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Capítulo 13

Por más observaciones que hemos hecho desde el día que estuvimos en el abismo, no hemos dado con el supuesto traidor. Nadie me parece lo suficiente sospechoso, todos actúan tan normal, cumplen con sus deberes... al parecer Belial nos engañó.

En un principio puse mi atención total a Raziel. Actuaba un poco fuera de lugar, así que decidí darle tiempo y observarlo hasta que por fin salieran a la luz las cosas.

Lo cierto es que a la fecha, no ha pasado nada, y para este momento incluso ya no tiene las mismas conductas de antes.

Ha dejado de desaparecerse como solía hacerlo. Desde hace bastante tiempo le he visto metido en el palacio a diario.

Definitivamente no es él del que Belial hablaba.

Si es que es cierto lo que nos dijo.

—No vas a creer lo que acaba de pasar — la voz de Rafael me saca de mis pensamientos, doy la vuelta y le miro de frente.

—¿Qué cosa?

—Alguien llegó... — dice sin saber cómo explicarlo realmente.

—¿Alguien?

—Un... ángel...

No entiendo a lo que se refiere, y estoy seguro que ni él sabe como explicármelo.

Paso por su lado y corro unos pasos para volar en dirección al palacio. Gastaría más tiempo intentando recibir explicaciones que yendo a ver por mí mismo a lo que se refiere.

Oigo como comienza a seguirme, sin embargo no bajo la velocidad y él parece no querer emparejarse conmigo.

Entro al palacio e instantáneamente aterrizo, por más alto que sea mi puesto cumplo con la regla de no volar aquí dentro.

Camino rápido sin llegar a correr, la duda me carcome mientras voy recorriendo cada metro.

Abro las grandes puertas y bajo sólo un poco la velocidad de mi caminata. Me doy prisa para ir y tomar mi puesto junto a mi padre.

—Que bueno que llegas, Luzbel — habla papá mientras miro al tipo que está frente a él.

Ambos hacemos contacto visual, sus ojos azules son bastante inexpresivos, incluso me resultan conocidos, pero el resto de él no, jamás le había visto antes, de eso estoy seguro.

Paso frente a él sin quitarle la mirada de encima. Definitivamente no me da confianza, no hay empatía entre nosotros.

—Aquí estoy — contesto a papá sentándome a su lado.

—Vamos a recibirlo aquí... — comienza —, junto a nosotros.

—¿A él? — pregunto sobre el tipo.

—Así es, lo recibiremos aquí, como uno de nosotros.

—¿Y él qué es?

—También es un ángel, Luzbel...

—¿Y sus alas? — inquiero mirándole con desprecio. Él no es uno de nosotros, me queda claro.

—Es bastante joven... aún no salen sus alas.

—¿Joven? Yo lo veo bastante crecido ya

—Es hijo de uno de los caídos — suelta para deje de cuestionarle todo.

—El no es un ángel — bramo —. Es uno de ellos.

—Él no tiene la culpa, Luzbel, además quiere estar aquí, en verdad lo quiere...

—Él no pertenece aquí...

—Lo vamos a recibir — decide con voz inescrutable y me veo obligado a callarme —. Su nombre es Uriel, y quiero que lo trates como uno de tus hermanos, porque eso es, uno más.

Miro a Rafael, éste se encoge muy ligeramente de hombros en señal de que tampoco entiende nada.

Me pongo de pie bastante molesto por la decisión, es mi padre y no puedo contradecirle, pero esto simplemente no me parece.

—¿A dónde vas, Luzbel? — pregunta papá mientras voy caminando.

—Fuera de aquí, no te voy a contradecir, pero tampoco voy a apoyar esto — paso frente a "Uriel" y le golpeo con el hombro sin detenerme ni un poco.

Si alguien cree que simplemente voy a aceptar a ese tipo aquí están equivocados, todos nosotros, los hermanos, somos iguales, compartimos la misma sangre celestial, somos como uno solo.

¿Pero quieren que él venga a formar parte de nosotros como si fuéramos iguales?

Yo fui creado bajo las manos de mi padre, él nació de alguien, por ese simple hecho no somos iguales, y nunca lo seremos.

—Luzbel — oigo a mi hermano llamarme.

—No me sigas.

—Luzbel — repite —, no puedes comportarte así, menos frente a mi padre.

—Precisamente por él hago esto. Está cometiendo una equivocación y parece no verlo, lo peor de todo es que no sólo es él, parece que nadie más lo nota, y yo, que tal parece soy el único que ve las cosas, soy reprimido. Así que no, no pienso participar en ello.

—Esto me resulta muy extraño, tanto como a ti, te lo juro — asegura —. Pero, no puedo cuestionar, no puedo decir nada en contra, si mi padre acepta a Uriel... qué nos queda. Él sabe lo que hace, aunque suene mal, no se equivoca, de eso no tengo duda, y tal vez tú y yo estemos mal... no sé, puede que estemos juzgando mal al ángel sin antes conocerlo.

—Ángel. No, no es un ángel, ¿le ves las alas? ¿Que hace a un ángel ser un ángel?

—Sus alas.

—¿Ves? Pues no las tiene.

—No es del todo ángel... papá no ha querido decirnos nada, no quiere decirnos quién es su padre ni nada parecido, pero dado a que es un caído, él tiene sangre de demonio, eso no es mentira.

—No es del todo ángel.

—Es un...

—Bastardo.

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