Capítulo 24
—Muévete, muévete, muévete — repite corriendo y pasándose de largo de mí.
—¿Qué pasa? — inquiero emparejándome con ella.
—Nos atacan.
La frase más escuchada del siglo. Misma que ya me tiene harto.
—No vas a irte así, tienes que cubrirte con algo — reprocho viendo que solo trae ropa puesta y nada que le proteja.
—Mueve las piernas y no des ideas, no tengo tiempo para tus protecciones.
—Alaia, estoy hablando en serio.
—Yo también, Luzbel — contesta deteniéndose y mirándome con seriedad, un momento después se echa a volar y me deja donde estoy.
—Maldita necedad, Alaia — mascullo para mí mismo.
Le sigo sin desviarme a ningún lugar, ignorando mi misma orden sobre ponerme algo encima.
Siento que está en peligro y debo protegerla, así que ir a otro lugar sería dejarla sola por lo menos dos minutos.
Aunque ha pasado bastante tiempo desde la ultima vez que atacaron edén, no tiene demasiado, y me preocupa que los ataques se hagan cada vez más frecuentes.
Cuando entro a zona de guerra me cuesta un poco de trabajo encontrar a Alaia, sin embargo en cuando la ubico voy a donde está.
—¿Qué haces? — pregunta.
—¿Qué parece? Estoy detrás de ti cuidando que no te maten.
—¿No me crees capaz de cuidarme sola? — pregunta volteándose a mirarme.
Tiro de su brazo y golpeo con el puño a un demonio que estaba a punto de irse en su contra.
—No vamos a discutirlo justo aquí, ¿verdad? — pregunto.
—Bien — acepta y da la vuelta para continuar con lo suyo.
(...)
Una mano se posa en mi hombro, y dadas las circunstancias me volteo agresivo.
Apenas y alcanzo a sostener a Alaia antes de que se desplome, sigue consciente aunque no en muy buenas condiciones.
—Por lo menos los maté —dice com gracia quitándose un cuchillo del vientre.
—No cierres los ojos — pido mientras la tomo con un brazo para alejarnos del lugar.
Sostengo a Lux con mi mano libre y acuchillo demonios en mi camino a un lugar más tranquilo.
—Te dije que te pusieras algo encima — comienzo a regañarle cuando estamos alejándonos de todo.
—No quiero regaños — se queja.
—Pues tampoco vas a tener una felicitación por esto.
—Vamos, Luzbel, deja de actuar así.
—Me voy a volver loco contigo — bajo a Alaia y la siento en el suelo, recarga la espalda en el tronco de un árbol y la examino rápidamente —. Te vas a quedar aquí — le ordeno mirando hacia la pelea —. Hablo en serio esta vez, Alaia, es una maldita orden, vas a quedarte aquí sentada hasta que vuelva por ti, ¿entiendes?
—¿Desde cuándo me das órdenes? — cuestiona ignorando el resto de cosas que le dije.
—Mira, ángel, soy tu comandante y puedo darte las órdenes que quiera, más cuando estamos en guerra, no intentes poner en duda mi autoridad y obedece lo que te pedí.
—De acuerdo.
—Júralo.
—Jura que volverás — pide mirándome a los ojos —. Por favor, jura que vas a volver.
—Te juro que voy a volver.
Nos miramos un momento más antes de que regrese corriendo a donde estaba.
Más que matar demonios necesito encontrar a la cabeza de esto.
Sea quien sea, necesito verle la cara.
Corro en dirección al abismo donde parecen no dejar de llegar más y más demonios, sin embargo no hay ni la menor señal de que estén siguiendo órdenes de alguien que esté aquí también.
—¿Dónde está Alaia? — pregunta Raziel cuando me detengo a su lado y comienzo a pelear junto a él.
—Está herida — contesto sin mirarle —. Pero está bien, la alejé de todo esto, la llevaré lejos en un momento.
—Cuídala... mi hija puede ser bastante dura, pero sé que necesita de alguien aunque se niegue a ello. Alaia no sabe de la vida de aquí, probablemente no sabe bien el riesgo y todo lo que implica ser uno de nosotros.
—Tu hija es más fuerte de lo que piensas.
—Tal vez necesite convivir más con ella, no he podido hacerlo demasiado.
—Supongo que sí.
Raziel corta tres cabezas de un solo movimiento, dejándonos libres por un momento.
—¿Quién está comandando esto? — pregunto entonces.
—¿Ves esa cosa de ahí? — pregunta señalando a alguien a cientos de metros de donde estamos parados. Es más alto que el resto, piel casi negra con llagas rojas.
—Sí.
—Estoy seguro que no es quien ha planeado esto, pero es quien comanda a todos aquí arriba.
—Llevaré a Alaia fuera de aquí — aviso —. Esto no acabará pronto, me encargaré de él.
—Cuídala.
—No tienes que pedírmelo.
Doy la vuelta y corro de regreso a donde dejé a Alaia.
Comienzo a sentir nervios porque sé que es tan necia que ya no voy a encontrarla donde le ordené que esperara.
Cada metro que me acerco me tenso más, hasta que la veo.
Sigue ahí.
Impresionantemente sigue exactamente donde le dije que se quedara.
Cosa que termina preocupándome por otra razón.
¿Y si está tan mal que ni siquiera pudo ponerse de pie?
O peor aún.
¿La herida fue tan grave como para morir ya?
Derrapo unos metros antes de llegar a ella y busco sus ojos al instante.
—Pensé que no volverías — habla intentando sonreírme.
—Te juré que lo haría, yo no rompo mis promesas.
—Comienza a darme fiebre — anuncia desviando la mirada de mí.
—Creo que hay muchas cosas que debes saber de tu cuerpo antes de seguir con tu vida normal.
—¿Cómo cuál?
—La fiebre es provocada por la regeneración de tu cuerpo, así que es normal.
—Esto no es normal, mi temperatura está subiendo más de lo que debería.
Pongo una de mis manos sobre su mejilla y compruebo lo que dice, está ardiendo, he tocado a varios ángeles cuando pasan por fiebre y jamás había sentido a alguien de esta forma.
—Tranquila, vas a estar bien — aseguro y la alzo del suelo.
Nos saco del lugar, vuelo sobre todos los ángeles que pelean y continúo en dirección al sanatorio.
No me explico porqué le está pasando esto, pero será mejor llegar allí cuanto antes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro