II
Buscó sobre viajes astrales tan pronto como ordenó sus pensamientos y se dio cuenta que necesitaba saber más. Necesitaba investigar.
Necesitaba saber todo lo que fuera posible si iba a seguir teniendo ese tipo de experiencias. Era cierto que Cancelo no había dado ninguna indicación de que iba a volver a verlo después de su segundo encuentro, pero él tenía la idea de que el viaje astral tenía más.
Sus primeras búsquedas resultaron algo fructíferas. Había tanta información diversa en internet que lo abrumó un poco, pero trató de centrarse en las ideas más importantes y de seguir leyendo. Se enteró que algunas personas tenían más facilidad que otras para lograr los viajes astrales, y que habían muchas, muchas técnicas para intentar conseguirlos. Había toda una página web dedicada a desmentir mitos que las personas tenían también, como que alguien podía entrar a tu cuerpo mientras se estaba en el viaje.
Huh.
João terminó haciendo unos apuntes y eligiendo una técnica para intentar conseguir el viaje astral de manera voluntaria, con una idea formándose en su mente mientras investigaba. Pensó en dejar su investigación ahí, pero antes de alejarse de su laptop se acordó de las auras. Tenía curiosidad por saber de los diversos significados, y fue así como descubrió que el aura blanca significaba dolor, algo bastante apropiado pensó con ironía. El aura negra, como la de Cancelo, significaba que era una persona contradictoria. Aunque en el fondo, explicaba la información, eran seres de protección. Ponían por delante la seguridad y bienestar de las personas que amaban.
Interesante.
Supuso que eso no se aplicaba a Cancelo. No creía que fuera posible que la Muerte amara a alguien.
Su papá desapareció durante esa semana. Él pensó que no había regresado ni a dormir algunos días después del trabajo, pero un día que dejó su alarma en la madrugada para practicar su técnica de viaje astral escuchó los pasos distintivos de su papá en el pasillo.
Los pasos de su papá hicieron que su corazón se acelerara en su pecho. ¿Qué diría su papá si se enterara que João estaba metiéndose en asuntos espirituales siendo él un creyente? Probablemente, no aprobaría el enfoque que João estaba tomando. No le gustaría saber del asunto de reencarnar y esas cosas. Sin mencionar que muchos de los temas espirituales hablaban de temas que hicieron que a Jõao se le erizara la piel y quisiera aprender más.
Sacudió la cabeza, tratando de deshacerse de los pensamientos sobre su papá. Eso no importaba en ese momento. A su papá seguro que ni le importaría, y lo que menos quería era pensar en su papá, en especial porque después de su conversación con Cancelo lo primero que asociaba con su papá era el perdón. Todavía estaba tratando de pensar sobre el tema a toda costa.
Era mejor si se centraba en el asunto de los viajes astrales.
Había una razón por la que João estaba intentando manejar el viaje astral, y estaba muy alejado de su papá.
*
La primera técnica que intentó no funcionó. Lo intentó en varias ocasiones, pero todavía no pudo lograr lo que algunas personas juraban que sentían o pasaban cuando entraban al mundo astral o como fuera que se llamase. Decidió cambiarla por otra cuando comenzó a sentirse más y más cansado de lo que normalmente se sentía (que ya era mucho de por sí, después de todo, el insomnio era una constante casi inamovible de su vida).
La segunda técnica fue un poco mejor. Sintió el cambio después de la primera semana. En varias ocasiones pensó que estaba cerca de lograrlo, pero entonces era como si hubiera alguien susurrando en su oído y alentandolo a seguir. El miedo hacía que su corazón latiera desembocado en su pecho y se rendía, con la piel erizada y la inquietud en las venas. Temía de lo que fuera a pasar, siendo lo astral algo desconocido para él incluso si había visto a la Muerte en dos ocasiones.
Para sí mismo, pensó que era estúpido que tuviera tanto miedo. Ni siquiera ver a Cancelo dos veces lo había asustado tanto. Al contrario, había sentido una calma inexplicable en su presencia. Y no era como si no hubiera estado en ningún viaje astral tampoco.
Ese pensamiento fue el que le ayudó a seguir intentando.
Después de un par de intentos más en los que al final no podía continuar en el punto de no retorno, lo logró. Deslizarse en el viaje astral por su cuenta fue inexplicable. Si alguien alguna vez le preguntaba cómo se había sentido, no creía que fuera a ser capaz de explicarlo.
Era surrealista. Algo que jamás había imaginado que terminaría haciendo.
La habitación estaba a oscuras cuando despertó en su cuerpo astral, aunque algunos de los bordes de los muebles parecían relucientes. Casi como si hubiera energía sobre ellos. Se miró las manos, notando que su aura se veía un poco más intensa y brillante que la última vez. ¿Significaba eso algo? ¿Significaba que algo había cambiado?
Supuso que tendría que investigar un poco más sobre ello en los próximos días.
Caminó alrededor de la habitación, tratando observar todo desde una nueva percepción. No parecía muy diferente estar en su cuerpo astral y estar en su cuerpo físico. El cuerpo físico se sentía más pesado y el astral más ligero. La mayor diferencia, quizás, era que no podía tocar los objetos físicos. Sentía la presencia de la materia pero no podía sostener los objetos.
Se preguntó si con el tiempo podría llegar a sostener objetos, lo que lo llevó a preguntarse también qué más podría hacer en su versión astral. Había leído información sobre lo que podía hacer en su viaje astral pero no estaba seguro de creer todo lo que se decía en internet.
No había nadie a quien preguntarle tampoco, así que tendría que investigar por sí mismo. Aunque... Cancelo sería una buena fuente de información, dado que ya había respondido algunas de sus preguntas. Eso adelantaría su propósito también. Pero, ¿cómo podía contactarlo? No tenía ni idea. ¿Se necesitaba algún ritual?
Trató de pensar si sabía algo sobre eso, pero nada vino a su mente. Todavía no había investigado sobre la Muerte, y las pocas cosas que sabía eran cosas que había escuchado de pasada en conversaciones de adultos que veían a la Muerte como algo malo. Sin tener ni idea que no era la Muerte la que decidía quién moría y quién vivía.
Las percepciones de la gente sobre la Muerte no podían estar más alejadas de la verdad.
João suspiró, regresando su mente a lo que era importante en el momento. Era bastante improbable que Cancelo viniera si lo llamaba, pero no perdía nada con intentar.
—¿Cancelo?
Se sintió tonto tan pronto como su voz se hundió en el vacío de su habitación oscura. Nadie contestó. Probablemente, nadie iba a contestar.
Volvió a su cama y se sentó sobre ella. Se observó a sí mismo, el ritmo de su respiración y la manera en que su pecho subía y bajaba. Se veía tan calmado. No parecía alguien que a veces enfrentaba tanta angustia emocional, alguien que había intentado terminar con su vida hacía poco.
—Hola.
João giró tan rápido que se mareó un poco. Cancelo estaba de pie frente a la puerta, el brillo de su aura se veía más tenue. Tenía una túnica negra y larga puesta, lo que le daba un toque más de oscuridad sobre él.
—Viniste —dijo, casi sin poder creerlo.
—Me llamaste —contestó Cancelo, como si fuera obvio. Estaba tratando de parecer indiferente, pero era bastante evidente—. ¿Pasó algo?
—No pensé que fueras a aparecer.
—Mmm —murmuró Cancelo—. ¿Cómo va la vida? ¿Todavía tienes ganas de morir?
Lo dijo tan casual que João sintió pena e incomodidad al mismo tiempo. No creía que nadie más supiera la profundidad de sus pensamientos. Ni siquiera su papá, que había sido el que lo llevó al hospital para que le hicieran el lavado del estómago.
—Más o menos —contestó, descubriendo que lo decía en serio. Había estado tan sumido en su investigación sobre lo astral que algunos aspectos se habían desvanecido a segundo plano—. ¿Cómo va tu trabajo...? ¿Muchas almas que cosechar?
—Va bien. Siempre hay muchas almas. Algunas más fáciles de llevar que otras.
—¿Cómo funciona? —Respondió con curiosidad—. ¿Te las llevas o...? No sé...
—Quieres saber si soy yo quien... toma las vidas de las personas —adivinó Cancelo. João asintiendo, sintiendo un destello de timidez—. No, no lo hago yo. Cada persona tiene un tiempo en esta vida, un tiempo determinado. Mi trabajo es solo recoger las almas a las que les expira el tiempo.
—Supongo que eso explica muchas cosas. Sería difícil que estés en todas partes al mismo tiempo.
—Para mi no existe el tiempo —comentó Cancelo—. No de la manera que la humanidad lo conoce, al menos.
João quiso preguntar sobre eso, pero de alguna manera dudaba que Cancelo fuera a responderle.
—¿Es difícil?
—¿El qué?
—¿Recoger las almas?
Cancelo encogió los hombros con indiferencia.
—Algunas son más difíciles que otras —dijo—. Algunas están aferradas a la vida y a todo lo que no hicieron. Todo el tiempo que desperdiciaron. Otras no quieren dejar a sus familias o personas que amas. Pero hay unas que aceptan su momento y van con tranquilidad, habiendo aprendido la lección que venían a aprender. Habiendo completado su misión.
¿Y mi mamá? Quiso preguntar. ¿Ella trató de aferrarse a la vida por mi o simplemente aceptó su destino?
—Eso suena... difícil.
—Supongo —contestó Cancelo—. Para alguien que ha pasado mucho... tiempo haciendo esto es más fácil. Aprendes a conocer qué tipo de alma es cada una y cómo tratarla.
Él no pudo comprenderlo del todo, pero asintió de todos modos.
—No eres como alguna vez lo imaginé —dijo, sin pensar muy bien en sus palabras.
—Ah, ¿sí? —Cuestionó Cancelo con curiosidad—. ¿Por qué no?
João se encogió de hombros, tratando de no retractar sus palabras y sus pensamientos. No quería ahuyentar la curiosidad que Cancelo estaba mostrándole. La mayor parte del tiempo, en las interacciones que habían tenido, se había mantenido indiferente.
—Eres más suave —contestó, después de un momento de consideración—. No pensé que la Muerte fuera capaz de transmitir tranquilidad. Me la imaginé como... más brusca y aterradora.
—¿No piensas que soy aterrador?
Había una sonrisa en la voz de Cancelo, a pesar de que su expresión no cambió.
—Lo eres —dijo João—. Es solo que no como todos lo imaginan.
Canceló tarareó. Se tomó un momento antes de decir algo más, lo que provocó un poco de ansiedad en João. ¿Era posible que hubiera ofendido a Cancelo?
—Lo único que puedo decir a eso es que las almas que recojo a menudo necesitan tranquilidad. Es más difícil cuando les cuesta confiar y se sienten atacadas ante la idea de morir. Mostrarme aterrador solo complicaría mi trabajo.
—Oh —murmuró João. Eso tenía bastante sentido. Cancelo acababa de mencionar que algunas almas eran difíciles de manejar y recoger, que fuera alguien confiable y calmado seguro le facilitaba el trabajo.
—Sí...
—¿Qué pasa con los que no cumplen su misión? —Preguntó con curiosidad, recordando lo que había dicho Cancelo sobre las misiones que se les encomendaba a las almas.
Cancelo entrecerró los ojos, mirándolo como si quisiera ver a través de su alma. ¿Era eso algo que la Muerte podía hacer? ¿Saber lo que estaba pensando? João esperaba que no.
—Lo sabrás eventualmente —dijo—. No puedes saber todo de golpe, lo sabes, ¿no? Hay un nivel energético para cada pieza de conocimiento que viene a tu vida.
—¿Y no he llegado a él?
—No —contestó Cancelo—. Todavía no.
—¿Hay algo que creas que necesito saber?
—Niño —dijo Cancelo—, preguntarle a la Muerte sobre algo así no es lo más inteligente que alguien puede hacer.
João alzó una ceja, divertido. —¿Por qué no? Ya me dejaste en claro que no puedes... tomarme hasta que no sea mi momento. No hay riesgo en preguntarte. ¿O sí?
Cancelo lo miró fijamente, mientras el brillo de su aura aumentaba un poco.
—Vive más —dijo la Muerte al final—. Hay algo que puedo decirte, y es que todas las almas, como tú en este momento, que no han vivido cuando su tiempo en la vida expira se arrepienten. Desean haber aprovechado su tiempo, pero siempre es muy tarde. Si no vives tu vida cuando puedes, la Muerte no perdona.
En un parpadeo, Cancelo desapareció de su vista, dejándolo a solas de nuevo. Sabía que su corazón no se encontraba en su pecho en su cuerpo astral, pero João sintió el fantasma de él acelerándose cuando las palabras de la Muerte se penetraron en su mente.
La Muerte no perdona.
Las palabras sonaban como una advertencia. Cualquier persona normal dejaría de llamar a la Muerte después de una declaración así —para empezar, supuso, cualquier persona normal y con sentido de autoconservación no llamaría la Muerte—, pero él era todo menos normal.
Y a pesar de que lo odiara a veces, era el hijo de su papá, lo que significaba necedad en todo el sentido de la palabra.
*
Evitó el tema del perdón hasta que soñó con su mamá diciéndole que le diera una oportunidad. No sabía si había sido alguna señal divina o producto de su propia mente, pero funcionó, porque despertó llorando a la media noche. El sueño había sido tan real que había sentido la necesidad de ella porque João lo intentara. Porque su niño no se perdiera la vida sumido en su mundo de negatividad.
Pensó en ello mientras estaba en clases o mientras estaba en casa a solas (lo cual era la mayor parte del tiempo, ya que su papá, desde su incidente, estaba más desaparecido que de costumbre). Algunos consejos que sacó de internet sugerían escribir sobre las emociones (lo que le pareció una estupidez) y después analizar lo que había escrito, así que lo intentó a pesar de que no creyera que fuera a funcionar.
Lo mejor es cortar los sentimientos negativos desde la raíz, decía uno de los consejos, el resentimiento, el odio, el desprecio y los celos a menudo son la causa de muchos de nuestros problemas.
João comenzó a escribir sintiéndose molesto. La causa de sus problemas era su papá. ¿Cómo podría no guardarle resentimiento después de que la mitad de su vida lo había amado y la otra mitad, después de la muerte de su madre, lo odiara? ¿Solo por parecerse a ella? ¿Por vivir cuando ella había muerto?
Ahora en día, después de tantos años, João todavía no entendía lo que había pasado después de la muerte de su mamá. Él entendía que ella había tenido depresión después de su nacimiento y que eso había cambiado las cosas en la vida de sus papás. Entendía que ella había luchado por años hasta que no pudo más. Entendía que ella había tomado las pastillas y que su papá había llegado muy tarde. Más bien, no había llegado en lo absoluto.
Ellos habían peleado ese día, por culpa de João (como a su papá le gustaba repetir). A su papá no le gustaba que João dibujara en la mesa mientras estaban comiendo, así que lo había regañado. Algo tan sencillo como eso había hecho que los dos se molestaran mucho, y la pelea había llevado a otros motivos. Se hizo tan grande que su papá terminó yéndose de la casa durante ese día, a pasar el día con un amigo.
Su mamá se había limpiado las lágrimas, y había fingido que todo estaba bien, pero João recordaba haberla visto llorando en la cocina cuando lavó los platos después de la comida. Habían ido al parque ese día, por última vez. Ella había besado su frente y le había dicho que lo amaba mucho antes de que él se durmiera.
Más tarde, mientras João dormía, ella se había tomado las pastillas.
João había tenido que llamar a la vecina al día siguiente. Y cuando su papá llegó al hospital fue demasiado tarde.
Así que no, no entendía cómo un hombre después de perder a su esposa decidía que la mejor opción era odiar a su hijo en lugar de amarlo. Solo porque João se parecía a ella y le recordaba a ella, solo porque João había decidido dibujar mientras comían y había desobedecido cuando su papá le dijo que dibujara después de comer.
Las lágrimas empañaron su vista.
Odiaba su vida. Odiaba que hubiera arruinado todo sin antes entender que lo estaba arruinando. Porque si sus papás no hubieran peleado ese día, tal vez su mamá estaría viva. Tal vez su papá lo amaría.
Y João odiaba a su papá también, por dejarlo así cuando más lo necesitaba. Por perderse todos sus proyectos y presentaciones escolares, por nunca recogerlo de la escuela, por no enseñarle a jugar a fútbol, por perderse sus partidos más importantes, por dejarlo solo cuando sentía que podía morirse. Por todo.
Si bien entendía las razones del perdón y aceptaba que lo que Cancelo le había explicado sonaba lógico, ¿cómo podría él perdonar todo?
¿Cómo podría perdonarse a sí mismo?
No sabía.
Respiró hondo una y otra vez hasta que las lágrimas comenzaron a cesar, mientras un sentimiento de alivio lo inundaba. Era como si hubiera sacado un poco de todo lo que había estado acumulando en años anteriores. Llorar se había sentido catártico.
Leyó lo que había escrito más tarde, cuando terminó de llorar y se lavó las lágrimas saladas del rostro. La mitad de su letra eran garabatos y la otra mitad era entendible pero se había borrado un poco por las lágrimas. Aún así logró rescatar un par de cosas.
Releer lo que había escrito hizo que el dolor volviera. Aunque con un poco menos de fuerza.
El problema principal, supuso, sería perdonarse a sí mismo. Soltar el rencor y odio que sentía hacia su propia persona. La pregunta era cómo hacer eso, porque él no tenía ni una puta idea. Y tampoco había nadie (vaya sorpresa) a quien acudir para hablar de ello. Alguno de sus compañeros no entendería algo así, y un psicólogo o consejero lo haría hablar sobre toda su vida antes de enseñarle algo útil para soltar el resentimiento y autodesprecio.
Lo que dejaba como su única opción, una vez más, a la Muerte.
Cancelo probablemente lo comenzaría a aborrecer pronto, si es que todavía no lo había hecho.
*
—Llamaste otra vez —dijo Cancelo, apareciendo frente a la puerta de nuevo.
—Viniste otra vez —dijo João, sonando aliviado. Había pensado, por un momento, que Cancelo no iba a aparecer—. Hola, por cierto.
Cancelo ladeó la cabeza como reconocimiento. João no estaba seguro si era impresión suya, pero el otro parecía más cansado de lo normal. El borde de piel alrededor de sus ojos siempre había sido oscuro, pero ahora la oscuridad se había profundizado.
—¿Pasó algo?
—Nada —dijo João—. Solo quería hablar.
—¿No tienes algún amigo para eso? —Preguntó Cancelo, João negó con la cabeza, sabiendo que no se sonrojaba solo porque no era físicamente posible. No se le había ocurrido antes que Cancelo iba a exponer su falta de amigos—. Estaba un poco... ocupado. Aunque no importa porque ya estoy libre de todos modos. Bien, habla entonces.
—Pensé sobre lo que me dijiste y-
—¿Sobre?
—Perdonar —contestó—. Estuve leyendo un poco más sobre eso. Pero creo que no sé cómo podría perdonarme a mí mismo...
Cancelo lo miró como si no pudiera creer que lo hubiera llamado para eso. João estaba a punto de decirle que ignorara lo que acababa de decir, pero entonces el otro dejó escapar un suspiro de resignación.
—No sé qué te ha llevado a pensar que soy tu mejor opción para hablar de esto, pero bueno... ¿Qué es lo que no puedes perdonarte a ti mismo?
—¿Qué?
—Ya escuchaste. ¿Qué no puedes perdonarte?
João sintió que su garganta se apretaba, incluso si era algo que quizás no era posible. Pensó en ello. ¿Cuál era su mayor rencor hacia sí mismo? ¿Qué era eso que le había hecho darse cuenta que no estaba bien?
—La muerte de mi mamá —contestó después de un largo rato de consideración en el que Cancelo se mantuvo en silencio.
—¿Qué más? —Preguntó la Muerte, con una seguridad incuestionable de que había algo más.
—No sé... —Empezó a decir João.
—No me mientas —insistió Cancelo—. Necesitas ser brutalmente honesto contigo mismo. Aunque no te guste, aunque te duela. Inténtalo una vez más.
—...no ser suficiente. —Su voz no fue nada más que un murmullo.
—¿No ser suficiente para qué o qué?
João bajó la mirada. Acudir a Cancelo había sido una mala idea, y no estaba seguro por qué había esperado que las cosas fueran diferentes. ¿Qué había esperado? ¿Que la Muerte fuera amable? ¿Una buena consejera? ¿Que sostuviera su mano y fuera paciente?
Había sido iluso de su parte.
—Cancelo... —dijo João, y el nombre se sintió poderoso en sus labios. Muy diferente a cómo sonaba en su propia mente cuando lo pensaba.
¿Había alguien más llamado a Cancelo por su nombre?
—João Félix —dijo Cancelo con voz seria, reconociendo su nombre por primera vez también—, ¿crees que no eres suficiente para ser digno del amor de tu papá? ¿Que es tu culpa que él no te ame?
En ese momento, sintió que algo en su interior se rompió. Algo que había encerrado muchísimo tiempo atrás, pero que ahora había sido liberado en los labios y la voz de la Muerte. Le dolió. No había una razón explicable detrás del dolor, menos cuando ni siquiera estaba en su cuerpo físico, pero le dolió tanto que por un momento pensó que iba a perderse en el vacío que le ofrecía el viaje astral.
—Sí —murmuró con la voz rota—. Sí. Creo que es mi culpa no ser suficiente para que mi papá me ame. Sí, me odio por eso y por empezar la pelea que hizo que mi mamá se suicidara.
Reconocerlo fue casi cruel. Se sintió desgarrador.
—No es tu culpa —dijo Cancelo con seriedad y firmeza—. Eras un niño, no eres responsable por las decisiones de otros. Por la manera en que otros reaccionan ante una situación. No pongas la culpa de las decisiones de tu mamá y de tu papá en tus hombros. No te pertenecen. ¿Entiendes?
João no contestó, todavía procesando lo que acababa de decir el otro. Todavía pensando en lo mucho que dolía admitir que se odiaba a sí misma por algo que ni siquiera había querido que ocasionara lo que ocasionó.
—¿Entiendes? —Repitió Cancelo, su voz sonando al borde de la frustración por la falta de respuesta que João ofreció.
¿Entendía él?
¿Comprendía que si su papá no lo amaba no era su culpa y que si su mamá decidió dejar el mundo no fue porque él dibujara en la mesa un dibujo de su familia siendo feliz?
—Sí —contestó—, entiendo.
Quiso decir algo más, pero fue como si todas las palabras se le escaparan de la mente mientras pensaba. Así que se quedó en silencio, sabiendo que no había palabra que pudiera decir para hacerse más fácil el entender. El aceptar.
Cancelo no tardó mucho en irse.
*
Tuvo pesadillas los siguientes días, por lo que el cansancio le impidió sentirse lo suficientemente cómodo como para deslizarse en un viaje astral. No tenía razones para hacerlo tampoco. Su vida se sumió en una crisis existencial después de haber hablado con Cancelo, en el que repasó hasta el último detalle de todo y se preguntó todo. Se preguntó cómo se sentía, si era justo, si tenía sentido.
Así que no, no tenía razones para hablar con la Muerte. Ya le había ofrecido suficientes para estar ocupado durante un par de días.
Descubrió que ahora sentía más facilidad para pensar en lo que le dolía. No significaba que no lo lastimara, pero al menos podía ver su dolor de frente y pensar "te reconozco". Reconocer el dolor, decían algunos, era el primer paso para superarlo.
Vio a su papá dos veces esa semana. Cenaron juntos una vez, en silencio. João se sentó en la mesa mirándolo a la cara, preguntándose cómo el hombre frente a él era tan insensible para despreciar a un niño que acababa de perder a su madre. Para ignorarlo durante años. Para ceder a su dolor en lugar de luchar contra él por el bienestar de ambos.
El perdón era egoísta, había dicho Cancelo. João creyó que no era tan egoísta como para perdonar el dolor que su padre le causó. El dolor que todavía le causaba y por el que no parecía mortificado siquiera. No, en ese momento él no se veía a sí mismo perdonandolo. En un futuro, tal vez.
Por otro lado, estaba cerca de terminar su año escolar, lo que lo hizo sentir un poco inquieto. Eso significaba pasar más tiempo en casa y tener menos que hacer, lo cual no le gustaba del todo. No era como si pudiera cambiar eso de todos modos. Iba a tener que aceptar las salidas que Gavi y Pedri, sus compañeros de clase, insistían en ofrecerle.
Tal vez no eran tan malas.
*
Perdonó a su mamá primero. Le llevó flores a su tumba y le leyó los resentimientos que le habían quedado hacia ella, entendiendo que no tenía sentido cargar eso conmigo. Su voz tembló mientras leía en voz alta lo que había escrito, pero jamás se detuvo.
"Te perdono por haberme dejado, porque solo tu sabías las luchas que estabas teniendo contigo misma. Te perdono por haberme dejado con mi papá, porque tú no sabías que él iba a ser quien ahora es. Te perdono por haberme amado tanto que no tenerte conmigo hace que mi corazón duela, que quiera morir. Finalmente, te perdono por ofrecer la idea involuntaria de que la muerte es la solución."
Lloró un poco cuando terminó, pero se recompuso lo suficiente como para darle las gracias por todo lo que ella significaba para él. Le contó un poco sobre su vida, aún si ella no podía escucharlo, y expresó las ganas que tenía de volver a verla.
Las ganas de saber de ella.
*
—Te ves mejor.
João se miró las manos en cuando escuchó la voz, dándose cuenta que estaba en un viaje astral a pesar de que no había intentado tenerlo.
Cancelo se veía tranquilo, casi amigable. Se veía bastante diferente de la última vez que lo había visto, en la que, João se dio cuenta después, había sido duro de manera inconsciente. Como producto del cansancio, tal vez.
—¿Buena cosecha de almas? —Preguntó en broma—. Te ves bien también.
Para su sorpresa, Cancelo sonrió suavemente. Lo hizo parecer extraño, pero al mismo tiempo le dio un atractivo que João había estado tratando de ignorar desde el primer día que lo conoció. No creía que fuera buena idea pensar en la Muerte como alguien atractivo.
—Algo así —dijo Cancelo.
—¿Me llamaste? —Preguntó João después de un silencio corto—. No recuerdo entrar en un viaje astral.
Ni siquiera recordaba el momento en el que había ido a dormirse.
—Pensé que había sido muy intenso la última vez —contestó Cancelo, encogiéndose de hombros—. Quería ver si te había asustado y espantado.
Eso sonaba como algo parecido a una disculpa, notó João. Una disculpa bastante sutil por la brusquedad con la que había sido tratado.
—Ah —dijo João, sonriendo con diversión. Supuso que no había nada de malo en fingir que no podía darse cuenta del evidente arrepentimiento del otro—. Lamento informarte que no lo hiciste.
—Ahora veo. —La sonrisa que Cancelo contuvo también fue evidente para los ojos de João. Sin embargo, tampoco la reconoció frente al otro. No quería, de alguna manera, ahuyentar a Cancelo siendo más abierto con él—. ¿Cómo va tu proceso?
—Bien —contestó João—. Fui a la tumba de mi mamá ayer para hablar con ella.
—¿Si?
—Sí... Creo que puedo decir que la he perdonado por cosas que no sabía que le guardaba rencor hasta que lo pensé.
—Estoy feliz de que sea así.
—¿Lo estás? —Preguntó João. La curiosidad acumulándose en él ante la posible respuesta. Todavía no había investigado sobre la Muerte, lo que lo dejaba un poco a ciegas sobre muchas cosas.
Para él sonaba improbable, pero tal vez Cancelo sí era capaz de sentir felicidad y otras emociones.
—¿Feliz por ti?
—Sí.
—¿Por qué no lo estaría?
João tarareó. —¿Tal vez porque eres la Muerte y no sabía que podía sentir emociones?
—¿Así que piensas que las emociones son algo humano?
—Supongo —contestó, pensando en ello—. Sí, supongo que sí.
—Interesante —dijo Cancelo—. Tal vez lo sean. ¿Quién sabe?
—¿Eso significa que...?
Canceló inclinó el rostro hacia adelante con curiosidad. Parecía enganchado a las divagaciones de João y sus pensamientos sobre el asunto. Como si le emocionara saber la opinión de João.
João tuvo que atribuirlo a que Cancelo jamás, suponía, había hablado mucho con algún humano o alma en general. Tal vez nunca había tenido el tipo de conversaciones que tenían.
—¿Qué?
—¿Alguna vez fuiste humano?
La Muerte no contestó, su semblante era tan indiferente que João no pudo decir qué estaba pensando. Le hizo darse cuenta que Cancelo parecía elegir los momentos en los que quería mostrar algo y en los que no.
—¿Tú qué crees?
—No sé...
—¿Crees que un ser como yo alguna vez tuvo una experiencia humana? ¿Que experimentó la vida y todos sus altibajos? ¿Sus placeres? ¿Su... amor?
Fue interesante cuando Cancelo lo puso de esa forma, porque la manera en la que habló dejó entrever de qué hablaba desde la experiencia y no desde la observación. O había sido un humano en algún momento, o se había escapado un rato para poder serlo. Para convivir entre ellos tal vez.
¿Cancelo se había enamorado de alguien? ¿Había experimentado... el amor de forma física? ¿Había besado a alguien?
João se tocó los labios por impulso, pensando que no estaba seguro de cuál alternativa le parecía más interesante y cuál era la respuesta a sus preguntas.
—¿Por qué no? Encargarte de las almas por tanto tiempo... —buscó la manera correcta de expresar sus palabras— debe ser aburrido, sin ofender tu trabajo, por supuesto. Es solo que parece algo repetitivo.
—Te sorprendería —dijo Cancelo sin pensarlo mucho—. Cada alma tiene... algo especial en ella.
La tentación consumió a João de inmediato.
—¿Y qué tengo de especial yo? —Preguntó, a pesar de que hacer la pregunta le causó un poco de bochorno por lo insinuante que sonaba—. Ya que dices que todas las almas tienen algo especial...
Cancelo lo miró con diversión, atrapando su intención también.
—Supongo que lo sabré cuando te recoja.
João asintió y tomó la salida, pensando que sería mejor dejar el asunto allí. Aunque su mente tenía otros planes. Sus labios se movieron antes de que pudiera intentar evitarlo.
—¿Alguna vez te has enamorado?
Contrario a lo que esperaba, la pregunta ensombreció la apariencia de Cancelo de inmediato, a pesar de que su expresión ni siquiera se tambaleó. Fue solo como si una energía oscura se cerniera sobre él.
—¿Por qué quieres saber eso?
Se encogió de hombros, tratando de pensar él mismo en una razón lógica y creíble que dar. No era frecuente que a la Muerte se le preguntara si se había enamorado, supuso. Y él mismo ni siquiera sabía por qué lo había preguntado.
Oh, pero sí lo sabes, contradijo su propia mente.
—Porque creo que es solitario para ti pasar la eternidad recogiendo almas. Hemos establecido que puedes sentir felicidad, así que es lógico deducir que también amor u otros sentimientos. A alguien debes haber tenido en algún momento... ¿O no?
—No —contestó Cancelo. Su voz había perdido el tono divertido que había tenido unos minutos atrás—. La Muerte no puede tener un enamorado mientras está en su trabajo. Está prohibido, así que...
harías bien en recordarlo.
João estaba demasiado sorprendido por la forma en que todo se había torcido para reaccionar cuando Cancelo desapareció. Se quedó sentado un rato encima de su cama, repasando toda la conversación y preguntándose qué demonios había dicho mal para que Cancelo reaccionara así y se fuera de repente. Nada, pensó. Pero tal vez no era capaz de verlo en el momento.
Además, se dijo a sí mismo, ¿qué demonios había sido eso? ¿Había él... coqueteado con la Muerte?
Estás imaginando cosas, se dio a sí mismo. Miró a su cuerpo acostado de lado en la cama y cerró los ojos, centrándose en el latido de su corazón hasta que pudo sentirlo de verdad en su cuerpo.
Hasta que volvió a su cuerpo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro