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Capítulo 18. Vida.

La mirada de Vegeta, la cual se mostraba en aquel momento con un color celeste inusual en él, se mantenía fija en su único objetivo, quien estaba estupefacto e, incluso, atemorizado por dicha imagen ante él. Toda la rabia había invadido el cuerpo del saiyajin, que terminó explotando, dejando que un ki desconocido le embriagase aun con su cólera intacta. Creía que moriría, por mucho que escuchase a Bulma hablar se veía incapaz de moverse a pesar de que luchaba por ello, tuvieron que ser las palabras del tirano las que le resucitaran y le hicieran conseguir su mayor reto.

–Vegeta–Bulma contemplaba con asombro el nuevo aspecto del guerrero. Llevó su mano hacia su rostro, logrando que su atención se desviara hacia ella. La joven sonrió sin poder evitarlo mientras le analizaba cada vez con más admiración–. Tú... Eres el Super Saiyajin que me dijo Nappa. –

La mano suave de la chica se depositó sobre su piel con la intención de sentir el contacto del hombre que era envuelto en un aura dorada, que se reflejaba en sus grandes ojos azules. No podía dejar de admirarle.

Vegeta tomó su mano y, con cuidado, la apartó de él. Desvió su mirada para ver de nuevo a Freezer que no se había movido de su sitio. El saiyajin frunció el ceño y dio un paso hacia delante.

–Llévate a Raditz–dijo el guerrero mientras se colocaba el hombro–. Ve a un lugar seguro y no salgas por ninguna razón. –

El saiyajin se tomó sólo un segundo desde su última palabra para ir en busca de Freezer y enfrentarlo. Bulma vio como alzaba en vuelo hasta él con el puño alzado, el cual impacto de lleno en su rostro. Así comenzó la batalla entre el Príncipe y el tirano.

La adolescente se acercó hasta Raditz que se encontraba inconsciente en el suelo. Pensó en despertarlo pues arrastrar el cuerpo de un saiyajin era una misión ardua debido a su pesadez. Intentó empujarlo por el brazo con todas sus fuerzas a la vez que le llamaba para que despertarse.

–Vamos, Raditz–gruñó ella moviéndole–. Tenemos que irnos. –

Bulma, en un momento de saber la situación de Vegeta, observó la pelea. Sus ojos se abrieron al ver como el saiyajin iba ganando terreno al lagarto, que tenía dificultades a la hora de esquivar los golpes que le iba propinando. Su sonrisa se ensanchó al ver como Freezer perdía contra el Príncipe.

–¿Ese es el Príncipe? –Bulma se sobresaltó al escuchar al saiyajin a su lado. Miró a Raditz que se había sentado mientras observaba la batalla. La adolescente sintió tranquilidad al ver que su amigo estaba bien. Tomó lugar a su lado–. Lo consiguió. –

–Vamos a ganar, Raditz–el hombre miró a la adolescente mostraba una sonrisa victoriosa. Podía ver en su rostro una serenidad que no vio nunca en ella–. Vegeta acabará con él. –

Raditz frunció el ceño y se puso en pie mientras Bulma le observaba de forma confusa. La joven contemplaba al guerrero apretar los puños mientras mantenía esa mirada que ella ya reconocía en los saiyajins, puesto que era la que siempre utilizaban antes de entrar en batalla.

–Es mi deber como saiyajin luchar–Raditz miró desde arriba a la joven–. Este será nuestro nuevo planeta y no consentiré que lo destruyan. Vuelve al templo, Bulma. –

–Me pidió que ambos nos pusiéramos a salvo–Raditz negó al escucharla.

La joven se puso en pie tan rápido como pudo. Miró a Vegeta que demostraba ir ganando con gran diferencia, para luego contemplar a su amigo Raditz. Podía ver en ambos la esperanza de seguir viviendo, pero con la condición de que en ese nuevo mundo no había lugar para Freezer. No podía sentir más orgullo por aquellos poderosos guerreros, los cuales no eran los mismos que conoció el primer día que entró en la terrorífica base.

–No me ocultaré mientras todavía tenga fuerzas para luchar–el saiyajin colocó una mano sobre la cabeza de Bulma, que le miraba preocupada. Con una sonrisa de lado revolvió el azulado cabello de la humana, como si de una niña se tratara.

–Volved sanos y salvos los dos, por favor–Raditz asintió y se apartó de ella.

Con aquellas palabras como despedida, que querían sonar como un simple "nos vemos luego", Bulma marchó bajo la mirada del melenudo. Raditz volvió la vista al frente y contempló aquella batalla que pasaría a la historia si el Príncipe salía vencedor.

Vegeta golpeó con su pie al lagarto en la altura del estómago. Le vio doblarse, pero no quiso darle el gusto de que descansara un segundo, rompiendo su acción con otro golpe en el rostro que le hizo volar a varios metros de distancia de él. El saiyajin se desvaneció para aparecer en poco tiempo ante el tirano, que limpiaba el rastro de sangre que había emergido de su boca. El Príncipe fue rápido en sus ataques. Le propinó una gran cantidad de puñetazos, para luego sustituirlos por ráfagas de ki.

El cuerpo de Freezer volvió a alejarse de su enemigo, impactando con un edificio que acabó destruido por la fuerza con la que fue empujado. Terminó en el salón de una destrozada casa, de la cual el tejado se desprendía sobre él. Apretó la mandíbula mientras que las venas se marcaban en su cabeza. No podía creer que estuviera perdiendo contra Vegeta, y eso desataba más su ira si cabía.

Contempló el cielo mientras, tirado, apartaba los ladrillos que habían caído sobre su cuerpo. Una figura se mostró sobrevolando encima suya. Vegeta estaba de brazos cruzados, con la mirada puesta en él y el ceño marcado. El aura dorada seguía envolviéndole, dándole una apariencia más aterradora para el mismo tirano que siempre parecía impasible ante un enemigo.

–Debí haberte matado junto con tu maldito pueblo–escupió Freezer junto con restos de sangre. Se levantó con dificultad mientras el Príncipe le contemplaba sin moverse en su sitio–. Pero no significa que hayas vencido. Todavía no, mocoso. –

–¿Crees que estás en situación de evaluar el final de esta batalla con tu victoria? –Freezer veía al saiyajin que se mantenía firme en su postura, hablándole con superioridad, recordándole a él cuando daba órdenes a sus soldados–. Peleas utilizando tu forma original y vas perdiendo. ¿Enserio piensas que no te venceré? –

Vegeta descendió el vuelo hasta el interior de los restos de la casa hasta quedar encima del montón de ladrillos que cayeron a causa del impacto. Freezer le miraba con un tic nervioso en el ojo izquierdo, debido a las palabras del saiyajin. No podía negarle la verdad, puesto que él luchaba utilizando su forma más poderosa y estaba perdiendo por culpa de la transformación del guerrero. Sabía lo que eso significaba. Su final estaba cerca y era humillante que fuera el Príncipe quien terminase con su existencia, por no mencionar que él no quería morir.

Freezer debía pensar fríamente, como siempre hizo. Él era un ser que se valía de la manipulación y la sangre. Sonrió ampliamente llamando la atención del guerrero por su nueva actitud.

–¿Por qué sonríes, idiota? –el tirano aun se sorprendía de escuchar a Vegeta. Había vivido tanto tiempo con un saiyajin doblegado que conocer su nuevo rostro le molestaba. Intentó que no le afectase y decidió seguir con su plan.

El lagarto colocó sus manos detrás de su espalda, irguiéndose y mirando directamente a los ojos, ahora celestes, del saiyajin. Vegeta conocía aquella postura que había optado Freezer, siempre la veía cuando pasaba a su alrededor para recordarle lo importante que él era y lo desgraciado que podía ser el Príncipe bajo sus órdenes. Por lo que estar así sólo le pareció una estúpida osadía.

–He subestimado tu poder, Vegeta–el nombrado frunció el ceño–. Siempre pensé que no valías para nada pero ahora veo cuan equivocado podía estar. Después de todo no soy tan perfecto y tengo mis fallos–el lagarto dio un paso hacia delante, sin conseguir que su enemigo se moviera–. Remediemos la situación. –

–Cuando mueras–Vegeta descruzó sus brazos–. Ocurrirá pronto. –

–¿Y por qué debería ocurrir? –Freezer elevó su rostro con orgullo, mostrando su sonrisa más cínica–. ¿Por qué no te unes a mi ejercito tomando un puesto superior? –Vegeta se sorprendió al escucharle, pero el lagarto no detuvo sus palabras, sino que siguió con su plan–. Tengo varios puestos libres. Desde pertenecer a las Fuerzas Especiales Ginyu hasta tomar lugar a mi lado, donde un día estuvo Zarbon. –

El Príncipe sentía que sus tripas se revolvían al escuchar cada palabra del lagarto. No dudo en tomar una postura de ataque, pero Freezer, en vez de retractase de sus palabras, siguió avanzando hasta él.

–Piénsalo, Vegeta–el tirano se colocó a un metro de él–. Tú, yo y nuestro poderoso y glorioso ejército. Serías como tu padre, pero gobernando mucho más que un insignificante planeta. –

Ambas miradas cruzaban conectadas junto con las palabras del lagarto, que no pensaba cesar hasta conseguir que Vegeta accediera a sus peticiones.

–Y tendrías a tantas mujeres como quisieras, no necesitarías el servicio de una sola–terminó de decir.

Freezer se quedó con la expresión de Vegeta. Podía ver que estaba desestabilizado con su propuesta y eso le hizo sonreír más. Había logrado su cometido. Sabía que los saiyajins eran orgullosos y que él tendría sed de venganza por lo que le hizo a su pueblo, pero también eran asesinos y ansiaban el poder tanto como él. El Príncipe, sin lugar a dudas, era el que más deseaba gobernar y ordenar.

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Raditz vio el cuerpo de Dodoria en el suelo desangrándose debido a los ataques que le propinó. Se acercó a él y, con el pie, lo movió. Sus ojos estaban en blanco y su rostro cubierto de sangre. El saiyajin sonrió con orgullo. No solo había matado a dos de los soldados de las Fuerzas Especiales Ginyu, sino que también había terminado con la vida de uno de los más fieles a Freezer, los cuales estaban clasificados como los más poderosos después de éste.

Dio un fuerte suspiró y miró hacia la dirección donde vio al Príncipe pelear con el tirano. Recordaba su nueva apariencia e imaginaba como era su ki en ese momento. Le hubiera gustado poder tener la oportunidad de sentir lo mismo en su cuerpo, pues no solo parecía más fuerte, sino también más ágil. Se movía con una destreza envidiable, y sus golpes impactaban a gran velocidad y con fuerza contra su enemigo. Creía que con cada puñetazo él se hacía más poderoso.

Se separó del cuerpo inerte de Dodoria para darle la espalda y andar en dirección contraria a él. Podía ver a los soldados del ejército aliado pelear en el cielo con los enemigos. No esperaba que fueran tan fuertes, ya que habían matado a muchos guerreros, por no mencionar que el Rey había terminado con la vida de Ginyu.

Elevó el vuelo y fue hasta la casa donde Freezer había caído. Fue lo más rápido que pudo y, durante el trayecto, reconoció a Vegeta volando encima del techo. El melenudo aterrizó delante de la puerta, la abrió de golpe y, allí, se encontró con una mujer aplastada por algunos escombros. Estaba inconsciente y protegiendo el cuerpo de un niño debajo de ella. No dudó ni un momento en ayudarles.

Alzó los escombros sin ningún esfuerzo y los apartó tirándolos hacia otro lado. Vio al pequeño, de ropas roídas y herido, salir de debajo del cuerpo de la mujer sin dejar de mirar al guerrero.

–¡Gracias! –el pequeño abrazó con fuerza al hombre que se sonrojó ante el acto. Apartó al niño con cuidado, alejándolo todo lo posible de él–. Ese monstruo cayó sobre nuestra casa y derribo el techo. Mi hermana intentó protegerme. –

El niño se giró para ver a la mujer. Se acercó con cuidado y tocó su rostro mientras unas pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos.

–Ylia está viva pero se encuentra muy herida–Raditz miró a la mujer tendida en el suelo y con el cabello blanco ocultando su rostro–. ¡Ayúdela, por favor! –

En el rostro de Raditz se formó una mueca debido a la incomodidad de la situación. Rara vez, por no decir nunca, salvaba vidas. Lo que acababa de ocurrir lo podía explicar como un acto de buena fe debido a que pensaba vivir en aquel planeta, pero no estaba interesado en ir salvando a cada habitante que estuviera en peligro.

–¿No tienes fuerza para llevarla hasta un templo, niño? –preguntó Raditz observando a la hermana del pequeño.

–Ella me dijo que no cabía nadie más en los templos y que por ello debíamos permanecer en casa–mencionó el niño viendo como Raditz bufaba.

El guerrero desvió su atención hacía un lado de la casa. Había escuchado el ruido de los ladrillos y le hizo recordar el motivo por el que estaba allí.

–Los templos no privarán la entrada de dos más, niño–habló el saiyajin observando el lugar de donde escuchó el ruido–. Este sitio no es seguro. Llévate a tu hermana. –

–Su cuerpo es pesado y...–

–¡Mocoso! –gruñó Raditz volviendo la mirada al asustado niño. El saiyajin suspiró al verle aterrado–. Sácala fuera de la casa. En un momento salgo y os ayudaré. Pero aquí no podéis estar. –

El niño asintió mientras que el saiyajin andaba hasta la dirección que provenía el ruido. Se escondió detrás de una pared y contempló al tirano a poco más de un metro del Príncipe, el cual se encontraba en una posición de combate.

–Piénsalo, Vegeta–Raditz miraba a Freezer que hablaba con una sonrisa intacta en el rostro–. Tú, yo y nuestro poderoso y glorioso ejército. Serías como tu padre, pero gobernando mucho más que un insignificante planeta. –

Los ojos de Raditz se abrieron de golpe al escuchar las palabras del tirano. Estaba intentando sobornar al Príncipe para que luchara a su lado con tal de mantenerse con vida. Apretó los dientes y contempló el rostro de Vegeta. Él estaba igual de sorprendido, pero había algo que no le gustaba. Sentía que su superior estaba valorando aquella descabellada propuesta.

–Y tendrías a tantas mujeres como quisieras, no necesitarías el servicio de una sola–terminó de decir.

Raditz apartó la mirada apretando los puños por la rabia. Habían pasado por tanto, que llegaron hasta el punto de pelear contra el lagarto y ahora, que él veía su final aproximarse, empezaba a manipular al Príncipe, lo que no esperaba era que él lo pensara. Tampoco podía sorprenderse. Vegeta siempre tuvo ese afán de gobernar, disfrutaba siempre con mandarle a él o Nappa, pero ser parte del ejército de Freezer era diferente a mandar sobre un escuadrón, sino que lo haría sobre varios más, como si fuera el mismísimo Rey.

–Tu propuesta es interesante, Freezer–Raditz volvió la mirada hacia ambos. Vegeta había apartado aquella posición de combate y, aunque su aura dorada había desparecido, aún se mantenía transformado.

–¿Verdad que sí? –sonrió Freezer extendiendo su mano, para así cerrar el trato con el Príncipe.

–Sí–Raditz vio como Vegeta elevaba su brazo, extendiendo su mano para tomar la de Freezer y así cerrar con el acuerdo.

–Maldito traidor–masculló Raditz. Quería salir e ir a pelear y pensaba hacerlo, pero el sonido del golpe que le dio Vegeta a la mano de Freezer, apartándola de él, le hizo volver a su posición.

–Pero has destruido mi planeta, asesinado al Rey, matado a mi mentor y violado a la Reina–Vegeta volvió hacer que su ki explotase, reviviendo nuevamente aquella aura dorada, que aterrorizó al lagarto junto con sus palabras–. No habrá puesto que me ofrezcas que suplante la venganza de lo que le hiciste a mi madre. –

Freezer tembló mientras retrocedía, contemplando como Vegeta avanzaba amenazante hacía él.

–Vegeta...–

–¡No! –gritó él haciendo que todo a su alrededor temblase debido al ki que estaba envolviéndole–. No oiré más palabras tuyas. Se acabó tu tortura y tu manipulación, Freezer. A partir de ahora serás polvo. –

–¡Eres igual que el idiota de tu padre! –Freezer extendió la mano hacia él y empezó a lanzarle los ataques más potentes en su dirección, pero aunque impactaban contra Vegeta éste seguía andando hacia él como si nada pasara–. Ambos perdéis la cordura por una mujer que no vale nada. No lo valió la Reina y tampoco lo valdrá esa humana. –

Freezer acabó chocando contra la pared. Su cuerpo tiritaba por el miedo mientras su miraba contemplaba con estupor la figura que hacía él se aproximaba.

–¿Quién lo diría? Freezer perdió la paciencia por culpa de dos mujeres–Vegeta, como hizo el tirano anteriormente, paró delante de él a un metro de distancia, observándole con porte y orgullo–. A la Reina la mataste porque nunca se quiso arrodillar ante ti y a Bulma la quieres asesinar porque siendo tan débil te ha vencido. –

–No me ha ganado–contestó él alzando la cabeza, intentando no perder la dignidad que Vegeta le estaba arrebatando.

–¿Seguro? –mientras hablaba, con sonrisa intacta en el rostro, empezó a formar una esfera de ki azul en la palma de su mano, sin quitar la mirada del lagarto–. Rememoremos los acontecimientos. –

–Una mujer no podría vencerme jamás–contestó nuevamente con orgullo el tirano.

–Ella siempre manipulaba tus aparatos para evitar tu espionaje–Freezer apretó los puños ante sus palabras, sin apartar la mirada de la esfera que se formaba entre sus manos–. ¿Los problemas de vigilancia? De alguna manera debíamos huir un par de horas de tu mierda de base. ¿Y las salas de entrenamiento? –

–¿Te refieres a esa Cámara de Gravedad? No sirve de mucho–contestó Freezer formando en su mano otra esfera de ki pero de un color rojizo.

–Mi ki ha aumentado más rápido con esa sala que con las tuyas–la esfera azul se hizo más grande, así como la del tirano–. La Reina también me preparaba para este combate. Entrenaba mi mente, para ser un verdadero guerrero y esa humana, que tanto detestas, ha construido el aparato perfecto para que mi fuerza incrementase. –

Vegeta dio un paso de nuevo hacia él, viendo que como éste reaccionaba de forma nerviosa al acercamiento.

–Te mataré con mis manos–dijo Vegeta mirando su esfera de ki azul–, pero será porque he entrenado para ello toda mi vida. Así que recuerda, Freezer, porque la Reina, la humana y todo el pueblo saiyajin acabarán ahora mismo contigo. –

Vegeta lanzó su esfera de ki hacia Freezer, pero éste también lanzó la suya, impactando contra la del Príncipe. Raditz contemplaba la imagen de ambos luchando. Un rayo azul y otro rojo peleaban por ganarle terreno al otro. Sin dudarlo fue hacia el saiyajin y lanzó con todas sus fuerzas una ráfaga dorada.

El Príncipe contempló al guerrero, que le sonrió mientras mantenía la ráfaga de ki contra la de Freezer.

–Por nuestro pueblo–habló Raditz con orgullo.

Freezer veía como poco a poco iba perdiendo terreno. Su cuerpo había atravesado la pared y había retrocedido unos metros más. Sus ojos se abrieron cuando percibió cada vez más cerca los ataques de Vegeta y Raditz, hasta que venció al suyo.

El cuerpo del tirano se desvaneció entre aquella ráfaga de luces que avanzaban hasta el cielo. El polvo se levantaba a su alrededor y la tierra comenzaba a temblar, hasta que todo llegó a su fin.

Vegeta miró el punto donde se encontraba el lagarto, para comprobar que realmente había desaparecido. Raditz se colocó un scouter y rastreó el ki del tirano, pero éste ya no se encontraba. Colocó una mano sobre el hombro del Príncipe para confirmarle sus sospechas.

–Los hemos vengado–Vegeta asintió escuchando al guerrero–. A Nappa también. –

Raditz se separó del Príncipe que alzó la mirada al cielo donde desapareció su ataque junto con el del soldado. Relajó su cuerpo haciendo que el aura que le envolvía se desvaneciera y su cabello y sus ojos tomasen su color natural.

El melenudo se dio la vuelta para ir en busca de la mujer y el pequeño que vivían en la casa, pero, antes de que diera un paso hacia delante, la voz de Vegeta le detuvo.

–Si cuentas a alguien lo que has escuchado antes, le harás compañía a Freezer en el infierno–Raditz sonrió al oír su amenaza. Asintió y marchó en busca de los dos hermanos malheridos.

Corriendo, encontró en la entrada al pequeño sentado con su hermana que ya estaba despierta. La mujer alzó la mirada hacia el guerrero cuando le vio. Su piel era azulada, como la de los demás akrogianos, su cabello era lacio y plateado y sus ojos negros como el carbón. Destacaban sus grandes orejas y la pequeña herida en su mejilla derecha.

La mujer agarró con fuerza a su hermano para protegerlo del guerrero pero éste se zafó y fue corriendo a verle.

–Es el soldado que nos salvó, Ylia–dijo él mirando a Raditz–. ¿Qué ha pasado? –

Raditz vio a la mujer levantarse del suelo con una mano posada en su costado izquierdo. Se acercó a ambos y agarró a su hermano sin dejar de mirarle.

–Vuestro planeta está a salvo–ambos hermanos sonrieron por la noticia–. Deberías ir a que te curen, mujer. –

La mujer sonrió al guerrero y asintió. Acarició el rostro del niño sin dejar de contemplar a Raditz.

–Ylia–Raditz arqueó una ceja al escucharle–, es mi nombre. –

Raditz asintió mirando a la mujer que protegía a su hermano a pesar de saber que él no era una amenaza. Tragó saliva al darse cuenta de la circunstancia. Si hubiera sido una misión de Freezer al pequeño lo habría matado y a ella la hubiera violado y después asesinado. En cambio, les había salvado la vida y estaban siendo amables con él.

–Sea bienvenido, soldado anónimo–la mujer depositó un beso en la mejilla del guerrero, logrando que se ruborizase, para después marcharse con el pequeño. Raditz acarició la zona recordando que sólo la humana lo había hecho y, que como lo hacía ella, le gustaba.

La mujer andaba con dificultad por mucho que su hermano la intentase ayudar. Suspiró fuertemente y se acercó a ella. Ylia se sorprendió de ver que el saiyajin la había tomado de la cintura. Éste se agachó para rodear sus piernas y así cargarla para que no tuviera que andar.

–Soldado Raditz, mujer–repitió él viendo como ella le regalaba una agradable y cálida sonrisa.

El guerrero anduvo con la mujer entre sus brazos y el hermano de ella a su lado. Fue hasta Palacio para buscar a alguien que pudiera ayudarla, a sabiendas de que sería difícil.

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Vegeta llegó al templo donde Bulma debía estar refugiada. Mientras bajaba las escaleras que llevaban a la parte subterránea, recordaba la primera vez que entró al lado de ella en busca de la imagen de un Dios. Aquello le hizo sonreír, pues rememoró el momento en que tuvo que grabar un mensaje que asustase a los habitantes de aquel planeta. Fue en ese instante en el que se dio cuenta de que los mejores recuerdos en la base eran siempre en su compañía, por eso no podía suplantarla por mucho que Freezer le ofreciese a tantas. En el mundo habían muchas mujeres pero no esperaba, ni tampoco quería, a otra que no fuera ella, porque no había otra igual, otra por la que luchar e incluso morir.

Finalmente llegó al subsuelo, donde se encontró con los habitantes que habían permanecido ocultos tras la batalla. Al ver al guerrero entrar todos le contemplaron con asombro. El saiyajin pudo destacar al Príncipe Darek en la parte central, rodeado de niño que se abrazaban a él. Sonrió al ver al soldado allí, pues sabía lo que significaba. Vegeta, buscó a la única persona que realmente le importaba en aquel lugar, a la cual encontró junto con su amiga Nella, sentada y agarrada a su mano con fuerza. Bulma se perdió en sus ojos negros, mientras se levantaba y soltaba a la mujer a su lado. Deseaba correr hacia él, abrazarlo y besarlo, pero sabía que él la apartaría al tener tanto público. Tuvo que contentarse con aquel intenso intercambio de miradas.

Darek decidió levantarse y saludar al recién llegado acercándose hasta él. Su pueblo le abrió camino mientras Vegeta le contemplaba aproximarse con los brazos abiertos. Éste alzo una ceja, dándole a entender que no estaba dispuesto a recibir ningún abrazo o tipo de acercamiento por parte de él, algo con lo que ya contaba el Príncipe akrogiano.

–Vegeta, amigo–Darek colocó sus manos sobre sus hombros, conectando la mirada de ambos. Aunque no le gusto aquel gesto, no le apartó por respeto a su título–. Príncipe Vegeta, mejor dicho. Hoy tanto mi pueblo como la Corona de Akrog estamos en deuda contigo. –

Darek se separó de él y, sin dudarlo un segundo, se arrodilló ante él, haciendo una reverencia para demostrar su respeto al saiyajin. Al ver el comportamiento del Príncipe, los demás habitantes que allí se encontraban le imitaron, agradeciendo así su victoria. Vegeta observó con orgullo aquella acción, hasta que su mirada se encontró con la única persona que estaba en pie.

Bulma le contemplaba con los ojos brillantes, mordiéndose el labio y las manos unidas a la altura de su pecho. Su sonría lucía deslumbrante a pesar de que su rostro se veía agotado. Podía ver en ella el orgullo que en su pecho se instauraba.

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2 días después

Reconstruir el planeta Akrog llevaría su tiempo pues los destrozos eran muchos, pero eso no privaría al Príncipe Darek celebrar una fiesta en el salón de Palacio en honor a los héroes que vencieron a Freezer y su ejército. Allí invitó a todo su pueblo, pero sólo fueron los nobles y algunos pocos habitantes.

Por el momento se encontraba el Vegeta, que estaba al lado del anfitrión, mientras que Raditz estaba al otro lado de éste. Lejos quedaron los harapos con los que había vivido. Darek entregó al guerrero unos ropajes para la celebración, era como su traje de combate, en color negro, con una capa rojiza y el emblema del pueblo saiyajin grabado en su armadura. El melenudo, por su parte, había preferido utilizar la ropa de siempre a pesar de que el Príncipe del planeta insistió en un cambio.

–Admito que no tenía demasiada fe en esta victoria–comentó Darek contemplando a Vegeta–. Me gustaría compensarte. –

–Sólo quiero una casa en tu planeta–contestó el Príncipe sin mucho interés–. No necesito de fiestas. –

–Vamos, Príncipe Vegeta–Darek le dio un golpe en el hombro al saiyajin, el cual no tardó en demostrar su descontento–. ¡Disculpa! Pero no creo que haga mal descansar un día y festejar el triunfo–guiñó un ojo el hombre mientras que el guerrero rodaba los ojos–. En cuanto a la casa... Yo pensaba ofreceros una habitación en mi Palacio. –

Vegeta miró al Príncipe, el cual había parado a un camarero que pasaba por la sala con una bandeja llena de copas de vino blanco. Agarró una para él y otra para el saiyajin, Raditz tampoco dudó en tomar una.

–¿En el Palacio? –Vegeta aceptó la copa que el Príncipe le ofrecía.

–Es lo mínimo que puedo hacer por vosotros–Darek cambió la mirada a Raditz que tomaba de su copa. Sonrió consiguiendo que éste se pusiera nervioso–. Además, así estamos más cerca ¿no? –

–Eh...–Raditz miró a Vegeta buscando que éste dijera algo, pero el Príncipe disfrutaba ver al saiyajin nervioso.

–Era broma, hombre–rió Darek–. Sé que preferirías a cierta muchacha malherida–Raditz miró en la sala y se encontró con la mujer que salvó. Al encontrarse con su mirada le saludó dulcemente, sonrojando al saiyajin–. Pero si alguna vez quieres probar cosas nuevas ya sabes donde estoy. –

Raditz tragó saliva y sin pensarlo se marchó dejando a solas a ambos Príncipes. Vegeta bebió de su copa de vino mientras Darek aún reía. Sólo se distrajeron al escuchar las puertas de la sala abrirse.

Nella entró en compañía de su amiga Bulma, la cual tenía un aspecto más descansado. La humana se puso el vestido que el Príncipe Darek le regaló, el cual era de color rojo. La parte de arriba era escotado en v, amarrándose en el cuello y dejando su espalda al aire. La falda era desigualada, llegando hasta la mitad de sus muslos por delante, mientras que atrás era una cola que llegaba hasta el suelo. Sus zapatos eran negros y tenían un tamaño considerado, teniendo en cuenta su embarazo. En su brazo derecho tenía un brazalete dorado, del mismo color era el pendiente en su oreja derecha, que era como un fino hilo que llegaba hasta su hombro, mientras que el que adornaba la izquierda era una espiral de hojas de oro que la cubrían por completo. Su cabello estaba echado hacia atrás para que sus accesorios se pudieran apreciar, así como la pequeña tiara que cubría su frente.

Darek desvió su atención hacia Vegeta y sonrió al ver su rostro descompuesto al verla. La mirada del Príncipe recorría el cuerpo de la humana y cada gesto de ésta, mientras que ella intercambiaba palabras con su amiga. Bulma le buscó después de hablar con Nella, hasta que ambos se encontraron. Ella le regaló una dulce sonrisa y se dispuso a ir junto a él.

–Pensé más en ti que en ella cuando le di ese vestido–Vegeta miró a Darek que sonreía–. ¿Ahora os agrada mi festejo? –

Sin esperar por una respuesta de Vegeta, Darek se apartó de él sin decir nada más, con la intención de acercarse a ambas mujeres, saludarlas cordialmente y marcharse junto con Nella. De esta forma descarada dejó al saiyajin en compañía única de la humana.

Bulma se puso delante de él que aún la contemplaba con deseo. Ella acarició disimuladamente su mano enguantada mientras sus miradas se hablaban. Le vio tragar saliva y desviar sus ojos hasta la altura de su escote. No ocultó la sonrisa que le produjo ver como descaradamente la miraba. Se sentía deseada y quería demostrarle que ella también le necesitaba.

–Aún no me creo que estemos aquí–empezó ella a hablar, consiguiendo que su mirada se alzara para entrelazarse nuevamente con la de la humana–. Después de todo lo que hemos sufrido y lo que hemos perdido. Se acabó. –

–Ya te dije que le mataría–habló él entrelazando sus dedos con los de ella de forma furtiva–. Los dos dijimos muchas cosas. –

–Sí–sonrió ella sin dejar de mirarle con la admiración que sentía hacia él, que se agrandó más si cabía–. Las cumpliremos todas. ¿Verdad? –

–Déjame recordar–Vegeta bajó la mirada a sus labios, viendo como ella se relamía nerviosa–. Escuché que me decías que querías una vida a mi lado, vivir en este planeta, tener un hijo como el que esperamos, ser libres y... ¿qué era lo otro? –

Ella rio mientras veía como volvía a contemplarla directamente a los ojos. Bulma agarró su mano y tiró de él para que le siguiera. No dudó un segundo en dejar que le llevara fuera de la sala.

Cuando salieron a los pasillos de Palacio ella agarró su falda con la mano libre y, con la otra sujetando la de él, comenzó a correr. Vegeta contemplaba su espalda desnuda, el movimiento de lado a lado de su cabello, así como el de su vestido y como una melodía escuchaba la risa de la joven resonar por el lugar en sintonía con los pasos de ambos.

Bulma le llevó hasta los jardines del Palacio. Allí soltó su mano y se giró a verle, para agarrarle de los hombros y mirarle directamente a los ojos.

–Hacer el amor–dijo ella mientras él miraba curioso–. Era lo otro. –

–¿Has tenido que sacarme del salón para decírmelo? –preguntó él mientras veía como las manos de ella se movían por su cuello, hasta que terminaron rodeándolo.

–Era para hacer esto. –

Bulma reclamó los labios del Príncipe, intercambiando un beso que ambos ansiaban desde que se encontraron en la sala. Él rodeó la cintura de ella con sus fuertes brazos y, de esta forma, la acercó a su cuerpo. La joven se aferró a él, profundizando la acción y dejándose llevar por el deseo, logrando que el calor se apoderase de ella, así como de él.

Vegeta descendió sus besos, depositándolos por su cuello, mientras que una de sus manos bajó para acariciar su muslo descubierto y ascender por él hasta tocar su trasero por debajo de la falda. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras dejaba salir de sus labios un gemido de placer. Los ojos negros del Príncipe contemplaban con excitación a la mujer, pero en vez de seguir se separó de ella para admirarla como pensó que debía hacer.

–¿Por qué te detienes? –preguntó ella casi molesta. Él sonrió de medio lado y, debido a aquella acción, ella se sonrojó–. ¿Qué ocurre? –

–Freezer me ofreció un puesto a su lado–Bulma miró sorprendida a su amante–. Quería que gobernase con él. Me ofreció posición e incluso mujeres. –

–Y tú negaste la propuesta–dijo ella debido al estado de Freezer. Vegeta la contempló y sonrió. Para él no había otra mujer que no fuera Bulma, no quería a nadie más. ¿Sino porque fue toda aquella revolución? –

–Tu propuesta era más tentadora–Bulma alzó una ceja–. Sexo todos los días. –

–¿Todos los días? –repitió ella riendo y él asintió.

–En la cama o en el jardín–dijo él mirando a su alrededor. Ella se mordió el labio y acarició sus brazos–. Ahora soy el ser más poderoso del Universo, mujer. ¿Podrás estar a la altura? –

Ante aquella pregunta realizada en un tono sensual, la joven decidió responder de manera diferente. Se apartó de él hasta quedar bajo la sombra de un árbol mientras su amante la contemplaba perdiéndose en su belleza. Con la luz única procedente de la luna, la piel de ella se veía brillante, sus ojos se comparaban con hermosos cristales y sus labios, rojizos por el maquillaje, lucían como un dulce apetecible, rogando por ser nuevamente besados.

–Yo soy la mujer más inteligente del Universo, hombre–repitió ella mientras llevaba sus manos detrás de su cuello y, con maestría, deshizo el nudo de su vestido, consiguiendo que este cayera al suelo quedando únicamente con la parte inferior de su ropa interior–. ¿Estarás a la altura? –

–Hablas con un Super Saiyajin–Vegeta se acercó a ella y la tomó de la cintura, acercándola a él y dejándola a escasos centímetros de su boca–. Por supuesto que lo estoy. –

–Y tú hablas con una Super Humana–repitió ella con una sonrisa pícara y cierto torno de sorna–. No hay otra mejor que yo en este maldito Universo, señor Super Saiyajin. –

Bulma volvió a probar los labios de Vegeta y éste siguió el beso que ella le brindó. Con la única compañía de la luna, la cual les iluminaba y hacía que sus sombras se reflejasen en el árbol, que fue tan testigo como ella de aquel encuentro en el que firmaron su libertad.

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Siete meses después.

Vegeta se hallaba sentado en un cómodo sillón, con el codo sobre el reposabrazos y su cabeza apoyada en la palma de su mano, mientras su mirada se fijaba en la joven humana recostada en la cama de la enfermería, con una pequeña sonrisa en los labios y contemplando al recién nacido al que estaba amamantando.

El Príncipe contempló al pequeño cubierto por un pijama blanco que le quedaba demasiado grande. Su diminuta mano tomaba el dedo de su progenitora con fuerza mientras que, con los ojos cerrados, se alimentaba del pecho de su madre, la cual acariciaba su cabecita, revolviendo el pequeño mechón violeta de su frente.

–Es hermoso–dijo ella sin dejar de contemplar al pequeño. Hacía ocho horas que había dado a luz a su hijo y ahora podía descansar con él entre sus brazos.

–Los bebés no son hermosos–mencionó él logrando llamar la atención de Bulma. Él contempló a la mujer que, a pesar de estar más relajada, tenía un aspecto cansado.

–El nuestro lo es–Bulma apartó al pequeño cuando sintió que ya no seguía tomando de su pecho. Se colocó la ropa y acomodó al bebé–. ¿Por qué no lo cargas un poco, Vegeta? –

Vegeta miró al pequeño que dormía entre los delicados brazos de su madre. El Príncipe podía ver como sus cejas violetas estaban fruncidas a pesar del estado en el que se encontraba. Bulma no tardó en sacarle comparación con él por ello.

–¿No te dará miedo? –Vegeta gruñó y se levantó del sillón. Se acercó a la joven y miró al bebé, extendió sus manos para que se lo entregara–. ¿Qué haces? No puedes cargar al pequeño así. –

El saiyajin miró con una ceja alzada a la joven que reía. Bulma podía entender que su amante no había tenido oportunidad alguna de cargar un bebé en brazos. Ella tampoco podía decir que lo haya hecho con frecuencia, pero mantenía el recuerdo de su planeta.

–Cruza un poco los brazos–Vegeta miró a la mujer como sostenía al bebé. Él imitó la postura y ella, con cuidado, colocó al recién nacido. Le dio un pequeño beso en su cabeza para luego contemplar al desolado saiyajin. Se mordió el labio para no reír, pero le parecía difícil aguantar, puesto que el gesto del guerrero era de completa frustración.

Vegeta estaba estático mirando a su hijo. El pequeño dormía plácidamente, dejando que un rastro de baba cayera por su labio. El Príncipe intentó no moverse por miedo a que cayera al suelo.

–¿Qué haremos con su cola? –Vegeta se tensó al escuchar la pregunta. Miró a su hijo, el cual dejaba colgando el apéndice–. Deberíamos pedirle a la enfermera que se la ampute o...–

–¿Estás loca? –Bulma miró sorprendida al guerrero. El cual daba una imagen divertida con el ceño fruncido y el bebé entre sus brazos–. Este crío es el Príncipe de los saiyajins. Es Vegeta...–

–Trunks–Vegeta abrió los ojos al escucharla–. El Príncipe de los saiyajins se llama Trunks. –

–¿En qué momento acordamos llamarle por ese ridículo nombre, mujer? –Bulma se cruzó de brazos mirando al hombre que realmente estaba tenso.

–¿En qué momento acordamos ponerle el tuyo? –rebatió ella molesta. Vegeta marcó más el ceño.

–Todos los saiyajins que pertenecen a la Corona han tenido el nombre de Vegeta–sentenció él, concluyendo la conversación, pero no esperó que ella siguiera opinando.

–No hay Corona ya, Vegeta–el nombrado empezaba a perder los nervios con ella, pero la mujer no se daba por vencido–. Trunks es bonito y un buen recuerdo para mí. Si mi padre hubiera tenido un hijo le hubiera puesto ese nombre. –

–Pero no lo tuvo–recalcó Vegeta, logrando que ella se molestara realmente.

–Por eso lo tendrá su nieto–con cuidado, Bulma cargó al bebé entre sus brazos para el alivio de Vegeta–. Y no quiero que se transforme en un mono gigante y luego no recuerde nada. Le quitaremos la cola. –

–¿Tendrá algo de saiyajin este crío? –refunfuñó el Príncipe, logrando que su voz despertase al bebé, y, que se esta manera, comenzase a llorar. Bulma, para intentar calma su llanto, le meció con dulzura.

–Él no dejará de ser un saiyajin aunque no tenga cola o tu nombre, Vegeta–dijo ella mientras acariciaba la piel del bebé–. Podrás entrenarle para que sea tan fuerte como tú. ¿No es eso lo que quieres? –

Vegeta contemplaba a Bulma y con sus palabras sintió que volvía a ser un niño y que escuchaba a su madre discutir con su padre sobre el mismo tema. Ella quería cuidarle y protegerle como hijo suyo que era, mientas que su padre sólo deseaba verlo fuerte y poderoso. Tenían tantas discusiones por su culpa que a él le daban pesadillas, y ahora se veía reflejado. Se sentó en el sillón y suspiró pesadamente.

–Trunks–repitió Vegeta. Bulma levantó la mirada y le contempló. Estaba observando a través de la pequeña ventana que había al otro lado. Ella sonrió y volvió a su hijo.

–El Príncipe Trunks–repitió ella para después comenzar a tararear una nana con la intención de que volviera a dormir.

Habían pasado siete meses desde todo lo ocurrido y casi todas las noches tenía las mismas pesadillas. Él no vencía, ella moría y todo su mundo se derrumbaba, pero cuando despertaba la encontraba a su lado, recibiéndole con una sonrisa y un buenos días. Si hace seis años alguien le decía que aquella muchacha que entró esclavizada por Freezer se convertiría en su mayor debilidad se hubiera reído en su cara, y ahí se encontraba. Mirando a esa misma niña creciendo con su hijo entre sus brazos.

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Siento mucho el retraso pero lo compensaré con una gran noticia. Esta parte termina en el siguiente capítulo, el cual ya está redactado (sólo falta revisarlo) y será subido lo más pronto posible. Además, el prólogo y el primer capítulo de la segunda parte están en el mismo estado, sólo se debe revisar y ya está. Este es el motivo de mi tardanza. No quería subir este capítulo hasta no tener los siguientes.

Cuando suba el próximo capítulo, que será en los próximos días, la segunda parte se subirá el próximo fin de semana junto con el prólogo y el capítulo 1 de seguido. Sin esperar más días.

¡Muchas gracias por vuestra paciencia!

~Nephim

*Just Tonight92 (fanfiction)

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