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III

Trabajar en el perdón no significaba que no se tuvieran altibajos. João no tardó mucho en darse cuenta de ello. Con el fin de sus clases, pasar más tiempo de lo usual en casa le enfermaba. No era pasar tiempo a solas, porque a él le gustaba mucho tener su tiempo de paz y tranquilidad. Era estar en casa.

Trató de distraerse jugando FIFA, pero la verdad no fue muy efectivo. Tenía demasiado tiempo libre. Su papá lo notó pronto en las ocasiones que se vieron, así que le preguntó forzadamente si ya habían terminado las clases, a lo que João respondió que sí.

Te vendría bien, había dicho su padre, conseguir un trabajo.

La idea no era mala, así que João lo intentó con poca efectividad. Nadie quería darle trabajo, en ese momento, a un chico sin experiencia. El asunto lo había estresado de más, así que había decidido volver a casa y tratar de resolver algunos pendientes.

Mayormente, sobrevivían a base de comida enlatada, comida para llevar y frutas, pero João decidió ir al supermercado y llevar más alimentos. Pasar más tiempo en casa significaba comer más. También se las arregló para limpiar todo lo que pudo, incluyendo el garaje (en el que el auto de su madre estaba guardado y también algunas de sus pertenencias que su papá había conservado).

João jamás se había animado a revisar las cosas de su mamá, pero tenía tanto tiempo que decidió revisarlas y limpiar las que habían recogido capas gruesas de polvo después de tantos años. Era un milagro que los roedores no se hubieran amontonado alrededor de ellas también, pensó, mientras sacudía algunos vestidos de colores alegres de su mamá.

Él recordaba haberle visto puestos algunos de ellos durante el verano, la estación favorita de ella. Siempre había sido muy feliz en el verano, bajo el sol.

Probablemente nadie que la viera hubiera pensado que ella sería capaz de tomar su propia vida.

De dejar el mundo que parecía hacerla tan feliz.

Encontró un álbum de fotos en la tercera caja. Las primeras fotos eran de sus papás cuando eran adolescentes, en lo que parecían ser citas. Algunas de las fotos tenían descripciones y fechas atrás sobre el día, comentarios escritos en dos caligrafías diferentes. Una más delicada que la otra, por lo que no fue difícil identificar cuál pertenecía a quién.

Una de las fotos en específico hizo que João estuviera al borde las lágrimas. Era una en la que su papá lo estaba sosteniendo, recién nacido, mientras su mamá yacía en cama con apariencia agotada. Ella siempre le había comentado con cierta diversión que había sido un niño fácil de tener, a pesar de que su apariencia en la foto pudiera mostrar lo contrario.

"Estaba nerviosa desde el primer día, pero lo manejé bien. Sentí que la vida floreció en mis brazos cuando lo sostuve y vi sus ojos hermosos, su delicadeza.

Carlos está nervioso también, pero yo creo que será un gran papá." -C. Félix

"Carla miente, no estoy nervioso. Bueno, tal vez un poco. Creo que los dos seremos maravillosos papás de todos modos.

Aunque yo seré mejor. ;)" -C. Sequeira

Ninguno de sus papás había sabido el futuro entonces. Ninguno de ellos había imaginado lo que iba a pasar años después. Cegados por la felicidad momentánea, el futuro había parecido algo demasiado lejano para pensar. João tampoco creía que hubiera pasado por sus mentes un futuro como el que su papá y él estaban viviendo en el presente. Era extraño pensar en eso.

Ver la felicidad y el amor que las fotos ilustraban era algo casi desconocido para él. Aunque si algo sabía João, era que su papá siempre había amado a su mamá. Ver las fotos de ellos dos cuando estaban en su mejor momento solo había reafirmado ese conocimiento. Era extraño pensar en eso.

Pensar que en algún momento de su vida, João de verdad había sido amado por su papá. Solo que no más. Nunca más.

Dejó las fotos y regresó a su habitación, tratando de distraerse un poco mientras ordenaba el desorden que había estado acumulando en los últimos días. No tener mucho que hacer le hacía sentir más perezoso que de costumbre, pero si quería evitar peleas con su papá debía mantener limpio su espacio. Estaba entrando la tarde cuando terminó de ordenar, por lo que se dio una ducha rápida y se acostó para descansar. Estaba agotado mentalmente.

No le fue muy difícil perseguir el cansancio y dejarse caer en el sueño. Llamó a Cancelo mientras merodeaba por la habitación. Durante el día no podía ver la energía que brillaba sobre los muebles durante la noche. Había descubierto que se trataba del rastro energético que dejaba en algunos objetos físicos.

—¿Puedes decirme algo? —Preguntó, tan pronto como sintió la presencia de Cancelo en la habitación. Le había tomado un poco de tiempo notar la manera en que la energía cambiaba en su habitación cuando la Muerte aparecía, pero lo había notado al fin y al cabo.

—Claro —dijo Cancelo, recostandose en la pared del marco de la puerta. El otro no parecía ofendido por la sequedad y la falta de cortesía que João estaba mostrando. Era probable que pudiera percibir el estado inquieto de João incluso—. ¿Qué es?

—¿Me dirías... cómo fue recoger a mi mamá?

—No puedo hablar sobre ella —contestó Cancelo de inmediato. Una mirada extraña apareció en sus ojos, pero João estaba demasiado tocado y conmovido para notarlo. Había estado sintiéndose raro desde que encontró las fotos de sus papás.

Necesitaba saber si su mamá también había pensado, al final, que João le había arruinado la vida.

—Pero me has hablado sobre otras almas.

—Nunca supiste quienes eran —mencionó Cancelo—. No puedo hablarte sobre alguien que conoces.

—¿No puedes o no quieres?

—¿Tú qué crees?

La molestia fue clara en las palabras de Cancelo. João se dio cuenta que si seguía presionando de la manera incorrecta, Cancelo iba a dejarlo.

—Por favor —suplicó João, poniéndose de pie y acercándose a Cancelo. La tensión entre ellos se sintió palpable en cuanto estuvo a unos pasos de distancia del otro. La molestia de Cancelo prácticamente se desbordaba de él—. Necesito saber. Por favor.

—Así que esto es todo, ¿no?

Por un momento, la pregunta de Cancelo lo confundió, sin estar seguro de a qué se estaba refiriendo.

—¿De qué hablas?

—¿Esta es la razón por la que me hablaste todas esas veces? ¿Para saber sobre ella? ¿Para sacarme información?

El silencio de João lo incriminó de inmediato. Pero, ¿cómo podía negar que esa era la razón por la que había empezado a practicar los viajes astrales? Para saber más de su mamá, para preguntarle a la Muerte sobre ella. Sabía que Cancelo lo notaría si mentía.

Aunque tal vez podría hacerle entender que su plan se vio arruinado tan pronto como le brindó atención y amabilidad a João. Cuando lo aconsejó y se preocupó por él más que cualquier otra persona en su vida.

Cancelo lo miraba como si estuviera indignado y herido.

—Espera —pidió, cuando Cancelo se dio la vuelta para marcharse.

Necesitaba explicarle que era importante para él, que João ya no podía imaginarse una vida en la que Cancelo no estuviera presente de alguna manera.

—No —escuchó, la voz fue tan oscura que João supo que estaba hablando con la Muerte y no con Cancelo—. No. Ya me quedó claro el por qué de tu interés en mí. No me vuelvas a llamar.

Cancelo —dijo, pero ya era demasiado tarde. Cancelo desapareció en un parpadeo, dejando un vacío en su pecho y un silencio estridente en su espacio.

João trató de llamarlo de nuevo, esperando que apareciera, pero el otro simplemente no lo hizo. No, pensó, la desesperación lo hizo sentir como si su cuerpo estuviera temblando. Trató de pensar en algo, algo para traer a Cancelo de regreso y disculparse.

Entonces, recordó. Uno de los artículos que había leído hablaba sobre teletransportación, y aunque en el momento pensó que era imposible, en ese instante sonaba como una solución perfectamente viable y-

Escuchó un estruendo afuera de su habitación. Su papá.

Fue sacado de su viaje astral antes de que pudiera pensar en hacer algo más.

*

Se despertó sobresaltado, con el corazón latiendo tan rápido en su pecho que le dolió físicamente.

Cancelo, fue lo primero que pensó.

—Allí estás —dijo su papá, sonando borracho. Abrió la puerta de su habitación y encendió la luz, haciendo que los ojos de João dolieran un poco. ¿Qué demonios quería su papá tan tarde? A juzgar por lo alto de la luna en el cielo, era más de media noche—. Lo tomaste, ¿no es así?

—No sé de qué estás hablando —contestó, sentándose en la cama y mirando a su papá con molestia. Lo que menos necesitaba era una pelea absurda. Él quería y necesitaba encontrar a Cancelo antes de que fuera tarde—. Déjame dormir.

Tal vez estaba tentando a su suerte hablándole así a su papá mientras estaba borracho, pero en ese momento en lo único que podía pensar era en Cancelo y la forma en que lo había visto antes de marcharse. Había parecido tan traicionado.

—El dibujo —dijo su papá—. Lo tomaste de mi cuarto, ¿no es así? Te metiste a mi habitación y revisaste mis cosas.

—En serio —dijo João, sin saber de qué puto dibujo estaba hablando—. No sé de qué hablas.

—¡No me mientas! —Gritó su papá, su rostro se enrojeció de inmediato—. ¿Sabes por qué...?

Se detuvo a media palabra, perdiendo la respiración un poco. João estaba sorprendido de que pudiera estar de pie dado el estado en el que se encontraba. El olor a alcohol destilaba de él. Seguro había pasado horas bebiendo y hundiéndose en su miseria hasta que decidió que despertar a su hijo y desquitarse verbalmente con él por todas sus desgracias era lo correcto.

—¿Qué? —No estaba seguro de que preguntar fuera lo adecuado en ese momento, pero de todos modos lo hizo.

—¿Sabes por qué lo guardo? El dibujo ese.

João tragó saliva, sintiéndose frío cuando se dio cuenta de cuál dibujo estaba hablando. Debió haberlo adivinado antes. Su papá solo mostraba vehemencia con objetos relacionados a su mamá.

—¿Por qué?

—Para recordarme por qué te odio —contestó su papá, hablando tan suave que parecía que le estaba contando un secreto—. Para recordar que eres tú la razón por la que me fui esa noche. Por la que ella ya no... ya no está.

Sus palabras pesaron en ambos tan pronto como terminó de decirlas.

El silencio que siguió fue pesado y tenso, pero de todos modos se miraron como si trataran de medir la reacción del otro ante lo que su papá acababa de decir. João sintió las lágrimas en el borde de los ojos, pero se negó a derramarlas, apretando los dientes y tensando la mandíbula.

No le iba a dar el gusto a su papá, aunque sintiera que podía morir del dolor que le había provocado escuchar, después de tanto tiempo, la verdad que ambos siempre habían mantenido tácita entre ellos. Su papá lo odiaba y-

Su papá se rompió en llanto entonces, limpiándose las lágrimas en la camisa con bastante inutilidad. João lo miró mientras su corazón se apretaba en su pecho, las palabras de odio resonando en su mente, afiladas como cuchillos. Presionando y retorciendo las heridas viejas que habían en su corazón.

Ni siquiera había sabido que el dibujo todavía existía, y en todos esos años desde la muerte de su mamá jamás se había preguntado a dónde había terminado. Tal vez se debía a que había tratado de olvidar la existencia de ese dibujo que empezó todo.

Saber que su papá lo había conservado hacía que se le retorciera el estómago y tuviera náuseas. Que lo había tenido todos esos años y que cada vez que lo veía, recordaba ese día y lo odiaba más. Aborrecía al hijo que una vez tanto deseó y amó.

—Estás loco —dijo, de manera imprudente y honesta, demasiado herido para importarle lo que su imprudencia pudiera ocasionar—. Loco y miserable.

Esperaba que su papá estallara de rabia y le gritara, tal vez incluso que lo golpeara, pero en vez de eso se rió secamente. Se metió las manos en el abrigo que tenía puesto y sacó el frasco que se había llevado días atrás.

Su mano tembló cuando lo lanzó al centro de la cama de João sin siquiera mirarlo, todavía sonriendo.

—No debí habee- habértelo quitado —comentó su papá, como si estuviera hablando del clima—. Querías morir, ¿no? Pues allí tienes. Morir como ella murió sería honrarla, ¿no lo crees?

Su papá salió de la habitación antes de que João pudiera decir algo. Su vista se posó de inmediato en el nombre de su mamá escrito en el frasco. Trató de resistirse, pero sus manos picaron hasta que tomó el frasco entre ellas. Sus nudillos se pusieron blancos de lo fuerte que apretó el pequeño frasco entre sus manos.

Lo guardo para recordar que eres tú la razón por la que me fui esa noche.

Su papá quería terminara lo que João había empezado. Quería que João tomara su propia vida y que lo dejara vivir en paz de una vez por todas.

João se dejó caer en la cama y cerró los ojos, con el frasco presionado contra su pecho. No estaba seguro de cuánto tiempo le costó relajarse, pero se sintió como una eternidad. Cancelo no contestó ni apareció cuando él se deslizó en el viaje astral y lo llamó, tratando de aferrarse a la última gota de serenidad. Con cada minuto que pasaba, sentía que si determinación por resistir se resquebrajaba más y más.

—Cancelo —llamó por última vez, deseando que apareciera—. Por favor.

No hubo una respuesta.

Cancelo probablemente sabía lo que estaba pasando y aún así no apareció.

¿Significaba eso que el tiempo había llegado? ¿Que era el momento correcto?

Tal vez solo lo estaba ignorando porque estaba molesto con él. Y tenía razón, supuso. Había intentado usarlo para sacarle información de su mamá. O al menos, ese había sido su plan principal. Las conversaciones en el camino lo desviaron cuando descubrió que Cancelo era más agradable de lo que tenía derecho a ser, dado que era la Muerte. A João le gustaba mucho. Tal vez hubieran podido ser amigos si tan solo no se hubiera apresurado en un momento de desesperación.

Si tan solo le hubiera dicho la verdad.

Tal vez su papá tenía razón y arruinaba todo, aún si tenía o no tenía la intención de hacerlo.

Se miró a sí mismo acostado boca arriba en la cama, las pastillas aferradas en un agarre apretado contra su pecho. Parecía que las estrellas se habían alienado para despedirlo, mientras la luz de la luna creaba sombras sobre su rostro dormido.

Carla Félix, decía el frasco.

Morir como ella murió sería honrarla. Las pastillas, cuando se las tomó sin agua, le rasparon la garganta.

*

Algo era diferente cuando recuperó la consciencia y encontró que estaba en un viaje astral de nuevo. Si bien su cuerpo astral se sentía más ligero que su cuerpo físico, en ese momento lo sintió todavía más ligero. Se sintió, casi, como si estuviera desvaneciéndose.

¿Había muerto?

Miró hacia la cama de inmediato, encontrando su cuerpo descansando de manera pacífica y, para su sorpresa, a Cancelo inclinado sobre él.

—Déjame —dijo, sintiéndose un poco molesto sin razón alguna. ¿Por qué Cancelo no solo tomaba su alma y se la llevaba?—. Deja mi cuerpo y llévame.

Cancelo se veía irritado cuando se giró para mirarlo y lo llamó—: Niño tonto.

Después volvió su atención a su cuerpo y pasó las manos por encima de él como si pudiera sentir algo. Estaba haciendo algo, se dio cuenta João, pero no era capaz de ver qué con exactitud.

—Vamos —insistió, cuando fue evidente que Cancelo no iba a recoger su alma. En serio, ¿qué necesitaba hacer para morir?—. Solo llévame.

—¿Cuántas veces quieres que te diga que no es tu tiempo? Lo único que debías hacer era aguantar.

Y no pudiste, estaba implícito en las palabras. Era la primera vez que Cancelo decía algo que estaba destinado a lastimarlo.

—Dime —comenzó, tratando de ignorar la punzada de dolor que sintió—, ¿cómo se supone que alguien aguante cuando tu propio papá te sugiere que deberías suicidarte?

Cancelo se congeló y detuvo lo que sea que estuviera haciendo. Parecía más calmado cuando volvió a verlo otra vez, pero también más frío. El aura a su alrededor se oscureció más. 

—¿Hizo eso?

João sintió una especie de escalofrío ante el tono con el que hizo la pregunta. Todo en las palabras indicaba peligro.

—Sí —contestó, en un susurro. Cancelo lo miró como si estuviera tratando de decidir si decía la verdad o no. Pareció decidir que sí, porque después asintió.

—No es tu tiempo —repitió—, pero tú alma parece dispuesta a aceptar la muerte esta vez.

—¿Y qué pasa si no es mi tiempo?

—Te vas al limbo y esperas allí hasta que vuelvas a ser enviado a la vida con la misma misión —respondió Cancelo con un tono de dureza en la voz. Sin embargo, el otro apretó los labios cuando se dio cuenta del tono. Su voz se suavizó—. ¿Quieres eso? ¿Reencarnar y vivir una vida infeliz? ¿Una y otra vez?

—No.

—Vale.

—Pero...

—¿Pero qué?

—No creo que pueda vivir así —murmuró—. Después de esto, no creo que las cosas estén bien. Mi papá... él...

—Olvida el asunto de tu papá —dijo Cancelo como una exigencia, aunque sonaba más como una petición—. Me encargaré de eso yo mismo.

João quiso preguntar cómo se encargaría, pero no creía que Cancelo fuera a responder. Tampoco quería molestarlo y obligarlo a marcharse de nuevo.

—Está bien.

—Guarda silencio un momento y déjame hacer mi trabajo.

João dudó durante un segundo, pero después asintió. Cuando decidió concentrarse en su propio cuerpo para no mirar fijamente a Cancelo, se dio cuenta que su cuerpo se veía diferente. Se veía como si estuviera perdiendo la vida poco a poco. Había un hilo dorado saliendo de su pecho que antes no había notado, y el hilo parecía enredarse a sí mismo en un nudo en el aire.

Era blanco, como su aura.

La curiosidad lo embargó. Sintió ganas de tocarlo y sentirlo, de tomarlo entre sus manos y sostenerlo. Se acercó sin pensarlo mucho y no dudó en extender la mano. Sintió un poco de calor en la punta de sus dedos cuando la yema de sus dedos se acercó-

—No —dijo Cancelo con un poco de brusquedad, el tono le hizo bajar la mano y sentirse atrapado—. No lo toques.

João apretó su mano en un puño, sintiéndose un poco avergonzado por haber sido atrapado.

—¿Por qué?

—Si lo tocas, mueres. Es simple. —A João no le pareció tan simple como dijo Cancelo, pero no se animó a preguntar. Su silencio debió haber sido suficiente, porque Cancelo extendió la explicación un par de segundos después—. Eso que ves ahí es el núcleo de tu alma queriendo unirse a tu espíritu para abandonar tu cuerpo. Tu vida. Así que no lo toques.

Pero parece tan cálido, fue lo primero que pensó después de escuchar la advertencia.

Decidió alejarse para no caer en la tentación de volver a tocarlo. Se detuvo frente a la ventana, observando la oscuridad de la noche y la iluminación etérea que la luna ofrecía. Era una noche hermosa, clara y solo con un par de nubes en el cielo.

Era una pena que tanta belleza estuviera ligada al fracaso de João. La segunda vez que lo intentaba sin poder conseguirlo. Aunque en esta ocasión, la oportunidad si estaba de verdad presente. Solo necesitaría tocar el hilo y... La pregunta era si quería hacerlo o si solo quería intentarlo porque se sentía abrumado.

Quería hacerlo porque él quería o porque las acciones de sus papás lo habían empujado a ello.

Y Cancelo... João pensó que no iba a volver a hablar con él, pero aquí estaba Cancelo tratando de salvarlo en lugar de dejarlo morir. Era algo que no entendía del todo todavía. ¿Por qué Cancelo estaba empeñado en salvarlo y en que viviera? ¿Por qué había accedido a hablar con él en varias ocasiones si no estaba obligado a hacerlo?

Sus ojos persiguieron la figura de aura oscura.

Cancelo no parecía la Muerte. Cualquier persona que lo viera podría confundirlo con un humano, por la forma en que se mostraba. Ni siquiera usaba las túnicas todo el tiempo, como si no le pareciera necesario.

También era hermoso, pensó João. No sabía si su apariencia era sólo una ilusión para ocultar su verdadera forma, pero a él le parecía hermoso. Los pómulos y cada ángulo de su rostro bien definido. Su voz suave-

El otro se giró para mirarlo, como si los pensamientos de João lo estuvieran atrayendo. Hubo una oleada de reconocimiento en João, una que no entendió. Era algo conocido entre ellos. Como si hubiera pasado antes o como si ya se conocieran desde hacía mucho. Cancelo parpadeó también, pareciendo perdido por un instante antes de volver a su expresión neutral.

—Voy a dejarte un momento —dijo Cancelo—, no toques-

—...el hilo. —Completó João—. Está bien, puedes ir en paz.

Cancelo asintió, antes de desaparecer sin siquiera dudarlo.

João se acercó a la cama y se sentó en el borde, mirándose a sí mismo. Todavía parecía que estaba muriendo, pero la sensación de estarse desvaneciendo había desaparecido. No pudo evitar preguntarse por qué, por qué seguía insistiendo en morir. Estando cerca de la muerte, se sentía como si eso no fuera lo que él en realidad quería.

No quería irse sin haber disfrutado aunque sea un poco de la vida. ¿Y no era irónico? Bien había dicho Cancelo que las almas se arrepentían de lo que no habían hecho cuando su tiempo llegaba. Él quería decirle tantas cosas a su papá también. Quería hacerle saber que fue él primero en romperle el corazón, quería formar una vida lejos de él y de sus palabras afiladas.

Quería decirle a Cancelo que jamás quiso engañarlo, jamás quiso traicionarlo, que lo sentía por haber intentado usarlo en un principio.

João.

Cancelo estaba de regreso de regreso. João tenía la intención de decirle "lo siento" en el momento, de disculparse y decirle que se arrepentía, pero antes de que una palabra pudiera salir de sus labios, la sensación de estarse desvaneciendo lo consumió.

Lo último que vio fueron los ojos de Cancelo, mirándolo con desesperación.

*

Había una mano acariciando su cabello cuando abrió los ojos, y su respiración era pesada. Su cuerpo se sentía frío, mientras la luz de la luna todavía se colaba a través de las persianas y la ventana abierta.

Fue solo hasta que registró las caricias en su pelo que se dio cuenta qué había alguien tocándolo. Era Cancelo. João tuvo que verse las manos y pellizcarse el brazo solo para asegurar que ya no estaba en el mundo astral.

No se suponía que un ser vivo pudiera ver a la a la Muerte, pero aquí estaba él, siendo acariciado por ella de manera literal.

Su corazón latió con más fuerza y rapidez de solo pensarlo.

—¿Qué...-

—Shh —murmuró Cancelo—. Estás vivo, estás bien. Eso es todo lo que importa.

—¿Por qué puedo verte?

—No lo sé.

—Estás mintiendo.

—Eso no importa ahora... João, mi chico, estás vivo. Puedo decirte más tarde lo qué pasó, pero por favor, déjame disfrutar el momento.

João intentó levantarse, pero se sintió tan débil y mareado cuando se movió que decidió rendirse y quedarse acostado en el regazo de Cancelo entonces, inclinándose hacia el toque arrullador en su cabello. El vacío que sintió era tan gigante que le tomó un momento recuperarse y adaptarse a la realidad.

Comenzó a llorar un par de segundos después, demasiado abrumado por la experiencia que acaba de vivir. Había estado tan cerca de morir.

—Lo siento —dijo, con la voz rota—. Lo siento. No quería... No sabía cómo vivir cuando pensé que te había lastimado.

—Shh, está bien, ya no importa. Todo está bien. Estamos bien.

—No quería lastimarte... quería saber más sobre mamá pero también me gustabas mucho. Me gustaba pasar tiempo contigo.

—Yo sé. —Cancelo deslizó sus dedos por su rostro y le limpió las lágrimas de las mejillas. Su toque era frío, pero era más suave de lo que João hubiera imaginado.

Aunque a él no se le había pasado por la cabeza siquiera que vería a Cancelo fuera de un viaje astral. Que sentiría el roce de sus dedos en su piel. La intimidad de ser acariciado por la Muerte.

—¿Me perdonarías?

—Ya lo hice —murmuró Cancelo, sus caricias volvieron al cabello de João, sacando un par de suspiros involuntarios de sus labios por lo bien que se sentía el toque—, así que no pienses en eso.

João le dio un asentimiento. Se permitió disfrutar de la intimidad del momento, sin saber si iba a volver a tener la oportunidad de sentir a Cancelo de manera física. En el viaje astral, todo era diferente. Su cuerpo no se sentía completo del todo y el contacto, supuso, no se sentiría igual. Suponiendo también que Cancelo quisiera volver a estar cerca de él de esa manera.

Tal vez sí, pensó. Toda la situación era bastante extraña. La forma en que Cancelo había respondido a sus llamados siempre incluso solo para hablar, la forma en que le dio información y lo guío de la manera correcta, la forma en que lo salvó cuando estuvo cerca de la muerte en más de una ocasión.

¿Por qué? Se preguntó. ¿Qué razones tenía la Muerte para querer que un adolescente deprimido como João viviera?

No me debía nada, no se habían conocido antes, no que João recordara, así que no había ninguna razón lógica para que la Muerte hubiera decidido salvarle la vida. En contra de todo pronóstico o creencia.

Aunque si algo le había quedado claro desde que conoció a João, es que el estereotipo de la Muerte no tenía nada que ver a como era en realidad.

—Tu mamá-

—No. —João interrumpió a Cancelo tan pronto como supo qué iba a decirle. Él no quería hablar de su mamá, no así, no porque Cancelo fuera a pensar que debía contarle sobre ella para aplacarlo o algo por el estilo—. Dijiste que no podías decirme. Está bien, yo lo entiendo. Jamás debí haberte preguntado o pensado en hacerlo... no es justo.

Cancelo suspiró. —La vida no es justa.

—Lo sé.

—Deberías saber... —Murmuró Cancelo, y João casi le preguntó qué, qué era lo que debería saber sobre su mamá. Pero no podía preguntar, no sin antes tratar de resolver las suposiciones que comenzaban a surgir en su mente.

No sin confirmar las piezas que comenzaban a encajar en su lugar.

—Bueno —empezó João—, solo si me dices primero por qué piensas que me debes algo.

La respiración de Cancelo se entrecortó —lo que hizo que João fuera consciente que el otro estaba respirando—, como si estuviera sorprendido. Para sí mismo, João pensó que era extraño que la Muerte, aparentemente, necesitara respirar para estar en el mundo de los vivos. Aunque de cierta forma también tenía sentido.

—No pienso que te debo alg-

—Lo haces —insistió João, sin siquiera dudarlo. Una parte de él quería seguir pensando en las rarezas y las maneras en que Cancelo había roto los ideales que podía haber formado de manera inconsciente sobre él, pero al mismo tiempo quería entender las motivaciones detrás de las acciones que Cancelo tenía—. Sé que sí. No sé qué hiciste para salvarme, pero no tenías ningún motivo para hacerlo. No que yo sepa al menos. Lo que sé es que solo lo harías si piensas que me debes algo... —Esperó que Cancelo hablara, pero este no lo hizo. No detuvo sus caricias en ningún momento pero no dijo ni una sola palabra. Quería que siguiera hablando, se dio cuenta, quería ver hasta dónde llegaban las suposiciones de João—. Nos habíamos conocido antes, ¿no?

Pudo sentir el latido de su corazón en sus oídos de lo mucho que se aceleró su respiración. Cancelo podía negarlo, podría decir que no era cierto, pero João sabía que sí lo era. No tenía ni una sola explicación, pero podía sentirlo en el estómago.

Cancelo había dicho que la Muerte solo aparecía en el lecho de muerte, que solo veía a las almas en ese momento. ¿Por qué había aparecido entonces si no era el momento? Ya había sabido que no era el momento de João para dejar el mundo... A menos que si lo hubiera sido pero hubiera decidido salvarlo.

—¿Recuerdas que te dije que cada alma tenía una misión...? Supongo que una lección también.

—Sí —contestó João.

Tuvo el presentimiento de que la Muerte estaba a punto de contarle la historia de su vida.

—Tuve la mía... hace muchos años atrás.

—¿Así que fuiste un humano?

Cancelo asintió en respuesta. Sus dedos se enredaron en los mechones más largos de su cabello y tiraron de ellos con suavidad. João tuvo que tragar saliva y morderse el interior de la mejilla ante la oleada de deseo que recorrió su cuerpo.

Había pasado tanto tiempo desde que había tenido algún deseo sexual que se sentía extraño sentirlo en esa situación, en especial porque no parecía ser adecuado.

—Sí —respondió Cancelo y esperó un momento antes de seguir hablando—. Cuando se envía a las almas a aprender una lección... se puede decir que se les asigna acompañantes. No sé quién o qué ser es el que los asigna, pero alguien lo hace. Tú papá, por ejemplo, él... fue un alma asignada a ti para hacerte daño. Para que aprendieras de él y del dolor que podía causarte. Así hay todo tipo de almas con diferentes misiones en tu vida. Algunas tienen que ofrecer amor, otras odio, otras conocimiento, otras dolor. Puede variar mucho, todo depende de tu misión que vengas a aprender. Cuando estás en un cuerpo físico nunca eres consciente de cuál es la misión o la lección que vienes a aprender o enseñar. Es bastante raro que alguien se entere con certeza de lo que tiene que hacer y, si lo hacen, no significa que sea más fácil de cumplir.

—¿Fuiste consciente de tu misión? —Preguntó João cuando Cancelo tomó una pausa.

—Sí —contestó Cancelo—, me enteré de la mía cuando era un adolescente. Siempre me gustaron los temas místicos y espirituales, así que aprendí sobre ellos. Leí mucho sobre los pactos que un alma puede hacer antes de venir al mundo terrenal... Un día, fui con una señora que decía saber sobre ese tipo de temas. Ella dijo que mi misión y lección estaban ligadas. Que el pacto de mi alma había sido aceptar una misión en la que iba a ofrecerle tanto amor a otra alma que terminaría en muerte. Después de eso, tenía que aceptar la pérdida. No lo entendí en el momento, porque ella no me lo dijo con esas palabras. No me lo dijo de manera clara. Y cuando deduje lo que quería decir, hasta para mi que era creyente de esos temas me resultó muy... tonto. Así que hice caso omiso a algunos consejos vagos y confusos que ella ofreció. Hice caso omiso al conocimiento. No creí en nada de eso hasta que te conocí... Recuerdo que eras un poco más joven que yo. No nos habíamos visto jamás, pero cuando te vi fue como si te conociera de la manera más íntima. Fue como si fuéramos destinados a encontrarnos. Quedaste encantado conmigo desde el primer día y nos hicimos amigos con rapidez. Nos enamoramos poco a poco durante nuestra amistad, aunque teníamos que ser amigos frente a los ojos de los demás porque en ese entonces no estaba permitido que dos hombres se amaran... Creo que te cansaste de ser solo mi amigo, porque un día me besaste mientras estábamos en tu casa. Fue como si el mundo tuviera sentido. Sabía que no debíamos, por el peligro que significaba para ambos, pero no pude apartarme... tus labios eran hechizantes. Supuse entonces que estábamos arruinados, solo que no imaginé cuánto.

La voz de Cancelo tembló mientras decía las últimas palabras. Sus manos también comenzaron a temblar mientras acariciaba el cabello de João. La forma en que Cancelo se vio afectado de hablar de su pasado le hizo cuestionarse lo duro que debió haber sido para él hablar de todo eso, así como también le hizo ser consciente de que prontamente ni siquiera había llegado a la peor parte. Por la primicia de sus palabras, era evidente que había más.

João sintió una necesidad impulsiva de abrazarlo, de permitirles enredar sus cuerpos juntos y sostenerse hasta que el dolor mermara. Hasta que se le olvidara todo, menos que estaban juntos.

—Estuvimos bien durante un par de años —continuó Cancelo—. Tuve que salir con un par de chicas a pesar de que no quería, pero necesitaba mantener las apariencias. Nunca me dijiste cómo te sentías con ello, pero lo aceptaste cuando entendiste por qué lo hacía. Para el momento en que todo pasó, yo ya había olvidado el asunto de las almas, las lecciones y las misiones. Supongo que nunca imaginé cuánto me iba a costar haberlo olvidado... Un día, tu mamá nos vio besándonos en el jardín. Se suponía que ella no estaba en casa, pero regresó temprano de su salida. Ella no dijo nada en el momento, y yo no supe que ella lo sabía hasta una semana después, cuando recibí una carta con una advertencia para alejarme de ti y de dejarte en paz. Ella dejó en claro que no dudaría en denunciarme a las autoridades si no me alejaba. Yo lo ignoré al principio y seguí viéndote sin que ella supiera, hasta que nos descubrieron. Alguien más nos vio y le dijo a las autoridades... Ellos vinieron mientras estábamos juntos y te llevaron, pero tú no querías irte sin mí, así que te resististe y... Recuerdo tu grito de dolor como si hubiera sido ayer. Ya era muy tarde cuando logré zafarme del agarre de los dos hombres que me sostenían. Sostuve tu cuerpo sin vida, hasta que ellos te quitaron de mis manos. No pude resistir el dolor. Era inimaginable, sentía que me ahogaba. Entonces, la realización me golpeó en el momento. Mi misión era amarte y aprender sobre la pérdida, pero supe en ese instante que jamás iba a lograrlo... Solo viví un par de días más en los que ni siquiera pude asistir a tu entierro, antes de terminar tomando mi propia vida. Renunciando así a mi misión antes de terminarla. La Muerte me llevó al limbo, me escuchó llorar y preguntar por ti durante toda la trayectoria y arrepentirme de que... en todos esos años, estaba tan asustado de ser descubiertos que nunca te dije que te amaba. Nunca. Así que quería arreglar eso. Supongo que alguno de mis lamentos la conmovió, porque terminó preguntándome qué quería. Le dije que quería volver a verte... Dijo que no podía ofrecer eso, que había leyes universales que lo impedían. Equilibrios que no podían ser rotos y límites que no podían traspasarse. Pero entonces, pareció recordar algo. Me explicó que la única manera en que podía verte era si tomaba su lugar...

—Cancelo —llamó João cuando sintió las lágrimas calientes en sus mejillas, cuando no pudo contener más la necesidad de llorar—. No tienes que-

—Shh. —Canceló lo silenció poniendo un dedo sobre sus labios—. Solo déjame terminar... Le pregunté que si qué pasaría con ella entonces. Ella dijo que ya había cosechado suficientes almas como para irse en paz a vivir la vida que merecía. La misión que una vez había fallado en vida ya estaba cumplida, después de tanto tiempo siendo Muerte y escuchando a las almas cuando su momento llegaba. Me advirtió que si aceptaba, no iba a poder interferir contigo en un par de vidas. Que no iba a poder hacerlo aunque lo intentara, hasta que fuera el momento correcto. Acepté porque estaba desesperado por verte, sin entender lo que la Muerte había querido decirme. Recoger las almas es... ni siquiera sé cómo explicarlo. Presencias tantas cosas con cada alma, que entonces entendí el peso del trabajo. Consume, cansa y duele. Te busqué tan pronto como pude, pero cuando te encontré entendí que no podía interferir. Tú también estabas tratando de cumplir una misión. Si intentaba interferir tan pronto... las cosas podían ir mal. Y no sé por qué, pero las cosas en tu vida siempre fueron mal. Siempre había alguien asignado para llevarte al dolor. Para causarte tanto daño que quisieras morir. Nunca pudiste salir de ahí. Te vi morir en cada una de tus vidas, en cuerpos diferentes. Siempre estabas tan roto, siempre te causaban tanto dolor desde que eras tan joven y tenía que observarte mientras la impotencia me consumía. Nunca pude ayudarte. Lo intenté, pero era como si una fuerza invisible lo impidiera. Así que solo me quedé a mirarte morir y repetir tu misión una y otra vez... hasta que eventualmente fue insoportable para mí y me fui.

—¿Te fuiste? —Preguntó João, sin entender del todo. Todavía estaba en el pensamiento de lo que significaba ver morir una y otra vez a alguien que amabas. Verlo pasar por todo el dolor que el Universo parecía poner en su camino como prueba y que era incapaz de superar. Sin poder ayudar, sin poder hablar.

El dolor de solo pensar en ello lo abrumó.

—Me centré en el trabajo de ser la Muerte —dijo Cancelo— así la pista de tu alma. Me centré en ayudar a las almas que podía ayudar, para no pensar en que no podía ayudarte. Algunas de las almas cumplieron sus misiones, algunas fallaron. Algunas aprendieron, otras tuvieron que ser enviadas a aprender de nuevo. No sé cuántos años pasaron. El tiempo en el mundo espiritual es diferente, y el tiempo como la Muerte lo es todavía más. El Universo es inmenso y contiene una infinidad de almas a las que tenía que recoger. Pudieron ser siglos o centenas hasta que volví a encontrarte, y admito que solo lo hice por accidente. Tú ... Estabas en el limbo otra vez, y yo sabía lo que eso significaba, así que pensé en irme y seguir con mi trabajo. Pero no pude hacerlo. Solo ver el brillo... reconocer tu esencia y tu aura había agitado los sentimientos que había tratado de encerrar. Y pensé que tal vez si lo intentaba una última vez, ahora sí funcionaría... Sentí un poco de esperanza por ti cuando vi lo mucho que tú mamá te amaba. De verdad creí que todo sería diferente. La esperanza duró, al menos, hasta que ella... hasta que ella murió. Ella estaba llorando cuando la recogí, arrepentida de haberte dejado. De haberse ido de esa manera. Me suplicó volver, pero era demasiado tarde para ella. ¿Recuerdas que dije que no puedes morir hasta que tú momento llega? Omití algo: en tu vida, hay dos momentos decisivos sobre la vida y la muerte. Hay un momento en el que puedes renunciar a tu misión, a través de un suicidio, antes de completarla y morir; y hay otro en el que mueres cuando tu tiempo designado expiró. Si renuncias y tomas tu propia vida, es porque no cumpliste tu misión. Si tu tiempo expira, es posible que la hayas cumplido o no. Ella no la había cumplido, no era su momento para morir, pero lo intentó justo en ese instante en el que podía renunciar. Me tomó mucho tiempo calmarla... Ella me pidió que te cuidara sin saber nada cuando la llevé al limbo y pensé que no iba a ser capaz de hacerlo. Pensé en irme de nuevo, pero no pude. Entonces regresé. Te vi crecer, todavía sin poder intervenir. Rápido se volvió claro para mi que tu papá parecía ser el alma asignada a dañarte más en esta vida. Y tu comenzaste a debilitarte cada vez más y más con su rechazo, con la manera en que apenas te tolera cerca de él. Pensé que te vería morir de nuevo cuando tomaste las pastillas y que tendría que recoger tu alma una vez más sin poder decirte que te amaba mientras te llevaba al limbo.

—Pero interferiste...

—Sí. —Cancelo limpió las lágrimas de sus mejillas de nuevo, con delicadeza, y acarició su piel húmeda con sus nudillos después—. Lo hice.

—¿Por qué? —Preguntó João. Su cabeza dolía más que antes y estaba tratando de entender todo lo que Cancelo acaba de confesarle, pero quería saber por qué Cancelo había sido capaz de interferir.

Por qué después de todo lo que había pasado por fin se le había concedido su deseo.

—Porque acepté que tenía que perderte de nuevo... —João apenas escuchó el surruro de Cancelo—. Todas esas otras veces, nunca lo acepté, nunca intenté aprender de ello. Nunca acepté la pérdida. Te amaba tanto que no podía soportar el miedo de pasar mi existencia viéndote morir. Me negué a reconocer que habías fallado. Pero verte tan joven de nuevo y tan lastimado por la vida me hizo cambiar, me hizo entender que si te amaba, iba a tener que verte intentarlo una y otra vez hasta que lo lograras. Acepté el dolor. Acepté la pérdida. Y entonces, fui llamado a ti. Estabas bien. Me di cuenta que ibas a vivir cuando empezamos a hablar y tu alma jamás trató de abandonar tu cuerpo.

—Así que cambiaste. Aprendiste tú misión.

João se levantó del regazo del otro, aceptando la mano que Cancelo le ofreció para ayudarle. No había lágrimas visibles en el rostro del otro y João no lo había escuchado o sentido llorar, pero sus ojos estaban rojos. Había llorado en silencio mientras le contaba todo.

Cancelo le besó la mano, cuando João pudo acomodarse y sentarse a su lado. El rubor y la calidez llenó sus mejillas de inmediato, haciendo que su corazón latiera desembocado en su pecho. Cancelo lo miró como si fuera lo más preciado de su vida.

Cancelo todavía estaba sosteniendo su mano cuando dijo—: Cambié por ti. Porque te amo. Lamento no habértelo dicho en ninguna de tus otras vidas, pero te juro que nunca dejé de amarte desde que nuestras almas se encontraron por primera vez.

João acarició la mano de Cancelo con su pulgar, grabándose la frialdad de la piel en el tacto. Un torrente de emociones estaba comenzando a surgir en su pecho, mientras los pensamientos se amontonaban en su cabeza. Había sido un día largo, con tantas experiencias que no sabía desde a dónde abordar cada una o cuál abordar primero. Tomó una respiración profunda, todo fue claro de repente.

Podía abordar la que tenía enfrente.

—Sabes, una vez, tuve esta sensación de que te había conocido durante toda mi existencia —confesó—. Me sentía tan bien hablando contigo que no podía entenderlo. Eres la Muerte. Debía haberte tenido miedo, pero su lugar me intrigabas. Quería contarte todo de mi vida y pedirte ayuda porque de alguna manera confiaba en ti. Supongo que ahora lo entiendo... ¿Qué harás ahora?

Cancelo inclinó la cabeza hacia un lado, mirándolo con atención. Su mano le dio un apretón suave a la de João.

—Lo que me pidas —respondió Cancelo con honestidad—. Sé que todo es nuevo para ti. Si necesitas tiempo y espacio, yo puedo dártelo. Aceptaré lo que sea que me pidas. O que no me pidas.

¿Y si te pido besarme? Pensó. Tuvo que morderse el labio inferior para no soltar la pregunta de inmediato.

Con la poca falta de filtros que tenía a veces, le sorprendía que no hubiera hecho la pregunta de manera directa.

—¿Y tu... trabajo como la Muerte?

—Eso está terminado ahora —contestó Cancelo—. El trabajo era hasta que cumpliera mi misión. Ahora puedo entregárselo a alguien más... alguien que lo necesite como yo lo necesitaba.

—¿Así que ahora puedes vivir una vida? ¿Conmigo?

Recibió un asentimiento como respuesta. No había nada que pensar. Amaba a Cancelo aún si no había sabido de su existencia hasta hacía un par de meses atrás. Las conversaciones los habían acercado mucho, y ser consciente de toda la verdad solo profundizaba sus emociones.

Hacía resurgir algo que no sabía que estaba enterrado en el fondo de su alma. Algo que seguro había mantenido durante vidas.

¿Y que si, se preguntó, toda mi desgracia era producto de no tener a mi alma destinada conmigo? Porque, incluso si Cancelo no lo había dicho como tal, João creía que podían ser almas destinadas. Almas gemelas.

La idea lo hizo sentirse mareado, por lo que significaba y lo importante que era.

Y aunque sabía que todavía tenía mucho que trabajar, tal vez tener a alguien que de verdad lo amara le ayudaría a hacerlo más rápido. Tener a alguien que lo amara de verdad —y que no sólo tolerara su presencia o que ni siquiera quisiera saber de su amor— podría cambiar la manera en que se sentía.

—¿Vivirías conmigo...? —Preguntó. Cancelo no le dio una respuesta rápida así que comenzó a entrar en pánico, pensando qué tal vez había cruzado el límite demasiado pronto—. Sé que suena apresurado, no estás obligados a decir que sí y-

—João —Cancelo apretó su mano—, está bien. Acepto. Créeme que para mí no es apresurado, he estado esperando esto durante más de la mitad de mi existencia, pero... ¿Estás seguro? No quiero que te arrepientas después. Eres joven. Aunque tu alma sea más vieja que la mía, cada experiencia en la vida es nueva para nosotros. Es como si jamás hubiéramos vivido algo así. No quiero que sientas presión... solo por tu papá.

João se mordió la lengua, pensando en las palabras de Cancelo. El otro tenía bastante razón, pero João no estaba pidiéndole vivir juntos porque no quería estar con su papá. No sólo por eso, al menos. Él también amaba a Cancelo, y quería que ambos tuvieran la vida feliz que se merecían.

Para amar a Cancelo como merecía, necesitaba curar las heridas abiertas en su pecho. Él nunca lograría eso si seguía viviendo con el causante de esas heridas.

Aunque seguro que podía aguantar un año más antes de irse, un año era todo lo que le quedaba para ser libre de tomar su camino sin tener mirar a los lados por temor a que su papá quisiera buscarlo solo para hacer de su vida un infierno. Podía irse a Portugal, podía regresar a la ciudad en la que había vivido su mamá y conocer al resto de su familia.

Podría hacer lo que quisiera.

—Yo... te amo —susurró con suavidad—, puedo sentirlo en cada poro de mi piel. No puedo explicarlo, pero sé que te amo. No tenemos que ser nada... sé que tengo mucho que solucionar, puedo trabajar en ello y después podríamos ver a dónde nos lleva. ¿Sí?

Cancelo analizó su expresión sin ningún tipo de sutilidad, como si estuviera comprobando que João estaba diciendo la verdad. Pareció encontrar lo que quería en su análisis, porque terminó dándole un asentimiento suave y una sonrisa que provocó arrugas alrededor de los ojos.

—¿Me dejarías besarte? —Preguntó Cancelo, casi con timidez. Hizo que el pecho de João se calentara ante el cariño y la ternura que provocó en él.

João se inclinó hacia adelante como respuesta, con el corazón latiendo más rápido. La mano libre de Cancelo tomó su mejilla y los acercó con suavidad, hasta que sus frentes se presionaron juntas y sus labios se rozaron. La tensión entre ellos fue tan palpable que João sintió un poco de miedo de romperla. El roce de los labios fríos de Cancelo lo invitó a perseguirlos, así que lo hizo hasta que estuvieron presionados en un beso casto.

Amó la manera en que la mano de Cancelo en su mejilla le provocó aleteos en el estómago. Se sintió tan bien.

Cancelo abrió los labios, después de un momento en el que disfrutaron de la presión de labios y escucharon la respiración del otro, instando a João a hacer lo mismo. El beso se profundizó tan pronto como la lengua de Cancelo lamió su labio inferior. João se dejó llevar en el beso, con su respiración acelerada y los labios abiertos. Fue un poco torpe cuando intentó besar a Cancelo de regreso, así que dejó que el otro manejara todo y disfrutó de ser besado hasta que el oxígeno se le acabó.

Sintió que podía ahogarse cuando se separaron del beso, el pulgar de Cancelo rozando su labio inferior con suavidad. João entreabrió los labios por impulso y permitió que su lengua rozara la almohadilla del pulgar. La reacción de Cancelo ante el acto envió un escalofrío por todo su cuerpo, mientras la sangre caliente en sus venas comenzaba a llenar su polla.

No se quejó cuando Cancelo apartó la mano de su boca solo porque sabía que no era el momento. Su papá todavía estaba dormido en su habitación a unos metros de distancia, y aunque parecía que la noche solo se acortaba más y más, él todavía debía descansar un par de horas.

Todavía estaba cansado.

—Ve a dormir y descansar un poco —dijo Cancelo, como si pudiera leer sus pensamientos—. Voy a encargarme de un par de cosas ahora.

—¿Mi papá? —Inquirió João, sin poder evitarlo. Tragó saliva cuando sintió la boca reseca—. ¿Vas a hablar con mi papá...?

Todavía recordaba que Cancelo había dicho que se encargaría él de su papá si aceptaba regresar a la vida. Todavía no sabía qué significaba eso, pero esperaba que fuera lo correcto.

También esperaba que no se refiriera a la muerte, dado que Cancelo había dejado bien claro más de una vez que no podía tomar vidas a menos que fuera su momento.

Era cierto que odiaba a su papá, pero una parte de él todavía parecía tenerle aprecio. No quería que Cancelo le hiciera daño. Prefería que la vida se encargara de ello.

—Entre otras cosas —dijo Cancelo, con un tono tranquilizador en su voz. El pelinegro se inclinó hacia adelante para besarlo una última vez, antes de ponerse de pie y ayudarlo a acomodarse en la cama—. Boa noite, meu amor.

—Hablas portugués —comentó João, encantado con el apodo cariñoso y con escuchar a Cancelo hablando el idioma. Había pasado un tiempo desde que había escuchado a alguien hablar en su lengua materna. Su papá a veces hablaba portugués, pero solo cuando estaba demasiado, demasiado borracho y su cerebro no era capaz de conectar con el español.

Sería dulce y agradable hablar con Cancelo en portugués para.

Aunque a veces sentía que su dominio en la lengua se le estaba escapando ante lo poco que la practicaba.

—Puedo hablar todos los idiomas que conozcas y los que no, amor.

João todavía estaba sonriendo cuando Cancelo besó su cabeza.

—Eso es tan genial —dijo João—. Tienes que enseñarme a hablar otros idiomas.

—Haría lo que fuera por ti, amor.

João cerró los ojos, escuchando todas las promesas tacitas detrás de las palabras. El cansancio pareció hacerse más pesado de repente, como si todo el peso emocional del día cayera de golpe sobre su cuerpo en ese momento.

Después de todo lo que había pasado, supuso que era un milagro, provocado por Canceló, que no estuviera en el hospital por intoxicación de nuevo. Algún iba a preguntarle a Cancelo su secreto para mantenerlo con vida, o los poderes que le habían ayudado a salvarlo.

—¿Vas a volver, verdad?

—Por supuesto —contestó Cancelo, y su voz sonó un poco alejada de él—. Estaré aquí cuando despiertes. Lo prometo.

João tarareó. Antes de dejarse caer en los brazos de Morfeo, sintió una caricia fantasmal en la mejilla y un suave "te amo" en su oído. Ambos tan suaves y tan delicados que apenas los percibió. Su último pensamiento fue que la vida ya comenzaba a tener un poco más de sentido, y que podía sentir que cosas buenas estaban por venir...

Después, el mundo se quedó en silencio. Por primera vez, fue un buen silencio.

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