Capítulo 23
El tiempo ahora me parecía menos veloz, tenía posibles razones de ello.
Aunque la real era una.
Mi vida tenía sentido ya.
Comenzaba a disfrutar los segundos enteros, comenzaba a vivir los días de verdad. Del primer segundo al último.
Disfrutaba de ello.
Lo disfruto.
—Hey — susurro mirando todo alrededor —. Alaia, estoy aquí.
—Ya te oí — contesta igual asomándose por la ventana.
—Date prisa, no deben vernos.
—Ya voy.
Abre la puerta y se deja caer en silencio. La intercepto y la conservo en mis brazos.
—¿Aún crees que es buena idea? — pregunta.
—Si no se dan cuenta sí.
—¿Y si lo hacen?
—Bueno... estaremos metidos en problemas — acepto encogiéndome de hombros —. Nada tan malo como para recibir un castigo fuerte.
Alaia sonríe y me dan ganas de besarle, sin embargo comienzo a volar.
No tenemos mucho tiempo para llegar al palacio, nadie debe darse cuenta que he salido de ahí, y debemos entrar ambos sin que alguien nos vea.
Habrá una lluvia de estrellas esta noche, algo mágico dicen algunos. Y si es así de mágico no quiero verlo solo.
—¿Por dónde entraremos? — pregunta cuando estamos cerca.
—Por donde siempre, seremos sigilosos y entraremos rápido.
—¿Crees que no nos vean?
—Si somos rápidos no.
—¿Por qué no entramos por la ventana?
—Las ventanas del palacio no se abren.
—¿Regla?
—Más o menos. Además, mi habitación no tiene ventanas como tal, no podríamos entrar por ahí.
—Escucha. Es muy arriesgado que yo entre contigo por la puerta, nos descubrirán... dime cuál es tu habitación.
—¿Qué harás?
—Sólo dímelo, confía en mí.
Me detengo a unos metros del palacio, dejo que Alaia regrese a suelo y miro todo.
—¿Ves el domo? — pregunto señalando la parte de cristal de arriba del palacio.
—Lo veo.
—Bien, es ahí.
—De acuerdo — acepta comenzando a caminar —. Date prisa, entra ya.
—¿Qué se supone qué haces?
—No hay tiempo, Luzbel, apúrate.
Sin opciones hago lo que me dice y vuelo lo poco que falta para entrar al palacio.
Confío en ella, estará bien.
Entro en silencio intentando que nadie que pudiera estar cerca me mire. Subo las escaleras de prisa y miro a ambos lados del pasillo antes de salir.
Todo está vacío y en silencio como debía ser, nadie ha salido de sus alcobas como se suponía todos haríamos.
Vuelvo a subir las últimas escaleras para entrar a mi alcoba de una vez.
Abro la puerta y la cierro con cuidado para no hacer ningún ruido. Doy la vuelta y la miro.
Ahí está.
No me explico como lo ha hecho, pero está aquí ya.
Está acostada, cubriéndose con una sábana el cuerpo que puedo ver se ha desnudado.
Me mira y una sonrisa traviesa aparece en su rostro.
Sin que lo prevea se pone de pie, la sábana va deslizándose sobre su piel hasta que está lo suficientemente alejada como para quedar al descubierto.
—¿Estás segura de lo que haces? — pregunto llegando a ella.
—Sabes que si no lo estuviera no lo haría — contesta sin dejar de mirarme —. ¿Tú no estás seguro?
—Tu padre va a matarme.
—¿Eso significa que lo harás?
—¿Tú qué crees? — contesto un momento antes de besarla.
Me quito la ropa de encima y cargo a Alaia sin despegarme de sus labios. La recuesto y me pongo encima de ella con cuidado.
—¿Puedo decirte algo? — pregunto observando cada detalle de su rostro.
—Lo que quieras.
—Serás la primera ángel con la que esté.
—¿De verdad?
—En serio.
—Es extraño...
—Lo es — acepto —. Pero me gusta, será la forma perfecta de marcarme y no olvidarte jamás.
Alaia se queda en silencio mirándome, pasa la punta de los dedos sobre mi mejilla y me sonríe.
—Me gustaría estar en la misma situación que tú — confiesa cambiado de expresión —. Pero no puedo, yo no... yo he estado con alguien antes...
—Escucha — le interrumpo —. No te lo he preguntado, no me interesa, me es algo irrelevante, no tengo por qué cuestionar tu pasado, así que déjalo atrás.
—Eres el primer ángel con el que estoy — dice recuperando la sonrisa —. Eso cuenta, ¿no?
Río levemente por ello.
—Claro que cuenta.
Mis labios se van contra su cuello, siento como comienza a removerse entre mis brazos y su risa llena el silencio.
Me gusta.
—No lo hagas — pide cuando vuelvo a mirarla, sus mejillas están rojas y su respiración bastante agitada.
—¿Por qué no?
—Me dan cosquillas.
Mis manos bajan por su cintura, y sin que lo prevea la presiono. Se mueve de donde está y comienza a reírse de nuevo. Intenta librarse de mis manos, sin embargo no lo logra y sigo haciéndole cosquillas.
—Basta, Luzbel — pide —. Detente ya.
No sé cómo lo hace, pero logra darme la vuelta y acaba sobre mí, sostiene mis manos pensando que con su fuerza no podré liberarme, y dejo que crea eso.
—Bien — acepto —, me detengo.
Alaia se queda mirándome entonces, me observa detenidamente y casi leo sus pensamientos cuando comienza a moverse lento.
—No — niego y vuelvo a voltearnos, dejándola sobre la cama —. Eso lo hago yo.
La abrazo con fuerza y entro en ella lentamente. Siento sus músculos tensarse un momento, y al otro relajarse completamente.
—Luz — susurra en mi oído.
—¿Si?
—No sé que estamos haciendo, ni si está bien, pero me gusta, y no quiero parar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro