detuviera.

–Pero...–él la miró al escucharla con un tono lleno de dudas–¿iremos a ver la lluvia de estrellas?–

–Creo que no te has enterado bien de ese punto, mocosa–el príncipe Vegeta se cruzó de brazos–. No se puede salir sin la autorización de Freezer. ¿Cómo pretendes irte?–

–¿Se la pedimos?–Vegeta hizo una mueca de desagrado.

–Lo único que necesitamos ahora es una patada en el culo de ese lagarto–la peliazul refunfuñó al escucharle.

–¡Pues nos escapamos!–comentó con alegría la chica. Vegeta frunció el ceño. Hace ya dos años que no se escapaban de la base de Freezer. Antes ella y los saiyajins solían ir al bosque por suplicas de Bulma, pero sólo lo lograba cuando le hacía favores. El tirano se enteró de que los paneles de las entradas eran hackeadas y, aunque no encontró al culpable, puso el doble de vigilancia logrando que el grupo no se fuera más de excursiones.

–Adivino que has tenido tiempo para estudiar cada detalle ¿no?–ella asintió y él, al escucharla, resopló cansado. No quería tener problemas después de lo de hoy y hubiese querido pedirla que pidiese otro favor, pero conocía su testarudez.

–Te prometo que el cornudo no se enterará de nuestra salida–no se convencía de las palabras de la humana, pero sus ojos radiaban tanto brillo que se vio incapaz de oscurecerlos–. Además... Le he pedido a Tara que nos prepare una de tus comidas favoritas. ¿No es genial?–

Vegeta no dijo nada, tecleó en el panel y en compañía de la humana salió de la sala. Caminaron juntos hacia el comedor donde sus compañeros debían estar mientras que por el camino ella le decía cualquier cosa para convencerlo de ir al picnic. Quería gritarle que se callara, que desde el momento que aceptó su propuesta de la cámara de gravedad ya había accedido a su petición, pero de vez en cuando ella se tomaba un tiempo dedicándole a aumentar su ego, por lo que no dijo nada.

Además, que tampoco la escuchaba en todo su argumento. Sólo podía recordar cuando le gritó que quería que se convirtiera en Super Saiyajin. Esas palabras se colaron más hondo de lo que hubiese querido, y sin molestarse, guardó el encuentro como un importante recuerdo.

(Flash Back)

-Tres meses después del secuestro de Bulma-

Bulma ya miraba sus amaneceres diferentes a los anteriores, seguían siendo duros y difíciles, pero ya no lloraba o sufría como antes. Se levantaba con una pequeña sonrisa, aunque a veces fuera forzada. Desde que se unió al escuadrón saiyajin, que ella ya se veía como una más, todo su mundo allí había cambiado.

Todos los días se preparaba para las mismas y aburridas rutinas, pero ellos solían cambiarlas de vez en cuando. Se entretenía viéndoles discutir o pelear, adoraba escuchar las anécdotas del planeta de su raza narrado por Nappa, que hablaba con orgullo e instintivamente miraba al príncipe para observar sus ojos puestos en el grandullón escuchando también la historia de su raza.

Se volvió divertido incluso tener que curarles cuando Malaka les negaba el tanque de recuperación. Nappa al ser un hombre tan grande tardaba bastante tiempo en curarlo, pero valía la pena porque siempre le contaba algo interesante. Raditz que a regañadientes se dejaba tocar, había hecho una excepción con la humana, incluso le contó en un momento que su hermano pequeño estuvo en la Tierra.

Por otro lado Vegeta se rehusaba a ser atendido, eran los momentos en los que ambos discutían. Bulma se entretenía convenciendo al príncipe, y él se divertía escuchándola gruñir y ofreciéndole de mil inventos con tal de que se dejara sanar. Los tres lograron tener una relación que ni ellos mismos se creían.

Aquel día ella no tenía nada interesante en el laboratorio, así que optó por la única opción que tenía. Visitar al escuadrón. Se coló como de costumbre en la sala de entrenamiento y observó con atención las batallas que mantenían.

Sus ojos azules siempre se abrían radiantes y sorprendidos viendo la fuerza y resistencia del menor de ellos. Siempre que le veía entrenar se preguntaba cómo de fuerte era Freezer para no poder matarlo.

Que fuerte es–le dijo a Nappa una vez que se fue junto a ella. El guerrero la miró observar al príncipe y una sonrisa se posó en sus labios.

Claro que lo es–Bulma desvió la mirada al grandullón–. Vegeta es el príncipe de los saiyajins. Lo que le hace ser el más poderoso de toda la raza.–

Supongo que carga un gran peso en su espalda–suspiró observando al príncipe.

Puede que más que Raditz o yo–el calvo también miró en la dirección del príncipe pelear con el guerrero de larga melena–. Algún día él se transformará en un Super Saiyajin.–

¿Un qué?–los ojos azules de Bulma buscaron los oscuros de Nappa, encontrándose en poco tiempo–¿así es como se llaman cuando se transforman en monos gigantes?–

Eh...–Nappa optó por no dar importancia a un comentario que sería ofensivo para su raza, y que por supuesto lo fue para él, pero sabía que ella era ignorante del tema–. Esa transformación se llama Ozaru, niña.–

¿Ozaru? ¿Super Saiyajin?–Bulma llevó un dedo a su boca mostrando una pose dubitativa–¿algo más?–

Deja que te explique, mocosa–la peliazul rió al oír el tono enojado que tenía Nappa–. La transformación Ozaru es la que alcanza un saiyajin bajo el efecto de una luna llena. Nos transformamos en lo que según tú llamas "monos gigantes", pero realmente sufrimos un gran aumento en nuestras fuerzas y un cambio de apariencia.–

Ya... como King Kong–Nappa le miró curioso al escucharla, al ver su rostro ella rompió a reír molestando a los soldados que peleaban. Mirar los asesino ojos del príncipe la hizo callar–y... ¿Super Saiyajin?–

Es una figura legendaria de nuestra cultura–siguió explicando el calvo no haciendo caso de lo que anteriormente había ocurrido–. Un saiyajin elegido podrá transformarse en el Super Saiyajin, un guerrero con una fuerza descomunal. Ni el mismo Freezer o alguno de sus familiares podría hacer frente a tal ser.–

Y debo suponer que Vegeta es ese elegido–Nappa asintió–. Suena un poco a leyenda ¿no?–

No es ninguna leyenda, niña–reprimió el calvo–. El príncipe Vegeta es el más fuerte de los saiyajins, por lo que es el único que podría llegar a conseguir esa transformación. Lo hará con un intenso y duro entrenamiento. Entonces no volverás a dudar de mis historias.–

Si yo no dudo–se encogió de hombros–, pero parecía la típica historia que le cuentas a un niño.–

Sólo alguien tan débil podría poner en duda algo así–Nappa decidió no seguir con la conversación y volver a su entrenamiento. Ya había notado la molestia del príncipe por su inapropiado descanso.

Bulma observó nuevamente al más joven. Su cabeza repetía una y mil veces "Intenso y duro entrenamiento". ¿Era por eso que Vegeta quería de su ayuda? Si era así ahora más que antes aceptaba hacer todo lo que él quisiera si por ello lograba que el príncipe se transformase en el Super Saiyajin que Nappa tanto parecía admirar.

(Fin Flash Back)

Bulma estaba más que feliz, radiaba alegría allí por donde iba. Era tanta la emoción que la invadía que ya molestaba a los tres saiyajins. La chica había logrado su cometido. Irían a ver la lluvia de estrellas con el escuadrón. Un momento en el que tendría una cercanía con el príncipe.

Le miró con disimulo. Estaba molesto, lo notaba. No estaba conforme con escapar de la base e ir al bosque, pero sólo serían un par de horas y era de noche. Ni Freezer ni nadie sabrían de su escapada. Ella había estudiado todo con detenimiento, había hackeado de nuevo la puerta de una de las salidas menos vigiladas, aunque no por ello menos peligrosa para ser descubiertos. Había sido sutil e inteligente, pero para salir debían darse prisa. Si tardaban más del tiempo que ella estudió sabrían que el panel de la entrada fue manipulado y, en consecuencia, tendrían que hacerle una desagradable visita al lagarto.

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~Nephim

*Just.Tonight92(fanfiction)

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