"Otra vez aquí", pensó Fred observando el cielo cubierto de nubes que parecían grises, pero no tanto como para llover.

El pasto debajo de él se sentía fresco y suave, prefirió quedarse recostado ahí. Pero recordó.

Se sentó de un tirón y volteó hacia atrás, ahí estaba el árbol grande, pero no había nadie recargado sobre él.

Terminó por levantarse y caminar despacio hacia el lugar, intentando no hacer mucho ruido al pisar. Le dió la vuelta y ahí estaba él, recostado sobre el tronco, dormido un chico castaño con facciones suaves y lindas.

— Tú de nuevo... — susurró Fred.

De la forma más tranquila que alguien pudiera despertar, Freddy abrió los ojos, miró a Fred con sorpresa y se sentó erguido repitiendo las mismas palabras de Fred, cómo si no lo hubiera escuchado; — ¡Tú de nuevo!

— ¿Qué haces en mi sueño? — preguntó Fred dejándose caer, sentado frente a Freddy esperando una respuesta razonable —, Nunca te he visto en mi vida, ¿Quién eres? Yo vi en un vídeo de psicología y más datos que no puedes soñar personas que nunca has visto.

Freddy había decidido decirle a Fred que ese era su sueño también, e intentar conseguir información sobre el mundo, específicamente sobre su madre.

— No, este es mi sueño, ¿Quién eres tú?

El azabache pensó un momento, con emoción dijo; — ¡No puede ser, estamos en el mismo sueño pero somos personas diferentes, y ya pasó dos veces, es la segunda vez que te veo esto es...!

No alcanzó a terminar la frase, Freddy levantó ambas manos con las palmas abiertas intentando detener el largo discurso de Fred y dijo; — Cálmate amigo, tranquilizante, ¿Sí?

Fred permaneció quieto y no movió ni un músculo cuál perro obediente.