Capítulo 29
Miro detenidamente a Uriel, mientras éste mira muy atento a Alaia.
Desde hace bastante tiempo que no ha dejado de verla, y eso me pone mal.
No tengo celos, ni nada parecido.
Me enferma que la mire porque sé que mientras lo hace, en su mente algo comienza a ser creado.
Algo para ella.
Y vaya, eso no pienso permitirlo.
Alaia da un golpe en la mesa y me hace sobresaltarme y dejar de analizar la situación.
—No voy a permitir esto — dice entonces a todos los presentes —, esta vez no. No estoy de acuerdo y no sé qué tengo que hacer, pero no voy a permitirlo.
—¿Alguien más apoya a la niña? — pregunta Uriel burlón.
—Yo la apoyo, no estoy de acuerdo con esto — respondo al instante, aunque realmente estoy más de acuerdo que en cualquier otra ocasión.
—Por supuesto — acepta Uriel sin mirarme —, claramente esto está mal, padre, Alaia no sabe de lo que habla y es más que obvio que Luzbel le está apoyando sólo porque es ella. En lo que a mí respecta, apoyo la idea principal. Los humanos deben ser exterminados de una vez, hubo un claro error en su creación y deberíamos de corregirlo y empezar de cero con los mortales.
—Lo dices cuando tú ni siquiera existías en el momento que los primeros fueron creados — intervengo.
—El punto no es su creación, el problema es ahora, se hayan creado de la forma y en el momento que haya sido, son un problema en este instante, y nosotros somos los únicos que podemos solucionar ese problema. Además de que desde el momento en el que comenzaron a tener hijos con demonios las cosas se han salido de control aún más.
—¡No es su culpa! — salta de nuevo Alaia —, ¿por qué no en vez de castigar a los humanos por tener hijos con demonios, castigan a los demonios? Ellos son los responsables, por favor, lo sabemos todos, ellos están tentando a las humanas, no al revés, ¿acaso no lo notan?
—Eso es completamente cierto — apoyo —, no finjamos que no es así. Y los demonios lo están haciendo como acto de rebeldía, exactamente para provocar esto, si decidimos exterminar a los humanos les estaríamos dando la victoria, eso es lo que están buscando.
—¿Eso te han hecho creer, Luzbel? — pregunta Uriel y todos nos quedamos callados —. ¿Alaia se ha encargado de convencerte de ello?
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que la única traidora es ella — suelta parándose y señalándola —. Basta de engaños, basta de todo esto, ¿lo has visto, padre? — pregunta y termino confundido y sin saber qué está pasando —, Alaia está intentando hacer algo, está llevando a cabo sus planes, ¿y qué mejor que convencer específicamente a ese ángel? — me señala ahora —, si ella convencía a Luzbel, él convencería a los demás y acabaríamos haciendo lo que ella quiere, que en realidad es lo que ellos quieren, lo que los demonios la han enviado a hacer.
—Estás loco — bramo —, ¡estás completamente loco! Ahora estás diciéndole a todo el mundo que la traidora es ella y no tú. Lo peor del caso es que quieres convencer a todos de que es así. Que fácil te resultó voltear las cosas a tu conveniencia.
—Los hechos hablan por sí solos, Alaia se acaba de delatar.
—¡Yo no oculto nada! — sala ella —, eres un mentiroso, eso eres, te conozco perfectamente bien, ¡ambos venimos del mismo lugar! Deja tus mentiras, ¡tú deseas el trono!
—No intentes cambiar las cosas, me he dado cuenta de todo y no tienes escapatoria. Mejor admítelo, admite que viniste aquí con un propósito, y ese propósito no nos favorece a nosotros, sino a los caídos.
—Yo no tendría porque hacer tal cosa. Mi madre ni siquiera pertenece a los caídos, ¿qué ganaría con algo así? En cambio tú, ¡tus padres son demonios!
—¡Cállate!
—¿Quiénes son sus padres? — pregunto casi desesperado de por fin saber la respuesta.
—Ya basta — interviene papá para que nada sea revelado.
—¿Entonces por qué has seguido yendo al abismo? — inquiere Uriel y nuevamente nos deja callados a todos. ¿Qué hago? ¿Cómo intervengo con eso? —, no lo sé, Alaia, pero eso es completamente sospechoso. Yo no he regresado ahí, desde el día que llegué aquí no he vuelto por nada. Y tú... te he visto hacerlo varias veces, por no decir muchas. Y hasta donde yo sé, jamás te han dado ni una encomienda ni nada que te haga ir para allá, así que esas visitas han sido por gusto.
—¿Es cierto? — pregunta papá.
—Sí... — acepta Alaia —, pero no ha sido por lo que Uriel insinúa, yo jamás traicionaría a nadie.
—Mentiras — continúa Uriel y tengo que obligarme a no ir hasta él y sacarlo a golpes del salón —, Alaia sabe mentir muy bien, es experta en eso. Si no lo creen pregúntenselo a Luzbel y a Rafael, ellos lo saben muy bien.
Veo al arcángel bastante incómodo con las palabras de Uriel, y lo entiendo a la perfección.
—¿De qué hablas, Uriel? — pregunta papá.
—De que Alaia no es quien dice ser, nos ha engañado a todos, ha venido aquí con fines diferentes a los que dijo, sigue yendo al abismo por esa misma razón, se ha encargado de pecar de formas inimaginables. Pregúntale a tus hijos qué les hizo, le juró amor a Luzbel mientras se metía con su propio hermano. ¿No lo ves, Yahvé? Nos ha engañado a todos, y le rompió el corazón a Luzbel, no creo que tú permitas eso. Realmente no lo creo.
—¡Deja de insinuar cosas de mi hija! — por fin salta Raziel —, no voy a permitir más insultos, estoy seguro de que ella no ha mentido, y no es ninguna traidora.
—Sus acciones dicen lo contrario, Raziel, sólo míralo, y no te engañes. Tu hija no es lo que crees, no es como te hicieron pensar.
—No es como tú dices.
—No me digas que tomarás en cuenta su comentario — se dirige a papá —, por favor, pasaron siglos hasta que se enterara de que tenía una hija, y ni siquiera la conoce, su amor lo ciega y no le deja mirar la realidad de su hija, ella no debe estar aquí.
—Cállate de una vez si no quieres que lo haga a la fuerza — amenazo a punto de írmele encima.
—Debe de ser desterrada — termina su idea sin hacer caso de mis amenazas —, debe ser expulsada de este lugar al que no pertenece y quiere derrumbar.
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