CAPÍTULO 3
Kohen:
A medida que cruzo la puerta del bar, los sonidos del bullicio y la música invaden mis oídos. Observo todo el lugar y no me encuentro con nada que no haya visto antes, todo sigue igual. Las luces parpadean en un tono ligero y colorido, creando una mezcla de sombras. El aire está cargado de olor a tabaco, alcohol y sudor. Paseo los ojos por el lugar y, a medida que voy caminando, me encuentro con algunas caras conocidas. Ignoro totalmente las muecas de desagrado, concentrándome tan solo en llegar a la barra. Una vez allí, me siento en uno de los asientos que no están ocupados, pero toda mi calma se esfuma al escuchar al señor Batman.
—¿Estás loco?— oigo la voz de Will al otro lado de la barra— ¿Qué estás haciendo aquí?
—Lo mismo que todos ellos hacen— señalo a las personas que están en el bar— venir por un trago y buena música.
—¿¡Cómo se te ocurre venir después de todo lo que pasó?! Gregory está furioso— Will me reprocha de una manera exagerada que solo los dos escuchamos.
—Sí, me estoy dando cuenta— paseo mis ojos por el lugar, hasta que encuentro en una de las mesas al chico que me está mirando con cara de perro rabioso.
—Y no solo él, sabes que Andrés también está enojado contigo, te dijo que no vinieras hasta que tengas una parte del dinero que le debes. ¿Para qué mierda vienes? ¿Perteneces al Escuadrón Suicida? ¿O qué?— ignoro todos sus comentarios y solamente saco el sobre que tengo en uno de los bolsillos de mi suéter y lo dejo arriba del mostrador.
Will me mira sin entender y yo tomo aire para luego explicarle con desinterés.
—Es una parte del dinero que le debo a Andrés— él me mira aún más confundido.
—¿De dónde lo sacaste? —pregunta con un tono curioso—¿Llamaste a Demon?
Hago un gesto de desagrado y ruedo los ojos al escuchar el nombre de esa persona.
—Vendí la moto —sus ojos se abren ante la noticia que le acabo de dar.
—¿En serio? —asiento con la cabeza—¿Y ahora con qué moto vas a correr?
—¿Tú qué crees? —lo vacilo pintando una sonrisa cínica en mi rostro.
—Oh, no inventes viejo, ni lo sueñes —dice fastidiado cuando se da cuenta de lo que le hablo.
Abro la boca para decirle algo, pero soy interrumpido por una irritante voz a mi espalda.
—Hey Walker, ¿qué haces aquí? Creí haberte dejado claro que no volvieras a meter tu trasero en este bar.
Pregunta, mientras volteo para confrontarlo. Observo fijamente a Gregory, alzando una ceja y mirándolo con superioridad. Presenta los mismos tatuajes en su cuello. Mantiene el estilo característico de siempre, como un cantante de rock, y conserva el piercing en el labio interior. La única modificación notable es su cabello, que ahora luce una melena con varios rizos.
—¿Estás sordo o qué? Te hice una pregunta, Walker. —En estos momentos Gregory está a la defensiva, nunca ha sabido lidiar bien con sus emociones y eso me da puntos extras a mí, ya que yo sí sé jugar con ellas.
—¿Cómo está Natasha, Gregory? —respondo con una pregunta y veo cómo su cuerpo se tensa. Sé que lo que acabo de decir le ha molestado, ya que su mandíbula se endurece y sus nudillos se vuelven blancos. Una leve sonrisa se pinta en mis labios ante su reacción, ya que me encanta provocarlo y que no pueda hacer absolutamente nada.
—Debes estar verdaderamente loco para venir de nuevo y preguntarme por esa zorra —desvío la mirada hacia el chico que viene hasta donde está Gregory y le entrega un bate de béisbol. Me levanto del asiento a la defensiva, escuchando cómo Will susurra mi nombre a mi espalda. En estos momentos, nos encontramos siendo el foco de atención del bar, todos miran atentamente lo que está sucediendo entre nosotros.
—No te tengo miedo, Gregory—digo completamente seguro de lo que afirmo.
Nuestras miradas son penetrantes y llenas de desprecio, reflejando el odio profundo que sentimos uno hacia el otro. Ninguno de los dos está dispuesto a ceder ni mostrar debilidad frente al otro. Cada intento por desviar la mirada es considerado una rendición, por lo que mantenemos el contacto visual con fuerza, buscando intimidarnos y demostrar superioridad.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Hay peleas de cachorros?—puedo distinguir muy bien esa voz que se escucha a mi izquierda.
Todos volteamos a ver a Derek, que se adentra en el bar prendiendo el cigarrillo que tiene entre sus labios.
— Al parecer a este idiota no le ha quedado claro lo que le dijimos la última vez que puso un pie en el bar.
—¿Cómo me llamaste, imbécil?—ambos teníamos la intención de acabar con esto ahora mismo, pero somos interrumpidos cuando Derek se interpone entre nosotros.
—Haber, cachorros. Ya dejen de ladrar—Gregory abre la boca de nuevo para hablar, seguramente para agredirme de nuevo, pero Derek continúa hablando—Gregory, lárgate a tu puto asiento. Tú, chico de las bebidas—señala a Will y él se queda totalmente paralizado—deja de ser tan chismoso y prepárame un vaso con vodka.
—Sí, señor—veo a Will preparando la bebida mientras que finalmente Derek se dirige hacia mí.
—Y tú, chico problemas, ven conmigo—antes de retirarme voy hasta la barra y cojo el paquete que traje desde un principio, metiéndolo en uno de los bolsillos de mi suéter, dándole un último vistazo a Will.
Al adentrarnos en los pasillos del bar, no me distraigo observando el entorno, ya que conozco este camino de memoria. Esta área del bar está limitada a la entrada exclusiva del jefe y sus hombres de confianza, como Derek, quien es la mano derecha de Andrés.
Los pasillos están iluminados únicamente con leves luces rojas. El ambiente es tenso y a medida que nos vamos acercando a la puerta del despacho se escucha una música suave de jazz al fondo.
Las paredes están recubiertas con paneles de madera oscura y decoradas con cuadros de paisajes urbanos y retratos de figuras misteriosas. El silencio en estos pasillos es predominante, solo es interrumpido por el eco de nuestros pasos.
Al llegar a la puerta de madera, Derek alcanza la perilla mientras me voltea a ver.
—Por favor, niño, evita problemas—lo ignoro totalmente y prosigo para adentrarme al despacho.
Al llegar, me doy un ligero momento para reparar todo el lugar. Como siempre, la habitación está llena de humo de cigarrillo, lo cual crea una atmósfera densa y opresiva. Mis ojos se encuentran con la misma decoración de siempre: los muebles lujosos y obras de arte colgadas en las paredes, algunas armas cuidadosamente colgadas en vitrinas y un escritorio bastante grande.
Mi mirada se dirige hacia el hombre de cuarenta y tres años que se encuentra en el centro del despacho. Está sentado detrás del escritorio, vestido con uno de sus trajes elegantes, envuelto en su aura autoritaria. Sus ojos me estudian mientras que fuma el tabaco que tiene entre sus dedos y yo me voy acercando hasta llegar a uno de los sillones enfrente del escritorio y me siento en él.
—¿Para qué me llamaste?—pregunto con indiferencia.
Hace dos días recibí su llamada, lo que me pareció muy extraño, ya que la última vez que hablamos me dejó muy claro que no volviera a menos que tuviera una parte del dinero que le debo.
—¿Se te olvidó que me debes dinero?—pregunta, incrédulo, dejando el tabaco en el cenicero que tiene a un lado en el escritorio.
No estoy para uno de sus juegos, así que saco el paquete que llevo conmigo y lo dejo en la mesa.
—¿Qué es eso?—dice mirando el sobre de reojo.
—Es una parte de lo que te debo—alza una ceja un poco sorprendido y toma el sobre para abrirlo.
—Esto no es ni un cuarto de lo que me debes, cachorro—su risa y ese apodo estúpido que me han puesto me hierve la sangre.
—Es todo lo que puedo entregarte por ahora—mi voz es firme y concisa al hablar.
—¿Cómo conseguiste esto?—cuestiona un poco intrigado—Espero que no te estés metiendo en más problemas.
—¿Acaso te importa?—le ladro y una leve sonrisa se forma en su rostro, me enfurece que siempre haga preguntas tontas e hipócritas como si le importara mi vida.
—No—dice sin más—Pero no me gustaría que termines muerto o en la cárcel antes de pagarme todo lo que me debes.
Me imaginaba que iba a decir algo como eso, así que no me molesto por lo que ha dicho, solo me concentro en hacer lo posible para parar la ansiedad que tiene mi cuerpo antes de soltar la frase que tanto me cuesta decir.
—Andrés, necesito tu ayuda—sus ojos se abren ante las palabras que acabo de pronunciar, mientras que mi garganta se cierra y mi pie derecho no se está quieto.—Necesito que me des... de eso.
Sus ojos se achican mientras se inclina hacia delante, reparando en todo mi cuerpo, sin perderse ni uno de mis movimientos. Al darse cuenta de lo ansioso que estoy su cara se pone totalmente seria.
—¿Piensas aumentar tu deuda, muchacho?—suelto una sonrisa agria al darme cuenta de lo idiota que fui, al pensar que este tonto podría ayudarme sin joderme de alguna manera.
—Solo son unas cuantas—insisto aunque sé que no debería hacerlo.
—Sabes que "unas cuantas"—recalca esa parte—aumentaría considerablemente tu deuda conmigo.
Mi frustración y enojo aumentan cada vez que lo escucho hablar. Mis ojos se desvían al piso y mis puños se cierran sobre el sofá. Mi pie derecho no para de moverse y aunque intento no hacerlo, pareciera que tuviera vida propia.
—No voy a darte más de esa mierda, Kohen. Si quieres seguir consumiendo, no va a ser de las que yo te dé ¿Está claro?—la firmeza en su voz es directa y precisa.
—Vete a la mierda, Pride —digo levantándome del asiento para largarme de aquí.
—Kohen —es la segunda vez que lo escucho llamarme por mi nombre, lo cual se me hace raro, ya que él nunca lo hace. Volteo a verlo para oír qué es lo que me tiene que decir y me hierve la sangre al escucharlo— A Elena no le hubiera gustado verte así.
—¡No te atrevas a pronunciar su nombre con tu repugnante boca!—le amenazo sin ningún pudor al decir lo que pienso.
—Ten cuidado cómo me hablas, muchacho—veo cómo se levanta de su asiento, pero me doy cuenta de que esto no va a ir a ningún lado, así que doy media vuelta y continúo caminando hacia la puerta. Pero justo cuando voy a abrirla, me quedo quieto al escuchar nuevamente la voz de Andrés— Quizás no pueda ayudarte con ese problema, pero si colaboras conmigo podrías saldar tu deuda.
Giro en dirección opuesta para escucharlo sin moverme del lugar.
—Tengo un trabajo para ti, si me ayudas con eso, considera tu deuda saldada, cachorro.
—No me voy a involucrar en ninguno de tus negocios sucios, Andrés —afirmé con claridad y determinación.
—No hay nada turbio en esto, al menos no la parte que te implica —dice totalmente calmado, pero yo no puedo evitar una profunda inquietud ante toda esta situación.
—Olvídalo —menciono antes de alcanzar la manija de la puerta.
—¿Te marcharás sin siquiera tomar en cuenta mi propuesta?— las palabras resuenan en mi mente, repitiéndose una y otra vez sin cesar. Debería considerar su propuesta al menos. Podría ser mi escape y liberarme de su influencia constante.
—Te escucho— una vez que pronuncié esas dos palabras, una expresión de triunfo se dibujó en su rostro mientras me encaminaba de regreso hacia el sofá.
——————————
No sé en qué estúpido momento se me ocurrió aceptar la propuesta de Andrés. Se suponía que el plan consistía en que Gregory y su pandilla ingresaran a la casa de uno de los enemigos de Andrés para robar la bodega, mientras que yo los esperaría afuera en el automóvil para facilitar la huida, dado que poseo bastante destreza al volante. Sin embargo, todo el plan parece haberse ido a la mierda cuando las cosas se complicaron. Ahora ando en un estúpido Uber siendo perseguido por la policía, sin conocimiento del paradero de los demás o si lograron escapar, y con una loca histérica en la parte trasera del vehículo que no deja de gritar.
El sol del mediodía brillaba en el cielo mientras el motor del auto ruge bajo mi control. Mis manos sudan ligeramente sobre el volante, pero estaba decidido a enfrentar lo que sea que estuviera por venir. Mi corazón late con fuerza y la adrenalina recorre cada fibra de mi ser.
Mi mirada se alterna entre el camino y los espejos laterales, vigilando constantemente cualquier señal de peligro.
—¡Derzhis' krepche, devochka!— susurré para mí en ruso (agárrate fuerte, niña) refiriéndome a la chica que va conmigo, cuando distingo el destello de luces azules y rojas.
Sin pensarlo dos veces, pisé el acelerador y tomé las calles en una frenética carrera para escapar. Las llantas chirriaban en cada giro brusco, mientras que mi mente trabajaba a toda velocidad para trazar la mejor ruta posible.
—¡¿Oh, joder, en serio?! ¿¡No pudiste haberte montado en otro auto!?— presto atención a la chica que no para de maldecir, agotando mi paciencia.
<Debí haberla expulsado del auto cuando pude>
—¡¿Podrías callarte, niña!?— lo único que se me ocurre para calmarla es gritarle, ya que está fuera de sí y me está distrayendo totalmente.
En ese momento preciso, mi enfoque se dirige hacia la pista, al tiempo que un cúmulo de sensaciones se instala en mi estómago al presenciar lo que se avecina a continuación. Una curva desafiante que podría ser nuestra perdición si no logro superarla con éxito.
—¡Para, joder, para!— no puedo evitar desviar mi mirada hacia la chica a través del espejo retrovisor, ya que su voz reflejaba claramente lo asustada que estaba. Por un instante me quedé absorto en sus ojos llorosos y sentí compasión. Después de todo, ella no debería estar aquí. Solo estuvo en el lugar equivocado en el momento inapropiado.
—Cierra los ojos—le indiqué con un tono más sereno al observar sus hermosos ojos azules y sus mejillas empapadas de lágrimas.
—¿Qué?—murmuró en voz baja, pero pude captar su palabra.
—Solo, cierra los ojos y agárrate fuerte— durante un breve instante, nuestros ojos se encontraron una vez más y experimenté la extraña sensación de protegerla.
Luego de verla cerrar los ojos, el miedo y la emoción se mezclaban en mi mente, pero me mantenía enfocado en un objetivo: escapar de esta situación.
Inmediatamente pisé el acelerador del coche a medida que me concentraba en la curva que debía superar. Me percato de que la camioneta de policía está pisándome los talones y veo una oportunidad de escape cuando observo un automóvil rojo que se acerca en sentido contrario al nuestro. Aumento la velocidad al máximo y, en un movimiento rápido, giro el volante presionando el freno para girar en dirección opuesta a la que íbamos antes de chocar con el coche rojo, sin necesidad de completar la curva.
Después de evadir a los agentes de policía, reduje la velocidad del vehículo mientras veía por uno de los espejos laterales cómo la camioneta policial y el automóvil rojo chocaban, provocando un accidente de tráfico.
—¿Qué has hecho?—escucho hablar a la chica mientras observo su reacción reflejada en el espejo retrovisor. Noto cómo la preocupación se apodera de su rostro, al mirar por la ventana del auto y presenciar el accidente automovilístico que acabo de causar.
—¿Tú hiciste que chocaran?—preguntó de una manera incrédula, sin aún lograr asimilar completamente lo sucedido hace unos momentos.
—La situación se reducía a elegir: eran ellos o nosotros—digo sin más, justificando mi acto.
¿Qué es lo que quería esta chica? ¿Que chocáramos nosotros en vez de ellos?
—¡¿Estás bromeando, verdad?! ¡Podrían haber muertos!— no me sorprende su reacción, dado que seguramente no está familiarizada con este tipo de eventos traumáticos. Sin embargo, sería de gran utilidad que intentara comprender la gravedad de la situación en la que estamos.
—No creo que haya muertos, no fue gran cosa—intento minimizar las cosas, aunque la verdad no tenga ni idea si hay heridos o no.
—No sabes de lo que estás hablando—respiro profundo en busca de paciencia para lidiar con esta niña. ¿Acaso no ha comprendido aún la seriedad de la situación en la que nos encontrábamos involucrados?
—¿Y tú sí?—respondo de una manera cortante.
Me giro para verla a través del espejo y noto sus gestos, como si estuviese inmersa en sus propios pensamientos.
—¿Sabes qué?—expresa con un tono de enfado—déjame aquí.
Me sorprendo bastante por su reacción y por mí la dejaría aquí mismo. Pero considero que sería un poco cobarde de mi parte abandonarla cuando es mi culpa que haya perdido su camino.
—¿Estás segura? Puedo dejarte en alguna parada de autobús —propongo.
—No, gracias. Déjame aquí mismo—ruedo los ojos ante lo irritada que suena su voz, como si mi mera presencia le incómoda.
<Como si la suya fuera tan grata>
Sin embargo, su enfado resulta conveniente para mí, ya que puedo utilizarlo para pasar el rato. Como todo ser desagradable que soy, continúo para fastidiarla.
—Oye, andas muy estresada ¿Qué es lo que te tiene así?—una sutil sonrisa se dibuja en mi cara al contemplar la molestia reflejada en su rostro.
—Pues, a ver por dónde empiezo. En primer lugar, un completo desconocido se sube a mi vehículo de transporte privado. Luego, este individuo empieza a manejar de manera extremadamente inapropiada. Además, resulta que está siendo perseguido por la policía y como si fuera poco, causa un accidente de tráfico. Por no descartar que es muy probable que ¡En estos momentos el conductor del vehículo esté llamando a las autoridades para denunciarme por robo!—al escucharla hablar y ponerme en su lugar comprendo que me sentiría igual de estresado y enfadado que ella.
Pero aún así, no soy precisamente alguien adorado y mucho menos me preocupo por los problemas que carga, así que elijo continuar molestándola.
—Wow, definitivamente estás muy estresada—una pequeña sonrisa se filtra en mis labios cuando me mira con la intención de borrarme del mapa.
**
Finalmente logré persuadirla para que me permitiera llevarla hasta la parada más cercana. Los últimos minutos del viaje transcurrieron en silencio, y creo que ambos lo agradecimos, ya que quedó claro que no nos soportamos.
Al llegar a la parada, ninguno de los dos pronunció una palabra. Ella simplemente abrió la puerta del coche y bajó de él.
—Abre la cajuela, mi maleta se encuentra allá atrás—y es exactamente lo que hago.
Después de retirar su maleta del maletero, continuó dirigiéndome hacia ella.
—Hey—la llamo y ella voltea a verme—Solo olvida todo, ¿vale? Esto no te traerá problemas.
Le digo para que no se alarme o se preocupe por lo que ha pasado hoy.
—¿Olvidarlo?—menciona incrédula—¿Crees que un suceso de éste tamaño se olvida tan fácil?
—Solo hazlo —me limito a decir. Es lo mejor para ella.—No me gustaría tomar acciones en tu contra.
—¿Me estás amenazando?.
—Piensa lo que quieras. Solo has como si éste encuentro nunca hubiera pasado.
Veo cómo asiente con la cabeza sin apartar sus ojos de mí. Me tomo un momento para admirarla, ya que con todo lo que ha sucedido, no he tenido la oportunidad de apreciar su belleza y lo atractiva que es. Si no la hubiera conocido en estas circunstancias, seguramente me la hubiera tirado, pero con el carácter que tiene, es mejor ni siquiera considerarlo. Me quedo hipnotizado por sus profundos ojos azul oscuro, que te sumergen en el mar. Su cabello castaño no es muy largo, llegando apenas por por debajo de los hombros. Sus labios son carnosos y sus largas pestañas resaltan aún más sus ojos.
Reparo su ropa y una vez más me fijo en el buen cuerpo que tiene. Viste un encantador top celeste que combina con sus ojos de forma impecable. Además, lleva una chaqueta del mismo tono, unos shorts de mezclilla que hacen resaltar sus caderas y unas elegantes botas blancas que le dan estatura.
Recobro la conciencia al estar cautivado por su presencia unos segundos atrás, pero río mentalmente al darme cuenta de que ella también se ha perdido en mi atractivo.
—Hey— la llamo para que salga del trance en el que está—¿Me escuchaste, niña?
—Sí, te escuché y lo último te lo podías haber ahorrado.—dice con notoria molestia en su voz.
—Vale, pues hasta nunca más—me despido, definitivamente, ya que espero no tener que cruzarme con ella en el futuro.
—Hasta nunca más—la chica repite exactamente mis palabras mientras yo procedo a poner en marcha el motor del vehículo y me adentro en la carretera.
Después de un par de horas, decidí llamar a Andrés. Estaba enojado por el fracaso del operativo y me preguntó dónde me encontraba. Le narro todos los eventos que sucedieron después de separarme de la pandilla. Al parecer, dos de ellos fueron arrestados, pero por suerte, los demás lograron escapar. Andrés aseguró que nada de esto afectará ni a mí ni a la chica del automóvil. Sin embargo, dejó bien claro que aún no había saldado mi deuda con él.
Eso me enfureció bastante porque cumplí con todas las órdenes que él me dió. No es responsabilidad mía que los incompetentes que trabajan para él no supieran hacer su trabajo correctamente. Pero a pesar de estos argumentos, Andrés no sedió, ya que la operación fracasó y él no logró obtener el dinero que se suponía íbamos a robar, así que me dejó claro que mi deuda aún no estaba saldada.
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