Todos mis sentidos están cautivados por el hermoso espectáculo que hay enfrente de mí. Mientras el sol empieza a levantarse sobre el horizonte, el mar se abre ante mis ojos como una enorme expresión de agua sin fin. El aire fresco del mar me envuelve mientras respiro profundamente. El cielo cambia de color gradualmente, desde un oscuro color azul hasta un suave tono dorado y naranja, mientras el sol sube lentamente hacia el cielo. Las olas del mar se vuelven más suaves y tranquilas, creando un ambiente sereno y calmante.

-Que silencio -cierro los ojos sintiendo cómo el aire fresco del mar acaricia mi rostro.

-Eso es lo mejor -desvío la mirada a la persona que tengo a mi lado cuando lo escucho hablar y solo me quedo viéndolo en silencio, ya que él al parecer también está disfrutando este momento- Somos dos almas perdidas sentadas en un muelle tratando de recuperarse a través del silencio que nos brinda el mar sereno y un atardecer que pareciera no tener fin.

Voltea a verme y un cúmulo de sensaciones extrañas se alojan en mi estómago. Sus ojos se reflejan en los míos y no puedo evitar verme reflejada en los suyos. Sus iris me cautivan al igual que todas las facciones de su rostro. Nuestras miradas se compenetran y no se sueltan, como si fueran un nudo difícil de deshacer. De un momento a otro, el contacto visual se rompe cuando él vuelve a mirar al horizonte con una sonrisa formándose en su rostro.

-De verdad que lo somos -afirma riendo y lo miro sin entender.

-¿Qué? -no puedo evitar preguntar al verlo reír de repente.

Sus ojos vuelven a conectar con los míos y la sonrisa en su rostro se desvanece un poco ante sus palabras.

-Dos almas heridas divagando por un puerto sin rumbo.