Capítulo 16. Madre
Sus oscuros ojos no perdían detalle de cada acción de la adolescente, la cual se encontraba sentada al lado de Nella, quien aún permanecía llorando. No podía ver la mirada cristalina de la joven, puesto que había agachado la cabeza para contemplar lo que entre sus manos llevaba. Vegeta intentó ver de que se trataba, hasta que distinguió el reluciente medallón que ella tocaba con la yema de su pulgar.
Pudo contemplar como aquel objeto mostraba el símbolo de su raza grabado en él. Para el Príncipe no era difícil adivinar quien le entregó aquel obsequio a la humana. Vegeta apartó su mirada de ella para mirar al frente, perdiéndola entre los soldados que manejaban la gran nave y la cristalera ante ellos que mostraba la belleza del oscuro universo. Aquel escenario era el perfecto para ayudarle a sumergirse en sus más profundos y antiguos recuerdos.
(Flash Back)
El pequeño heredero de la corona saiyajin observaba los cuerpos que se encontraban desplomados por el suelo de la sala de entrenamiento. El joven Príncipe había acabado con cinco escuadrones de élite con tan solo cuatro años de edad. No podía evitar mostrar una sonrisa retorcida, nacida del más frío cinismo, mostrando de esa forma lo superior que era ante cualquier ser de aquel planeta al que estaba destinado gobernar.
Su atención se desvió cuando escuchó el sonido de las metálicas puertas abrirse. Sus ojos se desviaron a las dos figuras que ingresaron en el mismo lugar en el que el pequeño se encontraba. Una de ellas era la de su tutor, grande, musculoso, con una cresta que él veía ridícula y que acompañaba con un fino bigote. Éste se encontraba detrás de la mujer que andaba con elegancia, de hermosa cabellera negra y mirada dulce, con una sonrisa amable en los labios. Su capa rojiza acariciaba los cuerpos en el suelo que aún se mantenían inconsciente.
Cuando la mujer se encontró delante del niño, éste la miró desde abajo contemplando su barriga de siete meses de embarazo. Con dificultad, ella se agachó para estar a su altura, haciendo que la mirada del infante desviase hasta la elegante y brillante corona que cargaba sobre su cabeza.
–Madre–nombró el niño contemplando a la mujer que se llevaba su mano hacia su barriga–, ¿qué hace aquí? –
–¿Acaso no puedo ver a mi pequeño? –Vegeta apartó la mirada sonrojado. La mujer era una saiyajin peculiar y eso no solo lo sabía el Príncipe, sino todo el planeta. Decían que era ese el motivo por el que el Rey se vio rebajado a su embrujo.
La mano que tenía libre la Reina la posó en el rostro de su hijo, haciendo que desviara de nuevo su atención a ella. Con una en él y otra sobre su barriga, la mujer mostró una de las sonrisas más amplias y falsas que él hubiera conocido.
–Vegeta–habló ella con un tono triste. Ese tono solo alarmó a su hijo que no pudo evitar agarrar la mano con la que su madre le acariciaba–, Freezer quiere que vayas con él a su base. Desea entrenarte. –
La mujer tragó saliva, sintiendo el dolor en su garganta al hacerlo. Intentaba sonar serena, pero no era buena en la mentira cuando se trataba de su hijo.
–¿Es lo que te preocupa, madre? –la pregunta de su hijo la desestabilizó. Con el embarazo notaba que estaba más sensible de lo normal, pero no había justificación para ella el separarse de su primogénito, sabiendo a que horrible lugar iría.
–Yo sé que tú eres el más fuerte, hijo–la mujer intentó demostrar entereza. Apartó la mirada para contemplar a los hombres que se enfrentaron al Príncipe. Era obvio que ninguno estaba a la altura de él, pero Freezer no era un saiyajin. Era un monstruo mil veces peor–. Nappa irá contigo. –
El Príncipe miró detrás de su madre para intercambiar miradas con el soldado nombrado. Nappa hizo una reverencia cuando se vio observado por el menor.
–¿Cuánto tiempo estaré con Freezer? –Vegeta volvió a mirar a su madre, encontrándola con los ojos abiertos y cristalinos. Tapó sus labios con la mano que tocaba a su primogénito. No quería y no debía llorar.
Aquella situación no pasó por alto para el soldado. El guerrero contemplaba a su Reina desmoronarse no solo ante su hijo, sino ante él. Ella debía mostrarse ruda, poderosa y respetable. Aquella reacción no era digna de la realeza y estaba castigado con el repudio del pueblo, pero sabía algo y es que mientras se tratase de su hijo a ella le daba igual lo que todo el mundo pensase de su persona. Primero estaba él y pronto su bebé, ya no le importaba nada más.
–No se preocupe por el tiempo, Príncipe–Vegeta miró a Nappa que decidió hablar por la Reina–. Yo estaré a su lado para entrenar, al igual que informaré al Imperio sobre sus cambios físicos. –
Vegeta frunció el ceño y miró a su madre que contemplaba a Nappa sorprendida. Al sentir la mirada de su hijo sobre ella, le respondió con una sonrisa que ayudó a calmarle no solo a él, sino también a ella.
–El más fuerte y más apuesto del Universo–sonrió ella acariciando de nuevo el rostro infantil del Príncipe, que se sintió avergonzado por aquellas palabras–. No habrá ser en este mundo que te pueda hacer frente, hijo mío. –
Vegeta contemplaba con atención a la orgullosa mujer, que estaba al borde de la lágrima sin que él fuera consciente de ello.
–El Supersaiyajin–siguió hablando Nappa logrando que la sonrisa de la Reina se ensanchara y el orgullo de Vegeta se acrecentara.
–Lucha por tu raza, pelea hasta el final–madre e hijo intercambiaron miradas mientras ella hablaba–. Y ama, Vegeta. No olvides que tras tu porte de guerrero se esconde un corazón. Tú no eres como Freezer, eres un ser que debe pelear y amar. No seas como los demás, hijo. Se el Príncipe Vegeta. –
–¿Por qué me dices esto? –la Reina se levantó y miró a Nappa cuando su hijo le preguntó. Ella suspiró fuertemente y decidió responderle.
–Algún día podrás valorar que importa más. Si pelear con corazón o matar sin razón–la saiyajin que contemplaba al tutor de su hijo al igual que él la observaba mientras hablaba–. Te confío uno de mis mayores tesoros, Nappa. Cuida de él como lo hiciste con tu hija. –
El guerrero asintió, con la mirada agachada. La mujer se marchó dejando en aquella sala al soldado con el Príncipe, que aún intentaba comprender el peso de aquellas palabras.
–Príncipe Vegeta–el nombrado miró al soldado que estaba delante suya, erguido y con las manos detrás de la espalda–, estaré bajo sus órdenes. –
Vegeta asintió y salió de la sala de entrenamiento con Nappa siguiéndole. El niño aún se repetía las palabras de su madre y sabía que su tutor lo había entendido. Le miró de reojo y le vio sostener un medallón sobre su cuello. Podía leer un nombre femenino en él, el cual no dejaba de contemplar con los ojos apagados.
(Fin Flash Back)
Tal vez él nunca se dio cuenta de ello o llegó a pensarlo si quiera, pero deseaba que Nappa no muriera. Había sido su tutor, y era el que le había hablado de muchas historias de su planeta, ahora no deseaba su muerte. Pensó que llegado el momento de que alguno de su escuadrón tuviera que ir al otro mundo le importaría bastante poco, pero ahora se daba cuenta de que con el mayor no era así.
Él le había contado cual era el castigo para los saiyajins que entrenaban de forma débil a otros. Que padecían de ridículos sentimientos y que los mostraban al público. La Reina era una de ellas, y no por su título estaba libre de condena. Nappa tenía derecho a dar parte de su comportamiento con su hijo y no lo hizo. Prefirió callar y ayudarla para que no sufriera antes que ir corriendo a contar lo que sus ojos habían visto.
Recordar a su madre para él era doloroso. Con los años descubrió que se trataba de una saiyajin de tercera clase que había sufrido de varias vejaciones. El destino la cruzó en el camino del Rey y él se enamoró de ella, hasta el punto de convertirla en una guerrera de élite para poder tomarla como esposa, ya que sus leyes no permitían que se casara con una de tan baja clase. Al menos eso fue lo que Nappa le contó.
–Príncipe Vegeta–el guerrero volvió a la realidad en la que se encontraba cuando la voz de Raditz le llamó. Giró la cabeza para ver al soldado sentado a su lado que le había nombrado, por su rostro parecía que había estado insistiendo hasta captar su atención.
–¿Qué quieres? –Vegeta se mostró tosco. Estaba tan sumido en sus pensamientos que le molestó el ser sacado de ellos.
–Todavía no sé el motivo por el qué huimos... ¿por qué Nappa ha sido atacado? –el Príncipe hizo un gesto de desprecio al escuchar sus preguntas–. ¿Qué está pasando? –
Vegeta le miró con desprecio. Sinceramente hubiera querido ver a Raditz en el papel de Nappa y tener al calvo a su lado, echándole la bronca por revolcarse con la humana sin usar ningún tipo de protección. Ese era el verdadero motivo por el que deseaba ver al melenudo allí y no donde estaba en ese momento. Ahora tenía que dar explicaciones. Debía decirle que él había hecho lo que le había prohibido al guerrero.
–Estoy embarazada–la voz de Bulma sonó tras ellos. Vegeta contempló a la humana que respondió sin dejar de mirar el medallón que llevaba entre sus manos.
–¿Cómo? –la joven no reaccionó cuando Raditz habló. Mantenía su postura mientras los ojos del Príncipe se clavaban en ella esperando por algún movimiento diferente, pero se mantenía cabizbaja y perdida en sus pensamientos, como él hacía un minuto.
–Estoy embarazada–repitió Bulma mientras Raditz la contemplaba de igual forma que su superior–. Freezer se ha enterado y por ello debíamos salir de allí. –
Raditz intentaba comprender la gravedad del asunto, pensando cómo pudo ocurrir. Recordaba las veces que había visto a la adolescente desde que pasó lo de la puja y sólo pudo asociarla a aquel día, pues no imaginó que al final hubiera vuelto a hacerlo con otro hombre ya que casi siempre estaba con los saiyajins. La contempló cabizbaja y luego desvió su mirada al Príncipe que se encontraba perdido en la figura de la humana.
–¿Es del Príncipe Darek? –Vegeta miró a Raditz que intentaba encajar las piezas del rompecabezas.
Vegeta apretó la mandíbula. Sabía que insistiría y era cuestión de tiempo que supiera la verdad. Se negó a seguir ocultándolo, pues él no era en absoluto un cobarde y estaba dispuesto a enfrentar a Raditz, a pesar de todo.
–Sabes perfectamente que no le gustan las mujeres–respondió Vegeta mientras Raditz se mostraba cada vez más dudoso–. La humana espera un hijo mío. –
Fueron palabras más que suficientes para que el rostro repleto de dudas se transformarse en uno de estupefacción. Raditz miraba a Vegeta con los ojos abiertos mientras asimilaba aquella confesión. No podía dejar de contemplar al Príncipe que evitó su mirada para volverla al frente como si nada hubiera pasado, pero en sus ojos negros se leía la rabia. Su mandíbula y sus puños estaban apretados mientras su cabeza volvía de nuevo a los recuerdos de los que le sacó el soldado de tercera.
Cuando la información fue finalmente aceptada, analizada y comprendida, Raditz sintió que su cuerpo ardía. Se quitó el cinturón de seguridad y se levantó. Con aquel gesto consiguió de nuevo la atención del Príncipe, que comprendió enseguida lo que significaban sus acciones. No dudó un segundo en imitar al guerrero, levantarse y enfrentarlo.
–¿Cómo puedes ser tan miserable? –Vegeta miró al rabioso guerrero que no optó por morderse la lengua, sino por dejar que su veneno saliera–. Todo el tiempo pidiéndome que no me acercara a la humana porque Freezer nos iba a matar y poco tardaste en preñarla. No eres más que mierda. –
–No me hables así, escoria–el Príncipe agarró a Raditz por el cuello de la armadura, pero éste no se mostró doblegado a sabiendas de la diferencia de poder–. Cierra tu maldita boca sino quieres que la cierre yo a golpes. –
–Por supuesto, su Alteza. Después de todo se le da bien joder–el ceño de Vegeta se frunció ante su frase–. Si Nappa muere caerá sobre tu conciencia. Espero que tu noche de diversión valiera la pena, porque Freezer lo matará por culpa de ello. –
La rabia se apoderó de Vegeta, que alzó el puño para golpearlo en el rostro y así silenciar las palabras que realmente le estaban doliendo. Su pecho le ardía, pues sentía que no le faltaba razón. Si no hubiera caído en las redes de la adolescente ahora mismo Nappa estaría vivo y ellos no estarían huyendo. Él seguiría entrenando para enfrentar a Freezer y Bulma... Bulma posiblemente hubiera sido violada tantas veces como fueran posible desde aquella puja.
–¡Se acabó! –Vegeta no llegó a golpearlo debido al grito que escuchó tras él. Miró por el rabillo del ojo a la adolescente que estaba levantada, con los puños apretados, en el cual una de las manos ocultaba el colgante de Nappa, con el rostro enrojecido y las lágrimas cayendo por su rostro–. ¡Sois dos niños pequeños! ¿Creéis que es el momento de pelear? ¿De verdad? –
Bulma se acercó a Vegeta, agarrándole por la muñeca como gesto de aviso para que dejara a Raditz. Él se perdió en su mirada azulada y no pudo evitar ver los ojos de su madre en ella. Sentía que era así como vio a la Reina cuando le despidió a pesar de que no dejó salir ninguna lágrima.
El Príncipe soltó al soldado que aún estaba furioso por la revelación. Bulma se puso entre ellos y miró a Raditz con la intención de llamar a la calma en aquellos momentos que eran duros para todos.
–No le culpes sólo a él porque no es el único culpable–Bulma miró directamente a los ojos a Raditz que contemplaba su jovial rostro ensuciado por las lágrimas–. Yo siempre le insistía porque estoy enamorada de él. Si le hubiera hecho caso en su momento ahora nada de esto estaría pasando y Nappa estaría bien. No todo es culpa de Vegeta, Raditz. –
Raditz contemplaba a la joven quitarse las lágrimas, pero sin poder evitar que nuevas nacieran tras ellas, visibilizando el dolor que se había instalado en ella.
–Y si te consuela te aseguro que su muerte si me pesará toda la vida–Bulma miró al saiyajin que apartó la mirada cuando la contempló. Notó en sus ojos el dolor mezclado con la rabia y la impotencia–. Pero no me arrepiento de lo que hice... lo volvería a hacer con tal de poder estar al lado de Vegeta. Sólo me puedo culpar de no haber sido más precavida, pero nunca de haber luchado por estar a su lado. –
Vegeta no podía dejar de contemplar a la humana, grabando cada palabra en su mente. No hacía faltar mirarla para saber que su estado seguía igual pero que, a pesar del llanto y la pena, su tono era fuerte y orgulloso. Bulma se dio la vuelta y le contempló. El Príncipe se perdió en su mirada azul teñida con ojeras, en sus mejillas rojizas y brillantes por las lágrimas, en sus labios rojos e hinchados, los cuales temblaban por su estado actual.
–Nappa morirá–habló Vegeta mientras intercambiaba la mirada con la joven–. Freezer lo matará tarde o temprano por traición. Pero puedo asegurar que no quedará impune. Ese lagarto pagará por ello con sangre. –
Bulma tragó saliva, sintiendo el dolor en su garganta a causa del nudo que se le había formado. No dejó de contemplar a su amante, que con firmeza prometió la venganza que ella también ansiaba.
–Quiero que sufra–habló ella con la mirada ardiente mientras Vegeta, estando de acuerdo con ella, asintió jurando mentalmente que lo cumpliría.
Raditz se acercó a la pareja llamando su atención. Nella había sucumbido al cansancio por culpa del llanto. Bulma miró a los dos guerreros y sabía que era ahora o nunca. Freezer debía morir y ellos tenían sed de venganza.
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Su cuerpo impactó contra el suelo. Su rostro estaba cubierto por graves heridas de las que brotaban hileras de sangre, ensuciando las baldosas con ella. Sintió el gélido pie sobre su nuca, aplastando su cabeza contra el metálico pavimento.
–No sé si llamar agallas o idiotez tu osadía, Nappa–el saiyajin escuchó la voz de Freezer sobre él. A pesar de su ironía, su tono era amenazante. Pocas veces se conseguía desestabilizar a aquel tirano–. El padre de ese engendro es Vegeta ¿cierto? –
–Que te jodan–escupió el guerrero. Freezer, como respuesta a su insulto, aplastó de nuevo su cabeza con su pie, robándole un fuerte gemido de dolor.
–Esas palabras no las escuchaba cuando te arrodillabas ante mí, gusano–espetó el tirano–. Sé que Vegeta le estuvo haciendo favores a la humana. He encontrado un video del planeta Kinnet que tenía guardado Zarbon. Compartían sus asquerosas babas en la habitación de él. –
–Te matará–habló con dificultad el guerrero–. Vegeta... él... él es elegido... para derrocarte. –
Freezer se apartó del cuerpo del saiyajin. Se alejó dos pasos de él y le contempló con asco. Su cuerpo estaba completamente magullado y ensangrentado. Sabía que no podía moverse debido a las innumerables fracturas que tenía.
–¿Otra vez la historia del supersaiyajin? –Freezer bostezó de aburrimiento mientras sus ojos seguían contemplando el magullado cuerpo–. ¿Cuándo dejaréis los saiyajins de vivir de fantasías ridículas? Admite que soy el único ser poderoso del Universo, al que obedecer y complacer. –
–Puede que viva... de fantasías–Nappa tosió ante el dolor que le causaba hablar, hasta que la sangre salía de su boca–, pero no se cuentan... historias... de mierdas como tú. –
La respuesta consiguió enfurecer al tirano. Extendió su brazo a la altura de Nappa, abriendo la palma de su mano mostrando una esfera rojiza que se formaba en ella.
–Nadie hablará de la historia de como acabé con toda la raza saiyajin. Porque no importáis nada–sin más dejó que la esfera impactase en el pecho de Nappa, atravesándolo y arrebatándole el último suspiro que mezcló con una carcajada para que molestase al tirano.
Frezzer miró el cuerpo sin vida del saiyajin. Sabía perfectamente cómo habían estado trabajando a sus espaldas. Había descubierto la Cámara de Gravedad que la humana había creado únicamente para los saiyajins. Había visto las imágenes y la anciana que torturó no pudo silenciar lo ocurrido en la puja.
El tirano sabía que debía castigar a la poca raza que quedaba de saiyajins, que debía matar a la humana y exterminar el planeta del Príncipe Darek por traición.
–Dodoria–el soldado que estaba detrás de Freezer, el cual observó todo lo acontecido con Nappa, se acercó a su superior para ponerse delante de él y hacerle una reverencia–. Prepara las naves. Quiero que las Fuerzas Especiales Ginyu viajen de inmediato conmigo al planeta Akrog. Su misión es exterminar a todo habitante que vean, menos al Príncipe Darek y a los traidores. –
–De inmediato, Gran Freezer–Dodoria tardó poco en salir de la sala y realizar la orden de su superior.
Freezer no miró en ningún momento al soldado, sus ojos sólo se clavaban en el cuerpo inerte del saiyajin. Sus palabras habían conseguido molestarle y hacía mucho que nadie le había herido de esa manera.
(Flash Back)
El Rey Vegeta había muerto a manos de Freezer. El tirano había ordenado a sus guerreros atacar el planeta mientras que él se paseaba con tranquilidad por el palacio.
Llegó a la sala del trono y contempló el lugar. Las paredes pintadas de rojo, con columnas a los lados del imponente asiento real. En el centro del suelo se apreciaba el emblema del planeta, mientras que el techo estaba pintado para que pareciera el espacio.
Freezer anduvo por la sala con la intención de llegar al gran trono de oro con tintes rojos en la parte frontal. Sonrió satisfecho de su cometido y se dispuso a sentarse sobre él.
–No te pertenece–el tirano miró a la mujer delante de las puertas de la sala. Reconoció a la Reina que tenía un corte en la ceja izquierda, ensuciando su rostro con la sangre de la herida–. Levanta tu culo de lagarto de ese trono. Es del Rey Vegeta. –
–Tu esposo está muerto, querida–sonrió Freezer que guardó para sí la sorpresa y el dolor de la mujer. Llevó su mano hacia su pecho al sentir que le dolía–. El muy idiota se pensaba que podía matarme. Ingenuo ¿verdad? –
La Reina miró al tirano que finalmente se sentó en el trono. Las lágrimas habían ganado, pero no pensaba dejar que Freezer ganara aquella batalla. Ambas miradas se mataban desde la distancia, la cual ella recortaba con cada paso que daba hacia él, mientras que el lagarto disfrutaba de la mujer malherida y orgullosa que osaba enfrentarlo.
–Para ser una zorra de tercera eres muy brava–Freezer siguió burlándose de ella, que no se intimidaba ante sus palabras–. ¿Qué tendrás para que un Rey te ponga su corona además de su cama? –
–¿Crees que tu veneno me daña? –la Reina se colocó delante de él, que la contemplaba sorprendido–. Puede que este planeta caiga hoy, pero tu reinado no es eterno. Morirás a manos un ser más poderoso que tú y quedarás en el olvido. –
–A ver si adivino... ¿tu hijo? –Freezer sonrió viendo como la mujer tragaba saliva al recordar a su primogénito–. Vegeta estará en buenas manos. No te preocupes. –
–Vivirás con tu verdugo–escupió ella haciendo que la paciencia de Freezer fuera aminorando–. Su nombre resonará por el Universo como el ser que mató a ese lagarto enano con cuernos que tuvo que destruir el planeta Vegeta por miedo a una revolución de la raza saiyajin. –
Freezer se levantó de inmediato del trono. Él no había hablado con nadie sobre sus planes. Nadie sabía el motivo por el que él exterminaba a la raza, y ella lo había adivinado. La mujer alzó su cabeza con orgullo mientras que él apretaba sus dientes por la rabia.
–De las cenizas de este planeta nacerán y crecerán pilares irrompibles–siguió hablando ella sin ningún miedo del ser que tenía delante suya–. Hoy moriré, pero mi recuerdo perdurará. El tuyo servirá para futuras chanzas. –
El tirano miró los ojos oscuros de la mujer. No podía leer el miedo en ellos pero sabía cómo crearle el temor. Era experto en ello. Vio como dos soldados suyos pasaban corriendo por los pasillos del castillo y les llamó con un silbido. Los guerreros aparecieron por la puerta mientras él mantenía su mirada en la Reina.
–Llevaos a esta zorra. Despojadla de sus ropas y violadla hasta que se quede sin aliento–ella alzó el mentón sin miedo, pero antes de que sus soldados cumplieran su misión el habló por última vez–. Puede que al criar a Vegeta esté criando a mi verdugo. Pero, dime, mujer. ¿Mi padre también estará formando a su asesino si cuida de tu pequeño engendro? –
La mujer se quedó enmudecida por sus palabras, consiguiendo la sonrisa satisfactoria que tanto ansiaba Freezer.
–Tabrle... ¡No le hagas nada! –gritó ella mientras los soldados se la llevaban.
Entre gritos de clemencia por su hijo, la Reina desapareció del campo visual de Freezer, el cual volvió a acomodarse en el trono del Rey Vegeta.
(Fin Flash Back)
Freezer, finalmente, se preparó para ir al planeta Akrog. Quería hacerle pagar a Vegeta aquella traición, así como a Bulma. Sentía que se habían burlado de él todo el tiempo que ella estuvo allí, y eso no lo podía consentir.
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La nave aterrizó en el Planeta Akrog. El Príncipe Darek estaba esperando en la sala de aterrizaje del palacio. Vio como bajaban del vehículo espacial dos de los saiyajins, la humana y una mujer que no era conocida por él. Se acercó de forma apresurada a ellos para comprobar su estado. Bulma, al verlo, corrió para abrazarle. Éste no dudó en estrecharle entre sus brazos y dejar que el dolor que ella sintiera lo desahogara en él.
–Nappa–mencionó ella entre llantos–, se sacrificó...–
–Entonces que no quede en balde–Darek se separó para observar a la joven y limpiar su rostro–. Este planeta está preparado para enfrentar a ese monstruo. –
–No recuerdo que fueran una población guerrera–habló Vegeta poniéndose al lado de Bulma.
–Y no lo somos–aseguró Darek que sonrió al Príncipe–, pero si nuestros vecinos Neodars. –
Raditz y Nella se acercaron al grupo que hablaban. La mujer se encontraba ausente mientras que el hombre miraba de arriba abajo al Príncipe del planeta.
–¿Les ha pedido ayuda? –Darek asintió al melenudo con una grácil sonrisa, la cual perturbó al saiyajin.
–Freezer tomará represalias contra mi planeta y no pienso dejar que lo explote–amenazó Darek mirando al Príncipe Vegeta–. Sé que sois grandes guerreros, pero solo sois dos y yo debo proteger a mi pueblo. –
–Se necesita mucho más que un ejército para vencer a Freezer–Vegeta intercambio miradas con Darek, logrando que éste se preocupase de inmediato.
El Príncipe Darek estudió a sus invitados. Bulma estaba entristecida y sabía que era por la pérdida de Nappa. Raditz mostraba rabia, quería luchar pero a la vez se notaba angustiado. La mujer que desconocía estaba igual de destrozada que la humana, podía notar que no sabía ni donde estaba ni se preocupaba por ello. Vegeta, mientras, estaba firme y preparado para cualquier batalla, pero sabía que era sólo una coraza, pues nadie se mostraba de dicha forma cuando el enemigo era Freezer.
–Escuchad–tanto Bulma como los dos saiyajins prestaron atención al Príncipe–, las naves de Freezer no son tan rápidas como en la que habéis venido. Aprovechad para descansar. –
–No tengo tiempo para eso–Vegeta frunció el ceño y se acercó a él–. Dame un sitio donde entrenar. Debo estar preparado. –
Darek contempló al saiyajin. Sabía de su fuerza pero no le intimidaba. Negó enseguida, logrando que la rabia acrecentara en Vegeta por ello.
–Vegeta–el guerrero desvió su mirada a la adolescente que parecía preocupada–, tal vez no sea buena idea. Puede que te canses más. –
Vegeta apartó la mirada. No estaba dispuesto a tumbarse y relajare mientras Freezer estaba en camino. Debía prepararse para el combate.
–Tiene razón–el Príncipe Darek intentó convencerlo–. Entiendo la rabia, pero valdrás más descansado que agotado. Perderás energía en tu entrenamiento porque no nos mintamos, utilizarás toda tu fuerza en un enemigo sin rostro. –
El saiyajin miró al Príncipe Darek. Era obvio que utilizaría todo su poder en el entrenamiento, pero cierto era que perdería mucha fuerza en ello. Apretó los puños con impotencia, hasta que una caricia furtiva lo sorprendió. Su mirada se encontró con la de la adolescente, que le rogaba porque hiciera caso a la razón.
–Os llevaré a vuestras habitaciones–dijo el Príncipe Darek una vez se dio cuenta de que Vegeta había entrado en razón.
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3 horas en el planeta Akrog
El agua caía por el cuerpo del saiyajin, relajando cada músculo que estaba en tensión. Se perdía en las líneas de las baldosas que había en la pared de la ducha. Aquella distracción le servía para imaginar cómo sería la batalla, al igual que también le ayudaban a recordar cada pensamiento que tuviera que ver con Nappa o con su madre.
Cerró sus ojos y se dejó llevar por sus recuerdos. Siempre había vivido al lado de la muerte, pero aquel día fue más consciente que nunca. No tenía miedo de morir, al menos no él. Temía por ella. No quería que Bulma sufriera y eso era lo único que le angustiaba.
–Tú también lo piensas ¿verdad? –Vegeta abrió los ojos cuando escuchó la voz de Bulma detrás de él. Sintió su mano rodear su cintura, acariciando su abdomen mientras sus labios besaban el fuerte cuello del guerrero–. Cierro los ojos y solo veo sangre y muerte. ¿Cómo lo paro? –
Vegeta se dejó llevar por las caricias de la adolescente mientras sentía su cuerpo desnudo contra el de él, Los labios de ella creaban un sendero desde la mandíbula hasta el hombro y viceversa.
–Muerto el perro se termina la rabia–habló él mientras agarraba la mano de ella y entrelaza sus dedos con los suyos.
–Eso es un dicho terrícola–comentó ella con una suave sonrisa.
–Tu dicho se hará realidad–Vegeta se dio la vuelta para encarar a la desnuda joven ante él. La agarró por la cintura mientras ella ascendía sus manos hasta sus hombros.
–Tengo miedo, Vegeta–ambos amantes intercambiaban miradas que se decían más que con las palabras–. Temo morir, que mueras o que no pueda tener al heredero del Príncipe Vegeta. –
–Un heredero sin trono–ella lo abrazó con fuerza y él dejó sentir el contacto de piel con piel.
Comprendía que tuviera miedo, porque él también lo tenía. Tenía miedo a perderla y, si sobrevivía, no podría dejar de culpabilizarse por ello. Ya no veía un futuro sin ella.
–Esta puede ser la última vez que estemos juntos, Vegeta–Bulma tragó saliva y se separó para mirarlo a los ojos–. No quiero irme de este mundo sin sentir tu calor de nuevo. –
Sus oscuros ojos se perdieron en el mar azul de ella. Con suavidad la arrastró hasta que su espalda chocara contra la pared de la ducha, donde la acorraló con sus brazos. Ese momento de silencio lo aprovecharon para intercambiar sus miradas y darse cuenta de todo el dolor que estaban soportando cada uno. Vio como ella tragaba saliva mientras contemplaba como su mirada había perdido aquel brillo que tanto la caracterizaba.
Él quería calmar ese sentimiento fúnebre en ella, pero no era capaz de razonar. No había palabra o mirada que lograse calmar aquel ardor. Ni siquiera pensaba que las caricias o los labios pudieran borrar el daño, en cambio lo utilizó para sentir calor y repeler a los malos recuerdos y los horribles pensamientos sobre un futuro incierto.
Bulma sólo se dejó llevar. Sintió como los labios de Vegeta se depositaban en su cuello, dejando sobre su piel besos que la hicieron estremecerse. Hundía sus manos en su cuello mientras chocaba su cabeza contra las frías baldosas. El Príncipe viajó por su cuerpo, acariciando su cintura y frenando en su trasero. La cargó encima de él, haciendo que la joven rodeara sus piernas alrededor de su cintura. Ella le miró y él la imitó. Sus ojos no expresaban nada pero sentían que eran la única forma de calmar todo lo que sentían.
Aquella imagen solo le hizo pensar en que no quería perderla y que no dejaría que Freezer la apartase de su lado. Al igual que ella tampoco estaba dispuesta a perder al ser que más amaba en el Universo.
Bulma sentía como él se saciaba de su cuerpo con su boca ansiosa y sus manos desesperadas, demostrando el sufrimiento que atravesaba. Sabía que la estaba utilizando para desahogarse, pero no se lo podía echar en cara pues ella también lo estaba haciendo. Le tomó del rostro y evitó que siguiera poblando su piel con sus labios. Vegeta la contempló, estaba aterrada, y fundió su sentimiento en un beso que ambos intercambiaron. No había pasión y en ese momento tampoco la buscaban. Sólo querían grabar cada momento en su cabeza, porque detrás de todo juramento existía la incertidumbre de que ese fuera el último día que estuvieran juntos.
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14 horas en el planeta Akrog
Los cabellos azules de la humana se esparcían a lo largo de la almohada. Su cuerpo desnudo sobre el colchón estaba cubierto por la fina tela, descansando tras todo lo acontecido.
Vegeta contemplaba a la joven sentado desde la butaca frente a la cama. Se había vestido con un traje especial que el Príncipe Darek le ofreció. Era similar al suyo, pero mucho más cómodo. Las telas eran de color negra, y la armadura, blanca como la anterior, tenía grabada el emblema del planeta Akrog.
Sus ojos viajaron de la joven dormida hasta sus manos enguantadas. Estudiaba con detalle el colgante que le vio anteriormente a Bulma. Sabía que pertenecía a Nappa y no podía dejar de contemplarlo, logrando que de nuevo los recuerdos le hicieran viajar al pasado.
(Flash Back)
Un niño de cinco años no era rival para ningún Saibaman, pero cuando se trataba del mismísimo Príncipe Vegeta no existía ser de dicha raza que pudiera enfrentarlo con la posibilidad de salir victorioso.
El joven Príncipe había matado a bastantes hordas de aquella raza y se pavoneaba con la sonrisa que le caracterizaba. El pequeño era un ser cruel que no le importaba divertirse con los cuerpos sin vida a su alrededor mediante burlas e insistentes ataques.
–Príncipe Vegeta–el niño, que estaba con el brazo estirado y esfera de ki en la palma de su mano, miró de reojo a la figura que había tras él y que le había interrumpido. No necesitaba verle pues reconocía la voz de Nappa–, ha ocurrido algo. –
–¿El qué, Nappa? –el Príncipe estampó la esfera de ki azulada sobre uno de los saibaman muertos. Se dio la vuelta y con la elegancia que le caracterizaba por su título, anduvo hasta el gran guerrero para quedar a menos de un metro de él.
Nappa miró desde arriba al joven Príncipe, dudando de como explicarle lo acontecido. El niño, que era muy observador, así como curioso, no pasó por alto que el guerrero estaba nervioso. Frunció el ceño y habló como lo haría alguien de una edad superior a la suya.
–¡Habla! –exigió el niño de inmediato.
El guerrero vio el tic en el ojo del niño. Él asintió y contestó a su superior. Se había mentalizado antes de entrar a hablar con él de cómo lo haría y, sobre todo, de cómo reaccionaría. Ahora tenía miedo, por lo que optó por decirlo sin más, después de todo el Príncipe Vegeta era un joven cruel al que poco le afectaría la noticia.
–El planeta Vegeta ha sido destruido–los ojos del niño se abrieron ante la sorpresa–. Un gran meteorito impactó contra él y lo hizo polvo estelar. –
El joven Príncipe miró a su tutor, con los ojos bien abiertos mientras su cabeza asimilaba y procesaba la información que le acababa de dar. Nappa contemplaba al niño preocupado. Por lo general no era muy común en el ver dicha expresión, pero en ese momento él no reaccionaba a sus palabras y empezó a dudar de su teoría.
–Príncipe Vegeta...–
–¿Supervivientes? –preguntó el niño, interrumpiendo a su tutor.
Nappa hubiera querido apartar la mirada o agachar la cabeza, pero ese no era el protocolo. Se sintió ingenuo al pensar que no le afectaría, puesto que había un motivo por el que le importaría. El guerrero decidió seguir con su postura como siempre hizo, a pesar de que el título que le correspondía al pequeño ya no valía para nada en el Universo.
–El joven Raditz, hijo de Bardock–informó el guerrero. Pudo apreciar como su ceño se fruncía ante la respuesta, pues no era la que quería.
–Me da igual. Los Reyes ¿dónde están? –preguntó de nuevo Vegeta, siendo en ese momento mucho más exacto en la información que quería recibir.
Nappa suspiró pesadamente y asintió sin quitar la mirada del joven Príncipe.
–Ese niño es el único superviviente, Príncipe Vegeta–el nombrado apartó la mirada por la rabia–. Nadie ha sobrevivido al impacto. –
Vegeta le dio la espalda al guerrero. Con la mirada perdida en aquella escena de muerte y sangre decidió dar orden a su tutor.
–Vete, Nappa–el hombre contempló a su superior que le daba la espalda.
–Príncipe Vegete, deberíamos...–
–¡Lárgate! –una pequeña aura cubrió el cuerpo del Príncipe, haciendo un cráter a su alrededor y evaporando los cuerpos que había en la cercanía. Nappa miró al niño sorprendido. Había visto una pequeña ráfaga dorada envolverle durante un segundo.
Vegeta no pudo esperar a que su tutor se marchase para caer de rodillas y dejar las lágrimas caer. En su cabeza sólo quedaba el recuerdo de su madre acariciando su mejilla, sonriéndole con dulzura o brindándole una de aquellas lecciones prohibidas por su raza, esas en las que le explicaba el verdadero valor de un guerrero.
–Era buena–Vegeta se quitó las lágrimas cuando escuchó la voz de su superior que se acercó a él–. La mejor Reina que haya tenido nuestro planeta. –
Vegeta vio a Nappa que estaba a su lado. Se agachó para estar a la altura de él. Por una vez en la vida, el guerrero vio a un niño y no a un Príncipe.
–El día que naciste la Reina, adormecida por los fármacos y con los dolores del parto, gritó a todos los médicos de la sala para que esa noche, y todas las demás que pasara allí, su primogénito durmiera en la misma habitación que ella–Vegeta miró extrañado al guerrero, pues jamás escuchó aquella historia–. No quería que te metieran en una incubadora como los demás. Dijo una y otra vez, "Tenéis toda la vida para entrenarle como un saiyajin, pero los primeros días no será el Príncipe, sino mi hijo, por lo que tendrá el calor de su madre y dormirá con ella". –
–Eso es mentira–Nappa sonrió mirando al chico, que había perdido firmeza en su fría voz.
–El Rey obligó a todos los que pasamos aquella noche en Palacio que guardásemos silencio o lo pagaríamos muy caro–el hombre acarició el cabello del niño y éste, sorprendentemente, no se quejó–. A tu padre le avergonzaba ese comportamiento de ella, pero no hacía nada para remediarlo. La Reina consiguió que durmieras con ella hasta que la dejaron volver a su habitación. –
–¿Por qué me cuentas esto, Nappa? –Vegeta se levantó del suelo, pero el guerrero no lo hizo–. Podías haber denunciado su comportamiento. –
–¿Y ejecutar al único ser de nuestro planeta con cordura? –Nappa le regaló una sonrisa que intentase calmar al pequeño, que aun recordaba cada sonrisa y abrazo que su madre le había brindado.
(Fin Flash Back)
Vegeta apretó con fuerza el medallón entre sus manos. Cada recuerdo de su vida venía a su mente en aquel momento y sólo podía pensar en la forma de enfrentar y matar al tirano.
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24 horas en el planeta Akrog
El Príncipe Darek se encontraba en la sala de su trono, de pie y ante éste, en compañía de Vegeta, Raditz, Bulma y el Rey del planeta Neodars, cuya apariencia era muy similar a la humana, salvo que su color de piel era morado, las pupilas eran negras, la igual que sus escleróticas, su peinado era una cresta puntiaguda azabache.
–Ha llegado una alerta–avisó Darek observando a los presentes–. En menos de dos horas Freezer habrá cruzado nuestra atmósfera. –
–¿Cuántas naves? –preguntó Vegeta rápidamente.
–Seis–contestó con la misma rapidez el Príncipe del planeta–. Todas son bien conocidas por cualquiera. La que utiliza Freezer y las que transportan a las Fuerzas Especiales Ginyu. –
El corazón de Bulma comenzó a latir con fuerza. Miró a Vegeta que parecía tranquilo, pero sabía que no era así. Le sintió toda la noche moverse en la cama y hablar en sueños, o más bien en sus pesadillas. Siempre nombraba a alguien, y eran a tres personas, una era a ella, otro era Nappa y la que más le impresionó, que fue su madre.
–Prepararé a mis hombres–el Rey de Neodars se retiró con la intención de prepararse para la batalla.
El Príncipe Darek se acercó a los tres restantes en la sala. Podía apreciar cada sentimiento en el rostro de cada uno. Bulma estaba preocupada y aterrada, Raditz, a pesar de intentar demostrar fortaleza, estaba igual de nervioso y con los mismos miedos que cualquiera en ese momento podía sentir. El único que le perturbaba era Vegeta. Parecía más frío de lo normal. Estaba preparado para la batalla a sabiendas que tenía más que perder que ganar.
–Hoy será un día que todo el Universo recordará–el Príncipe Darek sonrió–. Somos los únicos que le plantamos cara a ese bastardo. Todo el mundo hablará de nosotros. –
–Hablarán de nuestra victoria–Vegeta habló con firmeza. No dijo nada más y tampoco lo vio oportuno. Sólo quería salir de allí y acabar con todo aquello.
Bulma no dudó en seguir a Vegeta hasta el pasillo, donde ambos se encontraban solos. No hizo falta hablar para que él parase y se diera la vuelta. Daba igual las veces que el día anterior hicieran el amor, ellos sentían que cada vez estaban más alejados del otro cuando la hora de la pelea se encontraba más cercana.
–¿Eres consciente de que esta sea la última vez que te vea? –Bulma dio un paso hacia él, que estaba parado en mitad del desolado pasillo–. ¿Qué estas sean las últimas palabras que nos digamos? –
Una vez estuvo a pocos centímetros de él, acarició su rostro y él tomó su mano para profundizar el roce, cerrando los ojos y disfrutando de su tacto y calor.
–No te vayas sin decirme lo que sientes...–Vegeta abrió los ojos para cruzarse con los suyos–dime lo que tal vez no pudiste decirle a tu madre. –
El saiyajin miró a la joven sorprendido. Ella sonrió delicadamente mientras tiernamente le regalaba caricias que él aceptaba.
–La nombraste tantas veces esta noche–dijo ella con un tono suave–. Estaría muy orgullosa de ti, Vegeta. –
Vegeta tragó saliva y no pudo evitar que los recuerdos y sentimientos volvieran a él. "Algún día podrás valorar que importa más. Si pelear con corazón o matar sin razón". Aquellas palabras volvían a su cabeza y en vez de ver el rostro de su madre, se encontraba con los ojos azules que dulcemente le miraban.
–Te quiero–una lágrima escapó de los ojos de Bulma al escuchar aquella frase en los labios de él. Vegeta acarició la mano posada en su rostro mientras con la otra se encarga de limpiar la mejilla de la joven–. Pero tú hoy no vas a morir, pequeña. –
–Tú tampoco, Vegeta–sin pensarlo, acercó su rostro al de ella y le brindó uno de los besos más dulces y duros que podían sentir.
Sentía como ella temblaba bajo él y sollozaba, mientras que las lágrimas saladas se colaban en cada beso que intercambiaban. Pero él tampoco podía evitar temblar, al igual que era difícil explicar aquel horrible y doloroso nudo en su garganta. Aquello no era nuevo para él, sólo estaba dormido y aquella humana había conseguido despertarlo.
–Yo también te quiero, Vegeta–susurró una vez sus labios se separaron y sus ojos se encontraron.
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Aquí os dejo con este capítulo que lo he hecho con la intención de conocer a nuestro príncipe mucho mejor. Soy consciente de que en este capítulo se le ha visto más sentimental de lo normal, pero es necesario porque en el próximo capítulo se explicará a la perfección lo que pasará, así como la muerte de Nappa.
Y debo informar que tendremos segunda parte, por lo que os doy las gracias por haber dado vuestra opinión, tanto si queríais como si no. Espero que en ambos casos sigáis leyendo la historia.
Os puedo asegurar que intentaré hacer todo lo posible para que la segunda parte no os deje con mal sabor de boca. Y a partir de ahora os puedo avisar que quedan dos capítulos para que acabe y otro más que ira en relación con la segunda parte. ¡Muchas gracias por la atención!
~Nephim
*Just Tonight92 (fanfiction)
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